XXXV
--Déjelo todo en esta bandeja, por favor.
Obedeciendo las órdenes del agente, Alexia posó en la bandeja su teléfono móvil, sus cascos inalámbricos y su cartera. El hombre, cansado ya al inicio de su jornada, metió sus pertenencias en una bolsa de plástico hermética y las guardó en algún lugar entre cajones y mesas que Alexia no pudo identificar.
Una mano rozó su espalda.
—Por aquí.
La rubia dedicó una mirada a su acompañante. Marta Cardona asintió.
Alexia sabía de buena mano cómo la exjugadora del Atlético de Madrid había sufrido para compaginar los entrenamientos con la carrera de derecho hacía no demasiados años. Los años compartidos en la selección española hicieron imposible para la zaragozana negarse a tomar aquel avión con Alexia.
Tenía prisa por llegar, desde luego; pero también tenía el suficiente temple como para no presentarse allí sin una abogada. Una en la que confiara.
Las dos mujeres siguieron al policía hasta una de las salas del fondo de la comisaría. Había visto copias bastante similares de la misma en montones de series y películas. No pudo evitar mirar con recelo el espejo del fondo. Aunque nadie fuera a tener interés en un caso tan simple como el suyo, se había dado cuenta de que algunos de los agentes la habían reconocido. Irene Lozano la mataría.
Marta bostezó con ganas mientras tomaba asiento y la rubia no pudo evitar imitarla. Llevaban dos horas esperando en comisaría, dos horas de viaje y tres horas en el aeropuerto de Barajas. Ninguna de las dos había dormido en toda la noche.
El que parecía ser el fiscal, con una cara de lo más compresiva para las horas que eran, ofreció a las exjugadoras un café de máquina. Ambas aceptaron.
La declaración no fue larga. Lo suficiente para atestiguar las versiones, una llamada de insistencia y otra larga espera hasta que Lexi se presentó en comisaría.
Por suerte, una estrecha comunicación con NOVA, que estaba ocupándose más del deseo de Elena en alejar a su hija de su madre y su exmarido que de sacarla a ella del calabozo, permitió que la pequeña estuviera al tanto de la maniobra antes de presentarse en aquella comisaría de Londres.
Todavía desperezándose, una policía de unos treinta y cinco años, aporreó los barrotes de la celda donde Elena conseguía sus primeros minutos de sueño en aquella madrugada.
Sobresaltada, la asturiana se sentó sobre el pseudo-colchón en el que había estado tumbada las últimas trece horas.
—¡Arriba! —exclamó la mujer, buscando que espabilara lo más rápido posible—. Puedes salir. Han venido a buscarte.
Elena frunció el ceño.
—¿Y el juicio?
—No hay suficientes pruebas.
Sin modificar su expresión de absoluta confusión, Elena se calzó de nuevo las botas y se acercó a la policía, que abrió la celda.
Cuando la asturiana distinguió a una Alexia hundida en ojeras, perdida en su móvil mientras sujetaba el cuerpo de su hija, que no había podido soportar el cansancio, perdió la respiración.
La agente pudo llevar su mirada de una a otra un par de veces antes que Marta Cardona la reconociera junto a una de las puertas.
—¡Alexia! —exclamó la delantera, haciendo que el pequeño saltito de la impresión que su cuerpo dio despertara a Lexi, que buscó confusa a la culpable de haberla despertado—. Espero que no lleves allí más horas de las necesarias—Le dijo—. Dado que el caso no tenía fundamento podríamos demandar por...
—¡Mamá!
La rubia se puso en pie y guardó el móvil en el bolsillo. La niña apenas adelantó corriendo un par de pasos a la mayor de las tocayas.
—Mi amor —susurró Elena, de rodillas, aferrándose con fuerza al cuerpo de su hija—. ¿Has estado bien? ¿Estuviste con la abuela?
—Estaba en comisaría —respondió Marta desde un metro más arriba—. Se estaba retrasando todo lo posible, como pediste.
Elena, todavía con la cabeza de su hija hundida en el cuello, se puso en pie, cogiéndola en brazos. Después, miró a ambas mujeres frente a ella. Un segundo a Marta, tres a Alexia.
—Gracias —Le dijo a ambas, aunque sólo miró a los ojos a la delantera.
Marta Cardona asintió, restándole importancia, Alexia Putellas se mantuvo seria.
—¿Estás bien? —pronunció con preocupación. Elena pestañeó un par de veces—. Has estado mucho tiempo ahí dentro. ¿Necesitas algo?
Elena dejó a Lexi en el suelo sin apartar los ojos de la rubia.
—Estoy bien —aseguró—. Quizás necesite ir a un quiropráctico una vez por semana durante el próximo año, pero nada más —bromeó.
—Estaba muy preocupada.
Ambas se observaron en silencio por unos segundos.
—¿Te ha hecho venir Irene?
—Irene no sabe que estoy aquí —respondió—. Pedí ayuda a Marta y aceptó venir conmigo.
—Pero, ¿cómo me habéis sacado?
—Será mejor que hablemos fuera —intervino Marta.
Alexia, Marta y Elena recogieron sus cosas y junto con Lexi caminaron hasta la salida de la comisaría. Eran las diez de la mañana.
Marta se ajustó la chaqueta.
—El tren a Liverpool son algo más de dos horas —explicó Alexia, consultándolo en su teléfono móvil—. Podríais descansar de camino, pero también podemos buscar una habitación en Londres. Sólo pienso que puede ser que te venga bien estar en casa.
—Ehm... Sí, claro —La asturiana carraspeó—. ¿Cuánto camino hay hasta Manchester?
—Más o menos lo mismo.
—¿Por qué no venís hasta Liverpool con nosotras? Podéis coger el avión desde allí y descansar un poco. Es lo menos que puedo hacer.
(...)
No podía dejar de observar a Alexia. No sólo porque probablemente fueran las únicas dos personas despiertas en el vagón, sino también porque su presencia en ese momento parecía estar sacada de un libro de ficción.
No le gustaba saber el porqué de su cambio de actitud. Hubiera sido mucho más mágico el misterio, en lugar de comprender que tener miedo por ella le recordaba a estar en casa. Esa necesidad de estar funcionando, de ser eficiente y precisa para mantener la situación bajo control, para "salvarla" de nuevo. Eso hacía que perdiera ligeramente la chispa, añadiendo un matiz triste.
Alexia sabía perfectamente que la estaba mirando, aunque Elena se esforzaba en mirar por la ventana, con el mentón apoyado en el puño. Cada vez que se giraba hacia la rubia, ésta ya la estaba observando.
De nuevo, se volvió hacia ella, abandonando su estrategia y llevándose el brazo consigo y descansándolo en el asiento.
—Estoy bien. Te lo prometo —Sonrió—. No me voy a romper.
Alexia se desparramó sobre la butaca, cruzándose de brazos.
—No puedo creer que te dejaran pasar la noche allí.
—¿Es por eso por lo que has venido? —cuestionó.
La rubia ladeó la cabeza.
—Más o menos —Elena frunció el ceño—. Por mucho daño que me hayas hecho, no puedo dejarte durmiendo en un calabozo.
—¿Cómo lo hicisteis?
—Declaré —Apretó los labios—. Tenían una foto tuya en Madrid y el testimonio de tu vecina. Yo llegué por separado en un chárter de NOVA. La exposición que estaba teniendo con el Manchester United hacía que tuvieran que poner un esfuerzo extra en que no se me viera en aquella reunión. Por eso sé que no hay fotos mías allí —Elena la observó en silencio, tratando de unir los puntos—. Dije que yo me había quedado con Lexi en Manchester y que tú habías volado a la reunión. Lexi lo corroboró.
—¿Lexi dijo que eso era verdad?
—Sí. Le explicaron la situación todo lo posible, pero aún así, creo que Lexi ha entendido más de lo que esperaba. Esto de David no le ha gustado mucho —Alexia volvió a sentarse correctamente y se aseguró de que su teléfono seguía cargando—. Dado que David no avisó de que iba a por la niña, sólo se consideraría delito si sale del país. Estando en mi casa es fácilmente justificable.
—Has mentido.
Alexia rio sin ganas.
—Sí.
—¿Por-...
—Porque tenías razón —respondió, con cierta molestia—. Me hiciste muchísimo daño, muchísimo. Muy innecesario, con muchas consecuencias para mí. Pero aún con todo eso, después de lo que me dijiste en la fiesta he sido capaz de entenderlo. La ansiedad del "¿por qué?" me había comido por mucho tiempo. Así que ahora que he conseguido comprender, supongo que, irónicamente, me siento un poco agradecida —Elena no pudo evitar sonreír tímidamente, con cierto aire de alivio. Luego observó cómo su hija se revolvía, todavía aferrada al brazo de Alexia y descansando su rostro contra su pierna izquierda—. No te preocupes. Está dormida como un tronco —Luego llevó la mirada hasta Marta, al lado de Elena, que dormía con la boca abierta y el ceño fruncido—. Y ella también.
Volvió a sonreír.
—Entonces...
—Supongo que esto es una tregua.
Elena asintió con emoción.
—Es una tregua.
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WAR IS OVER
Dios mío de mi vida, hasta a mí se me ha hecho bola. TREINTA Y CINCO CAPÏTULOS HASTA QUE SE LLEVAN BIEN. Y aparición estelar de Marta Cardona que, por si no lo sabéis, es abogada y me ha venido de perlas jaja
Quedan muchas cosas por decir, pero se dirán ;)
En otro orden de cosas, que no vea yo que os metéis con Alexia por querer ir a la Nations a calentar banquillo. Se está montando una tremenda por algo que tampoco es para tanto. Se va a ir una semana a no jugar ni entrenar con normalidad. Y va porque la quieren allí y porque se merece estar. (Al menos esa es mi opinión). No va a hacer el daño que están viendo algunos que corra un poco en un campo de entrenamiento durante una semana y grite desde la banda. A mí todo este circo me huele muy feo y no voy a formar parte metiéndome con ella en lo más mínimo. Me fío al 100% de ella.
Gracias por venir a mi TED Talk
Ah y perdón por el desastre de capítulo, que parece escrito por Chat GPT, pero era necesario hacerlo. El próximo creo y espero que estará mejor
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