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blanca navidad

El invierno llegó de golpe a Londres, las temperaturas bajaron estrepitosamente y las calles se cubrieron de un tupido manto blanco. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina y en el ambiente, ya se podía respirar el aroma a dulces típicos, admirar las luces de colores alumbrando y alegrando las grandes vías de la ciudad y, por doquier, sonaban villancicos con voces melodiosas. Era una época para disfrutar y para compartir lo más hermoso de la vida con los seres mas queridos. 

Sin embargo, para algunos la Navidad no tenía el mismo significado de alegría y dicha, para otros simbolizaba echar de menos a aquellos que ya no estaban, o a quienes estaban demasiado lejos. 

Para Hermione aquella fecha era una tortura, durante los días previos le asaltaban constantemente imágenes de navidades anteriores vividas junto a Ron en la Madriguera, con toda la familia unida, comiendo dulces, pavo y cantando villancicos con letras inventadas porque el licor, a ciertas horas de la noche, no les dejaba recordarlas tal y como eran. Con Charlie bailando sobre la mesa semidesnudo y con la señora Weasley regañándole escoba en mano. Con los gemelos dejando que pequeñas bombas fétidas explotasen cerca de la vieja tía Muriel. Y con ella, feliz, observando todo aquel alboroto —censurado únicamente por la anciana y Percy, el hermano más serio de todos los Weasely— con la cabeza apoyada sobre el robusto hombro de Ron oyendo sus carcajadas y el latir de su fuerte y joven corazón. Eran tiempos de felicidad, imágenes de una dicha que ahora regresaban exclusivamente para ensombrecer su triste existencia. 

Para colmo, las cosas en el apartamento de Pansy no ayudaban demasiado a que su estado de ánimo mejorase. Su compañera de piso andaba como un fantasma por los rincones, gimiendo y lamentándose de la decisión que Nott había tomado por los dos. Charlie se había marchado a la Madriguera para celebrar las fiestas con la familia, aunque había prometido regresar para año nuevo. Le echaría mucho de menos, su carácter vivaz y despreocupado, conseguía arrancarle sonrisas espontaneas, que ella agradecía en gran medida. 

Su relación con Draco no había mejorado mucho pero al menos ahora se hablaban. Seguían resonando en sus oídos las palabras que el joven le había confesado dentro del coche, mientras la lluvia se estampaba contra el cristal del parabrisas "No me arrepiento de haberte besado, es más, volvería a hacerlo, pero no sucederá jamás".

Jamás…

Aquel jamás sonaba tan lejano. Era lo que ella quería, ¿o no? Su cabeza estaba aturdida y su corazón lleno de dudas y culpabilidad. 

Cada día veía entrar a aquel hombre de cabello liso y rubio por la puerta del despacho, con un fugaz "Buenos días", se sentaba tras el escritorio y apenas levantaba la vista de la pantalla del ordenador o de las notas que Ernie, o incluso ella misma, le dejaban sobre la mesa. Un par de intercambios de ideas y, mientras él hablaba, ella ponía más interés en la forma de sus labios que en las palabras que emergían de ellos. Aun así Hermione tenía muy claro que Draco Malfoy no era el hombre con el que ella deseaba recuperar su vida. No aquel orgulloso joven, con aires de superioridad, que era poseedor de todos los defectos que ella aborrecía en el ser humano, por ello, achacaba su absurda atracción por él al hecho de que tal vez comenzaba a necesitar la compañía de un hombre. Alguien que la escuchase, que la hiciese reír, un hombro donde llorar y una piel donde apagar su calor cada noche. Y ninguna de esas necesidades podía volcarlas en Draco, porque él no conocía ni deseaba conocer lo que es amar y ser amado y, eso era exactamente lo que ella necesitaba, volver a sentirse amada.

La noche antes de Nochebuena, Pansy recibió una visita que esperaba desde el incidente en casa de sus padres. Blaise Zabini llamó a la puerta del apartamento de la joven a eso de las cinco de la tarde de aquel día, justo cuando en la tetera comenzaba a hervir el agua para el té.

No pudo decir que le sorprendiera verlo allí, Blaise había tardado demasiado en aparecer por su casa y de él, en ese instante, sólo esperaba una cosa: su disculpa.

—Has tardado demasiado en venir —acusó con voz fría mientras observaba como su antiguo novio caminaba hacia dentro de la casa.

—No sabía cual sería tu reacción si me aparecía por aquí. Me enteré lo de Nott.

Mientras cerraba la puerta, Pansy emitió un angustioso suspiro que Blaise no percibió.

—¿Draco?

—Astoria, la encontré buscando regalos para Navidad en el Soho y me contó que Theo te visitó para terminar completamente contigo. Mentiría si te dijera que sentí la noticia.

—Por eso estás aquí, porque piensas que tienes el camino libre.

—Ya no tienes por qué dudar, si es que alguna vez dudaste. Entiendo que no quisieras hacerle daño, sin embargo, él ha dado el paso definitivo, no tienes por qué sentirte culpable de nada.

Las palabras de Blaise no consiguieron apaciguar el malestar que Pansy sentía desde su ruptura con Nott. Dejó sus ojos clavados en aquel hombre de piel oscura, de cabello corto y ojos negros como una noche sin luna. Su aspecto físico era tan diferente al de Nott, tan distinto. Notó como algo se rompía en su interior mientras dejaba la mirada fija en Blaise, era extraño, él le resultaba tan extraño, tan lejano.

—Te he traído un regalo de Navidad. Sé que aún falta un día pero no podía esperar para entregártelo.

Su voz la hizo volver a la realidad. En la mano, Blaise mantenía sujeta una cajita alargada de color verde con un lazo plateado. Sonreía, mostrando una exasperante seguridad en aquella sonrisa. Pansy estuvo a punto de rechazarlo pero él lo abrió y extrajo una cadenita de oro con un colgante en forma de gota de agua de color verde; una esmeralda realmente hermosa.

—En tu cuello se verá aún mas bella —susurró Blaise mientras se acercaba a ella con el colgante en la mano.

Pansy estaba desconcertada, tenía decenas de sentimientos encontrados. Sus recuerdos felices con Blaise, su repentina marcha, la abnegación y devoción de Nott hacia ella, su adiós; su inesperado adiós. 

No se percató que Blaise colocaba alrededor de su cuello aquella joya hasta que no notó el roce de sus dedos sobre su piel. Fue entonces cuando se sorprendió aún más de sus propios sentimientos. En un tiempo atrás, ya casi muy lejano, aquel simple contacto habría conseguido que cada uno de los vellos que cubrían su piel se pusiesen en alerta, un escalofrío de placer habría recorrido su espina dorsal y miles de mariposas estarían armando una fiesta de primavera en su estómago, sin embargo, en aquel instante no sintió nada. Aquellos dedos, la suave caricia que dejaba sobre su piel no consiguieron alterar su cuerpo. 

Inesperadamente para Blaise, Pansy lo miró a los ojos y en un arrebato se aproximó hacia los labios del joven, besándolos. Aquel beso sólo duro unos segundos, pero fue tiempo suficiente para poder darse cuenta que para ella Blaise ya no significaba absolutamente nada. Sonrió, satisfecha al fin de haber aclarado sus dudas.

—Nada… —susurró.

Blaise la observaba con una sonrisa de triunfo en el rostro, para él, el arranque de Pansy significaba al fin su victoria frente a Nott; nada podía hacerle sospechar que era todo lo contrario.

—Sabía que lo que sentías por mí no había cambiado, sólo necesitabas darte cuenta de ello —afirmó agarrando a la joven por la cintura.

Inmediatamente, mediante un brusco movimiento, ella escapó del abrazo del joven desconcertándolo.

—¿Qué sucede?

—Nada, Blaise, eso es lo que ha sucedido. Ni el roce de tus dedos, ni ese beso me han hecho sentir nada. —Blaise torció el gesto confuso, no entendía muy bien qué era lo que ella trataba de decirle. Pansy prosiguió—. Demasiado tiempo sin ti, demasiado. Te quise como jamás pensé que podría amar a nadie más. Eras todo en mi vida. Entiendo el motivo de tu marcha, pero me dejaste, de una u otra forma y aunque lo hiciste pensando que era por mi bien, me alejaste de ti. Si me hubieses dado la oportunidad de elegir, me habría marchado contigo sin importarme los peligros que mi vida pudiese haber corrido. Pero como siempre decidiste por los dos. Demasiado tiempo alejados, demasiado y el tiempo lo cura todo —rio—. No he sabido lo cierta que es esa frase hasta ahora. Blaise, no siento nada por ti, el beso que acabo de darte me lo ha confirmado. Ha sido como si hubiese besado a Draco, no he sentido nada, sólo un enorme vacío y acabo de entender el por qué. Ya no te amo, porque simplemente ahora sé que estoy enamorada de Nott.

Blaise dio un paso hacia con el rostro desencajado y negando compulsivamente con la cabeza.

—Eso es imposible. Teníamos algo muy hermoso, algo importante ¡No puedes haberlo olvidado así como así!

—Pues lo hice, lo he hecho.

Mientras Blaise trataba de encajar el duro golpe que suponía las palabras de Pansy, ella se había despojado de la joya que durante unos minutos había decorado su cuello, se acercó al joven, le tomó la palma de la mano y la dejó sobre ella cerrándola con sus manos.

—Esto no es para mí, guárdalo y entrégaselo a alguien que algún día sienta por ti lo mismo que hace ya tiempo yo pude sentir.

—¿Estás diciendo que todo se ha acabado, que ya no hay nada más? —Pansy asintió—. ¿Ese idiota me ha ganado?

—Oh, Blaise, no se trata de quién gane o quién pierda, se trata de aceptar la realidad y la realidad es que ya no te amo.

El semblante de Blaise se compuso de inmediato, tenía la mandíbula tensa, el mentón erguido y sus ojos se mostraban tan fríos como el hielo. No pronunció palabra, de forma altanera caminó por delante de Pansy y salió de apartamento sin dirigirle la mirada. Ella pudo haberse sentido culpable pero sólo sintió alivio y una felicidad difícil de describir.


Nadie puso un pie en SIREM durante el día de Nochebuena. "Es tiempo de compras y de estar lejos del trabajo", había dicho Sirius el día anterior. Por ello, las oficinas estaban vacías.

Hermione se quedó en casa, no tenía ganas de comprar regalos ni a quién comprárselos, ni de respirar el ambiente navideño de Londres. Pansy le contó la visita de Blaise y todo lo que sucedió y lo que le llevó a saber sus verdaderos sentimientos.

"El tiempo lo cura todo, Hermione" había repetido una y otra vez durante su relato. 

—El tiempo… —susurró Hermione tumbada sobre su cama con la vista perdida en algún punto del techo—. Pero, ¿cuánto tiempo?

Cenarían en casa, aquella noche de Nochebuena, ella, Pansy y el matrimonio Scamander. Hermione, deseaba cenar con ellos y Pansy insistió en que fuese en su apartamento ya que ella cenaría sola, puesto que sus padres se habían marchado de Londres otra vez. Una cena íntima, entre amigos. A todos les pareció una buena idea. Rolf cocinaría el pavo, al estilo escocés y las chicas se encargarían del resto de la cena y de la decoración de la mesa.


Nott resopló una vez más consiguiendo al fin exasperar a Draco que trataba de releer por décima vez el segundo párrafo de su exposición sobre el caso Goyle.

—Deja de hacer eso.

—¿El qué? —inquirió el joven confuso.

—Resoplar, como si fueras una bestia. Tú has tomado la decisión, así que deja de hacer eso.

—Y es la mejor decisión que he tomado —admitió tratando de parecer convincente.

—Ya, claro —secundó Draco con voz burlona.

Nott estaba a punto de protestarle cuando alguien lo interrumpió llamando insistentemente a la puerta de su apartamento. Astoria Greengrass, con cara de pocos amigos, entró en la casa, sin saludar y caminó hasta ponerse frente a su prometido.

—¿Creías que iba a quedarme de brazos cruzados en mi casa? ¿Pensabas eso después de lo que me has dicho por teléfono?

—No voy a ir, no vas a convencerme, así que has venido hasta aquí para nada —dijo Draco sin despegar la vista de sus documentos.

El rostro de Astoria se puso rojo mientras exhalaba un suspiro de autocontrol.

—¿Puedes dejarnos a solas, Theo?

No hizo falta que lo repitiese dos veces, Nott desapareció del salón como por arte de magia.

—No asustes al pobre Theo, él ya tiene suficiente con lo suyo. No voy a ir, Astoria —repitió sin alterarse.

—No vas a dejar que vaya sola a la cena de nochebuena en casa de tus padres.

—Entiéndelo de una maldita vez, no voy a poner un pie en esa casa —pronunció aquella frase remarcando cada una de sus palabras.

—¡Mis padres estarán allí!

—¿Y?

—¡Que no puedes hacerme ese feo! ¿Qué les diré?

—No hará falta que les digas nada, ellos lo saben todo.

—Tu padre no te lo perdonará.

Draco dejó a un lado sus papeles y se puso en pie atravesando con sus grises ojos los de Astoria.

—Creo que hace mucho que no me importa en absoluto nada de lo que mi padre pueda pensar de mí. Me alegro que me digas eso porque llevo tiempo queriendo hablar contigo de algo y pienso que este es el mejor momento. Voy a anular la boda.

Los ojos de Astoria se abrieron tanto que parecieron salírsele de las órbitas, su rostro dejó de estar rojo y se volvió lívido como un día de niebla.

—¿Cómo… cómo has dicho? —preguntó tartamudeando.

—Anular la boda, creo que se ha entendido bien —insistió Draco con un deje de sorna en la voz que alteró a su novia mucho más.

—Espero que sea una broma.

—No, no lo es, es lo más serio que he dicho en mi vida.

—Pero eso no puede ser y lo sabes. Tenemos que casarnos, está decidido —le recordó ella acercándose a él con el rostro desencajado.

—No, te equivocas, ni tú ni yo hemos decidido nada, ellos lo hicieron por nosotros y yo ahora decido que no.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —Astoria no pudo más y se derrumbó en el sofá notando como le daba vueltas la cabeza.

—No estamos enamorados…

—¡Oh por el amor de Dios, Draco! ¿Cuándo ha importado eso?

—Nunca, hasta que me he planteado una vida contigo sin sentir absolutamente nada. —Draco comenzó a caminar por la habitación sin rumbo fijo mientras hablaba.

—Somos amigos, nos entendemos. Hay muchos matrimonios que no están basados en el amor y duran toda la vida. Además, ¿desde cuándo te importan los sentimientos? —inquirió Astoria.

—No lo sé, pero querrás que tengamos hijos.

—Es lo esperado —admitió.

—Yo no podré, has dicho que eres mi amiga y yo no me acuesto con mis amigas.

—Es un negocio, Draco, pensé que lo entendías —explicó Astoria con un deje de desesperación en la voz.

—Yo también, pero piénsalo, no es nuestro negocio es el de ellos. 

—No voy a defraudar a mi padre, Daphne lo hizo sufrir mucho y yo no pienso hacerlo.

—Pero no será ellos quienes tengan que convivir día a día sin que halla nada más que una amistad, que estoy seguro que se resentirá, lo sé.

Mientras decía aquello, Draco se había arrodillado delante de ella y le sujetaba las manos entre las suyas.

—Dímelo, dime que nunca, ni siquiera por un segundo, has deseado que nuestra boda no se lleve a cabo. Dime que nunca has dudado de tu destino.

Astoria se quedó callada, nunca había dudado, no hasta que oyó a Charlie Weasley susurrarle durante aquel baile que le gustaba y en ese momento, por un sólo segundo deseó no tener ningún tipo de ataduras. 

—Es importante para nosotros, para nuestro futuro y no podemos decepcionarlos.

—Eso no es una respuesta, sin embargo, tu silencio me dice muchas más cosas —comentó Draco poniéndose de nuevo en pie.

Astoria lo imitó volviendo el color escarlata a su rostro. Tomó aire y luego dijo casi sin respirar.

—No te reconozco, tú hablando de sentimientos… estás raro, ¿con quién estás hablando Draco? Vivir con Nott te está ablandando. Tú no eres así, no, al menos lo que conozco de ti. No tienes sentimientos, nunca los has tenido o ¿es que te has encargado de esconderlos? ¿Quieres acabar con todo? ¿Quieres anular la boda? Bien, hazlo, pero hazlo tú solo porque yo no pienso apoyarte en esa decisión y si sigues empeñado en ello te advertiré algo, sabes cual será la reacción de tu padre y también sabes que no lo aceptará. Yo me lo pensaría porque Lucius Malfoy siempre consigue lo que quiere y no le importa llegar a donde tenga que llegar para conseguirlo. Que seas su hijo no te da ningún privilegio.

—Tal vez sí he cambiado. No me esperes esta noche. —Con esas palabras, Draco dio por concluida la conversación.

Sumida en la rabia y el desconcierto, Astoria abandonó el apartamento de Nott. 

Draco resopló con fuerza mientras con ambas manos se sujetaba la cabeza apretándola como si quisiese que su cerebro le saliese por la nariz.

—Yo si apoyo tu decisión, amigo.

Se giró bruscamente y vio a Nott descansando en el umbral de la puerta sonriéndole.

—Lo has oído todo.

—No susurrabais precisamente —admitió caminando hacia él.

—Mi padre no lo permitirá y no me da vergüenza reconocer que eso me da miedo.

Nott se mantuvo en silencio, observando el rostro pálido y desmejorado de su amigo. Volvió a sonreír antes de preguntar.

—¿Quién es ella?

—¿Cómo?

—Hay una mujer, solo una mujer puede hacer cambiar a un hombre así y esa no es Daphne, ¿quién es? —insistió.

—Nadie importante, supongo —concluyó Draco con una sonrisa melancólica y decidió cambiar de tema—. ¿Cenarás con tus padres?

—No tengo un plan mejor ¿y tú?

