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XXXI

—¿Haces algo esta tarde?

Vicky López se puso la camiseta que había traído y se sentó en el banco del vestuario para ponerse esta vez los zapatos. Salma terminó de guardar un par de cosas en su mochila antes de contestar.

—No tengo planes. Hacer un par de lavadoras, como mucho.

—Vente a tomar algo —Salma la miró con recelo—. Algo como un café o un zumo de naranja.

—Seguro que sí. Eso dices siempre.

Vicky rodó los ojos, dejando el pie izquierdo en el suelo, ya con los cordones atados.

—Venga, vente. Jana y Claudia también vienen.

—¿Jana y Claudia también vienen a qué? —Mapi León irrumpió en el vestuario, todavía con la toalla anudada, seguida de Patri Guijarro.

—¿Se van de juerga sin nosotras? —Se quejó la capitana, ganándose una carcajada de la central.

—¡Hala de juerga! —exclamó Vicky, viéndose rodeada y sin el apoyo de aquellas que estaban dentro de su plan y que aún seguían en las duchas.

—Siempre que organizáis salidas a "tomar café" y no nos invitáis aparecéis en el entrenamiento con las ojeras hasta la barbilla —Se burló—. Vale que paséis de Mapi, que es una treintañera, ¿pero de mí?

—¡Oye! —Gritó la aludida para luego golpearla en uno de los brazos—. Fue a hablar la adolescente.

—Pues tampoco hay tanta diferencia—. Se cruzó de brazos.

—No, qué va. Tú estás pisando los treinta y Vicky apenas puede tomar alcohol en Estados Unidos —Patri bufó—. Normal que no quieran que vayas.

—No hemos dicho eso —aclaró Vicky.

Desde las duchas, tres personas más se unieron a la conversación.

—¿Qué pasa? —Jana entró riéndose, directa a donde había guardado su ropa.

—¡A ti sólo te llevo tres años! No me jodas.

Patri tiró la toalla con desgana, ya medio vestida.

—¿Y? —respondió todavía sin disimular la risa.

—Como capitana tengo que decir que esto de no invitar a todo el equipo a las salidas puede dañar los lazos afectivos y nuestro rendimiento en el campo.

—¡Qué pesada eres! ¿Ves? Se te ha subido a la cabeza —Continuó vacilándola Mapi. Estaban realmente disfrutando de aquello—. Desde que eres capitana estás hecha una sargento. Lo siguiente será controlarles las copas.

—Tú antes molabas, Patri —Añadió Claudia.

—Y sigo molando.

—Demuéstralo —retó Salma, colgándose la mochila del hombro, lista para volver a casa.

—Pues vais a ver, listas. Voy a ser el alma de la fiesta —escupió terminando de subirse la cremallera de la chaqueta.

Mapi echó una carcajada.

—Qué rápido se ofusca. Con Alexia era más complicado.

—Qué malas sois —Se rio Bruna.

Patri bufó, terminando de organizar sus cosas.

—Bueno, chicas, me tengo que ir yendo. Ya me pasáis mensaje con el sitio y la hora.

El vestuario entero se despidió de Salma. Casi todas las jugadoras habían terminado de vestirse.

—Pasadlo por el grupo —propuso Giulia.

—¿Dónde vamos? —preguntó Lucía Corrales antes de salir del vestuario.

—Tú te vienes, ¿no? —le dijo la central a su prometida.

Engen simplemente se encogió de hombros. Estaba bastante cansada para fiestas. Ella no tenía problema en asumir que estaba mucho más cerca de los treinta que la mayoría de sus compañeras. Además, tenía que hacer la compra. Ellas se pedirían un Burguer King de no tener nada fresco, pero Ingrid prefería literalmente comerse un ladrillo.

—Podemos ir al bar ese de la otra vez —propuso Vicky—. Estaba chulo.

—Me parece bien —respondió Jana.

