VII
A Alexia le dolía mucho la cabeza. Apretó los ojos con fuerza, quejándose de la luz que entraba por las ventanas y el poco descanso que había tenido. Se sentía como si la hubiera atropellado un camión. Y aún por encima olía a lavanda.
Quiso darse la vuelta y continuar durmiendo, hundir la nariz en las sábanas y huir de aquel terrible olor, pero su barriga se quejó. Se moría de hambre. ¿Acaso no se había quedado satisfecha con la cena? ¿Cómo podía sentir el estómago tan vacío? ¿No había tirado ya ese maldito ambientador? Alexia frunció el ceño y abrió los ojos. Se dio cuenta entonces de que nunca había pedido nada. Se le encogió el corazón al pensar que quizás no había pasado nada la noche anterior, que había disociado y creado recuerdos que nunca habían pasado. Negó con la cabeza, exhausta. La internarían por esto. Se había vuelto loca.
—Hola, cielo, ¿ya estás despierta? —Alexia giró la cabeza hacia Irene Paredes, que se acercaba a ella con cautela y le confirmaba que nada de lo de ayer había sido un sueño. Sintió un poco de alivio, no demasiado, pues que hubiera ocurrido también le preocupaba. Sólo se habían olvidado de su comida o ella nunca había escuchado la puerta—. ¿Cómo te encuentras?
Sintió vergüenza al recordarse aferrada a sus brazos, sin poder parar de llorar, ahogada en su propia respiración.
—Estoy bien —respondió simplemente.
La central no preguntó más en aquella mañana, sabía que Alexia no se sentiría cómoda al recordar lo que había pasado y que necesitaría su tiempo para procesar antes de hablar del tema. Aún así, insistió en acompañarla de vuelta al aeropuerto y la despidió en la puerta de embarque, velando porque estuviera lo suficientemente entera como para volver a casa por sí sola.
Su hermana fue la encargada de recogerla en el aeropuerto de Barcelona. Intentó fingir una sonrisa para Alba, pero ésta simplemente frunció el ceño al verla. No preguntó. Sabía que no le diría nada.
—¿Era en serio, al final? —preguntó poniendo el intermitente izquierdo para cambiar de carril.
—¿Lo de NOVA? —Alba asintió sin dejar de mirar a la carretera—. Sí. Hubo un acto bastante importante. Estaban Vicky, Vero e Irene.
—¿Sí?
—Y Puyol.
—¿En serio?
—Sí, va a ocuparse de los apoyos nacionales. Quieren crear una nueva federación.
—Joder —Se sorprendió. Sonaba demasiado bien para el poco entusiasmo que su hermana estaba poniendo en contárselo—. ¿Y tú? ¿Qué quieren que hagas tú?
—Quieren que sea seleccionadora —respondió con el mismo tono.
—¿¡Qué!? —exclamó casi pasándose la salida que las llevaría hasta casa—. ¡Eso es genial!
—He dicho que no.
—¿Tú eres gilipollas? —Se quejó—. ¿Se puede saber por qué?
—No estoy lista.
—Dios, siempre igual. ¿Sabes por qué no estás lista? Porque tampoco te dejas estarlo fichando por equipos de categoría. Por supuesto que pasar del Mollet a la selección es un gran paso, pero es que no quieres tampoco tomar los intermedios.
Alexia se recostó en el asiento y se apoyó contra la ventanilla. Sabía que su hermana tenía razón; pero volver del todo la asustaba. Más aún ahora que sabía quién más estaba en el proyecto. Se perdió un poco mirando el fondo de pantalla de su móvil. Tragó saliva. El mundo se le hacía grande.
—Me ofrecieron entrenar al Manchester United para coger soltura.
Informó finalmente cuando Alba aparcó el coche frente a la casa de su madre. Su hermana cerró los ojos y apagó el motor, suspirando. Se quitó el cinturón y salió del coche entre bufidos. Alexia la siguió, mucho más callada, arrastrando su bolsa de deportes por las escaleras de la entrada.
—Cuando mamá se entere de esto te va a partir la cara por idiota.
—Estoy bien como estoy.
Alba soltó el pomo de la puerta al oír esas palabras.
—Estás conformándote porque estás muerta de miedo.
—Eso no es verdad —La mayor se cruzó de brazos viendo cómo, finalmente, su hermana abría la puerta de la casa.
—Si no hubiera sido por mamá seguirías tirada en en ese sofá —escupió señalando el mueble que podía verse al final del pasillo.
Alexia rodó los ojos justo cuando los pasos de Eli se escucharon rápidos por el pasillo.
—¡Alexia! —exclamó mientras abrazaba a su hija mayor—. ¿Qué tal el viaje? ¿Muchas cosas que contar?
—Bastantes —respondió la menor reclamando también un abrazo de su madre.
—Genial. Está la comida en la mesa —comenzó a caminar hacia el comedor—. Y te tengo una sorpresa, Alexia.
La mayor la siguió hasta donde aquel delicioso olor se producía. Notó también la falta de Nala y eso le hizo temerse cuál podría ser la sorpresa que la esperaba en aquel lugar.
Como esperaba, una chica con pelo castaño a la altura de los hombros, ojos negros y sonrisa inocente la miraba encantada desde el comedor con su perro en brazos moviendo la cola alegremente. Su sonrisa se ensanchó al conectar la mirada con la de Alexia.
—¡Lexi! —exclamó la viva imagen de su fondo de pantalla, que llevaba atormentándola las últimas horas. Alexia se dejó agarrar por sus brazos, que rodearon su cuello y apretaron con fuerza—. Te he echado un montón de menos —susurró.
—Martina tenía unos días libres y le he contado que venías de un viaje importantísimo —Habló su madre con una sonrisa plantada en la cara. Realmente adoraba a aquella chica—. Su vuelo no sale hasta el domingo por la noche, ¿no es genial?
La rubia se dejó abrazar por la castaña una vez más. Sonriéndole de vuelta cuando la abrazaba con más fuerza, entusiasmada.
Las cuatro mujeres tomaron asiento en la mesa, donde descansaba un pollo al horno con verduras. Olía delicioso. Alexia tomó asiento junto a Martina y en frente de su hermana. En seguida Alba tomó la botella de agua y la levantó, ofreciendo a sus comensales.
Martina acercó su vaso, con la sonrisa radiante de siempre. Después, Alba miró directamente a su hermana, que no hizo gesto alguno. Levantó una ceja.
—Hoy me apetece un poco de vino, si eso está bien.
La ceja de Alba se mantuvo en su sitio y Eli dio una palmada poniéndose inmediatamente de pie.
—¡Eso es! —exclamó—. Estamos de celebración.
Desapareció por la puerta del pasillo y dirección a la cocina. Su madre sabía disfrutar de un buen vino, pero no le gustaba hacerlo en solitario.
—¿Vino? —cuestionó la menor.
Alexia se encogió de hombros, tratando de no hacer del tema un mundo. Tan sólo era una copa de vino con la comida.
—Aquí está —dijo Eli, ya de vuelta en el comedor—. Me lo ha recomendado una amiga del trabajo, dice que está delicioso.
—Suena bien, Eli. Quizás me anime yo también.
Las palabras de Martina provocaron una sonrisa en la mayor de la mesa, que se las arreglaba para abrir el vino con gran destreza mientras Alba repartía las distintas porciones del pollo.
—Cuéntanos entonces, mi niña —Comenzó la anfitriona—. ¿Cómo ha ido todo?
—Ha ido bien —respondió la aludida, tomando el primer trago de su copa de vino y entreteniéndose cortando la carne.
—No sé si conseguirás mucho de ella, mamá —informó Alba—. Viene un poco estúpida del viaje.
—¿Y eso por qué? —Se interesó—. ¿Muy estresante?
—Un poco —Se llevó el primer bocado a la boca. Efectivamente, delicioso—. Ha sido meterse muy de lleno otra vez en todo ese mundo. Creo que se me hace un poco grande.
—Pero, ¿de qué era el acto? Es que no nos estás contando nada cariño.
—Bueno, no se puede contar todavía nada —empezó a relatar, todavía terminando de tragar el segundo bocado—. Van a intentar tirar la federación por todo el tema de la corrupción y tal. Quieren crear una nueva.
—¡Eso es genial! —Se ilusionó Martina desde su izquierda—. No te veo nada ilusionada, cielo.
Alexia se encogió de hombros.
—Estaba guay. Había mucha gente conocida: Nadine, Puyol, Irene Lozano, Ainhoa Tiraou, José Luis Palomino... —La rubia se mantenía concentrada en su plato mientras comentaba—. No sé. Es interesante, supongo —Continuó masticando, tomando la delantera a las demás—. También estaban Irene Paredes, Vicky Losada, Vero Boquete... algunas exfutbolistas.
—¡Ay! ¿También? ¿Les habrás dado saludos de tu madre no?
—Estábamos en medio del acto de presentación, mamá.
