XVII: Confrontación (Pt. II)
Cuando ambos chicos encontraron a su compañera en el pasillo, la joven ya estaba sollozando, a la vez que trataba de limpiar sus lágrimas y hacer el menor ruido posible, pero el solo sentir la presencia de sus compañeros, la había hecho romper en llanto aún más, acercándose hacia Heinrich y sentando su cabeza sobre el hombro del chico.
—De verdad lo siento... —musitó entrecortadamente—. Lo siento tanto, Heinrich...
Trató de parar de llorar para poder disculparse mejor, pero pensar en las palabras que describían todo lo que sentía, la hacía sollozar más.
—Soy tan tonta y tan egoísta que incluso te he arrastrado a ti a esto, y ahora... ¿Qué soy ahora? Yo creí que en un par de años podría irme de la orden y volver a Giannir contigo. Deseaba tanto poder ser una caballera de Avra, que ahora no podré dejar de serlo jamás... No me molesta aquello, pero ¿qué hay de mi papá, de Benedikt y Krisel? ¿Cómo les diré ahora esto...?
Ludwig consideró sus palabras en silencio, como si también estuviera pensando lo mismo, acordándose de sus propios deseos y metas.
—Nada nos prohíbe dejar la orden por cualquier motivo —pensó en voz alta—. Muchos han dejado la academia luego de trabajar para ella unos años, y el brujo mismo lo ha explicado: no es algo que suele suceder a menudo. Creo que si pasara algo como lo que le pasó a Mia Dahlgren fuera de la orden, eso llamaría la atención de todo el mundo.
Poniendo su mano sobre el hombro de su compañera, Heinrich había analizado también todo lo que había dicho Ludwig, y miró a Annarieke con cierta compasión que a ella le recordó mucho a cuando años atrás, él le daba sus primeras clases de manejo de la espada.
—El brujo ha dicho que los valores que una vez prometimos a los Espíritus son los que debemos mantener para seguir siendo dignos ante ellos, o como sea que realmente funcione —dijo, sin estar totalmente convencido de lo que Hayden había contado, pero con la seguridad de que al menos tenían una respuesta para lo que había sucedido con Mia Dahlgren—. No dice nada sobre dejar la orden o no. Tan solo... seguir siendo los mismos de siempre, supongo.
Annarieke aún se mantenía afligida, sintiendo un gran dolor en su pecho, que a pesar de que veía a su compañero y guardia tomárselo con mayor calma que ella misma, seguía creciendo.
—¿No me odias ahora, Heinrich? —musitó con debilidad—. Siento tanto que haya sido así. De verdad lo lamento...
—Para ya con eso, princesa boba —suspiró el muchacho, pensando también un poco en cómo se sentía respecto a la noticia, y observó incluso el collar que Annarieke tenía en su mano—. Sabes que nunca me pediste entrar a la Orden, eso fue mi decisión, y solo mía —aseguró—. Prometí servir a la familia real con mi vida, así que como guardia real, o caballero de Avra, no creo que sea distinto. Y si lo hubiéramos sabido antes, y aún tenías esa loca idea en mente de unirte, te habría acompañado de todas formas.
La caballera volvió a sollozar, y abrazó a su compañero mientras seguía llorando, hasta conseguir calmarse para tratar de responderle.
—No es así, Heinrich: tu vida es tuya, no de mi familia, o de la orden, o los Espíritus. —Intentó explicar lo que más le dolía acerca de aquella verdad oculta de la Orden de Avra—. Todos tus sueños y esperanzas son solo tuyos, y de haber sabido que los míos te habrían afectado, no te habría arriesgado. Y sé que es tonto decirlo porque ya nos hemos arriesgado muchas veces...
El chico correspondió el abrazo de su compañera. Hacía mucho que su relación de princesa y sirviente se había convertido en amistad, al punto en que se trataban con mayor naturalidad, a diferencia de cómo él se dirigía hacia el resto de la familia real de Giannir, y eso solo le hacía apreciar más su trabajo y a la gente a la que servía. No obstante, podía jurar que aquella era la primera vez que la princesa se acercaba para abrazarlo, y aunque no era su especialidad, comprendía que más que seguridad, en aquel momento ella necesitaba consuelo.
—Sé que va a sonar un poco cursi pero todos mis sueños y esperanzas están contigo y tu familia...
—¿Es en serio? —masculló Ludwig con sarcasmo, pero Heinrich le indicó con una aterradora mirada que más le valía guardar silencio.
—Sí —aseguró el chico, regresando su atención hacia la princesa—. Creo en ti, Annarieke. Si no lo hiciera, no habría seguido entrenándote. Y aunque no esperaba que tu sueño de unirte a la Orden de Avra fuera tan lejos como para huir del palacio, seguí creyendo en ti y me uní también para ver cómo cumplías tus sueños y ayudarte. Y admito que mi primer pensamiento fue conseguir que regresaras al palacio, pero la noche que huiste... no fue tu padre quien me dijo que permaneciera contigo —confesó, recordando con claridad el momento que relataba—. En realidad fue el príncipe, y dijo que debía cuidarte porque tú eras la heredera del ducado, y como todos hasta ese momento, yo había pensado que era él. Pero me di cuenta de que aunque el príncipe sería un magnífico duque, también quería estar allí para ver cómo reinabas, y no iba a ser justo si no cumplías tus sueños primero. Mi sueño en realidad es ese: verte mantener esa esperanza que te hace brillar siempre, infundiéndola algún día sobre toda Giannir para que sea incluso un mejor país. Si tú no renuncias, yo no lo haré, Ann.
La princesa en respuesta, solo había abrazado con mayor fuerza a su amigo, y parecía que aún sollozaba, pero que al fin conseguía calmarse.
Ludwig se mantenía junto a la pared, cruzado de brazos y observando a Heinrich arqueando las cejas con incredulidad.
—Dijiste que iba a sonar tan solo un poco cursi —suspiró, rodando los ojos—. Francamente, mis sueños no podrían estar más alejados de los de ustedes dos, pero como dijo Aldrich, deberíamos mantenerlos, ¿no es así?
Annarieke asintió con lentitud, a la vez que se separaba de Heinrich y limpiaba sus lágrimas con su mano una vez más. A pesar de todo, su sueño seguía siendo el mismo de proteger a la gente como una guardiana, aun si con ello, debía ofrecer su propia alma a los Espíritus. Y ya se había convencido a sí misma de que incluso cuando dejara la orden para asumir sus deberes en su país, seguiría protegiendo no solo a Giannir, sino a toda la gente que le fuera posible.
Lo que Ludwig y Heinrich pedían, le recordaba también la promesa que le había hecho a Avra, a pesar de que creía que no le habría ocultado la verdad sobre su juramento, a menos que no hubiera tenido idea tampoco sobre aquello. No debía sorprenderle que alguien como Avra hubiera sido incapaz de fallar a sus propias palabras, y que por ello, jamás estuviese al tanto de la cláusula de los Espíritus. En cambio, tal como lo veía, ella ya no se sentía tan digna de haberse salvado, y mucho menos de usar una de sus reliquias.
Suspiró, preparándose para explicar algo a sus compañeros de lo que seguramente también tenían dudas. Después de todo, Hayden no había tenido reparo alguno en decir que ella estuvo a punto de pasar por lo mismo que Mia Dahlgren, y ahora, con solo recordarlo y teniendo en cuenta las verdaderas circunstancias detrás de los hechos, sentía escalofríos.
No podía imaginarse cuán asustada debió sentirse Mia para llegar a aquel punto, y lamentaba no haber llegado un poco antes para tratar de salvarla, si aún le era posible.
—Debo confesar que aunque estar aquí siempre ha sido mi sueño, últimamente he sentido mucho miedo... —trató de explicar, recordando los eventos de Maraele—. Desde lo que le pasó a Aldrich, he sentido este miedo de no poder proteger a todos, y fue justo en Iltheia cuando lo sentí volverse más real que nunca. No esperaba nada de lo que pasó allí, y traté de mantener la calma y portarme como lo habría hecho Aldrich, dándole la prioridad a la misión, y luego esa bestia... —exhaló un suspiro, a la vez que llevaba su mano detrás de su cuello, nerviosa—. Sé que hemos peleado contra cosas más grandes, pero era terrorífica, y ahora que sé lo que realmente era, creo que habría sido imposible que pudiera enfrentarla. Ni siquiera sé si sea capaz de hacerlo si llega a haber otra bestia así.
»Y volvió a suceder lo mismo en el orfanato, y no quería decirles porque continuar la misión fue principalmente idea mía, y yo era la capitana, así que debía estar a la altura, pero ahora más que nunca estoy aterrada porque aunque no temo morir peleando, no quiero que sea en vano. Quiero seguir siendo como Avra más que nunca —Recordó el momento en el que Avra hizo su propio juramento y las razones que le llevaron a hacerlo—, pero sé que no estoy a la altura, y todo lo que puedo hacer ahora es decirles esto porque creo que es lo justo.
Ludwig reflexionó las palabras de Annarieke con un poco de pesar, recordando también los eventos de sus últimas misiones, que con seguridad, habían sido más intensas de lo que había esperado enfrentar en su vida cuando alguna vez pensó en que tenía las habilidades suficientes para unirse por un tiempo a la Orden de Avra.
—Ann, nosotros mejor que nadie sabemos que nuestras últimas misiones no han sido nada fáciles, y prometo que no te habría culpado si hubieras dicho que tenías miedo. Lamento que tanto Heinrich como yo insistiéramos en que fueras tú quien tomara temporalmente el puesto de capitana, pero seguíamos siendo un equipo los tres; no debiste guardarte tanto tiempo el miedo que sentías, y si tus poderes fallaban, también podrías habernos dicho, y habríamos tratado de encontrar una solución. Más que una compañera, eres mi amiga, y sé que aunque tuviste a Mallory para contarle lo que sentías, deberías confiar un poco más en nosotros, por favor. —El chico la miró con tristeza, un poco suplicante—. Con lo que sabemos ahora, y el tiempo que nos queda en la orden, e incluso hasta después, creo que más nos vale permanecer unidos...
Heinrich permanecía cabizbajo al escucharlo, pero dejó escapar una pequeña risa de ironía.
—Y yo creía que nos odiabas, Stradt...
—¿Seguro que vas a tener tiempo para nosotros en la universidad? —dijo Annarieke riéndose un poco, sintiéndolo perfecto justo después de todo lo que había llorado. Incluso extendió sus brazos tanto como pudo para abrazar a sus compañeros, insistiendo en que se unieran un poco más, y los dos terminaron aceptando como si hubieran sido obligados.
—Ambos hacen que lamente las pocas veces que quiero ser amable con ustedes —farfulló Ludwig—, pero creo que ya me acostumbré, así que sí. ¿Tendrán ustedes dos tiempo para un simple plebeyo?
—Claro que sí, me encantaría escuchar todas tus quejas acerca de qué tan mal lo haré como duquesa y en cuánto tiempo llevaré a la ruina a Giannir —rio su compañera.
—En realidad, no creo que lo vayas a hacer tan mal... —admitió el muchacho, y Annarieke y Heinrich se separaron, sorprendidos de escuchar aquello, en tanto Ludwig se encogía de hombros—. Eh, honestamente tu padre no es mal gobernante, y tal vez Heinrich tiene razón, y tienes mucha esperanza que entregar a Giannir, así que no cambies eso, Ann —trató de explicar, sonrojándose un poco a la vez que fruncía el ceño, hasta decidir que debía volver a su posición habitual como opositor de la realeza—. Pero no olvides que las personas no comen esperanza.
La chica volvió a reír, a la vez que asentía. Pensando en lo que había dicho, se sentía más segura de que al lado de sus compañeros, podía continuar con el legado de la misma voluntad que tuvo Avra en su día, que a su vez, era la misma de Elnair.
Volvió a tomar su collar, sosteniéndolo con fuerza y cuidado a la vez, como si fuera un regalo muy preciado.
—No, pero aun así, debemos mantener nuestras esperanzas. Lo que sea que nos haga desear continuar para que las cosas sean mejores. Sé que Avra creía en que valdría la pena tomar un peso tan grande por el futuro de Terravent, y yo... —Se detuvo un instante, pensando en todas las razones por las que podía mantener sus esperanzas y deseos de seguir protegiendo al mundo—, yo tengo una hermosa familia, y amigos que deseo proteger, y si puedo inspirar a más gente como lo ha hecho Avra, acepto ese peso también. Sin importar qué tan difícil sea, una vez más, prometeré no retroceder a mis palabras.
—Estoy de acuerdo —asintió Ludwig—. No vamos a perdernos a nosotros mismos, y si de alguna forma podemos evitarlo con el resto de nuestros compañeros, sería trabajando como lo hemos hecho hasta ahora, como Aldrich nos había dicho.
—Y no sientas más que me arrastraste a la orden —pidió Heinrich a Annarieke—. Me alegra ser tu guardia, pero me enorgullece más haber sido tu primer instructor, e incluso pelear a tu lado, es mucho para contar en un futuro. Además, Giannir es demasiado pacífica, y enfrentar bestias resulta más emocionante que los desfiles en fechas importantes.
La chica suspiró, agradeciendo los esfuerzos de ambos por consolarla y compartiendo el deseo de mantenerse unidos los tres, incluso después de terminar su labor en la orden, y que tratarían de inspirar a sus compañeros todo lo que pudieran.
Sin embargo, recordó que eso solo la dejaba con un cabo suelto: saber qué decisión tomaría la Maestre De Alba. Volvió a mirar su collar, y respiró profundo.
—Le prometí a Blai que se uniría a la Orden —pensó en voz alta—. Y no creo que pueda explicarle a estas alturas que quizás no deba, y tal vez no le agrade tampoco la idea de ser guardia en Giannir.
—Eso es seguro —contestó Ludwig—. ¿No le dirás nada entonces?
—No lo sé —admitió la joven—. No está en mis manos decírselo a alguien más, dentro o fuera de la orden. Ya sabemos por qué es un secreto: no creo que a muchos les haga gracia saber que si en algún momento dejas de creer en todo lo que creías, tu juramento se volverá en tu contra.
Los tres pensaron en aquella como la razón más grande por la que debían mantener el secreto, a menos que su maestre ordenara lo contrario, y Annarieke apretó su collar en su mano, y alzó la mirada.
—Está bien. Lo tendré bajo mi cuidado, y le enseñaré todo lo que sé —dijo con convicción—. No pasará nada, él de por sí es un gran chico, y tiene mucho talento.
—Seguro puede reemplazar a Ludwig cuando se vaya a la universidad —bromeó Heinrich, pero estaba de acuerdo con su compañera—. Es lo mejor —decidió, y Ludwig asintió, aceptando también la decisión.
Era un secreto muy pesado con el cual cargar; no imaginaban lo difícil que debía ser para la maestre ahora e incluso cada vez que recibiera un nuevo recluta, pero estaban seguros de que con inspirar la misma voluntad de Avra, sus compañeros se mantendrían seguros.
Como la misma joven le había dicho a Annarieke, era una decisión que debía tomar por los viejos héroes, y por los que vendrían en el futuro.
Sintiendo que habían reafirmado su compromiso ante la orden, los tres decidieron que era momento de volver con la Maestre, y al abrir la puerta, descubrieron que justo Hayden estaba por irse.
Al ver al brujo cruzar el umbral, Annarieke sintió primero el deseo de detenerlo, pero Mallory tomó de su mano, y la observó con toda la preocupación y nervios que había mantenido desde que ella había pedido salir de la oficina.
—¿Anny, está todo bien? —preguntó la bruja, deseando que lo que había conversado con sus compañeros, lo expresara también con ella. Lo que sea que temiera Annarieke, por muy grande que fuera, no podía seguir siendo tan fuerte si ella estaba a su lado.
Pero Annarieke recordó una vez más el miedo que había sentido al verla en peligro durante su enfrentamiento con la bestia en el templo de Fenkranos, y aquella ni siquiera había sido la primera vez que exponía a Mallory al peligro. Si bien Avra le había prometido que incluso si perdía a sus seres queridos, ellos se quedarían junto a ella por sus recuerdos y el cariño que sentía, no significaba que estaba dispuesta a perder a las personas que más le importaban.
Sabía que no era Avra. Sabía perfectamente que su esperanza entera dependería no solo de sus sueños, si no de sus amigos y familia, porque eran todo lo que tenía.
Pasó su mano sobre la mejilla de la bruja, contemplando con tristeza sus ojos marrones y las pecas que adornaban su rostro. Era verdad cuando había dicho que cada vez que veía a Mallory, le parecía incluso más hermosa que antes, y por muy riesgosos que fueron los días de sus últimas misiones, los había disfrutado tan solo por su presencia. Sintió algo muy profundo en su corazón doler, porque sabía que debía quedarse en silencio por más tiempo aún, y se preguntaba si su vida junto a ella sería siempre así: verla volverse cada vez más bella, separarse y esperar una siguiente vez. Dolía demasiado, tanto, que en sus ojos empezaban a asomar las lágrimas, pero llevó su mano a estos, y fingió una muy pequeña sonrisa.
—Todo está bien —mintió, soltando sus manos—. ¿Hayden va a irse ya?
La pregunta tomó por sorpresa a la bruja, pero negó con la cabeza.
—No aún, pero lo hará esta noche —explicó, y Annarieke quiso separarse para ir por el brujo, pero Mallory volvió a detenerla—. Anny, ¿quieres hablar conmigo sobre lo que pasó?
Sin perder de vista a Hayden, la chica negó con la cabeza, y con prisa, volvió a fingir otra sonrisa.
—En serio está todo bien. ¡Te veo en un rato!
Habría sido imposible volver a interrumpirla, pues ya había corrido para alcanzar al chico.
Sola, la bruja sintió una brisa helada recorrer el pasillo, y notó cómo poco a poco empezaba a oscurecer. No quería obligar a Annarieke a hablar de sus temores con ella, pero sentía que aquel era el momento indicado para discutirlo, y sin embargo, no solo la evadía, sino que buscaba a alguien que no podía esperar más a que se fuera del país.
Al alcanzar al brujo, Annarieke se puso en frente suyo para detenerlo.
—Siento si fui muy importuno respecto a sus poderes, su alteza, y si no elegí las palabras indicadas para explicar algo tan complejo. Temía que pudiera desencadenar cierta reacción negativa en usted o sus compañeros —dijo el chico, un poco sobresaltado al verla. Estaba seguro de que Annarieke quería exigirle una disculpa, y él tampoco estaba en posición de negársela.
—Oh, descuida —respondió la caballera, con un semblante de amabilidad que la hacía ver distinta a como se había mostrado ante él durante todo el día, y no era nada tonto como para no reconocer que estaba a punto de pedir un favor—. Sobre la espada, dijiste que era una decisión tomada por Mallory, y que tú aceptaste. ¿Eso significa que solo ustedes dos saben que ahora está en mis manos, no es así? Mallory también me explicó que en los aquelarres hay que proteger ciertos secretos con su propia vida de ser necesario, y este era el más grande de la suya, ¿o también me equivoco?
Sorprendido, Hayden tuvo claro que aunque en definitiva quería pedirle algo, Annarieke era capaz también de amenazarlo. Irguiendo su postura, se mostró más accesible ante la princesa, sonriendo.
—Tiene razón en ambas cosas. Durante el tiempo que usted permanezca con la reliquia y sabiendo que es la princesa y caballera de Avra favorita de todos los medios, es obvio que no tardará en hacerse noticia sobre su nueva arma, pero está bien. Acepto la responsabilidad entera sobre mis acciones, solo sentía que era un favor que le debía a la señorita Amarose. Sé que usted hará buen uso de la reliquia, y que sabrá el momento indicado para devolverla con quien pertenece.
La joven asintió, como si deseara volver al río de Fenkranos en aquel instante para lanzar la espada, pero no sabía aún si sus poderes seguían fallando, y apreciaba que Mallory pensase solo en ella para portarla, por lo que la mantendría consigo al menos hasta que pudiera dar fin a su incursión. No obstante, sabía que no estaba frente a Hayden tan solo para discutir sobre la espada de Laias.
—Gracias, prometo cuidarla con mi vida —juró ella, para luego observar cómo el cielo oscurecía cada vez más, dejando únicamente la luz de las estrellas y las tres lunas. No quería retener más al brujo, sabiendo que tenía un viaje que hacer—. ¿Podría pedirte un favor?
Era el momento que Hayden había previsto, y miró a la princesa, a la espera de su petición. La chica en cambio mantenía su propio brazo, y aunque sabía lo que quería decir, no quería hacerlo.
No obstante, debía hacerlo por la seguridad de Mallory.
—¿Podrías volver a la academia de Valeres junto a Mallory? ¿Podrías prometerme que se quedarán juntos y que no permitirás que intente volver aquí?
Hayden notaba en la expresión de la princesa lo difícil que estaba siendo pedir algo así. Sabía acerca de los sentimientos de Mallory hacia ella, pero no esperaba que fueran tan correspondidos, y que ninguna de las dos tuviera idea de ello, y aunque a veces quería recuperar de alguna manera a la bruja, aceptaba que habían terminado y que ella apenas era capaz de tolerar su presencia. Pensándolo bien, tal vez se lo merecía.
Por otro lado, veía que la princesa había pensado bien en lo que él había dicho respecto al juramento a los Espíritus, y que supo reconocer cuáles serían sus debilidades, estando dispuesta a lo que sea por no ser derrotada por ella misma. Incluso si debía renunciar a sus propios sentimientos.
—¿No crees que irme o no deba ser decisión mía, Anny? —Ambos fueron sorprendidos por la voz de la bruja, que parecía haberse mantenido escondida entre los pilares del pasillo, y hasta aquel instante no habían notado su presencia. A pesar de su ceño fruncido y mueca de enfado, al ver su mirada, Annarieke sabía que esta reflejaba tristeza, y posiblemente traición.
Sí. Sabía que podía haber intentado discutirlo con ella, pero la conocía lo suficiente como para saber que no iba a aceptar la idea, sin importar cuánto le dejase en claro que no soportaba verla vulnerable ante el peligro.
El chico hizo una pequeña reverencia a la princesa, en señal de despedida.
—Espero que podamos retomar esta conversación luego. Hasta pronto, su alteza.
—¡No tienen nada de qué hablar! —exclamó Mallory, notablemente más enfadada, pero solo hacia él.
«Chico listo...», pensó Annarieke al verlo irse. Solo quedaban las dos, y no tenía idea de cómo le explicaría a su amiga la razón de lo que le había pedido a Hayden, sin que la odiara en el intento.
—¿Vas a explicarme por qué le pediste eso, Anny? —inquirió muy dolida la bruja—. ¿Acaso ya no soy más útil dentro de las investigaciones?
—¡No, no es eso! —se apresuró a aclarar la rubia.
—¿Pero crees que podrás arreglártelas sin mí?
—¡Que no! Mallory, solo no soporto más verte en peligro —exclamó—. Y presiento que por más que te pida que no te metas más en problemas, va a seguir pasando, y eso es lo último que quiero. He sido capaz de soportar cada derrota de las últimas incursiones, pero no pienso perderte a ti.
—¿Y crees que yo soportaría saber que intentas sobreponerte tú sola a todo lo que sucede, quedándote en silencio y que yo no pueda hacer nada porque estoy más lejos? ¿Crees que con todo lo que sé ahora, sería capaz de abrir el periódico cada vez que haya una nota sobre ti o los caballeros de Avra, temiendo lo que podría sucederte?
Annarieke permaneció en silencio, dándose cuenta de que era igual de difícil para su amiga con el secreto que ahora conocían. No podía imaginarse tampoco poner ese mismo peso sobre el resto de su familia.
—Por lo mismo deberías entender por qué no quiero que nada malo te suceda... —musitó con una voz muy débil, empezando a llorar de nuevo, razón por la que Mallory se acercó a ella, sosteniendo su rostro entre sus manos para limpiar sus lágrimas y tratar de calmarla, pero pareció tener el efecto contrario, y la princesa rompió en llanto, lanzándose a los brazos de la bruja, y ella le regresó el abrazo sin dudar—. Es que si solo supieras que no soy tan fuerte como crees... —confesó apenas entendible, y el dolor que había sentido momentos atrás volvía a clavarse con fuerza en su interior, haciendo que por más que llorara, no pudiera librarse de él—. Además, te prometí que buscaríamos tu sueño las dos juntas, y necesito que estés bien para poder cumplirlo...
Mallory se sorprendió de escuchar aquello. Recordaba la conversación a la que su amiga se refería, pero no esperaba que le hubiera dado tanta importancia.
Sabía que no podía estar más equivocada; alguien como Annarieke no solo era capaz de luchar por sus propios sueños, sino también por los de aquellos que les importaban.
Se separó apenas del abrazo, notando que su amiga ya empezaba a calmar su llanto, pero al verla, Annarieke notó que se encontraba cabizbaja y muy tímida.
—En realidad, sobre eso... —empezó con una voz muy bajita, hasta decidir que podía corresponderle la mirada a su amiga—, lo he pensado mucho, y creo que sí tengo un sueño. Pero es algo un poco tonto y simple, así que no te emociones...
—¿Cómo no me voy a emocionar? —Annarieke tomó las manos de la bruja con alegría y cariño. Incluso cuando hacía unos instantes aún sollozaba, ahora, a pesar de las lágrimas, se la veía genuinamente emocionada—. ¿Me lo contarás? Sabes que nunca me reiría...
«Y entre las dos no hay secretos...», pensó la bruja en la frase que ella misma solía usar, sintiendo que por difícil que fuera confesarlo, era lo justo. Supo que no había marcha atrás, y por esa misma razón, empezó a sentir un picor en sus mejillas que ya podría delatarla.
—Bueno, es que luego de que hablamos de eso aquella noche, al despertar te veías muy adorable. De hecho, toda la noche te veías adorable. E incluso cuando mides casi dos metros y cazas bestias alrededor de todo el continente, Anny, eres bastante adorable —declaró con una risa nerviosa, jugando con los dedos de su amiga en tanto tomaba sus manos, y sentía la brisa nocturna helarla más—. Y me di cuenta de que siempre estuve junto a mi sueño, y que aunque sea algo simple, también es un poquito inalcanzable... —suspiró, preparándose para soltar al fin todos los sentimientos que había guardado—. Mi sueño es permanecer junto a ti y seguir viéndote despertar cada mañana. Te prometo que tendré más cuidado en las siguientes misiones, ¿pero podrías no alejarme de ti, por favor?
A pesar de la oscuridad, Mallory podía notar que su amiga estaba tan sonrojada como sentía que debía estar ella. Le parecía tan extraño sentir sus mejillas arder y sus piernas temblar del frío, y aun así, seguir en su lugar quieta, a la espera de una respuesta.
Por su parte, Annarieke pensó en la explicación más obvia para sus palabras, pero no creía que fuera posible, y para ser sincera consigo misma, temía que estuviera confundiéndose. Incluso cuando su corazón latía con prisa, y sus manos seguían entrelazadas con las de la bruja, e incluso cuando parecía que era el momento perfecto para confesar al fin todo lo que sentía por ella, una parte de sí misma no estaba segura de que Mallory pudiera sentir realmente lo mismo que ella, y no iba a perdonarse a sí misma jamás si arruinaba su amistad tan solo por lo que creía haber entendido.
Sabía que con lo dulce que era la bruja, solo podía referirse a que quería que su amistad durara para siempre, e incluso si no era con exactitud lo que ella quería, estaba bien así.
Se acercó a besar la frente de la bruja, desconcertándola en el momento en que soltó también sus manos.
—Está bien, Mallory. Sabes que siempre vas a ser mi mejor amiga, eso no va a cambiar —respondió con mayor naturalidad de la que había esperado, pues había sentido cada palabra doler aún más que la anterior—. ¿Quieres volver a la habitación? Está helando aquí afuera —suspiró, alejándose un poco más de la chica.
Había sido solo un intento por cambiar rápido el tema de la conversación y olvidarse de lo que había sucedido, pero Mallory movió la cabeza en señal de negación, dejando caer la mirada y sus manos.
—En realidad, quiero ir por un café. Te veré después.
Annarieke aceptó la idea, pues sentía que también necesitaba un momento a solas, y siguió en dirección a la zona de los dormitorios.
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