Capítulo 4:
ARLETTE:
Al enterarse de la muerte de Iván y de su repentino funeral, Gavin prepara tres atuendos que presenta para mí, con ayuda de algunos de mis hombres cargando con los maniquíes desde el granero, en mi habitación en medio de la noche. En primer lugar, de izquierda a derecha, está uno rojo que consiste en un vestido simple hasta las rodillas, pero con una capa descendiendo desde sus hombros hasta el suelo, y tacones puntiagudos. A este le sigue un traje blanco de falda de cintura alta y botines de cuero. Por último, pero no menos importante, está el clásico atuendo negro. Un vestido ceñido hasta los tobillos con mangas anchas y sandalias. A diferencia de los otros, viene con una especie de velo oscuro transparente.
Si no hubiera descubierto el poder que tiene cómo luces a lo largo de los años, puesto que mi apariencia me ha ayudado a disuadir a algunos de mis enemigos, por lo general los más débiles, y debilitar a los más fuertes, tomaría esta decisión a la ligera.
Cada conjunto transmite un mensaje.
El rojo es una clara declaración de guerra.
De búsqueda de venganza.
Lo usé en mis manos cuando asumí mi papel como cassetto de la mafia tras la muerte de Luciano y Morello. Lo he usado mucho desde entonces, pero de manera sutil, nunca vistiéndome por completo de él a menos que quiera ser directamente violenta con respecto a mis intenciones. El segundo podría ser interpretado como una petición de paz, como si me arrastrara para que los rusos decidieran mantener el acuerdo entre Mark y mi padre, pero usé blanco en el funeral de Salvatore. Para mí el blanco no simboliza paz. El blanco marca un nuevo comienzo. Las personas se sienten aliviadas cuando lo ven por eso, pero no toman en cuenta que para iniciar algo debes destruir y hacer cenizas lo que existía antes de ello. Cuando una mujer se casa de blanco, a pesar de no ser virgen, está decidiendo dejar atrás su pasado para comprometerse a un solo hombre.
El problema con el blanco es que se ensucia demasiado fácil.
Por eso cuando me casé, lo hice de negro.
No importa la cantidad de veces que te ensucies llevándolo puesto, mientras más oscuro sea menos se notarán los pecados que has puesto sobre ti misma porque a medida que caes, las atrocidades que cometes van perdiendo significado. Te acostumbras a estar manchada y a que nadie lo vea porque eso es lo que hace el negro. Actúa como un camuflaje que mantiene todos tus secretos a oscuras, como mi deseo de matar a Marcelo. A lo largo de los años anteriores a su asesinato, usé mucho negro. Tras tomar un sorbo de champagne, me levanto de la silla desde dónde llevo un rato mirándolos y niego, trayendo decepción y frustración a los ojos cansados de Gavin, pero no molestia porque sabe que no puedo presentarme ante la Bratva de la manera equivocada, aún después de lo que ellos mismos le hicieron a Iván, y ninguno me convence.
No la venganza.
No la paz.
No la muerte.
*****
Vicenzo alza las cejas cuando me ve bajar las escaleras con un vestido gris manga larga. Su falda es lisa. El único detalle importante en él es la manera en la que deja expuesta mi espalda a pesar de la tira de encaje, que también es el cierre, que la divide a la mitad. La joyería colgando de mis orejas y en mi mano derecha es negra. A pesar de su confusión, no dice absolutamente nada hasta que estamos dentro del Cadillac con Flavio junto a nosotros. Francesco ayudó a Milad, la mano derecha de Vicenzo, a organizar el funeral, por lo que ya está esperándonos en la Iglesia.
─¿Estás bien, Arlette?
Siendo sincera conmigo misma, el miedo ni siquiera me ha permitido sentirme triste por la muerte de Iván. Todo, después de hoy, está por cambiar. Si lo que el ruso dijo durante la cena es cierto y Fósil y Petrushkha no me dieron más que el entrenamiento que se le da a los soldados de la Bratva, puede que esté a punto de enfrentarme a mi mayor enemigo.
Pero eso no es lo que me preocupa.
Lo que me preocupa es que mi mayor fuerte, la paciencia, la preparación y el estudio de mis oponentes, no puede ser aplicado en este caso. Soy una figura emblemática del crimen ahora. Ellos me han estudiado, estoy segura, por demasiado tiempo. Probablemente desde que mi abuelo murió y eso me convirtió en un cabo suelto en lo que se refiere a su herencia, la cual abarca casi tres tercios de los activos de la Bratva. Yo, en cambio, nunca les he prestado demasiada atención debido a que de hacerlo habría sucumbido a la tentación de deshacernos de ellos y controlar por completo Chicago. Al igual que Iván, quería honrar la memoria de mi padre, su elección de mantener la paz, por lo que me contuve de hacer un solo movimiento en su contra. El ruso también me ayudó a tomar esa decisión mostrándose más que dispuesto a colaborar desde el inicio. Esta elección de no atentar contra la Bratva tampoco fue tomada a la ligera. A diferencia de cuando reclamé mi herencia italiana, esta vez sí tengo algo que perder si me equivoco. Mi poder. Mi ciudad. Mi dinero. Mi familia.
Todo.
Si inicio una guerra, no solo estaría trabajando en la línea ofensiva, sino en la defensiva también. Pelear con ellos conlleva el doble del esfuerzo que me tomó hacerme con la Cosa Nostra, ni siquiera considerando el hecho de que pueda reclamar alguna vez mi herencia como la última Vólkov de mi linaje. Ellos nunca se dejarían dominar por mí, una mujer que además de ser mujer es italiana, una extraña, por lo que mi única opción es destruirlos si atentan en contra de mi familia o de mí.
De la mafia siciliana.
Tan irónico como suene, ahora incluso debo proteger a los hombres que me odian de ellos, puesto que la amenaza está fuera de nuestro círculo. Si cualquier miembro muere por su mano, Vicenzo Ambrosetti se verá débil. Si él se ve débil, los Cavalli también lo haremos y además de estar lidiando con los rusos, podríamos tener conflictos internos de los cuales hacernos cargo. Mi estómago se retuerce mientras lo veo y asiento.
─Nada que no pueda manejar.
Pero aunque lo deseo, no sueno segura de mis palabras.
Él lo nota, como nota todo acerca de mí, y afirma, creyéndome a pesar de todo porque a diferencia de todos los otros hombres en el mundo, exceptuando a mi fallecido padre, mi esposo tiene una idea sobre de lo que soy capaz.
Solo que esta vez podría no ser suficiente.
*****
La Iglesia Ortodoxa de Chicago se encuentra cerca del club de Iván. Estamos en zona rusa, en la zona de los enemigos, pero un perímetro ha sido establecido alrededor de la construcción, el cual también fue obligado a vaciarse para el funeral. Antes de bajar del Cadillac, Vicenzo me tiende la bufanda negra, kilométrica y larga que le dio Gavin antes de que saliéramos, con la frente arrugada. La tomo y la envuelvo alrededor de mi cuello antes de bajar. Debido a que no la cruzo hacia adelante, sus extremos se balancean sobre la parte posterior de mis brazos mientras camino por el pasillo de la Iglesia, mi pelo recogido en un moño alto. Nadie entre los presentes entiende el mensaje que quiero transmitir, el gris te permite ser quién quieras ser debido a sus múltiples tonalidades, por lo que sé que hice mi mejor elección antes de salir. Les estoy dando la oportunidad a ellos de escoger entre la paz, la guerra y la muerte, lo cual es similar a dejar que tu oponente haga el primer movimiento durante un partido de ajedrez.
─Hasta ahora no parecen molestos con que estemos aquí ─dice Francesco cuando llego a su lado, a lo que empiezo a evaluar a los hombres a nuestro alrededor. Todos se caracterizan por ser sumamente blancos y tener un montón de tatuajes en negro sobre las porciones de piel que son visibles a pesar de sus trajes. También por sus ojos sumamente vacíos y postura rígida. En alerta y a la espera de que se presente una amenaza. Es como verme en un espejo─. Creo que están demasiado ocupados planeando cómo destruirnos. ─La preocupación en el tono de voz de Francesco es un eco de cómo me siento. Vicenzo y Flavio se detienen a mi lado, pero no nos prestan atención, hablando entre sí mientras miran a su alrededor. La misa no ha empezado. No los detengo cuando se levantan y se dirigen, escoltados, a un grupo de rusos que solíamos ver a veces con Iván. Ellos los reciben a pesar de la evidente tensión sobre sus hombros─. Arlette, esto se siente demasiado familiar para mí. ─Mi primo se libera del nudo de su corbata, una informalidad que nunca lo he visto hacer antes─. Como lo que pasó en Sicilia.
Antes de hablar, trago el nudo en mi garganta.
He estado aplazando esto por demasiado tiempo.
─Sobre eso, Francesco... creo que ha llegado el momento.
Sus dedos se detienen. Con la confusión grabada en su rostro de hermosas facciones, de príncipe, siempre de atormentado y dulce príncipe, desliza sus manos hacia abajo mientras el entendimiento lo envuelve y sus ojos se entrecierran con una emoción agresiva.
─¿El momento de qué, Arlette?
─De regresar a Sicilia.
Francesco se tensa.
─No me jodas. No puedes estar hablando malditamente en serio. El mayor enemigo que tenemos despierta, ¿y tu plan es dividirnos?
─Vicenzo y yo nos ocuparemos.
Su mandíbula se aprieta mientras niega.
─Simplemente no puedes estar hablando en serio.
Se retira de la Iglesia para dirigirse a una especie de pequeño jardín de piedra con una fuente, a dónde lo sigo junto con un par de escoltas. El espacio es pequeño y cerrado, por lo que nadie está oyéndonos.
─Hablo muy en serio, Francesco, y no es una petición.
─No, claro que no. ─Me mira con ira─. Porque eres Arlette Cavalli, ¿no? Y justo como mi tío, todos tenemos que hacer lo que quieras.
Alzo el mentón.
─Si quieren sobrevivir, sí.
─¿Al igual que Iván? ─sisea─. Él sabía que moriría apenas decidió ayudarte, Arlette, pero aun así lo hizo porque tanto Carlo como tú tenían, tienen, el jodido poder de convencer a la gente de lanzarse por un puente solo para hacerlos sonreír. Entiendo que no te haya importado Iván, ¿pero no te importo yo? ─Ahora su tono es herido─. ¿No te importo lo suficiente como para que no te duela o preocupe enviarme a una guerra perdida?
Las ganas de abofetearlo que sentí cuando insinuó que la muerte de Iván no me ha afectado en lo absoluto, o que su sacrificio no me haya importado, se desvanecen cuando por fin entiendo la razón de su conflicto.
Siempre se trata de su corazón.
Al igual que como mi padre hizo con Marcelo, temo que este debe ser arrancado de su pecho para que Francesco Cavalli sea un buen capo. Eso es lo que pasa cuando no naces con uno oscuro como el mío o como el de Vicenzo. Deben extraértelo del cuerpo para que seas invencible. Ante ello, me fuerzo a mí misma a volver mi tono de voz suave y cálido.
─Nunca te enviaría a una guerra perdida, Francesco. Desde que Marcelo murió, Porfirio ha estado molestando a los sicilianos en Italia. Se ha deshecho de varios de sus proveedores, por no decir todos, con mi financiación. ─Además de eso, también me envió la cabeza de su hermano como regalo atrasado de bodas. Fue gratificante. Si no hubiera sido por su avaricia, probablemente habrían ocupado lugares contrarios─. Desde hace unos meses los ha obligado a aceptarlo en su lugar, pero la verdad es que trabaja para mí. ─A pesar de que esto está partiéndome el corazón, solo que de una forma completamente diferente a cómo se está partiendo el suyo, puesto que nuestra relación ya no será la misma desde ahora, es sumamente necesario. Si Francesco no es capaz de recuperar Sicilia con lo que le estoy dando, no es un Cavalli. No es mi familia. Prefiero que muera a seguir viendo cómo vive como un débil─. Y está esperando por ti. A que retomes el control de la ciudad y de la mafia. Está dispuesto a no suministrar a Sicilia ni un kilogramo de cocaína, a matar a todo aquel que lo intente, a menos que se trate de ti. Lo único que debes hacer es recuperar el control. Enamorar a la que solía ser nuestra gente. ─Tomo su mano, fría, pálida y de dedos largos, como los de un pianista, y la aprieto─. Perdiste mi amor, Francesco, pero esta es tu oportunidad para volverte a ganar mi respeto y quizás, si lo logras, algún día pueda amarte de nuevo. ─No creo que pueda hacerlo. No creo que pueda amar a ningún hombre, a excepción de mi padre, de la manera que ellos quieren, por encima de mí misma, pero siempre puedo fingir mientras estén a mi altura, como Marcelo lo estuvo, como Vicenzo ahora lo está, y su debilidad no me cause asco. Antes de hablar de nuevo le permito ver el miedo que siento ante toda esta situación─. Si por alguna razón Vicenzo y yo no somos capaces de mantener Chicago como nuestra, necesitamos un sitio al cual poder llamar nuestro hogar. Por favor, no hagas esto más difícil para mí de lo que ya es obligándome a admitir mis sentimientos sobre los rusos en voz alta. Sabemos cuáles son.
Su expresión dura finalmente decae.
Lentamente, asiente y me lleva a su pecho, abrazándome. Dejo escapar un suspiro de alivio, puesto que realmente habría odiado drogarlo para subirlo atado a un avión, la opción si prestaba demasiada resistencia.
─Solo dame un par de días ─dice─. Y me iré.
Aunque preferiría que fuera hoy mismo, afirmo.
─Solo recuerda que en Sicilia no estaré para ocultar tus trapos sucios. ─La tensión regresa a su cuerpo─. Así que debes dejar de matar mujeres.
─Arlette ─replica casi con demasiada brusquedad, tomando mi rostro entre sus manos, su expresión sumamente seria─. Admito que no soy el mejor amante y que sí soy responsable de haber asesinado a un par, pero no fue voluntario. Me detuve apenas me di cuenta de que nada de lo que hiciera cambiaría mi comportamiento. ─Sus mejillas se sonrojan─. De la docena que le siguió, no tengo ni puta idea. He intentado atrapar al asesino para que deje de joder porque él siempre va hacia las chicas con las que salgo o hablo, pero no lo he logrado. Quiere incriminarme y no le he dicho a ninguno de ustedes porque...
─No quieres que sepas que sabes sobre él.
Niega.
─No, sospecho que él ya lo sabe ─dice─. Lo que no quiero es que sepa que ustedes lo saben, así que mantenlo en secreto. La persona que está haciendo esto quiere dividirnos de alguna manera, hacerme quedar como algo de lo que deben deshacerse, así que el hecho de que estés enviándome a otro continente puede jugar a nuestro favor. ─Desde que se fue a Sicilia no había escuchado a Francesco hablar como el viejo Francesco, como un Cavalli, por lo que la esperanza se esparce suavemente sobre mí al hacerlo─. Me quedaré un par de días para intentar descubrir quién es, pero si no lo logro... ─Toma mi mano y deposita un beso sobre ella─. Búscalo, encuéntralo y mátalo por mí. No quiero que pare de matar, lo cual hará si sabe que su táctica no está surtiendo efecto, sino que lo siga haciendo para encontrarlo y descubrir quién es y por qué quiere jodernos. A pesar de que me duele escondérselo a Vicenzo, si él sabe el asesino lo verá.
─¿Por qué?
─Porque sé que está vigilándolo. Si fuera él pensando en lo que haría yo, esperaría a que acudiera a mi mejor amigo, el hombre más poderoso en la ciudad, en lugar de a la mujer que me ha roto el corazón. Por cómo mata, sé que es un hombre y los hombres somos orgullosos.
Le sonrío.
─Excepto tú.
Se encoje de hombros.
─Vicenzo siempre me ha dicho que soy demasiado afeminado, pero creo que se debe a que sé cómo piensa el hijo de puta que está haciéndonos esto. ─Me mira fijamente─. Sea quien sea, sospecho que tiene que ver con la muerte de Iván y ha planeado nuestra caída con tiempo. ─Mi garganta se cierra cuando escucho la misma conclusión a la que yo llegué saliendo de sus labios─. Quiere destruirnos desde adentro y desde afuera al mismo tiempo. ─Afirmo, de acuerdo con él─. Algo muy parecido a tu estilo o, de cierta forma, con las mismas raíces que el tuyo. ─Vuelvo a afirmar─. Y ambos sabemos lo que eso significa, Arlette.
─Sí.
Al igual que él, quién regresará a Sicilia para enfrentar a los mismos hombres que asesinaron a sus padres, ha llegado la hora de que me enfrente a mi pasado, pero nunca, ni habiendo anticipado hace diez años que esto sucedería, que mi padre e Iván morirían, estaré preparada para ello. Mi familia es mi punto débil. Todos lo saben.
Mi madre, lamentablemente, formó parte de ella.
Casi veinte años tras su muerte, llegó la hora de cosechar los frutos de sus pecados.
Pecados que corren exclusivamente por mis venas.
*****
Ver a los rusos agruparse entre sí y hablar de sus próximas reuniones me hace pensar cuán rápido las personas se adaptan y siguen en movimiento tras la muerte, pero, sobre todo, lamentar que Iván no tuviera a nadie para extrañarlo además de sus hombres. De mí. Debido a la Bratva nunca se arriesgó a formar una familia, algo que nunca le perdonaron a Mark a pesar de ser un buen líder. Mientras que la mafia siciliana resalta la importancia de una dinastía o de un linaje, el poder de la sangre, la mafia roja lo considera una debilidad. A lo largo de los años sus reglas, al igual que las nuestras, han perdido significado, por lo que algunos de sus miembros se han casado públicamente, han llegado a tener hijos o núcleos familiares en secreto, pero al día de hoy el establecerse para ellos continúa siendo un tabú.
Una debilidad que los terminará afectando como organización.
No niego que tengan algo de razón.
Con la familia eres fuerte, pero también eres débil.
─Señora Cavalli. ─Alik, el ex guardaespaldas de Iván, se acerca a mí mientras caminamos de regreso a nuestro auto tras salir del cementerio en el que enterramos a Iván. Es pálido de una manera insana. Tampoco es atractivo. Lo que me llama la atención de él es su mandíbula cuadrada, el aura letal que transmite a pesar de no ser tan ancho como Vicenzo y la lealtad que expresó hacia su jefe caído. También el azul casi blanco de sus ojos. Siempre he encontrado graciosa su manera de tratarme, con respeto o veneración, cuando unos años atrás me amenazó con follarme después de que su hermano lo hiciera─. El nuevo jefe de la Bratva me ha pedido que le entregue esto. ─A pesar de la expresión de desaprobación en el rostro de Vicenzo, tomo el sobre que me ofrece, para alivio de Alik, a quién probablemente lo han amenazado con matarlo si no lo aceptaba. A pesar de que sé que Vicenzo no está de acuerdo con ello, la calidez me llena cuando no dice nada al respecto debido a nuestra inquebrantable norma de no contradecirnos en público, nunca, la cual yo violé esta noche al impedirle a Milad ir tras los asesinos de Iván, su orden─. Está interesado en discutir con usted el futuro de Chicago. Le ha agradado su comportamiento tras la muerte de Iván. ─Se relame los labios con nerviosismo─. Quería saber si se encuentra interesada en aceptar y verse con él en este momento, si necesita unos días para pensar en ello o si su negativa a reunirse con él es definitiva e inalterable. En memoria de Iván y de la relación que ambos mantenían, le sugiero que tome alguna de las dos primeras.
