XI: Bestia siamesa (Pt. II)
Annarieke y la capitana De Alba subieron las escaleras, cuidando de ni siquiera hacer sonar sus pasos contra la madera. La mayor ya había invocado su arma, una gran ballesta que cargaba sobre su hombro, y Annarieke esperaba lograr invocar la suya con éxito, o en el mejor de los casos, no tener que hacerlo en un lugar tan pequeño y peligroso.
Abrieron los cuartos con cuidado de que no sonaran las puertas, tan solo para encontrar más niños devorados. La joven caballera de Avra escuchó el sonido propio de un teléfono que llevaba descolgado durante un largo tiempo, y avanzó a la habitación de donde provenía el ruido, en compañía de su capitana.
Esta, con su ballesta empujó la puerta que se encontraba abierta, y ambas retrocedieron sus pasos de inmediato.
Lo primero que habían visto, era el rostro de sufrimiento de una mujer, sin brillo alguno en sus ojos, y con lágrimas secas en su semblante. Su cuerpo estaba tendido sobre el suelo y su mano parecía haber dejado caer el teléfono que sonaba aún.
También, las bestias estaban allí. Una masticaba con tranquilidad el estómago de la mujer, y la otra, parecía estar unida a su espalda, pues tanto su cabeza como dos de sus patas sobresalían de su lomo, compartiendo el mismo cuerpo.
La mujer pareció exhalar algo inaudible de sus labios por última vez, observando fijamente a las caballeras antes de perecer, y fue suficiente para que la bestia se percatara de la presencia de ellas, y decidiera cambiar de presa.
No era tan grande como solía ser una bestia normal, apenas tenía dos metros de alto, y al igual que la bestia de Iltheia, no tenía piel, pero sí estaba cubierta en sus patas por lo que parecía ser cabello humano. Todos sus dientes se veían tan filosos y agudos como sus garras, y en contraste con su cuerpo, sus patas se veían muy largas y delgadas.
En cuanto sus ojos se plantaron sobre las dos caballeras, lanzó un enorme grito que sonaba como varios en coro.
Maria de Alba disparó de inmediato su ballesta sin perturbarse, y Annarieke supo que debía estar a la par de ella, y para su suerte, logró invocar su hacha sin ningún problema.
Empujada por el proyectil contra la pared, la bestia sacudió ambas cabezas, y usó las dos patas de su lomo para impulsarse y volver a atacar, pero Annarieke golpeó su principal cabeza con su hacha, mientras el ser trataba de quitársela con su mandíbula.
Intentando resistir, la joven aprovechó el momento en el que su capitana disparó otra flecha y ella volvió a atacar hacia su cuello descubierto.
A pesar de que las flechas le hacían perder sangre, no mostraba señal alguna de dolor, y continuaba atacando a Annarieke, a quien le era difícil intentar esquivar sus largas garras en un cuarto tan pequeño, donde terminaba chocando contra los muebles de la habitación.
Cayó sobre su espalda, y la bestia aprovechó estirando sus patas para destrozarla, pero la joven le asestó con su hacha con todas sus fuerzas, desgarrando una de sus extremidades y el monstruo dejó escapar otro alarido que se escuchaba como cien almas lamentándose.
Literalmente había tragado una de las flechas de la capitana De Alba, y decidió cambiar de objetivo, cargando contra ella sin importar cuántos disparos recibiese.
Annarieke intentó atacar por detrás y antes de que la bestia pudiera acercarse, Heinrich se había adelantado, golpeándola con su espada también.
—Señorita De Alba, ¿se encuentra bien? —inquirió Marten, preocupado, y su capitana asintió.
—No debemos permitir que llegue hacia Lucía y la señorita Amarose —decidió, y todos se mostraron de acuerdo ante la orden.
Ludwig y Willem también volvieron a la mansión, guiados por los alaridos de la bestia, y advirtieron en que debía encontrarse en el piso superior.
—¿Están bien las dos? —preguntó Willem a su compañera y a Mallory, y ambas asintieron, mas, la última estaba muy preocupada por su amiga.
—No puede ser que de nuevo me apartaran —masculló Ludwig, atento a lo que pudiera suceder en el segundo piso.
En ese momento, la bestia empujó a Annarieke contra la pared usando las patas que tenía sobre su lomo, causándole un enorme rasguño en el brazo que había usado para protegerse, y trató de empujar también a Heinrich y a Marten para abalanzarse sobre la capitana, quien golpeó su cabeza usando la ballesta y retrocedió para disparar.
No la hizo retroceder demasiado, pero ella aprovechó para distanciarse más y seguir disparando.
Marten también empezó a atacarla con su sable, apoyando su mano en el lado sin filo para hacerla retroceder.
—¿Estás bien, Ann? —Heinrich se había acercado a su compañera, cuyo brazo no paraba de sangrar. El rasguño se había extendido un poco hacia su mejilla, pero con menores daños.
Ella asintió, tratando de remorderse el dolor, a pesar de que sentía su brazo arder y latir. Se dio cuenta de que su hacha no se encontraba por ningún lado y que tendría que invocarla nuevamente, por lo que tomó su collar, pero el dolor no le permitía concentrarse.
—¡Ve con Marten ahora! —le ordenó a Heinrich, y este obedeció, pero en aquel instante, la bestia rompió la entrada del cuarto, intentando salir.
—¡No permitan que escape! —Ludwig y Willem escucharon a la capitana, por lo que Ludwig aprovechó ese momento para disparar también a la bestia, pero consiguió el efecto contrario, haciendo que gritara y retrocediera sus pasos para tomar impulso y saltar del balcón.
—¡No voy a dejar que la toques!
Por ese instante, el collar de Annarieke obedeció su deseo, y recuperó su hacha de guerra.
Siguió a la criatura, saltando con ella del piso, y asestó su arma contra su segunda cabeza antes de que pudiera tocar el suelo, cortándola a la mitad.
La caballera rodó, evitando la caída, y Willem usó su lanza para impedir que la bestia se acercara hasta que Annarieke se levantó y volvió a arremeter, una y otra vez, provocando que la bestia retrocediera sus pasos, alejándose más de Mallory y la otra caballera.
Ludwig también se valió del momento en que su compañera tenía a la bestia en un solo lugar, permitiéndole disparar en su cuello, y ella volvió a golpear en la misma herida para desgarrarlo.
Los gritos del la bestia eran incesantes y se asemejaban más al llanto ahogado de varios niños, sofocándose en su propia sangre que no paraba de emanar, y aun así, se esforzaba por seguir gritando hasta que su voz se apagara.
Fue la capitana De Alba quien llegó al primer piso, y con un último disparo en el centro de su cráneo, le dio fin.
Casi de un salto, Mallory se levantó y corrió hacia Annarieke. Caminó más lento al ver a la bestia muerta, pero aceleró y cayó de rodillas junto a su amiga, percatándose de lo lastimada que estaba.
—¿Estás bien? —preguntó Annarieke con una mirada de preocupación que era más grande que el dolor que sentía por la herida, y por un instante, Mallory no supo qué responder.
—¡Tonta! ¿No crees que yo debería preguntar eso? —exclamó, tomando el brazo de su amiga para observar el corte. Era bastante profundo y temía que se infectara si no lo trataba a tiempo.
—No es nada... —gimió la caballera, remordiéndose las ansias de gritar, y apartó su brazo—. Voy a estar bien, en serio.
—Lucía, trata la herida de Annarieke. Yo llamaré para que limpien todo esto —dijo la capitana, y Mallory supuso que debía iniciar rápido su trabajo de investigación.
En tanto Lucía se acercaba con un botiquín para desinfectar y vendar el brazo de Annarieke, la bruja se aproximó al cuerpo de la bestia, observando los pelos sobre sus patas y cortando mechones para guardarlos. Le parecía curioso que la sangre de aquella bestia también fuera roja, que toda su piel lucía quemada.
Fue hacia la cabeza y levantó uno de sus párpados, notando que los ojos verdes sin brillo de la bestia se veían demasiado humanos. Al dirigirse hacia la otra cabeza, notó que compartían el mismo rasgo.
—Lucía y yo escuchamos los gritos de la bestia, y sonaban como si fueran humanos, ¿sabes? ¿Es normal que las bestias suenen así? —inquirió con preocupación, empezando a formular una teoría que la espantaba de solo imaginarla.
—Por lo general, las bestias suelen sonar como animales —explicó Lucía, terminando de vendar el brazo de Annarieke.
—Ya veo... —murmuró la bruja—. No pienso tocar nada con mi magia por ahora. Dejaré que la orden se encargue, pero investigaré esto. —Señaló el tubo con los cabellos.
—De acuerdo —aceptó Annarieke, en tanto retrocedía su cabeza todo lo que podía para evitar que Lucía se acercara a desinfectar el rasguño de su rostro. Con suerte, se había remordido las ganas de gritar mientras su compañera trataba su brazo—. Está bien, Lucía, puedo hacerlo sola...
—¡Quédate quieta, Annarieke! —reclamó la chica, decidiendo sostener el rostro de la rubia entre sus manos para aplicar el antiséptico con un algodón. Ninguna de las dos parecía darse cuenta de lo congelada que permanecía Annarieke ante la acción de su compañera, excepto Mallory, que hizo una mueca, un poco molesta.
—Yo pude haber hecho eso... —masculló en voz bajita, rodando los ojos.
La capitana De Alba le dio permiso a Annarieke de que pudiera adelantarse con su grupo a la academia de Avra, mientras que ella y su equipo se encargaban junto con los médicos de realizar el informe de la incursión, y asegurar un entierro apropiado para todos los niños del orfanato.
Debido a la herida de Annarieke, Heinrich decidió llevarla consigo en su caballo, mientras Mallory iba con Ludwig. Parecía ser mejor así, pues en algún momento, los ojos de la caballera se cerraron, apenas aferrándose a su amigo.
***
Mia Dahlgren había regresado junto a su equipo y otros dos más de Iltheia, donde se habían quedado la noche anterior en compañía del maestre Alves.
Recordaba que a pesar de que había sido un día muy complicado, lograron cumplir la misión de encontrar y mantener a salvo a todos los heridos, e incluso habían contado con la felicitación del mismo maestre.
Sabía también que antes de regresar a Orevia, había tenido un gran desayuno con sus compañeros. Habían disfrutado incluso del pan de fruta y los pasteles que solían hacerse en celebración del solsticio.
Hasta ese punto, era todo lo que se encontraba capaz de recordar, y sin embargo, no tenía nada de sentido con la escena frente a sus ojos.
Reconocía la habitación en la que estaba como la oficina del maestre, y que por lo tanto, habían llegado a Larya y que era posible que estuvieran a punto de dar los últimos detalles de su informe. Lo que no conseguía entender, era por qué había tanta sangre frente sus ojos; por qué sus compañeros estaban tendidos sobre el suelo, inmóviles, y parecían tener heridas causadas con sus armas. Bajó la mirada hacia sus manos, también manchadas con de sangre, y tenía algunas heridas y rasguños de los que recién podía percatarse por el dolor que sentía.
Gimió, intentando levantarse para ver al maestre Alves, que tampoco se salvaba de verse lastimado, pero reconoció que también estaba despertando.
—¡Maestre Alves! ¿Se encuentra bien? Yo... no entiendo nada de lo que ha sucedido —musitó, revisando el estado de su superior. Se dio cuenta de que tenía una herida enorme en su pecho y que podía ser la razón por la que el hombre presionaba su mano contra este, pero al retirarla para intentar atenderla, advirtió que lo que sostenía con tanta fuerza, era su collar.
Este rodó entre sus dedos, y al atraparlo, Mia se dio cuenta de que el color de su gema ya no era dorado, como era lo normal, pero en lugar de volverse opaco, como cuando un caballero de Avra moría, su color se tornaba más oscuro.
A pesar de esto, parecía que el hombre aún conservaba algo de vida y energía. La suficiente para esbozar una sonrisa de ironía, en tanto el collar terminaba de volverse negro en su totalidad.
—¿Es así como se siente estar maldito? Lo siento tanto, señorita Dahlgren... —exhaló, con una mirada agonizante.
Las lágrimas acumuladas en sus ojos apenas le dejaban entender lo que sucedía a Mia, pero trató de salvar la vida del maestre, intentando reanimar su corazón. El hombre la apartó, y trató de darle un último aviso.
Las palabras finales del maestre John Alves causaron que la caballera retrocediera, aterrada, y cubriera su boca con sus manos, impidiéndose a sí misma gritar, pero finalmente rompió en llanto.
Trató de detenerse y de buscar su collar, pues tendría que invocar su arma si quería salvarse solo por un poco más de tiempo.
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