latiendo en su interior
Soleado.rn Hermione miró por la ventana de su habitación en el apartamento que rncompartía con Pansy y pudo observar que el día había amanecido con un rnresplandeciente sol. Era fantástico, porque eso le hacía sentirse muy rnpositiva ante lo que Ernie y ella iban a realizar aquella mañana.
Durantern días había esperado ese momento. Y al fin había llegado. Escogió para rnla ocasión una blusa de color malva y unos pantalones de fina tela a rnjuego. El malva siempre le había traído buena suerte, y en ese instante rnla iba a necesitar.
Desde la famosa desaparición de Draco en la rnfunesta cena, habían pasado más de dos semanas. Hermione sabía que el rnrubio había vuelto al apartamento, incluso era conocedora de que había rnpuesto su orgullo a prueba pidiéndole disculpas a Pansy. Su compañera sern lo había contado, pero le pidió que jamás hiciese referencia a esa rnpuntual debilidad de su amigo delante de él. Lo realmente gracioso es rnque el joven y rubio abogado parecía ver a Pansy de forma clandestina, rnporque esperaba los momentos en que Hermione no se encontraba en la casarn para visitarla. Aquello le traía sin cuidado, en realidad prefería no rntoparse con él, todas las veces que habían coincidido habían sido un rndesastre; era mejor así.
Con el mayor de los ánimos, Hermione rnsalió del apartamento y puso rumbo a SIREM. El ambiente en las oficinas rntambién parecía muy resuelto. Ernie la esperaba dentro de su despacho rnhablando con Sirius. El atractivo jefe de Hermione sonrió gustoso cuandorn la vio aparecer.
—Estáis fantásticos los dos. Ese medicucho de rntres al cuarto no sospechará nada y os dejará pasar… A ver, poneos uno rnjunto al otro.
Hermione y Ernie obedecieron a Sirius, que la verlos juntos soltó una gran risotada, y añadió.
—Perfecto, parece que lleváis casados años.
Hermionern miró con complicidad a su compañero y tras despedirse de su jefe, ambosrn salieron del bufete con un destino fijo: la clínica privada de rnfertilidad del Doctor Gregory Goyle.
Era un lugar apacible, bien rndecorado y muy agradable. Las enfermeras vestían de un suave tono rnaguamarina y las paredes estaban cubiertas de un afable color crema. rnHermione y su acompañante se acercaron al mostrador donde una joven con rnuna amplia sonrisa les preguntó:
—¿Tienen cita con nosotros?
—Así es, señorita —contestó Ernie muy educadamente.
—¿Es para usted o para su…?
—Esposa —afirmó el rubio abogado empleando un tono tan convincente que hasta Hermione pensó que decía la verdad.
—¿Esrn para usted, entonces? —preguntó nuevamente la enfermera dirigiéndose rnesta vez directamente a Hermione. Ella asintió y la joven prosiguió su rninterrogatorio— ¿Puede decirme su nombre?
Hermione tragó saliva y luego con voz nerviosa declaró:
—Weasley, Jean Weasley.
Sintiórn un nudo en la garganta, desde que decidiera abandonar Ottery no había rnvuelto a usar su apellido de casada y para todos volvía a ser Hermione rnJean Granger; pero esta vez, y sin saber muy bien el motivo, usó de rnnuevo el apellido de Ron junto con su segundo nombre para engañar a rnGoyle. Probablemente, Draco ya le habría puesto en sobre aviso por si a rnella se le ocurría visitarlo, porque era muy extraña la forma en que el rnjoven doctor había la estado esquivando días antes, cuando trató de rnponerse en contacto con el a través del bufete. Lo escurridizo del rncomportamiento de Goyle, y el hecho de no querer que le ocurriese como rncuando visitó a Crabbe —que tuvo que soportar las impertinencias de rnDraco durante toda la entrevista— fue lo que le impulso a concebir aquelrn plan con Ernie. Y aunque posiblemente era lo mas estúpido que habría rnpodido hacer en la vida, esperaba que al menos fuese efectivo. De ese rnmodo, haciéndose pasar por un matrimonio que no puede tener hijos y rndesea que el afamado doctor Gregory Goyle los ayude, fue como entraron rnen aquella exclusiva clínica de fertilización.
—Muy bien, señora Weasley, puede esperar en esa sala con su esposo, el doctor la verá enseguida.
Ambosrn pasaron a una estancia tan agradable como el resto de la clínica. rnSonaba adagios en toda la habitación a través de un sofisticado y ocultorn sistema de sonido. Realmente era muy relajante, y si ese era el efecto rnque se deseaba lograr en los pacientes, sin duda lo conseguían con rncreces. No obstante a pesar de la relajante música, Hermione estaba rninquieta. No quería que nada ni nadie estropease esta vez, su rnoportunidad de aclarar esos puntos negros que veía en el sumario, y que rnestaba segura que Draco utilizaría para armar su defensa. Caminó un pocorn por la estancia bajo la atenta mirada de Ernie que se mantenía mucho rnmás tranquilo. Cogió una revista de un montoncito que había sobre una rnmesilla rectangular de cristal y la hojeó con impaciencia, sin embargo rnpronto se aburrió de ella y la volvió a dejar sobre el mismo montón. rnResopló mientras se sentaba junto a su compañero mirando el reloj que sern suspendía colgado del techo de la sala mientras movía ansiosamente su rnpierna derecha.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió y rnapareció una enfermera con la misma sonrisa amplia y empalagosa que la rnjoven de la recepción.
—¿Señores Weasley? —preguntó. Ambos asintieron al unísono poniéndose en pie de golpe— Síganme por favor.
Yrn eso hicieron, la siguieron por un pasillo hasta la puerta de una rnconsulta. La muchacha la abrió, y dejándoles paso a ellos primero, la rncerró una vez que los tres estuvieron dentro.
—Tomen asiento por favor, el doctor Goyle les atenderá en unos minutos.
Cómorn bien había informado la joven y sonriente enfermera, Goyle apareció un rninstante después. Hermione se giró con discreción al oír como cerraban rnla puerta, y pudo ver a aquel hombre fornido, que parecía más el gorila rnde una discoteca que un especialista en traer niños al mundo. Goyle rnrodeó a la pareja y fue a sentarse frente a ellos, su enfermera lo hizo rnen una silla junto a él.
—Encantado señor y señora Weasley, mi nombre es Gregory Goyle… ¿En qué puedo ayudarles?
Hermionern sonrió con malicia, aquella era la pregunta que había deseado oír desdern hacía días. No iba a peder mas el tiempo, ya estaban allí y era mejor rnir directamente al grano.
—Señor Goyle —habló Hermione tratando rnque la emoción del momento no le turbase la mente y dejase escapar rnaquella oportunidad— ¿Conoce usted al Señor Crabbe?
La sola rnmención de aquel hombre hizo palidecer al médico, que involuntariamente rnlanzó una mirada de soslayo a su inocente enfermera.
—No entiendo su pregunta, señora Weasley.
—Lo entenderá ahora… ¿Sabe quién soy? ¿Le suena algo el nombre de Hermione Granger?
El rostro de Goyle perdió por completo el color. Carraspeó un poco, y dirigiéndose a la chica que estaba a su lado, espetó.
—Retírate… Y que nadie entre en la consulta sin que yo lo autorice.
Larn joven enfermera asintió levemente y echándole una mirada de curiosidad arn Hermione y a Ernie, abandonó la habitación. Nada mas oír el sordo rnsonido de la puerta al cerrarse, Goyle inquirió:
—¿Qué hacen aquí?
—Llevamosrn días tratando de que nos dedique un poco de su valioso tiempo, y al verrn que es usted mas escurridizo que un pez, decidimos venir a pescarlo rnnosotros mismos.
Goyle miró con saña a Hermione mientras ésta pronunciaba cada una de las palabras anteriores.
—No diré nada si Draco Malfoy no está presente.
Hermione soltó una sonora carcajada y Ernie la imitó.
—Sabíarn que diría eso, pero se equivoca señor Goyle, porque el señor Malfoy es rnel abogado de Crabbe, pero no de usted; que meramente es un testigo del rncaso, y es por ello que no tiene porqué presenciar esta conversación. rnAdemás, no será larga y si nos ayuda habremos terminado mucho antes de rnlo que imagina.
—Tiene dos opciones, Goyle —subrayó Ernie—; rncolaborar, o permitir que involuntariamente se nos escape un comentario rndelante de su equipo sobre sus aficiones a los clubes de alterne.
Elrn rostro del médico ya no se encontraba blanquecino sino que había rnenrojecido hasta parecer que iba a incendiarse en cualquier momento.
—¿Y bien? —apremió Hermione con el corazón latiendo sin piedad dentro de sus venas— ¿Colabora?
—Supongo que no tengo otra opción, pero den por seguro que esto no le va a gustar ni lo más mínimo a Malfoy.
—Yarn contamos con eso —farfulló Ernie, mientras que disimuladamente ponía enrn marcha una pequeña grabadora que escondía debajo de la mesa y había rnsacado del bolsillo de su pantalón. Con un leve movimiento de la mano rninvitó a su compañera a que comenzara con el interrogatorio. Hermione rncaptó el gesto, y comenzó:
—Relájese Señor Goyle. Solo serán un rnpar de preguntas, en relación a varias dudas que tenemos, pero nada mas rn—hizo una pausa para ver como reaccionaba el médico pero al ver que éstern no replicaba, prosiguió— ¿Conocía usted a la víctima?
—Sí, trabajaba en el mismo local que suelo visitar.
—¿Alguna vez mantuvo relaciones con ella?
—Al principio, pero después dejé de hacerlo.
—¿Por algún motivo en especial? —preguntó Hermione intrigada.
—Crabbern la prefería a ella, yo notaba que no se sentía muy a gusto cuando…, en rnfin, había más chicas ¿para qué molestar a mi amigo? —rió nervioso.
—Supongorn que eso podría considerarse como un bonito gesto de amistad —Ernie rnbufó, y Hermione le dio una débil patadita por debajo de la mesa, luego rncontinuó—. Señor Goyle, el día en que ocurrió todo, ¿a qué hora se rndespidió de su amigo y de la señorita White?
Goyle se mantuvo rnreflexivo unos minutos, Hermione pensó que aquella pausa se debía más rnbien a su deseo de darse importancia que al hecho de no recordar la rnrespuesta.
—Debían ser aproximadamente la una, o una y cuarto de rnla madrugada —dijo al fin, y luego añadió—. Pero supongo que el señor rnCrabbe ya lo habrá corroborado ¿no?
—No —atajó Hermione rnobservando el rostro imperturbable de aquel hombre—, no lo recuerda y enrn el dossier está señalada esa hora porque usted la declaró así. rnÚnicamente quería comprobar que seguía siendo la misma.
—No puede ser otra abogada, porque esa fue la hora en que me despedí de mi amigo y de esa chica —reiteró con voz grave.
—No lo pongo en duda señor Goyle… ¿tomó drogas esa noche su amigo?
Aquella nueva pregunta pareció importunar al médico que hizo un leve movimiento de impaciencia en su sillón.
—Norn suele tomar drogas, únicamente cuando desea celebrar algo, pero aquellarn vez sí lo hizo. Crabbe bebe más de lo que debería, y eso unido a esas rnsustancias… bueno, ya lo saben, es una mezcla explosiva.
—¿Me rnestá diciendo que cuando usted se despidió de él, Crabbe ya estaba muy rntomado entre otras cosas, tanto como para no recordar la hora en que se rndijeron adiós? —Goyle asintió con solemnidad— ¿Y usted se considera su rnamigo?
—Por supuesto, no sé a que viene esa…
—Yo jamás dejaría marchar a un amigo, si este no es capaz ni siquiera de recordar su nombre —sentenció Hermione.
—Yo… —balbuceó el joven médico—, tal vez supuse que él no estaba tan mal.
—¡Porrn el amor de Dios! Acaba de confesarme que estaba bebido y que había rntomado drogas, no hay que ser muy listo para saber que no estaba en rncondiciones de nada.
Hermione se había dejado llevar por su rnentusiasmo y no reparó en que el blanco de sus preguntas comenzaba a rndesencajarse. Respiró hondo volviendo a recobrar la compostura y el rncontrol de sí misma.
—Disculpe, no ha sido mi intención poner en rntela de juicio su capacidad para la amistad —Goyle pareció relajase un rnpoco y eso animó a Hermione a continuar—. Volviendo a lo de las drogas, rncomo experto en el tema ¿podría decirme por qué si el señor Crabbe tomó rnsustancias esa noche, nunca salieron reflejadas en los análisis que se rnle hicieron unos días después, cuando lo detuvieron?
—Precisamentern por eso, porque los análisis fueron hechos varios días después de rningerirlas y los restos de ellas en sangre habían desaparecido —explicó,rn agradecido por poder dar muestras de sus conocimientos en la materia.
—Pues,rn creo que hemos acabado. Únicamente hay una cosa que no termina de rnencajarme, y ahora que he hablado con usted me resulta aun más extraño.
Goyle la miró con el ceño fruncido y preguntó con desconfianza.
—¿Puedo saber que es?
—En realidad, ya eso es cosa nuestra, nos ha ayudado mucho. Gracias.
Yrn se puso en pie, obligando con ello a que Ernie hiciese lo mismo, el rnmuchacho escondió disimuladamente la grabadora aun encendida detrás de rnsu espalda. Hermione extendió una mano hacia Goyle y se la estrechó con rnfirmeza.
—Una pregunta más, disculpe la molestia.
—Espero que sea así, porque están ustedes ocupando demasiado mi tiempo.
—¿Estaba su amigo enamorado de esa chica?
Goyle volvió a mudar el color mientras separaba su mano de la de Hermione, que sonreía con suficiencia.
—No lo sé, nunca me habló de ello.
—¿Pero dijo que la prefería? Incluso usted se apartó para no ser un obstáculo.
—No puedo ayudarla en eso —concretó Goyle y le dedicó una forzada sonrisa.
—Unarn vez más, gracias por todo —reiteró Hermione, y abandonó la consulta de rnaquel hombre seguida de Ernie, que apretó con discreción el botón off rndel aparato grabador volviéndolo a meter en el bolsillo de su pantalón.
Durantern el trayecto al bufete, Hermione permaneció callada, Ernie deseaba rncomentar decenas de cosas con ella sobre aquella entrevista, pero la rnmudez y la mirada perdida de la joven le indicaban que tal vez no era elrn mejor momento.
Nada mas llegar a su oficina, Hermione encendió su rnordenador y comenzó a escribir todo aquello que Goyle había relatado, rnmientras lo escuchaba una vez mas en la grabación que había hecho Ernie.rn Cuando más ahondaba en toda aquella historia más cabos sueltos hallaba yrn eso no le resultaba demasiado alentador, porque cada cabo suelto era rnalgo a lo que Draco se aferraría con ganas para tratar de ganar el caso.rn La ambigua respuesta de Goyle cuando le preguntó sobre la posibilidad rnde que su amigo se hubiese enamorado de aquella prostituta, le rnconfirmaba que tal vez, aconsejado por Malfoy, trataba de ocultar que rntodo se debió a un crimen pasional, por celos. Apagó la grabadora, ya norn necesitaba oír más la voz insegura de Goyle. Resopló con fuerza, rnmientras leía de nuevo las notas que había escrito en la pantalla de su rnordenador. Entonces, dio un respingo en su asiento cuando la puerta de rnsu oficina se cerró de golpe, pero su asombro se multiplicó por dos al rnpercatarse de quién era el autor de aquel estrépito. Draco Malfoy la rnmiraba sin ocultar su aversión hacia ella, con sus grises ojos envueltosrn en llamas. No lo veía desde la desafortunada cena en el apartamento quern compartía con Pansy. Trató de no aparentar intranquilidad por la rnpresencia del joven, y dijo:
—Podrías tocar a la puerta antes de entrar… ¿no te enseñaron modales en tu casa?
Dracorn no contestó a la provocación de Hermione, y tras exhalar un suspiro de rnexasperación caminó hasta ella y se sentó en la silla que estaba frete arn la joven, de modo que únicamente el escritorio de Hermione los rnseparaba. Malfoy continuaba queriendo asesinarla con la mirada y rnHermione, que intuía el motivo de su desagradable visita, se preparaba rnmentalmente para contraatacar la tormenta de reproches, agravios y rnalusiones que Draco le dispensaría a partir del momento en que se rndecidiera a abrir su viperina boca.
—Lo que has hecho ha sido muyrn rastrero —sentenció él con frialdad, pero por un instante su voz había rnsido mas suave de lo habitual, como si hubiese en ella un destello de rnadmiración. Hermione pensó que tenía que tomarse un descanso porque rncomenzaba a ver cosas donde no había nada.
—No tuve otra opción, tu escurridizo testigo no me lo puso fácil.
—¿Quérn pretendías con esa visita? —inquirió el rubio abogado mientras se poníarn cómodo en su silla adoptando una posición mas desenfadada y menos rntensa.
—Ya te lo dije, hay flecos en dossier. Trato de tejerlos… —hizo una leve pausa que acrecentó la tensión del ambiente. Unarn idea cruzó su cabeza, tal vez no era tan mala idea tener a Malfoy rndelante de sus narices. Si manejaba bien la situación hasta podría sacarrn provecho de ella— Se omiten cosas, como por ejemplo que tu cliente rnestaba enamorado de su víctima.
Draco dejó de estar despatarrado en la silla y se puso recto como si le hubiesen metido un palo de escoba por el culo.
—¿De dónde sacas eso?
—Goylern —Hermione sabía que mentía, el joven médico nunca se lo confirmó. Por rnello tejía una tela de araña para Draco, esperando que el abogado cayesern irremediablemente en ella—. Yo tenía una leve sospecha, y él me dio la rnrazón ¿Por qué no está incluido en el dossier, Malfoy? Es demasiado rnobvio que Crabbe estaba celoso, porque no deseaba que ella fuese de rnnadie más, solo suya; y como sabía que eso no era posible, la mató.
—Norn puedes probarlo. Goyle no lo admitirá en juicio, y yo le he prohibido rnhablar de ello delante del juez. Crabbe tampoco dirá la verdad.
Hermione no podía creerlo, Draco había caído en su trampa, pero lo que escuchaba la dejaba atónita.
—Pero eso es perjurio… es un delito, tratas de ocultar el móvil del crimen —exclamó ella.
—Yarn lo sé —se mofó Draco que volvió a repantigarse en la silla—. Pero solo rnsi se demuestra, y de los sentimientos del idiota de Crabbe solo estamosrn al tanto dos personas, ahora tres, claro. Dos de nosotros no rnhablaremos, mi cliente mucho menos, y la única dispuesta a sacarlo a la rnluz no tiene forma de demostrarlo, así que…
—Y si te digo que tengo grabada toda la conversación de Goyle.
Draco se puso recto una vez más, y mudó la sonrisa prepotente de sus finos labios. Hermione sonrió para sus adentros.
—No te creo.
Larn joven agarró el aparato grabador que estaba sobre su mesa y lanzándole arn Draco una mirada desafiante apretó el botón de play, la cinta comenzó arn rodar por el lugar por el que Hermione lo había dejado al apagarlo:
"—¿Conocía usted a la víctima?
—Sí, trabajaba en el mismo local que suelo visitar.
—¿Alguna vez mantuvo relaciones con ella?
—Al principio, pero después dejé de hacerlo.
—¿Por algún motivo en especial?
—Crabbern la prefería a ella, yo notaba que no se sentía muy a gusto cuando…, en rnfin, había mas chicas ¿para qué molestar a mi amigo?"
Hermionern apagó la grabadora porque no le convenía que siguiese avanzando en la rnconversación hasta llegar al momento en que Goyle esquivaba la pregunta rnde si Crabbe estaba enamorado de la joven víctima. Aquellas breves rnfrases le bastaban para que Malfoy supiese que la charla con el médico rnhabía sido grabada en su totalidad. El rostro tenso y pálido de Draco lern confirmó que así era.
—Esa grabación está tomada sin el consentimiento de mi testigo…
—Tampocorn eso es demostrable —afirmó Hermione acrecentando con ello la rabia de rnDraco—. Mi compañero puede confirmar que Goyle nos dio su permiso para rnla llevarla a cabo.
—Eres… una maldita…
—Ahórrate el insulto, Malfoy —espetó Hermione poniéndose en pie para adoptar una posición defensiva.
—Piensorn luchar para que el juez desestime esa grabación si la presentas rn—amenazó el rubio abogado adquiriendo la misma posición que ella.
—Norn lo entiendo ¿Por qué tanto afán en demostrar la inocencia de alguien rnque de sobra sabemos que es culpable? —preguntó Hermione apartando el rntono frío de su voz.
—Es mi trabajo.
—Te gusta ganar, lo veo, puedo hasta sentirlo. Por eso no comprendo porqué elegiste un caso tan difícil.
—Yo no lo elegí, me lo asignaron —respondió Draco suavizando también el tono de su voz, logrando que incluso pareciese cálida.
—Puesrn quien lo hizo no debe tenerte mucha estima, porque lo único que se rnocurre pensar es que desea que te estrelles y salgas humillado en todo rneste asunto ¿Quién es capaz de algo así?
Draco sintió como el rncorazón le daba un vuelco en el pecho al oír las palabras de Hermione. rnNo iba a responderle, no estaba dispuesto a que aquella mujer rnprácticamente desconocida, supiese que era su propio padre la persona dern la que ella hablaba. Tragó saliva, apartó un poco la silla con una de rnsus manos sin desviar la mirada de Hermione, y dijo volviendo a hablar rncon frialdad.
—No te metas más en mis asuntos.
—¿Es una amenaza? —inquirió Hermione poniéndose una vez mas a la defensiva.
—Es una advertencia.
Y diciendo eso, se giró y se marchó cerrando la puerta con un fuerte golpe.
Surn mente no debía estar demasiado centrada puesto que de todos los lugaresrn de Londres a lo que podía dirigirse, Draco puso rumbo a la mansión de rnlos Greengrass.
Los Greengrass eran una tradicional y rnaristocrática familia londinense. Su mansión, situada al norte de rnLondres cerca de un hermoso parque nacional, era una de las mas extensasrn y fastuosa de la zona. Los Greengrass estaban muy bien mirados dentro rnde la clase alta de la ciudad, a pesar de los escándalos a lo que habíanrn sido sometidos por parte de las extravagancias y la falta de cabeza de rnsu hija mayor. Esos escándalos no serían tales si no se tratase de una rnfamilia de alta alcurnia con un intachable árbol genealógico. Todos y rncada uno de sus miembros habían contraído nupcias con gente de su igual rnposición o situación económica. El gravísimo error de Daphne Greengrass rnfue encaprichase de un simple jardinero que trabajaba en mantener en rnperfecto estado los jardines y parterres de la mansión, y de paso huir rncon él. El señor Greengrass nunca se lo perdonó, y de esa forma la rneliminó fulminantemente de su testamento, quedando como única heredera rnsu hija menor, Astoria. Lucius Malfoy, abogado y gran amigo de la rnfamilia, era conocedor de primera mano de las intenciones del señor rnGreengrass y poco a poco fue allanando el camino para que su hijo, rnDraco, se comprometiese con la joven Astoria. Eso no hubiese sido rnposible si no fuese porque la madre de Draco pertenecía a la noble casa rnde los Black que era ni mas ni menos, que una de las familias mas rnimportantes y con mejor linaje de Londres. De esa forma, ambos, el señorrn Malfoy y el señor Greengrass, cumplían su sueño de ver a sus hijos rncasados, manteniendo su estirpe y sus fortunas, a buen recaudo.
Astoriarn irrumpió en la sala donde Draco la esperaba apático, llevaba en la manorn un trozo de tela de color malva, al joven se le revolvió el estómago rnpuesto que recordó que la mujer con la que acababa de discutir iba rnenteramente vestida de ese ridículo color.
—¿Te gusta? —preguntó Astoria aireando entusiasmada delante del muchacho el trozo de tela.
—No, ¿para qué es eso?
—Es para los sobre manteles de las mesas —contestó ella dejando de mover el retal y frunciendo el ceño.
—Pues no me gusta, prefiero el color verde.
—No pienso poner los sobre manteles de la boda en verde Draco, las mesas se confundirían con el césped.
Elrn joven se encogió de hombros resignado y fue a sentarse sobre un sofá dern dos plazas que estaba situado frente a una elegante chimenea apagada. rnAstoria resopló mientras lanzaba sobre la mesa el trozo tela y corría a rnsentarse junto a su novio.
—Ya sé que esto te importa un pimiento Draco, pero podrías disimular un poco.
El muchacho no contestó, y se limitó a chasquear la lengua fastidiado.
—Tern conozco, desde que éramos niños. Esto lo hacemos por unir nuestros rnapellidos y fortunas, no nos amamos, de acuerdo; pero estoy segura que rnllevaremos una vida en común bastante agradable. Yo no me meteré en la rntuya ni tú en la mía —rió, consiguiendo que Draco sonriera. La risa de rnAstoria era molestamente contagiosa.
—No es por la boda —comentó cuando la joven dejó de reír.
—¿Es por el trabajo ese que estás haciendo? —Draco asintió levemente, Astoria prosiguió— Tu padre te la ha jugado…
—¿Cómo sabes eso? —inquirió ceñudo.
—Escuché como papá se lo dijo un día a mamá.
—Mirn padre me pone a prueba, Astoria. Lo único que quiere es que llegue a rnser mejor que él —explicó con tono solemne, tratando quizás de rnconvencerse a él mismo mas que a su novia.
—Si creer eso te rnayuda, pero yo sé que no es así. De todas formas hablar de tu padre me rnaburre —concluyó Astoria dando por finalizado el tema de Lucius al ver rncomo el rostro de Draco comenzaba a cambiar de color. Por eso añadió—: rnEl viernes llega mi tía abuela de Manchester y tenemos que cenar con rnella…
—¿Tenemos?
—Sí, quiere conocerte. Saber si eres rndigno de mí —rió de nuevo, pero esta vez no consiguió que su novio rncambiase el gesto austero de su rostro.
—No me apetecen cenas familiares.
—Ni a mí, pero ésta es ineludible.
Dracorn resopló con fuerza mientras cruzaba los brazos sobre el pecho en señal rnde protesta. Sin embargo sabía que ninguna rabieta lo libraría de la rntortura de conocer a un nuevo Greengrass, así que finalmente se rindió arn los hechos y asintió de mala gana.
Después de tomar el té con rnAstoria y su futura suegra, Draco se despidió de ambas y volvió a rnsubirse a su negro deportivo. Una vez mas vagabundeaba por la ciudad y rnera consciente que únicamente si se dirigía a un lugar en concreto se rnsentiría mucho mejor, siempre y cuando no se topase con cierta joven de rncabello castaño y vestido color malva. Así pues, puso rumbo al rnapartamento de Pansy.
Cuando llegó la encontró vistiéndose y rnacicalándose para una cita que tenía con Nott. Nada mas verlo se alegró rnhorrores que estuviese allí porque según ella "Necesitaba la opinión de un hombre". De esa forma, Draco se desparramó por el sofá del saloncito de Pansy mientras la joven se engalanaba para la cena.
Sern sintió aliviado, Hermione aun no había llegado. Probablemente se rnencontraría metida en su oficina escudriñando cada tilde, coma, o punto rnde aquel dichoso dossier. Preparando minuciosamente un ataque mortal rnhacia él, para regodearse después de ello ¿Y que hacía él para evitarlo?rn Nada. Simplemente lamentarse de su propia desdicha despatarrado en el rnsofá de su amiga a espera de que esta saliese del dormitorio convertida rnen una princesa. Pero para Draco, aquel nefasto día aun no había rnterminado, la cosa podía seguir yendo muy mal, y lo supo cuando oyó el rntintinear de las llaves de Hermione abriendo la puerta principal del rnapartamento. La muchacha entró sin verlo, llevaba multitud de carpetas rnque sujetaba con ambas manos, mientras de un brazo le colgaba su maletínrn y del hombro contrario un bolso enorme de color negro. Draco tuvo una rnmacabra idea; darle un buen susto apareciendo de repente de detrás del rnsofá. Rió pora sus adentros imaginándose todo aquel montón de documentosrn desperdigados por el suelo, y el rostro lívido y desencajado por el rnpánico de Hermione. Era una adorable visión. Porque aquella joven rnaparentemente tan segura de sí misma, le daban arcadas. Debía tener un rnpunto débil, y cuando lo encontrase…
—¡Mierda!
Abrió los rnojos de par en par… ¿Ella había dicho aquella palabrota? Miró una vez rnmas por encima del respaldo del sofá y vio como la muchacha trataba de rncolocar todo aquel montón de carpetas sobre la mesa sin que el bolso rnenorme resbalase por su hombro y las desestabilizara. Sonrió con maldad,rn tal vez no haría falta darle un buen susto para que todo aquello rnterminase en el suelo. Sin embargo, la cautela y la paciencia de rnHermione consiguieron que el bolso se quedase a medio camino, a nivel dern su codo, y el montón de documentos se mantuvo perfectamente colocado rnsobre la mesa como una inmensa torre de papel. Draco resopló, y no se rnpercató de que lo hizo demasiado fuerte, hasta que oyó exclamar.
—¡Cielo santo! ¿Es que pretendes matarme?
—No creas que no me lo he planteado —admitió dejando entrever una sonrisa ladeada.
Hermionern no hizo ninguna replica al comentario desagradable de Draco. Así que rncaminó hacia la cocina y se puso a trajinar en ella. Draco se giró y rncontinuó sentado en el sofá. Escuchaba de fondo el molesto sonido de rncacerolas y sartenes, y como la puerta de la nevera se abría y cerraba rnconstantemente. Comenzó a sentir curiosidad. En realidad, las únicas rnveces que había coincidido con aquella mujer habían sido breves y rnsiempre terminaron con una discusión. No conocía nada de su rival, ni rnsiquiera se había fijado lo suficientemente en ella como para saber el rncolor de sus ojos, o si era atractiva. No es que eso tuviese ninguna rnimportancia, porque aunque lo fuera para él seguiría siendo una bruja, yrn no una cualquiera, sino una de esas que tienen la nariz alargada y rnganchuda, adornada de verrugas y con una boca grande y medio desdentada.rn Pero debía reconocer que cuanto mas supiese de ella, mas fácil le seríarn encontrar un maldito punto de flaqueza. Por esa razón, se levantó del rnsofá y caminó hacia la cocina con desdén, apoyándose sobre la alargada rnencimera de mármol una vez que llegó hasta allí. Cerca de él había un rnfrutero repleto de fruta fresca. Agarró una uva y se la metió en la rnboca. Hermione trató de ignorar que él se encontraba allí, pero su sola rnpresencia ya comenzaba a descentrarla y casi se rebana la yema de un rndedo con el cuchillo con el que troceaba cebolla. Draco agarró otra uva yrn volvió a comer. No hablaba, y eso aumentaba el nerviosismo de Hermione,rn hasta que dejó a un lado la cebolla y preguntó con muy malos humos.
—¿Qué haces aquí?
—Espero a Pansy, quiere que le de mi opinión profesional. Pero como me aburría en el salón, vine a ver si aquí me distraía.
—¿Y lo haces?
—No, aquí me aburro aun más.
Hermionern entrecerró con rabia los ojos y decidió que lo mejor para su salud rnmental era tratar de no pensar que él se encontraba en la cocina junto arn ella. Draco continuó observándola sin disimular. Podía desechar eso de rnque fuese fea, no era una belleza como Astoria o Daphne, incluso Pansy rnle resultaba mas atractiva que ella, pero era una mujer bonita, sobre rntodo para aquel hombre que le gustase lo vulgar… "Demasiado delgada" pensó para sí mismo, "Y ese pelo…"rn Y tenía razón, puesto que Hermione poseía el cabello mas indomable de rntoda Inglaterra. Tal vez sería mejor indagar sobre su vida, porque no rniba a ser convincente atacarle por su físico.
—Así que no eres de Londres.
Hermione,rn que había vuelto a su cebolla, se quedó petrificada cuando escuchó la rnsusurrante voz de Draco ¿Por qué se empeñaba en darle conversación? rnAunque prefería que hablase a que continuase observándola en silencio.
—Sí, soy de Londres, pero me mudé hace años a Ottery, cuando era una niña —contestó con apatía y sin dirigirle la mirada.
—¿Y regresas ahora?
—Así es —Atajó.
—Parece como si huyeses de algo… o de alguien.
—Necesitaba cambiar de aires —contestó ella, troceando de nuevo la cebolla.
—¿Cambiarrn de aires? —rió con socarronería— Vaya, eso suena a que te han dado rncalabazas. Y no me extraña, estoy seguro que el tipo que te dejó lo hizorn porque no podía soportar compartir su vida contigo ni un solo instante…
Elrn fuerte ruido del acero del cuchillo contra el mármol acalló de golpe a rnDraco que miró a Hermione contrariado. La muchacha tenía el rostro rnlívido y los ojos llorosos cuando contestó.
—Tienes razón. Ese rntipo como lo llamas, sí me dejó, pero no fue porque no pudiese soportar rncompartir su vida conmigo, sino porque simplemente se la arrebataron… rnLlevándose parte de la mía con él.
Draco se sintió confundido porrn un momento, hasta que comprendió las palabras de Hermione que se había rnvuelto a girar y terminaba de cortar la cebolla sorbiendo por la nariz rnde vez en cuando. Pudo haberse disculpado en ese instante, pero él no rnera de los que pedían disculpas y mucho menos a alguien como ella. Por rnello, carraspeó incómodo, agarró de nuevo una fruta y estaba a punto de rnengullirla cuando Pansy apareció en la cocina rompiendo el tenso rnambiente que se había creado en ella.
—¿Qué tal estoy?
Tantorn Hermione como Draco se volvieron a mirarla. La muchacha sonrió, rnmientras se limpiaba las lágrimas del rostro que su compañera interpretórn como que eran debidas a la cebolla.
—Vamos Draco, se sincero y dime como me ves.
Hermionern frunció el ceño, probablemente aquel tipo odioso le diría a su amiga rnalguna grosería, pero se quedó de piedra cuando oyó:
—Estás preciosa, y Nott es un tipo con mucha suerte.
Pansyrn pareció ruborizarse y sonrió melosamente. Hermione tuvo la extraña rnsensación de que con aquella joven, Draco se comportaba de forma rndiferente a como lo hacia con el resto de la gente. No es que fuese un rnderrochador de halagos con ella, generalmente siempre la trataba con rnfrialdad, pero había notado que cuando estaba en aquella casa sonreía, yrn eso era algo que fuera de allí no le había visto hacer nunca.
—Graciasrn Draco, no esperaba menos de ti —dijo Pansy guiñándole un ojo. Luego se rndirigió hacia Hermione y añadió— ¿Tienes dotes de peluquera?
Hermione soltó el cuchillo y se rascó el cogote mientras contestaba.
—No mucho, solo he hecho algún experimento con la hermana de Ron.
—¿Masrn de uno? —Hermione asintió, Pansy agregó con entusiasmo— Entonces es quern no lo hiciste tan mal. Necesito que me hagas un recogido que vaya bien conrn este vestido, si no estás muy ocupada con tu cena.
—En realidad aun es temprano para cenar, puedo continuar preparándola un poco mas tarde.
Abriórn el grifo y metió las manos debajo del agua que arrastró los restos de rnla cebolla, y luego ambas mujeres, seguidas de Draco, se dirigieron al rnsalón. Pansy ocupó una silla y Hermione comenzó con su tarea.
—Parece que es muy importante tu cena… ¿Qué celebráis?
—Nuestro primer aniversario —contestó Pansy sonriendo.
—Ese es el mas importante —musitó Hermione con melancolía, suspiró y luego añadió— Nunca se olvida.
Aquellarn frase —sumada a lo que le había confesado en la cocina— comenzó a rnintrigar a Draco, que de repente y sin entender muy bien porqué, intuía rnque aquel Ron tenía mucho que ver con lo hablado anteriormente.
—Te has puesto triste —dijo Pansy tratando de girar la cabeza hacia su compañera.
—Norn te muevas —le regañó Hermione, mirando de soslayo a Draco. Pero al ver rnque éste la observaba, desvió su mirada hacia Pansy—, o quedarás hecha rnun guiñapo. No es tristeza, es añoranza.
—Sí, es horrible añorar.
Pansyrn se había quedado en silencio, Draco adivinó que el recuerdo de Blaise rnhabía vuelto a conquistar su cabeza. Así que para devolver la sonrisa a rnsu amiga dijo con voz imperturbable desde el umbral de la puerta del rnsalón.
—¿Y adónde pensáis ir?
Hermione volvió a mirarlo dern reojo, ¿era cosa suya, o Draco trataba de que su amiga volviese a rnrecuperar el ánimo? Sonrió para sí misma, Draco no tendría ese detalle rnni siquiera con Pansy. Posiblemente era mera curiosidad.
—No lo sé, es una sorpresa que Nott me ha preparado. Únicamente me dijo "Ponte bien guapa y bien elegante para esta noche" Y yo, trato de hacerlo.
—Puesrn yo no se hacer nada mejor —comentó Hermione mientras quitaba sus manos rndel cabello de Pansy y le daba un pequeño espejo de mano que la muchacharn había traído para que se mirase en él.
—¡Oh vaya! A mí me gusta mucho Hermione —exclamó la joven observando el trabajo que su compañera había realizado.
—Es demasiado sencillo, supongo —admitió Hermione visiblemente emocionada con el entusiasmo de Pansy.
—¡Ah no! es perfecto, pero para salir de dudas pidamos opinión a un profesional ¿Qué opinas tú, Draco?
Elrn rubio hubiese preferido que en ese instante se hubiera abierto una rngrieta en el salón lo suficientemente ancha y larga para hacerlo rndesaparecer. Pero nada de eso ocurrió, y él tendría que dar su opinión rnsobre el peinado que Hermione le había realizado a Pansy. Y eso rnsignificaría que tendría que alabarla puesto realmente lo había hecho rnmuy bien, y Pansy había mejorado aun más, si eso era posible. Carraspeó rnnerviosamente, y un sudor frío comenzó a nacer en su sien. Hermione rnesperaba pacientemente algún comentario desagradable por parte de Draco,rn así que para ahorrarse un nuevo enojo, dijo.
—Lo importante es que te sientas cómoda tú. Es a ti a quien debe gustarte.
—Tienes razón. No es necesaria tu opinión Draco, yo creo que está perfecto.
Enrn ese instante, sonó el llamador de la puerta y Nott apareció en el rnapartamento. Saludó a Hermione con cortesía, y a Draco con efusividad, yrn tras halagar en repetidas ocasiones a Pansy, ambos salieron del rnapartamento dejando a Draco y a Hermione a solas. El rubio no tardó en rnbuscar sus cosas con intención de marcharse, mientras a Hermione,rnpor nada del mundo se le había pasado por la cabeza insinuarle que se rnquedase a compartir la cena con ella. Así que cuando lo vio colocarse surn chaqueta de piel negra comenzó a sentirse aliviada de saber que pronto rnél se iría. Retomó mas animada su trabajo en la cocina hasta que oyó losrn pasos de Draco nuevamente por la habitación, muy cerca de ella. Se girórn hacia él mirándolo con impaciencia.
—No te preocupes, no pienso quedarme mucho más tiempo.
—Eso espero.
—Solo quiero que sepas que jamás habría admitido que hiciste un hermoso trabajo con el cabello de Pansy.
Hermionern no supo como interpretar las palabras de Draco, y no pudo averiguar si rnaquello era un insulto o un halago porque el sonido sordo de la puerta rnprincipal del apartamento le indicó que Draco ya no se encontraba allí. rnEse tipo era desconcertante, normalmente conseguía sacarla de sus rncasillas, y sin embargo, un instante después lograba turbarla, sobre rntodo cuando parecía comportarse de forma amable con Pansy. Dudaba si rndebía comenzar a plantearse la posibilidad de que debajo de aquella fríarn apariencia, Draco Malfoy tuviese algo latiendo en su interior. De rnrepente comenzó a oler de forma muy extraña, como a quemado. Hermione rnabrió los ojos de par en par, se giró, y se desinfló como un globo al rnver de donde procedía aquel olor. Los trocitos de cebolla flotaban rnchamuscados en la sartén, tiesos y ennegrecidos. Ahora tendría que rnvolver a empezar.
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