Capítulo 5:
VICENZO:
Al día siguiente de la muerte de Iván, o más tarde después de su funeral, me dirijo al granero de Gavin para desayunar con mi madre. Aunque en ocasiones se une a nosotros, se siente más cómoda haciéndolo aquí. Penélope a veces la acompaña, pero por lo general toma algo rápido en la cocina, como cereal, antes de irse con Flavio a San Antonio. Aún después de lo que sucedió ninguno de los dos ha sido obligado a faltar a clases, puesto que la escuela no se deshizo de Arlette tras la graduación, sino todo lo contrario. Los Cavalli compraron San Antonio o, mejor dicho, Arlette Cavalli compró San Antonio para poder meter personal infiltrado en ella que vigilara a su hermano menor. Hasta que la vi cuidando de él y Beatrice pensé que Carlo había sido sobreprotector, pero claramente la magia de esta familia reside en que sus miembros se superen los unos a los otros, lo cual la mayoría del tiempo no es necesariamente bueno.
─Mamá ─susurro contra su frente cuando entro, el aroma a algo dulce haciendo cosquillas en mi nariz─. Buenos días.
─Buenos días, príncipe ─responde mientras se quita el delantal blanco, dejando la espátula con la que le daba la vuelta a los panqueques sobre la encimera─. Toma asiento. Ya estamos a punto de empezar a comer. ─Mi frente se arruga. Al ver este gesto, Aria Ambrosetti se explica con las mejillas sonrojadas mientras tomo la taza con chocolate caliente que me tiende, algo que ni siquiera debería pensar en beber siendo un capo, pero mierda. Con una esposa como la mía necesitas cosas dulces en tu dieta para compensar─. Fósil se quedó a pasar la noche aquí.
Al momento en el que las palabras salen de su boca, me ahogo, el líquido caliente saliendo de mi boca mientras toso, manchas apareciendo en mi camiseta blanca. Justo en el momento en el que mi madre rodea la isla de mármol de la cocina de Gavin para darme golpes en la espalda, Fósil aparece desde el pasillo con la camisa arrugada. Una vez me recompongo, me pongo de pie y me dirijo a él. El ruso ni siquiera se queja cuando lo estampo contra la pared. Sean cuales sean sus intenciones con mi madre, no va a suceder. El imbécil que veía sus tetas mientras nos traía la merienda cuando me enseñaba ruso de niño, como el viejo pervertido que es, mientras Arlette estaba en sus clases de ballet para demonios, no va a aprovecharse de su soledad y sentimientos de viuda para convertirse en mi padrastro.
No.
No va a suceder.
Jamás.
Mi madre es absolutamente feliz ahora, esperando algún día tener nietos míos o de Penélope para malcriar. No necesita de ningún otro hombre que no sea yo, su hijo, para cuidarla.
─¿Qué hacías aquí anoche? ─le pregunto en ruso para que Aria Ambrosetti, viuda negra de Constantino Ambrosetti, no nos entienda.
─Cuidando el granero. Toda la seguridad está preparada para enfrentar un ataque, pero el granero, aunque está bien vigilado, no cuenta con el sofisticado sistema que la casa principal ─responde, su tono plano─. Ahora, ¿podrías soltarme?
Lo estampo nuevamente contra la pared, lo cual tampoco trae ninguna mueca de dolor a su rostro, antes de inclinarme sobre él para dejarle las cosas con respecto a mi madre sumamente claras.
─Mantente alejado de mi madre, Fósil, o te destruiré.
─¿Me estás amenazando sobre decirle a Arlette de Porfirio?
─No ─respondo mientras lo suelto abruptamente─. Te lo dije, no soy un soplón, pero sí un asesino y un torturador que no flaqueará al momento de mostrar sus habilidades si ves como un pervertido, de nuevo, a mi madre. En lo que se refiere a ti, es la virgen María.
Fósil hace una mueca.
─Tus acusaciones están un poco fuera de contexto, hijo.
─¡No soy tu hijo! ─exclamo mientras golpeo la pared, la ira tensando los músculos de mi espalda─. Mierda ─susurro cuando escucho el grito de sorpresa de mi madre provenir de la cocina, a dónde me dirijo después de terminar con Fósil para tomar mi plato de la mesa─. Adiós, mamá, con lo de la muerte de Iván tengo muchas cosas que hacer. Más tarde pasaré otra vez por aquí. No hay nada de lo que tengas que preocuparte. Pondré más hombres custodiando el taller ─suelto mientras me dirijo a la salida, pero me detengo bajo el umbral para verla a pesar de que estoy jodidamente molesto con ella y con el vejestorio─. ¿Hay algo que necesites?