Las últimas cinco jugadoras en abandonar el vestuario, se dirigieron, todavía bromeando hacia la salida de la Ciutat Esportiva. Doblaron la última esquina y, viendo que todas sus compañeras esperaban todavía en la puerta, fruncieron el ceño y aceleraron el paso.

Mapi miraba hacia fuera de brazos cruzados y Patri hablaba con el personal tratando de averigüar cuánto tardaría algún operativo en despejar la entrada para que pudieran salir. Algún flash se disparaba, cegando a las jugadoras, que se quejaban con molestia.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Bruna, una de las recién llegadas.

Todas se miraron entre ellas.

—Está todo lleno de periodistas —dijo Giulia.

—¿Ha pasado algo con el club? —preguntó de vuelta.

Patri se encogió de hombros y Mapi se acercó a la puerta, tratando de averiguar si el volumen de personas las retendría allí mucho tiempo más.

—¡Mapi, Mapi! —exclamó una de las reporteras, chocando su micrófono contra la pequeña apertura que quedaba en la puerta. Mapi abrió mucho los ojos, sorprendida por el grito—. ¿Es verdad que estáis participando en una conspiración contra la RFEF? ¿Han vuelto las quince contra Vilda y Rubiales? ¡Mapi! ¿Estáis con Alexia en esta guerra otra vez?

Patri y Claudia se miraron con el ceño fruncido durante unos segundos, tratando de procesar la situación. Finalmente, Ingrid se rió sin ganas.

—Me parece que vuestro "café" de esta noche queda cancelado.

(...)

Alexia Putellas lanzó el móvil contra el sofá, tomó un cojín y hundió la cara en él para poder liberar la frustración que llevaba por dentro desde hacía dos días. Alba arqueó las cejas.

—Estoy harta, estoy harta, ¡estoy harta!

La menor rodó los ojos.

—Ale, deja de coger el teléfono y ya está.

La nombrada la miró con incredulidad.

—¿Y si es Martina?

—No lo es.

—Que lo ha pensado mejor, que se ha dado la vuelta en el aeropuerto...

Alba rodó los ojos, haciendo que Alexia simplemente se callara. Tenía muchas frases lapidarias que terminarían con la fe de su hermana en que la castaña la llamara arrepentida, pero debía permitirle unos días de luto en los que pudiera estar en negación.

—Lo último que necesitas ahora mismo es estar aguantando a los matones de la federación dando por culo cada dos horas e intentando meterte miedo —dijo levantándose de la silla y apoyando una mano en el hombro de la rubia, que lo aceptó con gusto—. ¿Tienes hambre?

Alexia la vio dirigirse a la cocina.

—No mucha —respondió, a sabiendas de que prepararía algo para las dos igualmente.

—¡Por el amor de Dios! —Se quejó abriendo armarios sin parar. La exfutbolista intentó no molestarse ante el hecho de que no estaba volviendo a cerrarlos—. Tú no estás bien de la cabeza.

—¿Qué pasa?

—¿Tienes algo que supere el 1% de materia grasa en casa o es demasiado para ti? —Alexia bufó y se dejó caer de nuevo en el sofá, dejando de prestar atención a su hermana—. ¡Bingo! Cómo me entran unos espaguetis...

—No les quedaban integrales.

—Qué graciosa —respondió con sarcasmo. Después, oyó cómo Alba encontraba una olla y la ponía al fuego—. ¿Has hablado con NOVA?

La rubia suspiró, todavía tirada en el sofá y con el móvil entre las manos, esperando que en cualquier momento apareciera un mensaje de Martina.

—Sí, pero creo que aún están un poco molestos conmigo y prefieren contestarme con un "estamos en ello" en lugar de un "tú misma te lo has buscado. Un detalle.

—Bastante lícito —Se encogió de hombros, tirando los espaguetis al agua hirviendo—. ¿Qué te dijeron esta vez?

—Que no quieren ir por las malas, que tengo un día para retirar lo que he dicho, que saben lo de NOVA, que estamos jugando con fuego... Lo de siempre.

—Qué pereza dan. A ver si asumen que ya no estás a sus órdenes y no tienes que aguantar todo lo que te digan.

Alba dio un par de vueltas a la pasta y la puerta del apartamento sonó. La cabeza de Alexia apareció desde detrás del respaldo del sofá. Podría jurar que le quedaban menos de diez minutos para haberse quedado dormida de no ser por aquella interrupción.

—Quién coño será ahora —Se quejó la exfutbolista, levantándose a duras penas del mueble.

De seguro sería algún vecino pesado, como las últimas dos veces. La vecina de abajo, una señora que al principio de todo le había resultado simpática, tenía una nieta completamente obsesionada con Nala. La había invitado a pasar a verla alguna que otra vez, pero quizás se lo había tomado demasiado al pie de la letra. Ya había molestado a su perra seis veces y se lo había dicho hacía dos semanas.

—Ten cuidado a ver si te han mandado un sicario —Se rió Alba desde aquel extremo de la estancia que funcionaba como cocina.

—Eso toca mañana. Será la niña de ayer, que se ha aburrido de ver los Lunis en la tele o algo —replicó tomando la manilla de la puerta.

—¿Siguen existiendo los Lunis? Actualízate un poco—preguntó la menor sin esperar que nadie respondiera.

Alexia abrió la puerta en pijama, frotándose uno de los ojos.

Melissa la miró de arriba a abajo, para luego negar con decepción.

—¿Todavía estás así?

Sin responder, la rubia dejó pasar a las tres mujeres que habían llamado a su puerta y las invitó a tomar asiento en el sofá.

—¡Hola, Alba! —Saludó Vero.

—¡Vero! —exclamó la menor acercándose a saludar. Las dos se saludaron—. Espero que hayáis comido. No tengo espaguetis para todas —dijo, señalando la olla.

—No me digas... —Se lamentó la gallega.

Melissa carraspeó, llamando al orden. Vero se puso seria, dedicando una mirada de circunstancias a Alba, que se apartó riéndose.

—No sabes la que has montado —comenzó Melissa, con tono autoritario—. Llevamos dos días hasta arriba por tu culpa.

Alexia suspiró.

—¿Has visto las noticias últimamente? —preguntó Nadine, en un tono tan sólo un poco más amistoso que el de Melissa.

—No me digas que ya se sabe lo de Martina...

Alba se acercó con dos platos de espaguetis con atún. Le dio uno a su hermana y tomó asiento en uno de los sofás individuales.

—Lleva dos días en la miseria. Apenas ha encendido el teléfono para ver la pantalla bloqueada —informó la menor—. ¿Seguro que no queréis nada?

—¿Me dejas probar? —preguntó Vero.

Después del OK de Alba, Vero se dispuso a levantarse, pero Melissa la detuvo con una mirada de reprimenda y una mano en el hombro.

—¿Qué ha pasado con Martina? —preguntó la pelirroja, agotada.

Alexia tragó saliva, tratando de mantenerse fuerte.

—La ha dejado —explicó Alba de nuevo.

—¡No es cierto! —exclamó.

—Ale, por favor... —La menor rodó los ojos.

—Genial, simplemente, genial —Se desesperó Melissa.

—Lo que nos faltaba —Nadine se revolvió el pelo.

Mientras tanto, Alexia permanecía con el ceño fruncido.

—¿No era por eso?

—No, pero esto tampoco ayuda —respondió Nadine.

—Está todo revolucionado por tu pataleta —comentó Melissa sacando el iPad del bolso y buscando algunas noticias para enseñárselas—. Hoy han estado en la Ciutat Esportiva sacando información a las jugadoras del Barcelona. También ha habido periodistas junto los campos de entrenamiento del Real Madrid, Levante, Real Sociedad...

—¿Y eso por qué? ¿Qué tienen que ver ellas con todo esto?

Nadine suspiró.

—Pues que ya lo han relacionado, Alexia.

—Saben que hay muchas jugadoras involucradas en una especie de guerra que se está llevando fuera de los focos —explicó Vero—. Es cuestión de tiempo que NOVA como organización se vea expuesta y todavía no estamos preparados para salir a la luz. Falta mucho trabajo.

—Lo que hiciste tendrá unas consecuencias desastrosas —escupió Melissa—El equipo de Marketing y el relaciones públicas lleva dos días trabajando sin parar por una sóla persona.

—¿Habéis venido hasta aquí sólo para echarme la bronca?

—Está claro que es necesario —devolvió la pelirroja.

—A ver —Trató de calmar la situación Vero—, teníamos que salir a la luz en algún punto y nunca parece el momento perfecto.

—Estoy de acuerdo, pero no estamos preparados —insistió Nadine.

Alexia las observó con cierta incomodidad mientras cada palabra que pronunciaban la molestaba más. En ese momento necesitaba apoyo, palmaditas en la espalda y comer tranquila con una película graciosa de fondo, que la hiciese reírse de una vez y no a tres personas que se habían metido en un coche durante Dios sabe cuánto tiempo para echarle la bronca como a una niña.

—Estamos jugándonos mucho, Alexia. No sólo tú —dijo Nadine.

Su tono calmado, pero firme hizo que la exfutbolista se sintiera todavía más incómoda. Pensaba que con bien entrados los treinta, tener que aguantar este tipo de cosas se habría terminado para siempre.

—Lo que hice, por mucho que queráis darle más vueltas, fue algo impulsivo. No pensé en ello —Se cruzó de brazos—. Por mucho que me déis discursos sobre por qué está mal no va a cambiar. Ya sé que estuvo mal, pero fue un arrebato.

—Pues tendrás que aprender a controlarte —replicó Melissa.

Alexia se sentía acorralada. Quizás estaba recibiendo una bronca como una niña porque se había comportado igual que una; pero no se notaba lo suficientemente entera como para digerir aquello con filosofía.

—Lo entiendo, ¿vale? ¡He tenido unos días de lo más horribles! Lo último que necesito es más presión ahora mismo por parte de personas que pensaba que estarían de mi lado —exclamó frustrada.

Las tres mujeres intercambiaron miradas.

—No sabíamos lo de Martina cuando vinimos aquí —Trató de explicarse Nadine.

—Otra cosa que os supone un problema, ¿no? ¿Sabes a quién sí que le supone un problema? ¡A mí!

—Vamos, Ale —dijo Alba, tratando de calmar a su hermana tomándola de la mano—. Todos tenemos mucho estrés encima.

—Lo siento, Ale —Se disculpó Vero—. Tienes razón. No todo es NOVA. Está claro que lo has entendido y lo último que necesitas son más preocupaciones.

La nombrada asintió.

—Sí. De todas formas no podemos hacer nada por el momento —Continuó Nadine.

Melissa asintió, todavía visiblemente molesta.

—Nos veremos en la reunión internacional. Tendrás tiempo para digerir estas cosas y tomaremos la mejor decisión en grupo.

La exfutbolista trató de no molestarse todavía más ante la frivolidad con la que sentía que, al menos, la pelirroja estaba tratando su posible ruptura.

Las tres mujeres abandonaron el apartamento en silencio, dejando a Alexia hecha una furia de la mano de su hermana. Por capricho de la ironía el teléfono volvió a sonar en el momento en el que la puerta se cerró.

—¡Joder! —gritó, levantándose y deshaciéndose del agarre de su hermana para tomar el teléfono.

—Supongo que no será Martina... —dedujo Alba por la mala hostia con la que su hermana había pulsado la pantalla para responder a la llamada.

—¡Qué! —escupió contra el altavoz—. ¿Cómo? ... Él y su mierda de gente llevan llamándome para amedrentarme días... Sí...—La menor levantó las cejas, curiosa—. Sí... Vale. Perfecto.

—¿Así le hablas a Martina?

—Era un periodista —Alba no dejó que sus cejas bajaran a su posición inicial, todavía esperando la resolución de aquella historia—. Quieren que hable.


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4:50 de la madrugada. Por si os lo preguntáis: no, no duermo bien.

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