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la promesa

La prisión de Pentoville distaba a unos seis kilómetros de Mayfair, lugar donde se alzaba la lujosa mansión de los Malfoy; eso suponía para Hermione, como mínimo, unos dieciocho minutos compartiendo el mismo habitáculo reducido con Draco. El deportivo negro del joven sólo disponía de dos plazas y, aunque era bastante cómodo, la muchacha deseaba con todas sus fuerzas salir de allí lo más pronto posible. Sin embargo, no fue tan fácil, los semáforos, las retenciones y la acumulación de tráfico y transeúntes, hicieron interminable el trayecto. Además, Draco no hablaba, no decía ni una sola palabra y no es que su conversación le agradase, posiblemente si se le ocurría abrir la boca sería únicamente para lanzar veneno a través de ella; aun así, el silencio era más aterrador que cualquier comentario viperino de Draco. De vez en cuando, Hermione miraba de reojo hacia el joven que conducía impacientemente el impresionante coche deportivo. Draco parecía enfurecido, más de lo habitual, mantenía la mandíbula tensa y sus gélidos ojos habían dejado de transmitir la acostumbrada frialdad que los caracterizaba y, en su lugar, aparecía una luz rojiza, como la ardiente llama de una hoguera. Por momentos resoplaba, se sorbía la nariz y continuaba recluido en su exasperante silencio. Finalmente, cuando Hermione ya estaba a punto de soltar un grito de desesperación, Pentonville apareció ante sus ojos. Draco, que había concertado una audiencia con su defendido desde su propia residencia, no tuvo problema alguno en acceder al blindado edificio. 

La sala era tan fría e impersonal como Hermione la recordaba. Se encontraba sentada delante de una mesa alargada junto a Draco. El joven continuaba callado, únicamente abrió la boca un instante para advertirle con secas palabras.

—No tienes permiso para hablar con mi defendido, yo lo haré. Sólo estás aquí como mera observadora. No hagas que me arrepienta aún más de mi estúpida decisión de traerte aquí.

Hermione, ante aquel desborde de amabilidad por parte de su acompañante, se limitó a enarcar las cejas y negar débilmente con la cabeza mientras dejaba escapar un suave resoplido de resignación.
Unos interminables minutos después, Vincent Crabbe irrumpió en la sala esposado y escoltado por un celador tan alto como una torre.

—No hagas ninguna tontería —le advirtió el guardián con voz grave. Luego, dirigiéndose a los dos abogados, espetó—. Disponen de treinta minutos, ni uno más.

El celador salió de la desapacible habitación y se colocó cerca de la puerta sin cerrarla y sin quitar el ojo de encima al recluso. Crabbe clavó su inquietante mirada en Hermione mientras preguntaba con voz grave.

—¿Qué hace ella aquí?

Draco miró de soslayo a la mujer y contestó con la misma frialdad con la que su amigo había formulado su pregunta.

—Haz como si no estuviese, ignórala.

Hermione apretó la mandíbula y resopló con fuerza por la nariz, Draco era capaz de extraer de ella sus peores instintos. Aun así, se tragó su ira y trató de tranquilizarse; deseaba presenciar aquella conversación a toda costa y las descortesías de Malfoy no conseguirían evitarlo.

—Traemos una buena noticia, Crabbe. Han salido a la luz unas pruebas y la declaración de un testigo sorpresa que lo cambia todo.

—¿Qué es lo que cambia? —inquirió Crabbe con la confusión reflejada en su rostro.

—Cambia la sospecha de que fueses tú quién terminase con la vida de esa ramera —explicó Draco con un deje de entusiasmo en la voz que sorprendió a Hermione.

—No te dirijas a ella de esa forma, su nombre era Eliza —le increpó Crabbe con los ojos envueltos en llamas.

—Está bien, no te sulfures, tampoco he dicho nada que no fuese cierto, aunque te niegues a aceptarlo. —Hermione resopló nuevamente y, esta vez, Draco pudo oírla, carraspeó un poco y luego prosiguió—. Aquella noche, alguien vertió una sustancia en tu bebida. ¿Conoces el "Scoop"? ¿Has tomado alguna vez esa droga?

—No, nunca oí hablar de ella —se sinceró Crabbe.

—Cuando te realizaron los análisis después de la detención, encontraron en tu sangre restos de "Ghb", gammahidroxibutirato, comúnmente llamado Scoop. Esta sustancia también es conocida como "la droga del violador", sirve para alimentar la libido del que la toma pero, mezclada con alcohol y en dosis algo elevadas, es peligrosa, provoca lagunas mentales, pérdida de memoria mientras se está bajo sus efectos e incluso, en ocasiones, puede llevar al coma o a la muerte. Al ser el único sospechoso todos dieron por hecho que habías ingerido la droga por voluntad propia para, digamos, "ponerte a tono" y, que tal vez, te pasaste con la dosis y por eso eras incapaz de recordar que habías cometido el delito. Ahora sabemos que no fue así. La droga estaba en tu cuerpo, sí, pero porque alguien se cercioró de que acabase allí.

—¿Tratas de decirme que me tendieron una trampa? —Los ojos de Crabbe acrecentaron el fulgor de la llama que ardía en sus pupilas.

—Completamente y sabemos quién fue. —Draco se puso en pie dándole la espalda a su amigo, caminó un par de pasos y se giró bruscamente sobre sí mismo. Al hacerlo, sus plateados ojos se encontraron con los de Hermione, que asintió levemente con la cabeza para indicarle que hacía lo correcto. Draco tomó aire, se aclaró la garganta y añadió mirando a Crabbe fijamente a los ojos—. Quiero que sepas que va a pagar por lo que hizo y por habernos mentido…

—¡Maldita sea, Draco! ¡Suéltalo de una vez! —le apremió Crabbe, notando como el corazón le latía con tanto brío que le producía un fuerte dolor en el pecho.

—Fue Goyle, él mató a esa chica.

El rostro de Crabbe se desencajó y sus ojos se abrieron con tal intensidad que parecieron salírsele de las órbitas. Draco tragó saliva, mientras que Hermione, esperó con expectación a que aquel tosco hombre pudiese reaccionar. Al fin, tras unos interminables segundos de absoluto silencio, la voz de Crabbe, mucho menos feroz de lo habitual, se escuchó.

—No puede ser, tienes que estar equivocado, Draco.

El rubio negó con la cabeza varias veces antes de contestar.

—No, las pruebas son contundentes, Crabbe. 

—Pero… ¿Cómo puede ser que no me haya dado cuenta de nada?

—Ni tú, ni nadie, lo tenía todo muy bien planeado. Dejó que el local estuviese vacío para que nadie pudiese ver cómo os marchabais de allí, sin contar que una camarera lo vio todo. Ella pudo observar como Goyle vertió la droga en tu bebida, se trata de un líquido sin color, sin sabor, sin olor, era muy difícil que te dieses cuenta de que la estabas tomando. Tu prostituta, al poco tiempo, se percató de que empezabas a dar síntomas de tener una gran borrachera. Ajena a que en realidad tu malestar era producido por los efectos de scoop y, llevada por el cariño que te tenia, se ofreció, tal y como pensaba Goyle, a acompañarte a tu casa. Una vez fuera del local, ella quiso que subieseis a un taxi, pero él insistió en llevaros en su coche. La misma camarera los vio discutir y, después, comprobó como Goyle despedía al taxi para, finalmente, marcharos de allí en su coche.

—Goyle dijo que él nos despidió en la puerta del local —musitó Crabbe con el rostro aún más desencajado.

—No fue así —reiteró Draco.

—Sigo sin poder creerlo. Goyle ha estado a mi lado desde que esta pesadilla empezó, preocupándose, tal y como lo haría un buen amigo. Además, ¿por qué? Él sabía lo que yo sentía por esa chica y por eso no dudó en apartarse de ella. Nunca volvió a solicitarla después de saber que yo me había enamora… —Miró de soslayo a Hermione, ella bajó la vista al suelo. Sabía lo duro que era para un hombre tan rudo como Crabbe aceptar un sentimiento tan delicado como el amor. Crabbe prosiguió—. Después de saber el interés que yo tenía por ella, ¿por qué iba a querer matarla? ¿Qué sentido tiene todo esto?

—Tengo una teoría.

Los dos hombres giraron la cabeza súbitamente hacia Hermione que, por fin, después de haberse mordido la lengua durante todo el tiempo, se decidió a hablar.

—¿Una teoría? —inquirió Draco mostrando un inusual interés por lo que ella deseaba decir que dejó sorprendida a Hermione, siempre había pensado que la mandaría a callar con su habitual descortesía—. A ver, te escuchamos.

—Pues, Crabbe, yo no creo que tu amigo, el doctor Goyle, se apartase del camino de Eliza por su propia voluntad o por generosidad hacia ti. —Los dos hombres fruncieron el entrecejo, confundidos. Hermione continuó—. Pienso que fue ella la que no quiso saber nada de él. En estos días, mientras configurábamos un plan para hacernos con las huellas de Goyle, un compañero mío, Ernie, se infiltró como cliente del club y estuvo haciendo preguntas a las prostitutas que habían tenido "negocios" con el doctor y todas coincidieron en que era un tipo brusco, que no le gustaba ser convencional mientras mantenía relaciones y que, bueno, sus prácticas a veces les asustaban. Eliza era una chica muy atractiva, siempre tenía hombres a su alrededor y podía elegir. Es lógico que si el doctor le producía algún tipo de daño físico o emocional, desease alejarse de él. Mi teoría es que Goyle estaba más interesado en Eliza de lo que le hizo creer a todo el mundo y que su rechazo, saber que no iba a volver a poseerla, le dio pie a tramar su asesinato. Ya saben "si no es para mí, no será para nadie". Tú, Crabbe, eras perfecto para ser el culpable, estabas enamorado de ella, todos sabían que no te gustaba su profesión y que sentías celos de cada hombre que se le aproximaba. Goyle, simplemente, te utilizó para su venganza personal.

—Tiene lógica —masculló Draco con la vista clavada en el suelo. Hermione sonrió orgullosa de sí misma.

De repente, Crabbe se puso en pie con tanta brusquedad que derribó la silla en donde había estado sentado. El celador, que se encontraba apostado en la puerta, dio un paso al frente llevando la mano a la porra que colgaba de su cinturón, pero Draco levantó su mano indicándole que se calmase, que todo estaba controlado. El vigilante asintió, no obstante, a pesar de ello, no retrocedió ni un paso, ni soltó el arma.

—¡La mató! —vociferó Crabbe dando un fuerte golpe en la mesa—. ¡Ese hijo de perra me la arrebató! Si pudiese lo estrangularía con mis propias manos.

—Ese no es el camino, señor Crabbe, la justicia se encargará de él. —Hermione empleó su tono más conciliador ante aquel enfurecido hombre.

—¿Justicia? ¿Me devolverá la justicia la sonrisa de Eliza, su cuerpo, lo hará? —Los ojos de Crabbe ardían de ira.

—No, no lo hará —admitió Hermione. —Pero no puede saltarse la ley. Meteremos a Goyle en la cárcel y nos aseguraremos que pase allí el resto de sus días.

—¿Te encargarás tú de ello, Draco? —inquirió el rudo hombre clavando su dura mirada en el joven abogado.

—No, no llevaré el caso, eso es trabajo de la señorita Granger y del grupo SIREM. Ellos retirarán la acusación que se cierne sobre ti y la trasladarán a Goyle, supongo que él contratará a alguien para que lo defienda.

—No lo harás tú, ¿verdad? No defenderás a ese traidor.

—No está en mis planes hacerlo. Te recuerdo que también me engañó a mí —espetó Draco mientras ponía nuevamente en su lugar la silla que había tumbado su amigo.

—¡Prométemelo! Prométeme que no vas a defenderlo, júrame que no vas a traicionarme tú también —exigió Crabbe acercándose peligrosamente a Draco.

El aspecto de aquel hombre era tan desolador y feroz que incluso Hermione temió por la integridad física de Malfoy. Sin embargo, Draco no movió ni uno de sus cabellos y su mirada era tan fría y tan dura como la de su amigo. Se tomó un poco de tiempo antes de contestar con solemnidad.

—Te doy mi promesa, de que pase lo que pase, no defenderé a Goyle.

Aquellas palabras apaciguaron a Crabbe que, abatido, se sentó en la silla dejando caer su enorme cabeza sobre sus manos esposadas. Hermione se quedó mirando fijamente a Draco, nunca pensó que aquel hombre frío y aparentemente sin escrúpulos podría dar una muestra tal de integridad. 

—Mañana llevaremos las pruebas al juez y SIREM retirará la denuncia contra ti. Si todo se agiliza, tal vez tu estancia entre estas paredes se reduzcan a unas horas —explicó Draco volviendo a su sitio junto a Hermione.

—¿Y mis huellas? Estaban ahí, podrían acusarme de ser cómplice —susurró entrecortadamente Crabbe.

—En el juicio todo eso se aclarará. Te soltarán en muy poco tiempo, pero no podrás salir de la ciudad hasta que todo termine, ¿puedo confiar en que no harás ninguna estupidez?

Crabbe elevó sus redondos ojos hacia Draco, Hermione pudo percatarse que estaban húmedos y vacíos, asintió repetidamente y luego volvió a hundir la cabeza entre sus manos.

—Se acabó el tiempo señores, deben marcharse —anunció el celador.


Tal y como habían convenido, Hermione y Ernie presentaron las pruebas contra Goyle a la mañana siguiente y, tal y como todos esperaban, el juez permitió la libertad de Crabbe, bajo custodia y sin posibilidad de salir de la ciudad, hasta que se celebrase el juicio y quedase absuelto de toda culpa. 

La noticia no sentó del todo bien al cabeza de familia de los Malfoy. Draco, nada más poner un pie en el bufete esa misma mañana, se dirigió al despacho de su progenitor y le relató, con pelos y señales, todo lo relacionado con el rumbo inesperado que había tomado el caso de Eliza White. Para Lucius era un completo deshonor y un fracaso que hubiesen sido los colaboradores de SIREM, y no su propio hijo, quienes sacasen la verdad a la luz, a pesar de que eso le daba el éxito total de la operación. Draco no esperaba más de su padre, hiciese como hiciese las cosas, nunca obtenía una palabra de aliento o de aprobación. 

Para Goyle, fue un duro y bochornoso golpe salir esposado de su propia clínica, ante la mirada de sorpresa y desconcierto de sus pacientes y de su equipo de profesionales. Pero eso le importó bien poco a Hermione, lo realmente esencial era que por fin se haría justicia y, pese a su posición y a su prestigio, Gregory Goyle pagaría por lo que había hecho.