—Cuánto tiempo sin oír de ellas... —Alexia asintió con la boca llena.
—Está bueno el vino —apreció la rubia, después de echarle varios tragos a su copa.
—¿Verdad que sí? —Eli le sirvió un poco más—. ¿Tú quieres probarlo, Martina? —La castaña asintió feliz, ya con su vaso de agua terminado—. ¿Alba?
—Yo me quedo con el agua, gracias.
Alba le dedicó una mirada a su hermana, a quien no le pasó desapercibida.
—¿Y para que tenías que ir tú? Siendo un acto tan secreto, quiero decir —preguntó Eli.
—Quieren que sea la seleccionadora.
—¡¿Cómo?! ¿De la selección española? —exclamó su madre.
—¡Lex, qué ilusión! —Martina la rodeó con sus brazos y dejó un beso en su mejilla.
—¡Por supuesto que había algo que celebrar! —Se entusiasmó Eli rellenando las copas de más vino, aunque sólo se hubieran bebido un par de tragos desde la última vez.
Los ojos acusadores de Alba volvieron a posarse en Alexia.
—Ha dicho que no —espetó, haciendo que la mesa se quedase en completo silencio.
—¿Qué? ¿Por qué? —Eli dejó ambos cubiertos sobre la mesa.
Alexia suspiró.
—Por lo de siempre —Alba se cruzó de brazos—. No cree que es suficiente.
—Sé que es un gran paso, Lex, pero yo creo que puedes...
—No, si también le han ofrecido coger un equipo de primera por un tiempo para que el cambio no sea tan brusco —La interrumpió la menor de las hermanas.
—Alexia... —Su madre comenzó a cargar el tono de reprimenda.
—Ya sé que piensas que es una decisión tonta.
—¿Qué pretendes? ¿Quedarte para siempre entrenando en el Mollet? —Atacó Eli, sabiendo que la única manera de que su hija reaccionara después de la lesión era desaprobar activamente sus malas decisiones, sin medias tintas.
—Cualquiera diría que no quieres tenerme cerca de casa. Estoy bien allí —respondió con calma, cortando otro trozo de pollo.
—Esto no es suficiente para ti, Alexia. Igual que no lo era pasarte las tardes en el sofá viendo series. Tú necesitas fútbol, pero esta vez el fútbol también puede necesitarte a ti —La mayor rodó los ojos. A veces su madre podía perderse por la pasión y el amor que tenía por sus hijas—. Tanto quejarte de la federación que te había tocado y ahora que puedes hacer algo al respecto vas a quedarte cruzada de brazos—espetó—. Mi hija no es una cobarde.
—Tu hija sabe perfectamente que hay gente mucho más preparada que ella.
—Te han llamado a ti —Bebió un trago de vino—. ¿Es que no eres suficientemente buena para intentarlo siquiera, pero sí para saber más que ellos?
—Mamá, no lo sé, ¿vale? —Se quejó—. Todo este viaje ha sido una locura. Dame un poco de tiempo para por lo menos asimilarlo.
Alexia devolvió la mirada a su comida, como llevaba haciendo casi desde que se había sentado y dio un largo trago a la copa de vino.
—Si tienes que pensártelo no deberías haber dicho que no —replicó Alba.
Martina puso una mano sobre la rodilla de la rubia, mirando directamente a las dos mujeres sentadas en frente.
—Bueno, lo hecho, hecho está. Lleva fuera de todo este ajetreo un tiempo. Han tenido que ser demasiados estímulos —Ambas apretaron los labios—. Ya tendremos esta conversación otra vez en otro momento —Alexia le dedicó una pequeña sonrisa, sin mucho ánimo. Se sentía agradecida, pero cada gesto considerado hacia ella la hacía sentir un pinchazo en el estómago al notar que la mano de la chica en su pierna le molestaba—. Disfrutemos de la comida y de que Lex haya regresado. El pollo está delicioso, Eli.
Con ese pequeño gesto, la expresión de su madre se relajó; pero los ojos de Alba siguieron clavándose en Alexia, analizando la expresión desencajada que había tratado de sonreír hacía unos segundos.
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Holaaa! 🩷
No tenía pensado publicar hasta dentro de unos cuantos días, pero me ha hecho mucha ilusión que estuviérais tan dentro en el último capítulo :)
Os dejo este de regalo y me reservo otro para esta semana que entra (aunque ya se que la nueva información muy de regalo no parece)
Queríais drama? 🫵🏼 Bienvenidos al drama.
(Y lo que os queda)
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