Vicenzo, a mi lado, gruñe, pero continúa sin opinar.
─¿Quién es él? ─le pregunto todavía sin abrir el sobre.
Alik señala a un hombre de cabello negro, sumamente tatuado, quién inclina la cabeza hacia mí antes de entrar en su automóvil mientras se desabrocha los botones de la chaqueta de su traje. No conozco a todos los rusos, pero sí a los más influyentes debido que estos solían ser los enemigos más peligrosos de Iván. Le devuelvo el asentimiento a Anton Kozlov a pesar de que es el probable autor intelectual del asesinato de mi fallecido socio. Después de la muerte de mi padre, en la mafia no puedes estar segura de nada, por lo que no lo etiqueto como tal.
La verdad nunca es clara, limpia o superficial.
─Necesito unos días para pensarlo ─le respondo─. Gracias, Alik.
Alik, nuevamente luciendo aliviado, afirma antes de trotar hacia dónde se encuentra su hermano y hay algunos de mis hombres descargando de su camioneta el dinero que olvidaron darnos más temprano. Nuevamente, Vicenzo no habla hasta que nos encontramos a solas en el auto, él conduciendo. Nuestros escoltas nos rodean, Luc frente a nosotros, y Flavio y Francesco están en casa desde que salimos de la Iglesia.
─Iván te dio permiso para ir por ellos antes de morir, Arlette ─dice con los dientes apretados, una de sus manos golpeando el volante con fuerza─. No entiendo por qué detuviste a Milad, pero lo respeté porque pensé que estabas en shock o atravesando una mierda así. Tu comportamiento, sin embargo, no ha sido en lo absoluto como esperaba que fuera.
Sabía que esta sería su reacción, así que me dedico a mirar por la ventana, mi barbilla sobre la palma de mi mano, mientras respondo, mi voz vacía.
─¿Qué esperabas?
─No lo sé ─gruñe─. Pero sí cualquier cosa más que silencio. Entiendo que estés asustada. ─Su voz se vuelve baja─. Pero no estás sola. Ahora me tienes a mí para cuidar de ti. Ellos deben morir. No solamente por matar a Iván, la cual ya debería ser una razón para que lo hagan porque significa que no quieren paz, sino por apuntarte. Esos idiotas pudieron matarte.
Pero no lo hicieron.
─Exacto ─lo corto─. Pudieron matarme, pero no lo hicieron, lo que significa que si no me apuntaron a la cabeza, sabiendo que resistiría al impacto de una bala en mi pecho debido a mi vestido, fue porque no tenían intenciones de matarme. Quién sabía que Iván acostumbraba a charlar conmigo fuera del alcance de nuestros guardaespaldas, también sabía de mis vestidos. ─Miro a Vicenzo─. Y al igual que pudo haber llegado a mí, también pudo haber llegado a Flavio, a Beatrice, a Francesco, a Penélope o a ti. Esta persona no solo quiere matarnos, quiere destruirnos y sabe que lo más prudente no es molestar a los que queden de nosotros con la muerte de uno de los nuestros. Es inteligente, Vicenzo, no voy a negarlo. Seguro ha planeado meticulosamente nuestra caída mientras yo estaba enfrascada en la venganza y en la Cosa Nostra. Por esta vez, matar no es suficiente. ─Me giro para extenderme y tomar su mano, apretándola mientras termina de conducir con una sola, necesitando que me entienda a través de su ira─. No solo necesitamos entrar en su juego. Necesitamos ganarlo, pero no haré jugadas que signifiquen que los míos podrían salir lastimados o que podríamos perderlo todo.
Aunque no se muestra del todo de acuerdo con ello, guarda silencio, pensándolo hasta que le encuentra sentido a todo lo que dije. Soltando mi mano para cuadrar el Cadillac en la entrada de nuestra casa, aprieta el volante con tanta fuerza que la sangre deja de ir a sus manos.
─Está bien ─dice─. Haremos esto a tu manera, pero con una condición.
─¿Cuál?
─No me dejas fuera.
─No lo haré ─le prometo─. Eres mi pieza más importante.
─Y eso significa que no irás a reunirte con Anton sola, quién podría ser el psicópata del cual hablas porque no todos tienen por qué ser como tu padre, o como tú, y esconderse tras alguien que sea una imagen. Si lo haces, te mandaré a la mierda y haré lo que considero que debe hacerse. ─Relame sus labios, su vista al frente─. Mataré a los idiotas soviéticos que ya están esperándome. Afortunadamente para mí, no en tu mazmorra. Son míos ahora.
Sonrío. Vicenzo se ha esforzado por ser digno de su puesto, así que no me sorprende que sepa el nombre del ruso que Alik nos señaló como su nuevo jefe. Por otro lado, tampoco me sorprende que haya ido en su búsqueda a mis espaldas, por lo que tampoco debería sorprenderle a Anton o a quién sea que esté moviendo los hilos. Este era una jugada que esperaba de su parte, al igual que el exilio de Francesco. Nada, para él, está marchando fuera de lo planeado, por lo que en su opinión podríamos estar distraídos pensando que esto no es más que una guerra convencional o que existe la posibilidad de continuar adelante en paz.
─Hecho.
─Con respecto a Francesco... ya sé que lo enviaste a Sicilia.
─Sí.
Asiente, de acuerdo.
─Habías tardado. ─Cuando apaga el motor, se gira para verme con algo oscuro e intenso, pero también culpable, en sus ojos negros. Al parecer algo de mí fue a él con mi sangre─. ¿Le dijiste lo que te dije que lo pondría a sí mismo de camino allá sin protestar?
─Sí. Tomé tu consejo de pésimo amigo ─respondo─. Le dije que si lo logra, lo amaré otra vez. ─Mi garganta se aprieta, mi mano en el pomo de la puerta─. Lo cual es una absoluta mentira porque los dos sabemos que no puedo amar a nadie como él y tú esperan que lo haga. ─Mis palabras lo lastiman, pero después de todas las veces que me ha lastimado pidiéndome algo que no puedo hacer, se siente justo y liberador causarle dolor, aunque no se lo merece─. Mata a los rusos, Vicenzo. Iré sola a la reunión. Dependiendo de lo que ocurra en ella, actuaremos. Por más que me duela no vengar a Iván, a quién consideraba un buen amigo, si puedo impedir que entremos en una interminable guerra que ni siquiera mi padre deseaba, lo haré.
Sin esperar una respuesta, me bajo, pero en lugar de ir a nuestra habitación me dirijo al laberinto de rosas. Me detengo bajo la cúpula, la cual ahora está rodeada por el agua de la fuente a su alrededor y cae desde el techo, mientras me abrazo a mí misma para protegerme del frío y miro hacia las luces encendidas en la parte superior del granero de Gavin, dónde ahora vive Aria, a quién tengo la tentación de ir a visitar, pero por vergüenza no lo hago.
Porque ella fue la madre que Sveta nunca fue.
La que yo nunca seré.
Y, justo ahora, quiero llorar como si fuera una niña no querida en sus brazos otra vez.
Como siempre, Arlette dejándonos con más dudas
Pero al menos nos dio algunos consejos de moda mafiosa (?)
Dedicación a de este cap a Unstoppablegirllux por su homenaje a Iván y del prefacio a MadelineBroostrek por su lindo poema del ruso jajaja
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Las amo
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