Aria niega, una sonrisa triste en su rostro.
─No. Lo tengo todo.
─Bien.
Tras dedicarle una última mirada tanto a ella como a Fósil, empiezo a recorrer el jardín en dirección a la casa. Ahora necesito cambiar mi camiseta antes de ir al restaurante, dónde se llevará a cabo una reunión de emergencia del concejo. Al igual que como los rusos querían atacar a los italianos tras la muerte de Carlo, ahora nuestra gente quiere atacarlos a ellos después de lo de Iván. Hasta el momento no he tomado ninguna decisión al respecto, no lo haremos hasta que Arlette se reúna, sin mí, con el nuevo jefe de la Bratva. A pesar de lo que le dije, que ya no está sola, y de que me prometió no apartarme del problema, el hecho de que no vaya a acompañarla contradice esto y es una absoluta mierda. Pero tampoco puedo rechazar la oferta de asesinar a los dos hombres esperándome desde ayer. Si después de lo que pasó no acabo con al menos una vida en repercusión, enloqueceré.
Debido a que ahora voy temprano a Fratello's porque no pasé el tiempo que esperaba en el granero, el cual paso a diario tanto en las mañanas, antes de salir de casa, como en las noches, al llegar, cambio de dirección cuando escucho sonidos provenir del establo que Arlette hizo ampliar, puesto que antes solo era una caballeriza, y me dirijo directamente hacia ella. Le entrego mi plato, ahora vacío, a uno de sus hombres antes de inclinarme sobre la barandilla de madera del corral en el que mi esposa se encuentra domando a un caballo con un látigo en el centro.
Es nuevo. Un pura sangre negro y macizo que corre alrededor de ella como si todavía fuera libre. Arlette tuvo mucho tiempo disponible durante este último año, cuando fue relevada de su puesto como cassetto, en el que se dedicó a aprender a domar a los caballos más salvajes que pudiera encontrar en lugar de hacer yoga o macramé. Aunque me estremezco con los sonidos que hace el látigo al impactar contra el suelo y en ocasiones al pellizcar al animal, no puedo evitar admitir que la imagen que ofrece en este momento es caliente. A pesar de que no está usando uno de sus habituales trajes, sino un sencillo par de pantalones negros, botas altas de cuero y una camisa blanca arremangada y desabotonada, la manera en la que luce con esa ropa y su cabello usualmente arreglado despeinado y lleno de su sudor pegándose a su piel, lo que está frente a mí es una de las cosas más calientes que he visto en la maldita vida.
Aprieto con más fuerza la madera en mis manos cuando el caballo, harto de ella, se levanta sobre sus dos patas traseras como si fuera a aplastarla, pero Arlette no hace más que reír mientras suelta el látigo y se hace a un lado en el momento exacto en el que cae dónde ella estuvo antes. Una vez el animal ha tenido su ataque de ira, mete la mano en un compartimiento de su cinturón y le ofrece algunos aperitivos mientras acaricia suavemente su pelaje, a lo que él cae. Algunas personas eliminan el estrés saliendo y emborrachándose, supongo, pero mi esposa lo hace teniendo experiencias cercanas a la muerte después de haber tenido una pocas horas atrás.
Antes de que Arlette me note o que yo me haga notar, el sonido de suaves pasos dirigiéndose hacia mí me hace girar el rostro hacia las caballeriza, desde dónde veo a Beatrice caminando hacia mí mientras sostiene las riendas de su pony blanco con manchas grises, Moscú, la principal razón por la que Arlette construyó esto en su casa. Aunque en un principio podíamos mantener a Moscú en su caseta, dónde antes estuvo el pony de Arlette, Beatrice no dejaba de llorar diciendo que Moscú moriría de tristeza debido a que no tenía amigos, lo que le sucedió al pony, también llamado Moscú, de la infancia de Arlette, por lo que después de que Beatrice fuera una niña buena durante un tiempo, Moscú tuvo dos amigos en casa.
Chicago y Sicilia, por supuesto.
Después, a raíz del espacio libre, puesto que los tres ponys no lo ocupan todo, vino Vietnam, el primer caballo que Arlette domó junto con un grupo de expertos que le enseñaron el procedimiento, pero luego vendió. Desde entonces varios han pasado por la misma casilla en el establo. Nunca se queda con ninguno de ellos. Todos sus caballos terminan en subastas millonarias o como obsequios a sus hombres. A diferencia de Beatrice, la fascinación hacia ellos muere cuando se vuelven mansos.
─Buenos días, Vicenzo, estás muy sucio ─dice ella por debajo de su casco negro, una seria mueca de disgusto en sus pequeños y regordetes labios─. Si vas a salir de casa deberías cambiarte o nadie te tomará en serio.
A pesar de que Beatrice ya conoce algunas palabras en inglés, continúa hablando en italiano en lo que se refiere a la familia y en ruso con Fósil y Petruskha. Tras asegurarme de que Petruskha, su niñera, se encuentra cerca, me doy la vuelta y me dirijo a casa tras robar una manzana del canasto que Moscú lleva sobre su lomo, probablemente comida para él y los otros ponys que Beatrice les dará mientras ve a Arlette domar su caballo, anhelo y admiración hacia su hermana en sus ojos.
Como siempre.
─Tienes razón, Beatrice.
Nadie toma en serio a un capo di tutti i capi con una mancha de lo que evidentemente es chocolate, o mierda, en su camisa.
*****
Tras cambiarme me dirijo a Fratello's, dónde todos los hombres importantes de la Cosa Nostra, el Outfit o el sindicato de la mafia italiana de Chicago, me esperan. Llevo una camisa blanca y un par de pantalones de lino que dejan mis tobillos expuestos. Habría tomado una chaqueta de Venice si Arlette hubiera venido, pero los presentes no son tan estúpidos como para atentar en nuestra contra por separado. No han olvidado cómo algunos de sus familiares murieron sin que su oponente disparara ni una sola vez. La razón por la que la odian, aparte ser mujer, es esa. Consideran que no tiene el honor de la batalla de un hombre, pero mi esposa es el monstruo que ellos mismos crearon. El honor se acabó para los Cavalli cuando asesinaron a Carlo, aceptaron que Flavio fuera tutelado por Luciano y la enviaran a ella a un manicomio. La odian, en resumen, porque es la personificación de las consecuencias de todas sus pésimas decisiones y no es como si ella permitiese lo olvidaran. Convirtió a Mariano Borgetti en el recordatorio constante de ello.
Cada fin de mes, les hace llegar una fotografía de él.
Su familia, la cual ahora trabaja para Luc, se cansó de pedirle a Arlette que lo asesinara, pero no por compasión, sino por vergüenza. Mariano, antes su cabecilla y uno de los hombres más temidos de la mafia, los hace ver débiles.
Derrotado por quién más odia.
Abandonado por su gente.
Traicionado por su mujer.
Por su familia.
Incluso yo me he llegado a sentir mal por él.
─Como muchos han oído, el jefe de la Bratva rusa, Iván Ivanov, ha muerto. Anton Kozlov ya ha ocupado su lugar ─digo mientras tomo asiento entre Luc y Francesco en la mesa en la que me esperan todos los cabecillas de familia, los cuales se callan cuando llego─. Antes de que cualquiera de ustedes exprese en voz alta la idea que corre por sus mentes de atacar a los rusos, sí. La estoy sopesando, pero antes de eso estaba sopesando la idea de que mis hijos no crezcan en una ciudad con las calles teñidas en sangre, al igual que los suyos, por lo que la posibilidad de mantener la paz está sobre la mesa. ─Aunque probablemente estoy yendo contra los intereses de Arlette, los cuales ni ella misma sabe cuáles son todavía, continúo, puesto que si no les doy algo con lo que se sientan satisfechos, pasarán de mí como su líder, consiguiendo otro o haciendo revueltas que no necesitamos en este momento, y los atacarán aún si este nuevo jefe decide mantener la paz─. Si ellos no lo aceptan, no podrán decir que la Cosa Nostra no fue cordial. Los eliminaremos del mapa de una maldita vez, pero si muero en el proceso, si todos lo hacemos debido a que nuestro enemigo tiene influencia en el mercado de comercio de armas de Chicago y una gran parte de los Estados Unidos, no lo haremos como los imbéciles que decidieron atacar primero, sino defendiendo lo que es nuestro.
─¿Cuándo sabremos cuál será el camino que tomaremos? ─pregunta el hijo mayor de Don Greco, cuyo hermano castré y asesiné bajo el techo de su propia casa por violar niñas pequeñas, pero también para comprar a Ben. A pesar de ello, Giovanni no me mira con ningún tipo de resentimiento─. Jefe.
─En los próximos días ─respondo echándome hacia atrás en la silla y ladeando la cabeza─. En lo que respecta a los hombres presentes en la habitación y a sus familias, los Cavalli y los Ambrosetti estamos dispuestos a ayudarlos a salvaguardar sus vidas a partir de hoy. ─Muchos de los presentes asienten, aliviados. A pesar de que tienen los medios para pagar sus propios escoltas y no tienen la mejor opinión de nosotros, saben que no es lo mismo protegerse por sí mismos a llevar la marca de protección del anticristo─. En lo que se refiere a la familia de sus asociados o soldados, si las cosas empiezan a tornarse feas, abriremos un refugio temporal para sus niños y mujeres. ─Ahora los hombres alrededor de la mesa, pero que no forma parte de ella, con los que me siento realmente identificado, son los que se ven agradecidos. Todos quieren los beneficios de la guerra, pero temen las perdidas y generalmente son ellos quienes más pierden sin haber gozado tanto de los privilegios de la mafia. Aunque suena como algo bonito y bueno mantener a sus seres queridos a salvo, puesto que no todos los hombres presentes son una basura como padres o esposos, esto tiene su razón. La familia es el punto débil de la mafia italiana a lado de la Bratva. No necesitamos soldados distraídos o preocupados─. Cortesía de mi esposa.
Nuevamente cuando termino de hablar es Giovanni Greco quién interviene, lo cual le hace ganar una mala mirada por parte de su padre que el chico pasa por alto.
Me agrada.
─En el caso de que los rusos se nieguen a la paz, decidamos atacar y al final ganemos, ¿Arlette Cavalli reclamaría su patrimonio ruso? ─El idiota sonríe─. Es decir, ¿estaríamos peleando para dar más poder a la mujer que todos aquí odian?
Bueno, ya no me agrada tanto.
Conteniendo las ganas de enterrarle un cuchillo en el cráneo, afirmo. No les voy a mentir tan descaradamente. Debieron haberse hecho una idea de cuál sería la mejor carta a nuestro favor, la sangre mestiza de mi esposa, al momento en el que empezaron a conspirar para atacar a los rusos. ¿De lo que ellos no son conscientes? El enemigo que ahora está atormentando a Arlette, de acuerdo con ella, lleva años estudiándola en el caso de que no piense limitarse a tomar la Bratva de manos de Iván, y ya quiero matarlo por ser un acosador de mierda. El punto, sin embargo, es que si Arlette le teme, no sé dónde nos ponga eso. Luciano, por ejemplo, era un jefe trata de blancas de calibre internacional y a Arlette no le tembló la mano al matarlo.
Si ella está asustada es porque los rusos son serios.
Así que haría cualquier cosa para impedir que eso suceda.
─No te voy a negar que mi esposa sea la mejor forma de llegar a ellos, pero presiento que no me han entendido. ─Ladeo la cabeza mientras relamo mis labios─. Arlette Cavalli, la mujer a la que todos aquí odian, es la única con los recursos para mantenernos en Chicago. Si en vez de luchar con nosotros decide irse con su fortuna a otro sitio, el Outfit quedará a merced de los rusos. ─Después de que hablo, ninguno de ellos dice una sola palabra. Giovanni nuevamente afirma, de acuerdo, lo que solo me hace querer matarlo con mucha más fuerza. Si era consciente de ello, ¿por qué me hizo decirlo en voz alta? Aun si estuviera jugando a nuestro favor, solo una persona en el mundo puede manipularme así y no es él─. Así que a menos que alguno de ustedes tenga la inteligencia, el poder o el dinero que tiene mi mujer, pueden empezar a agradecer su regreso a la mafia siciliana. ─El asunto por el que habían hecho un drama en los últimos días, por el que habían empezado a cuestionarme como su jefe, ahora no es tan relevante y en el fondo todos lo saben─. En esta ocasión no se trata de quién lleva o no la corona, sino del hecho de que aún tengamos un sitio al cual llamar hogar cuando todo esto termine. No les voy a negar que quiera acabar con los rusos por lo que le hicieron a Iván, públicamente nuestro socio, y porque se atrevieron a dispararle a mi mujer, uno de los nuestros, pero la verdad es que debemos pensar más allá de nuestros propios sentimientos y poner lo que es mejor para la familia de la Cosa Nostra, para el futuro, como absoluta prioridad. Si ellos quieren una guerra, la tendrán y estoy seguro de que ganaremos a pesar de las bajas, pero les repito que intentaremos primero mantener la paz . ─Al no tener ningún comentario más en respuesta, me levanto. Luc y Francesco me imitan─. Esto ha sido todo. Nos veremos aquí en no más de tres días para discutir nuevamente este tema.
