ARLETTE:
Observo el granero de Gavin, dónde también vive Aria, desde uno de los ventanales de mi habitación de la misma manera que llevo haciéndolo desde que mi hija nació unos meses atrás. Como si no supiera cómo sentirme con respecto a su existencia, en menor parte, y en mayor como si un nudo en mi garganta a penas me permitiera respirar. Involuntariamente mi mano termina presionada contra el cristal como si intentara alcanzar algo que ya no está ahí, la otra sosteniendo una copa colmada de vino, cuando recuerdo cada una de las veces que mi esposo o alguien de mi familia, incluso Luc, mi fallecido guardaespaldas, me pidió verla.
Que le diera una oportunidad.
Ahora mi atención se desvía hacia el punto en el que el cadáver de los rusos está enterrado bajo la sombra de las ramas de un árbol blanco sin hojas, el suelo del jardín colmado de nieve.
Estoy convencida de que todo fue una obra de teatro organizada por ellos para destruirme.
De que Chiara está viva.
Pero he cometido errores antes.
¿Y si no es así?
¿Y si realmente fue asesinada?
Cual sea la verdad quién orquestó esto logró lo que quería, solo que no en la medida que deseaba. Sembrar la duda en mí. Atormentarme. Jugar con esa parte profunda de mi mente. Lo que no planificó fue que Vicenzo me medicara de nuevo con mis viejas pastillas de fentanilo, especialmente diseñadas para mí, y pudiera seguir al frente de mi familia clamando venganza, pero aún así de cierta forma logró su objetivo y haga lo que yo haga al respecto siempre tendrá el mérito de ello como lo hace alguien al ganar una batalla aún cuando la guerra sigue en pie.
De apuñalar a Arlette Cavalli dónde más le duele.
Dónde ella ni siquiera sabía que le dolería.
─Durante estos días he puesto más muerte sobre mi espalda de la que toda nuestra familia había acumulado a lo largo de los años... incluso diría que siglos. A pesar de que mi padre me crió para que fuera sigilosa, soy la autora intelectual de una masacre a nivel mundial llevada a cabo por mercenarios que responden ante mí. De un derramamiento de sangre jamás antes visto en manos de una mujer y que podría terminar con un chasquear de dedos si quisiera. Sin embargo, no solo he demostrado a todos que no deberían querer a nuestra familia como enemigos, sino que también le fallé a mi hija. Le fallé a nuestra familia. Le fallé a nuestros hombres. Le fallé a Hether y a cualquiera en esta ciudad que alguna vez haya creído en mí ─murmuro antes de darme la vuelta tras barrer la humedad fuera de mis ojos, la cual parece no desaparecer nunca, apareciendo incluso sin que me dé cuenta de ello. Después de permanecer fuerte todo el día frente a los demás, el peso de mis actos finalmente debe estar asentándose sobre mí─. Aprende de mis errores, Flavio. ─Mi hermano se estremece cuando presiono mi mano contra su mejilla, pero no aparta sus ojos azules de los míos. Ojos azul Cavalli, un tono tan extraordinario como maldito─. No solo me compadezcas o te sientas mal por mí. Observa, sé consciente de lo que hice mal y no lo repitas cuando seas un capo. ─Le doy un trago a mi vino que se convierte en dos y luego en tres, vaciando mi copa, antes de dirigirme al mini bar en el que se encuentra la botella. Presiono mi mano contra el borde del carrito dorado antes de hablar, sintiéndome débil. No dejo de pensar en los rusos. En los mexicanos. En la seguridad de mi familia y de los demás integrantes del Outfit ahora que he actuado tan violentamente contra la Bratva. En la vida de inocentes que se perderán. En mi hija demasiado pequeña, dulce e inocente para este mundo: para tenerme como su madre. En si Gavin tiene mi vestido para la fiesta anual de diamantes Cavalli preparado. Son tantas cosas yendo a mil en mi cabeza que a penas logro enfocarme en respirar─. Cuando eres un líder basta con que des un solo paso en falso para que todos tus logros sean olvidados. Aprende la lección. ─Me giro hacia él, señalándolo con mi copa vacía como si estuviera brindando─. Y esta es que sería estúpido de mi parte decirte que no cometas ningún error una vez seas capo, pero no el decirte que si lo haces no permitas que eso te destruya o te estanque. Sigue adelante sin mirar atrás. Di a la mierda ser un buen líder. Haz caso omiso de las consecuencias que no pudiste evitar. Eres un Cavalli y por más triste e injusto que eso suene para el resto, no debes merecer nada para que el mundo te pertenezca, así que simplemente tómalo y haz con él lo que te plazca.
Flavio, que ha estado conmigo desde que llegué hace media hora, informándome sobre los acontecimientos que se llevaron a cabo mientras estuve fuera de la ciudad mientras Vicenzo trabaja en el sótano para abrirlo lo más pronto posible, se acerca a mí antes de que vierta el contenido de la botella sobre mi copa. Se mueve a mis espaldas y detiene el movimiento de mi mano con la suya, por lo que el líquido carmesí jamás llega a verterse dentro del cristal. Cuando me doy cuenta de que no soy lo suficientemente fuerte para apartarlo ya que ha crecido para convertirse en un adolescente robusto y atlético, me giro hacia él con una ceja alzada, la cual bajo al contemplar una expresión fría y tenaz que me recuerda demasiado a nuestro padre.
Es tan parecido a Carlo Cavalli, solo que un poco más hermoso debido a algunos rasgos de Beatrice, que presiento que Francesco quizás pierda su puesto como el príncipe de nuestra familia pronto. Tan similar a nuestro progenitor que el tenerlo frente a mí duele.
No puedo evitar que mi garganta se seque ante ello.
─Chiara no es tu paso en falso, Arlette. No importa cómo llegó a nosotros, pero no es un error. Aunque sé que sientes que todo el mundo siempre te señalará a tus espaldas por ello, el motivo por el que nadie te dice nada directamente a la cara sobre ella es malditamente obvio ─grazna, sus fosas nasales expandiendose y las venas en su cuello marcándose debido a la pasión con la que habla─. No importa quién sea su padre. Eres su madre. Es una Cavalli. Si tu sangre corre por sus venas, no solo significa que forma parte de nuestro mundo, sino que también hay algo especial en ella. Solo será débil si tú la crías para serlo, lo cual dudo que suceda incluso si es así porque hay algo que se llama genética y sus genes son los de un depredador, y al igual que Batrice, tú y yo, su lugar está aquí, con nosotros. Por el hecho de ser tu hija no hay otro lugar para ella que no sea dentro de la mafia. ─Cuando suelto la copa sobre la superficie del carrito, hace lo mismo con mi mano. Retrocede un paso hacia atrás cuando me giro completamente hacia él, viéndose más tranquilo ahora─. Y no importa si los demás lo olvidan, tu familia nunca olvidará todo lo que has hecho por ella. ─Agacha la mirada al suelo, incapaz de verme, sus hombros tensos─. Yo nunca olvidaré que te vendiste como una esclava por mí, hermana.
─Flavio...
Niega, cortándome.
─Tampoco importa cuán bueno sea como capo cuando asuma mi papel, nunca podré superar a mi maestra porque no solo has sido mi mentora, sino también una madre tanto para mí como para Beatrice. En mi caso incluso mientras nuestros padres todavía vivían ─dice, viéndome luego como si hubiera quitado un gran peso de encima o como si llevara tiempo queriendo decir lo que dijo─. Es por eso que sé, mejor que nadie, que harás lo mejor por Chiara. Crees que todo perdieron la fe en ti, pero creo que fuiste la única que lo hizo porque eres demasiado dura contigo misma. Si no te deshiciste de ella antes de nacer, una alternativa que quizás tu madre no tuvo, fue porque la querías. ─Traga─. No necesitas más explicaciones al respecto, Arlette. Si está viva es porque la quieres e incluso nuestros enemigos lo saben, porque de otro modo ni siquiera se les habría pasado por la mente llevársela, así que termina de aceptarlo tú también y sigue luchando como has hecho hasta ahora por ella sin flaquear.
Empieza a retroceder, pero lo alcanzo antes de que llegue a la puerta y lo estrecho con fuerza. Aunque no sienta más que el contacto físico de su cuerpo contra el mío, encuentro calidez en ello. Sostengo su rostro entre mis manos antes de hablarle, una sonrisa ladeada en mis labios.
─¿En qué momento creciste para convertirte en la voz de la razón de esta familia?
En su veneno.
Porque Flavio siempre dice la verdad de una manera con tendencia a ser hiriente que te envenena y mata de tal forma que cuando revives, lo haces viendo el mundo de una forma diferente. Rodeando mis muñecas suavemente con sus manos para acariciarlas con sus pulgares con cariño fraternal, me sonríe de una manera que es más similar a una mueca que a otra cosa.
─Quizás estabas demasiado ocupada planeando cómo dominar el mundo como para notarlo.
No tengo cómo contradecir eso, así que no lo hago.
Su elección de palabras, por otro lado, me hace fruncir el ceño y elevar el mentón.
─Planeando no. Dominándolo.
Flavio ríe.
─Arlette ─dice, pero suspira cuando se da cuenta que realmente me ofendió. Soy paciente, pero no tan estúpida como para necesitar tanto tiempo para saber cuáles serán mis siguientes pasos después de conquistar la mafia siciliana. Mis próximos objetivos─. Está bien. Dominándolo.
Retrocedo, sonriendo nuevamente mientras me uno a la penumbra de la habitación y le echo otro rápido vistazo a la cabaña de Gavin antes de volverme a concentrar en mi hermano.
Pero la sonrisa de Flavio desaparece al oírme.
─No importa cuánto crezcas, eso no significa que dejaré de protegerte de todo mientras viva.
─Nunca he querido que dejes de hacerlo, Arlette. ─Se distancia y esta vez no voy tras él. Mi sonrisa se deshace cuando se gira hacia mí bajo el umbral de la puerta. A pesar de que sus movimientos afirman que está a punto de irse, algo me dice que está lejos de terminar de hablar. Se ve como un chico normal de la secundaria usando su uniforme del equipo de fútbol de San Antonio, pero es mucho más que eso. Desde que estuvo en la Isla de Luciano, la oscuridad en él no ha hecho sino crecer. La rabila. La ira. Es bueno escondiéndola, haciéndolo pasar por problemas de la pubertad, pero es mi hermano. Lo vi nacer y crecer. Pasar de ser un niño dulce de rizos dorados al chico resentido y con una insaciable sed de sangre ante mí. Sé que es más que eso y que quizás está a punto de hacérmelo saber, por lo que no lo interrumpo de ninguna manera en lo absoluto─. Solo quiero que me permitas protegerte de todo a cambio, tanto a ti como a cada miembro de nuestra familia. No eres la única Cavalli con aspiraciones altas o deseos de venganza. ─Ladea la cabeza, desviando la mirada hacia el techo mientras afloja su mandíbula, meditando sobre si decirme o no lo que pasa por su mente. Cuando su mirada vuelve a enfocarse en mí, sus ojos ya no son azules. Son negros. Son ojos de capo y no de cualquiera de ellos, sino del jefe de jefes, pero no está listo para ello. No lo está─. Yo también quiero apoderarme de algunas cosas. Quiero hacer pagar a algunas personas. Quiero hacer que tiemblen ante la mención de mi nombre de la misma manera que tiemblan ante la mención del tuyo. ─Tomo una honda bocanada de aire cuando noto que sus pestañas enmarcan un extraño brillo de humedad debido a la magnitud de la emoción que está sintiendo─. No sabes cuán orgulloso me siento de ti cada vez te veo simplemente existir. Quiero que sientas lo mismo por mí. Ni siquiera se trata de nuestra familia o de la mafia, sino de hacerte sentir que valió la pena sacrificarte de la manera en la que lo hiciste por mí.
Lo miro con incredulidad, sorprendida.
─Valió cada segundo, Flavio. Nunca dudes de ello.
─Por favor. ─Bufa después de verme fijamente por un momento y no puedo evitar alzar las cejas─. Eres una experta coleccionando personas. Ves a los que te rodean como fichas, incluyendo a tus amigos y a tu propio esposo. Si no fuera tu hermano, ¿dirías lo mismo? ─inquiere─. ¿Dirías que valió la pena el riesgo que corriste para rescatar a una carga?
─No eres una carga.
─Porque soy tu hermano, Arlette ─gruñe─. ¿Pero y si no lo fuera? ¿Y si solo fuera un soldado del cual no pudieras sacar nada? ¿Qué habría sucedido? ─pregunta, pero no respondo, limitándome a observarlo─. Estaría muerto ─sisea─. Sé que para ti nuestro apellido significa mucho. Para mí también lo hace. Significa gloria, dinero y poder, pero también significa sangre, dolor y pérdida. Nos abre muchas puertas, pero también nos cierra otras. En mi caso, no solo quiero ser un Cavalli. Quiero ser Flavio Cavalli. Quiero hacerme con mi propio legado dentro de nuestro mundo y eso no va a suceder mientras siga escondido bajo tu falda.
─No sabía que te sentías de esa manera con respecto a nuestra familia.
Flavio niega.
─Amo a mi familia, Arlette. Amo a mis hermanas. A mi sobrina. A mi fallecida madre. Incluso amo a Francesco y tolero la presencia de Vicenzo. A Petruskha y a Fósil. Amo nuestra vida. ─Su tono de voz baja─. Pero cuando tú piensas en nuestro padre, piensas en cuán bueno era contigo, pero cuando yo pienso en él viene a mi mente cómo hacía infeliz a mi madre, cómo no habría querido a Beatrice como te quería a ti, cómo se deshizo de Francesco sin mirar atrás y cómo pudo hacerte tanto daño sin que te dieras cuenta. ─Se relame los labios antes de continuar, una solitaria lágrima descendiendo por su mejilla. Su mirada está llena de tanta ira y desprecio hacia nuestro progenitor que no pongo en duda lo que dice─. Lo extraño, pero sé que de haber continuado con vida lo habría terminado asesinando con mis propias manos porque solía fantasear con ello algunas noches antes de dormir. Es por ello por lo que no puedo vivir solo de mi apellido y por el que debo labrar un camino por mí mismo y para eso, hermana, debo llenarme de sangre como un jodido puerco en el fango. ─Tomo una honda bocanada de aire ante sus palabras, asimilándolas. Flavio, sin embargo, no ha terminado─. Porque no puedo sentirme cómodo viviendo de los logros de alguien que odiaba más de lo que amaba.
Me adelanto hacia él.
Después de su confesión, Flavio luce aterrado.
Como si lo que acabara de decir pudiera disminuir mi amor por él de alguna manera.
Pero no es así.
Aunque una parte de mí quiere abofetearlo, otra entiende que quizás Carlo lo dañó de la misma manera que Sveta me dañó a mí. Son pecados que ya no valen la pena ser mencionados en voz alta, por otro lado, debido a que nuestro padre está muerto, así que no lo hago. En su lugar ignoro todo el drama familiar y me enfoco en lo que realmente me preocupa de todo esto.
Su incursión en nuestro mundo.
─Ese camino del cual hablas... es largo ─le advierto.
─Y no he empezado a recorrerlo, gracias a ti, pero eso está por terminar. Te guste o no.
Dicho esto, se va de mi habitación, dejándome sin palabras.
No porque no las tenga.
Sí porque no quiero decirlas y arruinar su ilusión de que alguna vez lo dejaré enfrentarse al peligro que representa ser un Cavalli solo. Antes de Chiara y de Beatrice, éramos Flavi y yo. Cuando era una niña sumamente enojada con mi padre por casarse nuevamente tan rápido tras la muerte de Sveta y odiaba a Beatrice simplemente existir, fue Flavio quién me recordó lo que significa amar y cuidar de alguien más que te amará sin importar lo que hagas, tus actos más viles, o qué tan terrible seas. Eso todavía existe en sus ojos azul océano al verme.
Moriría por eso.
Mataría por eso.
Una carnicería similar a la que he llevado a los rusos o peor porque no es igual que te quiten a alguien a que te quiten su amor. Lo sé por experiencia. Con el tiempo mi ira hacia Marcelo, Salvatore y Constantino se ha atenuado pese a que siempre los odiaré, pero mi rabia hacia Luciano por destruir mi relación con mi padre antes de que este fuese asesinado no y por eso el imperio de trata de blancas al que pertenecía será destruido a su debido tiempo.
Porque por él mi padre se fue sin escucharme decir que lo amaba a pesar de todo.
Que lo perdonaba.
Ahora más teniendo en cuenta que sé lo difícil que es engendrar a alguien más en nuestro mundo. Lo sucio que a veces debes jugar, las verdades que debes ocultar y los sacrificios que debes hacer para proteger a un hijo de algo que sabrás que le hará daño más allá de lo reparable, como el haber asesinado a su padre, quién estoy segura que la habría amado y adorado de una manera que quizás yo nunca podré llegar a demostrar, por venganza.
Aunque no sé si alguna vez Chiara llegue a amarme a mí, espero que nunca se entere de la verdad y que si lo hace pueda perdonarme ya que al no haber nadie más a quién culpar, sería lo equivalente a masacrarme a mí misma si lo llegara a saber de alguna manera.
.*****
El complejo dónde habitan las viejas esclavas de Luciano y dónde son entrenados nuestros hombres se encuentra en un tétrico silencio cuando llego, el cual está asociado al luto. Está nevando mientras recorro su patio, por lo que aprieto la capa oscura en torno a mí mientras me dirijo a la pequeña caseta al otro lado de la zona que es tan extensa que sirve como pista de despegue y aterrizaje. Intento mantener a mis chicas alejadas de los intereses de la mafia porque tengo tareas más importantes para ellas, tareas que dejan a la Cosa Nostra y a su manejo en ridículo, pero el motivo por el que no podré avanzar con nuestros planes hasta que el conflicto con los rusos termine y por el cual mi familia no se ha desligado de la mafia después de haber obtenido el dinero y el prestigio suficiente, aunque ya no la necesite, es el mismo.
No hay reyes sin reino.
Sin un legado.
Así de simple.
No puedo enfrentar a enemigos más grandes siendo una don nadie.
El apellido Cavalli, mi apellido, debe significar algo más que dinero al ser pronunciado.
─Sé que les prometí que no les daría ninguna tarea extremadamente peligrosa hasta que no cumpliéramos con nuestra venganza hacia la red de trata de blancas a la que pertenecía Luciano porque todas quieren tener la certeza de que estarán ahí para verlo ─digo cuando me sitúo a la cabeza de la mesa de casi veinte puestos en la que falta de Hether, apreciando cada uno de los rostros que, igualmente bajo capas oscuras, se enfoca en mí con atención. En la oscuridad lo único que me permite verlos es el resplandor de las velas sobre la superficie de la mesa de mármol blanco. Además de algunos elementos decorativos en las paredes y algunos ramos abundantes de rosas rojas, no hay más muebles o elementos en la sala. Esta fue creada únicamente para las reuniones de nuestra organización─. Pero hasta que no termine mi guerra con la Bratva, no podremos avanzar con Impunidad. ─Miro a Natasha, la encargada de llevar a cabo dicho proyecto. El primer paso hacia lograr nuestro objetivo en común. Cómo terminé escogiéndola para ello se resume al hecho de que es quién está más comprometida con nuestro labor. Quién no solo ansía verlo hacerse realidad, sino que lo necesita para poder continuar con su vida─. Estoy segura de que saben que podría obligarlas a hacer lo que quisiera, pero sé que obtendré los mejores resultados de ustedes si realmente desean colaborar con la causa. Después de lo que pasó con Hether, entendería que no quisieran arriesgarse, así que al igual que cuando salieron de la Isla pueden sumarse voluntariamente. No las obligaré, pero si les adelantaré que lo que necesito que hagan por mí podría ser calificado a simple vista como cruel e inhumano, pero es bastante necesario para poder continuar y que al final del día lo entenderán.
Después de un breve minuto de silencio, nuevamente Estela es la primera de ellas en añadirse a la misión. A pesar de que estoy segura de que no podrá hacer mucho al respecto debido a su edad y a que no ha terminado su formación, la mirada en sus ojos marrones es letal y, sobre todo, leal. Alana, su madre adoptiva, conservó tanto como pudo la dulzura y la inocencia en su personalidad, pero la hermosa adolescente rubia es más que eso.
Es un arma en una bonita funda que no olvidará su pasado.
A su hermana.
─Cuenta conmigo.
Gwen, la pelirroja un tanto trastornada que se casó con Mariano, le sigue con un encogimiento de hombros, pasándose la mano por la nariz después en un gesto que no me pasa desapercibido.
No a mí.
─¿Por qué no? ─exclama.
Tras algunas respuestas afirmativas más y un par de negativas de chicas que todavía no se sienten listas o que tienen talentos que no tienen nada que ver con trabajos de campo, mi atención se dirige a Natasha, la única de ellas que no ha hablado. Una criatura llena de ira y odio que llegó aquí destrozándolo todo con un mazo, en lo que consistían sus jornadas desde que se levantaba hasta que se acostaba, hasta que le dí un propósito a su existencia.
─El hecho de que si quiera tengas que preguntar y de que algunas de nosotras se nieguen es un insulto ─murmura, su voz llena de ira y reproche mientras recorre con la mirada los rostros de sus compañeras de uno en uno─. Porque no solo somos un grupo de mujeres en búsqueda de venganza. También somos una hermandad y al momento en el que la Bratva decidió meterse no con una, sino con dos de nosotras, se convirtió en uno de nuestros blancos. ─Aunque algo en mi interior se retuerce ante su timbre fuerte dirigido hacia mí, dirigido hacia todas, ese mismo algo se complace con la mirada en sus ojos azul zafiro. Una mirada determinada llena de una insaciable sed de sangre y dolor. De acción. Es entonces cuando recuerdo por qué no me deshice de Natasha a penas me di cuenta de que podía convertirse en la primera de mis ovejas en escapar del rebaño. Por qué asumí el riesgo de ponerla al mando de Impunidad cuando Hether la recomendó. Si hay alguien que cree en esto tanto como yo, es ella─. En mi caso en particular, desde hace días llevo esperando que toques mi puerta y me digas qué hacer.
Aunque mis hombros se tensan ante el deje altanero en su voz, inclusive si se trata del reproche de que no le he dado ninguna orden, asumiendo su posición inferior a mí, consigo mantener un tono de voz plano y carente de cualquier emoción negativa al dirigirme a ella.
─Lo siento por mi retraso, Natasha. Esperaba poder resolver esta situación por mi cuenta y no tener que pedirles que hagan esto por mí porque si creen que tocaron fondo como esclavas y vieron lo peor que el mundo tenía para ofrecer, estaban equivocadas. Hay criaturas peores que el demonio de ojos violeta que todas conocimos. ─Alzo el mentón cuando un par de ellas se estremecen, odiando su debilidad. Natasha no es una de ellas. Estela y Gwen, mis favoritas, tampoco. A algunas les hace falta una lección de no victimización con Hether. En su ausencia, tendré que dárselas yo y tomando en cuenta que no somos familia, quizás no sea tan dulce. Me retiro el gorro de la capa de la cabeza, revelando por completo mi rostro, antes de continuar─. Por suerte para ustedes, pertenecen a una de ellas. ─Tomo asiento, preparada para decirles lo que tienen que hacer. Ellas me imitan y las que no desean participar se retiran. Cuando nos acomodamos y tienen su atención completamente en mí, empiezo─. A lo largo de los años he tenido varios apodos. Mi dulce niña, por mi padre. ─Mi tono de voz deja en evidencia mi melancolía, pero rápidamente se llena de fría indiferencia─. Puta. Maldita. Bastarda. Principessa, princesa en italiano... por el padre de mi hija, quién espero que se esté pudriendo en el infierno, junto con mi madre, la responsable de los anteriores tres. ─Son pocas las veces que me reúno o abro ante ellas, así que ninguna aparta sus ojos de mí─. Perra loca Cavalli y Anticristo por mi esposo. ─Ruedo los ojos─. Hombres. Pensamos que son tan básicos, pero la verdad es que si los presionas tienen una imaginación mejor que la nuestra. ─Mi tono de voz se vuelve serio mientras me cruzo de piernas y me inclino hacia adelante─. Sin embargo, cada uno de ellos me ha marcado y de cierta forma constituye una parte de quién soy. Aunque a todos les tengo apego, el más importante me lo he dado yo misma. ─Les sonrío─. Ya que para todos en el bajo mundo soy conocida como la reina de la manipulación y están a punto de saber por qué.
Y los rusos también.
******
Cuando regreso a casa son alrededor de las cuatro de la mañana y hay varias huellas de sangre en el pasillo en el que se encuentra mi habitación. El personal ya se encuentra limpiándolo. Rodeo a las chicas con una mueca de asco en los labios ante el hedor y la falta de pulcritud que caracteriza mi hogar y entro en mi dormitorio. No me sorprendo cuando veo su continuación dirigiéndose a la ducha de nuestro baño, dónde encuentro a mi esposo concentrado en deshacerse del líquido rojo sobre su cuerpo con una pastilla de jabón. Por más atrayente que me resulte la idea de contemplarlo, solo le echo un vistazo antes de ir a nuestra cama.
Vicenzo se ha portado bien últimamente, así que merece ser recompensado.
Me desnudo de camino a ella.
Cuando sale del baño con una toalla envuelta alrededor de su cintura, los nudillos ensangrentados y un corte en uno de sus hombros que todavía sangra alza las cejas. Sus ojos oscuros y hambrientos no pierden ningún detalle de la posición extendida, boca abajo y con solo un sencillo tanga negro de encaje en la que me encuentro, mi cabello desparramado sobre mi espalda. Cuando ladeo intencionalmente la cabeza para que sea capaz de ver su marca en mi hombro, gruñe. Yo me relamo los labios al ver la mía en la parte baja de su abdomen.
─Estoy cansado, Arlette. ¿Qué es lo que quieres? ─gruñe tras dejar caer su toalla, acercándose con cada músculo de su cuerpo tenso. Suelto un jadeo cuando me hace dar vuelta para estar boca arriba y toma mis pantorrillas para tirar de mí hacia él con las piernas abiertas─. ¿Cuál es el precio que tengo que pagar para que pueda follar a mi desequilibrada y bonita esposa? ─Se inclina hacia abajo y me toma en brazos cuando no respondo, cargando con mi peso con suma facilidad. Tras rodear su cintura con mis piernas, tiro de mi cuello hacia atrás y río, tras quejarme, cuando estampa mi espalda contra la pared junto a la chimenea─. Dímelo.
Sin pedirle permiso, subo una de mis manos y acaricio su cabello blanco mojado.
Vicenzo luce realmente agotado.
El trabajo en el sótano era difícil. Reclutar nuevos luchadores. Convencer a la vieja clientela de Marcelo de que ahora él es el jefe. También empezar a buscarle un reemplazo a Luc, tarea que vigilaré de cerca, ya que Vicenzo no puede estar al mando del todo siempre y yo tampoco. Si fuera una buena esposa le diría que estaría encantada de hacerle un masaje y de hacer todo el trabajo rebotando sobre su polla para que no tenga que cansarse más, pero no lo soy. Tras dirigir mis labios a su oído, gimiendo ante los movimientos insistentes de su pelvis, respondo.
─Tú no tienes que pagar absolutamente nada, cariño ─murmuro, dirigiendo mis ojos a los suyos para tener un buen vistazo de su reacción ante lo que voy a decir. Dentro de todo lo que representa ser nosotros, nuestra relación llena de odio es una especie de distracción que despeja mi mente y me hace sentir viva aún usando mis pastillas, lo que es curioso ya que nada salvo eso para hacerlo─. Porque no fui yo quién ejerció el viejo oficio de la prostitución.
Al momento en el que me escucha, sus pupilas se dilatan. Vicenzo olvida su agotamiento, cualquier precio que tenga que pagar por disfrutar mi cuerpo y me lleva con él de regreso a la cama para hacerme pagar de la única forma que cree que puede lastimarme, pero que en realidad me ha empezado a gustar. Su pene todavía le duele por lo acontecido en la camioneta de camino al falso funeral de Chiara. Lo sé por los sonidos que hace mientras me folla con fuerza con una de sus manos envuelta alrededor de mi garganta, la cual solo se afloja cuando siento que estoy a punto de desmayarme por falta de aire con la única intención de apretarse más fuerte en torno a ella después. Aún así la reapertura de su lesión no impide que me llene como nunca antes y que luego se frote contra mi estómago mientras se estremece y maldice, ensuciándolo con la mezcla de su semen y su sangre. Cae exhausto junto a mí después.
Cuando me giro hacia él para contarle mis planes, lo descubro dormido profundamente.
Tras suspirar, nos cubro a ambos con una manta y me acurruco en su costado.
Naciendo desde lo más profundo de mi instinto, no puedo evitar presionar mis labios sobre la herida su hombro y reposar mi cabeza sobre su corazón, usándolo como mi almohada.
─Buenas noches, muerte.
Como si me hubiese escuchado, pero todavía dormido profundamente, Vicenzo me estrecha contra él con fuerza, su ceño fruncido mientras empieza a murmurar como a veces lo hace mientras duerme. Siempre sobre mí y la llegada del fin del mundo o similar.
─Maldita perra loca, no te comas mi estofado o te mataré.
No puedo evitarlo. Río contra su pecho mientras lo escucho pelear conmigo en sueños por comida hasta que yo también me quedo dormida con los labios curvados hacia arriba.
*****
Mi madre no ha estado con nosotros por lo que parecen meses. Papi sonríe más. El personal sonríe más. Fósil y Petruskha sonríen más. Yo sonrío más. La casa es más grande, feliz y cómoda sin ella. No debo preocuparme por lo que hago, pienso y digo. Estoy tan alegre estos días que incluso dejo ganar a Vicenzo en las escondidas durante su cumpleaños como regalo. Una parte de mí la extraña, extraña los momentos buenos de mami, pero esa parte no es lo suficientemente grande como para eclipsar a la que no lo hace. Sin ella también puedo obtener porciones de mi comida favorita como lo hace Francesco y mi estómago extrañaba poder elegir qué comer. Puedo jugar en el lodo y ensuciarme. No debo esconderme cada vez que le dice a papá que me dará un baño porque es Petrushka quién lo hace en su lugar.
No debo ser débil.
No debo guardar silencio y no responder preguntas cuya respuesta sé y Francesco o Vicenzo no. No debo temer salir a jugar y llamar la atención de otros niños, salvo por el estúpido de mi prometido. Desde que se fue con los doctores que la curarán para que las hadas la dejen en paz y papá me quiera, con el pasar de los días compruebo que mamá tiene razón.
No puede haber dos de nosotras juntas.
Hi, cuties
Las extrañé un montón. De verdad no saben en qué niveles de depresión entré porque la presión de escribir un final a la altura de las expectativas de ustedes me bloqueó, pero aquí estoy y les estaré dando lo mejor de mí. Solo espero que sea suficiente
V y Arlette también los extrañaron
Espero publicarles el siguiente capítulo pronto
No olviden dejarle amor al cap (comentarios y estrellitas)
Love u
Para más información acerca de las actus, fandom, etc, pueden seguirme en Instagram y Twitter como OscaryArroyo
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