Epílogo: La reina de los cuervos
A todos los condenados:
El Señor de Todo ha oído el llamado de su sierva.
En medio de su soñar la coronó ante el recuerdo de su antigua corte,
y la llamó «la Reina de los cuervos».
Sobre ella y sus ofrendas,
ha demandado que una nueva corte levantará;
Alta, majestuosa e invencible,
la era de sus antepasados van a reanudar.
Las semillas han sido ya plantadas,
y esperan, gentiles, hasta germinar.
La reina de los cuervos esperará paciente:
los dioses tras sus ofrendas,
el milagro tras sus plegarias.
La inevitable caída de sus nefastos enemigos.
La muerte vendrá a purgar
sus ciudades podridas, sus reinos torcidos.
Todos sus falsos ídolos, uno por uno caerán.
Correr, esconderse, o rezar será inútil.
Y recordarán con amargura el día en que la reina de los cuervos
lo sacrificó todo por amor.
Teme a sus garras, y más feroces aún, sus oscuras alas;
Teme a su canto, pues augura venganza.
Cuando la noche más sombría caiga y la lluvia no cese,
teme a que cumpla con sus palabras.
Pero esta noche duerme tranquilo, pequeño niño,
porque no será hoy.
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