Capítulo 39:
ARLETTE:
Luego de que enviamos a Javier de regreso a casa, inmediatamente tomamos un vuelo corto a Tijuana porque no es seguro para nosotros permanecer en territorio del Cártel de Sinoloa luego de haber decidido cortar relaciones con él y no dudo que lo primero que haga Javi al encontrarse con sus hombres sea exigir nuestras cabezas en bandeja de plata, en el dado caso de que pueda hablar ya que las condiciones en las que lo dejó mi esposo no fueron las mejores y este perdió un par de dientes frontales que Vicenzo guardó para su colección personal, la cual tiene como piezas principales su fea gorra de beisbol y el cuchillo con el que cortamos nuestro pastel de bodas como sus tesoros más preciados.
Durante el trayecto no solo viajamos con Gavin y con nuestros hombres, sino también con Porfirio y algunos de sus chicos. A diferencia de lo que fue nuestro aterrizaje en Sinaloa, rodeados de una hermosa vista y vegetación, en Tijuana somos recibidos por suelo inerte y gris producto de las detonaciones de mis más recientes adquisiciones en el mercado negro gubernamental al que no todos tienen acceso. También por varias hileras de hombres llenos de carbón y sangre que silban y gritan palabras obscenas en español cuando, tras un suspiro de mi parte, nos bajamos en la pista de la base que hasta hace poco perteneció a su amigo. Sus expresiones de alegría y victoria me hacen desear que todo fuera tan fácil en Chicago, en Sicilia o en cualquier conquista futura.
Si el manejo de mi hogar consistiera en asesinarlos a todos y adueñarme de sus territorios, ya la ciudad sería completamente mía, pero a estas alturas ya todos sabemos que es mucho más complicado que eso, el manejo de la familia, al igual que lo es un matrimonio dentro de la mafia.
Nadie puede negar que sea una mujer fuera de lo convencional, la excepción a la regla que se hizo a sí misma, pero no puedo evitar sentirme agradecida cuando Vicenzo me cubre con su cuerpo de camino a Hernán, el líder del Cártel de Tijuana que tomó la decisión de unirse al Cártel de Jalisco para recuperar el control sobre sus rutas y convertirse en una de las partes que forma el Cártel de Tijuana Nueva Generación. Con respecto a ellos, estoy segura de que una vez saquen al Javier del panorama se comerán entre sí y que para entonces este, si no está muerto, o alguien más usará eso a su favor, pero aunque nunca pensé que vería el mundo de esta manera, debo admitir que en ciertos casos visualizar el futuro es un obstáculo y lo que importa es el aquí y ahora.
Aquí y ahora no puedo permitir que los rusos sigan generando ingresos.
Una guerra no solo se trata de sangre.
Se trata de dinero. Se trata del hambre que pasarán sus hombres en sus escalafones más bajos, quizás llevando el asunto a una revuelta ya que de nada sirve tener las mejores armas del mundo si no tienes a nadie dispuesto a manejarlas, y de pérdida de influencias.
De poder.
En mi juego no solo asesino a mi víctima. La arrincono. La destrozo y luego, si su vida no vale nada, la tomo. Mariano Borgetti me sirve todavía respirando porque es un ejemplo de lo que le pasará a mi propia gente si me desobedece. Javier Rodríguez a partir de ahora cumplirá la misma función con mis socios en todo el mundo, los cuales no dudo que le darán la espalda a la Bratva luego de oír las repercusiones que su comportamiento tuvo y a pesar de haber estado acostumbrados a trabajar con ella porque hasta hace poco Iván todavía vivía y la paz reinaba entre nuestros respectivos reinos. Tras contemplar los escombros de lo que antes era la estructura militar del Cártel de Sinaloa, llevo mis ojos al rostro arrugado de Hernán Castilla. A pesar de que me recuerda a Fósil debido a su edad, las similitudes mueren con su vejez. Su tez es morena, sus ojos marrones son saltones y viste prendas con las que nunca lo identificaría como el líder. Vaqueros sucios, una sudadera bajo un chaleco de pesca y zapatillas deportivas viejas.
No lo parece, pero años atrás este hombre gobernó el crimen en su país.
Luego vinieron los Cárteles de Sinaloa y Jalisco y le arrebataron su corona. A su edad ya debería haberle pasado el mandato a su hijo o a su nieto, pero en su lugar está aquí, frente a mí, y eso hace que le tenga cierto respeto a pesar de que es la viva imagen de la decadencia y la terquedad. No importa los años que tenga ahora, no se rinde, no renuncia a su sueño de volver a ser el jefe de todos y de todo y haría lo que fuera por lograrlo, sin cuestionarlo o desaprovechar la oportunidad, como aliarse con una red de criminales sin escrúpulos de ningún tipo.
Como vender su alma al diablo.
No tiene los mismos proveedores de armas que Javier o es tan sanguinario como sus socios temporales, así que no debería ser un problema negociar con él. Cuando sus ojos se concentran en mí, renuncio a la protección del cuerpo de mi esposo y lo enfrento ladeando la cabeza hacia los escombros sin importar que también haya venido a reunirme tanto con él como el Cártel de Jalisco, los cuáles dudo que tengan el suficiente coeficiente intelectual como para permitirse intercambiar palabras conmigo o que me interese en nuestra charla.
Como dije antes, son animales.
Solo que a veces es necesario hacer tratos con animales, pero no puedes cometer el error de pensar que estos durarán para siempre.
─¿Damos un paseo?
El español no es mi especialidad. Sin embargo, él asiente luciendo como si se hubiera sentido decepcionado de no haber recibido esta invitación de mi parte. A diferencia de los otros hombres aquí, su mirada no es perversa hacia mí y no se encuentra nublada por la sed de sangre o reconocimiento ya que la mayoría de los capos mexicanos cometen el error de jugar a quién orina más lejos que los demás sin considerar que en el proceso de ser el ganador, dicha orina los puede salpicar.
Si alguna vez Hernán fue uno de ellos, eso quedó atrás.
Cuando avanzo hacia él, quién se aleja para que lo siga, Vicenzo toma mi brazo. Al girarme hacia él, encuentro sus ojos oscuros y mordaces, pero este no es otro de sus estúpidos episodios de posesividad. Salpicado de la sangre de Javier como está, se ve genuinamente preocupado de lo que pueda llegar a pasarme si nos separamos.
─No sé si los hombres del Cártel de Jalisco vean bien que hables con él a solas ─dice, en lo que no se equivoca en lo absoluto.
Le sonrío mientras deshago su agarre sobre mí.
─Para eso te tengo a ti. ─Coloco una mano sobre su mejilla por un breve instante. Lo suficiente para causar que esta se sonroje y su mandíbula se apriete. Ha estado comportándose extraño desde la muerte de Luc: como si le enojara más que nunca la manera en la que su cuerpo reacciona al mío, pero los dos sabemos que ese es un sentimiento inútil. Ya es demasiado tarde para nosotros─. Distráelos. Son de tu tipo.
Vicenzo se cruza de brazos.
─¿Eso qué significa?
Un montón de adjetivos pasan por mi mente. Escojo con el que menos podría sentirse insultado ya que no quiero lastimar su ego cuando se supone que está a punto de enfrentarse a un montón de hombres como él o inclusive peor ya que su reputación los precede de la peor de las maneras. Son como los Ambrosetti de México y tomando en cuenta que aquí todos son viles asesinos que derraman sangre como si se tratase de agua, eso es bastante decir. Me temo que aquí la muerte tiene competencia, aunque también la ventaja de que nadie se esperaría que un capo italiano fuera tan sangriento como él lo es. Como ellos lo son.
─Son violentos ─susurro, ampliando mi sonrisa cuando una idea que sé que le gustará y que matará su ceño fruncido pasa por mi mente─. Puedes enseñarles los dientes de Javier. Les gustará oír cómo los conseguiste. Porfirio irá contigo y te ayudará a traducir si hace falta para que no se pierdan ninguno de los detalles. ─Ante su falta de respuesta, lo miro por debajo de mis pestañas, aleteando estas hasta que la tensión desaparece de sus hombros─. Por favor, me ayudaría que lo hicieras.
A pesar de que veo cómo lucha para que lo que le digo no lo anime, sus ojos negros brillan y termina retrocediendo mientras asiente, caminando luego hacia las carpas militares en los que los capos se encuentran. En estos momentos no puedo evitar recordar al niño que tenía como pasatiempo favorito lastimarme mientras jugábamos a cualquier cosa y al mismo tiempo impedía que otros lo hicieran. Ya a solas, aunque mis escoltas se mantienen a una distancia prudente, empiezo a caminar con Hernán hacia la vieja estructura que quedó tras el bombardeo, apreciando sus restos y el hecho de que yo los conduje a ello sin a penas esfuerzo. Al encontrarnos lo suficientemente lejos de los demás, cerca de varios ductos que pertenecían al sistema de drenaje, me detengo.
─En el momento en el que recuperen por completo Tijuana del Cártel de Sinaloa, Los Mata Zetas borrarán de la imagen a ti y a los tuyos. Su alianza tiene fecha de vencimiento y esta está ligada a la muerte de Javier Rodríguez ─susurro mientras me arrodillo cuando algo llama mi atención, tomando un trozo de camisa roja entre mis dedos que parece desgarrado y mirándolo con el ceño fruncido ya que es imposible que el haya sobrevivido a lo que pasó aquí sin perder nada de su color.
Vino después.
Hernán se detiene junto a mí con las manos en los bolsillos.
─¿Crees que no lo sé, mujer? Eso lo he sabido desde que hicimos ese estúpido acuerdo. No es nada nuevo ─responde en torpe inglés, el cual no entendería si no lo hablara de forma pausada y en tono claro y fuerte.
Me incorporo, escondiendo lo que encontré en un puño en mi mano.
─No, sé que lo sabes, pero también sé que no sabes qué hacer al respecto, pero te puedo ofrecer una buena salida. Una que involucra que tanto tú como los tuyos vivan. ─Llevo mis ojos a los suyos─. Entrega tu poder voluntariamente ahora. Deja que se maten entre ellos y cuando estén en su punto más débil, cuando ya no tenga que pelear con la Bratva, Porfirio y yo te ayudaremos a recuperar tu legado si te conviertes en nuestro socio, pero eso no podremos hacerlo si mueres.
El narcotraficante palidece ante mis palabras, negando mientras retrocede y me ve como si fuera una demente, lo cual odio.
─Estás loca si piensas que voy a confiar en ti y entregar todo tan fácil.
─De nada sirve tener una corona si no tienes una cabeza sobre la cual ponerla.
Vuelve a negar.
─Si me pides que mate por ti si matas por mí como lo hiciste hoy, lo haré, pero no me puedes pedir que renuncie al poco poder que me queda después de todo lo que hice para obtenerlo y mantenerlo con el paso del tiempo. No es justo para un anciano como yo y a mi edad la vida ya ha puesto la cantidad suficiente de mujeres manipuladoras frente a mí como para que sepa cuándo estoy ante una. ─Su mandíbula se aprieta. Mi atención, sin embargo, se desvía a otro trozo de tela roja cerca de uno de los tubos del drenaje. Uno lo suficientemente grande como para esconder a una persona pequeña o para que ella misma se esconda ahí. La piso con la suela de mi zapato sin que se dé cuenta, relamiendo mis labios y llevando su atención ahí ya que a pesar de que podría no dejarse llevar por mi feminidad, es hombre─. A menos que cualquier trato que me ofrezcas involucre a tus aviones y las cabezas de mis enemigos en bandeja de plata, a cambio de mi lealtad incondicional, no lo escucharé.
Asiento, en acuerdo.
─Bien.
─¿Bien? ─pregunta─. ¿Qué quiere decir bien?
─Que yo solo mato así por un determinado número de personas y que tú no te encuentras en ellas. No podría importarme menos lo que pase contigo o con cualquiera de los cárteles siempre y cuando haya alguno de ustedes al que pueda engatusar ─respondo─. Puedes irte ahora.
Hernán me mira como si no entendiera lo que acabo de pasar.
Le hago una seña a mis hombres para que se adelanten. Ellos lo hacen y él finalmente retrocede en dirección hacia las carpas de los Mata Zetas.
─Loca ─sisea, a lo que mis labios forman una mueca.
Si no estuviera interesada en no llamar la atención, lo haría pagar por llamarme así. Siento una punzada en el pecho, como una puñalada, cuando inconscientemente veo entre mis escoltas y no veo a Luc, el único en el que confiaría para la tarea que voy a llevar a cabo a continuación, por lo que declino la idea de pedir ayuda a los hombres que vienen conmigo en este momento y con los que no me siento relacionada de ninguna manera hasta el momento. Tras asegurarme de que Hernán se encuentra lo suficientemente lejos, camino hacia el drenaje.
Me arrodillo frente a uno de los ductos metálicos que la componen.
En él, un pequeño niño de piel pálida, ojos y cabello negro, en desnutrición y con evidentes signos de maltrato me devuelve la mirada. Al verme traga y esconde su rostro entre sus rodillas sobresalientes, temblando con tanta fuerza que podría partirse en dos. En esa posición me ofrece un rápido vistazo antes de volver a ocultar su cara, como si viera el monstruo en mi interior tan bien como lo hago yo en mi reflejo.
Cuando lo vuelve a hacer, tengo mi dedo índice presionado contra mis labios. Ante sus atónitos ojos de ardilla ampliándose, llevo mis manos a una de mis orejas y me quito uno de mis aretes, ocultando mis movimientos de la vista de los demás al realizarlos de manera delicada.
Como si él no existiera, me incorporo y me vuelvo a mis hombres.
─Perdí uno de mis diamantes en el avión. Encuéntrenlo ahora, antes de que me reúna con los miembros del cártel, y yo seguiré buscando aquí. Al que lo halle para mí, le duplicaré su valor en efectivo al llegar.
Ellos obedecen al instante, corriendo hacia el jet.
Dándome el suficiente espacio para actuar.
*****
Cuando regresamos a Chicago el clima es tan frío que incluso bajo un abrigo mi cuerpo se estremece. Dormimos durante el vuelo, así que no me siento cansada de ninguna manera. Nos fuimos por un día entero, así que es de día, por la mañana, cuando ponemos un pie en la pista del aeropuerto privado y nos dirigimos a las Range Rover esperando por nosotros para llevarnos a casa. De camino allí me encargo de completar los preparativos tanto para el funeral de Luc, hoy mismo, como para la fiesta de diamantes Cavalli en una semana ya que por más que su ausencia nos duela, Chiara sigue desaparecida y en manos enemigas.
Llegamos a nuestro hogar al mismo momento que Pen baja las escaleras de él en dos en dos y tanto Flavio como un par de nuestros hombres la esperan en la entrada. Vicenzo se paraliza al verla. Yo también, tan solo un poco. Lleva un vestido de margaritas bajo un abrigo blanco y su cabello ha dejado de ser lila. Tampoco usa maquillaje, solo labial rosa. Lleva un par de botas en los pies y se ve tímida y sonrojada, nerviosa.
Esta es Penélope Ambrosetti.
Decepcionante, pero genuinamente ella.
No la mala copia de los Cavalli en la que se había convertido.
─Pen ─murmura él, casi sin respiración, rodeándola con sus brazos cuando su hermana se detiene frente a nosotros─. Te ves bien. ─A pesar de su cumplido, su frente se arruga cuando detiene su mirada en la mochila amarilla colgando de su hombro─. ¿Vas a algún lado? ─gruñe, interponiéndose en su camino hacia la puerta─. Sé que es difícil de comprender, pero habíamos llegado a un acuerdo y creí que lo acatarías. Es por tu seguridad. No puedes olvidar que estamos en guerra.
Penélope lo mira, tragando antes de hablar.
─No lo hago. Nadie que pertenezca a esta familia podrá olvidarlo hasta que Chiara esté de nuevo con nosotros. ─Ajusta la correa sobre sus hombros─. Pero mi papel en esta guerra no en mi habitación, V, sino en la escuela. No puedes aspirar a que no quede a merced de un idiota del Outfit y que mi único destino sea casarme con uno de ellos en nombre de nuestro apellido si ni siquiera termino la escuela ya que estoy segura de que los rusos no serán el único enemigo al que nos enfrentemos y de que mi seguridad siempre estará en riesgo independientemente de lo que haga o de lo que deje de hacer porque compartimos la misma sangre.
Vicenzo me mira, realmente enojado.
─Es tu culpa que me desafíe. Esta no es ella.
Me encojo de hombros, fingiendo desinterés mientras salgo de mi abrigo. Cuando separo los labios para hablar ya que nadie dice nada y Vicenzo ha empezado a avanzar hacia mí, Penélope se pone entre nosotros.
─La cosa es, Vicenzo, que deberías estar feliz de que te desafíe ─gruñe ella, empujándolo lejos de mí. Su hermano se mueve hacia atrás más por la impresión de sus acciones que por otra cosa ya que Penélope está, de alguna manera consciente o no, defendiéndome─. Porque si no lo hago y dejo que tomes cualquier decisión por mí, aún si esta es equivocada e irracional, nada garantizará que el día de mañana deje que alguien más lo haga. Alguien que quizás no me ame como tú lo haces y solo quiera lastimarme. No apagues mi voz hoy si deseas que mañana tenga una.
Tras oír sus palabras, los hombros de Vicenzo se hunden.
Por la manera en la que la ve, con dolor y nostalgia, sé que se acaba de dar cuenta de que su hermanita finalmente ha crecido y que ya no lo necesita de la manera en la que lo hacía antes, así que ya nada será lo mismo. Le ofrezco una mirada de reojo a Flavio, quién mira a Penélope con una extraña mezcla de emociones, antes de continuar concentrada en los hermanos Ambrosetti. Debido a lo familiarizada que me siento con Vicenzo, llevo un par de píldoras a mi boca y las trago sin agua.
─Lo siento, Pen. Solo estaba preocupado por ti.
Sus ojos grises se llenan de lágrimas que afortunadamente no derrama.
─La próxima vez podrías simplemente duplicar mis escoltas.
─Triplicar ─murmura él, atrayéndola a su pecho por un abrazo que Pen corresponde, a lo que tanto Flavio como yo apartamos la mirada y volvemos a nuestros respectivos asuntos porque son demasiado cursis y la emoción de su discusión ya ha pasado, pero en el proceso de hacerlo nuestros ojos azules se cruzan y una voz me recuerda que tengo una charla pendiente por él de la misma naturaleza que he estado postergando por demasiado tiempo porque no estoy lista para dejarlo ir como de alguna manera Vicenzo ha dejado ir a Penélope.
Y no creo que alguna vez vaya a estarlo.
Ni a él ni a Beatrice o a algún integrante de nuestra familia.
Todos me pertenecen.
******
El funeral de Luc está lleno de miembros de la mafia siciliana. Hether no quiso abandonar el hospital o a su hija, lo que dijo que Luc habría entendido, así que Vicenzo y yo estamos a cargo de él y de Matteo. No le decimos al chico directamente que su padre ha muerto, pero este lo asume manteniéndose cabizbajo y triste todo el tiempo dentro de su traje negro. Beatrice siempre lo acompaña y sostiene su mano, viéndose igual de apagada debido a la muerte del padre de su mejor, por no decir único, amigo. La ceremonia es celebrada en la Iglesia de nuestra gente y él es enterrado en el mismo cementerio en el que Chiara y mi madre se encuentran. Cuando todo termina y su urna se encuentra llena de flores, limpio las lágrimas que se escapan fríamente de mis ojos y dejo tanto a Matteo como a Beatrice con Fósil y Petruskha para que regresen a casa con Flavio y Penélope ya que los dos lucen exhaustos por todo esto.
Vicenzo y yo, en cambio, nos dirigimos al sótano de Marcelo.
El nuevo patio de juegos de la muerte.
─¿Cuándo crees que puedas empezar? ─le pregunto a mi esposo mientras tomo asiento del lado opuesto al suyo, lo cual en esta ocasión no se encuentra en el sitio en el que suelo estar yo.
Porque aquí, en este agujero infernal que por más que se limpie y se desinfecte siempre olerá al hierro oxidado de la sangre, él será el jefe.
─Diría que hoy mismo, pero el manejo de las apuestas requiere que sea cuidadoso ─responde─. Así que unos días después de la fiesta de diamantes Cavalli. También debo trabajar en nuestra seguridad en ella. ─Sus ojos se suavizan─. ¿Estás segura de que quieres hacerla? Podríamos llevar a cabo todo lo que quieres sin ella. No es necesaria.
─No, sí lo es. ─Mi mentón se vuelve de piedra─. Porque mientras ellos entierran a sus muertos, yo estaré celebrando con los míos.
Vicenzo no prosigue con nuestra conversación hasta que se levanta y se sienta en el borde del escritorio, arremangando su camisa negra y mirándome fijamente al rostro por unos segundos antes de hablar.
─Invitarlos es un movimiento arriesgado.
─Los Cavalli nunca hemos temido a nuestros enemigos.
─No, pero sí los han respetado y si mal no recuerdo estabas asustada luego del asesinato de Iván. Lo sé porque te abracé tras él y sentí la fuerza con la que tu corazón golpeaba contra tu pecho y el mío. ─Tras unos segundos de duda, finalmente suelta lo que pasa por su mente─. A menos que nunca se tratara de los rusos, sino de ti y de tu madre. De aceptar que por más que desees que no sea así, el enemigo es tu legado. ─Debería desviar la mirada y negar todo lo que está diciendo, pero no lo hago. Debería ordenar que se calle, pero no lo hago. Lo que quiere decir necesita ser dicho en voz alta─. Lo sé todo, Arlette, sobre ti.
─Vicenzo...
Empiezo a levantarme, pero me empuja hacia mi silla.
Me mantiene ahí presionando sus manos contra mis hombros.
─Lo sé sobre ella y tú ─murmura─. Sobre la maestra. Sobre tus lazos llenos de sangre. Sobre tu miedo a convertirte en Sveta para Chiara. ─Traga antes de proseguir─. Y ahora también sé que nunca me mentiste cuando me hiciste entender que sería tu primer hombre, que Marcelo no estuvo contigo hasta que me fui de Chicago y que siempre tuviste razones para odiar a tu madre. ─Ahora es Vicenzo quién aparta sus ojos de mí, incapaz de mirarme─. Lamento nunca haberlo visto.
Sin poder resistirlo más, me levanto.
Tomo su barbilla en mi mano y lo obligo a verme.
A que deje de mirarme a mí con lástima o con compasión ya que ninguna de las dos arregla nada. Ninguna de las dos tiene el poder de retroceder en el tiempo y cambiar lo que pasó. Tomando en cuenta que a raíz de ello todo lo que acontece hoy en día no lo haría, creo que me sacrificaría a mí misma para que a sí fuera. Al menos hasta el día anterior a la muerte de mi padre. Entonces tanto él como Constantino y Luc vivirían. Moses. Beatrice. Mi camino y el de Vicenzo nunca se habrían separado.
Chiara no existiría.
Otro sacrificio que no dudaría en hacer tanto por su bien como por el mío.
─Nunca he sido, ni seré, una víctima ─le dejo en claro, mi voz ronca debido a mi garganta apretada─. Mi hija tampoco lo será, así que podemos dejar de perder el tiempo pensando en el pasado y enfocarnos en lo que en este momento sí merece nuestro interés. ─Doy un paso atrás─. Ya que mi madre perdió el mío a penas dejó de respirar.
Vicenzo asiente hacia mis palabras a pesar de no verse convencido.
─Aún así, lo siento.
Niego, restándole importancia.
Siempre estuve destinada a pertenecerle.
También siempre supe que cuando finalmente sucediera, sería malo porque Vicenzo nunca ha escondido su naturaleza, ni la cambiará, pero aún así sería el sitio más seguro tanto para mí como para la humanidad en general en el que alguien como yo podría terminar.
Junto a otro monstruo.
*****
Desde que mi mamá se fue, los días han sido buenos. Papi sonríe más e incluso se toma más tiempo que antes para jugar conmigo aunque ahora mismo esté ocupado. La casa es silenciosa y tranquila. El único que parece extrañarla es Francesco ya que solían pasar mucho tiempo juntos en la tarde. Antes creía que era porque ella lo quería, pero luego me di cuenta de que solo estaba quitándome al único niño, mi primo, que era amable y lindo conmigo.
Condenándome a Vicenzo.
─No ─gimo, cansada de que no entienda que las piezas de nuestro rompecabezas deben estar perfectamente ordenadas en hileras para que se nos haga más fácil identificarlas. Me cruzo de brazos, molesta, ya que otra vez ha puesto una que no encajaba de manera desordenada. Estamos jugando en mi habitación. Francesco se encuentra con papá en el sótano y Aria fue por nuestras meriendas─. No quiero jugar más contigo. ─Me levanto─. No sabes armarlo. Vete.
Vicenzo se controla cuando está con nuestros padres, siendo un niño bueno, pero cuando estamos a solas es casi tan malo conmigo como mamá. Se levanta, al igual que yo, y arroja todas las piezas al suelo y nuestro corto progreso en una hora, porque en todo este tiempo no ha dejado de pisar mis pies por debajo de la mesa o de pellizcarme, se va.
Chillo.
Él cubre mi boca con su mano, la cual muerdo.
Lleva la otra a mi cabello y tira de él hacia atrás, lo que me duele y trae lágrimas a mis ojos porque me recuerda a Sveta.
Yo hago lo mismo con el suyo.
De alguna forma terminamos sobre la alfombra, peleando con rasguños de mi parte y llaves de la suya y llorando por lo mucho que odiamos estar juntos y nuestros padres continúan obligándonos a vernos como si nos gustara. Como si me gustara que me hiciera sangrar o a él que yo le hable mal porque a veces las palabras simplemente vienen a mi mente y no puedo evitar decirlas a pesar de que sé que lo lastiman y no todo el tiempo quiero hacerlo.
Estúpido, dicen las voces.
Bobo.
Tonto.
Tiene un bonito cabello.
─¡Arlette! ─grita cuando lo muerdo en el estómago, a lo que responde presionando mi cuerpo boca arriba contra el suelo─. Te mataré ahora. No me voy a casar contigo nunca. Eres fea y ni siquiera tienes tetas. No quiero que seas mi esposa y no quiero volver a verte nunca más.
No puedo evitarlo. Río cuando me aplasta y lleva sus manos a mi cuello ya que no me aprieta tan fuerte y eso lo enoja. Su rostro está tan cerca del mío que puedo ver cada centímetro de él. Las hebras de su cabello blanco me hacen cosquillas en la nariz. A pesar de que lo detesto y deseo que se vaya de mi habitación, no puedo evitar estar de acuerdo.
Tiene un lindo cabello.
─¡Santo Dios, niños! ─grita Aria desde la puerta, dejando caer la bandeja con nuestras galletas y avanzando hacia nosotros. Se cubre la boca al ver nuestro aspecto desarreglado─. ¿Qué estaban haciendo?
Ya separados, nos miramos antes de responderle a su madre.
─Nada ─decimos al mismo tiempo.
Hola. Espero que estén bien. De verdad últimamente he vivido tantas emociones fuertes que a penas puedo creer que haya podido sobrevivir. No solo anuncié la publicación de Arlette, también me reuní con una de ustedes y fui sorprendida por el Fandom más bonito de Wattpad y de la vida con una nueva bb para escribir. Gracias por existir, de verdad
Este capítulo se lo dedico a todas ustedes
Nos leemos pronto. Amé hacer maratón de Vólkov, pero los siguientes capítulos me los tomaré con calma porque ya es el final de A y V (al menos de sus libros) y no quiero decepcionarlas ya que sé que sus expectativas son altas
Love u
(Más tarde puede que haga live en Instagram para hablar de todo lo que han sido los últimos días para mí con ustedes)
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