Capítulo 8:
Moscú, Federación de Rusia.
ARLETTE:
Mis labios se curvan cuando salgo de mi avión privado al aterrizar en el sitio que no he visitado en años, pero que solía ser uno de los destinos favoritos de mi padre ya que durante el periodo de paz con los rusos estos le dieron grandes cantidades de dinero producto del tráfico de armas para que lavara. El frío gélido me hace estremecer, por lo que entro en el abrigo negro que uno de mis hombres mantiene en lo alto para mí y tomo el par de guantes de cuero que me ofrece Fósil. Estar aquí, al igual que estar en Sicilia, sería un suicidio si Marianne no estuviera ocupando mi lugar junto a Francesco, por lo que probablemente los informantes de Alik le comentarán que estoy en Italia. También ayuda el hecho de que nadie a parte de Fósil sepa que estoy aquí y de que haya tomado otras medidas para garantizar mi seguridad. Francesco y mi doble se fueron en el jet que solía pertenecer a Carlo y Vicenzo también piensa que estoy en Sicilia, lo cual no es del todo una mentira. Marianne tiene la orden de supervisar a mi primo como si fuera yo. Mientras vemos la elegante limosina recorrer la pista hasta situarse frente a nosotros, mi viejo guardaespaldas suspira.
─Hogar, dulce hogar.
A pesar del desorden que dejamos atrás, no puedo evitar reír.
─No soportarías ni una semana aquí, Fósil.
No después de haberse habituado a un clima menos helado.
─Podría hacerlo ─dice, su cabeza parcialmente cubierta por un gorro de lana─. Pero eso no significa que lo amaría.
Con las manos en los bolsillos, afirmo.
─Eso está bien ─susurro─. Porque eso es justo el tiempo que estaremos aquí. No creo que podamos resolver esto en menos.
Mientras abre la puerta de la limosina para mí, suspira.
─Creo que eso es ser demasiado ambiciosa, incluso para usted.
Aunque debería, no lo contradigo.
La verdad es que mi objetivo, mantener la paz, se hace cada vez más difícil de alcanzar, puesto que para obtenerla Alik prácticamente me está obligando a decidir entre Vicenzo y él. Entre el poder que he alcanzado en la mafia italiana y la seguridad de una tregua con la Bratva, pero nunca he sido una conformista. Por mucho que quiera lo segundo, no me arriesgaré a perder lo primero. No mientras exista la posibilidad de tener ambas cosas.
*****
Los Cavalli tenemos una casa que podría considerarse una pequeña mansión en Moscú. Un edificio antiguo que fue reformado para albergar a la familia durante su estadía en la ciudad. Ya que sería contraproducente quedarme allí, a dónde esperarían que fuera, o en un hotel, me dirijo a una propiedad a las afueras de la ciudad que, al igual que la mansión de los Vólkov en Chicago, estuvo abandonada hasta que Fósil contrató a un equipo para que la limpiara y acondicionara mientras llegábamos.
─Me parece extraño que el gobierno ruso no se haya apoderado de esto ─le comento a Fósil mientras recorremos el extenso jardín delantero de la vieja mansión─. Ha pasado más de una década desde que alguien estuvo viviendo aquí, Fósil, ¿por qué no la han expropiado para dársela a un político o a uno de sus hombres?
A diferencia de la casa de Mark en Chicago, esta propiedad sí pertenecía a Sveta Vólkov y la heredé con su muerte. Es la casa materna de mi abuelo, dónde nació, vivió y creció antes de que su padre se fuera con él a Estados Unidos para amasar una fortuna con el tráfico ilícito de armas. Al igual que mi línea de sangre italiana, mi línea de sangre rusa es algo así como la realeza de la Bratva. Ya que mi bisabuelo asesinó a la prostituta con la que tuvo a Mark Vólkov, la Bratva nunca lo consideró débil por ser padre, pero sí lo hicieron con mi abuelo por decidir tener a una esposa.
Al tener a mi madre.
─Los Vólkov eran poderosos. Si no se la han arrebatado es por eso o, sospecho, cortesía hacia su padre. ─Fósil empuja la pesada puerta blanca de la entrada cuando llegamos a ella─. Aunque no me sorprendería que hayan oído hablar de usted.
─Dudo que de ser ese el caso estén impresionados.
─Señorita Arlette, el que sea mujer...
