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14 Mi carta

Estábamos con Alma en la oficina, ella vino a traerme la cena, ya que hoy teníamos un evento en el bar y no podría verla cuando al ir bajando se encuentra a la psicótica de Matilde, intenta bajar y ella la detiene diciéndole algo y seguro que algo va a decirme a mí en cuanto termine de subir.

—No te quiero cerca de Hope —me advierte y me da igual, estaré cerca de ella, pero no por las razones que ella cree—, te veo cerca de ella y te arranco la cabeza ¿soy clara? —se da la vuelta.

—¿Es una amenaza de muerte?

—Sí —me confirma al voltear. Como me gustaría partirle la cara, pero al parecer seremos con cuñadas—, la tocas o siquiera le respiras cerca, te mato. Imbécil.

—De verdad te importa entonces. —decido divertirme a su costa un poco—. Raro en la reina de hielo, que no le importa nada, ni nadie.

Como la loca que es, toma el vaso que me estaba llevando a la boca y lo estrella contra la pared, tomándome por el cuello de mi camisa, es raro ver a Matilde perdiendo el control, se acerca con la ira sulfurando por los poros de su piel y sus ojos, sino tiene un pacto con un demonio, es uno, maldita loca.

—Sé que tienes un crush conmigo, pero no eres mi tipo, linda.

Hago lo que mejor sé hacer, irritar a la gente, y ella cae en mi juego, entonces la sigo provocando llevándola al limite, no me importa nada, no me importa Hope, no me importa el bar, no me importa ella, tengo a Alma, todo lo que existía antes de ella dejó de importarme en el mismo momento que comencé a enamorarme perdidamente de esa mujer, mi mujer. Ella se va y en cuanto lo hace, Alma que no se había marchado sube a verme para ver que me golpeo, su expresión está desencajada y aunque sé que intentan mantenerse serena, al tomar un algodón para limpiarme, noto el temblor en sus manos.

—No le dije que estamos saliendo —ella me mira extrañada—, a Matilde, no le dije que salimos.

—No me importa que lo sepa, eventualmente lo sabrá —dice seca—. No quiero hacer suposiciones, pero ¿por qué te golpeo? ella ni suele perder el control.

—Porque la provoque —cierra los ojos lentamente, era esa exactamente su suposición— y porque me tiene harta, se piensa que me interesa tu hermana, y la Antonopoulos que me interesa la tengo justo frente a mí —me acerco y la beso despacio.

—Tienes que aprender a callarte la boca, amor —sonrío, cuando me llama así el mundo desaparece.

—No te preocupes, es una debilucha esto —señalo mi labio partido— fue suerte de principiante. Pero si por estas cosas voy a recibir tu atención —la coloco entre mis piernas tomándola de la cintura— podría recibir todos los golpes que la psicópata de tu cuñada quiera darme —suspira y junta el algodón con el que me limpió.

—No me gusta que se lleven y se traten así, para mala suerte de ambas, cada una está con una Antonopoulos Jensen, y serán concuñadas —me encojo de hombros—. Alguna tiene que dar el primer paso y plantar tregua —si supiera cuantas veces lo intenté, hasta que dejé de intentarlo y simplemente lo acepté—. Te ayudaré a hablar con ella, una vez que mi hermana sepa de lo nuestro, ella podría ayudarnos.

—No lo sé, cielo, Matilde es un hueso duro de roer, y yo estoy harta de intentar convencerla de mi inocencia.

—Tal vez le cueste, porque si ella reconoce que tú no tienes la culpa, la responsabilidad cae en Gwen y tendría que enojarse con un muerto y eso es aún más difícil —me abraza, besando mi cabeza. Por eso es psicóloga y por eso me estoy enamorando de ella.

Nos vamos a casa, su casa, se levanta temprano para irse a trabajar y yo me quedo un momento más durmiendo, pero no logro dormir mucho tiempo más sin ella a mi lado, me he acostumbrado en poco tiempo a tener a Alma a mi lado y me cuesta conciliar el sueño o dormir sin ella cerca. Al llegar adormilada a la cocina para hacerme un café noto un sobre en la mesa con mi nombre, yo le toqué a Alma, sonrío y lo tomo sentándome en el sofá.

Creo que la suerte estuvo de mi lado esta vez.

Siguiendo mi propia consigna, te voy a contar algo que no te dije sobre cuando mis madres casi me pierden, la verdad es que parte de que ellas se quedaran con mi custodia fue porque yendo en el auto con Emma, tuvimos un accidente en el cual ambas salimos mal heridas, pero el otro conductor perdió a su hija. 

De grande entendí que tuve mucha suerte y que el dolor que experimentó la otra familia por la perdida debió haber sido algo inexplicable, por eso mi labor como adulta es enfocarme en ayudar a la mayor cantidad de personas que puedo de alguna manera, por eso entre en lo grupos de doble A, porque mi mami perdió a su familia en un accidente, sus padres y sus hermanos cuando era solo apenas una niña.

Verás viví las dos realidades la de la sobreviviente y cuando mi mami, me contó su historia y vi el dolor en sus ojos, vi la otra cara de la moneda. Eso en parte me motivo a mi decisión por ser psicóloga, eso y la abuela de la Matilde, que era como una hermana de mi mamá y la amaba con el alma. Por eso también cree una fundación donde psicólogos antendemos a personas que sobrevivieron a una tragedia, perdieron a quienes amaban y no tiene los medios para pagar por terapia.

Ahora que veo hacia atrás cada decisión que tomé, cada paso, que tejió el destino para conocerte, quiero que sepas que estoy muy feliz de todo, hasta de haber pasado por el ex imbécil porque el que disfrutas hoy los masajes que te doy. Te quiero, Daliah, te quiero de una manera que en la que me siento llena, en la que no me pesa, en la que algo me dice que eres finalmente una buena decisión.

Con todo el cariño del mundo, tu cielo.

Termino de leer la carta y lloro, pero no solo porque haya sido emotivo saber un poco más de ella y su historia, sino porque es la primera vez en mucho tiempo que alguien me dice que soy una buena decisión, lo último y más usual era, fuiste un error. Pero la mejor parte fue leer el "te quiero".

La puerta se abre y ella se acerca al verme llorar y con la carta en la mano.

—¿Qué pasó? ¿dije algo malo?

—Por favor —me separo un poco de ella—, dímelo por favor en voz alta, necesito escucharlo saliendo de tu boca —ella sonríe y sabe a lo que me refiero, toma mi rostro entre sus manos.

—Te quiero, Daliah, te quiero.

—Yo también —la abrazo por la cintura aferrándome a ella—, yo también.

«Por favor, Dios, si existes, si estás ahí afuera en algún lado, no la alejes de mi vida, no me la quites, no te lleves a Alma lejos de mí. Sé que mis manos están manchadas de sangre, pero a pesar de todo no soy una mala persona, solo quiero poder amar alguien que me ame de la misma manera y que se quede a mi lado».

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