XII
La cara de todos los periodistas era de completo estupor. No había habido ni un sólo rumor que involucrara a la rubia que acababa de sentarse frente a las butacas completas de la sala de prensa de Old Trafford. No había ni un sólo rumor que remotamente implicara a una mujer. La noticia había corrido como la pólvora. Alexia llevaba sentada en silencio cerca de diez minutos, dejando que entraran periodistas de medios que en un principio no habían encontrado relevante la presentación de un nuevo entrenador para el Manchester United, pero sí de una entrenadora.
Se sentía inquieta, no podía evitarlo. NOVA no se andaba con tonterías. Acababa de convertir a Alexia en la primera entrenadora mujer de un equipo de primera división en Inglaterra. Y tampoco se podía decir que el país estuviera atrasado en la materia con respecto a los estados vecinos. Alexia apenas había podido dormir esa noche. O la organización confiaba realmente de forma ciega en sus habilidades o su necesidad por exposición les había hecho perder el juicio.
Los periodistas atendían llamadas y rebuscaban entre sus papeles y libretas tratando, probablemente, de cambiar las preguntas que habían traído en un principio. Sabían que el entrenador sería destituido. Los resultados habían sido pésimos en la primera mitad de la temporada y no quedaba demasiado tiempo para tratar de salvar algo. La llegada de Alexia Putellas al banquillo de los Red Devils era algo simplemente inexplicable.
Apenas había tenido tiempo de firmar el contrato aquella mañana. Los dos presidentes la habían recibido con una sonrisa de oreja a oreja. No sabía hasta qué punto la influencia de la organización podía hacer que aquellos dos hombres estuvieran realmente felices de ofrecer el puesto a una entrenadora novata con nula experiencia en la élite. Probablemente no lo estuvieran en absoluto, algo que le ponía todavía más presión encima.
—Bueno, damos comienzo a la rueda de prensa. No podemos retrasarnos más.
Alexia levantó la cabeza al oír el aviso por megafonía y vio cómo cerraban las puertas. No habría oportunidad para más periodistas aprovechados que buscarían probablemente hacer carroña de ella en cuanto pudieran. Trató de despejar su cabeza de pensamientos contraproducentes antes de comenzar a ser atosigada por preguntas con segundas por parte de aquellos reporteros.
A su lado, había una traductora de apenas veinticinco años que le devolvía una sonrisa nerviosa. Por lo menos alguien estaba también tensa en aquella sala para hacerle algo de compañía.
—Bienvenidos todos a la rueda de prensa para la presentación de la nueva entrenadora: Alexia Putellas. Muchas gracias por venir —Continuó la voz—. Lo primero de todo, vamos a hacer algunas fotografías. Por favor, los medios dispónganse ordenadamente, el espacio es limitado.
A su lado aparecieron ambos presidentes, que le tendieron una camiseta con su nombre. La sostuvieron entre los tres durante varios minutos, sonriendo a los flashes de las cámaras. Después, volvieron a tomar asiento.
Alexia se acomodó en la silla antes de acercarse el micrófono a la boca. Miró hacia la traductora, que también se preparaba y comenzó a hablar.
—Hola —carraspeó—. Bueno, en primer lugar os doy las gracias a todos por venir y, sobre todo también a todo el cuerpo técnico por confiar en mí. Es un honor para mí poder ponerme en el banquillo de un club con tanta historia y haré todo lo posible por cumplir las expectativas de la directiva, de la afición y, por supuesto, las mías propias. Sé que podemos hacer un buen trabajo en lo que queda de temporada.
Una vez la traductora terminó de hablar, los moderadores dispusieron el turno de preguntas, que aunque esperaba poder entender, me serían traducidas al instante para evitar que me equivocase en alguna cosa.
—Se especula mucho sobre la situación insalvable del equipo esta temporada, ¿cree usted realmente que hay alguna oportunidad de obtener un buen resultado?
Alexia no estaba demasiado al día de la situación del equipo. No tenía ninguna necesidad hasta hacía apenas unas horas. Podía recitar infinidad de datos y resultados del equipo femenino, pero ahora no le servían de absolutamente nada.
—Bueno, aunque se trate de una situación complicada —La rubia intuyó, siguiendo la afirmación del periodista—, personalmente creo que nada es insalvable. Por supuesto, hay que ser realista con lo que podemos proponernos para esta temporada, pero de entre todo el realismo a mí me gustaría ser un poco optimista.
El micrófono se movió hasta otra periodista, situada más al fondo de la sala. La traductora transmitió las declaraciones, como había estado haciendo hasta el momento.
—¿Y cómo ve a la plantilla? ¿Es un buen grupo para esta temporada o la siguiente? ¿Planea hacer grandes cambios?
Alexia pestañeó un par de veces tratando de organizar cómo iba a responder a la pregunta. Aunque no tuviera mucha idea del equipo, por lo menos las preguntas estaban manteniéndose en lo estándar.
