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XIII

Elena tragó saliva al darse cuenta de que no podía marcharse. Su plan bien medido había resultado en un completo desastre. No sabía a dónde mirar, no sabía qué decir. En menos de un minuto Alexia la echaría de la conversación. No quería tener que dar explicaciones a toda la farándula de clubs europeos para justificar que una entrenadora no pueda compartir espacio con una ejecutiva de la UEFA. Tampoco quería que Alexia tuviera que hacer lo mismo o siquiera haberla importunado presentándose allí.

—Encantada —pronunció seria, extendiendo la mano hacia la asturiana—. Alexia Putellas Segura.

—Elena Garay Rivas.

Sus manos se tocaron.

Parecía un gesto tan ordinario, tan obviado en conversaciones comerciales y presentaciones banales como la que a    quella suponía ser, que ambas habían pasado por alto lo que sería tomarse de la mano, otra vez, después de tantos años.

Alexia sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo, volvía a sentirse en sus dieciocho años, tomando la mano de una chica morena de ojos multicolor que acaba de derribar en los pasillos de las oficinas del FC.Barcelona. Su respiración se profundizó, sus pupilas se dilataron, completamente enfocados en sus manos entrelazadas de aquella manera que parecía tan profesional y encerraba mil sensaciones más.

Elena simplemente se quedó sin aliento. Lo notó todo por dentro. Su ritmo cardíaco aumentó vertiginosamente  No estaba allí. Estaba en todas partes menos allí. ¿Cuánto es lo socialmente aceptable en un saludo como aquel? ¿Cuánto tiempo llevaba sosteniendo su mano? ¿Podía hacerlo un poco más?

Los ojos de Elena se levantaron poco a poco hasta los de Alexia. Ella no podía ver los de la morena por los cristales oscuros, pero aún así los buscó, los buscó cada instante en el que Elena se había perdido de vuelta en los suyos. Preguntándose si esta sería la última vez que podría mirarlos, la última vez que podría tocarla.

Alexia fue quien rompió el contacto. Se sentía frío, echaba de menos el calor de su piel, el simple y ordinario tacto de la palma de su mano.

—Gracias por lo de antes.

Elena tragó saliva. Alexia la miraba con frialdad, como si realmente acabaran de conocerse, con una sonrisa amable; pero falsa, la normal, la esperada.

—No hay por qué darlas —Ambas mujeres se miraron en silencio—. ¿Qué tal la llegada a Manchester? ¿Todo bien?

Alexia miró a ambos presidentes, que observaban la conversación con curiosidad.

—Sí. Todo bien. Todavía tengo que buscar un apartamento —Sonrió, tratando de aparentar normalidad.

—Seguro que es difícil dejar atrás a la familia y... demás.

—Sí.

Alexia asintió. La atmósfera se hizo pesada.

—¡No me cabe duda! —Habló Joel, tratando de aligerar el ambiente—. Pero aquí te haremos sentir como en casa. No lo dudes —Su hermano asintió a sus palabras.

—Bueno —dijo Elena después de unos segundos de silencio—. Ha sido genial volver a veros y, un placer conocerte, Alexia. Te deseo lo mejor.

La rubia apretó los labios y asintió en despedida. Vio como la morena se alejaba y su cuerpo podía descansar, liberar la tensión de la que se había cubierto. Sentía que podría perder el control en cualquier momento en el que ella estuviera cerca. Podría llorar, gritar, reír, cualquier cosa podría salir de ella menos sentido común. Debía ser un muro.

Aún así, la idea de verla allí le resultaba totalmente desconcertante, igual que su manera de haber saltando en su defensa. Lo achacaba a la culpabilidad, al miedo que había visto en sus ojos después de presenciar algo de ella que no debería haber visto. No habría sido fácil alejarse de alguien que se está cayendo a pedazos y Elena simplemente no quería estar cerca de ella. Por eso se marchó. Por eso nunca preguntó qué tal estaba.

—Siento que haya sido todo tan breve —Se disculpó Avram—. Parecía tener un poco de prisa, pero suele ser bastante agradable.

—¿Quién es?

