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Capítulo 13: Mensaje

Por muy mal que se pongan las cosas, siempre hay un lugar para el amor y la esperanza.

–George Chakiris

Heremías pasaba su mano sobre las armas con una sonrisa mirando fijamente al hombre de Stella, quien cada cuanto volteaba su cabeza a otro lado como si se aburriera de la obra teatral que consideraba estaba haciendo el muchacho. Leo cada vez perdía más la paciencia al ver a un chiquillo jugando a la magia, él veía que lo único que estaba pasando era que no se tomaban en serio lo que le ocurría a Elidí.

Heremías hizo un pequeño ruido con la boca como si algo le llegara a la mente, entrecerró sus ojos y movió un poco la cabeza a un lado sin perder de vista al contrario, quien tragó saliva manteniendo su actitud burlona. Pasó su mano por otra arma, una donde se detuvo al notar algo en el hombre.

–Esta es. –dijo bajando su mano que tenía en la cabeza y con la otra tomó una espada corta. –Sí, esta es definitivamente. –añadió orgulloso al ver que el contrario había borrado su sonrisa. –¿Dónde está el antídoto?

–No sé de que…

–No puedes mentirme.

–No sé de qué hablas.

–¿Ah sí? Bueno. Drag, ¿podrías hacerme el favor de extender su brazo y alzar su manga? –él acató y forzó al hombre a descubrir su piel.

–Si esta no es tu espada, y no está envenenada, no debes preocuparte por una pequeña cortada que te hagas ¿verdad?

–¿Qué? No, espera… –Heremías puso la hoja en el brazo del sujeto que forcejeaba por liberarse. –¡De acuerdo! ¡Bien! –se rindió logrando que el joven apartara el arma un momento. –Está bien, tengo un antídoto en mi bolsa dentro de una caja de madera oscura con bordes dorados. Son tres frascos pequeños y transparentes donde puedes ver el líquido de su interior, un solo frasco es la dosis para curarla. Deben inyectárselo.

–Gracias amigo. –dio unas palmaditas a su espalda después de unos momentos en los que se le quedó viendo a los ojos, ordenó que lo regresaran a la celda y luego se dirigieron a revisar las cosas de los soldados, encontrando la caja de madera oscura con bordes dorados, y luego aplicó la dosis a la princesa. –Listo, con esto debe bastar. Vamos a seguir dándole infusiones como lo han hecho hasta ahora, eso le va a ayudar a neutralizar más el veneno que tiene. Bien, estaré en mi cueva, llámenme por cualquier cosa que necesiten. Estas plantas requieren tratamiento también. –felizmente se marchaba antes de que Leo le detuviera.

–Espera, ¿cómo supiste todo eso? –habló sorprendido y un poco avergonzado por la pregunta que haría como si de un niño se tratase. –¿Tú en verdad eres…?

–La magia existe, aunque no como en los cuentos de hadas. Yo uso una magia más real, puedo hablarte de eso después. Y con respecto a lo que hice en el calabozo, es mera psicología. Ese hombre apartaba mucho la vista de algo que debería darle gusto, además, estaba atento por donde pasaba mi mano sobre las armas. Se descubrió una vez la posé sobre la suya.

–¿Y cómo sabías lo del antídoto?

–Si vas a cargar contigo un arma con veneno debes asegurarte de tener una cura en caso de que termines siendo tú el envenenado. Ahora, debo irme, si quieres hablar que sea luego de que esté bien tu novia.

–¿Qué? Ella no es… Se fue…

Leo volteó su vista a la chica que se veía, dormía más tranquila en comparación a como lucía antes, todos los demás en la habitación salieron para dejarlo solo y una vez lo estuvo se arrodilló tomando la mano de Elidí como lo hizo con anterioridad, pero estando más aliviado, juntaba él mismo su mejilla a la piel de la joven a la vez que le miraba con ternura y rezaba por una mayor mejoría.

×~×~×~×~×

El ocaso aparecía pintado en arrebol y junto a él, la princesa despertaba con somnolencia y vista borrosa que poco a poco se recuperaba para dejar ver que su fiel caballero permanecía a su lado, y tomaba su mano aunque yacía dormido provocando que su boca se torciera en ternura al mirarle.

–Su novio ha estado ahí todo el tiempo, ni siquiera tiene mucho ánimo por comer. –una voz argentina se avistaba dentro de la habitación haciendo que volteara a ver hacia la ventana. –Buenas noches. –un joven con una túnica azul oscuro casi llegando al suelo y sin tener puesta la capucha, estaba parado de espaldas preparando lo que ella deducía como té por estar sirviendo una taza que luego fue a ofrecerle. –Es su medicina. –él le dio de beber el líquido que hizo a la chica poner una mueca de disgusto. –No sabe bien, lo sé, sigo investigando cómo hacer que sepa a fresas. –puso la taza en la mesa de al lado. –¿Le gustan las fresas? También estoy pensando en otros sabores, como naranja o cerezas, escogí fresas porque a mí me gustan…

–Eh… ¿Quién eres?

–Ah, sí, lo siento. Soy Heremías Merlín, el hechicero.

–¿El mago Merlín?

–Algo así.

Él tomó una silla y se sentó cruzando las piernas y viéndola sonriente. No decía nada más, sólo la observaba sin cambiar su expresión alegre y curiosa, cosa que hacía a Elidí mirar de vez en cuando a otro lado sin saber qué hacer. Esos segundos se extendieron a minutos que cada vez eran más incómodos para la joven que ya ni siquiera podía mirarlo a la cara sin sentirse nerviosa.

–He escuchado mucho sobre usted. –el chico rompió el silencio atrayendo de nuevo la atención de la mayor. –Es un placer por fin conocerla.

–El placer es mío, Heremías.

–Su novio es muy protector.

–¿Mi novio? Oh no, Leo no es mi novio, es mi amigo.

–Les daré un buen regalo el día de su boda.

–… ¿Escucha lo que digo?

–Uhm… –el mayor despertaba de sus sueños logrando ver a su princesa. –¡Elidí! –se levantó con brusquedad a tomarla de su rostro. –¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? –mientras él se enfocaba en ella, el menor salió de la habitación para dejarlos solos.

–Me siento bien, en verdad…

–Estaba muy preocupado. Debiste haber  dicho algo sobre tu herida.

–Lo siento mucho… ¿Y los aldeanos de Longwing? ¿Qué pasó con Gilbert? ¿Y Paula?

–Elidí, hey, tranquila. Los habitantes están aquí, los trajimos con nosotros ¿recuerdas?

–Ah… Es verdad… ¿Y mi amiga y su marido?

–Están bien, su esposo se está recuperando en esta casa, Duncan pidió que lo trajeran y Lord Freud lo permitió. Tu amiga ha venido a cuidarte también, te ha ayudado a bañarte y peinarte o a darte de beber tu medicina.

–Gracias al cielo… –ella llevó su cabeza a recostarse de nuevo y suspirando aliviada. –Y ahora… ya estoy metida en esto.

–Jajaja, sí, hasta el fondo. Los aldeanos de Longwing no paran de hablar de lo que ocurrió allá. Comparten eso con los de aquí y cuando anunciaron que estabas delicada las personas han estado rezando a las afueras de la casa.

–Supongo que debo salir para avisar que estoy bien. –intentó pararse, pero su falta de fuerza se lo impedían y sentía el temblar de sus brazos al querer su apoyo.

–No puedes ni pararte, tranquila, yo avisaré que…

–¡Princesa! –la puerta de la habitación se abrió abruptamente con Duncan, Freud, Eliot, Paula y otros más entrando con felicidad –Nos alegra tanto que haya despertado. Heremías nos dijo que se recuperará muy pronto.

Una enorme alegría inundaba el dormitorio dejando una sensación de extrañes y melancolía llenando a la joven que sonreía al ser recibida con tal euforia, muchos deseos de pronta recuperación y comentarios de felicidad por haber despertado le eran lanzadas con fervor, Paula daba esa demostración con especial ímpetu al abrazarla casi excluyendo el aire a sus pulmones. Leo, por su parte, no podía hacer otra cosa más que admirar la escena con una sonrisa satisfactoria por el cariño que se le era otorgado a la princesa después de tanto años, en los que se había privado de ser ella misma.

×~×~×~×~×

Cinco días en los que Elidí pasó con reposo, descanso que era supervisado celosamente por Leo y quien se encargaba de mantenerla informada de todo lo que acontecía fuera de sus paredes, entre esas noticias estaban el interrogatorio a los soldados de Stella que había hecho junto a Duncan y Drag. Soldado que era interrogado, era puesto en otra celda para que ninguno le informara de las preguntas a los que no habían sido cuestionados.

–¿Qué opinas? –Leo se encontraba presente a la chica junto a Duncan y Drag. –Creo que algunos podrían sernos útiles. –Drag miraba confuso el hablar del menor teniendo reacio a la loca idea que consideraba tenían el par de allegados.

–¿Cómo pueden pensar en anexar a nuestros enemigos a nuestras filas? –ladró alzando un poco las manos. –Eso es una locura y con perdón de mi lenguaje en su presencia, princesa, una completa estupidez. –más la chica sonreía apacible.

–Algunos se unieron por necesidad o por obligación. Es justo que reciban algo de buen trato y así podemos ganarnos su confianza para que nos cuenten los detalles que tengan de Stella. ¿Estoy equivocada, Duncan? –el mayor bufó y torció sus labios divertido ante el comentario de la joven.

–Es una buena táctica que podríamos usar, claro está que habría que mantenerlos vigilados, cambiar de bando no es algo que se consiga de la noche a la mañana y tan fácil.

–Entonces todo está a tu entera disposición. Y me gustaría que Eliot ayudara también. –los demás asintieron, Drag más incrédulo aunque reverenció inconforme para luego salir con su Capitán. –Leo, ya ha pasado una semana, si no hubo inconvenientes, ese hombre ya debió de haber llegado a Stella con el mensaje para Aiday.

–Así es, ya no hay marcha atrás, mi princesa.

–De acuerdo, te ordeno que no me llames así.

–No lo haré cuando estemos solos, Elidí.

Ambos se miraban y regalaban sonrisas de ternura compartiendo el mutuo sentir del compañerismo del otro con un ligero soplido del viento fresco colándose en la habitación. Por su parte, el Comandante Terreen ahora se encontraba caminando cojo hacia la reina Aiday sentada en su trono con tal porte de elegancia y mirada imponente de enjuiciamiento severo mientras que al lado, se hallaba de pie y sonriente su leal caballero, Lykos. El comandante tragó saliva con nerviosismo y pasó más al frente de la ancha sala de la corona postrándose con dificultad de rodillas ante la plataforma de doble altura a la vez que mantenía la mirada baja.

Terreen había llegado un día antes con fatiga y casi desfallecido, lo dejaron descansar hasta el día siguiente en el que tendría que darle el mensaje a la reina que vestía un vestido largo y poco voluminoso de la falda que mantenía un color de verde esmeralda con matices oscuros, en la parte de arriba poseía un escote sin tener telas en los hombros ni mangas, una capa oscura se hallaba a sus hombros con más largura que su vestido, y en su cabeza, el cabello blanco estaba recogido con un moño bajo dando volumen a la parte superior haciéndola ver con la elegancia y sofisticación de una monarca en todo su esplendor.

–Se me informó, que ayer balbuceabas algo sobre mi linda hermanita, además de que has perdido a mis peones.

–Mi señora, lamento mucho el deshonor que esto le pueda causar, fuimos sorprendidos por su hermana y…

–Ahórrate tus absurdas excusas, Terreen. Tus hombres no me importan mientras cumplan con su trabajo de servirme con sus vidas, a ellos los puedo reemplazar cuando quiera, son sacrificables, pero lo que no concibo es la falta de pensar y raciocinio al apostar por un movimiento cuando me suplicaste el darte el derecho sobre ese pueblo. Refresca mi memoria por favor, querías en tu poder a Longwing porque según tú podrías hacer de él un aporte económico para mi reino aún a sabiendas que tengo territorios mucho más productivos que ese.

–Así es mi reina, pero…

–Pero en realidad querías demostrar tu urgido deseo de obtener poder y un ascenso junto a riquezas. ¿No es cierto?

–Mi señora…

–A partir de hoy estás degradado de tu puesto, servirás en las filas como un simple soldado más bajo orden del trabajo que te ponga Lykos.

–Permítame emendar mi derrota, puedo asegurarle que recobraré mi valor.

–Hazlo desde abajo. Por el momento, dime ese importante mensaje que Elidí me mandó.

–Por favor, déjeme…

–El mensaje.

Voz irritada con molestia que podía percibirse con buena facilidad tanto en tono como en la postura del cuerpo de la joven reina. El contrario bajó de nuevo la mirada y prosiguió a entregar el mensaje en su propia voz.

«Cincos años han pasado desde que no nos vemos, puede que sea tarde o puede que sea temprano, pero he vuelto por respuestas y justicia para nuestra tierra y para mí. Querida hermana, con dolor y pesar te declaro la guerra»

El hombre alzó su mirar esperando encontrar furia inconmensurable en los ojos verdes claros de su soberana listos para marcar la caza exhaustiva de su hermana rebelde, sin embargo, lo que encontró no pudo dar otra cosa que confusión y contestación que se atizaba en su interior al ver una enorme sonrisa grata de picardía y orgullo ante un mensaje que bien podría ser considerado una total ofensa, pero no para ella, quien ya la emoción de la guerra se atisbaba con deleitosa espera.

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