—Me gusta conocer y observar a mis jugadores personalmente. Colocarlos en diferentes posiciones, con funciones distintas y hacer mis propias notas de lo que necesita el equipo —Alexia repiqueteó con los dedos sobre la mesa un par de veces—. Por el momento no he podido presentarme. Espero hacerlo en una hora, en el entrenamiento, y comenzar a hacer mis notas.
La exfutbolista le dedicó una leve sonrisa esperando que su respuesta hubiera sido lo suficientemente convincente para que no preguntara nada más complicado. La vio escribir en su libreta y respiró con alivio.
—Hola —Saludó otra chica, con un moño rubio y gafas de pasta—. Amanda, para The Sun Sports. Queríamos saber un detalle sobre el contrato, si no le importa. ¿Hasta cuándo ha firmado?
—Hasta final de temporada —Respondió sin terminar de oír el final de la traducción.
Por lo menos a esta sabía responder.
—¿De esta temporada? Ya está a la mitad. ¿No le parece muy poco tiempo?
Pestañeó un par de veces. Qué podía decir. Miró a ambos presidentes fugazmente y, de nuevo, al micrófono frente a ella. Quizás la rueda de prensa no sería tan rodada.
—Bueno, yo también tengo que ver si me siento cómoda en la posición. Es un equipo que necesita trabajo y han querido contar conmigo, cosa que agradezco —Carraspeó—. Ha sido una decisión rápida, que tenía que hacerse y, de esta forma, tenemos margen las dos partes para tomar decisiones con más calma a final de temporada. Ya sea para ampliar o para terminar el contrato.
No sabía si había sido la respuesta más correcta, pero la chica pareció satisfecha, recuperando su posición inicial y dejando que el micrófono se moviera de nuevo por la sala.
—Aquí—Llamó su atención un chiquillo bajito y con jersey de punto. Estaba al fondo de la sala y era de los últimos que había llegado—. Paul, para el Times. He estado buscando información sobre usted debido a la presentación sorpresa. Sus números y estadísticas como jugadora son, cuánto menos, destacados; pero no consigo encontrar apenas nada de usted como entrenadora. ¿Podría confirmarme que llega de un equipo de segunda autonómica catalana? ¿Mollet UE?
Alexia tragó saliva, sabiendo que lo que dijera a continuación formaría parte muy probablemente de un titular.
—Sí. La información es correcta.
No podía decir nada diferente. Era fácilmente contrastable. Un murmullo se apoderó de la sala de prensa, los ruidos de los muelles de los bolígrafos dejándose la tinta contra las libretas la estaba volviendo loca.
El moderador trató de pasarle el micrófono a la siguiente persona, pero el chico lo apartó.
—Sin ánimo de ofender. ¿Sabe por qué han decidido contar con usted, una entrenadora de nula experiencia en la élite, en lugar de algunos de los aclamados nombres de los que se oyeron rumores? ¿Cree que es publicidad, saltando a la cabeza de la modernidad en la Premier ahora que no hay opciones a ningún título con una mujer de nombre como entrenadora o tiene amigos lo suficientemente importantes como para que se dé la cara por usted?
Sabía que la traductora había suavizado sus palabras en la traducción, que no le cabía duda de que habían sido más directas de las que en realidad había recibido. Alexia tartamudeó tratando de encontrar la forma en la que abordar la pregunta.
No tenía nada que decir. Ella misma no sabía que hacía sentada en esa silla en ese mismo momento. Tenía razón. No podía rebatir nada de lo que había dicho.
Se volvió a escuchar un murmullo.
—¿Habrías preguntado lo mismo si esta fuera la presentación de una nueva entrenadora para el equipo femenino? —Alexia palideció al escuchar esa voz que se había alzado sin micrófono, desde el propio pecho y por encima de todo el ruido en el que se había sumido la sala de prensa de Old Trafford. Su voz— ¿Habrías venido hasta aquí siquiera? ¿Le hubieras preguntado si es amiguismo si una antigua leyenda masculina se hubiera puesto al mando de un equipo de élite importante sin la experiencia que exiges?
Tardó al menos dos segundos en localizarla, en medio de todos los asistentes. Llevaba unas gafas de sol, el pelo recogido y un jersey oscuro. Elena Garay, se había levantado de entre las sillas del fondo, permitiendo al autodenominado Paul, que estaba tan sólo a unas butacas de distancia, verla completamente de pleno. Se puso a su misma altura y se cruzó de brazos. Su voz era alta y firme, colándose también en el micrófono sostenido por el chico.
—Lo habría hecho —respondió de mala manera.
Elena sonrió de medio lado. Hacía eso cuando estaba en control de una discusión, cuando había cogido a aquel que se había atrevido a llevarle la contraria completamente por los huevos. La asturiana no debatía si no sabía que tenía la razón y, desgraciadamente, no sabía mantener la boca callada cuando algo despreciable ocurría delante de ella.
