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XXIX

—Es importante que se os vea unidas y fuertes —Martina se mantenía seria, con los ojos clavados en el asiento de delante y asintiendo de vez en cuando a las palabras de Melissa Scott—. No nos conviene alentar los rumores de la prensa en un momento tan crítico como este. Tampoco a ti, Martina.

Asintió una vez más. Alexia la observó, apretando los labios. Dándose por satisfecha, Melissa tecleó un par de cosas más en su iPad y se recostó contra el asiento.

Malcolm debía llevarlas a ambas hasta la ciudad deportiva del Manchester United, donde la prensa estaría esperándolas. Después, se dividirían. Alexia subiría al autobús junto con el resto de la plantilla y Martina y Melissa irían directas al palco de Old Trafford.

Su relación se había convertido en la comidilla de los programas deportivos y de prensa rosa. Desde que había salido a luz, las búsquedas en internet sobre Alexia Putellas se habían disparado, convirtiéndola en una especie de icono, muy a su pesar. Todos los días aparecían fotos de ambas, ya fuera juntas o por separado; pero la reciente escasez de fotos en compañía había desatado rumores de todo tipo.

No era beneficioso para Alexia que se viera como una tapadera de un mes para calmar las aguas sobre su supuesta relación con Owen Spencer, ni tampoco para Martina haberse prestado a algo así ahora que empezaba a recibir ofertas laborales y de exposición mediática.

Por ello, el partido de hoy, la final, era crucial. Debían mostrarse como un frente unido, un equipo. Desde luego, la no asistencia de Martina al que sería el partido más importante de la carrera de su pareja sólo confirmaría las suposiciones.

—¿Estás bien?

Alexia llevaba sentada al lado de la que suponía seguía siendo su novia cerca de cuarenta minutos. No habían hablado en la última semana, pues ella le había pedido tiempo para pensar.

Martina tardó unos segundos en responder, como si se hubiera quedado sin voz desde que había salido de casa.

—Sí.

—¿Seguro? —Martina no respondió, pero tampoco le parecía necesario—. ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Quieres decirme algo?

La entrenadora trató de tomar la mano derecha de la castaña, pero ésta la apartó.

—No quiero decirte nada —sentenció—. Acabemos con esto y ya está.

Las tres mujeres abandonaron el vehículo pocos minutos después, cada una desde su puerta. Un par de micrófonos y varias cámaras rodearon a la rubia.

—Alexia, Alexia, aquí por favor —Un micrófono prácticamente chocó con su barbilla—¿Tenéis alguna estrategia especial para enfrentaros a este partido?

—Está claro que el Arsenal es un rival peligroso y hemos dedicado el trabajo necesario los últimos días a contrarrestar sus puntos fuertes.

—Alexia —Otro periodista se acercó desde el otro lado. Melissa rodeó a la prensa encaminándose hacia la puerta de entrada—, se habla mucho de la bajada de nivel de las últimas jornadas y los malos resultados. ¿Crees que conseguiréis romper con esta mala racha? Se habla también de un posible mal momento mental dentro de la plantilla.

Cuando se disponía a contestar, una mano tomó la suya desde atrás. Se dejó tomar, disfrutó del calor y se volvió hacia Martina, que le sonrió con ternura, para luego asentir. Sintió como su dedo pulgar recorría el dorso de su mano y esbozó una sonrisa igual de grande para la castaña.

—Todas estas preguntas se responderán en el campo, sin lugar a dudas.

Martina tiró de ella a través de los periodistas, que abrían paso conformándose con alguna instantánea de la escena. Alexia le seguía el paso en dirección a Melissa, que las esperaba satisfecha. La rubia no pudo evitar prestar toda su atención a aquel gesto, que la estaba ayudando a liberar todo el estrés del viaje. Quizás era cierto que sólo necesitaba tiempo, quizás lo arreglarían.

Pero cuando las puertas del edificio las separaron de las cámaras, su mano se quedó fría de nuevo y Martina dio un par de pasos a un lado, alejándose de ella a una distancia que la hiciera sentir cómoda.

—Nos veremos después del partido —Habló Melissa, sacando de nuevo su iPad. Martina se mantuvo estoica, sin mirarla, de brazos cruzados, mientras Alexia no podía parar de observarla—. Mucha suerte —Al no recibir contestación, la pelirroja dio un paso hacia la exfutbolista, captando su atención—. Ahora céntrate en el partido, ¿vale?

La rubia asintió y, sin decir nada más, Martina comenzó a alejarse del lugar, siendo seguida de cerca por Melissa.

(...)

El primer gol fue anulado por una supuesta falta previa. El segundo, por un fuera de juego inexistente. La frustración de los jugadores del Manchester United estaba llegando a niveles peligrosos.

Después de las últimas filtraciones sobre la federación y la manera en la que Alexia había esquivado con elegancia el escándalo que habían cernido sobre ella, a Luis Rubiales y compañía sólo les quedaba arruinar la buena racha de Alexia Putellas, que había bajado ya tres puestos en liga y se enfrentaba en ese momento a su única posibilidad de conseguir un título aquella temporada.

La final de copa no estaba siendo reñida en absoluto, muy en contraposición con lo que el marcador reflejaba. Los Red Devils habían dominado desde el inicio del partido y el Arsenal estaba completamente desaparecido.

Sin embargo, en el minuto cuarenta, uno de sus jugadores fue expulsado. Las faltas inventadas y los piscinazos del equipo rival podían contarse por decenas. El público no paraba de silbar la actuación arbitral.

—Lean —Alexia llamó al delantero, que llevaba calentando los últimos minutos.

El jugador se acercó, concentrado. Su relación con Alexia había cambiado mucho en los últimos días. Su actitud era radicalmente diferente. Humilde, profesional y entregado. No oyó una sola mala contestación o vio una mala cara. Mason Lean tomó un rol de líder serio y concentrado.

Alexia felicitó su cambio de actitud y éste pidió disculpas por sus faltas de respeto. Justo en el momento indicado, Mason Lean había decidido aportar al equipo y la rubia tenía a su disposición todo el talento del inglés y que tanto necesitaba en ese momento.

—Vamos a levantar esto —animó.

—Entras por Owen —golpeó su hombro con la palma de la mano—. Deja tu vuelta bien alto.

Tan sólo dos jugadas después de que se produjese el cambio, Josh tomó el balón en medio del área grande, cercado por dos defensas. La pelota pasó a Mason, que armó la pierna para disparar desde uno de los laterales y fue arrollado por uno de los centrales. El penalti era claro, pero el árbitro señaló el saque de puerta.

Los jugadores perdieron los estribos, comenzando una trifulca a empujones en el campo rival al que llegaron a unirse varios centrocampistas. Las protestas al colegiado tampoco fueron pocas, que se saldaron con dos tarjetas amarillas. Una para Josh y otra para Fabián.

—¿A ti esto te está pareciendo normal? —preguntó Alexia al cuarto árbitro—. Ni siquiera habéis consultado el VAR —El hombre simplemente la ignoró—. Van cinco. Cinco errores garrafales. Usad el VAR ¿Por qué no lo estáis usando?

El cuarto árbitro, simplemente hizo un gesto. Lo siguiente que supo es que había sido expulsada.

Alexia vio desde la grada cómo su equipo se desesperó ante el flagrante robo que se estaba cometiendo. Y aunque el planteamiento táctico y la defensa fue suficiente para que el Arsenal no fuera capaz de adentrarse en su área para inventar un penalti en su contra, el cansancio mental terminó por tumbarlos en penaltis.

La rubia buscó a Martina en la grada sin éxito. Se preguntó si un jarro de agua fría como aquel sería suficiente como para que la mirara a los ojos y la viera como antes, aunque fuera por un momento, porque la necesitaba con ella, de su parte.

La charla en el vestuario no fue larga. No había mucho que corregir. Había sido un robo flagrante y la entrenadora tenía muy claro que se habían movido los hilos necesarios para apartarla del éxito que ella y la plantilla habían merecido.

Se negó a dar la rueda de prensa, pero eso no impidió que los periodistas la atosigaran a la salida del estadio, preguntando por su expulsión, por las jugadas polémicas, por el qué había pasado.

Los empleados de seguridad se dedicaban a apartar a toda la prensa que se había congregado alrededor del autobús de los Red Devils y que no habían sido capaces de contener detrás de las vallas.

Alexia notaba la furia ganarle a la razón cada vez que una de las preguntas señalaba a sus jugadores o sugería la idea de un sabotaje, decidiéndose por responder a uno de los periodistas ya cuando sus manos tocaban el autocar, una frase que pronunciarían todos los telediarios del país la mañana siguiente.

—¿Que qué ha pasado? Yo creo que está muy claro. Preguntadle a Luis Rubiales, preguntadle a él, que debe estar muy asustado.


*******************************

Bueno... Hola jajajaja. Tengo que decir que en este tiempo he tenido lío, pero lío, lío. Estas semanas he podido dar de comer al Sálvame.

Sé que tenéis ganas (algunas) de que Martina y Alexia se comuniquen, pero tocaba el ataque de la RFEF, que mucho decir vamos a por Alexia y todavía no habían hecho nada. Lo que pasa que esta mujer no sabe estar callada cuando está cabreada y no sé yo si haber nombrado a cierta persona le puede traer problemitas. De todas formas, Alexia y Martina tienen que irse juntitas para que lo vean los periodistas, quizás terminen por hablar un poquito en el próximo capítulo. ¿Cómo terminará? Eso ya es otra historia.

Espero que nos veamos antes que la última vez

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