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6 Alma

Me dirijo de vuelta al bar con una gran sonrisa y buen humor, mis empleados me miran extrañados, ciertamente no soy un caramelito sonriente siempre. Pero esta noche lo soy, tengo un nuevo objetivo y después de haber pensado tanto en ella, tengo un idea para que me reciba sin poder negarse y tenga que escucharme así puedo convencerla de volver al grupo.

Al llegar al bar, varias miradas se dirigen a mí, y las veo, pero hoy no quiero jugar con nadie. Subo a mi oficina y me pongo a ver los papeles para el nuevo local, pagos y demás burocracias de papeleo. Me marcho a mi departamento comprando comida en mi restaurante favorito para llevar y al ir saliendo veo entrar a mi objetivo con su grupo de amigas, sonrío cuando le veo reírse relajada y hasta su mirada brilla.

—Bueno Alma, al parecer nos vamos a ver seguido.

Subo al auto y le marco a Harold de inmediato, no puedo perderme de esa vista un día más, tengo que arreglar esto cuanto antes.

—Hola —atiende de inmediato.

—Hola, disculpa la hora —seguro estaba durmiendo—, no es nada grave —me deje llevar por mi entusiasmo y él suspira aliviado—. Creo que quiero y necesito empezar terapia ¿puedes mandarme el número de Alma?

—¿No podías esperar a mañana? —me río. 

—Sí, lo siento.

—No puedo darte su número personal y lo sabes —sí, lo sé—. Pero puedes sacar turno e ir a verla a su clínica —sonrío— ¿Qué piensas hacer?

—Hacer que me escuche, disculparme y si es necesario rogarle, hasta soy capaz de dejar el grupo con tal de que ella vuelva —él suspira.

—Mañana te mando todo por mensaje y Dali —como suele llamarme solo él—, no la cagues más de lo que ya lo has hecho.

—Tranquilo, no lo haré, quiero disculparme, sé que fui una imbécil.

—Solo —suspira frustrado—... Es una buena chica Dali, de verdad lo es.

—Es lo que me gustaría descubrir ¿insinúas que soy una mala influencia?

—Insinúo que desde Gwen, solo has sido una rompe corazones. Voy a volver a dormir al lado de mi esposa, mañana tenemos congregación a la cual puedes ir cuando quieras.

—Sí, gracias, pero no, gracias.

Cortamos y llego a casa muy contenta a calentar la cena ¿cuando fue la ultima vez que me senté a comer algo que no fuera jugo de manzana, comida recalentada o cereal con leche a punto de caducar con cereales? Creo que ha pasado un tiempo de eso. Tomo el mando del la TV, y me pongo a ver algo, pero desisto a la tercer película que comienzo y no me agrada. Me acuesto esperando que llegue mañana para tener los datos de la clínica y agendar una cita con mi nueva terapeuta que me odia, que emoción.

Despierto temprano chequeando el teléfono, pero aún no tengo el mensaje de Harold, que ansiedad me da esto, quiero agendar una cita a primera hora. Mejor me quedo despierta para no quedarme dormida. Y eso hago desde las 6 a.m., aprovecho a limpiar y ordenar mientras veo mi teléfono a cada rato, me tiro sobre él cuando me llega la notificación de un mensaje. Sonrío en cuanto lo recibo y llamo de inmediato, sintiendo mi corazón latir acelerado, me sudan las manos, no entiendo mis nervios, el tono da y me atienden, me aclaro la voz antes de hablar.

—Buenos días —digo intentando no sonar desesperada o ansiosa—. Quería solicitar un turno con Alma.

—La Licenciada Antonopoulos —confirma la secretaría—. ¿Es su primera vez con ella? —vaya ya nos pusimos personales apenas por teléfono. Me quedo callada. Al parecer lo entiende y lo aclara— ¿Ella ya la ha atendido antes, es o a sido su paciente?

—No, no, es la primera vez que...

—Bien —me interrumpe—, la licenciada le hará primero una entrevista ¿Es un caso urgente? —Definamos urgencia, porque si es urgente volver a verla, entonces sí, es una urgencia.

—Sí —confirmo.

—Bien —le escucho suspirar y teclear—, tengo un espacio libre hoy a última hora o mañana a las 7 a.m.

—Para hoy está bien.

—Su nombre y apellido, por favor, el valor de la consulta lo abona aquí, y para confirmar la cita necesito que me transfiera a este una cuenta que le voy a mandar a este número por mensaje, en caso de no asistir no hay devolución del dinero, políticas de la clínica.

—Sí, a nombre de —lo pienso, si ve mi nombre tal vez no quiera atenderme—. Gwendoline Terrez —digo el primer nombre que siempre tengo en mi cabeza.

—Perfecto Gwendoline, ya le mando a este número la otra información para confirmar el turno. Muchas gracias por elegir Safety and Health como su clínica y confiar en nuestros profesionales, que tenga un buen día.

—¿Gracias?

—A usted, hasta luego.

Vaya si la clínica maneja esos protocolos seguro tenga que empeñar un órgano para la consulta. Me llega una notificación de mensaje y veo el monto, para mi sorpresa es bastante accesible, confirmo la cita y me llega el turno con la factura.

Todo el día me preparo para la hora, me baño, busco con tiempo la ropa, me decido de ir en la moto o el auto, al final opto por lo primero, sino voy a tener que retocarme el cabello y el perfume se va a evaporar en el trayecto. Llego a la recepción y le chica me pide mi identificación, más la confirmación del mensaje con la factura, frunce el ceño al ver que el nombre que di y el que aparece en mi identificación no coinciden, pero con el del la factura si, suspira y anota algo en la computadora.

—Tome asiento, la licenciada ya se desocupa y la atiende.

Eso hago y luego de 20 minutos, veo a Alma aparecer con un sonrisa que borra de inmediato por una expresión de fastidio que me hace sonreír a mí.

—¿Ahora te llamas Gwendoline? —mira su Tablet y me mira levantando una ceja— ¿Qué quieres? tirarme ahora una caja de estiércol de vaca o trajiste algún estúpido truco barato para volver sacarme de mis casillas.

—Supuse que si veías a Daliah en tu lista, lo que menos querrías hacer es verme.

—Bueno al parecer algo de sentido común tienes —su secretaria nos observa—. Puedes irte, ya cierro yo —le dice ella.

—¿Segura licenciada?

—Sí, ve, nos vemos mañana —la chica toma sus cosas y se marcha—. Pasa a mi consultorio y te aclaro que si estás aquí para jugar, te devuelvo el dinero y puedes irte, este es mi trabajo, mi clínica y yo no vengo a jugar.

—Cielo, cálmate —le digo y otra vez ese gesto de desagrado.

—Llámame Alma o licenciada, te diría mi apellido, pero es impronunciable y en una boca tan como la tuya —¿Me está insultando?— tan...

—¿Desagradable?

—Vaya si que te dolió que te dijera así —sonríe—. Pasa —entramos a su amplio consultorio lleno de plantas y luego cálida, es reconfortante como ella—. Y no me digas cielo, no soy tu "cielo". Siéntate dónde más cómoda te sientas —tomo la silla detrás de su escritorio—. Bueno tienes un tema con el poder al parecer —anota algo y me doy cuenta que no es momento de hacerme la graciosa.

—Oye espera ¿qué estás anotando? —siempre me ponen nerviosa cuando los terapeutas hacen eso.

—Nada que te incumba ¿Quieres seguir haciéndote la graciosa?

Me levanto y tomo asiento en el enorme sofá frente a ella, al parecer si haré terapia de verdad, me aclaro la garganta y levanto la mirada para encontrarme con sus ojos cafés .

—¿Para qué has venido?

—Bueno creo que no pudimos hablar la última vez.

—Puede haber sido porque tenía barro hasta en la garganta —me dice seria.

—Bueno, te quería pedir disculpas, perdón estuve mal —suspira y niega—. Por favor vuelve a tomar el grupo, los demás te necesitan y...

—No —se levanta e intenta tomar sus cosas.

—Alma, espera... por favor estoy dispuesta hasta dejar el grupo, conseguiré otro, pero no los hagas pagar a ellos mi estupidez —ella asiente y tira su bolso sobre el escritorio.

—Volveré con una condición —la miro esperando que hable—, toma terapia conmigo.

—Ni de broma.

—No es negociable, esa es mi condición para volver —niego con la cabeza, nunca quise hacer terapia, no me va eso de sentarme a hablar de mis problemas y traumas—. No quiero que dejes el grupo, solo has terapia conmigo ¿Y bien? No tengo todo el día.

La miro y me lo pienso, es la única manera de que ella vuelva, odio que me orille a esto, porque aunque deje el grupo ella no volverá.

—Bien, pero solo un mes —sonríe victoriosa—, una vez por semana.

—Dos veces, te diría tres, pero no vas a aceptar, así que lo dejaremos en dos. Ahora voy a hacerte una entrevista, y voy a evaluarte —la miro negada frunciendo el ceño—. Escucha Daliah, con esta evaluación veremos en que áreas necesitas trabajar más.

—¿No te parece demasiado para solo un mes?

—No —maldita sea, no quiero hacer esto, no quiero abrirme y exponerme.

Comienzo a tomar mis cosas, ni siquiera sé porque accedí tan fácil. Me levanto y me dirijo a la puerta, pienso y espero que ella me detenga, pero no lo hace, ni siquiera se mueve, solo me mira llegar a la puerta y tomar el pomo.

—¿No vas a decir algo? —volteo a verla— ¿No impedirás que me vaya?

—No —dice seca—. Tú has venido por voluntad propia, tú necesitas la ayuda y no puedo obligarte a quedarte sino quieres. Ya te expliqué las cosas —anota algo y se levanta cerrando su libreta para sentarse atrás de su escritorio—. Cierra bien al salir —su actitud me indigna.

—¿Qué clase de terapeuta eres? ¿Acaso siquiera tienes un título? ¿Cómo dejas ir a alguien así nada más que viene en busca de ayuda? —le digo furiosa.

—¿No quieres que te deje ir?

—No dije eso.

—De hecho sí, con otras palabras, claro ¿Por qué no quieres que te deje ir? ¿Por qué quieres que te retenga aquí? ¿De qué tienes miedo? —sus ojos café se clavan en mí, sus enorme ojos cafés de reno bebé, adornado por esas hermosas pestañas largas y me pierdo por un momento en ella— Daliah —mi nombre saliendo de su boca me hace volver a la realidad, que bien se ha escuchado—, dime que necesitas —dice ahora con otro semblante más sereno— ¿Por qué estás aquí?

—Por... porque ya te lo dije, quiero que vuelvas al grupo —pero ignora mi explicación.

—¿Por qué quieres que te detenga?

—Creo que porque necesito ayuda —algo dentro de mí lo admite.

—Con qué...

—Yo... yo perdí a alguien —digo bajando la mirada a mis manos que tiemblan—, fue mi culpa, ella —trago grueso—, ella murió y creo que fue mi culpa.

Siento y veo unas manos suaves sobre las mías que me sostienen, no puedo levantar la mirada, no quiero que me vea tan vulnerable, pero ella no se aparta ni se rinde, se abre camino en mis manos cerradas en puños para tomarlas mejor, se sienta en la punta del escritorio y me seca las lágrimas que no sabía que habían salido.

—Debes pensar que soy patética —digo con una sonrisa que me cuesta horrores hacer y trato de apartarme pero no me deja.

—Pienso que por primera vez te muestras humana y no como una imbécil, calentona que solo busca sexo —ahora si me río y todavía seguimos con las manos unidas.

—Vaya que honesta, licenciada ¿Eso lo debería decir mi terapeuta? —ella me sonríe por primera vez.

—¿Quién era ella? ¿Qué paso? dime y buscaré la forma de ayudarte.

—¿Eso es un sí a ser mi terapeuta? Entonces no me podrás volver a decir imbécil.

—Eso lo iremos viendo. No busques hacerme enojar de nuevo —me suelta.

Le cuento un poco sobre Gwen, sobre como la conocí, sobre nuestro tiempo juntas, sobre como y cuanto la extraño. Recuerdo cosas mientras hablo de ella, cosas que le gustaban y no puedo evitar sonreír, también le digo que ella me hizo mejor persona y así el tiempo pasa y aún no llego a la peor parte, cuando la perdí.

—Bien, creo que ya tengo una mejor idea sobre todo ¿Te parece bien venir la próxima semana?

—¿Mismo día y hora? —pregunto y ella lo anota en su computadora agregando un día más— ¿Te espero para salir?

—De hecho no, yo ya salgo en un rato más. Me quedo con mi guardia de seguridad —me acompaña a la puerta—. Te veo la semana que viene o en las reuniones de doble A.

—Hasta nuestro próximo encuentro —le sonrío ampliamente.

Salgo hasta mi auto y veo una mariposa monarca salir volando cuando me acerco para subirme, Gwen me acompañó también hoy, al parecer aún recuerda como me cuesta venir a terapia, como estuve tan renuente a hacerlo cuando la perdí, pero también ambas sabemos que es algo que necesito hacer, que es momento de avanzar, porque si pienso despegarme del bar el negocio que montamos juntas, necesito hacer esto para poder soltarla.

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