Anochecía, padre e hijo se encontraban sentados uno frente al otro en el despacho de Lucius. Se mantenían callados, durante todo el día anterior —día en que había saltado la noticia del apresamiento de Goyle— y esa misma mañana, ambos se habían dicho todo lo que debían decirse, o al menos eso era lo que Draco pensaba hasta que su padre lo requirió en su despacho y, tras unos agonizantes minutos de espera, abrió la boca una vez más.

—Esto cambia mucho las cosas. 

—Crabbe ha salido de la cárcel esta misma tarde —anunció Draco con el corazón a punto de salírsele del pecho. La llamada de su padre le mantenía en vilo porque presentía que con ella no vendría nada bueno.

—He hecho algunas llamadas y también he recibido otras. Sobre todo una muy especial —comenzó a explicar Lucius sin mirar a su hijo a la cara—. Goyle y su familia insisten en que seas tú quién los saque de este embrollo en el que él solito se ha metido.

Draco perdió en un instante toda la poca melanina que se alojaba en su piel. Con mucha dificultad tragó saliva mientras movía desorbitadamente los ojos de un lado a otro sin poder creer lo que estaba oyendo.

—Le habrás dicho que eso es imposible —dijo con voz temblona.

—No, no les he dicho eso porque vas a hacerlo y no quiero que falles. Me da igual lo qué inventes, o a quién tengas que comprar. Implica a esa camarera que lo vio todo si es necesario, pero tienes que ganar este caso a como dé lugar.

Draco se levantó de su silla y comenzó a caminar por la habitación con las manos sobre su cabeza. Su padre debía estar loco, o no le tenía ni siquiera un poco de estima, si le encomendaba de nuevo un imposible.

—¡No puedo hacer eso! ¡Sabes que esta vez no hay forma alguna de salvar a Goyle de la cárcel! Es un suicidio profesional, además, no sé si quiero que esté fuera de esas rejas, es un maldito traidor —admitió con los ojos rojos de furia.

—Me da igual lo que quieras, te he dado una orden y mis órdenes no se discuten —exclamó Lucius dando un fuerte golpe en la mesa.

—¿Y si me niego a obedecerte? —le retó Draco.

—Entonces no vuelvas a poner un pie en este bufete, puedo despedirte y lo sabes.

Draco miró desafiante a su padre, respiró profundamente y añadió.

—Le hice una promesa a Crabbe, le aseguré que no defendería a Goyle bajo ninguna circunstancia.

La estridente risa de Lucius estremeció a Draco de pies a cabeza. Su padre se acercó a él y tras ponerle una mano sobre el hombro inquirió sin dejar de reír.

—¿Y desde cuándo cumples tus promesas?

—Desde hoy mismo. —Fue una respuesta con tanta determinación que Lucius frunció el ceño y su risa se apagó súbitamente—. Si me obligas a defenderlo, redactaré mi renuncia hoy mismo.

Lucius se apartó de él, sin decir palabra volvió a sentarse en su silla de cuero y tras tomarse unos segundos para rebatir a su hijo, dijo con voz firme y fría.

—Y yo la aceptaré, pues no quiero gente desleal a mi lado, aunque se trate de mi propio hijo. Me has defraudado, Draco, esperaba algo más de ti, pero ya veo que todo esto te queda grande. Espero que no me des más disgustos y tu rebeldía se reduzca solo al campo laboral. No admitiré, bajo ninguna circunstancia, que, por una pataleta tuya, perdamos la fusión con los Greengrass si la boda se anula. Si eso sucede, Draco Malfoy, te desheredo. Así que, protesta todo lo que quieras, desahógate con cuánta mujer te de la gana, pero ni se te ocurra dejar a Astoria y fastidiarlo todo. —Lucius se reclinó en su sillón antes de emitir sus últimas palabras dando por zanjada la conversación—. Quiero tu renuncia sobre mi mesa antes de que acabe el día, no hay vuelta atrás.

Entró en su despacho atropelladamente, despotricando contra todo, y ante las miradas atónitas de Nott y de Marcus Flint, descolgó el teléfono y llamó a la secretaria del bufete que, en menos que canta un gallo, ya estaba frente a él. 

—Usted dirá, señor Malfoy.

—Necesito que escribas una carta de renuncia.

—¿A nombre de quién? —preguntó la mujer mientras sacaba su libreta y se disponía a escribir con una fina pluma sobre ella.

—Draco Malfoy.

La pluma resbaló de entre los dedos de la secretaria manchando de tinta oscura la moqueta del despacho de Draco. Flint no dijo nada pero Nott no pudo evitar exclamar.

—¡Cielo Santo! ¿Qué ha pasado? ¿Has discutido con tu padre?

—Ha sido más que eso, Theo, no es por la discusión de hoy, es por todo. Estoy cansado de ser su marioneta. Quiere que me encargue de la defensa de Goyle y le he dicho que no lo haré —explicó Draco.

