XXII
—Por supuesto, Elena. No tienes que preocuparte por nada. Nos encargaremos de todo.
Elena respiró como si no lo hubiera hecho en los últimos días.
—Gracias. Gracias, Irene, de verdad.
No le gustaba la idea de sentirse dependiente. Le gustaba tener su dinero, su futuro, sus ideas y sus planes, pero la vida se le había complicado demasiado. El traje que llevaba encima en aquel mismo momento era el último que le quedaba por estrenar para una ocasión como aquella.
Como esperaba, Irene Lozano no había dudado. Elena sería trabajadora de NOVA y lo más importante, asalariada de NOVA. En los papeles aparecería el nombre de la organización, un buen sueldo y las libertades y ventajas de conciliación que cualquiera pudiera desear. Más que suficientes para presentar en el juzgado.
Miró entonces en dirección a su hija, que se entretenía como podía, corriendo de un lado a otro en los pasillos, mientras Xénia la observaba con pesadez, cansada de perseguirla por los suelos de mármol y evitando que se colara en salas donde podría destrozarlo todo. En algún momento desistiría, como ella había hecho años atrás. No se podía calmar a su hija, era simplemente un terremoto.
—Te presentaremos hoy, delante de todos los asistentes. Será un bombazo —Se emocionó su ahora jefa—. Han empezado a atacarnos directamente. Ya saben que estamos aquí —Elena se apresuró a negarse, siendo interrumpida por ella—. Lo has estado haciendo increíble, absolutamente increíble. Ahora tenemos apoyos importantísimos. Sólo tenemos que organizar las ofensivas y descubrir quién ha sido el malnacido que te ha delatado —espetó—. No te preocupes —dijo, poniendo un brazo sobre su hombro—, sabíamos que este tipejo tenía ojos en todas partes.
Podía oír a todos los invitados deslizándose en el interior del salón que habían escogido para esa ocasión, para aquella reunión en Madrid a la que ella no debía asistir, lo había dejado claro. Se había acercado a hablar con Irene y demás dirigentes de la organización, se le había proporcionado un pequeño apartamento en la capital hacía apenas una hora y los papeles estaban en marcha. Tan sólo debía volver a Liverpool antes de que David decidiera aparecer por la casa e iniciar el proceso de divorcio.
—En realidad, debería irme ya.
—Te mereces una ovación por todo lo que has conseguido —apuntó—. Déjame darte eso.
Elena negó. Sabía lo que Irene pretendía, se conocían lo suficiente como para saber que quería animarla después de todo lo que le había contado que había sufrido en los últimos días. El trabajo era lo que más feliz la hacía sentir, lo que le devolvía la seguridad en sí misma. Lo que Irene Lozano no sabía es que la razón de que Elena se negara a asistir no era modestia, ni tristeza. Era vergüenza.
—Podríamos hablar de tu posicionamiento, de los siguientes pasos y cómo solventar tu situación.
—Te agradecería mucho que pudiéramos hacerlo en privado.
Irene asintió sin demasiada convicción. Le gustaría poder insistir más, Elena también era consciente de que lo intentaría por activa y por pasiva, pero también de que su figura en aquella organización y, sobre todo, en aquel acto, era requerida cada pocos minutos. Su móvil llevaba sonando casi desde el inicio de su conversación.
—Quédate en Madrid esta noche. Habla con Julio, él te dejará una habitación. Hablaremos mañana por la mañana —Se tomó un segundo para repasar si había atado todos los cabos antes de desaparecer en el interior del salón—. Y un vuelo. Que te consiga uno también.
Vicky soltó por fin sus brazos de Ana Mari entre quejas. La suiza hizo lo mismo y se rieron durante unos segundos.
—Pensaba que no te vería hasta el cumpleaños de Adrià.
—Debería estar más libre. Neus me lo dice siempre.
El haber nombrado a Neus, hizo la conversación ligeramente más oscura. Vicky Losada y Ana Mari habían sido muy cercanas desde que la rubia se había mudado a Barcelona con el objetivo de trabajar en las etapas formativas del club, hecho que el barça había celebrado sin ningún tipo de disimulo.
