XXIV
Estaba rodeada de personas de su máxima confianza. A su izquierda, Marta Torrejón. A su derecha, Sandra Paños. Detrás, Vicky Losada y Ana María Crnogorčević. Se había abrazado a ellas con fuerza, había compartido con sus antiguas compañeras palabras de ánimo y elogios. Se había mostrado fuerte, independiente y profesional y, por dentro, sin permitirse mostrarlo lo más mínimo, la presencia de Elena Garay en el otro extremo de la sala le estaba helando la sangre.
No la miraba. Se ocupaba de aquello con esmero, pero no podía evitar observar sus movimientos utilizando la mirada periférica, atando sus ojos a algo que no la delatara y concentrándose en tenerla controlada. Sólo así se sentía en control de sí misma.
El acto ya no se trataba de una fiesta con deliciosos canapés y bebidas espumosas. Delante de ella y sobre una larga mesa en la que no cabían todos los asistentes, que se habían dispuesto en filas de sillas concéntricas alrededor del mueble, había tan sólo vasos de agua. Las luces de la estancia eran tenues, centrando la atención en la enorme proyección que un asistente preparaba bajo la dirección de Irene Lozano.
«Se llama Alexia».
La entrenadora sacudió su cabeza, tratando de no caer de nuevo en el pensamiento rumiante que llevaba consigo desde que había entrado en la sala. No podía volver a ocupar su tiempo en agarrarse y darle vueltas a cualquier cosa que la hiciera volver a verla como la chica de la que se había enamorado a los dieciocho años y que le había demostrado que no existía. No podía seguir buscándola en pequeños detalles cuando no había aparecido en los grandes actos. Su hija se llamaba como ella, pero Elena la había abandonado, teniendo esa misma hija con un tío cualquiera con el que además se había casado.
«Y recientemente divorciado».
Alexia apretó los labios y pestañeó varias veces. Se le escaparon los ojos hacia ella. Elena la estaba mirando. Volvió la vista hacia sus compañeras. Elena hizo lo mismo, recuperándose de la vergüenza de haber sido atrapada en una conversación de negocios insustancial con algunos de los directivos que se habían sentado a su lado.
—Podríamos ir a tomar una copa. Para una vez que nos juntamos... —animó Marta. «¿Iría Elena a tomar algo con alguien de aquí que llevaba tiempo sin ver?»—. Una cervecita, sólo.
«A Elena le encantaba la cerveza. Y le seguirá encantando, supongo ».
—Yo me apunto —dijo Ana Mari.
«¿A dónde iría después del acto? Irene le habrá encontrado dónde quedarse, seguro que sí».
—¿No será un poco arriesgado pasearnos por ahí si estamos en una organización ultra secreta?
«Antes nunca usaba pintalabios rojo. Ah, bueno, sí. Una vez. En una fiesta cuando apenas llevábamos unos meses saliendo. Dejó de llevarlo porque siempre se estropeaba. O se lo estropeaba».
Ana Mari se encogió de hombros ante las palabras de Vicky.
«Sus labios me recuerdan mucho a esos días. Puedo sentirlos al cerrar los ojos».
—Tampoco es como que seamos completas desconocidas —apuntó Sandra—. Podríamos estar haciendo un viaje de reconexión de amigas en Madrid.
«Besarla era tan diferente de besar a todos los demás. ¿Qué sería lo que lo hacía tan distinto? Quizás algo con la lengua».
—Nos estamos preocupando demasiado —Le restó importancia Torrejón—. No es como que a mí precisamente me sigan los periodistas allá por dónde voy.
«¿Habrá empeorado con los años? No puedo recordar cómo había sido la última vez. Seguramente no me quejé. Es una duda tonta. Sin sentido. Que no quiero ni necesito resolver. Tengo demasiada curiosidad por las cosas. Seguro que ese hombre con poco pelo también besa interesante. Es sólo curiosidad».
—A la única que me creo que sigan todavía por ahí es Ale —replicó Paños.
«Ugh. No. Qué mierda de imagen me ha venido a la cabeza».
—Y más ahora que está siendo una entrenadora de la hostia, ¿no? — «Culpa mía por ponerme a pensarlo con un hombre. A quién se le ocurre. La mujer del fondo sí que no está nada mal... ¡Ni Martina! Martina sí que no está nada mal. Eso, Martina» —. ¡¡Alexia!!
Un codazo en las costillas hizo despertar a la rubia, que se masajeó la zona dolorida con cara de circunstancias.
—¿Qué?
—Quieren ir a tomar una copa luego —Alexia quiso decir en su defensa que eso lo había oído, pero se mantuvo en silencio—. ¿Tú lo ves muy arriesgado? ¿Te siguen mucho?
«Su hija se llama Alexia».
—¡No! Nada arriesgado, pero he quedado con mi novia. Está estudiando el máster aquí. Debería hacerle una visita. He estado un poco ausente últimamente.
—¿Martina? —preguntó Vicky. Alexia asintió—. No la conozco todavía.
—No la conocéis ninguna —La entrenadora se encogió de hombros—. Los últimos años no han sido los más sociables.
—Es momento de cambiarlo —dijo Ana Mari, resolutiva.
—Podrías traerla y luego os...
—Muchas gracias a todos por venir a esta nueva reunión organizativa.
Irene Lozano, con su proyección por fin perfectamente arreglada, interrumpió a Sandra, aunque todas sabían lo que iba a decir. A Martina le encantaría la idea. Y a Alexia la dejaría situarse en dónde estaba con un poco más de tiempo que dirigiéndose directamente a casa de su novia, así que asintió, conforme.
Todos los ojos estaban puestos en la brillante presentación que se exponía ante ellos. Todos menos Elena, que aprovechaba la penumbra para observar a Alexia de cerca y con parsimonia.
La veía tranquila, imperturbable. Aún así, podía encontrar alrededor de sus ojos, salvadas a duras penas con grandes cantidades de corrector, los estragos de la falta de descanso.
Alexia no había envejecido mal. No podía decir que los años no hubieran pasado por ella, lo habían hecho, se habían dejado notar. Sus hoyuelos habían dejado una marca permanente, al igual que su ceño fruncido y sus ojos cansados y alguna cana solitaria comenzaba a asomar entre su pelo rubio teñido. A veces echaba de menos su pelo castaño, la forma en la que lo veía brillar bajo el sol; pero sabía reconocer que el pelo rubio había sido un buen cambio estético.
La entrenadora era profesional y ella también podía serlo. Podía sentarse en aquella silla sin sentir cómo su mente orbitaba ante la idea de su presencia en el otro extremo de la sala, sin pensar en lo que había ocurrido entre ellas hacía unos meses. Podía evitarlo. Lo haría.
No pensaría en cómo sus labios se amoldaban a los suyos sin esfuerzo, cómo sus dedos recordaban aquellos puntos de su piel que la hacían estremecer, cómo no había podido evitar pensar en ella durante un día entero desde que había vuelto a verla. Podía evitarlo. Lo haría.
—Registramos buenos resultados en relación a las noticias y artículos de opinión sobre la federación actual, al igual que los tertulianos y periodistas que han intervenido en diversos medios de televisión y radio —Elena sabía todo aquello de memoria. Había dado el visto bueno a muchas de las cosas. Aquella parte de su reunión no necesitaba de su atención—. Se les ha criticado abiertamente, se han filtrado muchos de los documentos de los que disponemos y se ha trasladado el debate a las calles, donde la población demuestra claramente...
Ni siquiera le había preguntado por su hija. No podía evitar preguntarse si pretendía sentarse en silencio, ignorando el hecho de que lo sabía, como si no lo hubiera escuchado. Lo había dejado estar, se había negado siquiera a mentarlo. ¿Lo haría fuera? Quizás realmente no quería nada más de ella que espacio, que olvido. Y Elena realmente pensaba que lo merecía, más después de todo aquello, más después de haber llamado a su hija como ella. Pero ¿podía dárselo?
