Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7: Nuestra causa - Parte 1

Ningún hombre es feliz sin fantasear, las fantasías son tan necesarias para la felicidad como los hechos reales.

–Christian Nestell Bovee

El par se hallaba silencioso dentro de la campaña, hace poco uno de los muchachos que les servían dio aviso que la cena estaba lista y que Sir Duncan les esperaba.

–Deberíamos ir. –inquirió la chica sentada en el camastro frente a Leo que estaba parado dando pequeñas caminatas dentro de la tienda. –Al menos para llevarle la corriente y fingir que confiamos en ellos.

–O podrían haber puesto algo en la comida para matarnos.

–Si nos quisiera muertos ya lo estaríamos. Escucha, sé que no quieres confiar en nadie.

–No es que no quiera, es que no podemos, incluido Duncan. –dijo asomándose por la cortina observando al joven soldado esperando para guiarlos. –Ni siquiera sabemos cuan lejos estamos de los que nos perseguían.

–Con mayor razón debemos informarnos. –Leo la veía con la sonrisa usual que siempre le mostraba, suspirando por ello.

–De acuerdo. –dijo con una mueca desganada.

Ambos salieron y el chico que les esperaba se irguió derecho evitando el contacto visual con los mayores, pidió con respeto ser seguido y los encaminaba a la tienda de su capitán.

–¿Y cuál es tu nombre? –preguntó con leve entonación Elidí.

–Eliot, su majestad.

–Qué sorpresa, un Eliot de verdad. –dijo divertida causando una mirada y sonrisa del joven, quien pronto lo borró deteniéndose y poniendo una postura agachada junto a su cabeza y mirada al suelo.

–Le ruego disculpe mi insolencia. –la pareja se vio extrañada por tal reacción.

–¿Por qué crees que fuiste insolente? –preguntó Leo.

–No fue mi intención el parecer que me he burlado de su majestad. –respondió sin alzar la vista.

–Eliot, –mencionó la chica con suavidad. –tranquilo, no fuiste grosero ni insolente. Y no es necesario que me llames por ningún término de la realeza. Dejé de serlo, sólo soy Elidí. Así que levanta la cara.

–Gracias, mi princesa. –el muchacho se reincorporó, pero siguió sin ver a la cara al par. –Por aquí, por favor.

Con timidez continuó el camino llegando a otra de las tiendas que parecen pequeñas casas. Eliot avisó la llegada del dúo y acto seguido se retiró para dejarlos con los de adentro, donde cinco hombres acompañaban al capitán Duncan sentados alrededor de una mesa donde un festín con carne, vegetales, frutas, vino y cerveza se avistaban en los platos, cubiertos y copas que relucían con la luz de las lámparas. Entre los hombres pudieron reconocer a los que conocieron en el último pueblo en el que estuvieron, Josh y Delp, uno sentado frente al otro, también estaba Drag y otro hombre que aparentaba tener mucha más edad que el capitán, estos dos sentados al lado izquierdo de él.

–Bienvenidos, pasen. –Duncan señaló con la mano abierta hacia los dos lugares vacíos a su lado derecho.

–Permítame. –Josh jaló la silla para que la princesa se sentara.

–Gracias… –ella se sentó entre él y Leo.

–Es un placer.

–¿Y tu verdadero nombre es Josh, y el de tu amigo es Delp?

–Esos son nuestros nombres reales. Lamentamos haberla asustado. –respondió Delp. –Pero fue necesario para traerla aquí, si le hubiéramos dicho que sabíamos quienes eran ustedes, habrían huido.

–Claro. Bueno, ¿qué es eso de lo que tanto quieren hablar?

–¿Por qué no cenamos un poco? Deben estar hambrientos. –agregó Duncan invitando a tomar los alimentos.

–Sabes bien que no confiamos en ustedes. –Leo ladraba con voz cortante. –No nos has traído sólo para un reencuentro amistoso.

–No seas insolente. –escupió con desprecio Drag. –Capitán, no los necesitamos, podemos hacerlo sin ellos. La sangre de los Anwar solamente nos atraerán desgracias.

–Drag, basta. –respondió con tranquilidad el hombre de cabello canoso y peinado hacia atrás, que bebía su copa de vino. –Estás dejando que tus sentimientos atisben sobre tu mente. La princesa tiene influencia como cenizas encendidas, con un soplido puede ser avivado el fuego.

–… –la joven veía confusa la escena mientras intercalaba la mirada con su compañero. –Eh… Yo no tengo idea de qué hablan. No poseo influencia ni conexión alguna con alguien. Leo y yo hemos estado huyendo por cinco años.

–Princesa. –Duncan habló con voz ronca, pero gentil. –Antes que otra cosa, debemos informarle que partiremos mañana. Debimos habernos ido hoy, pero por esto, decidimos quedarnos un día más, pero ya no es posible esperar más.

–¿Y quieren que vayamos con ustedes?

–Sí, hay mucho que queremos discutir.

–Hagámoslo ahora.

–Todo lo que deseo hablar con usted es demasiado para una noche, pero puedo resumirlo mientras disfrutamos de esta deliciosa carne de jabalí que nuestros cazadores capturaron está mañana, y que nuestros cocineros prepararon para ustedes.

Ambos aceptaron después de un par de miradas entre ellos y comenzaron a servirse los alimentos mientras la noche continuaba con un deleite que hace años no habían disfrutado, que aunque los dos sabían cocinar –mas Leo, pues tuvo que enseñarle–, la verdad era que sus sazones dejaban que desear. Durante la comida el capitán revelaba lo que deseaba obtener de ellos, o mejor dicho, de ella.

–¿Están locos? –dijo Leo habiendo detenido su comer junto a Elidí.

–Cada palabra que he dicho es con seriedad, no estamos jugando.

–Pero… –decía la joven. –es imposible. Lo que quieren hacer es un suicidio.

–Capitán, ¿lo ve? Le dije que no podíamos contar con ellos. –añadía Drag.

–¡Claro que no pueden contar con nosotros! ¡Muchos menos conmigo! ¿Qué creen que va a pasar? Mi hermana no es una tonta, sabe perfectamente lo que hace. ¿Creen que ganó su apodo de Reina Oscura por nada?

–Princesa. –habló el más mayor de los hombres. –Estamos muy conscientes de lo que hacemos, por ello la necesitamos para detener el reinado de su hermana mayor.

«Una lucha para liberar nuestras propias tierras y las ajenas que fueron sometidas bajo sus órdenes. Lo que ustedes ganarían sería algo sencillo, la oportunidad de no huir más, techo, comida y todo lo que deseáis, y usted, mi princesa, recuperará su posición real junto a su reino para gobernarlo, se convertirá en la soberana de sus tierras originales y las que fueron anexadas. En pocas palabras, regresará a su antigua vida» Un trato realmente de ensueño y tentador, tan embriagador para los oídos desesperados por anhelos de paz y prosperidad.

–¿Qué es lo que desean a cambio? –replicaba el muchacho con descontento e irritación. –Nadie da algo tan prometedor como si nada, en especial, con lo que implica que pase Elidí.

–Es simple, deseamos la influencia de la princesa.

–Influencia… –susurró con volumen suficiente para ser escuchada. –Seguís diciendo eso, pero yo no poseo influencia de nada.

–Claro que sí. –mencionó Duncan recostándose en sus brazos y mirando sonriente a la joven. –Elidí la Bondadosa. Es como se le conoce, voces que cuentan sobre la forma de ser de una princesa altruista y desinteresada que apoyaba como podía a las minorías incluso siendo una pequeña niña que bien podía ser llamada como una joven rebelde. Yo no lo olvido, sé que Leo tampoco, y puedo asegurar que muchos otros también lo recuerdan. Rememoran con cariño a la joven que se aprovechaba del lado oscuro de las cosas para sacarle luz.

–Murió. –la joven pasó la servilleta por su boca y la arrojó con enojo a la mesa mientras se levantaba. –Yo no soy esa chica a la que buscan, ella murió hace cinco años cuando vio como su hermana amorosa apuñalaba a su padre en la cama, como sacó a rastras a su madre y le cortó la cabeza, como declaró que yo fuera tratada como forajida.

–¿Lo vio?

–Claro que lo vi.

–Princesa, nosotros hemos seguido el legado que siempre profesaba.

–¡Pues deberían olvidarlo! ¡Sólo era una niña estúpida que creía en cuentos de fantasía porque vivía en una cómoda vida de lujos detrás de murallas levantadas por mentiras, sufrimiento y dolor a costa de los que tuvieron la desgracia de nacer fuera de los límites de una monarquía podrida bañada en oro y sangre!

–Elidí, cálmate. –Leo se levantó a tomarla con suavidad de los brazos.

–Cuando fui obligada a huir por mi vida vi por primera vez la realidad de lo que significa mi linaje. Conocí la podredumbre en la que se irguió Stella, aprendí lo que era tener que mentir y robar a cambio de no morir. Yo no quiero volver a mi antigua vida sabiendo que eso significa seguir cortando la piel de inocentes.

–Es por eso que te necesitamos. –habló Duncan con suavidad. –Eres gentil y amable, esa es tu influencia. Queremos lo mismo, acabar con esta era oscura, necesitamos luz, esa que eres capaz de dar.

–¿Sí? Pues te digo algo más que he aprendido. No hay nada que se pueda proteger sólo con gentileza.

La joven salió apresurada de la tienda con dirección a la suya siendo seguida por Leo. Algunos hombres que estaban afuera la vieron con paso veloz y con cara que se iluminaba por las llamas de las antorchas expresando impotencia, incluso Eliot, que pulía unas espadas la veía con preocupación entrando a su campaña.

Elidí cerró las cortinas de su tienda desplomándose en el centro a tapar con sus manos su cara derramando lágrimas en un grito interno.

Luego de haber llorado, se hallaba sentada junto a Leo en el camastro, ella secaba sus lágrimas que de vez en cuando volvían a caer. Duncan había entrado hace poco, pero el joven le pidió, aunque fue más bien como una orden, que saliera para que él hablara un momento con la chica.

–Nos vamos a ir en la mañana. –demandaba Elidí frotando sus ojos. –No estaremos ni un minuto más aquí.

–Elidí, cálmate. –suspiró. –No voy a negar que su idea de luchar contra Aiday es una locura, pero sobre lo que piensan de ti…

–Es una estupidez.

–No, también lo creo. –la joven le miró con ojos en una mezcla de irritación y desconcierto. –Decimos que no podemos confiar en nadie, pero Duncan, bueno, lo conocemos.

–No, no lo conocemos. Lo conocimos, es decir, en el pasado. Quizás nos este engañando para llevarnos con mi hermana.

–Ahora estás hablando como si fueras yo.

–¿Y entonces por qué empiezas a hablar como si tú fueras yo? –el contrario hizo un pequeño bufido burlón a la vez que su sonrisa se extendía una poco más. –¿Qué es tan gracioso?

–Esa es la influencia de la que hablaban. Mira, iremos con ellos. Elidí, escucha, por el momento es mejor seguirlos. Ellos no están involucrados con Stella, no hemos visto estandartes con su escudo ni están grabadas en las armaduras. Además, así podremos conseguir más información acerca de los movimientos de tu hermana y por el momento estaremos seguros.

–No lo sé Leo, podría ser una trampa.

–Yo no lo olvido, y Duncan tampoco. Aunque queremos negarlo es imposible sabiendo la clase de hombre que es. Fiel a sus ideales y a quien es su dueña, aquella que le mostró la luz.

–Basta. Yo no soy dueña de nadie. –él le sonreí con ternura mientras le tomaba la mano con ambas suyas.

–Si no confías en los demás, confía en mí. Vamos a seguir con ellos. –hubo un segundo de silencio en los que se vieron a los ojos, Elidí asintió con la cabeza. –Bien, entonces duerme un poco. Hablaré con Duncan y le haré saber nuestra decisión.

–Leo… No quiero participar en una guerra. No quiero más sangre en mis manos ni en mi nombre.

–Lo sé. –acarició su mejilla y se levantó. –Ahora duerme.

Ella se recostó y él salió encontrándose a Duncan apartado frente a la tienda junto a Drag, con una aparente discusión que era bastante obvio de lo que hablaban aunque no los escuchara. Leo se acercó siendo recibido por la mirada de desprecio de Drag.

–Por el momento viajaremos con ustedes. Elidí necesita descansar bien.

–Por supuesto, no tendrán nada de que preocuparse. –Duncan ofreció su mano en un estrechón, cosa que Leo correspondió, pero que Drag no tuvo reparo en hacer notar su descontento en especial después de que se fue. –Lamento esto.

–¿Qué le sucede? Supongo que es un buen aliado para ti siendo que no toleras ese tipo de comportamientos en tus hombres.

–Cuando era niño, su familia fue asesinada por el padre de Elidí, él escapó con apenas suerte. Trató de refugiarse en el reino de Heulen. –Leo abrió un poco los ojos con sorpresa. –Lo tomaron como esclavo. Tiene cierto prejuicio por los ojos dorados, color que abunda en las miradas de su gente. Él nos narró, como el príncipe mayor se divertía con sus lobos siendo detenidos por las cadenas, creyendo que en cualquier momento los soltaría para que le destrozaran.

–Ya veo. Entonces sólo voy a advertir algo. No me importa sus prejuicios hacia mí, pero si se atreve a arremeter contra mi dueña, seré ese lobo que le va a devorar. –dio la vuelta y se encaminaba a entrar de nuevo a la tienda. –Me alegra haberte encontrado de nuevo, Duncan. –dijo sin verlo a la cara y entrando finalmente a la campaña. El mayor rió bajo y se retiró.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro