Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVI: La bestia de las profundidades

Advertencia de contenido: Arañas (?).

***

Sumergiéndose cada vez más al fondo del mar, Annarieke finalmente fue capaz de ver a Aester, o, a quien estaba muy segura de que podía ser ella.

Cuando llegó de regreso al templo de Fenkranos, apenas había tenido tiempo para decidir que lo más importante en aquel instante era la vida de la niña, y que sus compañeros podían encargarse de la bestia que había nacido en el río.

Buceó un poco más, y notó que la niña se había hundido en el abismo marino, y parecía apenas consciente como para intentar salir de allí. Blai tenía razón: a pesar de su forma, la pequeña no sabía nadar.

Incluso si sabía que no era el momento más indicado, y que no aguantaría contener el oxígeno en su interior por mucho más, no podía evitar admirar la extraña forma de la muchacha: cubierta de escamas tornasoladas y agallas por orejas, e incluso branquias que asomaban por su cuello. Tenía frente a sí misma otra leyenda hecha realidad, y temía pensar que en circunstancias distintas, como caballera de Avra, habría respondido de una manera completamente distinta frente a la niña.

En todos los cuentos que había leído, siempre describían a las sirenas como criaturas hostiles que perjudicarían a la humanidad, pero sabía que Aester era incapaz de provocar algún daño.

Cuando atrapó su cuerpo entre sus brazos, se dispuso a subir, pero la niña apretó sus manos contra sus hombros abruptamente, como si señalara algo que se aproximaba hacia ambas, y Annarieke nadó esquivando algunos pedazos que eran parte del templo que empezaba a desmoronarse.

Maldijo en sus adentros, sabiendo que debía apresurarse para ayudar a sus compañeros, y cuando al fin volvió a la superficie, tomó una gran bocanada de aire que ya necesitaba con ansias. Sosteniendo a Aester con uno de sus brazos, trató de nadar con el otro hacia la orilla, asegurándose de dejar a la niña sobre esta antes de subirse también.

Continuó inhalando y exhalando, a la vez que examinaba los signos de Aester: aún respiraba, pero parecía que se había desmayado. Blai corrió a su lado, arrodillándose para ver a la chica.

—¿Ella está bien? —preguntó, inquieto. Entre todo lo que sucedía, no sabía qué hacer, más que permitir que los caballeros de Avra presentes hicieran su trabajo.

Annarieke asintió, mirando a todos lados mientras se hacía una importante pregunta en su cabeza, pero decidió dejar a Aester reposar junto a Blai, cubriéndola con la capa que se había quitado antes de entrar al agua.

—¿Puedes quedarte con ella? —preguntó, más impaciente aún, a la vez que llevaba su mano al cinturón donde tenía su espada, sintiendo que era un momento perfecto para estrenarla. Sin embargo, no quería permanecer más tiempo con la duda que tenía—. ¿Sabes dónde está Mallory?

Blai podía reconocer en la mirada de la princesa la desesperación que sufría, empatizando con ella, pero no pudo evitar mirar también hacia el templo, dándole la respuesta que ella más temía.

—Está adentro, con el otro brujo.

La caballera se levantó con la idea de que no podía perder más tiempo.

—¡Princesa! —La llamó el niño, deteniéndola, y bajando la vista hacia Aester—. Gracias por salvarla...

Annarieke asintió, desenvainando la espada cuando estaba a punto de entrar al templo.

La bestia se encontraba de cabeza, prendida entre la pared y la puerta en forma de arco ojival de la entrada de la torre invertida del templo con conexión al río de la que había emergido.

Con unos seis metros de alto, y un cuerpo alargado con un rostro cubierto de numerosas cavidades oculares vacías, tenía un finísimo pelaje blanco, y poseía seis patas, tan alargadas como las de una araña.

Se impuso ante Heinrich y Ludwig, y de repente, desde lo que debía ser su mentón, empezó a abrirse como si fuera su boca, expulsando una especie de masa viscosa que resultaba ser ligeramente ácida si no se retiraba a tiempo.

Bajo la bestia, ante la puerta del interior del templo, tanto Mallory como Hayden ayudaban a las sacerdotisas a salir, con la compañía de la maestre De Alba que vigilaba a la criatura.

