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20 Hola suegras

Hoy, justo hoy, tenía que ceder ante Alma. Yo peque de confianzuda, sus madres venían en una semana más y no es la primera vez que la acompañaba a su casa, pero fue la primera y única vez que baje del auto, cuando todo lo que podía salir mal, salió mal, caí en su emboscada.

—Ay, ay ¡Ayuda!

Bajé corriendo al escucharla y entre hasta donde la voz de Alma salía en el patio, tenía una enorme maceta resbalandose entre sus manos y me miraba con horror.

—Ayudame a que no se rompa, esta maceta horrenda es la favorita de mi mamá —me grita desesperada.

La ayudo y siento el líquido del agua con barro escurrirse por mi ropa, cierro los ojos mordiéndome los labios.

—Lo siento, lo siento —repite ella, mientras entre ambas la dejamos en el suelo.

—Genial —miro mi blusa, pantalón y zapatillas llenas de barro, agua y tierra seca también—. No voy a subir así a mi auto.

—Nos bañemos —dice con una sonrisa, y se mete a la casa—. El cuarto de invitados tiene una ducha amplía y...

—No, en baños diferentes o primero una y luego la otra —su sonrisa flaquea, esto se que lo planeo, ya conozco a mi mujer—. ¿Qué querías hacer con esa planta?

—Nada, creo que le faltaba luz.

—Estaba en medio del patio, Alma.

—Bueno le sobraba.

Le resta importancia y me hace seguirla por la casa, entrar al baño de invitados, abre la ducha y me ve sonriendo, aquí debí de haber sospechado que era una trampa, esos ojitos de Bambi, brillaron por un momento y esa era la señal.

Me meto bajo el chorro de agua y en el momento que voy a tomar el shampoo, no lo veo, ni jabón, ni acondicionador, busco por el baño y no hay nada, ni toalla, ni siquiera mi ropa.

—¡ALMA!

Voy al baño del cuarto de sus madres dónde me dijo que estaría, abro la puerta y el cortina de vapor me recibe, también la puerta que se cierra con llave en cuanto pasé. Una emboscada.

—Viniste —dice con una cínica sonrisa.

—Alma.

—Cielo, para ti, amor —me calla dándome un beso.

—No lo haremos en su casa, te lo dije.

—Vamos, cumpleme la fantasía, lo hagamos en la ducha —se mete y me mete a mí con ella.

—No, estamos en la casa de tus madres, en su habitación, en la ducha que usan ellas. Me excita más cogerte en un baño público del subte, que aquí —ella se ríe y se acerca besándome, cuando la puerta del baño se abre y no somos y ni yo ni ella quién la abrió.

—¡¿Quién eres y qué haces en mi casa?! —la voz de una mujer se hace presente y el cuerpo se me congela. Antes de que pueda responderle sale.

—Carajo, es mi mamá.

Dice Alma y sale tomando una toalla a lo que a mi me queda la toallita de mano, y voy con el culo al aire trás ella.

—¡Mamá baja el cuchillo! Llama a Hope y pásamela.

Tomo su teléfono que quedó en la americana y le marco, le pide que venga rápido a casa y gracias a Dios lo hace entre medio de los gritos de madre e hija. ¿Todas las mujeres de esta familia son así de locas? Una me cae a destrozar el bar con un bate, Alma me amenazó en repetidas ocasiones y ahora mi suegra empuña un cuchillo contra mí.

—Dime si esta mujer te tiene en contra de tu voluntad.

«Sí, señora, su hija... esperen un momento no me habla a mí ¡Pero si yo soy la víctima, Alma me emboscó!».

—Mamá no es así —En este momento  gracias a Dios llega Hope—. Quítaselo, está loca —le grita su hermana.

—¿Loca? niñata ingrata ¿Qué haces en mi casa con esta delincuente que parece que salió de la guerra? —genial, gran primera impresión.

—Que comentario más desacertado mamá —Hope toma su mano y le quita el cuchillo—. Ella es ex militar y está saliendo con Alma —ver la expresión en de su rostro de madre, fue horrible. Tendré que hacer un sacrificio con una tribu del Amazonas para lograr caerle bien—. Sí, es tu nuera y te aseguro que el cuchillo de los vegetales no iba a llegar ni siquiera a tocarla.

—Es el de la carne —dice ella y al fin conozco a la diosa griega como la llaman ella, Atenea— ¿Cómo es que mi bebé termino contigo? —me pregunta con desprecio— y ¿por qué ambas se bañan en mi casa? ¿acaso no te dije mil veces que la casa es sagrada? —yo se lo dije suegra, esto fue en contra de mi voluntad. Si hablo de cualquier forma alguna de las Antonopoulos me mata, y la más chica de las tres se deshace de mi cuerpo.

—Mamá, somos pareja no tiene nada de malo bañarnos juntas, aparte vine a cuidar tu casa, regar tus plantas y solo nos estábamos bañando. Que horrible manera de que conozcas a mi novia.

«okay ¿Novias? ¡Novia! ¿Acaso eso se da por hecho? No se lo pedí y ella tampoco a mí, pero guau que lindo escucharla decir que soy su novia».

Su madre nos regala una mala cara, y enojada camina hasta su habitación volviendo con la ropa que tira sobre el sofá enojada, no dice nada más y se mete de nuevo cerrando de un portazo. Ambas suspiramos.

—Tenemos que ir a hablar con la diosa del drama —le dice Hope a Alma—, vayan a vestirse a la habitación de invitados —tomadas de las manos con la ropa entre los brazos nos marchamos.

—Amor —la freno con la mano para que no hable, estoy tan feliz y enojada al mismo tiempo.

—No era la manera en la que quería hacer las cosas, no quería conocerlas así, te dije una y mil veces que no quería que lo hiciéramos aquí.

—Lo sé, lo lamento, voy a arreglarlo. Tenían que llegar en una semana.

—Ella me odia ¿Cómo vas a arreglar eso?

—Lo haré, solo perdón, lo haré.

Miro mi ropa le doy una enjuagada en el baño y me la coloco de vuelta así de mojada. Nos encontramos con Hope de nuevo en el living, ellas van a hablar con su madre y yo me quedo sentada como una niña reprendida en el sofá, quieta y si es posible respirando bajito, es cuando una pelinegra de ojos azules entra, ella debe ser Scarlett Jensen, la otra mamá de ellas y vaya que la diosa griega es hermosa, su esposa no se queda atrás.

«¿De verdad, pervertida? Es tu suegra» —me reprendo a mi misma.

—Hola —me mira entre cerrando los ojos— ¿Daliah?

—Sí ¿Scarlett? —sonríe y le ayudo a cargar las bolsas que trae para dejarlas en la americana—. Menos mal que mi hija te "Odiaba" —dice riendo, bueno al menos la otra suegra no parece odiarme ya es algo bueno— y dime ¿Vas a casarte con ella? —la miro abriendo los ojos grandes— Mi esposa tiene una tradición y bueno tú...

—Sí —digo con convicción y sonríe—, amo a su hija, señora.

—Señora, no —dicer seria—, solo llámame Scar, Scarlett o suegra.

—Si me conoce —me mira levantando una ceja— ¿Conoces? —asiente— supongo que no es por algo bueno.

—Bueno no tienes muy grandes fans, si es lo que quieres saber, pero yo sé lo que he criado y Alma suele ser algo —dice con una expresión divertida—, incontenible, creo que es la palabra que mejor le va, pero desde que está contigo la veo más feliz. Aunque también suele tomar malas desiciónes en el amor. Dime ¿Debo preocuparme? Porque no dejaré que lastimes a mi hija —me señala con el cuchillo cuando corta de un golpe seco la naranja.

—No, no debes preocuparte, de hecho la que tiene el poder de destruirme es ella. Puedes preocuparte por mí —se ríe.

—Eres lo que le hacía falta ¿Se quedan a comer? —miro hacia el pasillo— No te preocupes por Atenea el tiempo la ha hecho pasar de ser la diosa de la sabiduría a la del drama, si ellas no lo arreglan, lo hago yo en un momento —me guiña un ojo. Eso si es poder.

Las dos hermanas vuelven con una sonrisa de alivio y se extrañan a vernos charlar tan livianamente con Scarlett. La comida fluye bien y hasta la loca... okya tengo que dejar de decirle así a Matilde. Ella habla bien de mí con mi suegra y eso me extraña y me alivia en partes igual al menos parece haber bajado de homicidio a te tolero engendro del demonio asquerosa que se acuesta con mi bebé.

—¿Ya conoces a Julia? —me pregunta  Scarlett con una sonrisa divertida.

—No, pero Al, me ha hablado mucho de ella —y ya me dijo que por algo ella y su mamá son amigas.

—Que bueno, porque si mi esposa te pareció intimidante, Julia tiende a ser un poco peor, pero no te preocupes que nuestras evil queens tienen correa, ya les enseñamos a no morder.

—Mocosa ¿me estás comparando con un perro?

—Un rottweiler, amor —Atenea sonríe.

Vaya que una diosa olímpica dominada si que no se ve todos los días, creo que tampoco se ve todos los días una ex militar mujeriega totalmente enamorada. Alma acaricia mi pierna por debajo de la mesa para darme alivio, por cierto Scarlett se apiadó de nosotras y nos prestó ropa, porque a Atenea no le importaba dejarme así de sucia y pordiosera.

Ya te ganaré diosa griega, no puede ser tan difícil ganarme su aprobación, ¿verdad?

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