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Capítulo 3 --Perder también es ganar--

Aburría muchísimo sostener clases toda una mañana con la "señorita" Manzanas; pero desde el primer día la dinámica de los temas que ella nos educaba, eran un tanto peculiares, sobre todo los de historia. Casi todas las materias empezaron a relacionarse unas a otras, y todas apuntaban a una sola dirección, Voluntad. Por alguna razón, las materias como Historia, Biología, Ética e Idiomas, habían cambiado de programación y forma de estudiarlas; todas tenían línea teórica y práctica. Durante las clases de Historia, se veía todas las relaciones posibles que la palabra "Voluntad" ejerció en el mundo y en las demás áreas del conocimiento. Y para aplicarlas, usábamos las otras asignaturas para entender los conceptos y nuevos términos que surgían en cada clase. Pero, mi duelo no había terminado para en ese momento, aún portaba las heridas inmersas en mi cuerpo; de manera que permanecí muchos meses descuidando las clases; algunas veces no ingresaba al salón, la maestra ya me tenía el cuaderno de apuntes más lleno de citas y observaciones que de cualquier otra cosa. Tampoco hacía tareas con juicio, en ocasiones las llevaba incompletas, sacando bajas notas. Estaba prácticamente a un pelo de mi cabellera estilo honguito, para perder el año escolar. No obstante, ese día, treinta y uno de octubre del dos mil cinco; la oportunidad de aprobar todos los logros y notas que perecieron en la mayor parte de los cortes académicos, la ofreció sin anestesia la docente Ruth.

Nos llevó al polideportivo del colegio, era muy enorme y su estructura costaba de una cubierta y soportes metálicos. La plataforma en cemento. A los costados, se hallaban las graderías y zonas especiales para sentarse y ser espectador. Toda la estructura, tenía el color que le pertenecía al colegio más prestigioso de Ciudad Eterna, el blanco puro, transparente pacífico y divino.

Ella nos mandó a formar en un círculo más o menos de diez metros de diámetro. Caminó hasta el centro y empezó a explicarnos lo que consistía la clase de ese día.

-Muy bien chicos, esta clase tendrá una nota definitiva para todos los temas y materias que hemos visto hasta el momento. En pocas palabras, les daré la oportunidad a quienes han sido tan malos estudiantes hasta la fecha y logren aprobar con una nota de tres en la escala de cero a cinco...pero a cambio, deberán hacer lo siguiente...- Soltó todos sus libros que sostenía en su brazo izquierdo, todos quedaron atónitos con esa banal acción por parte de la profesora; pero al cabo de unos segundos, ella cerró sus ojos y nos impregnó el suspenso. De repente, toda la silueta de su cuerpo resaltó en un color marrón que se fue intensificando. Una presión e imponente esencia acudían al llamado de su magnífica presencia, en cuestión de un parpadeo había dejado de verse como una cuarentona simplona, a una mujer llena de energía y rudeza. Por si fuera poco, exclamó con firmeza la llave en sus vocablos.

-¡¡Voluntad liberada!!-

Del eje central de sus pies, emergió un gran círculo y otro más pequeño; ambos del mismo color de su aura. Poseían una serie jeroglíficos y conexiones entre sí; además de unas terminaciones similares a las de una flecha; aproximadamente quince conté. Al parecer aquella circunferencia cubría un diámetro de treinta metros, y traspasó de alguna manera la zona inferior de nuestros pies.

Cada uno reflejó confusión y asombro al notar tal juego lumínico y mágico. Boquiabierto quedé y perplejo me ensañé, realmente no sabía qué pensar en ese mismo momento.

