XIII: Trazo de certezas (Pt. II)
Siguiendo a su capitán y a sus compañeros, Annarieke tuvo que alentar el paso. pues estaba a punto de pisarle los talones, hasta que decidió detenerse, y aclarar un poco su voz para llamar su atención.
Al instante, se puso en posición firme e hizo un saludo militar.
—¡Bienvenido de vuelta, capitán Aldrich! —exclamó la chica, ignorando la seria mirada que le daba Joseph Aldrich—. Me alegro tanto de que estés bien...
El hombre observó a sus compañeros, señalándoles que podían continuar sin él, y se acercó a la chica que tenía la mirada baja y sostenía su brazo.
—¿Lo dice en verdad, o solo porque siente la obligación de hacerlo, señorita Zavet?
Annarieke sabía que su capitán no solía tratarla con formalidad apenas desde que se había formado su equipo, por lo que aquellas palabras le hacían intuir aún más lo molesto que estaba.
—De verdad puedo explicarlo...
—Al menos sus compañeros no dejaron que reciba todo el daño sola, ¿verdad, señor Stradt y Opheigel?
Para su sorpresa, sus compañeros caminaron muy lentamente, pero se quedaron detrás de ella, y parecía que ambos también notaban que no era la forma en que su mentor solía hablarles.
—Como el mayor del equipo, decidí que lo mejor sería continuar la misión a como dé lugar, y le pedí a Annarieke que consiguiera el permiso de su padre, el Duque —dijo Heinrich de repente, y Annarieke quiso decir en aquel instante que era una mentira, pero su mentor les detuvo.
—Sé perfectamente que de los tres, eres el más maduro y capaz de tomar las decisiones de un líder, Opheigel —replicó él—. No obstante, también reconozco lo difícil que se te hace negarle algo a la señorita Zavet. Dentro de la orden de Avra no importa...
—El lugar donde provengas, ni tus títulos, sino tu disposición para proteger a todo el mundo si es necesario —interrumpió Annarieke, sintiéndose cada vez más apenada—. Lo sé, fue idea mía, y yo los arrastré conmigo. En ningún momento pensé en dejarte de lado, y no sabes lo feliz que estoy de verte como nuevo, pero con todo lo que ha sucedido hasta ahora, no me siento ni un poco arrepentida de la decisión que tomé, pues no había tiempo que perder. No imagino cómo estarían las cosas si el resto de nosotros nos hubiéramos quedado aquí en la academia...
—Y dime, Annarieke, ¿cómo están las cosas ahora? —La reprendió el hombre—. ¿Has atrapado ya a la bruja? ¿Detuviste la epidemia de Iltheia? ¿Impediste la muerte de todos esos niños?
Annarieke enmudeció, intentando contener sus lágrimas. Sabía que Aldrich tenía razón, y verlo desde aquella perspectiva la hacía sentir más inútil e irresponsable.
—No me molesta que hayan decidido continuar la misión sin mí. Honestamente, todo lo que espero de mis alumnos es que sepan qué cosas tienen mayor importancia ante el peligro, pero es claro que ninguno de ustedes tres estaba preparado para lo que tuvieron que experimentar en sus últimas misiones, y si debo serles sincero, yo tampoco lo habría estado —suspiró, mostrándose más calmado—. Al menos, la capitana De Alba me ha dado buenas referencias de ti como capitana de reemplazo, Annarieke. Debo de suponer que lo hiciste bien en el orfanato, además de que ha felicitado la adición de aquella alumna de la academia de Valeres.
La joven aún permanecía cabizbaja.
—Pero tienes razón, Aldrich. No he cambiado nada, y fui muy impulsiva. No tenemos hasta ahora una sola pista concreta que nos lleve a Odyle Ruenom, y ni siquiera puedo imaginar dónde estaría ahora...
Sintió la mano de su capitán sobre su cabeza, dando un par de palmadas, y levantó la mirada.
—Para ser mis primeros alumnos, y siendo modesto, creo que no lo he hecho nada mal, pero ustedes también merecen su propio crédito —sonrió el hombre—. Heinrich, tienes una fuerza impresionante. No es de extrañar que siendo solo un niño te hayan aceptado en la guardia de Giannir, y al llegar a la academia, ayudaste a tus compañeros a trabajar más duro.
»Ludwig, tú has dominado los dones con gran habilidad. No sé qué es lo que te inspira, a decir verdad, pero espero que nunca pierdas esa energía, que nunca dudes en lo que más crees.
»Y Annarieke, estoy tan seguro de que posees la voluntad del mismo Avra, e infundes a tus compañeros más valor de lo que imaginas. No lo dudes: ya sea el trono de Giannir o el título de maestre de la orden, naciste para la grandeza.
Annarieke abrazó a su maestro, a la vez que se secaba las lágrimas que se asomaban en sus ojos, y el capitán también correspondió el abrazo, volviendo a dar palmadas sobre su cabeza.
—¿Vas a seguir siendo nuestro capitán, no es así? —rogó Annarieke, tratando de detener su llanto.
—¿De verdad quieren eso o solo me lo piden por amabilidad? —rio Aldrich, pero tanto Ludwig como Heinrich negaron.
—No sería lo mismo continuar la misión sin ti —aseguró Ludwig.
El capitán se separó de Annarieke y suspiró.
—Aún tengo varios días de descanso, pero dadas las circunstancias en las que se encuentra la orden, todo depende de la elección del nuevo maestre. Si gano, siento decir que quedan por su cuenta —explicó en tono de broma, y sus alumnos rieron.
—No te preocupes, sabemos que eso no sucederá —sonrió Annarieke.
—¿Ah sí? ¿Creen que Maria De Alba sería mejor maestre de la orden?
Los tres se miraron entre ellos, ocultando sus sonrisas, hasta finalmente asentir.
—Tal vez sea así —Aldrich se encogió de hombros—. Ya va a empezar la reunión, espero que igualmente me deseen suerte.
—¡Suerte! —exclamaron los tres en coro.
Aldrich entró a la sala de reuniones, y las puertas se cerraron, dejando en gran incertidumbre a los jóvenes de cómo siquiera iniciarían el proceso de votación. Decidieron sentarse en una de las bancas junto al pasillo a esperar que terminara el concilio.
Les desconcertó ver a Mallory acercarse a ellos, con una mirada muy triste.
—¿Qué tal les fue? —inquirió la chica, simulando una sonrisa.
—Conseguimos sobrevivir —respondió Annarieke—. ¿Qué sucede? ¿Pasó algo malo?
Mallory se sentó en medio, haciéndose un lugar junto a Annarieke y sentó su rostro sobre su mano.
—Yo... lo pensé mucho, y creo que prefiero que lo escuchen de mí, antes que de la capitana, o cualquier otra persona.
Aún intentando escoger las palabras más adecuadas para explicar lo que ella conocía sobre las bestias de Iltheia y el orfanato, era imposible no detenerse algunos segundos para tratar de respirar, o evitar llorar, y podía ver en los rostros de sus compañeros que no estaba resultando nada fácil para ellos tampoco.
Habían hecho un juramento para proteger a la humanidad de las bestias, y habían atacado a seres humanos sin saberlo. Mallory no podía asegurar cómo era posible que las personas fueran capaces de convertirse en bestias, pero sabía que tenía mucho por investigar, incluso cuando cada paso que avanzaba, hacía el panorama más oscuro y aterrador, y prefería no saber más.
—¿Pero es algo que pueda suceder... no sé, al azar? —preguntó Ludwig, aterrado por la noticia.
Annarieke aún intentaba procesarlo y a la vez, pensar en las pocas pistas que obtenía.
—Tal vez... —se adelantó Heinrich— ha sido planeado de alguna forma.
—¿Por Odyle Ruenom?
—¿Cómo es posible que no tengamos nada sobre ella o lo que es capaz de hacer? Ni siquiera algo concreto sobre el culto en el que estaba involucrado su familia. ¿No estuvo contigo en la academia de Valeres? —inquirió Ludwig.
Mallory negó con la cabeza.
—No es obligatorio para las familias de brujos y hechiceros con cierta posición estudiar en las academias de la primera ciencia, ya que pueden acceder a una educación a la altura de manera privada —explicó—. Y en todo aquelarre se mantienen celosamente los secretos que guardan, incluso si debes morir por ellos.
—¿Y si se tratara de algo muy importante que podría salvar bastantes vidas? ¿Cómo es posible que se mantengan en silencio? —se quejó el chico, y la bruja encogió sus hombros levemente, insegura.
—Solo sé que cuando se hizo pública la caída de la familia Ruenom, mi aquelarre trató de investigar todo sobre el suyo —relató, esperando que la poca información que tenía sirviera de algo—. Consiguieron entrar a sus propiedades incluso antes de que fueran investigadas por orden del ducado de Antheros, pero no encontraron lo que buscaban, su grimorio...
—¿Su qué? —preguntó Ludwig, confundido.
—Es un libro con todo tipo de conocimientos acerca de la primera ciencia, la magia —explicó Annarieke, volviendo a prestar atención a su amiga, quien asintió.
—Básicamente, es eso. La orden Pendragon estaba muy interesada en conocer los secretos que podrían guardar, pero como era de esperarse, o debía estar escondido en otro lugar, o tal vez ya no exista —suspiró con desánimo—. Lo único que sabemos, es que la familia Ruenom en realidad procede del continente de Galhÿs, en Coralia, y guardaban conexión con su ducado. No obstante, en el último siglo, se movieron a Therina.
»Pedimos información al ducado de Coralia, pues son quienes manejan la academia de la primera ciencia allí y de vez en cuando hablan con mis padres, pero no respondieron. Entiendo que no hayan querido verse asociados con un aquelarre desconocido que utilizaba la primera ciencia de forma tan retorcida... —recordó las primeras noticias, que incluso su mismo aquelarre había confirmado: las prácticas de la familia Ruenom no respetaban ninguna ley impuesta por las órdenes de magia más antiguas.
En su academia había escuchado rumores de la incursión de Maraele, y de que la menor de las hermanas sobrevivientes a la inquisición invocó a la bestia que destruyó toda la ciudad. Cuando le dijo a sus padres que quería acompañar a Annarieke en su misión para apoyarla, ellos en un principio se negaron, y podía entender por qué.
Supo bien desde el primer instante que aunque Odyle Ruenom tuviera su edad, ella no alcanzaba ni de lejos su potencial como bruja, y con cada una de sus investigaciones truncadas, solo podía confirmarlo más.
—Sin embargo, no hemos sabido nada de Odyle Ruenom desde la destrucción de Maraele... —suspiró con frustración.
—Y podemos decir que desde entonces, las cosas no han salido nada bien —replicó Heinrich en un murmullo. Sus compañeros asintieron, como si llegaran juntos hacia la misma conclusión.
—Una epidemia en Iltheia, con una persona convertida en bestia —anotó Annarieke.
—Y el ataque en el orfanato, además de lo que sea que haya sucedido en la oficina del difunto maestre Alves —sumó Ludwig.
—Aún no estoy segura de que eso pueda entrar en esta serie de eventos —pensó Mallory, y sus compañeros la escucharon—. Si bien la orden de Avra actuaría en Iltheia durante la epidemia, que hayan sido afectados por esta pudo ser una casualidad. Tal vez pudo ser planeado, y tal vez no...
—¿Y qué hay de Mia Dahlgren y el maestre Alves? Eran como bestias. El equipo de investigación llegó a la conclusión de que Mia había sido quien atacó al maestre en defensa propia, antes de que le sucediera exactamente lo mismo a ella.
—Pero Mia Dahlgren parecía saber lo que sucedería —murmuró Annarieke, y se volvió a Mallory—. ¿Tú la escuchaste, no? «Al final, estamos todos malditos».
—¿Exactamente quiénes son «todos»? —inquirió Ludwig.
—¿Therina? —Heinrich intentó adivinar—. De todas formas, seguimos sin tener nada que nos guíe de verdad tras esa bruja. ¿Qué haremos ahora si aparece otra bestia?
—Mallory, ¿crees que haya usado algún tipo de magia para transformar a las personas en bestia?
—No lo sé, y créanme que sin importar si uso mi magia o cualquier otro método para investigar los cuerpos de las bestias, en segundos se echa a perder toda la evidencia. Es como si no quisiera que yo sepa lo que ha hecho, o cómo —explicó con exasperación la bruja, frunciendo el ceño.
—Entonces ni siquiera podríamos saber si existe una forma de revertir la transformación —dijo Heinrich—. Ni con Mia o con las otras bestias. Si llega a suceder eso de nuevo, tendríamos que...
—No lo digas... —interrumpió Annarieke, con voz apagada y temerosa, y todos se quedaron en silencio por minutos.
Lo único que escuchaban era la lluvia caer, y por lo general, la niebla acompañada del olor del pasto mojado eran cosas simples que conseguían entusiasmar a Mallory, pero por primera vez, sentía sgrior realmente gris y triste.
—La última bestia eran solo niños... —musitó la bruja—. Y todos los niños de ese orfanato... —se detuvo, sintiendo escalofríos al recordar las escenas que había presenciado en aquel lugar.
—Solo estamos llegando cuando las cosas ya han sucedido —dijo Annarieke, con desaire—. No hemos salvado nada, sé que Aldrich diría que no es realmente mi culpa...
—No lo es —replicó Heinrich—. Ni tampoco de la orden. Apenas tenemos pruebas, ¿cómo podríamos adivinar siquiera en dónde va a suceder el siguiente ataque, o qué magnitud tendrá esta vez?
Annarieke había tomado su collar entre sus manos. Sabía que ante sus compañeros, no tendría sentido alguno si intentaba invocar su arma, pero aun así estaba deseando con toda su alma que apareciera.
Se mantuvo esperando por largos segundos una respuesta, en vano, hasta que soltó un suspiro muy triste y volvió a guardarlo.
Ni Ludwig ni Heinrich parecieron notarlo o saber a qué se debía aquella acción por parte de Annarieke, o su desasosiego, con excepción de Mallory, que deseaba decirle algo capaz de animarla, pero a la vez, respetaba su decisión de no querer que nadie más supiera del problema que cargaba.
Por dentro sabía que Ludwig tenía razón respecto al egoísmo de los aquelarres, y al menos ella conocía de un secreto que podría hacer que saliera a la luz para conseguir que Annarieke fuera capaz de continuar la incursión sin problemas.
Se levantó, y se disculpó con sus compañeros:
—Tengo algunos asuntos que resolver, y estaré fuera un par de días. ¡Prometo que volveré tan pronto como lo tenga listo! —exclamó con una sonrisa que por aquel instante, Annarieke no entendió, y mucho menos nada de lo que había dicho.
Hizo falta que la bruja ya se hubiera perdido en el interior del castillo para que la caballera reaccionara y saliera corriendo para a de alcanzarla. Al llegar a la habitación que compartían, la encontró ordenando algunas de sus cosas, y colocándose un abrigo más grueso, junto con un gorro de lana blanco.
—¿En serio vas a irte? —Apenas fue capaz de preguntar la caballera. Mallory no le había dicho en ningún momento sobre algún problema que tuviera que resolver yéndose, y en el fondo sentía como si la estuviera abandonando.
—No voy a demorar demasiado, ¡te diré cómo encontrarnos!
A diferencia de Annarieke, Mallory mantenía su usual entusiasmo, lo que confundía más a la rubia.
—¿Al menos vas a decirme de qué se trata?
La chica terminó de cerrar su bolso de viaje, y puso su dedo sobre su labio, pensando.
—Uh, voy a ir a ver a Hayden...
—¿¡Tu ex!? —Annarieke exclamó aún más confundida y un poco enojada.
—¡No es por lo que crees, lo juro! —Mallory sacudió sus manos y sus mejillas empezaron a enrojecer—. Son cosas de mi aquelarre, ya sabes, ultrasecreto...
«Entre las dos no hay secretos». Era algo que Mallory solía decir a menudo cuando eran niñas, y que por primera vez Annarieke quiso replicar, pero sabía que sería injusto e inmaduro de su parte. Bajó la mirada, sintiendo que cualquier discusión era inútil. Sabía que no podía impedir que Mallory se fuera, pero sentía muy necesaria su compañía, incluso cuando ya habían estado separadas durante mucho tiempo.
Antes de que la bruja cruzara la puerta, ella la detuvo tomándola del brazo, pero durante largos segundos no pudo decir nada.
Mallory esbozó una dulce sonrisa, y se paró de puntillas para tratar de alcanzar a su amiga y besar su mejilla.
—Voy a volver muy pronto, pero por favor no hagas nada que pueda preocuparme —pidió, mirando a su amiga con ternura, y deseando abrazarla en cuanto ella asintió como si hubiera sido reprendida—. Te quiero mucho, Anny.
—Y yo a ti.
Fue todo lo que pudo decir, incluso cuando Mallory ya se había ido.
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