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7 Lo conseguí

Entro a la sala de reuniones con una sonrisa triunfal, ni siquiera Harold sabe que lo conseguí. Me siento y miro la hora mientras todos me ignoran, ya que siguen enojados conmigo y una hermosa voz se hace presente.

—Perdón ¿Llegué muy tarde?

—Alma —dice Harold con una gran sonrisa, todos me miran y se acercan a saludarla—. Que bueno tenerte de nuevo ¿Has vuelto, verdad?

—Sí —me observa por un instante—, he vuelto. Pero por favor no nos distraigamos, continuemos con la reunión.

Todos vuelven a sus lugares, y no espero una felicitación, ya que el que ella renunciara fue mi culpa en primer lugar, pero al menos ya no me miran de mala manera. Ella se sienta casi frente a mí y Harold le da la palabra.

—Nos quedó pendiente una ultima actividad ya que el día al aire libre termino antes de lo esperado, entre los que estamos vamos a colocar el nombre de cada uno en una bolsa, y vamos a ir sacando un papelito, de quien les toque tendrán un mes para escribirle una carta si quieren compartiéndole alguna anécdota, dándoles un consejo o simplemente agradeciéndole algo a esa persona.

—Espero que no me toque Daliah —dice el idiota serial de Levi—, aún no recibo sus disculpas.

—Y no las recibirás... nunca —le respondo.

—Yo también voy a participar en esto —interviene Alma— recuerden que a tienen exactamente un mes para escribir la carta —Alguien levanta la mano,

—¿Podemos entregarla de manera anónima?

—No, la idea de esto, es hacer una carta "buena" para darle ánimos a la otra persona, para ver de la manera en que vemos al otro o simplemente darle un consejo y/o contarle algo —la persona baja la mano desanima, suspirando—, pero pueden no colocar su nombre en la bolsa, claro que no van a recibir ni dar ninguna carta. Como les dije no están obligados a hacer alguna actividad con la que no se sientan cómodos.

Cada uno escribe su nombre y lo va metiendo en la bolsa de papel con la que Harold pasa para ir recogiéndolos, la última en meter el suyo es Alma, bate bien la bolsa de color negro así tampoco hacemos trampa viendo.

—¿Quién hace los honores?

—Yo —dice el llama atención.

—Genial, Levi —le dice ella.

Todos sacan un papelito, algunos lo devuelven cuando les toca su propio nombre, la mayoría sonríe, yo intento descifrar a quién le toque, pero no logro saber, aunque por la expresión de hastío que algunos hicieron estoy entre dos personas que quizás les haya tocado. Alma se sienta y saca uno de los últimos papeles antes de ofrecerle uno a Harold, pero al momento de guardar la bolsa uno había quedado atrapado.

—Bueno me tocara escribirle a dos personas, avísenle a los que faltaron que la próxima reunión sacan y colocan su nombre, así nadie se queda afuera de la temática. Por cierto tienen que firmar sus cartas y... —Harold le pide hablar con ella antes, y ambos se apartan—. Bien acabo de hablar con Harold, para que todos reciban su carta, pueden entregármelas, pero tienen que ir firmadas, y yo puedo ser su correo a medida que las tengas, el plazo máximo, son dos meses y ya participando no pueden no entregar nada, yo iré tomando nota de quiénes han recibido su carta. Esto es para ayudar a los más tímidos, solo ustedes yo y esa persona sabrán quien les toco, tampoco pueden cambiar nombres.  

La reunión prosigue normal, me tocó Harold gracias a Dios, todos comienzan a marcharse, ella se va primero y no tenemos mucho tiempo a solas. Cumplió con su palabra de venir, ahora me toca a mí cumplir con mi parte. 

En silencio le ayudo a mi padrino barbudo a juntar las sillas y dejar todo en condiciones, aún no hablamos porque Amaris también se quedó a ayudarnos, pero lo conozco tan bien, que sé que algo quiere decirme, hasta que finalmente ella se va.

—¿Cómo lo hiciste? —habla de inmediato— Le llame, incluso fui a verla y estaba totalmente negada.

—Bueno, llegue a un acuerdo.

—¿Cual? 

—Me pidió hacer terapia con ella, dos veces por semana durante un mes y luego de pensarlo, accedí —él me observa sorprendido, sabe lo que pienso de la terapia, aparte en el pasado no tuve tampoco muy buenas experiencias—. Me dijo que la era la única condición para que ella volviera, no importaba si dejaba el grupo, ella volvería si tomaba la terapia.

—Ella logró lo imposible —dice casi en un suspiro.

—Sí, y espero no arrepentirme de mi decisión.

Me paro frente a la clínica con mi vaso de café en la mano, suspirando y tomando aire y fuerza, mi alarma suena y sé que debo entrar. Llego a la recepción, me anuncio con la secretaria, espero y luego ella aparece luciendo un pantalón formal con una camisa rosada que se pega a sus curvas. Me obligo a apartar la mirada y parecer más casual, mientras ella termina de conversar con un colega.

—Daliah —por primera vez mi nombre va a acompañado de una sonrisa—, viniste.

—Fue nuestro acuerdo.

—Lo haces sonar como si te hubiera obligado.

—Bueno, no me dejaste muchas opciones.

—Detalles. Vamos entonces —la sigo y entramos a su consultorio, mientras cierra la puerta y termina de chequear algo en su Tablet de la cual nunca se despega—. Disculpa, toma asiento —se sienta frente a mí y sube su mirada de ojos cafés para encontrarse con la mía.

—No sé que se hace ahora —ella sonríe.

—¿Quieres contarme un poco sobre tus padres y...?

—No, la verdad que no.

—Bien —suspira—. En el campamento no te sumaste a la actividad del ovillo de lana ¿Quisieras contarme algún recuerdo feliz? o ¿cómo de te ves de aquí a cinco años? —bajo la mirada a mis manos.

—No me veo, Alma —su sonrisa se borra y frunce el ceño. Eso sonó mal—, lo que quiero decir es que —suspira— simplemente no tengo un sueño, solo metas, quiero abrir un nuevo resto bar y estoy haciendo los papeles ¿cómo me veo de aquí a cinco años? —me encojo de hombros— Trabajando, manejando mi bar, tal vez yendo de vacaciones a algún lado, me gustaría visitar a mi mejor amiga, Katerina y que salgamos a comer juntas, no sé ponernos al día, ella
me ayudó mucho hace un tiempo atrás.

Ella se queda callada, y hace eso que me pone nerviosa, escribe en la Tablet, suspira y me observa, sé que es medio difícil de creer que no puedo tener ambiciones a futuro, las tengo, pero no son sueños, son metas a las que me propongo llegar y llego, punto final.

—¿No hay nada con lo que sueñes? ¿No tienes planes? ¿No quieres encontrar a alguien?

—No, cada plan que he hecho la vida me lo ha tumbado como si nada. Soñaba con casarme, me hubiera encantando tener dos o tres hijos con mi esposa, una casa grande —sonrió al recordar mis sueños—, actos escolares, escuchar por primera vez los latidos del corazón de nuestro hijo o hija, hacerle una propuesta cursi. Me quedé con una casa compramos juntas y que no habito, porque no puedo hacerlo, un anillo de compromiso que nadie usará y sueños que jamás van a cumplirse porque ella se murió —seco mis lágrimas—. Por favor no digas lo que dicen todos, eres joven y... —se sienta a mi lado tomando mi mano.

—Lo eres, y tienes una vida que no estás viviendo, pero para poder vivirla debes perdonarte —seca mis lágrimas— y debes entender que no está mal ser feliz.

—Pero ella está muerta.

—Sí, y nada de lo que hagas o no, te la va a devolver. Entonces si tu estás viva y tienes una segunda oportunidad vive, porque no todos aunque quisieran tienen esa opción.

Seca mis lágrimas, y se queda a mi lado un momento acariciando el dorso de mi mano. Bastante fuerte la primera sesión para arrancar, desde ahora sé que tengo que ir asumiendo que ella ha llegado para romper mis esquemas y parámetros, pero creo que al menos si se queda a mi lado, podré hacerlo, podré sobrevivir a esto sin sentir que se me va la vida en ello.

—¿Te ofreces como tributo? —blanquea los ojos y se aparta.

—Ibas tan bien —me río, para alivianar la situación, quede muy expuesta y algo en mi quiere recuperar el control.

—¿Qué? Por qué no quieres, podemos pasarla bien.

—Mejor cállate.

—¿Así le dices a todos tus pacientes?

—No, eres la excepción, los demás son civilizados, inclusive el que tiene fetiche con vestirse de perro y ser sometido —comienzo a reír y ella sonríe, terminando se teclear en su tablet.

—Ayer jugaste a una ruleta rusa con los nombres —intento cambiar de tema— ¿Qué hubiera pasado si me tocaba o le tocaba Levi? —sonríe con malicia.

—Hubiera sido interesante ¿No crees?

—Eres el demonio, Antonopoulos.

—Guau, te salió a la primera. Mi mamá tenía una absurda regla con respecto a nuestro apellido —sonríe y niega con la cabeza—. Pero yo no pienso seguir su tradición —se queda callada y me mira.

—¿Me vas a contar o...? —niega con la cabeza—. Estamos en sesión es mi hora sagrada y podemos hablar de lo que sea que necesite, necesito saber cuál es la tradición sagrada en tu familia y...

Deja la tablet a un lado cerrandola y sintiendo, sabe que voy a insistir en esto cada sesión a la que venga. Me mira y habla.

—¿No vas a dejarlo verdad? —niego con una sonrisa— Para qué abrí la boca —me mira y voltea el rostro suspirando—. Mi mamá nos contó que como nuestro apellido es difícil de pronunciar a la primera, quién lo dijera bien en el primer intento, se llevaría el premio mayor y mi mami, lo logró —sigo esperando que me rebele el misterio—. El premio mayor era ella, se terminaron casando —abro los ojos grandes—. Ni loca pienso casarme contigo, así que respira tranquila.

—Exijo un reembolso entonces, o un premio de compensación por que estás rompiendo la tradición familiar.

—Sueña Daliah —toma de nuevo su tablet—. Olvida lo que te dije y sigamos con la sesión. Estamos aquí para hablar de ti, no de la tradición absurda de mi familia.

Me río mordiendo mi labio inferior. Y la observo de nuevo, la verdad que no se vería nada mal vestida de blanco ¿Cómo sería como esposa? ¿O cómo madre? Seguro sería la excelencia en ambas, que afortunado o afortunada, el que logre llevarla al altar y formar una familia con ella.

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