—Tengo tres opciones: la primera quedarme solo y no me apetece, la segunda pasar la noche con Daphne, eso me apetece mucho menos, además hace siglos que no aparezco por allí, he decidido dejar mi relación con ella de una vez, y la tercera ir a casa de Pansy. Creo que me decidiré por la tercera opción.

Diciendo eso, Draco se puso el abrigo, enrolló la bufanda en su cuello y se colocó los guantes de cuero negro sobre la pálida piel de sus delgadas manos.

—¿Vas a salir? —preguntó Nott que aún no se había arreglado para ir a casa de su familia y estaba más despeinado que nunca.

—Tengo que comprar un buen vino.

El rostro de perplejidad de su amigo fue lo último que Draco vio antes de abandonar el apartamento.


Un suave "clink" anunció que el exquisito pavo de Rolf estaba por fin listo. Las chicas habían decorado la mesa con sumo cuidado, de blanco y dorado el mantel y las servilletas de rojo intenso. Un hermoso centro de fruta fresca adornaba la mesa y las copas y los platos relucían a la luz de las velas rojas y doradas. Luna terminaba de encender la última de ellas cuando Rolf anunció que la cena estaba lista para ser servida. En breve, ya todos estaban alrededor de tan sabroso manjar, afuera, a través de los cristales de la ventana podían ver como incesantes copos de blanca nieve caían y se deslizaban por ellos. La calle estaba completamente tupida por la nevada, era una noche de Nochebuena inigualable.

—Creo que deberías hacer tú los honores, Rolf, ya que has sido el que más has trabajado hoy —dijo Hermione extendiendo hacia el único hombre que había en la casa los utensilios para trinchar el pavo.

Rolf sonrió hinchando el pecho con orgullo pero todavía no había hundido el cuchillo sobre la dorada pechuga del animal cuando llamaron a la puerta. Se miraron unos a otros confusos.

—Disculpadme un momento.

A toda prisa Pansy corrió hacia la puerta y cuando comprobó quién se escondía tras ella, dijo con tranquilidad.

—Estabas tardando mucho, sabía que vendrías.

—He traído vino —anunció Draco mostrándole la botella.

—Vamos, pasa.

El joven entró y caminó hacia el salón acompañado de su amiga. Sin embargo al entrar se quedó paralizado, no esperaba que Pansy tuviese visita. Hermione lo vio y el corazón le dio un vuelco.

—¡Oh, vaya! Creo que no será suficiente una botella de vino. Pensé que estabas sola. Feliz Navidad, supongo.

—Bueno todos lo estábamos por eso hemos decidido unirnos. Tú también estás aquí ¿no? —dijo Pansy empujando suavemente a Draco hacia la mesa—. Los padres de Hermione están en Sidney y ellos son los Scamander, Rolf —Draco estrechó la mano del hombre que tuvo que soltar el cuchillo en la mesa— y su esposa Luna.

—Scamander, ¿sois los improvisados detectives de Granger? —inquirió Draco frunciendo el ceño.

—Así es, los mismos —contestó Luna orgullosa de sí misma.

—No he tenido el placer de hablar con vosotros, mi compañera —miró a Hermione, ella bajó la vista aturdida— os tomó declaración y tal cual la hemos incluido en el informe.

—Hoy no es día de hablar de trabajo, juicios y asesinos, así que si vas a quedarte a cenar toma asiento, que el pavo empieza a enfriarse —apremió Rolf volviendo a envainar el cuchillo y hundiéndolo con vehemencia en la carne del ave asada.

Draco, a pesar de que no le gustaba lo más mínimo que le ordenasen nada, se sentó en la única silla vacía que quedaba entre Luna y Pansy. Frente a él se encontraba Hermione, así que, cada vez que levantaba la vista sus ojos se topaban con los de ella, que se apartaban rápido y fingía escuchar lo que su amiga le decía.

La cena fue bastante llevadera, Draco abría poco la boca y en las contadas ocasiones en que lo hacía, siempre salía de sus labios un comentario agradable o al menos contenido. Aquella forma de comportarse tenía a Hermione completamente desconcertada y a la vez embriagada. O tal vez fue el vino, de la forma que fuese, Draco estaba distinto, sin dejar de ser él, intentaba ser más amable, aunque a veces parecía demasiado forzado.

Después del sabroso pavo —por el que Rolf fue felicitado una y otra vez— y de todos aquellos manjares que lo acompañaron, Pansy comenzó sacar los licores para amenizar la fiesta. Faltaba hielo y, por ello, le pidió a su amigo que le acompañara a la cocina para picar un poco y traerlo al salón. Draco accedió de buena gana.

—¿Es ese el famoso Malfoy? —preguntó Luna a Hermione una vez que vio al joven salir de la estancia y aprovechando que su esposo estaba distraído eligiendo la música con la que ambientar la fiesta.

—El mismo.

—Pues me lo imaginaba de otra forma, más o menos, como un ogro. No fuiste muy condescendiente con él cuando lo describiste.

—Es un ogro, no te dejes engañar. Esta noche está distinto pero no es él. No es el Draco al que nos tiene acostumbrados.

—O tal vez sí, quizás este es el verdadero.

Hermione no pudo reprimir una risa al escuchar las palabras de su amiga y atribuyó su deducción al hecho de que poco o nada sabía Luna de él. 

—Piensa lo que quieras, anda, dame esos vasos platos vacíos que voy a llevarlos a la cocina.

Mientras caminaba hacia la cocina, Hermione no podía dejar de pensar en lo último que Luna había dicho, pero no podía tener razón. Ella conocía a Draco, sabía de su mal carácter, de sus aires de superioridad y de su descortesía con todo aquello que le importaba lo más mínimo. Nadie podía fingir ser así, lo era y nada más. Tal vez sí estaba fingiendo aquella noche, toda esa amabilidad y comedimiento, no eran propios de él.

Las voces de Draco y Pansy la hicieron detenerse antes de entrar en la cocina, no era de buena educación escuchar detrás de las puertas, pero Hermione en ese instante se olvidó de su educación y se vio sumida, de repente, en la conversación que mantenían los dos amigos.

—Pues Nott llora por los rincones, aunque delante de mí trata de parecer fuerte. —La voz serena de Draco fue la primera que oyó.

—Blaise estuvo aquí ayer por la tarde. Me trajo un regalo y yo le besé.

—Maldita sea, Pansy…

—No me juzgues antes de tiempo. Tenía que comprobar algo y lo hice. En otros tiempos aquel beso habría hecho saltar todas las alamas contra incendios de mi apartamento, pero el de ayer no encendió siquiera una simple vela. No queda en mí nada del amor que creía sentir por Blaise. —La confesión de Pansy a su amigo fue tan sincera que a Hermione se le puso la piel de gallina.

Lentamente y, a sabiendas que lo que hacia estaba realmente mal, se asomó lo justo para poder ver sin ser vista. Entonces, pudo observar a Draco abrazando fraternalmente a Pansy y se le encogió el corazón.

—¿Y ahora qué? —preguntó el joven mientras dejaba de abrazar a su amiga.

—Ahora tengo que intentar que Nott me crea cuando le diga que es de él de quién estoy enamorada y que no tengo ni una sola duda sobre eso.

—No será fácil, él ya no está seguro de nada.

—Lo sé, pero no voy a dejar que la felicidad se me escape por segunda vez. —Hubo un intercambio de sonrisas de complicidad y luego Pansy prosiguió—. ¿Y tú? No has podido estar allí, ¿verdad?

—Astoria me insistió pero es absurdo estar sentado con mi familia tratando de aparentar que nada ha pasado. No puedo hacer eso, me hierve la sangre solo de pensarlo. Además, hoy he tomado una decisión que puede cambiar muchas cosas…

—¡Oh cielos!! El hielo, Draco, con la charla se nos está derritiendo. Después me cuentas de esa decisión tan importante, tengo que llevar esto al salón.

Hermione vio como Pansy agarraba la cubitera dispuesta a salir de la cocina. Con presteza, retrocedió unos pasos hacia el pasillo para que su amiga pensase que estaba llegando allí en aquel momento. Ambas se cruzaron bajo el umbral de la cocina.

—¿Han protestado por la demora del hielo? —le preguntó Pansy torciendo el gesto.

—Aún no —contestó Hermione.

Pansy resopló aliviada y caminó hacia el salón, cubitera en mano. Hermione entró en la cocina al fin. De espaldas con las manos apoyadas sobre la encimera pudo ver a Draco y su delgada figura, con el cabello rubio y liso que le caía hacia delante. De pronto cerró las manos y con los puños golpeó la encimera con todas sus fuerzas.

Hermione dio un respingo pero por suerte los platos no cayeron al suelo y pudo dejarlos sobre la mesa a tiempo. Al ruido del choque de la loza contra la mesa, Draco se giró. Hermione pudo comprobar el semblante pálido y enfermizo que mostraba el joven.

—¿Te encuentras bien?

—¿Bien? ¿Qué es estar bien? No, no estoy bien, no sé si alguna vez lo he estado —contestó él con voz ronca.

—¿Puedo ayudarte en algo, Draco?

El joven soltó una risa nerviosa. Hermione frunció el ceño, confusa.

—¿Ahora soy Draco?, hace unas horas era Malfoy o simplemente "eh tú".

—Está bien, sólo pretendía ser amable, he vuelto a equivocarme contigo, no necesitas ayuda ¿verdad? Y aunque la necesitases nunca la pedirías. Soy una ilusa.

Hermione se dio la vuelta dispuesta a abandonar el mismo espacio que Draco Malfoy.

—No, espera. —Draco la sujetaba por la muñeca impidiendo que se marchara. —
No te vayas, por favor.

Hermione se dio la vuelta para cerciorarse que era el mismo hombre aquel que había pronunciado la palabra "por favor".

—Estuve hablando con Astoria esta tarde, ella no está de acuerdo pero yo he decidido anular la boda —susurró Draco clavando sus ojos en ella. 

—¿Vas a hacerlo? ¿Por qué ahora?

—No estoy enamorado de ella.

—Antes tampoco.

—Pero antes no me importaba, ahora sí.

—No lo entiendo, estuvo mal desde el principio ¿por qué te importa ahora? —inquirió Hermione mientras liberaba con sutileza su muñeca de la mano de Draco.

—Creo que estoy sintiendo algo por otra persona —contestó él sin apartar la mirada de la joven.

Ahora la que dejó escapar una risa fue Hermione.

—¿Estás tratando de decirme que te has enamorado?

—No lo sé, nunca he sentido antes esto por nadie ¿Cómo se sabe si se está o no enamorado?

—Eso es fácil de saber. Lo sabes porque no puedes dejar de pensar en esa persona, ni de noche ni de día. Porque cuando la ves lo único que deseas es besar sus labios, estar entre sus brazos… porque da igual los defectos que tenga y aquello que te saca de tus casillas siempre encuentras la excusa perfecta para disculpar esos detalles. Porque tu corazón da mil vueltas de campana si te sonríe o te dice algo hermoso y porque sientes que te falta el aire si no estás junto a ella.

—Entonces debe ser eso, porque tengo todos los malditos síntomas de los que hablas. 

—No sé si debería alegrarme o compadecerme de la chica. —Draco cerró los ojos y resopló, Hermione entendió que su comentario no había sido muy afortunado y trató de enmendarlo—. Creo que es una decisión importante y valiente, teniendo en cuenta lo que tu ruptura con Astoria representará para tu familia.

—Parece que lo entiendes.

—¿Y la otra? La hermana de Astoria —inquirió Hermione.

—Ella no significa nada y espero que mi ausencia de todas estas semanas se lo halla dejado claro. No quiero tener nada que ver con ninguna de las dos —contestó Draco volviendo a recomponerse un poco.

—Eso está muy bien, está realmente bien. Tenía la leve intuición de que tarde o temprano reaccionarias y harías lo correcto. Ahora tendrás el camino libre para intentar algo con la chica esa de la que estás enamorado.

—No, con ella es imposible. 

—¿Por qué? —preguntó Hermione confusa.

—Por que ella ama a otro y yo no sé como evitar eso —Lentamente, Draco se alejó de la encimera y caminó hacia Hermione hasta quedar frente a ella. La joven pudo ver un destello rojo en los grises ojos del muchacho antes de que este dijese tensando cada músculo de su rostro—. El otro día cuando Nott tuvo la oportunidad de vengarse a golpes de Blaise, lo envidié. Eso es lo que me gustaría hacer… dime Hermione, tú que lo sabes todo ¿Cómo lo hago? ¿Cómo me desquito con él? ¿Cómo le parto la cara a Ron para que te deje en paz de una maldita vez? 

En una milésima de segundo, Hermione lo comprendió todo; entendió que esa chica de la que Draco creía estar enamorado era ella misma. Sintió como el corazón se le subía a la garganta y la respiración se le había vuelto difícil. Pensó que perdería el conocimiento pero se mantuvo en pie con la mirada fija en los ojos ardientes de Draco.

—Yo…

—No, no digas nada, ya lo has hecho en muchas ocasiones. Yo no estoy a su altura, no puedo compararme con él. No hay nada peor que luchar contra un buen recuerdo. No puedo luchar contra eso, no sé hacerlo. Nunca he cumplido mis promesas, pero por lo visto he cambiado, según Astoria, así que no te preocupes, dije que no me acercaría a ti y no pienso hacerlo.

Draco dio un paso al frente para marcharse de la cocina pero Hermione se interpuso en su camino. Ni siquiera supo por qué lo hizo, lo más sensato hubiese sido haberle dejado marchar pero su cuerpo no hizo caso a su cerebro y se vio frente a él, cerca muy cerca. Entonces reparó en la respiración agitada de Draco, en la vena de su cuello, largo y blanquecino, palpitando con fuerza, en su boca entreabierta y en sus finos labios levemente humedecidos.

—Charlie, Luna… todos me dicen que tengo que dejar atrás el pasado, pasar página, dicen que no debo permitir que el recuerdo de Ron condicione el resto de mi vida; que tengo que darme la oportunidad de volver a empezar. Pero no es fácil, no, no lo es ¡maldita sea! Sin embargo, yo quiero hacerlo, al menos hoy prefiero no pensar, prefiero no recordar, necesito dejarme llevar de una vez por todas…

No quiso terminar la frase y llevada por un impulso, del que tal vez más tarde podría llegar a arrepentirse, Hermione paseó la mano por el cabello de Draco hasta llegar a la nuca y luego lo atrajo hacia ella, hacia sus labios y, cuando se vino a dar cuenta, lo estaba besando. 

Por un instante Draco no supo como reaccionar, aquel arrebato de Hermione le había pillado completamente desprevenido, pero pronto el aroma de la joven y el dulce sabor de su boca consiguieron que se relajase y se dejase envolver por lo que estaba sucediendo. No tenía ni la más remota idea de cuánto duraría aquel momento pero podía asegurar que si la felicidad existía, se resumía en aquel instante. Con presteza, agarró la delgada cintura de Hermione y la aproximó hacia él, consiguiendo que el beso se intensificara. Hermione no quería pensar, notaba como las manos de Draco le quemaban la piel por encima del vestido, que sus labios se movían con desesperación contra los suyos y ella sólo deseaba acariciar una y otra vez su liso cabello rubio. Tenía miedo a abrir los ojos y que la imagen de Ron apareciese ante ella, como la otra vez, le daba pavor volver a ver sus ojos azules en los grises de Draco y su rostro pecoso en la pálida piel del joven Malfoy. No quería pensar por qué se sentía bien, por qué desde hacia mucho tiempo estaba sintiendo una paz que no recordaba, la proximidad del cuerpo de aquel hombre, su olor, su calor devolvían la pasión perdida al suyo. 

De repente algo vibró dentro del pantalón de Malfoy, él lo ignoró pero ella se sobresaltó y se separó súbitamente de él. Abrió los ojos, temerosa y delante de ellos pudo ver el rostro de Draco, menos pálido y sus ojos, todavía envueltos en llamas, traspasándola hasta dentro de su alma; ni rastro de Ron. 

—Es mi teléfono, es un mensaje —dijo entrecortadamente por la violenta respiración—. No quiero saber qué o quién es.

—Tal vez sea importante.

—Me da igual —espetó volviendo a aproximarse hacia ella.

Mas Hermione lo detuvo colocando suavemente una mano sobre el pecho del joven.

—Sal de dudas.

Draco resopló, entornó los ojos y agarró su teléfono móvil mientras farfullaba palabras malsonantes por lo bajo. Hermione trató de ahogar la risa que le producía el enfurruñamiento de Malfoy. Draco leyó detenidamente el mensaje que acababan de enviarle. Hermione supo que no era nada bueno cuando la tez de su piel volvió a palidecer y sus ojos perdieron todo rastro de fuego, regresando a ellos el gélido gris de siempre. Draco tragó saliva y luego anunció con el rostro desencajado.

—Tengo que irme.

—¿Qué ha sucedido? —inquirió Hermione angustiada.

Draco no contestó y, en vez de eso, le entregó el móvil con el mensaje en la pantalla, Hermione pudo leer que procedía de Daphne Greengrass y su contenido decía.

"Te informo que acabo de tomarme un bote completo de pastillas, espero que esta vez vengas a verme con rapidez porque si no mi muerte pesará sobre tu conciencia para siempre. 
Feliz Navidad, Malfoy"

—¡Cielo santo!

—Tengo que llegar antes que sea demasiado tarde.

Hermione asintió. Draco pasó por delante de ella como un rayo pero antes de salir de la cocina, se giró, regresó junto a Hermione y agarrándola con firmeza por la cintura la atrajo nuevamente hacia él y la besó, como si no tuviese la oportunidad de volver a hacerlo. Luego la miró con una ternura que Hermione no supo interpretar y, tras sonreírle levemente, se marchó definitivamente del apartamento de Pansy.

Rolf y las chicas no tardaron en aparecer en la cocina alertados por la repentina y desconcertante marcha de Draco. Ninguno de ellos tuvo que preguntar nada, Hermione les aclaró las dudas enseguida con una simple frase.

—Daphne Greengrass ha intentado suicidarse esta noche.

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