Había sido tanto el acercamiento de ambas, que la excapitana del Barcelona había pedido a Ana Mari ser la madrina de su primer hijo. Se veían, hasta hacía unos meses, casi todas las semanas, pero la puesta en marcha del proyecto NOVA y la cantidad de contactos que la suiza manejaba en el deporte, la habían tenido ocupada más de lo que le hubiera gustado.
Echaba de menos las tardes de sobremesa en la azotea del piso de la morena y jugar con Adrià; pero, en cierto modo, agradecía el descanso de Neus que esto le estaba regalando.
Neus, su prometida, no era santo de devoción para ninguna de las chicas que formaban su pequeña familia en Barcelona. Nunca había sido la pareja más dedicada, ni siquiera la más correcta. A menudo tenía malas contestaciones y caras hacia la suiza delante de Vicky y su mujer, que pasaban la noche comentando lo mucho que deseaban llegar al momento en el que la rubia se diera cuenta de que merecía algo mucho mejor, pero Ana Mari estaba completa y perdidamente enamorada de ella.
Vicky rodó los ojos.
—Ni siquiera te vale cuando tenéis la misma opinión —Se rio Ana Mari.
—Que tenga la misma opinión que yo en alguna cosa no es algo que celebre. Siento asco de mí misma sólo de pensarlo.
Vicky se echó a reír. Una risa que fue perdiendo intensidad viendo que la suiza no se había reído ni lo más mínimo. Quizás se había pasado. Quizás debía pedir disculpas. Después de todo era su prometida. No debía ser agradable que tus amigas la odiaran tan profundamente.
Cuando la excapitana comenzó a abrir la boca, Ana Mari desapareció de su campo de visión hecha una furia. Se giró al instante. Tampoco le parecía para ponerse así. Se disponía a seguirla por el pasillo, cuando vio al fondo de éste, en la dirección en la que antes estaba su espalda, a la razón de que la rubia hubiera desconectado de la conversación por completo.
Ana Mari aporreaba el mármol del suelo con pasos enfurecidos, seguida por Vicky, que aunque no estaba tan furiosa como ella, pretendía decir un par de cosas a la mujer que se despedía de uno de los miembros de NOVA, después de que éste le hubiera entregado un par de papeles.
—Pensaba que había quedado claro —escupió, tomando a Elena de las solapas de la chaqueta, acercándola a ella y haciendo que la nombrada palideciera, viendo cómo sus pies se alejaban ligeramente del suelo.
Xénia llevó los ojos hasta las tres mujeres, alertada por la frase llena de ira que acababa de escuchar. Dedicó una última mirada a la niña, que se distraía enrollándose en unas cortinas cerca de la entrada y corrió hasta donde se encontraban.
—¡Eh! —exclamó empujando a la suiza lejos de su amiga.
Xénia era, por lo menos, treinta centímetros más baja que Ana Mari, a la que fulminaba desde su pequeña altura. Elena sabía todo lo que estaba pasando por la mente de su más antigua amiga, así que dejó un brazo en su hombro.
—Xénia, está bien. No te preocupes.
—¡¿Cómo va a estar bien?! —exclamó hacia la asturiana, para luego girarse hacia la rubia—. ¿Pero tú quién te crees que eres, macarra?
—La pregunta es quién coño eres tú —escupió.
—Soy Xénia Baizán. ¿Y tú? ¿Chuck Norris?
Ana Mari apretó los dientes con furia dando un paso adelante que no hizo retroceder en lo más mínimo a la castaña.
—¿Qué coño haces aquí? —acusó esta vez Vicky a la morena.
Elena tragó saliva.
—No es mi intención molestar a nadie. Estaba a punto de irme.
—Estás tardando —devolvió la excapitana.
—No puedes estar aquí —dijo la suiza—. No voy a dejar que la jodas más, en cualquier momento podría...
Mientras Ana Mari hablaba, la cara de Elena fue poniéndose cada vez más y más blanca. Su boca se entreabrió ligeramente, sus dedos se aferraron en el brazo de Xénia y juraría que hasta el vello corporal se le puso de punta.
—¡¡Alexia Putellas!! —El grito de la niña las enmudeció a todas por completo.
Se volvió, aterrada de que pudiera haber pasado lo que estaba evitando, pero la situación que se encontraría sería todavía peor de lo que imaginaba.
El más absoluto silencio se había instalado entre las cuatro, que observaban cómo una Alexia completamente ajena a lo que estaba pasando, se ponía de cuclillas frente a una niña de siete años que no conocía, que no sabía lo que significaba.
—¡Hola! —exclamó la catalana con una sonrisa, tomando de las manos a la niña que acababa de correr hasta ella— ¿Me conoces?
La niña asintió con ganas, varias veces, con los ojos entrecerrados. Mirando al suelo de vez en cuando, fruto de la vergüenza. Alexia no pudo evitar que la situación le resultara adorable.
—¡Hala! —Se sorprendió, tratando de hacerlo muy exagerado—. No sabía que aún supieran quién soy las niñas tan pequeñas como tú.
—Es que yo quiero ser futbolista... —dijo con timidez.
La sonrisa de Alexia se agrandó.
Xénia se disponía a ir a agarrarla de la mano, llevársela lejos de allí antes de que fuera tarde, pero cuando se disponía a lanzarse hacia allí, Ana Mari la tomó del brazo con fuerza, diciéndole con la mirada, que si hacía eso, las expondría a todas ellas.
—¿Ah sí? —Se interesó—. Eso es genial.
Al recibir aquellas palabras de la catalana, que la había tomado de las manos con más emoción, la niña se vio con la confianza necesaria para dejar de mirar hacia el suelo. Y ese fue el exacto momento en el que la exfutbolista perdió el aliento.
Eran azules, verdes, marrones, grises, castaños, amarillos. Eran de todos a la vez, parecían cambiar por segundos. Los ojos multicolor se clavaban en los suyos, dejándola incapaz de mirar hacia otro lugar, preguntándose si realmente se había vuelto loca.
—Eres mi jugadora favorita —continuó, emocionada, la niña de la mirada policromática.
Alexia sentía que podría vomitar. Su cabeza estaba totalmente fuera de control. Había llegado hasta el punto en el que de tanto buscar sus ojos, se dibujaban en los rostros de cualquiera, sólo para recordarle que daba igual lo rápido que corriera, no podría escapar de ella. No más, no así.
—¿De verdad? —Trató de continuar. La pequeña niña que había frente a ella no tenía la culpa de que se le estuviera yendo la pinza—. ¿Y eso por qué?
—Porque te llamas Alexia ¡Igual que yo!
***************************
En primer lugar, necesito desahogarme con respecto al tremendo asco que me está dando todo lo que ha pasado y, sobre todo lo que está pasando ahora mismo con la rueda de prensa, los ataques a Jenni Hermoso y las amenazas.
Por otro lado, también me emociona ver cómo todo el mundo se está uniendo en el mundo del deporte bajo el lema del #SeAcabó. Esperemos que en los próximos días podamos ver un cambio real, que no pasa sólo por echar a Rubiales, hay todo un entramado corrupto y misógino que lo respalda y alienta que debe caer con él. Ni que decir tengo sobre el hecho de que acordaran destituir a Vilda si pasaban de cuartos y que, tras Jenni negarse a limpiarle el culo, le haya ofrecido cuatro años más con subida de sueldo en una rueda de prensa en la que se suponía que dimitiría. Es un auténtico miserable.
Independientemente de lo que ocurra, que espero que sea que aparten a todos los posibles de la federación, esta historia seguirá igual, con su planteamiento inicial y la federación actual.
Dicho esto espero que el capítulo os haya gustado y sorprendido a partes iguales y ojalá en el próximo nos encontremos una federación mucho más adecuada a la gran generación de futbolistas y personas que tienen entre manos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro