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en posesion de la verdad

Era algo completamente inesperado, y además, prácticamente imposible. Pruebas, Lavender debía tener pruebas contundentes para acusar con tanta determinación a Gregory Goyle. Hermione estaba muy aturdida, le costaba asimilar todo aquello que estaba sucediendo. Si era cierto, si Lavender decía la verdad, Crabbe era inocente, ¿y sus huellas? en la habitación, sobre el cuerpo y la ropa de Eliza… No, no podía ser, era tan claro todo, tan nítido; ni rastro de Goyle.

—No podemos hablar de esto aquí, necesito que me des detalles y este no es el mejor lugar.

—Vivo en un apartamento pequeñito con dos chicas más y no creo que aquel tampoco sea un buen sitio.

Hermione pensó con rapidez. En su casa tampoco, Draco podía ir a visitar a Pansy en cualquier momento, y ella debía estar en posesión de toda la verdad antes de saber de qué forma actuar. 

—Luna… —susurró—. Señorita Brown, sé dónde tendremos toda la intimidad del mundo para poder hablar.

No, no se hablaban, no lo hacían desde primeras horas de la mañana; más bien, Luna no le dirigía la palabra a Rolf. El motivo, un nuevo despiste del joven que había estropeado la alfombra de lana de oveja vietnamita que el señor Lovegood le había traído a su hija, tras regresar de uno de sus innumerables viajes en busca de animales raros. El padre de Luna tenía un extraño oficio, o más bien obsesión, según él, había cientos de especies del mundo animal y vegetal, repartidas por el mundo que aún no habían sido descubiertas, y por ello, él dedicaba su vida a tratar de encontrarlas; ausentándose muy de tarde en tarde, pero por largas temporadas, de Ottery. Es por esa razón por la que Luna daba una importancia suprema a todos aquellos presentes que su aventurero padre traía de lejanas tierras, aunque normalmente siempre regresaba con la noticia de que aquel extraño animal que había ido a descubrir, no era en realidad tan extraño y estaba de sobra descubierto. No obstante, sus esperanzas continuaban vivas y a la espera de que alguien volviese a darle alguna noticia sobre lo que buscaba con tanto anhelo. Mientras tanto, seguía viviendo en Ottery, en su granja cercana a la de los Weasley, aguardando la visita de su hija y su yerno cada navidad o cada vacación estival. 

La alfombra de la discordia fue la última adquisición del señor Lovegood hacía más de un año. Luna miró con irritación el agujero que lucía en uno de los laterales del tapiz, lanzando un resoplido tan fuerte que llegó sin dificultad a oídos de su marido. Rolf continuaba trabajando en su "milagroso crece plantas". Era un joven despierto, un poco indeciso, y según Luna, falto de carácter. Sin embargo, era terriblemente inteligente y trabajador, pero como buen genio, muy pero que muy despistado. Solía dejar sus enseres del laboratorio regados por toda la casa, a veces limpios, pero en la mayoría de los casos con restos de productos que no eran del todo muy saludables. Luna no soportaba que se despreocupase de aquella forma, ella no era ni mucho menos un ejemplo a seguir, porque jamás había tenido los pies en el suelo, pero hasta que no conoció a Rolf no se dio cuenta de lo madura y responsable que era en comparación con su desastroso marido.

El almuerzo lo realizaban en silencio, solo de vez en cuando se escuchaba un "me pasas la sal, por favor", o "¿quieres un poco más de agua?", y luego una vez más regresaban al mutismo. Rolf soportaba la situación con paciencia, Luna era un poco terca y siempre que él metía la pata —con bastante frecuencia, por cierto—, ella reaccionaba de la misma forma. Se enfadaba mucho, luego estaba algunas horas sin dirigirle la palabra hasta que de pronto se le pasaba de golpe el descomunal enfado, y volvía su habitual buen carácter. Así que ahora solo esperaba a que su esposa sonriese, y en el instante en que lo hiciese, todo volvería a estar bien.

Abrió la boca para volver a disculparse por el incidente de la alfombra, pero no lo hizo porque oyó como alguien golpeaba impacientemente la puerta del apartamento de la pareja.

—¡Oh! Que extraño, ¿quién será?

Rolf se encogió de hombros mientras observaba como Luna dejaba la mesa para averiguar quién era el recién llegado. Unos segundos después, regresó junto a Hermione y a otra chica que ambos no conocían. Hermione se extrañó al no encontrar a Charlie en casa de sus amigos, pero estos le explicaron que el pelirrojo había decidido aventurarse él solito en la ciudad, y que llamo para informarles que no almorzaría con ellos.

Después de hacer las pertinentes presentaciones, y sin entrar en demasiados detalles, Hermione le pidió a Luna una habitación de su casa prestada durante unas horas para poder hablar con Lavender en privado. Su amiga aceptó, pero solo puso una condición, ya que les había fallado la compañía de Charlie debían ser ellas las que les acompañaran en el almuerzo. Por supuesto, Hermione aceptó encantada, Rolf había vuelto a cocinar. Lavender sin embargo, se opuso un poco, aunque rápidamente fue convencida de que aceptara. 