—No puedo creer que vuelva a hacerte lo mismo. Entonces, ¿te vas? —inquirió Nott mientras se acercaba a él.

—Sí, me largo de aquí —respondió el joven Malfoy mostrando una mueca de repulsión en los labios—. Y es la mejor decisión que he tomado en mi vida.

—Pues yo no pienso quedarme de brazos cruzados, si tú te vas, yo no voy a pasar ni un segundo más en este lugar. —Se giró hacia la secretaria, que ya había recogido la pluma del suelo y le ordenó—. Prepara dos renuncias, una a su nombre y otra al mío. —Luego sonrió—. Esto es liberador. 

—No tienes por qué hacer esto. Mi padre te paga bien —le aconsejó Draco, aunque en el fondo se sentía más reconfortado con la muestra de amistad que le estaba profesando Nott.

—Llevo algún tiempo queriendo cambiar de aires, esta es la excusa perfecta para hacerlo.
Intercambiaron unas sonrisas de complicidad y unas amistosas palmadas en la espalda, que enervaron a Flint.

—Ilusos. Solos no vais a llegar a ningún lado.

—Míralo por el lado positivo, Flint, ahora todos los casos serán tuyos. Vas a hacerte rico —argumentó Nott enarcando las cejas.

Trató de disimularlo pero todos pudieron ver como los finos labios de Flint se curvaban en una débil sonrisa de satisfacción.

—Vamos, no te quedes ahí parada, redacta esas renuncias y tráelas para que las firmemos. Quiero acabar con esto cuanto antes.

Las palabras de Draco dieron el pistoletazo de salida de la secretaria que en apenas quince minutos tenía listo los dos documentos. 

Antes de las nueve de la noche Lucius Malfoy leía con el rostro iracundo las dimisiones de Nott y de su propio hijo. Enfurecido dio un fuerte golpe en la mesa consiguiendo que el retrato que mostraba una imagen sonriente de él junto a Narcisa y a Draco, con apenas once años, cayese irremediablemente al suelo. Lucius Malfoy no lo supo en ese momento, pero la marcha de su hijo, comenzaba a marcar un antes y un después en su vida.


Se sentía bien, libre, como si alguien hubiese apartado de golpe una gruesa piedra de sus hombros. Había que celebrarlo y Nott tenía tantas ganas de festejar aquella liberación como él. Por ello se encaminaron al primer garito que vieron abierto y pidieron dos buenas jarras de cerveza negra, una para cada uno. Brindaron, contaron estúpidas anécdotas de sus infelices tiempos bajo las órdenes de Lucius y rieron como niños pequeños cuando acaban de realizar una gran travesura. Sin que la embriaguez le nublara los sentidos, Draco propuso ir al apartamento de Pansy, necesitaba contarle lo sucedido; ella se alegraría de la noticia mucho más que nadie. Nott dudó, desde aquella desafortunada cena con Pansy, en la que decidió apartarse sutilmente de su camino, no había vuelto a verla. Pero Draco insistió, insistió tanto y estaba tan extrañamente feliz, que finalmente no pudo negarse más y accedió.


Terminaban de cenar. Charlie contaba pequeñas aventuras de sus viajes y de su tiempo de niñez y adolescencia en la Madriguera, su casa familiar, manteniendo la sonrisa en los rostros de Pansy y Hermione. Cuando los protagonistas de esas travesuras eran sus hermanos gemelos, entonces las sonrisas se transformaban en ruidosas carcajadas. Había buen humor, estaban relajados y, aunque afuera hacia bastante frío, dentro del hogar casi ni se percibía. Cuando oyeron timbrar el telefonillo, Pansy se levantó de su asiento sin abandonar la sonrisa y fue a averiguar quién se acercaba a su casa a esas horas.

—Es Draco —anunció a sus acompañantes—. Voy a abrirle la puerta, creo que viene algo bebido, porque lo he escuchado reír. 

Hermione frunció el ceño desviando la mirada hacia su cuñado, pero entendió que Charlie ni siquiera había escuchado a Pansy puesto que en ese instante estaba ensimismado degustando un buen trozo de tarta de chocolate y fresas.


—Traigo una noticia que hará que te caigas de espaldas y no puedas levantarte en días. —Draco entró como una bala en el apartamento de Pansy, sin saludar.

Sin embargo su amiga ni siquiera lo vio; nada más abrir la puerta, sus ojos quedaron perdidos en la mirada clara y nítida de Nott. Sintió un fuerte dolor en el pecho y se le secó la garganta. Tuvo el impulso de lanzarse a sus brazos pero recordó las palabras del joven en su última cita y contuvo su arrebato.

—Menuda sorpresa —dijo notando como de su garganta apenas salía un minúsculo hilo de voz.

—¡Sorpresa! —La risa desentrenada de Draco consiguió sobresaltarla—. Exacto, una gran sorpresa es la que te traemos. Vamos, ¿os vais a quedar toda la noche ahí, en la puerta, mirándoos como bobos, o entramos de una maldita vez?

Pansy se apartó un poco, lo justo para que Nott pudiese pasar entre ella y la puerta, lo justo para que el aroma de su negro cabello se introdujese sin pedir permiso por sus fosas nasales recordándole lo mucho que le gustaba aquella sutil y fresca amalgama de olores a madera, ámbar y jengibre de su perfume. 

—Oh, vaya, ya no recordaba que no vives sola —espetó Draco cuando llegó al salón y vio a Hermione y a Charlie sentados a la mesa.

—Buenas noches, Malfoy —saludó Hermione usando un tono irónico, mientras escuchaba a Charlie decir en voz baja"Menudo cretino".

—Sí, claro, claro, buenas noches. Estoy tan contento que me importa un diablo que estéis aquí. Pansy, Theo y yo hemos hecho algo que no vas a creer.

—Así es —subrayó Nott y su rostro reflejó el mismo entusiasmo que el de Draco.

—Pues vamos, decidme de una vez qué es, me tenéis en ascuas —apremió Pansy ocupando de nuevo el lugar en la mesa que había dejado abandonado.

—Hemos dimitido.

Lo dijo tan de golpe que casi se atraganta con aquellas dos simples palabras. Lo que siguió al entusiasmo en la voz de Draco fue un súbito silencio que no pudo entender.

—¿Habéis oído lo que he dicho? He dejado el bufete de mi padre.

—¿Y que ha pasado para que hagas algo como eso? —inquirió Pansy, cautelosa de alegrarse aún por la suerte que le esperaba a su amigo.

—Es un mezquino, pretendía que Draco defendiese a esa escoria de Goyle —explicó Nott al ver como su amigo se sumía en el desconcierto.

—¿Y te has negado? —preguntó Hermione poniéndose en pie de golpe, empujando levemente la mesa y desestabilizando el brazo de Charlie, consiguiendo que el trozo de tarta que estaba a punto de llevarse a la boca rodase por su pantalón dejándole un par de manchas oscuras y bastante pringosas.

—¿Por qué te asombra tanto? —se defendió Draco.

—Nunca pensé que cumplirías tu promesa —contestó la joven con sinceridad.

—No tienes derecho a juzgarme, ni a dar nada por sabido. No me conoces.

—No creo que seas muy diferente a la impresión que me diste la primera vez que te vi.

—Eres demasiado presuntuosa, ¿crees que eres mejor que los demás? —Aquella pregunta llevaba escondido un tono desafiante que Hermione no pudo pasar por alto.

—Nunca me he pensado mejor que nadie, pero puedo asegurarte que tú no eres precisamente un ejemplo de persona. No sé dónde guardas tu corazón, si es que lo tienes.

Pansy se llevó la mano a la boca alarmada, no entendía muy bien en qué momento había empezado una guerra dialéctica en su salón. Charlie dejó de comer tarta, se repantigó en su silla y se dispuso a disfrutar del carácter de su cuñada; había echado de menos tanto aquellos arrebatos. 

—No es asunto tuyo si tengo o no corazón y mucho menos lo que hago con él. Las personas tienen defectos, señorita sabelotodo, ¿o acaso ese maridito tuyo no los tenía?

Hermione palideció, Charlie se puso rígido como un palo. A Pansy le dio vueltas la cabeza y se aferró al brazo firme de Nott para evitar dar con sus frágiles huesos en el suelo. Se produjo un silencio aterrador, incluso Malfoy se sintió incómodo con aquella tensión. Miró a Hermione pudiendo ver su rostro desencajado y sus ojos humedeciéndose por la rabia y la desazón. Entendió que había sobrepasado el límite, cuando en realidad, ella tenía toda la razón; él no era buena persona, los Malfoy no eran buena gente. Aturdido por el alcohol y por el ritmo inesperado que había tomado su visita, dio un paso atrás para tratar de relajarse.

Hermione pareció volver en sí, salió de detrás de la mesa y se quedó de pie, frente a Draco con su mirada castaña más parda que nunca opacada, tal vez, por el intenso dolor que le producía el recuerdo de Ron.

—Por una vez estoy de acuerdo contigo, Malfoy, Ron no era perfecto. Era el hombre con más defectos que he conocido jamás. Tenía la estúpida manía de sacarme de quicio constantemente y era terco y orgulloso como el que más. Pero su lealtad, su sencillez, su timidez y aquella forma, atropellada y torpe, en que me decía que me amaba, lo hacían perfecto; él era perfecto para mí. Mi marido no era un ejemplo de virtudes, ni yo pretendí nunca que lo fuese. Pero era un buen hombre y sabía amar, sabía cómo amarme. Así que no vuelvas a nombrarlo con ese tono despectivo, no lo conociste, no tienes ni la más remota idea de cómo era, ni del daño que me produce recordar que ya no está junto a mí. Jamás entenderás lo horrible que es este dolor porque nunca has sabido lo que es amar y no creo que nunca llegues a saberlo.

Abandonó la estancia con dirección a su dormitorio y todos pudieron escuchar el ruido sordo de la puerta de la habitación al cerrarse tras ella. Charlie se puso en pie y, emulando a su cuñada, también se marchó del salón. Draco se mantuvo impertérrito con la mandíbula tensa y la mirada perdida en algún punto frente a él. 

—Creo que será mejor que nos vayamos, Draco.

—Vete tú si quieres, Nott, yo no tengo ganas de volver a mi casa aún. —Se giró hacia Pansy y añadió—. ¿Puedo quedarme un rato más aquí, no?

—Sí, por supuesto que sí.

Nott se encogió de hombros y tras echar una melancólica mirada a Pansy antes de marcharse se dirigió a su amigo diciendo:

—Mañana hablamos.


Charlie golpeó suavemente con los nudillos antes de abrir con lentitud la puerta del dormitorio de Hermione. La joven estaba sentada a la orilla de la cama con la mirada clavada en el suelo.

—No le hagas caso, ese tipo es idiota, si quieres voy y le parto la cara.

A las palabras de Charlie, Hermione respondió con una taciturna sonrisa, a veces su cuñado le recordaba tanto a Ron. Charlie se sentó junto a su cuñada y le pasó un brazo por los hombros animándola a que dejara reposar la cabeza sobre su pecho. Hermione no puso oposición, en ese instante necesitaba la compañía de Charlie y su abrazo más que nunca.

—Se acerca una fecha difícil para todos y, sin darnos cuenta, empezamos a ponernos algo tristones, ¿verdad?

—Ron adoraba la Navidad —musitó Hermione.

—Sí, sobre todo por los dulces. Aún queda más de un mes, ni siquiera han adornado las calles. Ron no querría vernos tristes…

—Es que no puedo evitarlo, trato de no pensar en él, me meto de lleno en mi trabajo para evitar que su imagen o su recuerdo me asalte a cada momento y no lo consigo. Ron sigue presente en mi vida como si nunca se hubiese marchado.

—Pensé que habías empezado a superarlo —comentó Charlie mientras apretaba a Hermione más fuerte contra su pecho. 

—Yo también creí que marchándome de Ottery me alejaría de todo, pero no ha sido así.

Hubo un pequeño silencio. A Hermione se le había hecho un nudo en la garganta y ya no podía pronunciar palabra alguna, Charlie pensaba, hasta que finalmente terminó pensando en voz alta.

—Deberías conocer a alguien, enamorarte otra vez.

Hermione se separó de los brazos de Charlie tan súbitamente que parecía haber recibido una descarga eléctrica.

—No estoy preparada para eso, Charlie.

—Eso no lo sabes, en realidad, nunca se está preparado para enamorarse; llega y ya.

Hermione bajó la vista nuevamente hasta clavarla una vez más en el suelo y suspiró, tan profundamente, que sus pensamientos parecieron escaparse por esa exhalación y Charlie pudo leerlos.

—No es una traición. Volver a enamorarte no significa que dejes de sentir por Ron lo que has sentido durante tantos años. Pero él no está y tú eres joven y tienes derecho a volver a ilusionarte, a formar una familia. No puedes negarte llevar una vida normal y feliz como todos nos merecemos.

—¿Sabes qué pasa, Charlie? Que a veces pienso que seré incapaz de volverme a enamorar porque creo que compararé a todos con Ron. Trataré de encontrar a alguien como él y eso será imposible.

—Cierto, para lo bueno y para lo mano, mi hermano era único. —Soltó una carcajada y consiguió que Hermione también riese aunque con menos intensidad que él. Luego volvió a ponerse serio y añadió—. Tal vez lo que necesitas a alguien completamente distinto a Ron.


Pasaron muy las horas desde que Charlie se hubiese marchado de su habitación, dejándole aquella frase y un fraternal beso de buenas noches en la frente. Sin embargo, ni aquel cálido beso conseguía que conciliase el sueño y sintió hambre. 

Arrastrando los pies, llegó hasta la cocina, a oscuras, debían ser las dos de la madrugada, bostezó mientras abría el frigorífico y la luz del interior la cegó. A tientas buscó la botella de leche y un vaso. Con un golpe de cadera, Hermione cerró la puerta de la nevera, dejó el vaso sobre la mesa y la leche y, después, prendió la luz, ahora que sus ojos ya se habían adaptado a la luminosidad. Al girarse se llevó tal susto que tuvo que retroceder y aferrarse a la encimera con ambas manos.

—¡Cielo Santo! ¿Qué diablos haces todavía aquí? Y a oscuras.

—Pansy ya se ha acostado hace un buen rato. —La voz de Draco parecía cansada y somnolienta.

—¿Y por qué no te vas? —inquirió Hermione ceñuda mientras vertía la leche en el vaso.

—¿Sabes? Cuando esta tarde le entregué a mi padre mi renuncia, sentí algo que hacía tiempo que no recordaba; me sentí feliz. Había hecho lo que quería, pero ahora, con tanto tiempo para pensar empiezo a plantearme si hice bien.

Hermione derramó un poco de leche en la mesa al escuchar a Draco y, a pesar de estar sumamente enfadada con él, no iba a consentir que dudase ni un solo segundo de la mejor decisión que probablemente había tomado en su vida.

—¡Por supuesto que has hecho bien! Hiciste lo correcto y eso nunca es fácil.

—Claro, eso pensaba, pero ahora tengo que volver a mi casa y ver la cara de mi padre día tras día, censurándome a cada momento y esperando con ansias mi fracaso para tener la oportunidad de restregármelo por la cara ¡Maldita sea! —La imprecación de Draco se acompañó de un golpe con su puño.

—Eres un derrotista, aún no has empezado y ya piensas que vas a fracasar.

—Si no pienso eso es que soy demasiado ingenuo. Nott y yo hemos hecho planes, mientras bebíamos, pensamos alquilar una oficina en el centro, cerca del río y hacer uso de nuestras amistades e influencias para conseguir casos. Pero no va a ser tan fácil como pensamos, mi padre se encargará de eso. No es buena idea tener a Lucius Malfoy de enemigo, no sabes lo que es capaz de hacer y no va a detenerse sólo porque yo sea hijo. —Draco se pasó una mano por el rostro reflejando su desesperación. Tras unos segundos de silencio, volvió a hablar—. El caso Goyle, daría parte de mi vida por ganarlo, por meter a ese traidor en la cárcel yo mismo.

—¿Y por qué no lo haces?

Draco levantó la vista hacia Hermione, no la había mirado en todo aquel tiempo. Ante sus ojos pudo ver el cabello más desordenado y salvaje que había contemplado nunca. Tuvo ganas de echarse a reír, era como si Hermione hubiese metido los dedos en un enchufe, le pintaban la nariz de rojo y no tendría nada que envidiar al mejor de los payasos. Sin embargo, en medio de todo aquel desastre cabelludo, Draco pudo descubrirla como nunca lo había hecho. Con la cara lavada, sin un resquicio de maquillaje tenía un aspecto tan infantil, nada que ver con la fachada dura y recta que mostraba cada día. Por primera vez le pareció un rostro bonito, dulce y atractivo. Sacudió la cabeza con energía y se ciñó simplemente a la conversación.

—Te recuerdo que el caso pertenece a SIREM y que lo llevas tú.

—Eso no es impedimento. Es un caso fácil y Sirius tiene ganas de deshacerse de él. Podríamos llevarlo juntos, tendríamos que hacer un esfuerzo. Creo que estoy empezando a acostumbrarme a ti y no creas que eso es trabajo fácil. Podríamos comentárselo, decirle que te interesa llevarlo.

—No aceptará.

—¿Por qué? Sois familia, ¿qué mejor que la familia…?

—Sirius nos odia y mi familia a él también —interrumpió Draco negando efusivamente con la cabeza—. No querrá ayudarme y si me padre se entera de que trabajo para él, entonces sí que todo habrá terminado.

—¡Oh vamos, Draco! Has sido muy valiente enfrentándote a tu padre, ¿qué más te da lo que piense a partir de ahora? Has dado un paso importante y estoy segura, si dices que Sirius odia a tu padre como lo odia, que estará encantado de acogerte en su bufete y a Nott también, aunque sólo sea para fastidiarlo. Luego, una vez que acabe el juicio, podrás irte y empezar por ti mismo. 

—¿Un valiente? ¿De veras crees que lo he sido? 

—Por supuesto, lo que has hecho no es fácil y es muy arriesgado —contestó Hermione con franqueza mientras le daba el último sorbo agotando la leche del vaso.

Draco volvió a ensimismarse mientras la miraba y tuvo ganas de reír nuevamente, la leche le había dejado una sutil línea blanca a Hermione sobre el labio superior y, por estúpido que le pareció en el momento de pensarlo, creyó que aquella imagen que registraban sus pupilas era lo más encantador que había visto nunca. Sacudió nuevamente la cabeza, añadiendo.

—No soy de los que piden perdón, pero tengo que admitir que estuvo muy mal por mi parte sacar el tema de tu marido sabiendo que te hace daño. No debí hacerlo.

—Supongo que eso es algo así como una disculpa —comentó Hermione con una media sonrisa.

—Algo así. —Draco le devolvió la sonrisa mientras se ponía en pie para marcharse—. Ya va siendo hora de que me largue de aquí. No puedo creer que mañana vaya a pedirle trabajo a Black. Eres una mala influencia para mí, Granger. Buenas noches.

—Buenas noches.

Pudo oír el suave cerrar de la puerta cuando Draco abandonaba por fin el apartamento de Pansy. Hermione dejó el vaso en la pila de fregar y, mucho más relajada, se encaminó hacia su dormitorio. Aún no llevaba ni un minuto arrebujada entre las mantas cuando el sueño, por fin, se apoderó de ella.

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espero que les este gustando esta historia tanto como me gusto a mi , si es asi les pido que comenten si la tengo q seguir subiendo. gracias

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