Antes de que sus voces llenen mis oídos, salgo de la terraza del restaurante y llego al estacionamiento con Luc y Francesco siguiéndome de cerca. Este último aplasta su cigarro en el suelo antes de entrar al Cadillac que un escolta abre para mí. Tras hablar con los integrantes de la mafia italiana, lo difícil, prosigue lo malditamente divertido, en este caso absolutamente necesario.
Voy a ponerle fin a la vida de los hijos de puta rusos.
*****
─¿No han dicho nada? ─le pregunto a Flavio, el mejor interrogador que conozco después de mí, apenas entro en mi viejo y abandonado apartamento de soltero en el centro.
Él niega.
Su ropa de escuela, dónde debería encontrarse en este momento, está cubierta de sangre. Aunque su hermana es jodidamente lista y paranoica con respecto a él, Flavio consiguió la manera de burlar sus medidas y tomar un aventón con un par de mis hombres de confianza, Gastón y Milad, hasta aquí. Después de que supo que Arlette pudo haber muerto en el tiroteo, me pareció casi cruel no compartir mi botín con él.
─Son buenos. ─Cuando coloca su mano sobre el mesón para responder, uno de mis porros en su boca, cuyos escondites siempre encuentra, lo mancha de líquido espeso y rojo. Al realmente detallar la cantidad de sangre que lo cubre, siento una insana curiosidad por saber qué les hizo─. Admitieron haber sido ellos, pero nada más. Sin embargo, concluí algunas cosas acerca de lo que no dijeron. ─Tanto Francesco como yo hacemos un movimiento de insistencia con la cabeza cuando no habla, en su lugar tomando una honda calada de marihuana y liberando el espeso humo en el aire, malditamente amante del suspenso como su hermana─. Después de todo lo que les he hecho incluso el más duro de los hombres habría hablado. Ellos no lo hicieron no porque estén hechos para soportarlo, porque he visto cuánto se han odiado a sí mismos por no rendirse y cómo han llegado al punto de rogar por sus mamás, lo que un hombre con el entrenamiento o con la dignidad adecuada no haría, sino porque están protegiendo a alguien. La Bratva trata a sus inferiores como perros y estos chicos solo son soldados. A quién sea que protejan, a menos que sufran de síndrome de Estocolmo o una mierda así, está lo suficientemente abajo o es lo suficientemente cercano como para tener algo más que su lealtad.
─No como Anton ─deduzco.
Flavio asiente.
─Exacto. Anton ni siquiera debe saber sus nombres. Por lo que he investigado de él, es un idiota quisquilloso y estirado.
─Entonces Arlette tenía razón ─suelto─. El ruso no es el jefe, al menos no el jefe directo, de estas malditas ratas.
Tras obtener otro asentimiento de su parte, comparto una mirada con Francesco y nos dirigimos al sitio, mi jodida habitación, dónde están los asesinos de Iván. Relamo mis labios cuando los veo desnudos y atados en el suelo. Flavio tiene razón. Ningún hombre, no en sus cabales, habría soportado esto por alguien que simplemente es su jefe. Él literalmente les arrancó la piel, algunos de sus órganos expuestos mientras todavía continúan funcionando. Ya que estoy seguro de que no les sacaré nada si él no lo hizo, tanto Francesco como yo los apuntamos con nuestras armas y les disparamos en la cabeza. Después de ver cómo los dejó el hermano menor de Arlette, el futuro capo, la verdad es que mi sed de sangre ha sido saciada. Tampoco es que haya quedado mucho de ella en sus cuerpos para complacerme, por otro lado.
*****
─Hoy me puse en contacto con Alik para pautar la reunión con Anton. Será mañana en un punto neutro. Han accedido encontrarse conmigo en el yate. Estaré segura ─dice Arlette cuando entramos en nuestra habitación tras cenar, que ella haya acostado a Beatrice y yo haya visitado a mi madre─. ¿Cómo te fue con el sindicato? ─Deja de quitarse los zapatos para mirarme, sus ojos azules e intensos cuando se gira sobre el colchón de nuestra cama─. ¿Asesinaste a los rusos, Vicenzo?
─Bien ─respondo─. Y sí, los asesiné.
Tras obtener una respuesta de mi parte, Arlette se levanta y camina hasta dónde me encuentro de pie bebiendo whisky junto a la chimenea, todavía dentro del vestido rojo y corto que lleva puesto desde que llegué. Tenemos dos malditos días sin dormir y pese al cansancio no puedo sacarme de la mente cómo me sentí cuando escuché el estallido de la pistola que la apuntaba. Pensé que acabar con la vida de quién apretó el gatillo me haría sentir mejor, pero no lo ha hecho. Es decir, me alegra que estén muertos, pero la opresión constante en mi pecho, sin embargo, continúa ahí.
─¿Lo hiciste tú o alguien más? ─pregunta mientras presiona la palma de su mano contra mi pecho, sus dedos haciéndome cosquillas sin necesidad de moverse. Antes de que pueda responder, me interrumpe acercándose todavía más, por lo que su rostro se cierne sobre el mío─. ¿Alguien como Flavio?
Ni siquiera me pregunto cómo lo supo.
A estas alturas no me sorprendería que hasta la mierda de Flavio tuviera un GPS y marcara su recorrido por las alcantarillas.
─Arlette... ─empiezo, pero nuevamente me corta.
─Sabes cómo me siento con respecto a que lo involucres. Es listo, lo sé, pero a su edad todo puede resultar bien o completamente mal, como también nos puede pasar a nosotros, pero la diferencia es que mi hermano no está listo para lidiar con las consecuencias ─gruñe─. Todavía no está preparado, Vicenzo. Deja de contradecirme con respecto a ello o empezaré a acercarme a Pen.
El hecho de que meta a mi hermana en nuestra conversación no me alarma. Arlette ignora por completo su existencia. Tampoco es como si Penélope quisiera estar cerca de ella. Lo que me toca los nervios es cuán ciega es con respecto a su hermano menor.
Con respecto a mí y a ella misma.
Sosteniendo la parte posterior de su cuello y volviéndola a colocar frene a mí cuando se da la vuelta para alejarse, siendo un poco brusco, se lo explico.
─Ambos coincidimos en que Flavio no está preparado, pero ser un hombre de la mafia siciliana no trata solamente de ser inteligente. Trata de ser y verte fuerte. Si solo consistiera en lo primero, no me necesitarías. ─Aprieto más mi mano en torno a su nuca cuando me empuja, furiosa─. Pero el hecho de que no esté listo en este momento no significa que la verdadera razón por la que eres tan sobreprotectora con él sea eso o su jodida seguridad, lo que aun así sé que te interesa... ─Aflojo mi agarre cuando se relaja, ahora interesada en mis palabras, pero lo mantengo en ella─. Sino el que no estás preparada para verlo en riesgo, Arlette, así que no vengas y me digas después que no estás lista para ser una madre cuando dudo que en la mafia pueda haber alguna mejor que tú. ─Desplazo mis dos manos a sus mejillas─. Naciste para proteger a las personas que amas. Esa necesidad protegerá a cualquier hijo que tengas, que tengamos, de lo que tanto temes. No tienes por qué estar asustada.
─Podríamos estar a punto de iniciar una guerra, Vicenzo ─dice mientras traga─. No tengo tiempo para pensar en estos temas.
Niego.
─Es precisamente por ello que tienes que pensarlo.
La mandíbula de Arlette se desencaja. En el momento en el que las palabras salen de mi boca y veo su expresión, cerrándose a mí, sé que no obtendré nada más, por lo que la suelto y me dirijo al baño. Si me quedo en la misma habitación que ella, haré algo sumamente estúpido como lastimarla, con mis palabras o con algo creativo que no deje marcas sobre su bonita piel, hasta hacerla entrar en razón o, aún peor, como besarla. Cuando me calmo, mis manos presionadas contra el lavado, y me veo en el maldito espejo, sencillamente no me reconozco.
Soy Vicenzo Ambrosetti.
El jefe de jefes de la mafia siciliana de Chicago.
Y temo besar a mi propia esposa porque sé lo que me espera después de eso.
Olvido.
Manipulación.
Destrucción.
HOLA. Capítulo 1/4 del maratón completado
¿Cuál fue su parte fav del capítulo?
Espero que les haya gustado. Les advierto que esto se irá poniendo más intenso, en el sentido +18, a medida que avancemos
Feliz cumpleaños a joselyneb. Espero que la estés pasando muy bien en tu día. Te amamos mucho
En fin, no olviden darle amor al capítulo y si quieren seguirme en Instagram y twitter para fandom, adelantos y novedades, oscaryarroyo, y en entrar en el grupo de Facebook, Leemos a Osc
En un rato hacemos live en Ig para discutir el cap
Love U
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