Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

la amenaza

Pansy había salido del apartamento como un rayo, sin embargo, llevaba casi una hora encerrada en su coche frente a la casa de Nott sin atreverse a dar el paso definitivo. De vez en cuando abría la puerta, al suponer que el valor aparecía de la nada, pero era cuestión de poco tiempo, porque un instante después, la cerraba, se cruzaba de brazos y resoplaba molesta consigo misma por su falta de arrojo. Sabía que él se encontraba allí, lo había visto alguna que otra vez asomarse al balcón de su apartamento. Resopló con fuerza, no debía esperar más, tenía que afrontar lo que sucediese, era consciente que tal vez Nott la rechazase, cansado de tantos cambios de parecer por parte de ella, pero también estaba la otra opción, la única en que quería pensar, que Nott volviese a confiar en ella y decidiese volver a su lado. 

Había salido del coche y eso suponía un gran paso. Mientras caminaba hacia el apartamento de Nott trataba de ser positiva, pensaba en las palabras alentadoras de Hermione y deseaba con todas sus fuerzas que su compañera de piso tuviese toda la razón. Dudó si subirse al ascensor, iría más rápido si lo utilizaba, sin embargo, por la escalera tardaría un poco más pero eso le supondría tiempo para pensar, ordenar sus palabras, tratar de encontrar la frase exacta que lograse que Nott la volviese a aceptar. Peldaño a peldaño, Pansy notaba como el corazón le latía cada vez con más fuerza y su pulso comenzaba a temblar, la boca se le secaba y sentía un sudor frío aflorar en sus sienes. 

Y por fin, el último tramo de escalera se alzaba ante sus ojos, únicamente unos peldaños más y estaría frente a la mirada clara de Nott, delante de aquel rostro pálido y de aquel cabello ondulado, largo y oscuro. El corazón volvió a latirle con fuerza, mas esta vez, no se debía a la inseguridad y el miedo a la negativa, sino al recuerdo del aspecto físico de aquel hombre y de como deseaba volver a perderse en sus ojos y enredar los dedos en su cabello, como antes, o mejor aún, como nunca antes lo había hecho.

Estaba apunto de subir el último peldaño, cuando la puerta del apartamento de Nott se abrió de par en par y una figura femenina atravesó el umbral. Pansy se agachó, ocultándose a la vista de aquella desconocida mujer y de Nott, que salió junto a ella.

—Ha sido muy interesante —dijo Nott con una sonrisa que consiguió que a Pansy se le subiese el corazón a la garganta.

—Cuando me necesites siempre estaré dispuesta, Theo, ya lo sabes. Sólo tienes que telefonearme y estaré aquí —añadió ella con una voz tan dulce que a Pansy, carcomida por los celos, le pareció demasiado sugestiva.

—Tal vez te llame la semana que viene y terminamos lo que hoy hemos empezado.

La mente de Pansy empezó a dibujar grotescas escenas de Nott y esa chica retozando en cada rincón del apartamento del joven y, los celos y la imprudencia, consiguieron que finalmente saliese de su escondite quedando frente a ellos con el ceño fruncido, el rostro muy rojo y los brazos cruzados sobre el pecho.

—¡Pansy! —exclamó Nott al verla— ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Quién es ella? —inquirió Pansy señalando a la otra mujer con el dedo—. Nunca pensé que tardarías tan poco en buscarme una sustituta… y yo que venía…

—¿Cómo? No, no es lo que piensas —se defendió Nott mirando a una y a otra mujer intermitentemente.

—Creo que debería marcharme, Theo.

—Disculpa, Helena, es mi ex novia y creo que está confundida.

—Por eso es mejor que me marche y puedas explicarte, esperaré tu llamada.

La mujer se acomodó el bolso sobre el hombro y pasó por delante de Pansy dedicándole una desconfiada mirada de soslayo. Pansy, en cambio, la pulverizó con sus ojos hasta que vio cerrarse las puertas del ascensor con ella dentro. Luego giró la cabeza hacia Nott, mientras decía.

—Ya la has oído, estoy deseando escuchar esas explicaciones.

—No creo que deba dártelas puesto que tú y yo ya no somos nada —afirmó Nott con contundencia pero con voz dulce.