-¡Soy Ruth Manzanares, docente de historia especializada en líneas temporales. Poseo quince linderos de segunda apertura y esta...es mi voluntad!-

-¡Asombroso! ¡Geniaal! ¡Cool! ¡No me la creo! ¡¿Nosotros también podremos?!- Las emociones fantasiosas se bañaban entre todos, después de eso, cada uno deseaba hacer lo mismo, sentían motivación, que podían lograrlo absolutamente todo. En mi caso, me sentí extrañado y a la vez anonadado; aunque verdaderamente en el fondo, recordé fue aquel sueño el mismo día en el cual asesinaron a mi abuelo, y el instante en donde traté de golpear a ese individuo. Ahí, fue donde realicé un recuento de sucesos, y efectivamente esa noche yo sentí algo similar a lo que la profesora Ruth demostró. Sin embargo, ella agregó que ahora era nuestro turno de hacer lo mismo, y esa sería la forma de aprobar todas las asignaturas hasta esa fecha. Así que suprimió lo que ella llamó como voluntad, desvaneciendo por completo su destellante aura y círculo marrón, para hacerse a un lado y ceder el puesto al primer alumno en presentar la prueba.

El primero en pasar a hacer el examen fue Dylan Ferrero, el chico prodigio de la clase; rubio, ojos grises, delgado, tez clara, todo un galán para las chicas; ya que estaban murmurando desde lo lejos lo divertido y lindo que sería ver a Dylan en acción. Como cosa rara, él se ofreció para romper el hielo entre los demás; de modo que, se ubicó en el epicentro, sacó sus manos de los bolsillos del pantalón escolar, las relajó y fue entrecerrando sus ojos. Inmediatamente todos, incluyendo la profesora, entraron a la expectativa de que el sobrado niño lo hiciera tal y como Manzanitas. El viento jugueteó con los flequillos de su cabello y ropaje, los segundos transcurrían; pero no sucedió nada. Él frunció el ceño en son de desesperación, empuñó sus manos, pero no ocurrió absolutamente nada. Hasta que la profesora le gritó severamente ofreciéndole calma en su interior y relajación en su exterior, eso sin ninguna duda lo colocó más tenso. Una vez más el silencio se llevó los murmullos, y él lo intentó. Al cabo de un tiempo, y con falta de paciencia por parte de la instructora, un leve teñido en su cuerpo se creó, era gris como sus ojos; pero más radiante y vívido. Los elogios no se hicieron esperar por parte de las niñas presentes, acrecentando más su ego y confianza en sí mismo, por lo que su energía se incrementó mucho más.

-¡F-fascinante!- Hablé por debajo de tono.

Manzanitas, le indicó que liberara su voluntad por completo, que imaginara un ave enjaulada queriendo eliminar sus límites para huir y ver el mundo desde lo alto. Él correspondió a su orden, y justo cuando sintió tenerlo, gritó.

-¡¡VOLUNTAD LIBERADA!!- Denotó las mismas propiedades visuales que la profesora Ruth usó, pero con algunas diferencias, como el tamaño de su único círculo color grisáceo; que no alcanzaba ni a cubrir toda la circunferencia que todos los estudiantes formaron, y las puntas en forma de flechas; que eran solamente cuatro. Cuando Dylan liberó su energía, abrió los ojos lentamente y notó que lo logró, y entre una sonrisa algo nerviosa, quiso parecer que se le hizo sencillo hacerlo. En reacciones eufóricas y aplausos, todos felicitaron al pequeño rubio.

Uno de mis compañeros siguió asombrado, y comenzó a relacionar los términos aprendidos en clase, como los linderos que son las distintivas puntas en forma de flecha, el círculo rotatorio bajo sus pies; que es el medidor de la voluntad del usuario, y el aura emergente de su cuerpo como el color primario y natural de su voluntad. Todos esos conceptos y palabrería los desconocí por completo; porque en el transcurso de todo ese tiempo de fallas y deplorables notas, no aprendí una mierda. Me sentí en cierto modo, como en mi primer día de clase después de seis meses casi que ausentes y de bajo rendimiento académico.

Luego de que Dylan presentó la prueba, más de uno se animó a ser el siguiente, pareció ser un juego divertido y que todos tenían la oportunidad de ganar. En ese momento, casi todos lo lograron; pero una chica llamada Elizabeth Santos, rompió la suerte que todos llevaron y hundió la suya de igual forma. Cuando estuvo al frente, se llenó de muchos nervios y abrió mucho los ojos, sobre todo cada vez que pudo, me observó y por extrañas razones se coloreaba en sus mejillas poniéndose más exaltada. Por un momento llegué a pensar, que el color de su voluntad era el rubor que en ocasiones mi madre se aplicaba en la cara. Después de ella, continuó en la lista de los que faltaban, Gio Archer. El chico más callado y tímido de la clase, aparte de que tenía un semblante un tanto de perdedor, bueno, igual que yo, sólo que más. Era muy delgado, casi que en los huesos se movilizaba, estaba algo pálido, tal vez por el momento que su tez se tornó despigmentada, poseía ojos color café y un estilo de peinado similar al mío, pero con el flequillo frontal hacía un lado, como si una vaca lo hubiese lamido.

Le correspondía dar tres pasos al frente y llevar a cabo las mismas acciones que todos ya habían hecho; pero su cuerpo a duras penas le respondía, porque cada inclinación de sus piernas, cada oscilación entre sus brazos al caminar, temblaban. No hacía mucho calor, la temperatura del ambiente estaba templada y fresca, pero por los nervios extenuantes, su cuerpo transpiraba bastante. Tragó en seco una vez que se ubicó en el centro del círculo compuesto por la clase. No hacía más que esperar la orden de la profe para que iniciara la actividad; además de observar con gran tensión el suelo, empuñando ambas manos, tiritando las piernas. Las gotas de sudor rebosaban por sus mejillas, sus brazos, su cuello, y cuando una de ellas se deslizó por su quijada y cayó produciendo un eco tétrico alrededor que nadie más percibía en realidad, sólo él y su estado alterado por los nervios; justo allí, Manzanares dio la orden de que empezara a liberar su energía. La voz resonante de la profesora impregnó su cuerpo y mente, abriendo con más fuerza sus ojos y boca, brotando más sudor y pasmado, hasta quedar casi que estático.

No podía evitar sentir lo mismo que él, seguramente estaba cargando en su espalda una presión e impotencia por no ser capaz de reaccionar, o sencillamente...sentirse, débil.

-¡Jajajaja, es un pobre tonto! ¡Oye, neeeerd, esto no es como los videojuegos, es la vida real, mejor ríndetee!-

El grupito de chicos más bravucones balbuceaban y denigraban a Gio; aunque parecía ignorarlos, en realidad estaba sintiéndose muy afligido por las ofensas que recibía. Inmediatamente, la señora Ruth, perdón, la señorita Ruth los envió a callar quebrando su bullying, amenazándolos de que reprobarían si seguían saboteando la clase. A su vez, una voz enérgica y fémina, se alzó entre la ronda, volteé a ver de quién se trataba y era Elizabeth, la chica que no logró aprobar el examen, pero aun así estaba tratando de animar con mucho fervor a Archer, cuando esto ocurrió, él comenzó a despertar del trance que lo acobijaron los nervios, desde lo más lejano escuchaba una tonalidad avecinarse contra sus apreciables deseos por hacer algo y no quedar en ridículo.

-¡Vaaaaamooos, Gioooo, esfuérzateeee, sí es como los videojuegos. Recuerda cuando usaste al mago tenebroso, concentra tu energía y déjala salir!-

Yo no entendía por qué ella al haber reprobado la prueba, tenía ánimos para apoyar a los demás. Quizás en ese momento no lo comprendí, pero estaba resultando efecto.

El pelinegro estaba inclinando su cabeza al frente, justo viendo a Elizabeth que revoloteaba y alzaba sus brazos con audacia e ímpetu. En el iris de sus ojos se reflejó la silueta de la niña de cabello castaño que seguía animándolo. No sé qué habrá pensando en aquel momento, pero según su comportamiento físico, relajó su cuerpo y nuevamente empuñó ambas manos, apretó su dentadura, frunció el ceño, cerró fuertemente su vista como pidiendo un deseo con todas sus ganas. El esfuerzo en su cuerpo era notorio, ya que el ritmo que temblaba era diferente al de antes, pero seguía sin funcionar, pasado de unos segundos, se volvió a sentir malogrado. Sin embargo, el aborto a sus esfuerzos se tornó en enojo y severa rabia que su energía comenzó a reaccionar en un color levemente verde claro, de esta manera Gio sintió ese impulso de poder en su interior que decidió dejarse llevar por él y desprender más esa aura que lo envolvió.

De repente y sin dudarlo, me sentí muy bien por él, estaba superando todo lo que lo atormentaba, así que lo apoyé también con un grito esperanzador. -¡Hazlooo, Giooo, ya lo tienes!- La alegría se me notaba por mucho, porque hallé un pedazo de luz en alguien que podría sentirse sofocado por la discriminación y subestimar sus capacidades, pero las afrontaría con sentir la fuerza de los demás, de los que realmente querían verlo triunfar; pero...

-"Estamos solos...pequeño Gio, gritar no hará que eso cambie ahora mismo, jejeje"- Un recuerdo espontaneo emergió en su mente, donde él yacía sentado contra el rincón de su cuarto, acurrucado y lloriqueando, una voz masculina y gruesa casi que le susurraba las líneas de hace un momento, eso hizo que Archer perdiera la concentración y su energía se opacara poco a poco hasta esfumarse del todo. A la final, su rostro sólo reflejó desespero, miedo y angustia. La docente, no lo reprobó, pero tampoco acepto que haya completado en plenitud la prueba; aun así Gio siempre había logrado posarse en los primeros puestos de la clase, por lo que no requería mucha nota para aprobar todas las materias vistas a lo largo del año. Resignado, salió del centro y se hizo al lado de Elizabeth, ellos parecían ser muy cercanos, a pesar de ello, ella lo seguía consolando y animando para que no perdiera la fé en sus capacidades, pero tal parece que para aquella ocasión, sentir que puedes alcanzarlo, pero que se te escapó por un pelo, es demasiado fracaso.

-¡Adaam Bon! Es tu turno.-

Exclamó fuerte y directo la profesora, un escalofrío recorrió cada una de mis vértebras una vez escuché mi nombre...finalmente era mi momento. Tenía algo de temor, de pronto no sería capaz de conseguirlo, y más que quedar el hazme reír de todos, perdería prácticamente la mayoría de asignaturas vistas a través del año, y no podía darme ese lujo, no quería volver a repetir el grado cuarto de primaria, ni mucho menos decepcionar a mi madre...ni a mi abuelo. Opté por posicionarme de tal manera que mis rodillas flexionadas quedaran y los brazos de igual forma, para así intentar una vez más dejar fluir esa energía azul clara de aquella vez, pero había un problema, mi mente permaneció en blanco durante los segundos intensos en esa pose, claro, sentí más presión porque la señorita Manzanitas no había dado la orden de iniciar, hasta que finalmente la dio y comenzó el conteo real por demostrar que podía emanar esa energía denominada Voluntad.

-¡Maldición, esto no está resultando, vamos sal a flote!- Desesperado murmuraba mientras gastaba los cartuchos de mis esfuerzos en vano, porque ni el viento se inmutaba. Los segundos pasaban y consigo los minutos, y nada cambiaba, hasta que caí de rodillas sosteniendo tanta rabia entre mis puños y desgarrando lágrimas, golpeaba el suelo incontables veces, dejando atrás todo el ejercicio de la clase en sí, porque ya me había salido de casillas, sólo me cuestionaba ¿por qué no podía hacerlo? ¿Por qué? Si la mayoría lo logró, y yo...no había expuesto absolutamente nada, más que un estúpido llanto. La gran mayoría comenzó a sentir lástima por mí, sólo tres personas se burlaban al verme derrocado y llorando, sí, eran los mismos que ofendieron a Gio. Una vez más la profesora los envió a callar y los reprobó por burla y falta de respeto, entonces ellos fueron los que no la creían después de haber pasado el examen, ahora lo habían perdido.

La señorita Ruth fue hasta mi lugar y me dijo que ya era suficiente, que no estaba capacitado todavía para poder desatar mi energía; pero yo le dije que me dejara intentarlo una vez más, tan sólo una vez más y trataría de hacerlo mejor hasta conseguirlo, ella se quedó pensando y me dijo que está bien, podía seguir intentándolo, así que me sequé las lágrimas y me puse de pie, pero esta vez la diferencia era que las voces de aliento se hicieron notar, casi todo el curso me animaba para que pudiera aprobar, me sentí...muy especial, veía a mi alrededor como todos lanzaban los gritos de apoyo, y eso, me hizo recobrar la fé en mí mismo. Tomé la misma postura y lo intenté, pero no entendía por qué no lograba expulsar mi energía, como aquella noche, comenzaba a pensar si realmente había hecho tal cosa cuando mi abuelo moría en frente de mí, ya no estaba empuñando mis manos sino las estaba abriendo y ablandando mi cuerpo, no estaba haciendo fuerza corpórea, porque ya mi mente estaba totalmente alejada de lo que realmente quería realizar en ese entonces, es por ello que sólo dudé y dudé...volví a sentirme débil y caí una vez más, a pesar de que todos me apoyaban, incluyendo a Gio y Elizabeth.

-¡Suficiente! Ya es todo, te dí la oportunidad de intentarlo una vez más, pero no lo lograste, Adam. Aún eres joven, te falta mucho que aprender. No desfallezcas.- Fue un consejo y consuelo bello de parte de la docente; que siempre se notó seria y estricta, pero en el tono en que se dirigió a mí fue sensible y tierno, tal vez porque de todas formas estaba siempre tratando con niños simplemente, de edades promedio a 8 años.

-Escuchen bien, aquellos que reprobaron son los siguientes que voy a nombrar: Matt Velter, Bruno Rane, Dey Moura, Elizabeth Santos, Gio Archer y Adam Bon. Ustedes, tendrán que asistir toda la semana que se avecina, les daré una oportunidad más de definir su año entrante escolar, pero será la última, si no aprueban, se quedarán a repetir el grado cuarto de primaria. Los demás están oficialmente en vacaciones y alcanzado sus logros en las asignaturas, de una vez, feliz navidad y año nuevo a todos.-

Seguía de rodillas en el suelo del polideportivo, escuchaba los saltos de alegría masiva de los que aprobaron el examen y podían irse a casa en paz y tranquilos, las únicas caras largas eran las del trío abusadores de Dey Moura en compañía. No había cambiado absolutamente nada desde que mi abuelo falleció y su cuerpo fue raptado por el sujeto desconocido, todo seguía igual, seguía siendo tan débil como ese instante, ese maldito instante...no fui capaz de despertar mi voluntad.

En ese momento, Gio y Eli se acercaron y me extendieron su mano con una sonrisa de impulso, no parecían estar aburridos o derrotados, ellos por alguna razón me brindaban energía anímica. Anonadado observé sus manos y antes de tomarlas, Elizabeth me declaró: -Todo está bien, Adam, todavía tenemos oportunidad.- De repente, todos mis pensamientos se hicieron a un lado, mis dudas se las llevó el viento. Tomé sus manos y me levanté secándome las lágrimas.

Ese día, no conseguí aprobar el examen, pero conseguí dos buenos amigos.  

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