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Ruslan la llevó hasta el asiento de su auto; en el que tanto había esperado que saliese y tener la consciencia tranquila una vez que viese que estaba todo en orden. Pero se había confundido.
-Podemos llevarla dentro nuevamente. El advirtió sobre estos síntomas-propuso Vladimir acercándose a Ruslan procurando que este resguardara su identidad.
-No es necesario. Puedo encargarme de ella-habló Ruslan causando asombro en sus escoltas. Alcanzó un frasco de desinfectante de manos. Lo acercó a la nariz de la chica causando que fuese dejando atrás su estado inconsciente, poco a poco.
-¿Está seguro de ello, señor?-se atrevió a preguntar, Joel. Ruslan se giró hacia atrás. Tomó de las manos del escolta las pertenencias de la chica. Las puso en los asientos traseros del auto.
-Ayúdenme a ponerla en el asiento del copiloto-les dijo sin más. Los dos escoltas se dedicaron entre ellos una mirada rápida, dudosa, más no dijeron nada. Ayudaron a Ruslan a colocar a la chica en el asiento de al lado.
-Vayan a casa, no creo tardar-les comunicó mientras colocaba el cinturón de seguridad sobre el cuerpo de la chica. Vladimir asintió y se fue hacia el auto de enfrente.
Joel caminó en la dirección contraria, hacia el auto que ahora pilotearía él. Salieron uno detrás del otro, dejando solo frente al hospital el auto de Ruslan.
-¿Donde vive?-preguntó Ruslan por el intercomunicador antes de poner en marcha su auto.
Joel, que debería ser quien llevase a la chica hacia su casa dió la instrucciones a su jefe. Ruslan pisó el acelerador dejando atrás el hospital siendo guiado por el GPS.
Londres no era tan grande ante la percepción de Ruslan, pero en esta ocasión no llegaría tan rápido como había pronosticado a su destino. Las habituales lluvias de Londres fueron impedimento en el tránsito de la ciudad.
—¿Te has dignado a hacer un acto de bondad?—la dulce e inquisitiva voz de la chica que descansaba su cabeza en el espaldar del asiento con el cuerpo girado en su dirección detallando le sin la más mínima discreción, rompió el silencio. Ruslan pensó que la chica cobró consciencia en el peor de los momentos en que podría haberlo hecho. Estaba angustiado por la lentitud con que avanzaban los autos en la avenida.
—¿A qué te refieres?—pregintó con su característica voz ronca, siendo esto lo único que marcaba su edad madura. Su aspecto físico y su figura no dejaban claro los años que había vivido. Era apuesto y duro. No la observó mientras hizo la pregunta. A pesar de estar cubierto por la capucha y la mascarilla, temía que le descubriera. No deseaba más imprevistos. Por el momento solo quería librarse del tráfico.
La chica les dedicó una rápida mirada a los dos cafés. Ruslan hizo lo mismo.
—Me refiero a los cafés—los señaló con una de sus manos, divertida—arruinaste los que habías comprado.
La chica tomó uno de los cafés, ya frío por el tiempo que había transcurrido desde su compra. Cuando iba a acercar el recipiente a sus labios, Ruslan, procurando no lastimarla, se lo quitó de las manos y los colocó dónde antes había estado. Ella le observó extrañada, pero como antes Ruslan evitó el contacto de sus miradas.
—No estoy seguro de que puedas tomarlo—se excusó él.
La chica se limitó a asentir. Recuperó su postura en el asiento.
—Solo me han dado indicaciones de guardar reposo. No han mencionado limitación alguna con bebidas—dijo ella rompiendo el silencio cuando lograron librarse del tráfico y tener vía libre en la carretera.
»Has interrumpido mi rutina diaria de los cafés a mitad del día, no puedes prohibirme que tome uno justo ahora.
»¿O me dirás que no lo has comprado por mi?—inquirió buscando la mirada de Ruslan. Este fingió mirar por uno de los espejos de ambos lados del auto. Ella tomó ese silencio como una señal de que no le impediría, una vez más, tomarse uno de los cafés.
Cuando se hizo visible la avenida que llevaba a su apartamento, ella señaló con sus dedos que debía doblar la esquina. Ruslan cumplió con su indicación. Cuando sus dedos escondidos en la sudadera que llevaba puesta, tomaron el volante con fuerza para detenerse frente al edificio en que se suponía vivía la joven, está soltó una carcajada. Calló su risa de inmediato al lograr, por fin, el encuentro entre sus miradas.
—Incluso inconsciente reconocería el brillo de tus ojos—dijo en casi un susurro. Sus labios le brindaron a Ruslan una sincera sonrisa. Tomó sus pertenencias y salió del auto sin decir gracias, siquiera.
—Deberías ser más precavido,—dijo desde fuera, sin cerrar la puerta aún. La leve lluvia que caía comenzaba a mojar su largo cabello—tu marcado acento ruso te delata, y ese anillo que llevas puesto—hizo una pausa en la que Ruslan observó el anillo en sus dedos—comprueba mis suposiciones.
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