—¿Eso quiere decir que estás con esa mujer? —El rostro de Pansy paso del rojo intenso al blanco pétreo. Se sintió perdida y terriblemente adolorida, nunca sopesó la presencia de una persona que no fuese ella en la vida de Nott. Sin embargo, había acudido al apartamento con una intención y no se marcharía de allí sin que el joven supiese toda la verdad sobre sus sentimientos. Tragó saliva, tomó aire y dijo, notando como cada palabra salía por su garganta provocándole un intenso dolor—. Llegué tarde, en todos los sentidos. Y tal vez lo tenga merecido, tuve la mayor de las suertes todo este tiempo que estuviste a mi lado, amándome y nunca supe apreciarlo. En el fondo, siempre esperé la llegada de Blaise y así fue, el regresó y yo creí que mi sueño volvía a hacerse realidad. Fuiste paciente, cariñoso, fiel y valiente al tomar por mí aquella decisión que yo, por mi cobardía, jamás habría aceptado. Y cuando te alejaste de mí, cuando me di cuenta que te había perdido, supe de mi error, de mi estupidez y entendí que era imposible para mí concebir la vida si tu no estabas en ella. No tengo derecho a pedirte que no rehagas tu vida pero antes tienes que saber que eres tú, Theo, con quién quiero estar, con quién siempre quise estar y mi error fue no darme cuenta antes de que cuánto te amo.

—Ella es sólo un testigo del caso que estoy llevando… Pansy, ¿estás segura de lo que me dices? —Los hermosos ojos de Nott se tornaron vidriosos y su rostro parecía enfermo de extrema palidez. Volvió a hablar. —Te amo, eso no ha cambiado y no cambiará, sin embargo, necesito saber si estás segura de lo que sientes. No quiero que la próxima vez que te encuentres cara a cara con Blaise vuelvas a tener dudas de tus sentimientos por mí.

—No hay dudas, no las tengo y puedo asegurarte que no las tendré. —Caminó unos pasos hacía él, su semblante había recuperado un poco de color—. Tengo que confesarte que le besé…

Nott bajó la cabeza mientras apretaba con fuerza la mandíbula. 

—Supuse que lo harías.

—Sin embargo, antes de hacerlo, ya estaba segura que no era a él a quien deseaba besar. Lo hice para no hacerte daño, para comprobar que nada quedaba ya de aquello que una vez sentí por él. Debía estar segura, antes de venir aquí, que todo entre él y yo había muerto. El beso fue la prueba irrefutable de que Blaise me era completamente indiferente y que en mi corazón únicamente estás tú.

Sin levantar el rostro, Nott cerró los ojos y de ellos brotó una leve lágrima que cayó al suelo. Pansy sintió el deseo irrefrenable de abrazarlo, pero debía ser prudente, ahora le tocaba a ella esperar una decisión.

—No ha sido fácil estar sin ti. Durante las noches me corroía los celos pensando que tú y él habríais hecho las paces y estaríais disfrutando de una vida plena y feliz. Nunca le pregunté a Draco por vosotros, simplemente no deseaba saber nada, por miedo a sufrir más. Te he esperado siempre, cuando estabas con él, cuando no lo estuviste, cuando pensé que lo estabas y hoy, ahora y un segundo antes de que aparecieras, aún continuaba esperándote. Eres mi vida, Pansy, desde que te conocí no ha habido, ni hay otra como tú. Quiero creer que lo que dices es cierto, que me amas tanto como piensas…

—Debes creerlo, Nott, es la verdad. —Aguantaba a duras penas el deseo de acercarse a él, abrazarlo y demostrarle a través de sus besos y sus caricias que todo lo que le decía era real y que ya nada le haría dudar—. Mírame, si aún temes que cambie de opinión, mírame y sabrás que ya nada debes temer.

Nott elevó su hermosa y clara mirada hacia ella atravesándola, por unos segundos, ninguno de los dos dijo nada, sus ojos hablaron en silencio por ellos y entonces los labios de Nott se curvaron en una leve sonrisa y en dos zancadas se acercó a Pansy, agarró su rostro con ambas manos y la besó. A Pansy le temblaron las piernas y su cuerpo se estremeció, era aquella la emoción que deseaba sentir, aquella que no logró encontrar en los labios de Blaise.

—¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento? —Nott hizo aquella pregunta sin apartar sus labios de los de Pansy—. 

Ella no contestó, se limitó a atrapar con su boca la de Nott y demostrarle que aquella espera había acabado al fin. 

Unieron sus manos mientras Nott guiaba a Pansy hacia dentro del apartamento. La puerta se cerró dejando a un lado el frío descansillo con su ascensor y, al otro, el cálido encuentro de dos personas que, por increíble que pareciese, a pesar de todo lo vivido, empezaban a conocerse realmente el uno al otro.


—Señorita Lavender Brown.

Así anunció el alguacil al último testigo de la acusación. Lavender entró tímidamente en el estrado, realizó balbuceante su juramento y tomó asiento notando como se le secaba la garganta. Nunca había hablado delante de tanta gente que la observaba con ávidos ojos. Rápidamente buscó con la mirada a las tres personas que podían trasmitirle confianza. Hermione y Draco estaban sentados a pocos metros frente a ella, con sus túnicas oscuras y sus características allonge blancas sobre la cabeza, que les imprimía un halo de respeto. Junto a ellos, y ataviado con la misma indumentaria, Ernie le sonreía levemente. Ella sabía que no debía mostrar más simpatía de la necesaria, por el bien del juicio, por esa razón hizo lo mismo, curvó sus labios en una leve sonrisa y luego regresó a su gesto serio y algo abrumado.

Fue Draco, al ser su testigo, el primero en comenzar con el interrogatorio.

—Señorita Lavender, me gustaría que le contase a su señoría y a este jurado todo lo que nos expuso en su declaración, a efecto de que no varíe nada de lo anteriormente dicho.

El tono solemne que Draco usó al dirigirse a ella consiguió que se pusiese todavía más nerviosa. Aun así, y tratando de controlar el temblor involuntario de su voz, Lavender comenzó su relato sin saltarse ni una sola palabra. Cuando terminó, Draco volvió a hablarle dirigiéndose a ella en el mismo tono austero.

—¿Está usted absolutamente segura, señorita Brown, que la víctima y el señor Crabbe subieron al coche del doctor Goyle?

—Sí, señor —contestó ella escuetamente, tal y como Hermione y el mismo Draco le habían recomendado.

—Señores del jurado. —Draco se giró hacia el lugar donde se hallaba el jurado popular que seguía con interés el caso—. Ya lo han escuchado, es cierto que existen huellas por toda la habitación que inculparían también al señor Crabbe, pero ya han sido expuestos los testimonios de testigos importantes que recalcan que, el señor Vincent Crabbe, no estaba en disposición aquella fatídica noche de hacer daño ni siquiera a una mosca. También han escuchado ustedes el testimonio de trabajadores y trabajadoras del local donde prestaba sus servicios la víctima, de la pacifica relación existente entre el señor Crabbe y la señorita White y de los sentimientos que él le profesaba a ella. Han tenido constancia de la declaración del mismo señor Crabbe, que asegura que jamás habría puesto un solo dedo sobre ella y el profundo dolor que siente por su injusta pérdida. No deben pasar por alto que además de los testimonios, tienen delante de sus ojos las pruebas de las huellas encontradas en la botellita de Scoop y el mechero que, sin ninguna duda, coinciden, siendo ambas del doctor Goyle. Espero, señores del jurado, que estudien minuciosamente mis supuestos de cómo se llevó a cabo el crimen y luego, en base a todo lo expuesto, den un fallo justo, que para la acusación, es sin duda, la culpabilidad del señor Gregory Goyle en el caso de asesinato de la señorita Eliza White.

Draco se giró de nuevo, miró a Lavender sin exteriorizar nada y fue a sentarse en su lugar junto a Hermione, que sonreía orgullosa de la forma en la que el joven había llevado todas y cada una de las vistas del juicio. Era el último día, ya todo estaba casi decidido; el juez habló.

—Letrado Zabini, es su momento ¿desea la defensa hacer alguna pregunta a la testigo?

Blaise se puso en pie, perforó con la mirada a Lavender y luego dijo, fijando la vista en el juez.

—La defensa no hará preguntas, señoría.

En pocas palabras Blaise expuso los motivos, poco creíbles, de por qué el jurado debía dar la absolución a su cliente, inculpando nuevamente a Crabbe y a sus huellas. 

El juicio había acabado al fin, ya sólo faltaba aguardar el fallo del jurado y todos en SIREM esperaban con mucho optimismo que la resolución fuese a su favor y que la justicia se abriese paso una vez más.

Cuarenta y ocho horas había dado de plazo el juez al jurado para que emitieran un fallo favorable o no al acusado. Hermione y Draco sabían que la espera de aquellas horas se haría una eternidad, es por ello, que decidieron pasarlas de la mejor forma. El éxito de su triunfo ante su padre era ya casi un hecho y Draco estaba pletórico y sonreía mucho más de lo que habitualmente solía hacerlo. No solo su futura victoria mantenía al joven abogado de tan buen humor, el juicio se había acabado, ya nada le obligaba a ocultar su relación con Hermione. Por esa razón, la invitó aquella misma noche a una cena intima en un restaurante del que era cliente habitual. Al principio, Hermione se opuso un poco, si alguno de los espías de Lucios sabía de su existencia podría pasar cualquier cosa, pero era tanto el optimismo de Draco que se dejó embriagar por él y finalmente accedió sin poner ninguna objeción.

Para la ocasión, Draco eligió un restaurante japonés cerca de Hyde Park que incluía una mesa de chef con capacidad para un máximo de diez personas, un mostrador de sushi y dos comedores privados. Reservó uno de aquellos dos comedores, únicamente para ellos. En todo aquel tiempo que llevaban juntos, nunca había podido ofrecerle a Hermione algo que no fuese las paredes del apartamento de Pansy, que además, resultaba ser el lugar donde la joven residía. Ya era hora de dejar de esconderse, si algo había aprendido de Hermione era a no tener miedo, a dar la cara, a enfrentar lo que fuese por aquello que deseaba. Y era precisamente ella lo que más deseaba en ese instante.

Hermione se sintió gratamente sorprendida con la elección de Draco, alguna vez, en alguna de sus conversaciones, ella había mencionado lo mucho que amaba la cocina japonesa y lo encantada que estaría visitando uno de esos restaurantes. Pero aquello era mucho más de lo que había esperado, rezumaba lujo por doquier, todo decorado en madera, con colores claros y con un toque japonés exquisito. Mientras caminaba hacia el reservado, pudo ver sentados a dos famosos actores de la escena británica y a algún que otro jugador de fútbol. Comenzó a sentirse como en un cuento de hadas, de esos que su madre solía leerle a los pies de su cama en los días lluviosos de otoño. El comedor privado era mucho más grande de lo que imaginó, podía caber en él toda la familia Weasley al completo, incluida tía Muriel. 

—Doumo arigatou gozaimasu —dijo Draco a la joven que les acomodó en el privado. Ella, tras una leve reverencia con la cabeza y dejarles sobre la mesa la carta del menú, se marchó.

—No tenia constancia que supieses hablar japonés —observó Hermione torciendo el gesto.

—Y no sé, sólo aprendí a dar las gracias, pero hasta hoy nunca lo había usado —contestó sinceramente Draco.

Hermione sonrió y se ruborizó levemente, entendiendo que aquella respuesta era más un cumplido que una aclaración.

Pidieron el mejor sushi del restaurante, un sabrosísimo postre llamado Volcán de chocolate y bebieron de la mejor botella de sake, para celebrar todo lo bueno que le deparaba la vida. Fue una velada absolutamente deliciosa, Hermione sintió que gracias al sake y a la buena comida, Draco se abrió más a ella. Le habló de sus miedos e inseguridades, la desazón que ahora le producía saber que nunca oyó de labios de sus padres la frase "Te quiero" o "Estamos muy orgullosos de ti", a él nunca le leyeron cuentos a los pies de la cama y jamás le dejaron tropezar, caerse y levantarse solo, siempre estaba la mano de su padre detrás para disimular su error o su debilidad a base de chantajes o sobornos. Hermione sintió como la congoja le invadía el corazón y entendió por qué la mirada de Draco no era sólo gris por su color, sino por todo el sufrimiento y la frustración que escondía tras ella. Decidió entonces, a la hora de contarle cosas sobre ella, omitir lo feliz y lo llena de amor que había sido su infancia y su vida con Ron y en cambio, le relató alguna de las anécdotas más divertidas de su vida, que paradójicamente, tenían siempre que ver con algún miembro de la familia de su difunto marido. A pesar de que a Draco aún le molestaba sobremanera que mencionase a Ron, no pudo evitar soltar alguna que otra risotada con aquella desquiciada familia de pelirrojos. 

Y así, entre risas, confidencias y recuerdos a veces buenos y otros malos, Draco y Hermione salieron del reservado. Ya no temían a nada y se olvidaron de quienes eran y de todo lo que les rodeaba. Él le pasó la mano por la cintura, ella dejó caer su cabeza sobre el hombro antes de abandonar el restaurante caminando bajo el oscuro cielo de Londres, para terminar la noche entre las sábanas de la habitación de un renombrado hotel cercano que Draco había reservado, aquella noche era el principio de algo bueno en su vida y quería empezarlo de la mejor de las maneras. Lo que nunca pudo adivinar fue quién les vio salir acaramelados del restaurante japonés, alguien que estaba a punto de acceder a él pero que tras verles, montó en cólera y se subió en el primer taxi que pasó por su lado con un destino fijo, con una maquiavélica intención.


Lucius dio un golpe en la mesa tan fuerte que sintió un profundo dolor en el puño, mas ningún gesto de su rostro exteriorizó aquel malestar. Frente a él, Blaise Zabini y Marcus Flint miraban al suelo abatidos. 

—No hemos podido hacer nada, Draco ha estado soberbio. Estudió el caso, lo siguió, averiguó cosas que son irrefutables, hay pocas posibilidades de que ganemos, señor Malfoy. Sentimos haberle fallado —admitió Blaise.

—Lamentarse no sirve de nada, ganar sí. Nunca he perdido un caso y perderé el primero a manos de mi inexperto hijo…

—De todas formas debemos esperar el fallo del jurado. He hablado en privado con alguno de ellos y creo que he sido convincente —aseveró Flint.

—¿Tú convincente? Si esos inútiles cambian de opinión y ganamos el caso no será gracias a tu inteligente forma de actuar, sino a mi dinero. Largaos, desapareced de mi vista, no quiero saber nada de vosotros hasta dentro de dos días y espero que para entonces vengáis con mejores noticias.

No hizo falta que Lucius tuviese que repetir la orden una vez más, Blaise y Flint salieron del despacho como almas que lleva el diablo. El padre de Draco estaba realmente disgustado, iba a ser vencido por su propio hijo, por aquel al que consideraba un traidor. Notó arder una llama de rencor en su interior, pero ese no era el mayor de sus problemas; un día antes había recibido la llamada de su futuro consuegro dándole las oportunas quejas sobre el desinterés que Draco estaba mostrando por Astoria y por la inminente boda. Apenas la visitaba, ni la llamaba y la joven vagaba como alma en pena por la mansión. Lucius excusó el comportamiento de su hijo hablándole del importante caso que Draco llevaba entre manos y que eso, probablemente y a su pesar, le robaba más tiempo del deseado para poder estar junto a Astoria. No supo bien si logró o no apaciguar el malestar del señor Greengrass pero esperaba que aquel arrebato de rebeldía de Draco no fastidiase sus asuntos mucho más de lo que ya lo estaba haciendo.

Ya era hora de regresar a casa, había estado todo aquel interminable día metido entre las cuatro paredes de su despacho. Su costoso reloj de oro le indicaba que pasaban de las diez y media de la noche y que, efectivamente, era hora de dar por finalizada la jornada. Se levantó del sillón de piel y, entonces, la puerta de su despacho se abrió de par en par, delante de sus ojos apareció Daphne Greengrass con el rostro sonriente aunque algo enrojecido, detrás, mucho más lívida, la avinagrada secretaria de Lucius se excusó con voz abrupta.

—Lo lamento, señor Malfoy, no me ha dejado tiempo para poder anunciarle su visita.

—Yo no necesito que nadie me anuncie, sobre todo cuando el señor Malfoy sepa a qué vine —recalcó la mayor de las hermanas Greengrass.

—Está bien, Alecto, puedes irte. No te necesitaré hasta mañana.

Antes de marcharse, la secretaria dedicó una mirada de antipatía a Daphne y luego se fue cerrando la puerta tras de sí.

—Bonito despacho —comentó la joven dando un pequeño paseo por la habitación.

—Al grano, Daphne, supongo que no estás aquí sólo para alabar mi oficina —cortó tajantemente el padre de Draco.

—Siempre has sido un tipo suspicaz, Malfoy. Tienes razón, fuerzas mayores me traen hasta aquí.

—Pues empieza a hablar.

—Esto irá para largo, ¿puedo sentarme? —preguntó sonriendo con ironía. Lucius, con un gesto de la mano y sin ninguna cortesía, le indicó dónde hacerlo.

—No tengo toda la noche, empieza de una maldita vez —apremió.

—Draco quiere poner fin al compromiso de boda que tiene con mi hermana —lo soltó con frialdad como si estuviesen hablando de negocios. El rostro de Lucius no mostró ninguna mueca de sorpresa o malestar. Daphne pareció desconcertada pero inmediatamente una sonrisa afloró en sus labios—. Lo imaginabas, ¿verdad?

—Estoy preparado para ello, no importa lo que Draco quiera, sino lo que yo finalmente decida.

—¿Y si te digo que su afán de terminar con Astoria es por una chica?

—¿Tú? —inquirió sarcásticamente Malfoy.

Daphne soltó una carcajada, se mordió el labio inferior y su semblante se tornó serio de golpe.

—Lo intenté, no creas que me di por vencida tan fácilmente, pero ninguno de mis encantos pareció convencer a tu estúpido hijo. No, no soy yo.

Ahora sí que el rostro de Lucius parecía realmente tenso, incluso se había puesto en pie y clavaba su gris mirada en los ojos de Daphne que permanecía imperturbable.

—¿Quién es ella?

—Tus informadores están muy lentos, deberías despedirlos. Llevan ya algún tiempo juntos, los sorprendí una vez en un bar tomando una copa, aunque él me la presentó como una compañera de trabajo. Durante mi supuesto suicidio no hizo falta que confesase que se había enamorado de esa mujer, fue tan obvio que sólo tuve que unir cabos. Pero esta noche he terminado de cerciorarme, ya no es una suposición, los he visto salir abrazados de un restaurante japonés en el centro de Londres. Si tus informadores no te han puesto al tanto de ello, no creo que tarden en hacerlo.

—¿Quién es ella? —insistió Lucius apretando con furia la mandíbula.

—La conoces, es esa mujer, la abogada de SIREM… Hermione Granger.

Lucius dio un golpe en la mesa y luego caminó ansioso por el despacho ante la mirada de regocijo de Daphne.

—Posiblemente sea sólo un capricho, ya sabes cómo es mi hijo —comentó Malfoy.

—No lo es, esta vez no. 

—Haces todo esto por venganza hacia Draco, estás despechada, por eso vienes a contármelo.

—Lo cierto es que no me importa que tú lo sepas, no es chantajear a Draco lo que busco, él no tiene nada más que ofrecerme. Es a ti, Lucius Malfoy a quien voy a extorsionar ¿Qué pensaría mi padre o la misma Astoria si supiese que durante un largo periodo de tiempo Draco fue mi amante? —Los ojos de Daphne dejaron ver un reflejo de maldad. 

—No harás eso.

—No me pongas a prueba. Mi padre sigue pensando que a pesar del acuerdo, Astoria y Draco se casan por amor. Es un iluso, siempre lo fue y mi hermana una mojigata que por no defraudarlo hará todo lo que el desea, aun sacrificando su felicidad. Pero tu hijo es más inteligente de lo que crees y no cederá, si no te ha comunicado ya su decisión de acabar con esa farsa probablemente es por ese juicio, por no caldear las cosas aun más entre tú y él. Escúchame bien, Lucius, si quieres ser el consuegro de mi padre y de su fortuna, tendrás que darme lo que yo te pida, después lo que hagas con esa mujer de la que Draco dice estar enamorado es asunto tuyo.

Lucius miró desafiante a la joven que no apartó ni un sólo instante los ojos de él, su mandíbula se tensaba más a cada momento y cualquier otro que no fuese Daphne Greengrass estaría temblando de miedo, sin embargo, la muchacha sabía que, en ese instante, era ella la que tenía la sartén bien sujeta del mango y ahora le tocaba a aquel soberbio hombre ceder un poco. Su satisfacción fue máxima cuando le escuchó decir.

—¿Qué quieres?

—Quiero lo que merezco, podría pedirte que convenzas a mi padre para que me devuelva la parte de la herencia que me corresponde pero no tengo paciencia para esperar a que eso suceda, necesito el dinero ahora. Ya lo perdí todo por amar a un hombre hace algún tiempo, no voy a salir perdiendo por otro una vez más. En esta ocasión me llevaré algo a cambio, mi silencio, Lucius Malfoy, por una casa en la isla de Ibiza y esta cantidad en euros. —Extendió hacia él un trozo de papel en donde había escrito una cifra numérica de seis dígitos.

Lucius abrió los ojos de par en par mientras leía el papel y dejó escapar una sonrisa ladeada, tal y como su hijo hacía cuando algo le parecía ridículo.

—Eres muy pretenciosa.

—Es lo que hay, no es mucho teniendo en cuenta lo que ganarás con la fusión de la boda —le recordó.

—¿Y qué me garantiza que cuando liquides esta cantidad en tus hombres y tus fiestas, no vendrás de nuevo a extorsionarme para conseguir más? —inquirió Lucius traspasándola con la mirada.

—No pretendo vivir a costa tuya, sino de otro. Un incauto ricachón necesitado del cariño de una mujer más joven que él. Mi tiempo para perder la cabeza por hombres jóvenes ya pasó, ahora mi meta es encontrar alguien que pierda la razón por mí. No me será difícil conseguirlo, Ibiza es un buen lugar para poner mi anzuelo y esperar a que piquen. ¿Tenemos un trato?

Lucius tomó aire sin apartar su gris mirada de la muchacha que le sonreía con aire inocente mientras extendía la mano hacia él. 

—Eres una sabandija, habríamos sido buenos amigos. Voy a darte lo que me pides pero no quiero volver verte en Londres. Si pones un pie en la ciudad lo sabré y mis hombres actuarán en consecuencia; no pienses que lo que te ocurra me quitará el sueño —le advirtió Lucius volviendo a su mesa y sentándose de nuevo en su sillón.

—¿Cuándo lo tendré?

—Mañana estará todo listo, ve al aeropuerto a las cinco de la tarde, uno de mis hombres te estará esperando allí, con un billete hacia España y todo lo que has pedido. 

—¿Debo fiarme de ti? —inquirió ella entrecerrando un ojo recelosa.

—Soy un mal hombre, Daphne, pero un hombre de palabra.

La joven sonrió, se puso en pie y se dirigió hacia la puerta, antes de salir del despacho, dijo alzando el mentón de forma altanera.

—Ha sido un placer hacer negocios contigo, Malfoy. Buena suerte con tu hijo.

Y se marchó. 

Rápidamente, Lucius descolgó el teléfono e hizo algunas llamadas; la primera a su secretaria, que por suerte aún no había abandonado el edificio, la segunda a su casa, para decir que llegaría un poco tarde y la tercera a uno de sus hombres para que le concretara una información sobre su hijo y cierta mujer.


Draco miraba al techo blanco de la habitación del hotel mientras escuchaba cerca de su oído la respiración pausada de Hermione. Durante aquella noche, mientras sentía la suave y cálida piel de la joven en sus dedos, mientras dejaba la huella de sus labios sobre el cuerpo de Hermione, había decidido que aquel seria el día en que se enfrentaría a su padre, le contaría toda la verdad y su intención de acabar con Astoria. Sin embargo, pensó que tal vez sería mejor no decirle nada de sus intenciones a Hermione, ella trataría de disuadirlo o, en el peor de los casos, querría acompañarlo y entonces, únicamente, empeoraría las cosas. Cuando ya todo estuviese hablado, se lo diría y podrían al fin vivir su romance en paz. Aún faltaban más de veinticuatro horas para el desenlace del juicio, pensó que estaría bien eso de recibir la noticia de la culpabilidad de Goyle sabiéndose libre de su compromiso con Astoria. 

Cuando Hermione despertó, Draco ordenó que le llevasen el desayuno a la habitación y ambos disfrutaron de él en la más absoluta intimidad, aunque Hermione notó que el joven estaba un poco más callado de lo habitual. Intuyó que el próximo fallo del jurado le provocaba cierta ansiedad y, por ello, no le preguntó qué era lo que le mantenía tan silencioso.

Se despidieron a las puertas del hotel, no sin antes quedar para verse en la tarde. Hermione decidió caminar un poco, quería entrar en una librería que le pillaba de paso, Draco se subió a un taxi con destino a las oficinas de su padre.

Alecto Carrow, la secretaria de Lucius, no pudo creer lo que sus ojos estaban viendo; Draco cruzaba en ese instante por delante de su mesa.

—Disculpe, señor Malfoy, su padre está ocupado —le informó levantándose rápidamente de su silla e interponiéndose entre él y la puerta del despacho—. Además, sabe que no es usted bien recibido, debo anunciar su llegada.

—Hazlo entonces, estúpida —le increpó Draco.

Alecto se dio media vuelta y desapareció tras la puerta del despacho de Draco. Aquella mujer siempre había puesto de los nervios a Draco, ella era una de las principales aliadas de su padre; era su fiel vasallo, una orden de Lucius era inmediatamente cumplida por Alecto, se tratase de lo que se tratase. Draco siempre había sentido cierta repulsión por ella y ahora, esa animadversión se había acrecentado. 

La secretaria salió a los pocos segundos y dijo algo sorprendida.

—Parece que su padre esperaba su visita, señor Malfoy, puede pasar.

Ante aquellas palabras, a Draco le dio un vuelco el corazón, trató de controlar su ansiedad y cruzó el umbral de aquel despacho que había visitado tantas veces tiempo atrás.
Lucius se encontraba vuelto de espaldas con las manos cruzadas detrás y mirando a través de la ventana, no se giró, únicamente dijo con voz ruda y tan fría, que Draco sintió que se helaba la habitación.

—Sé a qué has venido y antes de que cometas un grave error quiero que cojas el sobre que hay en la mesa y mires lo que contiene.

Draco tensó la mandíbula, quiso hablar pero presintió que le temblaría la voz y optó por hacer lo que su padre le había sugerido. Agarró el sobre y metió la mano en él, sacó unas fotografías. El pulso se le aceleró cuando comprobó quién era la protagonista de aquellas instantáneas, Hermione salía en todas y cada una de ellas, y todas habían sido tomadas esa misma mañana; a la salida del hotel, en la librería y de camino al apartamento de Pansy.

—Pésimo gusto, hijo mío, he de decirlo, pero eso no es lo importante —comentó Lucius sin girarse—. Lo importante es que eso que has venido a hacer ya no lo harás, si quieres que esa chica siga caminando tranquilamente por la vida. 

—No te atrevas a hacerle daño, la quiero, no vas obligarme a dejarla —protestó Draco apretando con furia las fotografías de Hermione.

—Puedo y lo haré, te dije que no metieras la pata en mis asuntos con los Greengrass y me has desobedecido en eso también. Si quieres que tu caprichito siga así de bien y entera, espero por su bien que hoy mismo, en cuanto salgas de este despacho rompas con ella y, una vez acabado el juicio, dejes a ese estúpido de Sirius Black y a su amigo y vuelvas a mi bufete continuando con tu vida antes de toda esa sinrazón que has llevado estos últimos meses. Te casarás con Astoria en la fecha prevista y serás un buen marido y el yerno que ese iluso de Greengrass espera de ti, ¿me has escuchado bien?

—No puedo hacer eso, no quiero, la necesito…

—Estupideces, nadie necesita a nadie, siempre te enseñé eso, Draco. ¿Qué has aprendido todos estos años? El amor es cosa de débiles, los sentimientos y las emociones humanas sólo traen problemas y en ningún caso son una ventaja. Dile adiós a tu Granger hoy mismo o te prometo que la próxima vez que le regales flores será en su funeral y sabes que siempre cumplo mis promesas.

—La haré sufrir… —musitó el joven temblando de pies a cabeza.

—Ese es el menor de mis problemas, Draco. Vete y termina con esta estupidez de una vez. No me engañes, sabes que terminaría enterándome y sería mucho peor. No tienes opción, ni ella tampoco.

Draco cerró los ojos con fuerza y de ellos brotaron dos lágrimas imposibles de retener. Sentía una horrible desazón al pensar cómo reaccionaria Hermione ante la terrible noticia. Las fotografías resbalaron de sus manos y quedaron esparcidas por el suelo mientras, abatido, abandonaba el despacho de su padre. Sólo entonces, Lucius se giró y clavó la mirada en la puerta que su hijo acababa de cerrar, una maquiavélica sonrisa de triunfo curvó sus labios. El siempre salía vencedor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro