VICENZO:
El apartamento está lleno de sangre. Es una escena del crimen que no me siento en la capacidad de limpiar. Tras decirme que asumiría la responsabilidad del asesinato de Delilah de la misma manera que yo asumí el asesinato de Marcelo, Arlette se levantó y se dirigió a la habitación de Valentino, con quién regresa un par de minutos después. Lo lleva en brazos con maestría ya que a pesar de Chiara, ella cuidó de Beatrice desde su nacimiento, y mi hijo se aferra a la tela de su abrigo mientras su madrastra le prepara un biberón. Arlette ríe cuando empieza a succionar la punta de este con entusiasmo y enojo, sus pequeñas manos regordetas apoderándose de la botella como si pudiera con ella.
─Chiara y él deben tener la misma edad ─murmura mientras lo mira cariñosamente.
Asiento.
─Sí.
Tras despegar los ojos de mi hijo, Arlette me dedica una mirada interrogante a la que no sé cómo responder porque a pesar de que Delilah no era nada para mí, era la madre de Valentino y no merecía morir de la manera en la que lo hizo. Contemplo su cuerpo, todavía entre mis brazos, hasta que la interacción entre mi hijo y ella llama nuevamente mi atención. Valentino se agita con algo que no es enojo, sino más bien emoción, mientras mi esposa arrastra el cuerpo sin vida de su abuelo tras la encimera con la mano que no lo mantiene sujeto a su cadera. No llora. No se queja. Casi diría que luce feliz de formar parte del encubrimiento de un asesinato o de estar junto al diablo.
Cuando hace ademán de hacer lo mismo con el de Delilah, niego.
─Yo me encargo ─murmuro─. ¿Puedes traer mi chaqueta? Está en el moisés.
Arlette asiente.
─¿Quieres que junte las cosas del bebé?
Niego mientras me levanto, tomando las manos del cadáver de su madre y arrastrándolo por el piso. Delilah era lo único que él necesitaba. Si puede sobrevivir sin ella, puede hacerlo sin todo lo demás. Tomo mi chaqueta cuando me la ofrece unos segundos después, ya de regreso en la sala. Extiendo mi mano para que me dé a Valentino también, pero Arlette niega mientras lo abraza casi con posesividad. Mientras la veo haciéndolo, no puedo evitar pensar que ya se apoderó de él y de su alma.
Que ya está planeando cada aspecto en lo referente a su vida.
Cómo usarlo como un arma en veinte años.
O puede ser solo paranoia mía.
─Déjamelo a mí. ─Sonríe─. Así practico para cuando tengamos a Chiara.
Alzo las cejas.
─¿Estás segura?
Asiente.
─¿Por qué no lo estaría?
─¿No es difícil mantenerlo bajo control?
La frente de Arlette se arruga, sin entender.
─Vicenzo, es como cualquier otro bebé. Lloraba porque su pañal estaba sucio y tenía hambre. Satisface esas necesidades y su sueño y será el niño más feliz del mundo. ─Sin entender a lo que me refiero, la expresión de desesperación en el rostro de Delilah, se da la vuelta y se dirige a la salida, dónde dos de sus hombres ya se encuentran esperando por nosotros para entrar y deshacerse de los cadáveres. Valentino mantiene la mejilla presionada contra su hombro mientras mira fijamente hacia un lado, ignorándome mientras Arlette le da golpecitos en la espalda para sacarle los gases. No me siento cómodo dándole la razón a Delilah acerca de que algo está mal con él porque eso sería absurdo y ridículo, como decir que debido a sus genes está forzado a actuar de una manera de la cual no escapará, pero se me hace difícil no hacerlo. Es un bebé maquiavélico. No entiendo por qué no le hace la vida imposible a Arlette también─. ¿Cómo se llama? ─pregunta cuando nos encontramos en el ascensor.
Mi hijo me contempla con amplios ojos negros ante su pregunta.
Se ve como si también esperara una respuesta.
─Valentino ─respondo─. Valentino Ambrosetti.
*****
Ver a mi esposa interactuar tan íntimamente con alguien que no lleve su sangre se me hace sumamente extraño, pero no lo cuestiono. Mi madre, sin embargo, luce deshecha cuando Arlette no le ofrece a mi hijo, dormido sobre su pecho, para que lo sostenga, dirigiéndose con él a nuestra habitación en su lugar porque no quiere que lo despierten.
También le dijo que la llamaría con alguien del servicio cuando pudiera verlo.
Tanto ella como Penélope la observan desaparecer escalera arriba con él.
─Quizás Valentino la ayuda a llenar el vacío que Chiara dejó en ella ─comenta mamá con los ojos llenos de lágrimas antes de enfocar su atención en mí─. Aunque no estoy de acuerdo con cómo trajiste al mundo a este niño por lo mucho que heriste a su madre, me hace feliz ser la abuela de otro fruto de ustedes. ─Besa mi mejilla antes de estrecharme con fuerza, lo que no sabía que necesitaba hasta que siento sus brazos alrededor de mí─. Valentino es precioso. Me alegra que ambos lo quieran. Luce como tú lo hacías cuando eras un bebé. ─Me sonríe de una manera que hace que sus ojos parezcan pequeños y que las arrugas aparezcan a su alrededor─. Grande y saludable.
─¿O molesto y obeso? ─sugiere Pen entre risas, lo que hace que lleve mi mirada enojada a ella─. ¿Qué? Estoy feliz por ti y por Arlette, por su extraña, sangrienta y psicópata familia de cuatro integrantes con solo un año de casados, pero tu hijo tiene sobrepeso, V.
Separo los labios para decirle a Pen que Valentino puede comer lo que quiera, que la pubertad llegará tarde o temprano como lo hizo en su caso, pero la voz de Flavio me interrumpe. El Cavalli se acerca a mí con paso sigiloso y palmea mi espalda. Tanto él como Pen llevan la misma ropa con la que se fueron a la escuela esta mañana. Cuando convocamos una reunión de emergencia a las seis de la tarde con todos los integrantes de nuestra familia presentes en ella, ninguno de ellos pensó que esta sería para darles la noticia de que tendríamos un nuevo miembro con nosotros. Beatrice sigue perturbada, observándome fijamente junto a Petruskha en el sofá como si no entendiera qué acaba de pasar, y Fósil mantiene una expresión incrédula en su rostro que no desaparece.
─Felicidades ─dice la serpiente venenosa Cavalli─. Solo espero que si siguen pensando en reproducirse, vayan a una maldita clínica de fertilidad convencional. Es macabro asesinar a todos los padres biológicos de sus hijos de esta manera. Los traumarán.
Ya que no puedo contradecir sus palabras, hago una mueca.
─Lo tomaremos en cuenta.
Flavio asiente, conforme con mi respuesta.
─Bien. ─Sus ojos azules se vuelve cálidos, lo que me saca de juego por unos segundos─. No importa si no es un Cavalli. Eres parte de nuestra familia, me guste o no, y por lo tanto Valentino también. Si mi hermana acepta al bastardo, nosotros lo hacemos.
A pesar de que sus palabras son dichas con la mejor intensión, no puedo evitar tensarme.
─Mi hijo no tendrá que luchar por un lugar.
De todas las cosas que alguna vez me hicieron, la única que me marcó fue esa.
No haber sido suficiente para mi padre.
Para nuestro mundo.
No hasta que Arlette y yo empezamos a gobernarlo.
Flavio afirma de nuevo.
─A eso me refiero, Vicenzo. A que él ya lo tiene. ─Me tranquiliza antes de inclinar la cabeza hacia Fósil─. Me ocuparé de los arreglos del entierro de su madre, si quieres. Descansará en un sitio digno y bonito en el que él la pueda visitar si así lo desea, no importa que mi hermana la haya asesinado... ¿para protegerte?
Aunque su tono de voz indica que no se creyó del todo nuestra historia, en la que Arlette asesinó a Delilah y a su padre porque no le quedó de otra, lo cual es mejor a que mi hijo sepa que el amor no correspondido de su madre hacia mí fue lo que la condujo a la muerte, no nos cuestiona.
─Hazlo.
Cansado de responder a sus preguntas, me doy la vuelta y sigo a mi esposa a nuestra habitación en el tercer piso. Mi frente se arruga cuando no la veo por ninguna parte, pero escucho sonidos provenir del baño. Al abrir la puerta de este descubro a Arlette sumergida en la tina con Valentino sobre ella, bañándolo con agua tibia que deja caer sobre su pequeño cuerpo con su mano mientras sonríe ante los sonidos de queja que hace sin abrir los ojos o agitarse. A pesar de que sigue viéndose enojado sin razón, también lo hace en paz y a gusto. Están desnudos y la visión que ofrecen, en especial tomando en cuenta que ambos me pertenecen, me pide a gritos que me una a ellos, pero las lágrimas descendiendo por el rostro de ella hacen que retroceda.
─Que tu padre nunca se entere ─murmura sobre su cabeza, presionando sus labios suavemente sobre sus mechones mojados mientras limpia su espalda con jabón─. Pero adoro este lindo cabello blanco. Tu madre debió haber sufrido mucho intentando entender de dónde proviene y olvidándolo. ─Cuando Valentino hace un sonido cualquiera que suena a afirmación, Arlette le sonríe─. También tengo una hija. Se llama Chiara. Tu hermana. ─Flexiona sus piernas y lo coloca sobre ellas mientras lo contempla. Valentino agita sus extremidades, intentando alcanzarla, y Arlette le facilita la tarea inclinándose sobre él para que lo haga. Mi hijo tira de su cabello con fuerza, pero ella no se molesta─. Aunque sé que esta mal pensar de esta manera, me hubiera gustado que se pareciera a ti. Quizás se me habría hecho mucho más fácil amarla de la forma en la que lo merecía.
Al darme cuenta de que Arlette habla de Chiara como si ya no tuviera la oportunidad de corregir sus errores como madre, termino de abandonar el baño y me cambio de camisa antes de hacer lo mismo con nuestra habitación, redirigiendo mis pasos a la mazmorra.
El que ahora tenga un hijo no me ha hecho olvidar que también tengo una hija.
La pieza faltante de nuestra familia.
*****
Tengo planeado hacer gritar a la mujer con cada extremidad atada a una silla de hierro frente a mí, pero espero que todos se vayan a dormir antes de hacerlo ya que no atormentaré a las personas en la mansión con la esencia de su tortura flotando en el aire. Una vez son las once de la noche, me levanto de la silla en la que he pasado un par de horas fumando marihuana y ultimando detalles del laberinto con Giovanni vía telefónica. Gabe tiembla violentamente cuando me deshago de su mordaza. Lleva un conjunto de hacer yoga sobre su cuerpo alto y anoréxico que no la ayuda mucho a sobrellevar el frío ya que estamos en invierno e hice que apagaran la calefacción de su celda. Su cabello marrón sigue viéndose sucio y grasoso y el sudor frío de la abstinencia baja por su piel.
─Días antes de que tu hija desapareciera te reuniste con este ruso. ─Le enseño la foto que mis chicos sacaron de la cinta de grabación en la que se ve cómo Gabe acepta algo del difunto hermano de Alik. Dinero o drogas, sospecho. Me inclino sobre ella, respirando directamente sobre su mejilla, antes de hacer la pregunta─. ¿Por qué?
Gabe se estremece sin control.
─No sé a qué...
─Su nombre es Vladimir ─prosigo─. Es un miembro de la Bratva. ─Me alejo, regocijándome con el brillo de reconocimiento y ansiedad que se apodera de su rostro de facciones comunes, pero a la vez no debido a la magnitud de su acné─. Bueno, era.
Ante mis últimas palabras, los ojos marrones de Gabe se abren de golpe.
Intenta hablar, pero le toma un par de segundos formular la pregunta.
─¿Vladimir... está... está muerto?
Afirmo, sentándome en el borde de la mesa.
─Así es ─respondo─. Yo lo asesiné.
A pesar de mi revelación no es dolor lo que contemplo en la mirada de Gabe, sino impresión y miedo hacia el hecho de que su captor sea un asesino a parte de un secuestrador. Tras tomar una honda bocanada de aire, empieza a luchar contra sus ataduras, lo que es estúpido ya que estas son gruesas franjas de acero inoxidable.
─¿Qué quieres de mí? ─pregunta con los ojos llenos de lágrimas, su voz llena de desesperación─. Cualquier cosa que te haya hecho Vladimir, no es mi culpa. Yo solo le compraba drogas. No tengo nada que ver con la Bratva o con lo que te hizo.
─Ese es el asunto ─susurro mientras me levanto para tomar un alicate del montón de herramientas colgando de la pared. Cuando me giro hacia Gabe de nuevo, esta llora desenfrenadamente, lo cual es una reacción acorde a la situación a la que se enfrenta─. Todavía no sé si me hizo algo y necesito tu ayuda para descubrirlo, pero no estás colaborando. La información que me des también puede ayudarte a salvar a tu hija.
Gabe separa los labios para replicar, pero está tan asustada que ninguna palabra sale de ellos. En vista de su falta de colaboración o mala memoria debido a las drogas, me coloco tras ella y ladeo su cabeza para tener acceso a la vulnerable y delgada piel de su cuello.
Grita cuando su sangre se escurre hacia abajo.
Cuando le enseño el trozo de su cuello que perdió.
─No recuerdo nada ─solloza─. No recuerdo nada, por favor.
─El dolor podría ayudarte a recordar. ─Me vuelvo a posicionar frente a ella─. He torturado a hombres que son capaces de recordar el día de su nacimiento en mis manos, así que tu argumento para que me detenga no tiene ningún tipo de validez.
Gabe llora, pero algo en su actitud cambia de repente.
─¿Lo dices... dices en serio? ─pregunta entre hipidos mientras empiezo a pellizcar su hombro con el alicate, a lo que fijo mi mirada en la suya y me sorprendo al hallar esperanza prevaleciendo por encima del agónico dolor que le estoy causando.
Retrocedo.
─¿Sobre mis víctimas recordando toda su vida antes de morir? ─Asiente─. Sí.
La contemplo.
La observo sorber con la nariz y enderezarse para mirarme con la mandíbula apretada antes de ladear la cabeza y exponer su hombro para que continúe lastimándola.
─Entonces hazlo ─exige─. Ayúdame a descubrir quién tiene a mi hija.
*****
Después de tres horas de tortura en los que no le quité ningún otro trozo de piel a Gabe gracias a lo predispuesta que estuvo a ello y a que prefiero no superar su umbral de dolor todavía, me dirijo a la cocina de la mansión prácticamente arrastrando los pies debido a mi maldito mal humor. A la muerte de Delilah, la cual se puedo haber evitado, y a cómo acabo de perder el tiempo debido a que mi víctima, la única pista que podríamos tener para hallar a Chiara, es una adicta tan adicta que ni siquiera sabe en qué año estamos.
Para empeorar las cosas, no encuentro nada hecho por mi madre en el refrigerador de comidas ya preparadas y ya es muy tarde para ir al granero y despertarla. Solo hay sobras o platillos para el día siguiente hechos por los cocineros habituales de la mansión. Estoy tomando uno de ellos, resignado a meterlo en el microondas y a ingerir lo que sea que contiene, cuando el sonido de pasos acercándose hace que lleve mi mirada fruncida a la entrada. A mi esposa, a Petrushka y a Valentino, quién llora en los brazos de la anciana como si sintiera dolor físico una vez Arlette se lo tiende para preparar su biberón. La perra loca Cavalli debió haberle conseguido ropa mientras torturaba a Gabe, puesto que lleva un enterizo negro de bebé y calcetines blancos que sé que no son de Chiara.
Valentino también tiene una pulsera de oro en su muñeca que no estaba ahí antes.
Supongo que los centros comerciales están abiertos las veinticuatro horas en el infierno.
─¿Estás bien, Vicenzo? ─pregunta mientras vierte el agua caliente en una botella al otro extremo del mesón de mármol blanco, la cual es la visión más hogareña que he tenido de Arlette desde el maldito inicio de los tiempos─. Me dijeron que no asististe a la cena.
Está usando un camisón rojo de seda y una bata del mismo material que llega hasta el piso, pero la conozco lo suficiente para saber que ha dormido una mierda. Mi hijo, en cambio, tiene expresión soñolienta mientras se agita en los brazos de Petrushka. La pobre nana de Arlette a penas puede con él. Si no fuera por su expresión feliz al tenerlo en brazos a pesar de su actitud o porque estoy lleno de la sangre de Gabe, la ayudaría.
─Estaba ocupado.
Las cejas de mi esposa se alzan mientras le ofrece el biberón a Petruskha.
─Solo tiene hambre. Si no se duerme después de beberlo, puedes traerlo con nosotros ─le ordena, a lo que esta toma el biberón y sale de la cocina con Valentino. Después de que se alejan de nosotros, Arlette se acerca a mí. Me estremezco cuando toma mi barbilla en su mano y gira mi rostro hacia el suyo─. ¿Qué está mal?
La miro con incredulidad, levantándome del taburete.
─¿Qué está mal? ─repito su pregunta─. Arlette. ─Tomo sus hombros con mis manos, sacudiéndola para que malditamente abra los ojos y despierte─. Tengo un hijo. Su madre está muerta por mi culpa. Su abuelo está muerto por mi culpa. ─La suelto cuando mi agarre sobre ella se hace involuntariamente fuerte, desesperado, para no lastimarla─. Delilah no significó nada para mí, ¿pero para Valentino? ¡Era su maldita familia y yo la destruí! ─Se estremece cuando tomo el maldito taburete y lo lanzo, haciéndolo añicos contra la pared─. Mi hijo no tiene una madre ahora, por mi culpa, pero yo te juro que... ─Tomo una honda respiración antes de continuar─. Estaba intentando hacer las cosas bien por él, por ella, por nosotros, por nuestra familia, pero es como si simplemente la vida se empeñara en hacerme saber una y otra vez que ese camino no existe para alguien como yo. Que sin importar lo mucho que lo intente, no puedo ser lo que las personas que me importan necesitan que sea porque soy la maldita muerte y nadie escapa de eso. Ni siquiera quiénes amo. ─Arlette ladea la cabeza y separa los labios para decir algo, pero ninguna palabra sale de su boca. No puede hacerlo. No cuando ella es sinónimo de destrucción de todo lo que la rodea─. Chiara sigue sin estar con nosotros y yo sigo sin arrepentirme de haber matado a Alik, ¿pero qué si eso significa que precisamente por eso todo lo que está pasando es por mi culpa? Era un imbécil y sé que tenías razones para matarlo, pero quizás Marcelo hubiera sido mejor...
─Lo hubiera sido. ─Me da razón, lo cual se siente como un puñal siendo clavado directamente en mi corazón porque lo que menos quería era fallarle a Arlette, a Valentino y a Chiara y lo hice─. Así como Delilah habría sido mejor madre que yo, pero en nuestro mundo no se trata de si somos buenos padres o no, Vicenzo. ─Enfoco mi mirada en sus ojos azules cuando se acerca y toma mi mano, apretándola. Su mirada es tan obstinada y terca que no puedo evitar creer lo que sea que vaya a decir porque es Arlette Cavalli quién está hablándome, la mujer más inteligente e intuitiva que existe─. Se trata de hasta dónde seamos capaces de llegar por nuestros hijos y, personalmente, dudo que exista algo que no vayamos a hacer alguna vez para mantenerlos a salvo. Sé que quizás sientes miedo de terminar siendo como tu padre, el mismo miedo que yo siento de terminar siendo como mi madre, pero ahora soy yo la que te dice que recapacites porque creo en ti incluso cuando tú no lo haces. ─Sostiene mi mirada─. Porque veo cuán preocupado estás por lastimarlo o perderlo e incluso si lo haces o te equivocas... ─Se ahoga, probablemente sintiéndose identificada con sus propias palabras─. No habría sido tu culpa porque nadie dijo que traer a alguien a nuestro mundo sería fácil.
Ya que sus palabras me ayudaron a recobrar la cordura, me obligo a mi mismo a hacer lo mismo con ella forzándola a mirarme cuando se da la vuelta para dirigirse al refrigerador.
─Vamos a recuperar a Chiara. Lo juro.
Arlette me ofrece una sonrisa triste.
─Cada día que pasa me hago más consciente de todo el daño que le hice estos meses, empezando con la muerte de Marcelo ─murmura─. Y ya no sé si merezca recuperarla.
Su mirada lo pide a gritos, así que envuelvo mis brazos alrededor de ella.
─Lo harás ─le prometo─. Lo harás y nos iremos de vacaciones.
Arlette me mira con los ojos en blanco cuando se separa de mí.
Me quedo sin respiración cuando saca una cacerola de uno de los gabinetes.
─¿De vacaciones? ─pregunta mientras se dirige al refrigerador, de dónde toma un montón de verduras y especias que se me hacen familiares─. ¿A dónde te gustaría ir?
Al no escuchar ninguna nota de burla o sarcasmo en su voz, le planteo uno de los destinos que he estado investigando para cuando esto alguna vez termine.
─¿Tulum?
Arlette arruga la nariz.
─¿Qué opinas de Santorini? Mientras menos caótico sea el lugar al que vayamos, más fácil se nos hará establecer la seguridad y más podremos relajarnos. Mi padre me regaló una casa en Santorini cuando cumplí dieciséis, pero nunca pudimos ir a verla.
Afirmo.
─Cualquier sitio que no sea Chicago y que tenga playas reales estaría bien.
─Podríamos dejar a Hether y a Giovanni a cargo ─murmura, realmente pensando en ello, mientras corta los vegetales y los deja caer en la cacerola que se cocina en la estufa a fuego lento entre nosotros─. Si Flavio sigue presionando, puede quedarse y supervisar.
─No creo que se moleste ─comento mientras rodeo la encimera para ver lo que está preparando─. ¿Qué estás cocinando? No tenía ni idea de que supieras hacerlo.
Se encoje de hombros.
─No lo hago. Solo sé hacer un par de platillo o dos.
─¿Es seguro comerlo?
Arlette me mira con ojos asesinos.
─Puedo dárselo a nuestros hombres si quieres.
Suelto un gruñido.
─Por supuesto que no. ─Me siento frente a ella después de ir por un tazón y una cuchara, contemplándola mezclar y verter todo tipo de ingredientes en la cacerola de acero inoxidable a la que luego le sube la llama. Me estremezco cuando el fuego la empapa un par de veces─. Si mi esposa por fin cocina algo, espero ser el primero en probarlo.
O el último.
La sonrisa siniestra de Arlette mientras me sirve no me brinda la seguridad que necesito, pero no puedo retractarme de mis palabras cuando me mira de manera expectante. No sé por qué, pero algo me dice que no me lo perdonará nunca si le digo que no me gustó lo que hizo o si no lo pruebo. Tras tomar una honda bocanada de aire, sumerjo mi cuchara en ello sin siquiera verlo y la llevo a mi boca con una mano temblorosa.
─¿Y bien? ─pregunta.
Mastico.
Al descubrir que no sabe tan mal como pensé, desciendo la mirada a mi plato.
Mierda.
─¿Es...?
Arlette afirma, levemente divertida con mi reacción.
─Estofado de ternera. Tu favorito. ─Me da la razón antes de darse la vuelta y caminar en dirección a la salida de la cocina, probablemente para atender los gritos de Valentino, los cuales empiezo a escuchar cada vez más alto─. Pero no te acostumbres.
*****
Después de que devoro todo el estofado del anticristo y me doy una ducha, suelto un gruñido al ver a Valentino ocupando el puesto que me corresponde en nuestra cama. Lo peor del asunto es que mi hijo, un bebé, no puede limitarse a ocupar solo una pequeña porción de esta, sino que está estirado y extendido de una manera que se me hace imposible acomodarme a su lado. Arlette, que todavía está despierta trabajando en la fiesta de diamantes Cavalli, se ajusta para que ambos podamos entrar sin despertarlo.
─Creo que deberíamos ser más duros con él.
Me mira con las cejas arriba.
─¿Tan poco duró la culpa por la muerte de su madre?
─Que me sienta culpable no significa que vaya a permitir que crezca como un bastardo manipulador ─gruño, corrigiéndome a mí mismo cuando me doy cuenta de mi mala selección de palabras─. Quise decir, como un niño que saca partido de todo lo malo que le ha sucedido en la vida para que todos hagan lo que quiera cuando quiera.
─Sigo sin entender a qué te refieres, Vicenzo. Valentino es solo un bebé ─lo defiende tras extenderse para apagar la luz y darse la vuelta, mirándolo a él y dándome la espalda a mí─. Buenas noches, lunático.
Me doy la vuelta también, bufando.
Aunque amo la cercanía con su trasero, tengo maldito orgullo.
─Buenas noches. ─Cierro los ojos, pero los recuerdos del día empiezan a asaltarme. Los abro abruptamente al darme cuenta de algo─. Arlette, ¿cómo demonios sabías dónde estaba?
Ella bosteza.
─¿Instinto marital?
Me enderezo y prendo la luz para verla directamente a la cara mientras me da la explicación que me debe, pero cuando lo hago esta ya se encuentra dormida y no se despierta cuando la sacudo, así que supongo que me deberé someter a una exploración para saber dónde la maldita desquiciada me puso un GPS.
Holaaa. Jajaja espero que les haya gustado el capítulo y que se estén acostumbrando a Valentino. Yo lo amo. Este capítulo y el anterior están entre mis favoritos, pero el siguiente será el mejor de todos porque ES LA FIESTA DE DIAMANTES CAVALLI
Dios, cada vez que me pongo a pensar en lo cerca que estamos del final me da algo
En un rato haré en vivo por Instagram y leeré una parte del siguiente capítulo. Si no me siguen todavía, pueden hacerlo como oscaryarroyo
Love u
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