Durante el almuerzo el enfado de Luna se esfumó, ya no recordaba que instantes antes apenas si se hablaba con Rolf, y en un abrir y cerrar de ojos su trato con él había vuelto a la normalidad. La comida y la compañía fue amena y eso consiguió que Lavender se sintiese cómoda entre las paredes de aquella casa dejando un poco de lado su timidez. Más tarde, cuando terminaron el postre, ella y Hermione se retiraron a una habitación pequeñita que hacía las veces de cuarto de estar, donde Luna escribía sus ensayos para la revista con la que colaboraba. Las paredes de la estancia estaban pintadas de un suave tono malva, sin embargo la decoración era de color amarilla, verde y azul, aquella mezcla de tonalidades era demasiado caótico como para que nadie pudiese sentarse a escribir algo coherente. Hermione entendió porque los ensayos de Luna sobre la naturaleza y los distintos seres vivos eran a veces un tanto disparatados. El mobiliario que conformaba la extraña estancia, escaso y de color crema, constaba de una mesita junto a un sofá pequeño y añil, y un escritorio frente a una silla giratoria con respaldo. Hermione y Lavender se sentaron en el sofá. La joven rubia parecía sentirse nuevamente indispuesta e incómoda, Hermione por su parte, sacó una grabadora y una libreta. Pronto se unió a ellas Luna, que traía una bandeja de mimbre con té recién hecho, dejándola sobre la mesita de color crema. 

—Servíos, Rolf y yo aprovecharemos para hacer algunas compras. No tengáis prisa, puedo aseguraros que tardaremos bastante en regresar.

—Gracias, Luna —dijo Hermione sonriéndole.

Su amiga, antes de abandonar la habitación, le devolvió la sonrisa acompañada de un amistoso guiño.

Hermione sirvió té a Lavender que decidió tomarlo sin leche, y luego, espero un poco antes de comenzar con la batalla de preguntas. Trascurrido el tiempo de rigor, la abogada dejó a un lado su taza de té y cogió la grabadora, la puso en marcha; lavender le dedicó una mirada de desconfianza.

—Es necesario, tengo que grabarte, si no lo hago, Malfoy no me creerá —explicó Hermione confiando en que esa razón fuese suficiente para Lavender. La joven asintió, Hermione continuó hablando—. Afirmas que Crabbe es inocente.

—Eso he dicho.

—Y que tienes pruebas de ello.

—Así es.

—Necesito que me cuentes como pasó todo, desde el principio.

Lavender tomó el último sorbo de su taza de té, depositándolo después sobre la mesa. Inspiró aire y lo dejó escapar muy lentamente, cerró los ojos y las primeras palabras brotaron de sus labios.

—Cuando Eliza llegó al club yo llevaba unos meses trabajando allí. Es un lugar de prostitución de lujo, las tarifas de la chicas son bastante caras. Eliza era una joven muy bonita, tenía el cabello castaño, a veces parecía rojizo, sus ojos de un extraño y atrayente tonalidad dorada, y su piel era blanca casi como el nácar. Era un belleza, y por eso desde el primer momento fue una de las chicas más solicitadas. Pero también era tímida y por eso ella y yo congeniamos de inmediato. Yo no tenía demasiadas amigas entre el resto de las chicas porque la mayoría eran descaradas y a veces prepotentes. Nos hicimos muy buenas amigas, incluso llegamos a compartir apartamento con otra chica más —volvió a suspirar, y prosiguió—. Los señores Malfoy y Crabbe, y el doctor Goyle eran asiduos clientes del local. Malfoy nunca requirió los servicios de ninguna chica, es tipo atractivo, sobre todo por su extensa fortuna, y por ello nunca le faltaban mujeres a su alrededor sin necesidad de tener que desembolsar dinero por ellas. Sin embargo parecía que el lugar le gustaba, solía sentarse en un reservado y tomar copas mientras veía a las chicas bailar y se dejaba querer por alguna otra, sin llegar a nada importante. Acostumbraba a llegar acompañado de Crabbe y Goyle, estos sí solían disfrutar de la compañía de las muchachas, sobre todo Goyle, que enseguida se encaprichó de Liza. Tuvo algunos encuentros con él, y también con Crabbe pero siempre habló de ellos de forma diferente. 

>>Un tiempo después saltó a los periódicos, en la sección de las noticias de sociedad, que el señor Draco Malfoy se había comprometido con la hija pequeña de un multimillonario inglés, Astoria Greengrass. A partir de ese momento, dejó de asistir tan asiduamente al local, y solo lo hacía muy de vez en cuando. Sus amigos continuaron con sus visitas, Crabbe no podía ocultar su admiración y devoción por Liza; se había enamorado de ella, se lo dijo, y eso pareció el motivo por el cual Goyle dejó de pedirla. Mi amiga le tomó mucho cariño a Vincent, decía que era rudo y que sus modales no tenían nada que ver con su posición pero que la trataba con respeto y con afecto, que le hacía regalos y nunca la forzó a nada. En realidad, y por difícil que sea de comprender, jamás tuvieron una relación íntima —Hermione frunció el ceño. Lavender esbozó una débil sonrisa y continuó—. Liza me contó que Crabbe no deseaba tenerla a base de golpe de talonario sino por su propia voluntad, mas eso nunca sucedería porque mi amiga no pudo enamorarse de él. 

—Entonces, tal vez sí la mato, por celos…

—Eso es lo que el otro pretende que creamos, y hubiese sido así si aquella noche yo no llego a ver lo que vi. Era un treinta de diciembre; la víspera de Nochevieja. El club organizó una fiesta para sus clientes más importantes, Malfoy estuvo allí, pero muy poco tiempo. Crabbe y Goyle llegaron juntos, en seguida Vincent buscó a Liza y le entregó un regalo que había comprado, según él, pensando en ella. Sé que le hizo ilusión, era un pulserita de oro blanco y pequeños brillantes incrustados. Crabbe la hacía sentirse importante ¡menuda estupidez! En realidad ninguno de los dos me cayó nunca bien. Crabbe bebía demasiado y en ocasiones, en fechas importantes, tomaba sustancias ilegales; Goyle no solía beber, siempre estaba más sereno. Era más frio menos impetuoso, pero igual de idiota. 

>>Aquella noche, yo servía en la barra, nunca lo suelo hacer, siempre voy a las mesas, pero en esa ocasión me encargaron estar detrás del mostrador. Goyle se acercó y pidió un par de whiskeys on the rocks, me extrañó puesto que el jamás se dignaba a pedir en la barra y siempre ordenaba desde su reservado, en donde Crabbe y Liza esperaban. Aun así, era un día especial, por ese motivo no le di mucha importancia. Puse frente a él las bebidas que había solicitado y seguí con mis quehaceres, entonces me di cuenta que había olvidado la bayeta para limpiar la barra cerca de donde había servido la última vez y regresé, fue en ese momento cuando vi algo mucho más extraño aún. Goyle vertía en uno de los Whiskeys el contenido de un pequeño botecito de cristal. Luego removió la bebida y tiró el frasco en uno de los contenedores, y se marchó en dirección al reservado llevando en la mano ambos vasos. No sé qué fue lo que me impulsó a hacer lo que hice pero algo me decía que debía recoger aquel frasquito. Así que ni corta ni perezosa, esperé a que el doctor estuviese en su reservado y salí de detrás de la barra, recogí la bolsa que había dentro del contenedor, que estaba medio vacía, le hice un nudo en el extremo, y la dejé en un lugar donde nadie pudiese encontrarla y deshacerse de ella. Si me hubiese puesto a rebuscar dentro en ese instante, probablemente habría llamado mucho la atención, así que lo pospuse para más tarde. 

>>La fiesta continuó hasta bien entrada la noche, para ese entonces, Crabbe no se mantenía en pie, lo cual me pareció un tanto extraño. Lo había estado observando y su estado no se correspondía con lo que había bebido o consumido durante la fiesta. En el local quedábamos ya muy poca gente. Liza se acercó y me dijo que se marcharía con él a su apartamento, que no estaba bien y que ella se quedaría allí hasta que se recuperase, no era la primera vez que lo hacía, ya te dije que le tenía mucho cariño. 

En el local ya no quedaban clientes, salvo Crabbe y Goyle. La mayoría de las chicas habían conseguido su plan para esa noche, y las que no ya se habían retirado. Paul, mi compañero en la barra, se encontraba dentro del almacén ordenándolo todo un poco, y solo yo quedaba en el club justo cuando los últimos clientes se marcharon, en concreto Crabbe y Goyle, así que Paul no alcanzó a ver cuando salían. Mientras yo limpiaba la zona de la barra, Liza se despidió de mí, me dijo que después de dejar a Crabbe en su casa sano y salvo iría directamente al apartamento que compartíamos, y salió del club con ellos. No me pude resistir; dejé lo que estaba haciendo para asegurarme de que Liza subía al taxi con Crabbe, y que Goyle, que estaba completamente sereno, se marchaba en su propio coche. Cuando me asomé a la puerta, el taxi esperaba, pero ni Crabbe ni Liza habían subido a él. Mi amiga discutía con Goyle pero solo alcancé a leer sus labios en un par de ocasiones.

—¿Y qué fue lo que decía?

—Dijo "puedo hacerlo yo sola", "prefiero subir al taxi". Discutieron un poco más, y luego Goyle despidió al taxi, agarró por debajo de los hombros a Crabbe y lo metió en su coche, después entró Liza muy malhumorada y finalmente él, se alejaron, esa fue la última vez que la vi.

Hermione detuvo la grabación y se pasó la mano por el cabello. Luego volvió a presionar el botón para activar el aparato grabador, mientras decía.

—En su declaración Goyle asegura haberse despedido de Crabbe y Liza esa noche en la puerta del local alrededor de la una y cuarto de la madrugada.

—No, no es cierto —sentenció Lavender con firmeza—. Era más de las dos de la mañana, esperaron a que el local estuviese prácticamente vacío y no, él no se fue solo, Liza y Vincent subieron a su coche con él. 

—¿Que ocurrió con el frasquito?

Lavender echó mano a su bolso y hurgó durante unos instantes en él, extrayendo una bolsita transparente con un frasco de cristal en su interior.

—Es este. Pensé que no sería conveniente tocarlo con los dedos para evitar contaminarlo por si es considerado una posible pista, así que, aprovechando que mi compañero seguía en el almacén, abrí la bolsa de basura y con una pinzas para los tacos de hielo, agarré el botecito de cristal y lo metí en esta bolsa para conservar que siempre solemos tener en el club; la cerré y la he tenido guardada en casa todo este tiempo.

Hermione miró con admiración a la joven camarera mientras cogía la bolsa con el frasco en su interior. Lo observó unos instantes y luego dijo con aire pensativo.