Sabía perfectamente quién era. Probablemente más que cualquiera de ellos, pero quería saber quién era Elena dentro de los palcos de los campos de fútbol, en quién se convertía cuando pisaba oficinas deportivas en pantalón de pinzas.

—Elena trabaja en algo así como relaciones públicas de la UEFA. Organiza eventos, asiste como representación de la organización a otros muchos, cierra patrocinios, tratos varios... Hace muchos años que nos conocemos. Es una gran mujer.

Alexia asintió a las palabras de Avram.

—Llevábamos sin verla un tiempo. Antes vivía en aquí en Manchester porque había unas oficinas en esta ciudad bastante bien situadas para algunos tratos que estaba intentando cerrar. Ahora supongo que habrá vuelto a Liverpool —Mientras terminaba de hablar, Joel echó un vistazo al reloj de su muñeca—. Bueno, que te estamos entreteniendo y tienes seguro mucho que organizar —Sonrió—. Hablamos.

Dicho lo cual y, aprovechando que ya no quedaba ninguno de aquellos molestos periodistas en los pasillos principales, se marcharon dirección al ascensor. Alexia hizo lo mismo poco después, tras asegurarse de hacia dónde tenía que dirigirse.

Bajó con parsimonia los últimos escalones, pudiendo ver ya a algunos de los jugadores moviéndose y entrando en calor en el césped. El viento de Manchester le golpeó la cara y agradeció que la ayudara a despejarse, a llevarse lejos el haberla visto otra vez, la necesidad de su mente de encontrar el porqué. No podía ser casualidad. Elena estaba de sobra informada de los pasos que seguía NOVA. No le cabía duda.

—Hola —saludó a los tres miembros del staff que estaban fuera de pista—. Soy Alexia, encantada de conoceros a todos —Les sonrió—. ¿Podríais decirme vuestros nombres? Es probable que no los memorice todos hoy, pero lo haré lo mejor que pueda.

—¡Claro! Yo soy Alice —Una chica con largos rizos rubios le estrechó la mano. Echó de menos la de Elena en la suya. También encontró resquicios del azul de sus ojos en los de la chica, aunque le faltaran como mínimo cuatro colores más para llegar a acercarse—. Soy una de las fisioterapeutas del equipo. Él es Jonh, también es fisioterapeuta.

—Es un honor —saludó el nombrado, estrechando también su mano.

Era un chico moreno, de pelo oscuro bien peinado y una perilla cuidada.

Alexia empezaba a despreciar el estrechar manos con nadie. Era una versión descafeinada del contacto. Juntar las palmas con cualquiera de ellos había sido como saludar con dos besos y juntar las mejillas.

—Yo soy Nick —Un hombre con, al menos, veinte años más que aquellos chicos y diez más que Alexia estrechó su mano en último lugar. Tenía el pelo gris, con un corte casi militar y ojos oscuros—. Seré tu asistente —Parecía atento. Nick estaba realmente emocionado por trabajar con aquella mujer, pues había seguido de cerca su trayectoria—. Llamaré a los chicos.

Sin decir nada más, Nick dio dos pasos hacia el interior del campo e hizo sonar el silbato que llevaba al cuello, haciendo que los futbolistas abandonaran sus ejercicios de calentamiento y se aproximaran trotando hacia donde todos ellos se encontraban.

Los chicos se agruparon alrededor de Nick, formando un semicírculo frente a Alexia. Ella se mantuvo erguida y firme, tratando de no mostrar nerviosismo ante la mirada curiosa y expectante de los jugadores. A pesar de su experiencia como jugadora y entrenadora, sabía que esta situación podría presentarse diferente.

—Chicos, os presento a la nueva entrenadora. Desde hoy se hará cargo del club —dijo Nick con entusiasmo—. Probablemente muchos ya la conoceréis de su etapa como futbolista.

Varios de los jugadores se miraron entre ellos, alternando los ojos entre Nick, Alexia y los demás.

—Hola a todos —Habló Alexia, con voz firme y seria—. Como ya os ha dicho Nick, me llamo Alexia y soy vuestra nueva entrenadora. Me gustaría poder hacerme una idea de vuestras habilidades y aptitudes en este entrenamiento, así que vamos a comenzar con un pequeño partidillo. Dividíos en tres equipos. Jugaremos con gol de oro y rey de pista —A continuación miró hacia Nick—. Ayúdame con las porterías, por favor.

Entre los jugadores se oía un murmullo. Algunos tenían intención de moverse de vuelta al centro del campo, pero permanecían en el sitio, al ver que muchos de sus compañeros se mantenían estáticos.

A continuación se giró hacia Alice y la llamó con la mano. Sabía que en el Ipad que sostenía entre las manos tendría un informe detallado de cada uno de sus nuevos jugadores y pretendía ponerse al día cuanto antes.

—Sabes que tenemos partido de copa en unos tres días, ¿verdad? —preguntó uno de los jugadores.

Era alto, cerca de los 190 cm. Tenía el pelo castaño, bien peinado, corto y los ojos rasgados, oscuros. Sabía perfectamente quién era, había visto su cara en revistas y anuncios no hacía tantos meses. Mason Lean era el jugador más destacado de su plantilla y la estaba desafiando en ese mismo momento.

—Estoy al corriente, sí —respondió secamente.

Sin ni siquiera mirarlo, Alexia continuó centrándose en los documentos que Alice le ensañaba. El estado físico y lesiones recientes, algunas molestias, carga de minutos... Toda la información que necesitaba saber antes de preparar el siguiente partido.

—Antes de los partidos de copa solemos repasar las jugadas ensayadas. Jugamos muy bien desde el córner, tenemos que aprovecharlo. No es un partido cualquiera.

Varios jugadores respondieron afirmativamente, apoyando a Mason. Alexia tomó el Ipad de las manos de Alice por un segundo y rebuscó entre los datos. Carraspeó.

—Según estos datos vuestra conversión de los córnes ha sido prácticamente nula. Habéis llegado a rematar a puerta de cabeza tras un saque de esquina tres veces en toda la temporada —Lo miró directamente a los ojos. Sus pupilas se clavaban en ella, no estaba conforme con su dirección y no tenía problema en no ocultarlo, después de todo, su posición en la plantilla estaba más que afianzada—. Está claro que debéis practicarlos, pero no creo que sea porque lo hagáis especialmente bien.

Pudo ver varios ceños fruncidos entre sus jugadores. No era la manera en la que pretendía empezar la relación con ellos, pero no se mostraría dispuesta a aguantar cualquiera de las cosas que le echaran encima.

—Señora Putellas, con el debido respeto—Arthur Baxter acomodó sus rizos negros—, en las últimas semanas hemos hecho otra rutina de entrenamiento. Es el último título al que todavía podemos aspirar este año.

La exfutbolista pestañeó varias veces valorando las distintas opciones que se le presentaban. No estaba de acuerdo, en lo más mínimo; pero debía tratar de pensar bien de los chicos. Tal vez no eran las mejores formas, pero debía darles un voto de confianza. También a Mason. Todavía tenían ambición en esta desastrosa temporada y podía entender que un cambio de planes tan repentino no les diera confianza antes de un choque tan importante. Lo respetó. De todas maneras, tenía mucho que estudiar y había tenido suficiente en cuanto a comentarios sobre su aptitud para el puesto aquel día.

—Está bien —dijo simplemente—. Repasemos esas jugadas.

Mason sonrió con arrogancia antes de darse la vuelta y dirigirse hacia una de las áreas. Los demás compañeros no trataron en seguirle. El líder del grupo estaba más que identificado, pero el líder del equipo no sería otra persona más que ella.

—Nick —Llamó a su asistente, todavía sin soltar la tableta—. Ocúpate tú, por favor.


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Es la última vez que prometo un capítulo si gana algún equipo que claramente va a ganar sin pensármelo bien jajajaaja. Llevo todo el día bloqueada.

Ya veo que empieza a caeros en simpatía la Elena... ¿Creéis que esta Alexia se hubiera enamorado de esa manera de una piedra? Elena va a tener mucha traca, por supuesto

El problema es que igual Martina también...

PD: Estados Unidos e Inglaterra... regu regu

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