Capítulo 2: Cautela
Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.
–François de La Rochefoucault
La joven se encontraba acariciando a su caballo mientras su compañero revisaba lo que ella había conseguido, la princesa habiendo formado un puchero y cada cuando volteaba a verlo.
–De acuerdo. Vamos a la posada.
–¡Sí! ¿A quién le debes las gracias?~ –la joven se paró orgullosa provocando un bufido divertido al contrario.
–No olvides recoger tu cabello.
–Sí… pero me gustaría poder vestirme como una chica algún día.
–Espero que puedas hacerlo de nuevo. –musitó recogiendo las pertenencias de ambos.
–¿Qué dijiste?
–Qué no olvides recoger tu cabello.
–Sí… –respondió haciendo eso y ocultándolo con la capucha.
Ambos salieron con sus caballos y pagaron al dueño del establo por el tiempo que los dejó quedarse para luego dirigiese a un lugar de descanso para los viajeros con un área para dejar a sus caballos. Pidieron habitaciones separadas y subieron con una chica que les guió.
–Gracias. ¿Puede traernos agua para un baño? –preguntó el hombre a la joven, quien asintió y se retira para cumplir la orden.
–Por fin un baño que no sea a la intemperie. –dijo tomando sus mejillas. –Gracias.
–Sí, y una cosa. No salgas al festival. Te conozco y sé que quieres ir, pero no puedes.
–Aburrido… –musitó cruzando los brazos.
–Haz caso.
Ambos entraron a sus habitaciones, él acomodó sus cosas observando el cuarto, ella arrojando su mochila a la cama y luego haciendo lo mismo consigo. La joven trabajadora de la posada regresó con dos cubetas para llenar la tina del baño, luego se retiró para dejar a su huésped y así regresar por el agua del hombre. Mientras, la princesa podía cerrar con seguro la puerta para retirar su vestimenta y soltar su cabello.
–Está fría. –dijo con una pequeña risa al tocar el agua con su mano. Ella procedió a hundirse en la tina a relajarse. –Ah… qué bien… Esto es mucho mejor que estar alerta en el lago.
Sus oídos captaron las voces de cantos, la música y el baile del festival que para desgracia de ella, se había colocado justo atrás del establecimiento, lo que le carcomía su emoción por desear ir. La chica se hundía hasta la boca haciendo algunos sonidos con el agua para luego sonreír con malicia. Con entusiasmo procedió a lavar su cuerpo y una vez terminó se vistió casi con exactitud con ropa limpia dejando su cabello suelto yendo a la habitación adyacente y abriendo la puerta sin tocar.
–Leo~ Ah… –se volteó con pena por ver a su compañero sin camisa. –Lo siento.
–Está bien. –dijo colocando su prenda. –Ya está. ¿Qué pasa? –con emoción la joven dio media vuelta adentrándose con una enorme sonrisa. –No vamos a ir al festival. Y fuera de tu cuarto amarra tu cabello. –mencionó arrebatando la sonrisa de la chica quien procedió a volver a su dormitorio.
Él suspiró y la joven entró al cuarto arrojándose decepcionada en la cama. Bufó molesta y se levantó a ver la fiesta a través de la ventana, reía con ver a las personas danzando, tocando y cantando. Su entusiasmo no se podía controlar, así que recogió su cabello cubriéndolo al igual que su rostro con la capucha. Salió por la ventana siendo muy cuidadosa y bajó por el callejón colindante a la posada.
Logrando mezclarse con la multitud comenzó a observar cada lugar que sus ojos tocaban, viendo a los acróbatas y bufones, bailarines y músicos, cantantes y actores, además de ver en los puestos de comida o mercancía que habían, aprovechando uno que vendía mascaras compró una para pasar aún más desapercibida y disfrutar de la fiesta. Por otro lado, el mayor fue a tocar la habitación de la joven y hablar con ella.
–Elidí, escucha, siento que no puedas hacer este tipo de cosas, me gustaría que pudieras, sin embargo, debes estar consciente de esto. Pero… creo que tienes razón, quizás un rato afuera no haga daño. –al no recibir respuesta bufó irritado y abrió la puerta para constatar lo que pensaba. –… Esta chica.
Se adentró a asomarse por la ventana y ver el festejo del pueblo logrando dilucidar a quien sabía era su princesa. Salió de la habitación con un portazo y fue a la suya a tomar su espada y colocarla en su espalda yendo a buscar a la chica. Ella se hallaba danzando junto a los artistas y pueblerinos hasta que fue interrumpida por el agarre en su brazo por su amigo quien la jaló para llevársela.
–Leo, me lastimas.
–Que te quedes quieta un poco ¿es mucho pedir? Y yo que pensé en traerte un rato aquí.
–Iba a permitir que saliera… Lo arruiné. Lo siento.
–Basta. –dijo una vez estaban apartados de las miradas de las personas. –Sabes que no puedes andar por ahí despreocupada a sabiendas de cómo está el continente. Ya no eres una adolescente, compórtate.
Cabizbaja comenzó a caminar junto al chico para regresar a la posada, sin embargo, la joven fue rodeada del cuello tomada por la espalda y poniéndole un cuchillo cerca de la cara. Los hombres con los que habían tenido la pelea en la tarde les habían reconocido. Demandaban la devolución de su dinero y retiró la máscara y capucha que ocultaban el rostro de Elidí.
–Vaya ¿qué tenemos aquí? Una linda chica.
–Suéltala. –replicaba el compañero de la joven.
–Mis cosas, aunque quizás debemos enseñarle modales a esta traviesa ¿no lo creen?
–¿Y si hacemos una apuesta? –dijo sonriente Elidí, a lo que los demás la miraron confusos. –Sí, tenemos espectadores, podemos ir al frente y ustedes dos intercambian un par de golpes.
–¿Por qué?
–Bueno… Si ganan recuperarán sus cosas, tendrán gloria… y a mí ¿no?
–Eli, ¿qué crees que haces? –preguntó Leo sonriendo forzado, a lo que la chica le guiñó el ojo y alzó el pulgar divertida.
Los hombres aceptaron y ellos abrieron espacio en el festival apartando a los artistas y con los dos peleadores poniéndose en el centro.
–Enserio que no te comprendo. –dijo Leo retirando su camisa mostrando las heridas en su cuerpo y entregándosela junto a su espada a la joven.
–No hará daño tener un poco de observadores. Y dinero extra con apuestas~
–¿Siempre piensas en dinero?
–Lo necesitamos. –ella empezó a promocionar pidiendo el dinero usando la camisa del contrario como bote para los que pusieran las monedas. –Ahora sal allí y gana nuestro dinero, y a mí…
El sujeto bufó burlón y se colocó con los puños al frente estando en guardia al igual que su contrincante. La chica dio la señal y ambos empezaron la pelea, un par de puñetazos al estómago y luego uno en la cara del contrario fue suficiente para que terminara noqueado. Los abucheos al perdedor no se hicieron esperar y la chica fue a abrazar al ganador y dándole un beso en la mejilla.
–Tu premio~ –dijo divertida.
–Sí, claro, ahora a la posada. –ambos se adentraron hasta la habitación de Elidí quien colocó el dinero en su cama y devolvió la camisa a Leo. –En verdad, debes ser más cuidadosa.
–Sí… –mencionó guardando las ganancias en su mochila, vio como el mayor alzó una ceja. –¿Qué? Tú te quedaste con lo que conseguí en las cartas. –él sólo alzó las manos divertido mientras se dirigía a la ventana.
–Elidí, toma tus cosas y vámonos rápido.
–¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
–Te lo explicaré luego, ahora toma tus cosas.
La chica obedeció y fueron a la habitación de él para que también agarrara lo que tenía, ambos estaban por bajar las escaleras cuando vieron que soldados entraban por la puerta principal, cosa que les hizo volver dentro y cerrar la puerta obstruyendo la entrada con un mueble que les permitiera ganar tiempo para huir saliendo por la ventana e ir por el techo.
Soldados fueron dirigidos por la encargada del local hasta ambas habitaciones, unos entraron al de la chica mientras que otros trataban de forzar la puerta del otro lado. Los del lado de la joven alcanzaron a verlos en el techo, llamaron a los otros para comenzar la persecución mientras que los fugitivos huían saltando de tejado en tejado. La razón era sencilla, estaban siendo perseguidos por la guardia de Stella.
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