─No es por ser mujer, Fósil. Si bien es cierto que la Bratva nunca me aceptaría por serlo, algo que quizás podría retorcer, se trata de que soy el fruto de la traición de mi madre hacia ellos al casarse con un italiano. ─Aunque la odie más allá de lo razonable, no puedo evitar considerar lo que le hicieron una injusticia. La desterraron por mi padre, pero luego aceptaron hacer tratos con él─. Y de que no tengo absolutamente nada que ver con ellos.
Fósil no vuelve a hablar hasta que nos detenemos en el recibidor, el cual es amplio y blanco, justamente frente a una pared con un enorme retrato colgando en ella, uno que nunca había visto. Al instante en el que mis ojos se posan en él, me olvido de respirar. Somos mi madre, Sveta Vólkova, después Sveta Cavalli, y yo a la edad de tres. A pesar de que estoy viéndome en el recuadro, no puedo evitar analizarlo como si me encontrara fuera de él, por lo que es una pequeña y débil, esperanzada, Arlette quién está sentada en un banquito, viendo hacia el frente mientras permite que Sveta le cepille el cabello con una de sus manos sosteniendo en un puño sus mechones castaños, la otra dedicándose a cepillarlos con movimientos constantes y repetitivos. Ambas usan camisones para dormir, solo que el de Arlette es blanco y el de ella rosa. Sveta es tan parecida a mí ahora, puesto que tengo su edad en el recuadro, que no puedo evitar estremecerme.
Al ver la sonrisa de Arlette, mis ojos se llenan de lágrimas.
Su sonrisa es tan dulce.
Tan dulce mientras intenta convencerse a sí misma de que la fuerza con la que su madre cepilla su cabello es normal. El artista probablemente lo notó e intentó disfrazarlo, pero no ocultó las arrugas de tensión alrededor de los ojos de Arlette. Arrugas que probablemente cualquiera interpretaría que son producto de felicidad, pero que en realidad se deben a la tortura que vivió a diario durante años para hacer feliz a una madre desquiciada.
Hasta que la pequeña Arlette dijo que no.
─No sabía que esto estaba aquí ─dice Fósil, pánico en su voz al ver mi reacción al cuadro─. Haré que lo descuelguen y le prendan fuego de inmediato. Lo siento mucho, de verdad, yo...
Lo detengo cuando hace ademán de quitarlo él mismo.
─Descuélgalo, pero dile a uno de nuestros hombres que te ayude. ─Después de años escuchándome a mí misma siendo fuerte, oírme débil se siente como viajar en el tiempo, pero en lo que se refiere a mi madre, a la familia en general, es con lo único con lo que no me siento culpable de serlo─. Y no lo quemes. Quiero que esté en Chicago, en mi oficina, para cuando regrese. ─Finalmente despego mis ojos de la obra de arte para verlo, mis manos en puños debido a lo estúpido que había sido mi padre, uno de los hombres más inteligentes del planeta tierra, al pensar que el hecho de que mi madre cepillara mi cabello a diario era un gesto de amor─. Es ahí donde estaba, ¿no? En una oficina de mi padre.
Fósil asiente.
─En su oficina en Sicilia. Lo quitó antes de la muerte de su madre.
Un sentimiento cálido recorre mi pecho al recordar por qué nunca pude odiarlo a pesar de que me decepcioné al descubrir que no era tan inconsciente de las acciones de Sveta como pensaba, puesto que tuvo un aviso de ellas cuando me vendió a Luciano.
Una advertencia que pasó por alto.
Que de haber decidido ver, habría impedido tanto daño.
Pero lo importante, a fin de cuentas, es que me eligió y me amó a pesar de que la misma oscuridad que Sveta poseía habita en mí.
*****
Siempre he pensado en cuán diferente habría sido tener un hermano si también hubiera sido hijo de mi madre. Si habría podido llegar a amarlo. Nunca he llegado a una respuesta en concreto, puesto que de igual manera habría tenido algo de mi padre y tal vez no me sentiría tan solitaria en lo que se refiere a la repartición del pago y de la carga de sus pecados, pero sí me ha ayudado a saber por qué siempre se me ha hecho tan fácil amar a Flavio y, a pesar de los celos que habría sentido hacia ella si Carlo todavía siguiera con vida, a Beatrice. Y es porque a diferencia de cómo habría sucedido con otro hijo de Sveta, por la sangre de ambos corre lo que más amo de mi herencia y de mi legado.
Algo similar me sucede con la idea de criar un niño cuya sangre sería la mezcla de la de alguien más, con su propio peso, a menos que su padre sea un fraile, y la mía, la cual también contendría partes de la de Sveta y la de mi padre. Por la de mi madre siempre temería que lo que pasó entre nosotras se repitiera, puesto que todo en mí me grita que así será ya que me parezco demasiado a ella, pero por la de mi padre nunca sería capaz de rechazarlo.
Sería un Vólkov, pero también un Cavalli.
Lo odiaría, pero también lo amaría.
No sobreviviría a enfrentarme a eso.
No ahora y lo más probable es que quizás nunca.
─Rondion no se espera esto ni en un millón de años.
Le sonrío a Fósil, quién lleva un traje que lo hace lucir más elegante y sofisticado que de costumbre, antes de tomar la manija de la limosina cuando se detiene frente a la hermosa mansión en el centro de Moscú, la cual se encuentra sumamente alumbrada, por lo que soy capaz de apreciar cada detalle en la construcción de época a pesar de la oscuridad de la noche. Una vez me encuentro en la calle acepto el brazo que extiende hacia mí, entrelazando nuestros codos y aceptándolo como mi guía. Ya que la idea es pasar inadvertida, no me vestí como usualmente lo haría, sino que tomé de mi armario, antes de salir de casa, un vestido de tela blanca y transparente con un montón de brillo bordado en él. Contrario a lo que deseo, destacaría si las otras mujeres que se dirigen a la entrada no estuvieran vestidas de manera similar, pues Rondion Petrov está celebrando una fiesta.
El hombre es el encargado del envío de armas a Estados Unidos, no únicamente a Chicago, dónde solía vivir hasta que Mark le declaró la paz a los italianos. Su hermano, Gregori, continúa, sin embargo, siendo uno de los hombres más importantes de la Bratva en la ciudad y en algunas otras del país que dejé atrás. Este fue la competencia directa de Iván hasta que Alik y Anton aparecieron, frustrando sus planes. Después de la muerte de mi padre, estaba abiertamente a favor de atentar en contra de los italianos y de apoderarse por completo del manejo de la ciudad.
La opinión de su hermano con respecto a todo, por otro lado, siempre ha sido reservada tanto en el pasado como en el presente, por lo que no tengo ni idea de cuáles son sus verdaderos intereses. Si prefiere continuar traficando tranquilamente con las armas o si se arriesgaría a comenzar una guerra por las drogas que podría terminar en la pérdida de su principal negocio. Si yo fuera él, al saber que la Bratva se caracteriza por sobrepasar límites temería que eventualmente al gobierno estadounidense no quedara más remedio que intervenir, puesto que llamaríamos mucho la atención, como ha sucedido en otros casos.
Entonces perderíamos todos.
En especial ellos.
─Es él ─susurra Fósil en mi oído cuando entramos al salón de baile, similar al que verías en un palacio ruso, y se me hace imposible perder de vista a un hombre con traje oscuro al fondo.
Este se encuentra rodeado por otros rusos que ríen y brindan. Todos se ven de la misma edad de Fósil, alrededor de sesenta, la edad que tendría Mark Vólkov de seguir con vida. Mantengo mi expresión en blanco cuando los ojos negros de Rondion se encuentran con los míos. Fósil, a mi lado, se tensa cuando me separo de él tras inclinar la cabeza. Si Rondion no me reconoció apenas me vio, lo hizo cuando vio a mi guardaespaldas.
─Espérame aquí, por favor ─le digo por encima del sonido de la suave y casi mística música que interpreta la banda contratada.
Fósil asiente, pero de todas maneras me acompaña hasta la entrada del balcón en el que me interno después de deslizar la tela de mi falda por los peldaños de la escalera al subirlos. A pesar de que estoy en un segundo piso, la descomunal altura de la construcción hace que sienta que estoy en un cuarto o en un quinto. Aunque las temperaturas son heladas, me limito a apretarme en mi tul mientras disfruto de la vista nocturna de Moscú. Es hermoso de una manera totalmente contraria a Sicilia, con edificios modernos y clásicos. Frío en lugar de cálido. A pesar de ello, me llama de la misma manera que lo hace la isla o Chicago. La diferencia entre las otras ciudades y esta, es que aquí me siento como si todavía no me hubiera probado a mí misma.
Como si todavía tuviera algo que demostrar.
─Arlette Cavalli ─dice él cuando se detiene a mi lado. Al igual que yo, sus ojos están fijos en la ciudad ante nosotros─. ¿A qué debo el honor de esta inesperada visita? No recuerdo haberte invitado.
─No necesito una invitación para estar en un sitio que hasta hace una década solía pertenecerle a mi familia ─respondo en ruso con suavidad─. Y por el que no he recibido nada por su venta.
Mi sorpresa al saber que la propiedad a las afueras de Moscú seguía perteneciéndome se debió a que muchas de las propiedades de mi abuelo y de mi madre en Rusia han sido repartidas entre los hombres poderosos de la Federación, incluyendo a Rondion. El palacio en el que nos encontramos ahora solía pertenecerle a mi abuelo. Lo compró solo para casarse con una bailarina profesional de ballet que conoció en San Petersburgo. Otra cosa que tenemos mi madre y yo en común es que en contra de los deseos de nuestros padres y de nuestra genética para ser frágiles y delicadas, nunca se nos dio bien bailar.
Tampoco ser frágiles y delicadas.
Rondion hace una mueca de desagrado ante mi comentario.
─Me parece gracioso que tú, de todas las personas, me hable de esa manera ─dice─. Cuando en Chicago te has hecho con cinco legados que no te pertenecían a ti, Arlette Cavalli.
Asiento, de acuerdo con él en lo que se refiere a Salvatore, Luciano y Constantino, pero discrepando con el de mi padre y con el de Marcelo, quién a fin de cuentas era solo una imagen.
Aun así, me giro finalmente hacia él con una sonrisa.
─Me disculpo. El viaje hasta aquí ha sido largo.
Rondion asiente.
─Es comprensible que al ser una mujer, algo con quién ninguno de nosotros ha tenido que lidiar, no de manera seria, incluso tú olvides qué tan peligrosa eres. ─Las arrugas de su rostro se estiran y se vuelven a fruncir, su expresión confusa, cuando fija sus ojos en mí─. Sé directa y dime a qué viniste. Odio cuando las personas me hacen perder el tiempo. Tiende a hacer que me torne violento y dudo mucho que Fósil pueda impedir que te retenga en el país si me sacas de quicio, algo que sé que sabes que puedo hacer. ─Ladea la cabeza ante mi evidente ausencia de miedo. No puedo evitar sonreír nuevamente cuando un destello de ira viaja a su mirada ─. ¿Cómo es que alguien como tú se arriesga a venir aquí cuando salir de Chicago para ti es sinónimo de suicidio?
─Iván me tomaba en cuenta para más que para lavar su dinero. Confiaba en mis compañías navieras para trasladar sus cargamentos a dónde quisiera. El último lote de armas que vendió continúa en el océano. ─Miro al frente, el interior de mi mejilla atrapado entre mis dientes─. En un barco que podría hundirse o desaparecer misteriosamente en cualquier momento y no, antes de que se te ocurra menospreciar su valor, no, no son armas para entrar en Estados Unidos. ─Aprieto la barandilla entre mis dedos─. Debido a mis conexiones, Iván estaba teniendo éxito con carteles mexicanos. ─Vuelvo a mirarlo, encontrándolo lívido, puesto que de ser cierto lo que digo si el cargamento si quiera se tarda en llegar, significaría problemas con los que no quieren lidiar. La verdad es que no tengo ninguna conexión con los carteles mexicanos, no todavía, pero el cargamento sí existe, está a nombre de uno de los míos y sí se dirige a México─. Está en tus manos si quieres que lleguen a su destino o no, Rondion.
Rondion niega.
─No puedo darte lo que quieres.
─¿Qué es lo que piensas que quiero?
Expande sus brazos como si fuera obvio.
─La Bratva. Chicago. Todo.
Las últimas dos cosas son ciertas, pero la primera no.
─Lo único que quiero es que cada quién se concentre en sus asuntos. Coexistir como hemos estado haciéndolo hasta ahora. Ninguno de los dos quiere perder el tiempo en peleas inútiles cuando podríamos estar haciendo cosas más grandes.
Al igual que ese es el motivo secundario por el que no quiero tener nada que ver con la mafia roja, siendo el primero el hecho de no quererla y ya, sospecho que ese era el principal para mi padre.
─La Bratva no es una monarquía siciliana, una sola persona no es quién toma las decisiones ─gruñe en respuesta─. Y hasta dónde sé, Alik te está dando la oportunidad de mantener la paz.
─A cambio de que me acueste con él.
Las cejas de Rondion se elevan con sorpresa, gesto que disfraza rápidamente con indiferencia.
─Entonces sabes qué hacer para lograr lo que quieres.
Sí.
Pero acostarme con él significaría perder el poco respeto que los italianos me tienen, perder a Vicenzo. No se trata de recibir sus celos, sino de su decepción. Tampoco puedo permitirme establecer un patrón. Mi fuerte es la espontaneidad y la subestimación, además de que no planeo ser recordada como la mujer que se acostó con todos para lograr sus objetivos. Mientras tenga otras herramientas, lo cual no ocurrió en el caso de Marcelo, puesto que la muerte del capo me habría dejado vulnerable ante la Cosa Nostra, además del hecho de que este se encontraba protegido a cada segundo del día, las usaré a cada una de ellas.
Pero luego, si eso no es suficiente, existe la posibilidad.
A pesar de que lo odie.
─Me cuesta creer que un lunático tenga tanto poder ─grazno─. ¿Cómo si quiera llegó hasta dónde está ahora? ¿Quién lo apoyaría? Dudo que la Bratva tenga como prioridad que forniquemos, Rondion. Está usando su poder para meterse estúpidamente con la gente equivocada y yo, te lo aseguro, lo soy.
Rondion me ofrece una mirada de reojo, evidentemente exasperado, pero no dice nada. Al igual que él, me limito a ver Moscú mientras espero que nuestra conversación continúe.
─¿Por qué, de todos los hombres de la Bratva, vienes a atormentarme a mí? ¿Qué te hizo venir aquí, Arlette, a mi casa?
─Eres el encargado del envío de armas a Estados Unidos desde poco antes que mi padre estableciera una tregua con Mark, la cual Iván mantuvo y Alik, a quién creo que apoyas, también está dispuesto a mantener. No eres un jefe, pero tienes poder, Rondion ─le respondo─. Y da la casualidad de que el único tiempo que viviste fuera de Rusia fue en Chicago durante la guerra contra los italianos, específicamente contra mi padre tras conocer a mi madre, pero regresaste apenas terminó, lo que me hace pensar que estabas en contra de una tregua, como tu hermano,... o ayudaste a establecerla. ─Al ver nuevamente la impresión en sus rasgos, sonrío. Además de que su expediente estaba marcado por Fósil, lo cual indicaba que podría ser un aliado, estaba bien redactado pese a la falta de información que contenía─. Ayúdame a poner a alguien razonable en el puesto de Alik y así a impedir que ambos nos distraigamos en peleas absurdas cuando podríamos estar enfocados en negocios más grandes. Luego de eso podemos continuar siendo socios, como lo era con Iván, o simplemente ir por caminos separados ─le explico mientras me esfuerzo por sonar diplomática─. No quiero tener nada que ver con la Bratva. No me obligues a cambiar de opinión.
Rondion me mira fijamente por un momento antes de responder.
─Hagamos un trato.
Afirmo. No esperaba convencerlo, solo que me oyera.
─Te escucho.
─Demuéstrame que vale la pena apoyarte, que ganaría algo peleándome con los míos al considerarte una aliada, y viajaré contigo a Chicago para, personalmente, ponerlo todo en orden ─dice─. Pero si no pasas la prueba y fallas, quiero la garantía de que mi cargamento llegará a su destino. Si tanto deseas una tregua, en dicho caso no te quedará de otra que complacer a Alik.
Ni siquiera dejo pasar un segundo antes de responder.
─Hecho.
Hola, espero que les haya gustado el capítulo. Como les dije, los siguientes como hasta el 10 serán más calmados. Con este le doy fin al maratón y les pido paciencia para el siguiente porque tengo que terminar un trabajo y después viene el maratón de Tanner Reed, la cual les invito a leer si no lo han hecho ya
Capítulo dedicado a arralar_ ♡ quién interpreta a Arlette en Instagram (arlette.cavalli)
Love u
No olviden darle amor al capítulo ♡♡♡
También las invito a seguirme en redes sociales, oscaryarroyo tanto en Instagram como en twitter, y unirse a Leemos a Osc en Facebook
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro