Capítulo 41:
VICENZO:
Estoy acostumbrado a despertar sin mi esposa junto a mí. El anticristo suele escabullirse por las madrugadas a su oficina o simplemente levantarse antes de que todos los demás para hacer lo que los demonios hacen para empezar el día, en especial ahora con todo lo de Chiara y los rusos aconteciendo, pero yo también me despierto temprano. A las seis, a veces incluso a las cinco o antes que ella, suelo estar entrenando porque como el jefe de jefes de la mafia siciliana de Chicago a veces a penas tengo tiempo para llevar a cabo cosas básicas que un ser humano necesita hacer para mantenerse con vida, incluso si en ocasiones solo estoy recibiendo instrucciones.
Comer.
Dormir.
Defecar.
A lo que no estoy acostumbrado es a ver el reloj digital junto a mí señalando que son las diez de la mañana. Nunca duermo tanto, pero tomando en cuenta que la noche anterior me la dediqué a organizar y a manejar a un montón de pandillas, luchadores y hombres que anteriormente solían ser subordinados de Marcelo, pero ahora responden ante mí, su asesino, creo que mi desmayo es más que justificado. Tras estirarme me descubro de las sábanas y me pongo de pie apreciando cada pequeña sensación de dolor en mis músculos desgarrados ya que la forma más rápida de ganarme su respeto fue subiendo al cuadrilátero y deshaciéndome sin armas de todo aquel que estuviera en contra de que ahora las peleas clandestinas de Chicago estén bajo mi mando. Cuando se dieron cuenta de que nadie me mataría porque soy el servidor favorito de la muerte, desistieron y se sometieron.
Arlette no puede decir que no resuelvo mi mierda por mí mismo.
Suelto un gruñido al avanzar hacia al baño y sentir una punzada de dolor en mi entrepierna gracias a que mi esposa es una sádica. Siseo durante mi rápida ducha de agua caliente, sintiendo ardor en mi pene, al que ni siquiera le echo un vistazo porque no estoy seguro de que me vaya a gustar lo que vea, y tardo unos quince minutos más en alistarme para empezar el día. Tomo un traje oscuro de mi armario y mocasines italianos, cada prenda hecha a la medida de mi cuerpo, incluso los malditos zapatos. Tengo una reunión con los entrenadores del sótano y con los reclutadores de nuevos luchadores al mediodía. El sitio pudo haber abierto de nuevo, pero su gestión cambiará. Empezaré remodelando las instalaciones a nuestras necesidades.
Sí.
A las mías y a las de la perra loca Cavalli.
Ella puede no ser la esposa más dulce del planeta, pero finalmente me cedió algo que había estado anhelando poseer desde la muerte del capo o incluso diría que antes, por lo que dejaré la huella de ambos en él. Ya no habrá hedor. Aglomeraciones. Fanáticos que eran un estorbo más que otra cosa. Con la nueva administración diremos adiós al montón de trabajo que hacer para mantener el desorden de las peleas clandestinas bajo control.
Solo estarán nuestras dos cosas favoritas juntas interactuando entre sí.
Muerte y dinero.
Sangre y poder.
Busco a Arlette alrededor en la mansión para despedirme de ella o saludarla antes de irme, en realidad para asegurarme si la humanidad vivirá un día más o no, pero me indican que salió temprano de casa con Fósil y su séquito, por lo que me inclino más hacia la segunda opción. Paso un momento por la habitación de Beatrice, pero al verla practicando sus lecciones de español con un profesor que Arlette contrató retrocedo, el orgullo llenando mi pecho. Mi pequeña cuñada ya habla inglés, italiano y ruso casi a la perfección. Arlette no le exigió más, pero ella quiso aprender más cuando la llevé, antes de que todo fuera a la mierda, a cenar a un restaurante mexicano de uno de nuestros socios y no entendió lo que estaba escrito en el menú.
Su hermana no se lo negó.
─¿Te gusta? ─me pregunta Giovanni Greco cuando las pesadas y gruesas puertas de hierro del ascensor que desciende al inframundo bajo mi mando se abren y la nada absoluta se revela ante mí, invitándome a retroceder a menos que quiera perderme en ella y nunca más regresar.
El chico es hijo de Don Greco, el padre del hombre que castré y asesiné por haber violado a la hija de Ben, el nuevo jefe de la policía de Chicago y mi socio. Su familia ha estado luchando por limpiar su nombre desde entonces, por borrar la mancha que su hermano puso sobre su apellido, así que estuvieron bastante agradecidos cuando pedí la presencia y ayuda de Giovanni con esto, al igual que incrédulos debido a que su padre insiste en que tiene hijos más calificados que él, por lo que podrían ser de más valor para mí que Giovanni a pesar de este haberse convertido en el mayor.
Sus palabras, no las mías.
Asocio la conducta de su padre a su cuerpo delgado, sin siquiera un músculo, a su edad y a su manera de expresarse sin poder mantener sus opiniones bajo control. A su conducta, puesto que este no fue criado para liderar a su familia, sino para ser la sombra de un violador, pero Giovanni cumple con el perfil de personas con las que puedo trabajar o despedir con facilidad en el caso de que nno funcione, por lo que tengo planes para él. Tiene veintiuno. Solo es unos años menor que yo. No me cuestionará como un anciano y su lengua sarcástica, la razón por la que es evitado en el Outfit, le impide esconder lo que piensa, pero dónde Don Greco ve un defecto, yo veo una virtud. No quiero a alguien cerca de mí que esté molestándome actuando como mi padre cuando este está enterrado nueve metros bajo tierra o como mi esposa, contradiciéndome, pero tampoco un adulador.
─Está bastante bien ─respondo mientras contemplo al equipo echándole una segunda mano de pintura a las paredes que ahora son absolutamente negras, a otro instalando un piso del mismo color sin líneas de separación y a otro creando divisiones con hormigón que no podrán ser traspasadas.
Porque no habrá lugar dónde esconderse de la muerte.
*****
Mi oficina, la cual solía pertenecer a Marcelo, también está siendo remodelada. Empecé sacando e incendiando toda la mierda del capo en el estacionamiento, enviando a sus propios hombres a quemarla y a contemplar las cenizas de lo que quedaba de su jefe, por lo que ahora soy el único que está sentado en el único sofá cubierto con plástico que hay en la habitación. De cuero rojo sangre y tres plazas, fue lo único que llegó hoy de lo que pedí en línea durante el almuerzo de ayer. No voy a tener un maldito escritorio. Solo este sofá, un refrigerador y una pantalla gigante para monitorear todo lo que acontece en mi reino. Como soy un buen esposo, sin embargo, y sé que Arlette se enojará si no tiene un sitio en el que sentirse superior a los demás, haré que hagan una pequeña oficina bonita y sangrienta para ella.
─Se preguntarán por qué ─comienzo mi discurso mientras retiro mis brazos del espaldar y me levanto, dirigiéndome luego hacia ellos. Conocieron parte de mi naturaleza ayer, pero claramente no tenían ni idea a lo que se enfrentaban. Esperaban a alguien que quisiera conseguir dinero y poder a través de ellos. Que le importase su opinión. Que los tomara en cuenta para algo. Solo encontraron un asesino que realmente disfruta la sangre. Que ve esto más que como un negocio: un placer─. Por qué diremos adiós al cuadrilátero. ─Me detengo junto a uno de ellos. Uno de los que no deja de verme como si deseara mi muerte. Giovanni, quién tampoco tiene idea de a dónde se ha metido o lo que se espera de él, permanece recargado contra la pared con los brazos cruzados, mechones de su cabello negro cayéndole sobre la frente. Todos se hacen una idea de mis intenciones, pero no intentan detenerme incluso cuando estas son obvias y me superan en número. La reputación que me he hecho últimamente aniquilando a la Bratva juega a mi favor. No solo soy el jefe de jefes de Chicago, soy la muerte─. Dímelo.
El hombre junto a mí traga antes de dirigirme una mirada llena de desprecio.
─¿Por qué?
─Porque la muerte no sigue reglas ─respondo al mismo tiempo que clavo mi hojilla en su yugular, tomando su cuerpo y profundizando el corte antes de pasar al siguiente y, ante sus atónitos ojos, quebrar su cuello con suma facilidad, dejando dos cadáveres en el suelo─. Ni distingue entre horarios, tamaños o edades. Cuando llega, llega y es irrefrenable. ─Sabiendo que he dejado claro mi punto, vuelvo a mi sofá. Giovanni no hace más que mirar la escena con las cejas arriba, lo que es un buen dato que añadir a su currículo. Su estómago no es débil como el de Emi o es sensible como el de Luc─. Así que cualquier persona que ingrese en mi laberinto, tendrá las mismas posibilidades que cualquier otra de sobrevivir y llegar a la salida. ─Sonrío─. Como sucede día a día en la vida misma ya que lo que nos une a todos como raza humana es la emoción de vivir sabiendo que un día no lo haremos.
Ya quemamos la etapa en la que me contradicen. Debido a que ya les dejé claro que las apuestas se harán a través de un sistema similar al de Venice y que todo el espectáculo será transmitido en línea por ahí también, saciando el hambre insaciable de mi esposa de dinero y poder, no tengo nada más que decir y, de uno en uno, se van. Cuando uno de los compañeros de los cadáveres se queda atrás para recogerlo, niego y me levanto, impidiéndoselo. Normalmente no soy tan sanguinario como capo a menos actúen en mi contra, pero no me puedo permitir verme débil ante hombres que sé que quieren matarme por usurpar el puesto de Marcelo.
No ahora.
No con Chiara secuestrada y cuando hemos sufrido tantas bajas.
─No, déjalos. ─Miro a Giovanni─. Él se encargará.
El hombre asiente. Se retira y yo inclino la cabeza hacia los cuerpos.
─¿Yo me encargaré? ─pregunta mi acompañante, sonando confudido.
Afirmo.
─Sí. ─Vuelvo a tomar asiento en el sofá, disfrutando el espectáculo─. Ábrelos.
Giovanni me mira como si hubiera enloquecido, pero después de que no hago más que verlo fijamente, evaluando su reacción, afirma y se quita el chaleco antes de arrodillarse junto a ellos. A pesar de que no le encuentra sentido a lo que digo, es una orden y las órdenes no se contradicen. Traga sonoramente mientras extiende su brazo para tomar un trozo de cristal del suelo. Su mano no flaquea, pero sus mejillas están rojas y luce sin aliento a medida que separa la carne de los hombres que hace tan solo unos minutos todavía vivían, pero cuyas caras gritaban que no estaban de acuerdo con mis nuevos métodos y que me traicionarían a la menor oportunidad.
Pero no son nervios lo que se ve reflejado en su comportamiento.
Es emoción.
Cuando la sangre empieza a manar fuera de su cuerpo, me pongo de pie y lo detengo de realizar su primera necropsia.
─Suficiente.
Todavía más confundido que antes, alza la vista hacia mí.
─Pero...
Niego.
─Habría sido divertido de ver lo que estás haciendo si todavía estuvieran vivos, pero no lo están. ─Le ofrezco mi mano para que se levante, la cual toma─. No te voy a mentir. La razón por la que te elegí para ayudarme es porque me recuerdas a mí mismo. ─Sonrío al recordar tiempos pasados, aplastando la punzada de dolor que viene después porque Constantino Ambrosetti no la merece. No cuando no tenía ninguna razón válida para actuar como lo hizo a parte de la avaricia. Para traicionar a su amigo, su hermano, y condenarnos─. Tu padre no dio buenas referencias de ti.
Giovanni asiente mientras saca un pañuelo del bolsillo de su camisa.
Es elegante, pero no teme macharse las manos con sangre.
─No me sorprende.
Me encojo de hombros.
─Por suerte para ti te tocó vivir en una era en la que los líderes nos rebelamos contra el sistema. La vieja mafia siciliana ha terminado de morir hoy, al menos en Chicago. ─El rostro de mi esposa viene a mi mente, seguido del de Pen, Beatrice y Chiara. La única razón por la que volvería a las viejas tradiciones de la mafia sería para mantenerlas a salvo, pero eso eventualmente las haría infelices y a mí con ellas, así que no tengo de otra que basar toda mi existencia en protegerlas y ser el rostro de nuestra familia hasta que Flavio asuma mi rol y pueda dedicarme a lo que realmente me gusta. La reapertura del sótano, ahora El Laberinto, es un gran paso en esa dirección. Un consuelo─. Hasta que las remodelaciones no estén terminadas no saldrás de aquí. ─Lo miro fijamente─. Tu primer papel como segundo al mando y nuevo jefe de distribución provisional de la ciudad es...
Mis palabras son cortadas con el sonido de la puerta abriéndose abruptamente, a lo que alzo la cabeza y me sorprendo al ver a Hether, una viuda de veintidós años con dos hijos de diferentes hombres de la mafia siciliana, lo que considero una especie de récord de vida, mirándonos con ira y reproche.
También dolor.
─¿Arlette sabe sobre esto?
A pesar de que esta es la oportunidad perfecta para enemistarlas, niego.
─No.
El alivio inunda sus ojos verde agua, pero no por completo.
─No le darás a un completo extraño el puesto de Luca.
Suelto un bufido.
─No pensaba hacerlo.
Giovanni me mira con las cejas juntas.
─¿No?
Lo miro como si quisiera asesinarlo.
En mi experiencia con las mujeres enloquecidas, que es amplia, lo mejor es decirles lo que quieren oír para ganar tiempo y quitártelas de encima.
─No. ─Dirijo mis ojos a Hether, quién no sabía que había salido del hospital. Supongo que es porque se fue antes de tiempo al llegarle el rumor de que estaba considerando a Giovanni para el puesto de Luca ya que se ve como si hubiera huido de él. Su cabello rubio con reflejos está hecho un desastre, lleva la fea bata que usan los pacientes bajo una sudadera gris igual de fea y pantuflas. Cómo mis escoltas pudieron dejarla entrar luciendo así es un misterio para mí que pienso descubrir a penas esta incómoda reunión para la que no tengo tiempo, ni ganas, acabe─. No lo estaba haciendo.
Giovanni, a mi lado, se cruza de brazos.
─No entiendo nada de esto.
Ante sus palabras, Hether corta la distancia entre nosotros y me apunta con un dedo. Está tan enojada que ha olvidado con quién está hablando. El miedo que normalmente sentiría solo con estar en la misma habitación que yo. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas y todo su cuerpo tiembla con violencia.
─Luc era un buen hombre y sé que dentro de ese oscuro corazón tuyo lo apreciabas. ─A pesar de que no muchas cosas pueden conmoverme, el recuerdo de Romano lo hace, pero no puedo dejar una posición vital vacía por tanto tiempo. Incluso los días en lo que no ha habido nadie ocupando su puesto desde su muerte han sido demasiado. De demorar más los integrantes del Outfit empezarán a pelearse por ella y lo menos que necesitamos es una guerra interna─. Así que no puedo entender cómo podrían Arlette y tú quitarle lo único que quedó de él, su legado, a mis hijos.
Tomo su mano, deteniendo sus golpes.
Solo una persona me toca o me habla de esa manera y no es ella.
─Eso no te molestó cuando mi esposa tomó de ti todo lo de Luciano.
Ante la mención del tratante de blancas, Hether explota.
─¡Es una situación completamente diferente! Quería deshacerme de todo lo que me recordara a mi violador, pero cualquier cosa que perteneciera a Luc es valiosa para mí. No dejaré que sus sacrificios y todo su trabajo duro se pierda manos de un completo extraño. Esta es la herencia de Chloe y de Matteo. No de estúpido imbécil escuálido o de algún otro. ─Al momento de pronunciar las siguientes palabras, Hether ni siquiera mira a Giovanni, quién luce ofendido desde su lugar junto a la pared. Ella toma un par de pasos de distancia y me mira con el mentón en alto, sus facciones tensas─. Elígeme.
Alzo las cejas.
─¿Qué te elija?
Hether asiente, realmente creyendo que algo como eso es posible.
─Sí, escógeme como la nueva jefa de distribución en Chicago.
Niego.
Hether ya trabaja con Arlette manejando su secta de locas psicópatas. Si en algún universo alterno le concediera tal cosa, mi esposa me mataría. No solo se trata de que yo no pueda estar cerca de la zorra viuda sin querer matarla por hablar con ese tono de voz tan molesto y chirriante todo el tiempo, sino de concederle a una torre los movimientos de alguna otra pieza del tablero.
Es antinatural. Es equivocado.
Si algo he aprendido junto al anticristo, es que todo sale mejor cuando desempeñamos un papel en específico. Uno, no dos o tres. Cuando no eres la mano que mueve las piezas, ayuda mucho entender tu lugar en el mundo.
Además de ello, la mafia siciliana aceptó a Arlette porque no le quedó de otra. Mi esposa es italiana, es una Cavalli, y es poderosa. No podemos tentar la suerte tan rápido. No cuando Hether es solo Hether y cualquier posición que tome dentro de los nuestros ocasionará una revuelta.
─Lo siento, Hether, pero no estás capacitada para...
─¡¿No estoy capacitada?! ─ruge, dándose la vuelta mientras se pasa las manos por el cabello, despeinándoselo─. ¿No estoy capacitada? ─repite, mirándome con incredulidad antes de empezar a caminar en dirección a Giovanni, quién se incorpora al percibir su cercanía. Niego cuando me dirige una mirada con la que claramente me pregunta si deseo que se deshaga de ella─. Entrené a Gwen para que jugara con la mente de Mariano. Aprendí todo lo que debe saberse sobre cómo mover la droga a través de ella y los años que pasé junto a Luca. Tu esposa confía en mí. Tú confías en mí. Puedo matar. Puedo enterrar cuerpos como si nunca hubieran pisado la tierra alguna vez. Puedo y haré lo necesario para proteger a mi familia, tu familia, porque Matteo es tu ahijado, ¿y eso no es suficiente para ti? ─exclama─. ¿Pero me dices que él sí lo es? Por Dios, Vicenzo, este niño a penas acaba de graduarse de la preparatoria. Seguramente no ha cogido todavía. Mira esos brazos. Ese cuerpo delgado. ─Lo señala de arriba abajo─. La única forma en la que podría obtener una mujer es pagando. Me produce de todo menos lo que un capo debería producir. Burla y asco. No respeto y definitivamente no miedo. Si cometes el error de permitir que se ponga de pie junto a ti, solo serás el hazmerreír de la mafia por tu pésima toma de decisiones ya que ni siquiera su padre cree en él. ─Mis cejas se alzan. Ya que durante todos estos años Hether había sido una ama de casa, esposa y súcubo bueno y feliz, había olvidado lo desagradable que podía llegar a ser como matona. Quizás esa parte de ella volvió con la muerte de Luca─. ¿Cómo crees que me enteré que estarían hablando? ─Me mira fugazmente con una sonrisa malvada antes de enfocarse en Giovanni─. Porque papi Greco tenía la esperanza de que, diciéndomelo, viniera y detuviera esto con el objetivo de que me casara con tu hermano después. ─Hether aprieta sus hombros con suavidad, burlándose de la ausencia de músculos sobre sus huesos─. Lo cual podría considerar. Tiene solo diecisiete y luce mucho más como un hombre de la mafia siciliana que tú. En tu lugar buscaría trabajo en Google, en un salón de belleza o en un maldito supermercado. Nada en ti dice que perteneces a La Organización.
No puedo ver su expresión cuando lo ve fijamente, pero estoy seguro que es de desagrado absoluto. Los ojos de Giovanni, por otro lado, se humedecen debido a la ira que le produce su humillación frente a su jefe cuando hace tan solo unos minutos iba a ser nombrado como mi segundo al mano provisional. Debido a que noto cómo su cuerpo empieza a temblar por la impotencia y sospecho que en cualquier momento podría saltar sobre la zorra viuda, por un momento pasa por mi mente la idea de interponerme entre ellos e impedir que se maten, pero desisto de ella y en su lugar vuelvo a mi sofá con una sonrisa irónica tirando de mis labios hacia arriba.
He encontrado la solución perfecta a todo esto.
Nunca pensé que entendería ciertos acuerdos de conveniencia hasta ahora.
─¿Quieres que el legado de Luc quede en familia? ─le pregunto a Hether, trayendo su atención a mí, a lo que ella se gira y asiente, olvidándose de Giovanni. También afirmo, ahora viendo a Greco─. ¿Y tú quieres demostrarle a tu padre que eres más que la sombra de tus hermanos? ─Giovanni no me dice que sí, pero su expresión lo hace─. Bien. ─Sonrío─. Cásense.
El silencio se apodera de la habitación.
Los dos me miran con incredulidad. No pueden creer la propuesta que acabo de hacerles. Giovanni es el primero en hablar, asintiendo después de dirigirle una mirada maliciosa a Hether. Una mirada llena de promesas de escenarios desagradables en venganza a sus palabras. Ella ni siquiera pestañea.
Romperla no será fácil.
Sobrellevarla tampoco.
─Acepto.
Hether se cruza de brazos, bufando antes de mirarlo.
─Por supuesto que sí. Este estúpido trato es la única manera en la que podrías alguna vez soñar con estar con una mujer como yo, asqueroso y feo gusano. ─Ahora me observa a mí, negando mientras se muerde el labio tras insultar a Giovanni de esa manera tan infantil─. No niego que en otro momento me habría sacrificado a mí misma, pero... Luc acaba de morir. ─Sus labios empiezan a hacer pucheros─. No puedes estar hablando en serio.
─Lo estoy. ─Me enfoco en Giovanni─. Si ella no está de acuerdo, el puesto de es tuyo a modo de prueba tanto como si sí como si no.
Hether hace un sonido lleno de indignación.
─No puedo creer que...
─Basta ─siseo, cansado del espectáculo─. ¿Qué es lo que no puedes creer? ¿Que no esté dispuesto a enfrentarme por ti a lo que diariamente me enfrento para que Arlette esté en el poder, con lo que ella ni siquiera estará de acuerdo y lo sabes porque de lo contrario la habrías llamado? Lo siento, pero la mamada que me diste en la escuela no fue tan buena. ─Me relamo los labios antes de seguir─. ¿O lo que no crees es que te esté dando una opción viable para todos en la que Giovanni se ocupe del puesto de Luca hasta que Matteo crezca? Puede ser todo lo que mencionaste anteriormente, pero ambos sabemos que has lidiado con hombres mucho peores que él y que no te tocará si tú no quieres que lo haga. ─Cuando Hether se queda callada, sus mejillas rojas, niego, fastidiado con su conducta─. Matteo es mi ahijado y siempre lo tendré en mente, pero esta propuesta es solo una cortesía de mi parte. Soy un capo. No puedes entrar en mi oficina y hablarme de esa manera. No puedes exigirme absolutamente nada. La próxima vez que lo hagas, no dudaré en matarte incluso si eso significa una discusión con mi esposa. ─Miro a Giovanni, cuya sonrisa victoriosa se deshace al notar mi expresión sombría─. Por otro lado, si te atreves a herir a la madre de Matteo o no estás a la altura de tu cargo, no dudaré en despedirte, ¿entiendes?
Giovanni afirma, sus dientes apretados.
─Sí, señor.
─Bien. ─Me enfoco en Hether─. Ya que sé que no es una decisión fácil, te daré hasta la fiesta de diamantes Cavalli para pensarlo, pero no más que eso.
Hether asiente, viéndose desolada.
─Gracias.
─De nada. ─Me doy la vuelta para tomar mi chaqueta del respaldo del sofá, listo para salir de aquí─. Pónganse cómodos mientras se conocen, novios.
Sin esperar respuesta, salgo de mi oficina y miro a uno de mis escoltas mientras ajusto mis gemelos, mi regalo de aniversario, antes de irme.
─Denle dos horas de privacidad, quieran o no.
*****
La fiesta de diamantes Cavalli se llevará a cabo en menos de una semana. Recordar el tiempo en el que Arlette y yo trabajamos juntos para organizarla siempre traía una ligera sensación agridulce en mi pecho, pero esta se acentuó cuando descubrí la verdad tras la pérdida de su virginidad casi de la misma manera que supe que estaba embarazada del anterior jefe de jefes.
Hubieron pistas, sí, pero todo al final se trató de cuán bien la conozco.
De cómo siempre sé cuándo debo intervenir y limpiar sus escombros.
Por razones obvias el evento no se celebrará en nuestro hogar, por lo que soy conducido hacia el complejo de Luciano, nuestra base, después de almorzar rápidamente en Fratello's y ponerme al día sobre lo que ha transcurrido ahí. Por irrealista que suene, ahora soy uno de los hombres más ricos de Chicago y posiblemente del continente, fortuna que ni siquiera disfruto.
No porque no quiera, sino porque no tengo ni idea de qué hacer con ella a parte de comprar armas, pagarle a putas cuando existe la necesidad de ello y comprarle vestidos a Beatrice y a Pen. Nunca pensé que podría llegar a tener tanto dinero a mi nombre y soy un sujeto que fácilmente puede ser feliz, por lo que el efectivo no ha hecho más que acumularse desde que soy capo.
Arlette lo ha manejado, así que cada día crece y crece.
A pesar de la situación actual, no puedo evitar pensar que en unos meses será su cumpleaños, fecha para la cual espero que Chiara esté con nosotros, y que quizás ha llegado el momento de que use algo de ello. Saco mi mochila de la Range antes de caminar con ella sobre el hombro a través del complejo. Cuando me informan que mi esposa está en el cuarto de computación, me dirijo hacia la guarida de Kai, una habitación oscura llena de ordenadores con códigos en sistemas que nadie más que el asiático entiende y máquinas expendedoras. Arlette se levanta de la silla en la que se encontraba sentada al verme, bloqueando mi vista de su nuevo proyecto, y camina hacia mí.
Está usando un vestido de seda verde y mangas largas por encima de un par de medias oscuras. Botas altas para caminar sobre la nieve. Cuando me alcanza su expresión es seria y disgustada, pero sé que no me dirá por qué hasta que esté lista para hacerlo, por lo que soy quién inicia la conversación.
─¿Cómo van los preparativos para la fiesta?
─Bien ─responde mientras inclina la cabeza hacia la puerta, por lo que acabamos caminando por los pasillos de nuestra base militar. Una de las tres que el anticristo posee. Otra se encuentra en Latinoamérica, al mando de Porfirio, y otra en Sicilia─. Escogí una decoración gótica-medieval.
Sus palabras traen una sonrisa a mi rostro.
─¿Tendrás guillotinas?
Se encoje de hombros.
─Puedo conseguir un par, pero no quiero desviar la atención del evento principal ─dice, sonando exhausta y parpadeando un par de veces para borrar el cansancio de sus ojos azules antes de verme fijamente cuando alcanzamos el patio principal, el cual está cubierto de nieve, en el que sus chicas entrenan técnicas de combate─. ¿Cómo te fue a ti en el sótano?
─Las remodelaciones van bien. ─Me apoyo en un muro, de espaldas a mujeres que anteriormente habría encontrado atractivas, porque ahora mi mente se enfoca en cosas más importantes. Como, por ejemplo, mi familia, lo cual involucra a la sociópata frente a mí. Me rasco la nuca por un momento, intentando encontrar la manera más suave de decirlo, pero soy francamente directo cuando no la hallo─. Giovanni y Hether anunciarán su compromiso pronto, para que no te sorprendas si llegas a escucharlo.
Pocas cosas pueden sorprender a Arlette, pero esta lo hizo.
─¿Qué...?
─Giovanni asumirá provisionalmente el papel de Luca. Hether se podría casar con él para mantener la posición de Luc en la familia. ─Me encojo de hombros─. No la estoy obligando a hacerlo, pero tienes que entender que no podemos arriesgarnos a molestar al Outfit dándole su posición. Ellos todavía están sensibles con respecto a aceptarte a ti. No podemos presionar. Además, Hether tiene suficiente sobre sus hombros contigo. Es arriesgado.
Arlette se muerde el labio como si quisiera decir un montón de cosas al respecto, pero finalmente opta por tragárselo y asentir.
─Entiendo.
Ante sus palabras un peso se libera de mis hombros.
─Bien.
Tras tocar este tema, tomo mi mochila y la abro frente a ella. Ante la inclinación de mi cabeza a modo de invitación, Arlette echa un receloso vistazo dentro. Sonrío al ver su expresión cuando saca una familiar peluca negra de su interior. La última vez que la vi con ella puesta huíamos de este sitio después de que enloqueciera e insultara a Luciano de mil maneras.
─Vicenzo, ¿qué es esto?
─Una peluca.
Arlette me mira como si fuera imbécil, pero algunas cosas son inevitables.
─¿Qué es? ─insiste, viéndose genuinamente molesta, por lo que declino la idea de decirle que quiero que baile para mí en el tubo solo para irritarla.
Aunque la idea no está mal.
Ella bailó para Marcelo frente a toda la mafia italiana, incluyendo su padre, así que no podría negarse. No a menos que quisiera molestarme, realmente enojarme, y que añada otra cosa a mi lista sobre por qué la aborrezco.
─Una invitación ─corrijo─. Por los viejos tiempos.
Holaaaaa. Las extrañé tanto. Si estuviera en este momento junto a ustedes, las estrecharía fuertemente porque en serio las he extrañado mucho y aaaah. Me moría de ganas por actualizar, pero he estado ocupada con la uni y editando Arlette. Está quedando cool. Al primer libro no le añadiré mucho porque ya de por sí solo es muy largo y pesado, pero a los siguientes dos sí.
En fin
Si extrañaron a V, no olviden comentar y darle amor al capítulo
Creo que hoy mismo empiezo el siguiente porque no me logro sacar la escena que viene de la cabeza
Las quiero
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