—Zidane comenzó en el Real Madrid Castilla, Pep Guardiola en el FC Barcelona B, donde pasó sólo un año antes de ocuparse del Barça en primera división. Zidane pasó sólo dos años en el filial del Real Madrid. Frank Lampard debutó como entrenador en el Derby County en 2018, también sin experiencia —escupió haciendo que muchos de los periodistas asistentes se giraran hacia el periodista del Times y escribieran en su libreta— En 2014, Ryan Giggs, exjugador, asumió la dirección de este mismo equipo tras la destitución del entrenador y sin ninguna experiencia previa. Y ninguno de ellos era Alexia Putellas. No debería hacer falta que le recordara su palmarés, reconocimientos y aptitudes.
Alexia pudo ver desde su silla como el chico tragaba saliva, incómodo. Elena levantó una ceja con la misma sonrisa triunfadora y arrogante plasmada en la cara.
—Disculpe, este era mi turno de pregunta —Paul frunció el ceño—. Y no he recibido respuesta. No sé qué hace usted...
—A mí me parece que sí la ha recibido —Le interrumpió Joel Glazer, uno de los presidentes, aquel que estaba sentado más lejos de la nueva entrenadora de los Red Devils— Continuemos, por favor.
Alexia estaba pasmada ante la visión. Maldecía en todos los idiomas el no haber reparado en ella, el que ninguna fuerza del universo hubiese obligado a sus ojos a mirar justo en aquella silla, en medio de tantas personas. No lo podía comprender porque ahora no podía dejar de hacerlo. Lo poco que veía de ella resaltaba entre decenas de periodistas, brillaba en medio de trajes negros y azules.
La rubia agradeció que Elena Garay hubiera decidido protegerse del foco con unas gafas de sol cuando tuvo que responder a las demás preguntas, mucho menos invasivas y pasivo-agresivas. Aun así, también sentía la necesidad de verlos, no paraba de buscarlos en los cristales oscuros en el tiempo que el micrófono pasaba de una mano a otra.
La sala de prensa fue desalojada tan sólo unos minutos después. Se habían hecho preguntas suficientes y Alexia debía presentarse a los jugadores en el entrenamiento que comenzaría apenas en treinta minutos. Y a ella, la perdió entre los periodistas que se amontonaban junto a las puertas de salida. Trató de encontrarla con la mirada, exhaustivamente. No fue hasta que la mano de la traductora tocó su hombro con cierto reparo, que se dio cuenta que no quedaba nadie más en la sala de prensa.
—¿Está todo bien? —preguntó.
Alexia asintió varias veces, levantándose de la silla al momento, movida por el nerviosismo y por la ansiedad. Elena Garay estaba allí. No sabía si alejándose o acercándose, si hacia un lado o hacia el otro, no sabía por qué, pero estaba allí. Y eso nunca era indiferente.
Salió por la puerta de su derecha, aquella misma por la que había entrado dispuesta a buscarla entre los periodistas que conversaban en el pasillo. Apartó la puerta haciendo que accidentalmente golpeara con la pared, sobresaltando a la traductora que quedaba a su espalda y a tres personas más que se encontraban frente a ella en ese preciso momento.
Elena Garay había visto interrumpida su conversación con los hermanos Glazer. Apretó los labios y apartó la mirada de la rubia, sintiéndose abrumada por la situación. No tenía pensado detenerse, pero ellos habían insistido tras haberla identificado entre los periodistas, era una vieja conocida. Tampoco tenía pensado haberse levantado, se había preparado expresamente para asistir sin llamar la atención, pero simplemente no había podido evitarlo. No iba a permitir que Alexia pasara por esa situación, mucho menos en su presencia.
Sentía vergüenza de estar a menos de dos metros de la rubia después de lo que había ocurrido hacía apenas cinco días. Seguía muy presente. Podía escuchar perfectamente su respiración entre cortada, sentir sus dedos deslizándose por su espalda.
También podía oírla llorar.
—Bueno, ha sido un placer haberlos visto. Debería irme, se me ha hecho un poco tarde —Se disculpó.
Aquello no debería haber salido así en absoluto. Era un plan simple. Se había vestido relativamente informal, había recogido su pelo en una coleta mal hecha y había aprovechado la excusa del sol que brillaba en Manchester aquella mañana para ocultar prácticamente del todo su identidad. Sólo necesitaba verla, saber que estaba bien, que no la había hundido. Sólo necesitaba mirarla a los ojos para saberlo, nada más.
—No, no, por favor —Avram Glazer posó una mano en su hombro, haciéndola detenerse según pretendía alejarse de ellos—. Deja que te presentemos personalmente a Alexia, nuestra nueva entrenadora.
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Hola. Lo prometido es deuda.
Ahora comienza la dura misión denominada que Elena os caiga mejor que Martina aunque una sea un poco gilipollas y la otra un solete. Encima, me ha ganado españita y Alexia haya hecho un sombrerito que he visto como treinta y dos veces, pero no he podido disfrutarlo tanto como hubiera querido porque Jorge Vilda también ha ganado. Me siento mal por celebrarlo ajajajaja
Os pido un poco de respeto porque no lo estoy pasando bien.
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