—Me gustaría pedir un aplauso para Alexia Putellas —La sala se inundó de palmadas de orgullo y víctores. Alexia buscó agradecer con vergüenza—. Desde su puesto como técnica en el Manchester United está callando las bocas de todos los críticos misóginos que hemos estado escuchando estos días. No les está dejando más opción que retractarse y asumir que, la mejor jugadora del mundo, también puede ser la mejor entrenadora del mundo —Los aplausos se atenuaron cuando Irene Lozano volvió a coger aire para hablar—. También incorporamos hoy a nuestra plantilla fija a Elena Garay como directora de prensa, estrategia y relaciones públicas —Alexia no pudo evitar sentir un escalofrío al haber sido nombrada junto a ella—. Es una noticia agridulce, puesto que Elena ha perdido su puesto en la UEFA por presiones del equipo de Rubiales. Es importante comunicaros que esto demuestra que saben que estamos aquí y que no van a dudar en tratar de darnos caza.
—¿Sería acaso tan malo que lo supieran? —Aquella voz era nueva para Alexia y Elena, también para la mayoría de los asistentes; pero no era una incorporación tan reciente como para que aquello fuera la excusa. Se le veía frío, en control, elegante, pulcro. Alexia sintió cierta envidia de él y Elena no pudo evitar percibirlo como un psicópata—. Teníamos que salir en algún momento como organización y como alternativa. ¿Por qué no hacerlo cuando aún tenemos la pelota en nuestro jardín? ¿Ahora que podemos controlar el cómo y el cuándo?
Aquel hombre estaba sentado en uno de los laterales de la mesa, en la primera fila, con ambos brazos sobre la mesa y el pelo engominado hacia uno de los lados. Tiró de una de las mangas de su chaqueta oscura mientras se apoyaba de nuevo en el respaldo de la silla. Irene Lozano tenía una gran confianza en él y en lo que podía llegar a ayudar a la organización. Sus palabras siempre eran certeras, meticulosas.
—Muy interesante, Aleix.
Elena frunció el ceño. «Aleix», repitió en su mente. Sentía su cuerpo estremecerse cuando sus ojos conectaban con los de aquel hombre, como si su persona desprendiera un aura oscura. No podía evitarlo. Siempre había sido de aquellas personas que se dejaban llevar por la superstición.
—¿Crees que es el mejor momento? No estamos preparados —inquirió con gesto serio, dispuesta a llamar la atención de Aleix.
El hombre, de unos treinta y pocos años, se giró hacia la nueva directora de prensa y la observó con desdén. La miró de arriba a abajo, torciendo la boca, sin ningún tipo de disimulo. Después chasqueó la lengua y se volvió de nuevo hacia Irene, despreciando por completo la intervención de Elena en la conversación.
—¿Qué preparación pretendes hacer? El organigrama está listo hace semanas, si ignoramos tu apresurada incorporación. ¿Quieres un flyer para anunciarnos? ¿Eso es lo que te falta? —preguntó hacia la mesa, sin mirarla.
Elena frunció el ceño.
—Me parece que como directora de prensa, estrategia y relaciones públicas disfruta de una posición bastante buena para organizar la forma en la que una presentación al ojo público se va a llevar a cabo —escupió Alexia Putellas desde su asiento, ganándose las miradas indisimuladas de sus excompañeras de equipo—. ¿Tú quién se supone que eres para opinar más alto que ella?
La asturiana tragó saliva. Su respiración se había acelerado, quería sonreír. Alexia no la miró, se limitó a mantener unos ojos asesinos sobre el que había decidido que sería su víctima aquella noche.
—Aleix Bosch —respondió resuelto—, estoy en la junta.
La rubia rodó los ojos. No tenía intención de enfrentarse con el arrogante que había puesto el dinero sobre la mesa. Esa no era su guerra. Un murmullo empezaba a oírse alrededor de la mesa. Sintió que estaba metiéndose en donde no la llamaban.
—Está claro que necesitamos un plan de actuación —continuó—. Defiendes como uno de los puntos positivos el hacerlo ahora que tenemos el control de la narrativa. Salir a la luz sin planificación no es controlar la narrativa.
Notaba los ojos sobre ella. No le gustaba, pero estaba acostumbrada. Podía seguir, aunque no tuviera demasiado claro por qué se había metido en aquella discusión sin sentido. Le daba igual lo que pasara con Elena, no era su problema.
—¿Y qué tenemos que hacer? —Uno de los hombres a la derecha de Aleix Bosch se acercó con cierta urgencia hacia Irene Lozano mientras las palabras del hombre resonaban sobre la mesa. Elena seguía dentro de la conversación, al contrario que los demás asistentes, que comenzaban a agachar sus cabezas hacia las pantallas de sus teléfonos móviles y enseñándoselos unos a otros—. Perder el tiempo en preparaciones innecesarias no va a beneficiarnos. Podemos salir a la luz y perfilarnos sobre la marcha.
Viendo como los ojos de los asistentes fluctuaban entre sus móviles y ella, Alexia buscó refugio en la mirada de Elena, sin pensar, que la observaba con preocupación. Eran demasiadas miradas otra vez, el foco era demasiado grande. Alexia se buscó en los ojos de mil colores, el único lugar seguro que recordaba y se planteó imaginarse cómo sería dejar que ella la tomara de la mano, que la apoyara a menos distancia que tres metros; pero no ocurriría. No podía volver a pasar.
—Putellas —La nombró Aleix, con cierto tono divertido, recostado de nuevo en la silla. Alexia tardó un segundo en abandonar los ojos de Elena—. ¿Has tenido una aventura recientemente?
—¿Qué? —Sólo pudo responder.
Los ojos de la catalana volvieron a los de Elena, esa vez todavía más aterrados.
—La guerra mediática ya ha empezado —anunció Irene, guardando de nuevo el móvil que había estado observando los últimos segundos. Lo conectó al ordenador y se volvió de nuevo hacia la pantalla digital— Saben quiénes somos y lo que estamos haciendo. Es hora de salir a la luz.
Todas las cabezas, antes enfrascadas en sus pequeñas pantallas, dirigieron entonces su atención a la proyección, que mostraba exactamente lo mismo que estaban leyendo anteriormente.
Polémica en el 'feminista' Manchester United: El ascenso de Owen Spencer, ¿mérito o romance?
Alexia pestañeó varias veces, sin apartar la vista de la pantalla. Habían ido a por ella, la habían puesto de nuevo en el ojo del huracán, en el centro de la crítica, en el foco que más iluminaba. Luis Rubiales había puesto precio a su cabeza.
—¡Por supuesto que no ha tenido ninguna aventura últimamente! —escupió Vicky, con rabia.
—¿De verdad alguien se está creyendo esto? —Se quejó también Ana Mari.
La mesa se mantuvo en silencio. Un silencio ensordecedor. Muchos de ellos sabían que era mentira, pero las fotografías en pantalla planteaban la duda en su de primeras seguridad inquebrantable.
En la primera, Alexia sostenía la cara de Owen entre sus manos, cerca de ella, ambos sonreían. En la segunda, el chico la abrazaba con fuerza, celebrando con ella en primer lugar uno de sus primeros goles, de forma efusiva. En la tercera tan sólo hablaban, apartados de los demás, se podía ver el brillo en los ojos de Owen, se podía confundir. En la cuarta, la perspectiva no ayudaba a justificar el resto de fotografías, sugiriendo un beso rápido y disimulado en la entrada del túnel de vestuarios. En la quinta, Alexia y Owen compartían coche, pues había decidido acercar al jugador a su casa después de una sesión de entrenamiento técnico específica para él. Lo había hecho como un gesto amable, como algo que había hecho montones de veces antes.
Alexia no podía parar de observar las fotografías, absorta. Una tras otra, descubriendo que llevaban siguiéndola semanas, que habían observado todos sus movimientos.
—¿La has tenido? —insistió Aleix.
Elena se puso en pie, generando un estruendo cuando su silla chocó contra la de atrás. Sus ojos se incendiaron.
—¡Eso es ridículo! —gritó.
—Lo sabemos —dijo finalmente Irene, relajando por un segundo a la asturiana y permitiendo a la entrenadora respirar—, pero que nosotros lo sepamos no implica que esto no vaya a usarse como pretexto para descargar la rabia y modificar la opinión pública —Varios comentarios sobre el artículo pudieron leerse en la pantalla, pidiendo la destitución de la entrenadora por abuso de poder y conflicto de intereses, asegurando que nada distinto se podía esperar de una mujer en el fútbol de hombres—. Tenemos que pensar en cómo solucionar esto. Irte ahora del club por preservar tu imagen podría verse como una confirmación de que esto ha ocurrido. Tampoco podemos perder lo que hemos caminado hasta ahora y no... —Irene meditó por unos segundos, culminando cuando sus ojos se clavaron directamente en Elena, que tragó saliva—. Tengo una idea —dijo ganándose la atención de todos—. ¿Por qué no presentamos a Martina como tu pareja públicamente? —propuso llevando los ojos entonces hacia Alexia, que frunció el ceño—. Seguís juntas, ¿verdad?
Los ojos policromáticos de Elena se clavaron en los de la catalana con intensidad, Alexia sintió cómo el pecho le pesaba de nuevo, cómo sus ojos la mortificaban.
—No —respondió sin más. Elena frunció el ceño, al igual que el resto de sus excompañeras. No sólo las que estaban tras ella, sino todas las demás en las que ni siquiera había reparado desde que había entrado—. O sea, sí. Sigo con ella, pero no quiero hacerlo público.
Elena dio una respiración larga. Tratando de recuperar la compostura. Alexia se percató, apartando la mirada de la asturiana.
—Es una buena idea —insistió Irene.
—No lo hará —replicó Jenni Hermoso, desde el fondo de una de las salas—. Alexia no habla de su vida privada ni aunque la maten.
Del medio del silencio, otra voz conocida en las filas de atrás intervino.
—Lo entiendo —concedió Puyol—, pero ya se está hablando de su vida privada. Y no precisamente bien.
—Es la mejor opción —opinó Guardiola, con ambos brazos sobre la mesa—. Es un mal trago, por supuesto; pero puedes hacerlo de la manera que decidas. Unas fotos, una rueda de prensa... Despejaría todas las dudas que pudieran seguir sobre la mesa por mucho que tú y Spencer neguéis los hechos. Se dice que una imagen vale más palabras, pero además de negarlo, salir del armario y teniendo pareja encima... Creo que haría mucho más.
Alexia tenía el 'no' dibujado en la cara. De ninguna manera. Ella nunca había compartido ningún aspecto de su vida privada, mucho menos de su vida amorosa. Odiaba tan sólo la idea de sugerirlo, de dar a la prensa rosa una puerta directa hacia su vida personal, de la que exprimir el jugo y ponerla patas arriba. No lo haría. Nunca lo haría.
—Creo que deberías hacerlo —La voz de Elena, que no la miraba, interrumpió todos los pensamientos de su cabeza—. Es verdad. Es lo mejor.
Y como nueva directora de prensa, estrategia y relaciones públicas, ¿quién era nadie para hablar más alto que ella?
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Holaaaaaaaaa :) Llevaba un tiempo un poquito desaparecida, pero os compenso con un capítulo largo largo.
Parece que Elena, nueva directora de prensa va a tener que planificar la mejor forma para que Alexia presente en sociedad a su novia. Interesante.
¡Y vuelve Martina, mi gente! Que la temporada del Manchester United está a nada de terminar. Se vienen proyectos nuevos ;)
Espero que os esté gustado un poquito y estéis invested
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