—Lo enviaré a un laboratorio, posiblemente los restos de la droga sigan en su interior, podremos compararlo con los análisis que se le practicaron a Crabbe, y tal vez hayan quedado impresas las huellas de Goyle —siguió contemplándolo unos segundos más volviendo a añadir—. Esto cambia tanto las cosas…, aun así, ¿por qué estás tan segura que Crabbe no asesinó a tu amiga?

Los castaños ojos de Hermione habían dejado de clavarse en el botecito de cristal y ahora estaban fijos en los de Lavender, que emitieron un destello al contestar.

—Porque él la amaba, y la respetaba, aunque parezca extraño dedicándose Liza a lo que se dedicaba. Vincent era un tipo odioso pero jamás le habría hecho daño, nunca la forzó a nada, ella era su vida. Sin embargo el doctor Goyle era distinto, lo que el sentía por mi amiga no era algo tan puro, era enfermizo, la deseaba y no soportaba que Liza prefiriese a Crabbe, nunca pudo aceptarlo.

—¿La mató por venganza?

—Creo que aquella noche trató de hacerla suya, ella no quiso y la mató por despecho.

Hermione volvió a detener la grabación, se puso en pie, caminando sin rumbo por la habitación. Se detenía de repente, miraba a Lavender, abría la boca para decir algo pero se arrepentía, y regresaba a su caminata sin fin. Lavender la observaba pacientemente, entendía que todo aquello que le estaba contando, incluso sus últimas conjeturas, eran difíciles de asimilar. De repente, Hermione dejó de caminar y se detuvo frente a ella.

—No fue fortuito —dijo con voz grave—, lo tenía todo planeado, si no, ¿cómo explicas lo del frasco con la droga? ¿Y la insistencia en que subiesen a su coche, y no a un taxi? Tengo una teoría; Goyle lo ideó todo para acabar con la vida de la señorita White y utilizó a su amigo para que nada pudiese inculparlo a él; lo drogó, haciéndole creer que había cometido el crimen puesto que Crabbe es incapaz de recordar nada. Habría sido brillante, salvo por una cosa con la que no contó.

—¿Qué cosa?

—Tú, Lavender, y tu desconfianza hacia él. Eres una pieza muy importante querida, te has convertido en el testigo de descargo de este caso.

Dio tantas vueltas a la ciudad que prácticamente se sentía mareado. Después de hablar con Hermione, Draco, tomó la firme decisión de contarle lo sucedido a Pansy, pero no sabía cómo hacerlo. Entendía que ella tenía derecho a saber la verdad, el motivo por el cual Blaise la había abandonado, pero también sabía que eso, tal vez arruinaría para siempre la historia de su joven amiga con Nott. Cansado de malgastar el tiempo, por fin puso rumbo a casa de la chica, deseoso de que, más que causarle un dolor, acogiese su noticia como una buena nueva. 

Pudo comprobar por las terribles ojeras de Pansy que la muchacha no había logrado la noche anterior conciliar el sueño todo lo bien que hubiese deseado. 

—Sabía que vendrías —dijo mientras se apartaba de la puerta para que su amigo entrase.

—¿Qué tal te encuentras?

—No lo sé… aturdida. He preparado té, ¿quieres un poco?

Draco asintió levemente con la cabeza siguiendo a Pansy hacia la cocina. Sentía un terrible nudo en la garganta porque ni siquiera era capaz de tragar un sorbo de aquel delicioso té, la hora de contarle todo a Pansy había llegado, no tenía razón de ser seguir atrasándolo. 

—Blaise me visitó esta mañana.

Las mejillas de Pansy se volvieron lívidas y su anguloso rostro se contrajo. Draco tragó saliva, ya se veía bastante afectada y aún no le había dicho ni una cuarta parte de lo que sabía.

—Vino a darme su versión del motivo por el cual desapareció de la noche a la…

—¡No quiero saberlo! —le interrumpió Pansy abriendo mucho sus claros ojos.

—Pansy —dijo arrastrando las palabras como era costumbre en él mientras alargaba una mano hacia la de su amiga y la atrapaba con delicadeza—. Créeme que si no fuese importante jamás habría venido a contarte esto pero pienso que debes saberlo, y estoy seguro que cuando lo sepas te alegrarás de haberme permitido hablar.

La joven dejó escapar un agonizante suspiro, miró el borde de su taza de té, luego la mano de Draco sobre la suya y finalmente desvió sus ojos para encontrarse con los de su amigo, y asintió pesadamente. Aquel gesto dio a Draco la venia para soltar su discurso. Pansy, sin estar muy convencida del todo, cerró los ojos y se dispuso a escuchar lo que su rubio amigo había ido a contarle. Si hubiese estado completamente segura de que no deseaba saber lo sucedido, no habría dejado bajo ningún concepto que Draco hubiese abierto la boca, pero tenía dudas, muy a su pesar, tenía dudas, y era mejor despejarlas del todo para así poder ser feliz de una vez con Nott. Ahora con él las cosas iban muy bien, Pansy era feliz, pero la repentina llegada de Blaise no le había sido indiferente, y esa sensación de alivio y rabia al volverlo a ver le desconcertaba hasta tal punto de no poder siquiera dormir con tranquilidad.

Draco tomó aire, luego lo expulsó de golpe, con brusquedad, comenzando de esa forma a narrar palabra por palabra todo lo que su amigo le había contado aquella misma mañana. El rostro de Pansy palidecía y se contraía a medida que avanzaba la enrevesada historia de la huida de Blaise, y para cuando Draco terminó de contar todo, la piel de la joven ya no mostraba ni una pizca de lozanía, y se había tornado de un tono tan cetrino que asustaba solo de verlo. Se sentía mareada, a punto de desfallecer; un nudo como el de la gruesa soga de una horca, parecía estar alrededor de su garganta, apretado muy apretado, evitando que pudiese respirar con normalidad. Pansy se cubría la boca con una de sus temblorosas manos tratando de controlar las náuseas que alborotaban su estómago. 

—Lo siento, Pansy, pero tenías que saberlo, por ti, por él, pero sobre todo por Nott.

Ella no podía hablar, era incapaz de articular palabra. Tenía la mirada perdida y seguía conteniendo las ganas de vomitar. Un sudor frio resbaló por sus sienes cuando oyó como alguien estaba abriendo la puerta principal. Rogó para que fuese Hermione, pero sus súplicas no tuvieron el efecto deseado porque el cabello oscuro y alborotado de su novio asomó por la el umbral de la puerta del salón. Nott mostraba una entusiasta y atractiva sonrisa, y en contraste con los apagados y entristecidos ojos de Pansy, los suyos —de un extraordinario color violeta—, brillaban con una luz cegadora.

—Buenas noches —saludó animadamente, y desviando la mirada hacia su novia añadió—. Tengo una sorpresa para ti.

Pansy trató de recomponerse aunque aún seguía notando el fuerte nudo en su garganta. Draco se apartó un poco, y caminó hacia un pequeño bar que había en el salón sirviéndose de inmediato un licor para deshacerse de la desagradable sensación de sequedad que tenía en la boca.

—¿Una sorpresa?

—Así es, para compensarte por haberme marchado anoche de esa manera tan repentina, después de todo lo que te habías esmerado en mi fiesta de cumpleaños.

Pansy esbozó una sonrisa y el nudo pareció aflojarse un poco. Nott se sentó a su lado y cogiéndola de las manos, dijo suavemente.

—He reservado mesa en ese restaurante español que tanto te gusta.

Draco miró de reojo a su amiga, percibiendo la incomodidad en cada uno de sus gestos. Estaba completamente seguro que la idea del restaurante le había agradado mucho pero también era consciente de que en ese instante, y después de recibir la noticia que había recibido, era más probable que desease estar a solas, valorando la nueva situación a la que tendría que enfrentarse. Draco conocía lo mucho que Pansy había amado a Blaise y como sufrió con su abandono; abandono que ahora estaba totalmente justificado, pero ¿seguía sintiendo su amiga la misma pasión y el mismo amor por Zabini, o por el contrario la perseverancia, el cariño y la paciencia de Nott ya habían dejado profunda huella en el corazón de la joven? Solo Pansy podía responder a aquella pregunta.

—¿Tengo media hora para arreglarme? 

—Tienes todo el tiempo del mundo —contestó Nott, adornando la frase con una irresistible sonrisa y dejando libre las manos de su chica.

Pansy respondió con otra sonrisa, se puso en pie, dedicó una mirada de complicidad a Draco y luego salió del salón a toda prisa. De inmediato la sonrisa se borró del rostro de Nott, su rubio amigo captó el gesto, pero se abstuvo de hacer ningún comentario optando por llevarse a la boca otro sorbo de aquel buen y caro licor.

—Ya lo sabe, se lo has contado, ¿verdad?

A Draco se le atragantó el sorbo y comenzó a toser sin control.

—Sé que es de pésima educación escuchar detrás de las puertas, pero no pude evitar hacerlo —confesó sin mirar a Draco a la cara.

—Era mi obligación hacerlo —tosió de nuevo—, ella tiene derecho a saber lo que ocurrió, y nunca le habría dado la oportunidad a Blaise de explicárselo.

Nott se puso en pie, y sin dar ni un paso se quedó estático mirando hacia el techo, emitiendo un suspiro tan fuerte que pareció un rugido. Apretó la mandíbula y Draco notó como ardían sus ojos violetas cuando lo miró al fin, dejando de lado el suelo y el techo.

—No voy a retirarme, no voy a cedérsela, voy a luchar por ella mientras no me dé motivos para no hacerlo. 

—Haces lo correcto, pero no podrás evitar que Blaise también lo intente.

—Estoy preparado…

—¿También para perderla? —inquirió Draco arrastrando sus palabras con mucha más énfasis de lo normal.

—Para eso nunca lo estaré, pero no pienso retener a mi lado a una mujer que no me ame, o que piense en otro cuando esté conmigo.

Draco se acercó a su amigo, le dio un par de palmaditas en el hombro mientras ladeaba los labios esbozando lo que parecía una amigable sonrisa.

—El amor es para estúpidos y débiles, solo para aquellos que gustan de sufrir. Yo nunca sufriré por amor.

—Tanto huyes de él que algún día te verás tragándote esas palabras, Malfoy.

La risa de Draco llegó a sobresaltar a Nott que movió la cabeza con resignación pero creyendo firmemente en la frase que había provocado la carcajada de su amigo.

—Suerte, Nott.

Con los mejores deseos, Draco se despidió, y todavía riendo, se marchó del apartamento de Pansy. 

Sirius y Remus decidieron salir del despacho un poco más temprano aquella tarde, a pesar de la inminente llegada del otoño, el día había estado caluroso y despejado, y no estaba mal celebrarlo con un par de copas antes de regresar a casa. Todavía quedaría un poco de tiempo de sol y debían aprovecharlo. Entre charlas de adonde pasarían el resto de la tarde, los dos hombres recogieron sus cosas y se dispusieron a dejar el bufete hasta el día siguiente, y habría sido así de no ser por la repentina llegada de Hermione con una noticia que necesitaba el máximo de atención. 

Irrumpió en el despacho de sus jefes muy alterada. Ernie, que la había visto pasar como un rayo por delante de su mesa, no pudo evitar seguirla.

—¡Demonios, Hermione! ¿Qué ha pasado? —exclamó Sirius frunciendo el ceño.

—Traigo noticias sobre el caso Crabbe, importantes… Ernie —dijo mirando el joven que estaba disimuladamente apoyado en el quicio de la puerta. Ernie se puso recto como un palo, y retrocedió un paso pensando que su jefa lo echaría de allí, pero se dio cuenta que estaba equivocado cuando escuchó—, entra, y cierra esa puerta.

El muchacho rubio obedeció sin chistar, Hermione se aproximó a él mientras le preguntaba.

—¿Recuerdas cuando estuviste en el club, esa chica, la que parecía saber algo pero que no quiso hablar contigo porque no trabajabas para Malfoy?

—Sí, Lavender.

—Ella, ya sé lo que ocultaba.

—¿Cómo?

Mientras Hermione y Ernie intercambiaban aquellas palabras, Sirius y Remus se miraban el uno al otro confundidos.

—Hice algo que estuvo muy mal, que no es ético y además muy poco profesional, pero ella sabía algo y al confundirme con una empleada de Malfoy… —se mordió el labio mientras dirigía sus castaños ojos hacia sus jefes que la miraban aún más confundidos que antes—. Lo siento, me hice pasar por la mano derecha de Draco Malfoy para que Lavender me contase antes que a él aquello que sabía.

Ernie abrió los ojos de par en par, conocía poco a Hermione pero jamás la habría imaginado capaz de hacer algo deshonesto. Remus tenía la misma expresión de incredulidad que Ernie, pero Sirius mostraba un gesto de complacencia que consiguió sosegar un poco el alma culpable de Hermione. De esa forma, comenzó a relatar todo lo que había averiguado aquel día con Lavender. 

—No puedo creerlo, ¡Crabbe inocente! —exclamó Ernie.

—Todo habrá que comprobarlo, déjame ver eso —comentó Remus señalando la bolsa con el frasquito que Hermione sujetaba—. Lo mandaremos a analizar, el contenido y las huellas.

—Pero no tenemos las de Goyle, ¿cómo las compararemos? —preguntó Hermione mirando fijamente el tarrito de cristal.

—Pues supongo que la policía se las tomará…

—No, olvídalo, Ernie, la policía no hará eso porque, aparte del testimonio de una camarera y este frasco, no tenemos nada más. 

—Pero es un sospechoso, señor Black —protestó Ernie indignado.

—Para nosotros sí, pero para la mayoría de la gente, Gregory Goyle es un doctor prestigioso, y si nos equivocamos, si esa chica se equivoca, mancharemos su reputación y eso es imperdonable. No debemos olvidar de donde viene ese testimonio, esa Lavender, trabaja en un bar de alterne…

—¿Y eso la hace menos importante que ese doctor?, ¿acaso por dedicarse a servir copas no es fiable su testimonio?

—Tranquilo, muchacho, yo no he dicho eso —se defendió Sirius con el ceño fruncido—. Quiero decir que debemos andar con pies de plomo si queremos juzgar al verdadero culpable. Antes de acusarlo, antes de proclamar a los cuatro vientos la inocencia de su amigo, tenemos que tener pruebas contundentes.

—Necesitamos sus huellas… —musitó Hermione.

—¿Pero cómo las conseguimos? Nos conoce a todos y si es el verdadero asesino, se cuidará de no ponérnoslo fácil —advirtió Remus sin apartar los ojos del tarrito que sostenía delante de sí mismo.

—Tendríamos que contar con alguien desconocido para ese hombre y a la vez alguien que fuese de confianza —sugirió Ernie.

—¡Oh, cielos, por supuesto! ¿Cómo no lo pensé antes? —Todos se giraron hacia Hermione que enseguida añadió con una sonrisa de oreja a oreja— ¡Luna y Rolf!

—¿Quiénes son esos?

—Unos amigos, casi como si fuesen mi familia, Sirius. Además estoy segura que estarán encantados con esa misión, recoger las huellas digitales del doctor Goyle.

—¿Y cómo lo harán?

—Pues ellos son un matrimonio real y no tienen hijos, pueden hacerse pasar por futuros pacientes con intenciones de aumentar la familia. Y tal vez, un papel, un documento que venga de sus manos, un bolígrafo sobre la mesa… oh, Luna nos traerá algo con toda seguridad.

—No es mala idea, siempre y cuando ellos estén dispuestos a colaborar con nosotros —subrayó Remus.

—Lo estarán.

—¿Y Malfoy? ¿Cuándo se lo vamos a contar?

Hermione se giró hacia Ernie que había hecho aquella pregunta, por unos instantes ni siquiera había pensado en ello. Pero su compañero tenía razón, Draco Malfoy tenía que saberlo y eso supondría su primer fracaso ante aquel desteñido.

—Lo sabrá cuando estemos completamente seguros que las suposiciones de esa camarera son ciertas y no una mera fantasía —aclaró Remus con contundencia.

Llevaban algo más de una hora desde que llegaron al restaurante y en todo aquel tiempo apenas habían mantenido un par de conversaciones superfluas. A Nott no le interesaba lo revuelto que iba a volverse el clima de Londres en las próximas semanas, ni quien había alquilado el apartamento que quedaba justo en frente del de Pansy; a él lo único que le inquietaba era lo que pasaba por la mente de su novia, qué era aquello que casi la había vuelto muda. Pronto llegó el postre, y fue entonces cuando a Nott se le acabó la paciencia.

—Estás muy callada —comentó de repente logrando al fin captar la atención de su novia.

—¿De veras? No me había dado cuenta —se excusó ella usando un tono de voz muy suave para tratar de quitar importancia a ese hecho.

Nott dejó los cubiertos con los que había estado a punto de engullir el delicioso arroz con leche, resopló dejando salir el aire lentamente, intentando apaciguar de esa forma los desquiciados latidos de su corazón, y luego dijo con voz aparentemente calmada.

—Sé a qué hacía Draco esta tarde en tu apartamento, e intuyo que eso mismo es lo que te mantiene tan callada.

Pansy no supo que contestar, solo palideció lo suficiente como para darle a entender inconscientemente a su chico que había dado en el clavo. Nott se mordió el labio, mientras se pasaba los dedos temblorosos por su desordenado cabello oscuro, después miró fijamente a su novia y añadió, endureciendo un poco la voz.

—Cuando te uniste a Zabini, cuando te enamoraste de él, supe que yo nada podía hacer; me resigné. Luego él desapareció de la noche a la mañana, rompiéndote el corazón. Siempre pensé que tarde o temprano regresaría, tú lo perdonarías y volveríais a estar juntos. Pero el tiempo fue pasando y él no regresó, entonces tuve de nuevo esperanzas en que te fijases en mí, y esperé, esperé todo lo que fue necesario para que te dieses cuenta cuanto te amaba. Y un día, el milagro ocurrió, ese día en que sin motivo aparente me besaste. Hiciste de ese día el más feliz de mi vida y todos los demás a partir de aquel momento, a pesar de que la sombra de Blaise siempre rondaba nuestras vidas. Y ahora, él ya no es una sombra sino una realidad y su historia es trágica, ha dejado de ser un villano a tus ojos para convertirse en un mártir, un héroe…

—Nott… —susurró Pansy con el corazón aprisionándole el pecho.

—Esta mañana cuando oí, de forma casual su aventura, supe que todo se me pondría cuesta arriba, porque Blaise viene dispuesto a recuperarte, pero no me achanté y le grité en la cara que lucharía por ti; sin embargo, ahora no estoy seguro de ello. Te amo Pansy, de eso no puedes tener dudas y estaría dispuesto a pelear por ti si tú me dijeses ahora mismo que a pesar de saber la verdad no has vacilado ni un instante en seguir a mi lado.

Los brillantes ojos violeta de Nott se clavaron en los de Pansy atravesándolos, llegando hasta su mente. Ella, no dijo nada, sin embargo él pudo leer aquello que pasaba por su cabeza. Cerró los ojos, apretó la mandíbula y añadió con voz trémula.

—Pude esperar hasta el final de mis días a que te enamorases de mí, pero no puedo pasar el resto de mi vida sabiendo que sigues pensando en él, en estar junto a él. Dime que no has dudado. 

—Nott, yo… yo creo que te amo, y no quiero que esto termine.

—Sé sincera, Pansy, contigo y conmigo —sentenció.

La joven dejó caer abatida la espalda sobre el respaldo de la silla, sintiendo como le faltaban las fuerzas. Ella vaciló unos segundos más hasta que finalmente dijo con voz débil.

—No fue su voluntad dejarme…

Aquellas palabras terminaron por hundir la esperanza de Nott, que tratando de disimular su agonía, añadió.

—No creo que después de lo sucedido debamos seguir con esto. Tú no estás segura y yo, yo no quiero ser el segundo plato. Medítalo, piensa bien a quién amas realmente de los dos y si resulta que finalmente es a mí, allí estaré… pero no siempre Pansy, no siempre —sonrió levemente agregando—. Terminemos la cena, luego te llevaré a casa.

Regresaba a casa en su coche, después de un ajetreado día de nuevos e inesperados descubrimientos sobre el caso Crabbe, mientras la suave noche ya cubría todas las calles de Londres. Sorprendentemente, y sin previo aviso, el tiempo se había vuelto inestable, y por ello el asfalto estaba húmedo y surcado por pequeños charcos de agua cristalina. No volvía sola, alguien lo hacía junto a ella, llevando las riendas del vehículo. De vez en cuando, las luces de la ciudad se reflejaban como un espejo en su rojo cabello. El corazón de Hermione recuperaba la paz observando el rostro pecoso de Ron sonreír mientras le contaba con voz pausada lo divertido que había sido participar en su último torneo local de ajedrez, y como había aplastado a su oponente en un tiempo record. Su voz, su cálida y varonil voz, conseguía sumirla en un trance, en un mundo lleno de seguridad. Ron conducía con cautela, "no volverá a sucedernos lo mismo", le había dicho un instante antes de que ambos subiesen a ese coche, "no volverán a separarnos". Todo iba bien, todo era perfecto, sin embargo lo bueno, lo intenso, y dulce no dura eternamente, y tal y como ocurrió aquella fatídica vez, inesperadamente un coche se interpuso en su camino. Ron giró bruscamente el volante con intención de esquivarlo, el vehículo patinó por la húmeda calzada, Hermione miró aterrorizada a su marido. De pronto el coche volcó dando un par de vueltas de campana y terminó estrellándose contra una farola de hierro forjado. Hermione notó un fuerte golpe en la cabeza, con premura y temiendo lo peor se despojó de su cinturón de seguridad, y gritó con desesperación el nombre de su esposo.

—¡Ron, no! Ron, no… no… ¡Maldita sea! ¡Otra vez no!

Con desesperación agarró con firmeza el hombro del hombre herido que yacía a su lado y lo giró bruscamente. Su semblante perdió todo el color, tornándose lívido; bajo todo aquel fluido escarlata que brotaba de una enorme herida en su frente, Hermione intuyó el verdadero rostro del hombre herido mortalmente junto a ella. Ni rastro del rojo natural de su cabello, ni de sus simpáticas e infantiles pecas. El cabello estaba rojo, sí, pero debido a la sangre que lo teñía vislumbrándose su color albino real bajo ella, y su piel blanca y sin imperfecciones no dejó lugar a dudas. Hermione se llevó la mano a la boca horrorizada mientras susurró con voz temblorosa…

—Malfoy…

Se despertó bruscamente consiguiendo que algunos de los documentos que había repartido por la mesa del salón se cayesen irremediablemente al suelo. Hermione sentía como el corazón le golpeaba sin piedad pecho, respirando con mucha rapidez tuvo un leve mareo. Elevó la mirada confusa pudiendo ver la silueta de un hombre frente a ella. 

—¿Otra vez tus pesadillas?

La voz de Charlie la devolvió completamente a la realidad. Aturdida comenzó a recoger los papeles que se habían caído al suelo. Charlie se agachó y la ayudó en su empeño.

—¿Te encuentras bien? —preguntó una vez que ambos tuvieron todo en su lugar.

—Me quedé dormida sin darme cuenta —contestó ella pasándose la mano por la nuca dejando ver una mueca de dolor en su rostro—. Mañana padeceré tortícolis.

—Te oí gritar, el nombre de mi hermano… 

—Solo fue una pesadilla —aclaró Hermione incómoda.

—Creí que desde que te instalaste en Londres, se habían acabado.

—No, no se han acabado, pero son menos frecuentes. 

Hermione aún notaba el palpitar brusco de su corazón, recordaba perfectamente el final de su pesadilla y como había susurrado el nombre de Malfoy, temió que Charlie la hubiese escuchado. Pero el pelirrojo no hizo ninguna alusión al respecto, y sonriéndole con ternura se sentó a su lado mientras echaba una ojeada al montón de papeles y documentos esparcidos por la mesa.

—Veo que has tenido un día ajetreado —comentó tratando de cambiar de tema, ya que su cuñada parecía muy incómoda con aquella situación.

—Bastante, tal vez demasiado —respondió ella aliviada—. ¿Y tú, qué has hecho todo el día?

—De aquí para allá, he visitado un poco la ciudad, me he perdido otro poco, y he conocido a una chica con la que he quedado para cenar mañana —recitó de corrido, sin apartar la sonrisa de su rostro inundado de pecas.

—Bueno, parece que tu día ha sido también muy productivo…

La conversación se vio interrumpida con la llegada de Pansy. La joven pasó por delante de Charlie y Hermione como un rayo, sin saludar y encerrándose en su habitación. Los dos cuñados se miraron uno al otro, Pansy había sido muy rápida en su huida hacia su dormitorio pero no lo suficiente como para poder ver que su rostro estaba húmedo, y compungido, sus ojos enrojecidos, y ennegrecidos por la mezcla de lágrimas y máscaras de pestañas.

—Parece que no todos hemos tenido un buen día —puntualizó Charlie. Luego se desperezó, bostezó como si fuese un enorme oso, y dijo con palabras casi ininteligibles—. Me voy a dormir, es más de media noche, y tú, cuñadita, deberías hacer lo mismo.

—Lo haré, en cuanto termine de recoger todo esto.

Sonrió mientras observaba como Charlie se marchaba hacia su habitación. Al quedarse sola, sus pensamientos regresaron a su ultima pesadilla… ¿Qué hacia Draco allí? Justo en el lugar de Ron. Decidió no pensar más en eso, tal vez lo acontecido durante el día había provocado que aquel rubio desteñido también se le apareciese en sueños. 

En un santiamén ordenó todas sus cosas y se dispuso a dormir. Fue un sueño placentero, donde no hubo accidentes; fue un sueño sin Ron, sin su rostro pálido y sin vida, fue un sueño lleno de luz y esperanza, donde sobre todo, Draco Malfoy no volvió a aparecer.

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