Annarieke quitó un poco de la masa que pretendía ser una especie de telaraña con la punta de su espada, y ayudó a sus compañeros a levantarse.

—¿Situación?

—Velo por ti misma —Ludwig se quejó al ponerse de pie—. No quiero decir a qué demonios se asemeja, pero al parecer, puede lanzar esta cosa y trepar paredes, además de ser muy rápida. No hay que permitir que se acerquen a las sacerdotisas y los brujos.

—Entiendo —aceptó su compañera, y al blandir con decisión su espada, esta se cubrió en llamas, atrayendo la atención del monstruo, que saltó del techo para colocarse frente a ella, abriendo su boca una vez más para lanzar un amenazante alarido.

A pesar de que el lugar entero se había tambaleado ante el salto e incluso la misma maestre De Alba estuvo a punto de perder el equilibrio, la caballera más joven permaneció imperturbable, tan solo esbozando una sonrisa desafiante. Antes de que la bestia se acercara a ella, la chica se había aproximado esquivándola al rodar por el suelo y golpear una de sus patas con su arma al levantarse.

A punto de caer por el golpe, la bestia se mantuvo, y con otra de sus patas la empujó contra la pared a su derecha, y acercó su rostro hacia ella, que reactivando las llamas alrededor de su espada, volvió a asestar otro golpe, tajando una pequeña parte de la cara de la criatura. Esta, al volar y caer a los suelos, se transformó en pequeñísimas arañas que corrieron por todo el lugar.

La caballera sabía que cada bestia era horrible a su propia manera, pero esa en especial empezaba a provocarle cierto pánico y asco. Aun así, notaba que la sangre que brotaba de su rostro, para su satisfacción, era negra. Podía tratarse de una bestia común, y no de un ser humano transformado en una.

Vio que también que alrededor de la herida, además del líquido negro, brotaban otras arañas mucho más pequeñas, y pisó algunas con su bota en el suelo, antes de decidir que tenía que seguir enfrentando a la criatura.

—¿¡No van a ayudarla!? —les reprochó la maestre a Ludwig y Heinrich, pero mientras el primero parecía petrificado ante la forma de la bestia y la peculiar habilidad que habían descubierto que tenía gracias a Annarieke, el segundo observaba con asombro cómo la princesa podía manejar la espada de Laias.

—Sí, enseguida —asintió Heinrich, en camino a ayudar a su compañera, pero Ludwig le detuvo.

—¿Está bien si solo guardo mi distancia? —preguntó, sosteniendo su arco con fuerza, tratando de impedir que se notara que estaba temblando.

—O sea, como siempre —respondió el pelinegro con sarcasmo, a lo que Ludwig sintió que era más que suficiente para olvidar su temor. Tampoco se quería repetir a sí mismo que había recitado un juramento en el que prometía no demostrar miedo jamás ante sus enemigos.

Lanzó una flecha hacia la herida, provocando que la criatura se alejara de Annarieke, y ella aprovechase su distracción para volver a golpear con la espada su pata, y Heinrich hacía lo mismo con otra de sus patas delanteras.

—Son más fuertes de lo que imaginé —explicó la chica, al ver que no consiguieron más que tambalear el cuerpo de la criatura.

Volvió a golpear con mayor fuerza, haciéndola caer contra la pared más cercana, pero se dio cuenta del error que había cometido al provocar que con el golpe, parte del techo del templo empezara a colapsar, dejando caer más pedazos de concreto.

Mallory apartó a una de las sacerdotisas que estaba a punto de ser golpeada, cayendo al suelo, pero Hayden creó un escudo de protección a tiempo con su magia, impidiendo el daño.

La gran mayoría de las sacerdotisas habían salido del templo, pero fue así que la bestia consiguió percatarse de los dos brujos y caballera de Avra restantes, pues seguramente lo que la ahuyentaba de las sacerdotisas debía ser la misma fragancia de los inciensos que solían tener.

Para mala suerte de Annarieke y sus compañeros, la criatura empezó a trepar el techo, poniéndose totalmente fuera de su alcance, y a pesar de las flechas que disparaba la maestre, la bestia solo dejaba caer más arañas del techo ante las heridas y seguía su camino hacia ellos.

—¡Apunta a su cuerpo! —ordenó Annarieke a Ludwig, quien hizo caso al notar que se veía como una zona vulnerable, y efectivamente, la bestia chilló, deteniéndose y moviendo su cabeza por debajo de su vientre para ver a los caballeros.

Abrió su boca una vez más, lanzándoles su masa viscosa, y apenas pudieron cubrir sus rostros. Sin embargo, al intentar quitársela de encima, la caballera descubrió que era demasiado pegajosa, dejándolos atrapados en tanto la bestia continuaba su camino hacia los brujos.

—Ni se te ocurra... tocarla —masculló Annarieke furiosa, tratando de cortar la masa. Sabía que si le prendía fuego, podría lastimarse a sí misma y sus compañeros.

—Amarose, salgamos de aquí. —Hayden le dio su mano a la bruja para ayudarla a levantarse, pero la chica al intentarlo y poner fuerza sobre su pierna derecha, volvió a caer, haciendo una mueca de dolor.

—No puedo moverme... —musitó aterrada. Tal vez más porque podía ver en el rostro de desesperación de Annarieke lo mucho que temía que le sucediera algo.

Hayden usó un hechizo para prender fuego a la telaraña que tenía atrapados a los caballeros de Avra, incluso cuando no parecía haber más tiempo, y entonces, una daga fue lanzada en dirección al suelo, muy cerca de la bruja, teleportando con ella a su dueño.

Blai removió la daga que había quedado incrustada, recuperándola, a la vez que tomaba a Mallory del brazo y lanzando la otra daga, pudo llevarse a la bruja lejos a tiempo.

Con la telaraña deshecha, Annarieke y sus compañeros se quitaron algunos restos encima, acercándose a su maestre.

La princesa volteó hacia la salida del templo, mirando a Blai sosteniendo aún a Mallory en el suelo, a la vez que una de las sacerdotisas trataban su lesión en su pierna.

—¡Blai! —llamó la atención del niño, que la miró a la vez que la bruja lo hacía—. Gracias por salvarla.

El chico asintió con una sonrisa, en tanto Mallory aprovechaba que se sentía mejor para observar cómo Annarieke seguía haciendo uso de la reliquia, acercándose solo a los primeros escalones de la escalera de la entrada.

—Sus patas poseen una coraza muy fuerte, pero no es así con su cuerpo —dijo Annarieke a su maestre—. Si usted y Ludwig consiguen que baje de allí, Heinrich y yo podremos encargarnos del resto.

—De acuerdo, señorita Zavet —Maria De Alba asintió ante la idea de la menor, y apuntó hacia el vientre de la araña, observando con éxito cómo su disparo se incrustaba en su interior, dejando brotar un líquido que deshacía la flecha y hacía chillar a la criatura, que lanzó su masa contra ella.

La mujer logró esquivarla con una voltereta y aún de cuclillas, volvió a apuntar, consiguiendo que la araña caminara sobre la pared, en dirección a ella.

—También tratemos de evitar esa cosa que lanza —apuntó Heinrich, preparándose junto a Annarieke para el momento en que tuvieran a la bestia sobre el suelo—. Si no podemos atacar sus patas, tendremos que conseguir treparlas para atacar su cuerpo.

—Ugh, no quería que lo dijeras... —Su compañera se lamentó, mientras aseguraba tener sus guantes bien colocados. Podía imaginar lo que haría, y no le iba a gustar nada.

Ludwig también disparó varias flechas en compañía de su superiora, buscando una posición en la que tuviera en la mira su cuerpo, pero la bestia usaba sus patas para protegerse.

—Ann, ¿me ayudas con esa espada? —pidió el chico, extendiendo una de sus flechas mientras cubría la punta con parte de la tela de su uniforme, y su compañera entendió la idea que tenía en mente.

Volviendo a encender su espada, permitió que Ludwig calentara la punta de su flecha, envolviéndola en el fuego también, antes de apuntar hacia el costado del vientre bajo del ser.

—¿Están listos para ir por ella?

—¿Cómo? ¿Tienes tanto miedo que no vas a acompañarnos? —se burló Heinrich, a lo que su compañero gruñó un poco, y miraba las arañas que aún seguían en el suelo deambulando.

—Miedo no, pero admito que me da mucho asco...

—Está bien, dispara —indicó Annarieke, manteniéndose en posición de ataque.

En cuanto el chico obedeció la orden, la flecha disparada hizo que de la herida brotaran arañas más grandes, acompañadas de la masa en forma más líquida, que no parecía afectar a los insectos, pero que al caer en el suelo, tenían un efecto más ácido.

—Tendremos que tener cuidado con eso... —Annarieke pensó en voz alta.

La bestia saltó al suelo chillando, y acto seguido, lanzó su masa hacia todo lo que tenía enfrente, que dado a su altura, no afectó a los caballeros.

—Es nuestro turno —Heinrich le dio un golpecito en el brazo a su compañera, y ambos fueron tras ella.

Sabían que pasar por debajo cortándola no era en lo más mínimo una opción, y por mucho que le asqueara el solo pensarlo, Annarieke sabía que tenía que seguir el plan que Heinrich había propuesto.

Las patas de la bestia mantenían un grosor del tronco de un roble, y al acercarse más, la caballera podía notar que estaban cubiertas de pelitos mucho más pequeños, y que aún bajaban arañas de sus heridas a través de estas.

—No sé si pueda hacerlo... —confesó sintiendo repelús y náuseas, tratando de apartar la vista.

De todas las bestias que había enfrentado desde que se unió a la orden de Avra, aquella era de lejos la más asquerosa y cada detalle en ella solo la hacía más aterradora.

—¡Vamos, Ann: solo piensa que lo harás por Mallory! —exclamó Ludwig, apuntando hacia la bestia en caso de que sus compañeros no la atacaran a tiempo, y se lanzaran contra él y la maestre.

Apreciaba de Ludwig que tenían la suficiente confianza para hacerse bromas, pero no estaba segura de que aquel era el momento más oportuno para una de estas. Aun así, pensó que tal vez ya había hecho bastantes cosas locas como caballera de Avra, y que no debía permitirse intimidar por lo que parecía ser una horrible araña de colosal tamaño.

Antes de que la criatura fuera tras su compañero y su maestre, golpeó su pata con su espada, aún sin encenderla en llamas.

—¡Hey! Acá estoy —llamó su atención, y antes de que diera la vuelta hacia ella, se aferró a la pata, empezando a escalarla como si se tratara de un árbol, solo que poco antes de de llegar al lomo bajo de la criatura, clavó su espada, usándola para aferrarse a ella y terminar de subir.

El monstruo trató de chocarse intencionalmente contra la pared más cercana para deshacerse de quién le atormentaba, pero al hacerlo, expuso su cuerpo hacia los tiradores, haciendo que le lanzaran más flechas.

—¡Quédate allí, Heinrich! —ordenó Annarieke, resistiendo la defensa de la criatura, que decidió volver al suelo, pero abría su boca a punto de lanzar una vez más su masa hacia los tiradores—. No, no vas a hacer eso...

La caballera sacó su espada y corrió rápidamente sobre su lomo, encendiendo el arma en fuego para clavarla justo en el centro de su cabeza, impidiendo su ataque.

No parecía ser suficiente para matarla, por supuesto, pero siguió aferrándose a la espada, a la vez que aprovechaba que la araña bajaba la cabeza para extender su mano hacia Heinrich, que solo tuvo que trepar a medias una de sus patas delanteras para subir con la ayuda de su compañera.

Él también clavó su espada para apoyarse en ella al terminar de llegar a su lomo.

Era difícil ignorar para ambos que tenían varias arañas caminando alrededor de sus manos, pero sabían que estaban cerca de terminar con su objetivo.

Con su espada envuelta en fuego, Annarieke dio el primer tajo sobre la parte superior de su lomo, a la vez que Heinrich clavaba su mandoble, hundiéndolo más y solo retirándolo antes de que las arañas se subieran al arma. En ese momento, la chica decidió hacer lo mismo que su compañero, con la intención de quemar todas las arañas que estaban por subirse, llegando tan profundo como se le hacía posible.

Adolorida, la bestia decidió que la mejor manera de deshacerse de ambas molestias era saltando hacia la pared que tenía en frente suyo, empezando a escalarla para sorpresa de los tiradores que la apuntaban esperando que tan solo volviera a dejar vulnerable su vientre y pecho.

—¡Maldición! —Apenas había alcanzado Heinrich a farfullar, pero Annarieke que seguía sostenida gracias a su espada clavada en la criatura, sostuvo su mano para impedir que se cayera.

Mientras, el chico hizo lo mismo para sostenerse por su cuenta, pero reconocía que Annarieke tenía la ventaja de que no podía seguir siendo molestada por las pequeñas arañas.

—Ann, creo que tengo una idea...

—¿Me va a gustar? —preguntó la princesa, cada vez más aterrada de las ideas de su guardia.

—No —aseguró el pelinegro—. ¿Crees que puedas deslizarte con la espada?

La chica comprendió enseguida su idea, y asintió, decidida.

—¿Bajarás conmigo, no es así? —inquirió en tono de súplica.

—Pues no pienso quedarme aquí arriba más tiempo. ¿A la de tres, princesa boba?

—Sí —aceptó la princesa—. Uno...

—Dos...

Al haber pronunciado el «tres» al unísono, los dos se impulsaron hacia arriba con fuerza mientras seguían sosteniendo sus espadas, con la intención de poner mayor peso sobre estas y bajar deslizándose a la vez que cortaban a la bestia.

Dada la habilidad de la espada de Annarieke, le resultó a ella más fácil aquel movimiento, dejando en llamas todo el camino que su arma cortaba, pero a pesar de que mantenía lejos a las arañas, no le resultó tan fácil cuando se deslizó por la parte baja de la espalda de la bestia, apenas poniendo su brazo frente a su cara para protegerse de la masa y sangre que podían salpicar hacia ella, y que afortunadamente parecía ser solo pegadiza y no ácida.

Heinrich por su lado, aunque le había costado más, por el peso de su cuerpo pudo cumplir con su plan y terminó de caer al suelo solo segundos más tarde que su amiga, saltando para aligerar su caída y mantenerse en posición de guardia.

También, sacudió de su hombro las arañitas que se habían quedado junto a él, y Annarieke podría jurar que tenía incluso algunas en el cabello. Recordó cuando Krisel le había mencionado que para pelear resultaría mejor recoger su cabello en trenzas, y deseó haber hecho caso a su sugerencia.

La bestia, perdiendo su masa mezclada entre su propia sangre oscura con dos heridas enormes, empezó a soltarse de la pared entre gritos, cayendo al suelo abruptamente, de frente, con sus patas al aire.

Todos los caballeros de Avra estaban asombrados, y creían que aquel debía ser el final de la criatura. En especial, Annarieke y Heinrich, quienes se acercaron con lentitud, notando que el ser no se movía en absoluto.

—¿Está muerta al fin? —preguntó la joven, curiosa.

Entonces, la bestia empezó a mover todas sus patas y cabeza de un lado a otro, como si estuviera convulsionando, gritando y echando lo que tenía de su masa viscosa por doquier, y Annarieke, que había gritado aterrada por la repentina acción de la criatura, comenzó a golpearla con su espada como lo habría hecho usando su hacha de guerra, una y otra vez en su vientre, prendiéndole fuego y atacando hasta que estuviera segura en su totalidad de que no podía moverse más.

—¡Muérete de una vez, maldición! —chilló, hasta que Heinrich extendió su brazo frente a ella, indicándole que ya podía detenerse.

Habiendo encendido en llamas todo el cuerpo de la bestia, podía dar por hecho que si aún no estaba muerta, no tardaría en hacerlo.

Los dos caballeros respiraron y exhalaron continuamente. Cansados, y en cortos pasos en reversa, al chocar contra la pared detrás de ellos, se deslizaron sobre esta, acabando sentados.

Heinrich puso su mano sobre su frente, limpiando un poco del sudor sobre esta, y Annarieke trató de revisar si en verdad tenía arañas en su cabello. Una vez más, los dos eran un desastre cubierto de fluidos de bestia.

—Ann, nunca te he exigido nada —jadeó Heinrich, un poco agotado—, pero luego de esto, creo que merezco una medalla como guardia de Giannir...

—Hecho —prometió la princesa, sintiendo totalmente justa su petición.

—No puedo creer que los dos de verdad lo consiguieron —murmuró Ludwig, estirando su mano hacia Heinrich para ayudarle a levantarse, en compañía de su maestre.

—¿Huh? ¿Por qué nos tienes tan poca fe? —respondió el pelinegro, con una pequeña risa.

—Me alegra que ambos lo hayan conseguido. —Los felicitó la mujer—. Cuando volvamos a la orden, haré que los revisen en enfermería. Deben tener algunas picaduras de araña, ¿no es así?

Ambos jóvenes se miraron, como si hubieran ignorado aquel hecho durante un largo tiempo. Se imaginaban la sola idea de que incluso después de haber matado a la bestia, tuvieran que lidiar con secuelas físicas, y solo les hacía ansiar más el poder regresar a la academia por un baño y medicinas.

Mallory corrió hacia el templo, en busca de su amiga, pero observando extrañada la especie de barbacoa de bestia que aún se hacía en medio del lugar.

—Supongo que no podré tomar muestras de esa bestia... —pensó en voz alta la bruja.

—No es necesario, se trataba de una bestia normal —aseguró Annarieke.

Heinrich soltó una risa con tono sarcástico al escucharla.

—«Normal» —enfatizó, frunciendo el ceño. Aún quedaban varias arañas caminando por el suelo, y estaba seguro de que en su uniforme llevaría algunas más de las que ya ansiaba deshacerse.

—Sí, bueno, admito que tenía habilidades fuera de lo normal, pero al menos no se trataba de una persona —suspiró la chica, tan solo dejando caer su cabeza sobre el hombro de su mejor amiga—. Si ves una araña sobre mi cabello, no grites, por favor.

A Mallory le parecía extraño querer reírse en aquella situación, pero no podía evitarlo.

—No te va nada mal con la espada, ¿eh? —La felicitó, sonriendo juguetona.

Annarieke sintió deseos de abrazarla, y por lo menos acercarse a darle un beso en su mejilla, pero se contuvo más que nada porque no quería ensuciarla.

—Fue gracias a ti —aseguró—. ¿Estás bien?

La bruja asintió, sonriendo de la forma más dulce y honesta que Annarieke había podido apreciar, convenciéndola. Sin embargo, no podía pasar por alto el terror que había sentido al verla en peligro y no poder hacer nada para detenerlo.

A pesar de que parecía que el templo podría seguir en pie por un largo tiempo, las sacerdotisas que vivían en él sabían que no estaba de más una revisión, y que con certeza, tendrían que moverse a otro templo cercano.

Aester observaba fijamente el lugar, pensando que tal vez las cosas que sucedían, tenían una razón de ser. Miró a Antliae a su lado, mientras tomaba de su mano. Le alegraba saber que estaba bien, y aunque la había extrañado con todo su ser, decidió que podía esperarla un poco más.

Apretó su mano, llamando su atención.

—Antliae, ahora que tenemos que buscar otro templo, ¿puedo seguir junto a la princesa y sus compañeros? Ya viste todos los problemas en los que suelen meterse, me necesitan...

Tanto Blai como su maestra estaban sorprendidos por sus palabras, sin saber qué decir, pero el primero esperaba a que la mujer accediera.

Antliae, por su parte, solo quedaba con la certeza en su alma de que en su ausencia, su pequeña alumna había madurado bastante, y que ahora tenía deseos de aventura que no podía negarle, sabiendo que estaría con personas que podrían cuidarla.

—¿Estás segura, mi estrella? —preguntó, arrodillándose para quedar a la altura de la niña.

Ella asintió, completamente segura.

—Hubo alguien que salvó mi vida y cuidó mucho de mí, así que aún tengo que recompensárselo —explicó, mirando con tanta dulzura a Blai, que el chico no pudo evitar sonrojarse un poco.

La mujer solo pudo suspirar, enternecida y a la vez, derrotada, con la sensación de que extrañaría a la pequeña hasta tenerla de vuelta.

—Sigue el camino que recorren las profundidades...

—Y que las estrellas siempre te acompañen —respondió la niña, abrazando a su maestra. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro