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Pero él no podía averiguarlo,
porque ella iba de la mano con otro.
¿En qué momento ella soltó esa mano?
No lo supo, pero sí supo
que la segunda vez que la vio
ella estaba llorando.
Estaba sola, desabrigada,
y esa noche estaba helando.
No supo de dónde sacó el valor para acercarse,
porque apenas la conocía.
Dijo su nombre y ella levantó la vista.
Estaba destrozada.
Y él la vio así, tan triste y llena de lágrimas,
y lo único que pudo pensar
fue que seguía siendo la persona más hermosa
que había visto.
Y no podía entender cómo alguien
la había dañado.
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