Capítulo 30:
VICENZO:
Nunca antes había entrado en la oficina de Arlette, antes de Carlo, y me había sentado del otro lado del escritorio en el que no va el invitado hasta hoy, pero no voy a pedirle a mi delirante esposa que se haga cargo de las finanzas y pendientes de su cargo como casseto cuando estamos atravesando una situación en la que existe más de un cincuenta por ciento de posibilidades de que su hija esté muerta. Por mucho que lo odie, me tomo una pausa para planear nuestro próximo movimiento en lugar de seguir dando pasos en falso mientras me hago cargo de sus responsabilidades en ese ámbito. Flavio, que sabe sobre ello, me ayuda sentado en uno de los sofás de la habitación con un portátil reposando en su regazo. Cuando alguno de nosotros no está al pendiente de su hermana y de sus acciones, de que esta no se delate a sí misma, lo está Fósil y, como ahora, Luc.
Si esto fuera un juego de ajedrez, ahora mismo sería un rey tratando de recuperar a su reina mientras continúa con la partida con ella deshabilitada. Tamborileo mis dedos sobre la madera mientras hago un recuento de lo que ha pasado en los últimos días, evaluando la situación una y otra vez en mi cabeza en un intento de pensar como lo haría mi esposa.
Les quitamos sus dinero.
Sus armas.
Sus hombres.
Los rusos, sin embargo, continúan llegando y ansiando más pelea. No se han rendido incluso cuando les hice saber que su exterminio no acabaría pronto. Bartolomé ha venido más de una decena de veces a rogarme parar ya que ha sido amenazado con un juicio en una corte marcial si no detiene la masacre en Chicago ya que está atrayendo demasiada atención y la atención significa preguntas que nadie quiere responder, pero mi respuesta sigue siendo la misma. Mientras el idiota no dé el paso de cerrar cualquier acceso de los nuevos rusos a la ciudad, seguiré enviando a los míos por ellos.
Ben, el jefe de la policía de Chicago, me ha ofrecido su ayuda varias veces y la de alguno de sus hombres, entre ellos el padre de Kai y Emi, pero lo que ha pasado en los últimos días es tan feo que ni siquiera pienso en involucrarlo, lo cual cambia hasta que escucho la voz de Flavio después colgarle. Este se levanta y deja la computadora caer sobre el sofá como si ya no le importara lo que estaba haciendo ahí, ni su valor o la tarea que desempeñaba. Las ojeras bajo sus ojos son grandes y profundas, contrastando con su piel pálida.
Sus irises azules están llenos de determinación.
─¿Arlette se convenció a sí misma de que Chiara no está muerta o le dijiste algo?
Niego.
─Acordamos no decirle nada.
Ninguno de mis hombres, tanto de la mafia siciliana como mercenarios contratados, ha dejado de buscar a mi hija ya que decidimos mantener el envío del cuerpo en secreto en el caso de que todo haya sido un montaje para desestabilizar a mi esposa, lo cual los imbéciles lograron. Sin embargo, al igual que Flavio me niego a ser responsable de darle esperanzas solo para arrebatárselas más tarde. Como dijo, Chiara está muerta hasta que se demuestre lo contrario. Flavio se acerca y presiona las palmas de sus manos contra la mesa, inclinándose hacia mí como si fuera a besarme.
─La mente de mi hermana está fracturada ahora mismo, pero su inteligencia sigue ahí. Si llegó a esa conclusión fue porque notó algo que nosotros no ─dice─. ¿Puedes repetirme, sin detalles mórbidos e innecesarios, lo que dijo?
A pesar de que su manera de dirigirse a mí me hace fruncir el ceño, lo hago.
─Mencionó que ella no creía que fuera Chiara porque el bebé que trajeron tenía los labios cerrados y su hija no se habría ido sin luchar. ─Hago una mueca al recordarlo─. También dijo... dijo que podría ser una trampa de los rusos para hacerla creer que sí lo está, pero es consciente de que si fueron capaces de matar a otro bebé, son capaces de matar a su hija también.
Flavio se tensa, sus pupilas dilatándose como si acabara de drogarse.
─¿Algo más? ─insiste.
Afirmo.
─También dijo que debíamos ponernos en contacto con la madre del bebé porque era una tortura cruel que no supiera donde está enterrada su... ─Mi voz se desvanece al entender. Flavio retrocede con una sonrisa oscura en su rostro de serpiente venenosa─. Si no es Chiara, la bebé que usaron es su cabo suelto. Otro además de lo que sea que vayan a hacer con el lote de armas y su movimiento por Chicago. ─Luc ha estado al tanto de ello, esperando que se corra la voz de su venta, al igual que Fósil, pero mientras tanto he puesto a nuestros hombres a investigar a través de cada cámara en esta maldita ciudad quién los tomó y a dónde lo llevaron porque estoy seguro de que no se encargaron de cada una de ellas─. No es una certeza, pero es algo. Sin embargo, no voy a alimentar las esperanzas de tu hermana hasta tener a Chiara en mis brazos de nuevo. No creo que resista a perderla dos veces.
Flavio asiente.
─¿Cuántos bebés de cuatro meses podrían haber desaparecido y fallecido en Chicago? ─pregunta─. Porque estoy seguro de que si tenía los labios cerrados era porque ya había muerto. No hay sedantes para calmar la agonía de morir en el fuego y dudo mucho que después de lo que hemos hecho, se tomaran la molestia de matarla antes de enviarla a las llamas. Las pruebas de ADN con el dedo dieron positivo, pertenece a mi sobrina, pero podría no ser ella. Quizás solo querían ganar tiempo y derrumbarnos por un momento antes de ofrecer algún tipo de negociación y hallarnos más receptivos debido a que ahora sabemos lo que se siente perder contra ellos teniéndola en su poder.
Mis manos se aprietan en puños.
─Todavía le arrancaron un dedo.
La expresión de Flavio se vuelve sombría.
─Por eso pagarán, pero mejor un dedo y no la vida... o la inocencia.
Por mucho que me cueste hacerlo porque aun con solo la pérdida de un dedo eso significa que Chiara está en algún sitio sufriendo, le doy la razón.
─Llamaré a Ben.
Tomo mi teléfono para marcar su número o enviarle un mensaje para que nos veamos en algún lugar en el que pueda pedirle acceso a los registros de servicios sociales y de denuncias policiales, pero el sonido de aullidos provenientes del jardín trasero hacen que me levante y me apresure con Flavio hasta el sitio, mi corazón bombeando con fuerza contra mi pecho mientras me imagino los peores escenarios. Cuando llego ahí, sin embargo, mi abdomen se contrae con una mezcla de emociones, entre ellas excitación y temor a que todo esto termine saliéndose de control de una manera que no podré manejar por acostumbrado que esté a manejar sus desastres.
Arlette está montando a Kazán, el semental que ha estado domando, con su ropa usual para domar a sus caballos: vaqueros oscuros ceñidos, botas y una camisa blanca de botones bajo un abrigo negro, un casco cubriendo la parte superior de su cabello atado en una apretada y tirante cola de caballo.
Si no detallas mucho en la imagen, todo está bien.
Pero si lo haces...
Solo hay dos problemas con ello.
Uno, Arlette nunca monta a caballo, solo los hace mansos.
Dos, en lugar de trotar sobre la tierra, Kazán está preparándose para pasar sobre una hilera de hombres atados uno junto al otro mientras Arlette tira de sus riendas, pero no son cualquier grupo de hombres. Son nuestros hombres. Los hombres que estaban presentes, cuidando el granero, cuando Chiara fue secuestrada. Algunos de ellos ya se han orinado encima debido al miedo y otros la maldicen con la misma pasión con la que antes la idolatraban. Troto hacia donde Luc se encuentra para sacar la mierda fuera de él por permitir que esto sucediera, ya que lo dejé a cargo de Arlette, pero niega cuando lo alcanzo, tragando y sin poder despegar la mirada de mi esposa.
Si no me agradara, lo mataría.
Un año atrás lo habría hecho.
─No puedo contradecirla frente a todos y tú tampoco ─dice, sonando en conflicto con ello ya que son sus chicos los que están ahí, pero su lealtad está con mi esposa─. Eso solo le hará saber a todos su estado actual y la voz se correrá, por lo que podríamos tener un conflicto a interno al mismo tiempo que batallamos contra la Bratva y eso es lo último que necesitamos.
─Debiste llamarme ─siseo en respuesta.
Niega.
─Ya era demasiado tarde y, si lo piensas bien, Arlette tiene razón al matarlos y todos lo saben. Permitieron que se llevaran a Chiara. Si lo deja pasar, nuestros hombres no se tomarán en serio el trabajo de cuidar a un Cavalli.
Como si oyera las palabras de Luc, su justificación para el terrible acto que está a punto de cometer, Arlette escoge ese momento para azotar a Kazán, un chasquido que rompe el silencio en el jardín, y hacer que este trote furiosamente sobre sus cuerpos mientras mantiene un perfecto equilibro sobre él, su expresión indiferente a sus gritos, rezos y a los sonidos de huesos rotos y carne siendo aplastada bajo sus pezuñas. Es como si ambos estuvieran en su habitad natural al pasar una y otra vez sobre ellos mientras espera que alguno admita haberse llevado a su hija o haber visto quién lo hizo, lo cual les pregunta una y otra vez mientras la sangre salpica su ropa, sus extremidades y su rostro. Cuando todos ellos agonizan, hechos masas sangrantes que todavía respiran por piedad o castigo de Dios, Flavio se acerca con un cuchillo y se inclina sobre cada uno de ellos.
Con la misma indiferencia de su hermana, rebana sus gargantas.
Al final del día siempre será un Cavalli.
Ya hay una fosa común para ellos, para que se conviertan en abono para los rosales del laberinto, y sus cuerpos son arrastrados hacia ella por sus compañeros. El ambiente es tenso y pesado ya que seguramente no habían sido conscientes del riesgo de fallo de su trabajo hasta ahora, pero Arlette permanece ajena a ello mientras se baja de Kazán y lo alimenta con unas cuantas manzanas que saca de su cinturón, sonriéndole de oreja a oreja mientras acaricia su melena con suavidad. La contemplo mientras termina, indicándole a dos de sus hombres que le den un baño, y se acerca a mí con una sonrisa suave adornando sus labios, lo que es bastante macabro cuando el fondo tras ella está lleno de sangre y cuerpos esparcidos por doquier.
En nuestro maldito jardín.
─Cariño ─susurra antes de juntar sus labios con los míos, llenando mi rostro de sangre en el sitio en el que me besó─. Sabes que debe haber un traidor entre nosotros, ¿no? No podemos simplemente omitir ese hecho.
Asiento.
Tengo una erección, no lo voy a negar, pero sigo sin contemplar a Arlette como una opción viable para deshacerme de ella y por mi mente ni siquiera pasa la idea de recurrir a una prostituta. Supongo que me masturbaré más tarde en algún momento. Estoy malditamente caliente por lo que acabo de ver y asustado como la mierda por haberla escuchado llamarme cariño, lo cual nunca pensé que pasaría ni una sola vez en la maldita vida.
Lo odio.
─Lo entiendo ─murmuro cuando se me queda viendo como si esperara una respuesta, a lo que extiende la mano para limpiar dónde me ensució con su pulgar y luego a sí misma en la tela oscura de sus vaqueros.
─Sabía que lo harías. ─Su sonrisa crece cuando Flavio se acerca a nosotros. Él está retirándose la sangre de las manos con un pañuelo que luego le tiende a una de las chicas del servicio, quién se sonroja mientras lo toma a pesar de que tiene casi el doble de la edad que él y estoy seguro de que trabajaba aquí cuando solo era un niño─. Flavi, ¿por qué no me acompañas a llevar a Beatrice por un helado? ─Me mira fijamente mientras coloca una mano sobre uno de sus hombros, sus ojos cálidos y nublados. Aunque Flavio se tensa, gira el rostro hacia ella y asiente─. Más tarde podríamos tener una comida familiar en Fratello's por los viejos tiempos, cariño, ¿qué opinas? ─pregunta, exigiendo mi opinión cuando nunca antes lo había hecho y menos para algo tan simple y estúpido como ir a comer a mi restaurante─. Creo que nos vendría bien despejar la mente y ofrecer un frente unido ante los nuestros.
A pesar de que suena ilógico, afirmo. Por un lado nadie esperaría que los Cavalli hicieran una aparición pública con todo lo que está sucediendo ya que está completamente fuera de contexto. Por otro, Arlette tiene razón. Si alguien dentro de la Cosa Nostra tiene pensado aprovechar la situación para posicionarse sobre nosotros, lo pensarán dos veces cuando la vean.
Solo me aseguraré de que no hable con nadie.
─Le diré a Gavin que nos prepare algo a juego ─respondo finalmente.
Arlette afirma, sonriendo.
─Verde.
Dicho esto, agarra la mano de Flavio y lo arrastra al interior de la casa. Por la expresión en el rostro de él, la cual intenta minimizar, me doy cuenta de que matar a sus propios hombres no le partió el corazón como lo hizo escuchar así a su hermana. Arlette quizás se subestima a sí misma en ese aspecto, pero Flavio adora el suelo por el que pisa y la respeta mucho más de lo que alguna vez llegó a respetar a su propio padre. Lo mismo va para Beatrice.
Es la villana de cualquier historia, pero es su mundo entero.
*****
Mientras Arlette y Flavio van por su helado con Beatrice a la heladería que solía pertenecer a su familia, me reúno con Ben en un bar. Este me promete tener un informe con todos los casos recientes de bebés desaparecidos o asesinados en Chicago y ciudades aledañas tan pronto como sea posible. Después de eso regreso a casa y me dirijo al granero para ordenarle a Gavin que se reinvente a sí mismo y a su escala de colores para esta noche. Trato de ignorar la punzada en mi pecho cuando paso frente a la habitación de Chiara al dirigirme a la suya ya que no lo encuentro en su taller.
Hago una mueca cuando escucho sonidos de placer masculino.
En dos direcciones.
No soy un maldito maleducado, así que toco la puerta antes de entrar y tomar asiento en una de las tumbonas que adornan su habitación, la cual parece la extensión de la suite real y no un dormitorio en un puto granero.
─Mi esposa quiere un maldito vestido verde, pero no le hagas una mierda verde limón ─le informo, ignorando su desnudez y la de uno de mis guardaespaldas, el cual me mira como si lo fuera a matar por haberlo encontrado penetrando el culo del diseñador de mi esposa cuando su vida sexual no podría importarme menos, en especial ahora, pero si se tarda demasiado yéndose y distrayendo a Gavin podría cambiar de opinión y destriparlo en el mismo sitio en el que folló por última vez─. Y supongo que necesitaré un traje que combine. Toma mis malditas medidas y me iré.
Gavin me mira con sus ojos azules como si quisiera matarme pese a que sabe que no tiene ninguna posibilidad, sus mejillas sonrojadas con bochorno, pero se levanta y echa silenciosamente a su amante ya que sabe que no hay manera en la que pueda enviarme a la mierda, tanto por mí como por Arlette ya que si lo único que podemos hacer por ella en este momento es darle un estúpido vestido de un color horrendo con el que se sienta bien, lo haremos.
*****
Llegamos a Fratello's a eso de las nueve. Arlette se guinda de mi brazo durante el trayecto de la Range Rover al restaurante con aire ausente, viéndose hermosa en un vestido manga larga verde sirena, y Beatrice toma mi mano libre, dedicándome una mirada conocedora antes de entrar. No le hemos dicho nada sobre Chiara o el estado de su hermana, pero estoy seguro de que lo intuye. Mi pequeña cuñada es una chica bastante lista e intuitiva para su corta edad. Cuando ocupamos asiento en nuestra mesa habitual en la terraza junto a mamá, Penélope, Fósil y Flavio, cada una de las Cavalli toma asiento a mi lado. Mi hermana, como siempre, oculta lo más que puede su expresión herida ante ello, pero soy capaz de percibirlo.
No sé cómo decirle que no la he suplantado por ninguna de ellas y ahora mismo tenemos cosas más importantes en las que ocuparnos, como siempre, así que lo dejo pasar y me concentro en pedir mi orden cuando el mesero viene. Todos optamos por comida, con entradas y platillos principales, pero mi esposa solo pide champagne, champagne y más champagne.
Decido que he tenido suficiente cuando solloza mientras ríe de algo que uno de los miembros de la mafia, Giovanni Greco, le dice, ya que lo invitó a reunirse con nosotros a penas este se acercó para expresar su preocupación sobre la desaparición de Chiara. Hago que el idiota se levante antes de que obtenga una idea más clara de su estado y me acerco a uno de los balcones para fumar un maldito porro apoyando parte de mi peso en la barandilla tras hacerle una señal a Flavio, quién asiente, para que se quede a cargo de su hermana. Unos minutos más tarde recibo compañía, la cual no deseaba.
Separo los labios para mandar a Fósil a la mierda, quiero estar solo, pero este me tiende un pequeño frasco amarillo que reconozco a penas veo. Su expresión es sumamente triste y sombría, pero también llena de determinación. Claramente su pasión al momento de mantener a salvo a Arlette será su muerte. No hay nada que el hombre no haga por ella.
Incluso ir en contra de ella misma y a sus espaldas.
─Creo que ambos sabemos que es la única opción, chico.
Sin responderle, lo tomo y lanzo mi porro al suelo, aplastándolo con la suela de mi zapato mientras guardo las pastillas de Arlette en mi bolsillo. Al igual que Fósil, me importa una mierda si me odia después de esto.
No voy a renunciar a la perra loca Cavalli tan fácil.
*****
Ya en nuestra habitación, acompaño a Arlette mientras vomita todo lo que bebió esta noche en el retrete, sosteniendo su cabello y acariciando su espalda de la misma manera que lo hice unos años atrás cuando sufría una sobredosis en una gasolinera y creí que moriría. En ese entonces ninguno de los dos tenía ni idea de cuánto estaba a punto de cambiar nuestras vidas, pero sabíamos que estábamos destinados a enfrentar cualquier cosa juntos.
Siempre lo hemos sabido.
─Lo siento ─se disculpa mientras vomita, haciendo que niegue cuando ladea la cabeza sobre el borde de porcelana y me observa con un hilo de vomito escurriendo por su boca, el cual limpio con una toalla de manos.
Sus ojos siguen perdidos, pero también ebrios.
No hay nada de Arlette Cavalli frente a mí.
─No importa ─miento, ya que sí lo hace.
Ella, ajena a ello, intenta levantarse, pero solo se tambalea y cae repetidas veces hasta que me permite tomarla en brazos, la cual podría ser la vez número cien que lo hago desde que Chiara desapareció. Ya en nuestra cama, me acuesto con ella sobre mí y miro hacia el techo, hacia el candelabro de oro encima de nosotros, y trago antes de tomar el frasco en mi mano y verla.
Mi pecho se siente extraño ante la idea de que toda la dinámica de nuestro matrimonio cambie a partir de ahora, ya que no podrá sentir y vivir como lo ha estado haciendo desde la muerte de su padre, pero prefiero mil veces a la antigua Arlette que no sentía nada a la que estoy viendo ahora mismo.
Una que ni siquiera existe.
─Una vez te dije que quería saber qué se siente. Estaba siendo un idiota, pero en el fondo mi curiosidad era cierta ─susurro, apreciando su expresión medio adormilada, pero dispuesta a luchar por enfocarse en el contenido de mi mano. Dos píldoras blancas de su vieja medicina a base de fentanilo─. Quería saber cómo eras capaz de soportar todo lo que te hacía con el mentón en alto. Estaba celoso de tu fuerza. De tu resistencia y determinación a continuar con nuestro matrimonio cuando yo hacía todo lo posible porque se rompiera y todos saben que tuviste razones de sobra para hacerlo.
Arlette moja sus labios, su ceño frunciéndose con desagrado.
─Odio esas cosas, Vicenzo. Aléjalas de mí ─dice, pero su cuerpo y su voz son débiles por todo el alcohol que ha ingerido esta noche─. Las odio.
Veo su rostro, pero me niego a enfocarme demasiado en sus ojos llorosos.
Es ahora, que podría obligarla, o nunca.
─Sé que las odias, pero me gustaría ser tan fuerte como tú ─susurro, lo que la hace girar la cabeza hacia mí. Llevo mi mano libre a su mandíbula y la acaricio hasta que se abre cuando exhala─. Pero tienes que enseñarme cómo hacerlo.
Ella niega, incorporándose un poco, pero la retengo reforzando mi agarre sobre ella. A penas podemos vernos gracias al resplandor del fuego de su chimenea, pero lo poco que lo hacemos es suficiente.
─Vicenzo...
─Mataste a mi padre. Acepté a tu hija como mía. Dejo que me arruines la vida tantas veces como quieras sin tomar represalias ─la corto─. Me lo debes.
─No puedo ─solloza─. No puedo no sentir de nuevo.
─¿Crees que será peor a cómo te sientes ahora? ─pregunto, mi voz ronca debido a lo mucho que me odio por esto, pero consciente de que es la única forma─. Además, solo será esta noche. Luego no te obligaré a hacerlo.
La conozco, así que sé que ella misma las buscará por su cuenta.
Su adicción regresará.
Si frialdad.
Solo es cuestión de tiempo una vez las pruebe.
─No quiero ─murmura, su tono débil─. Si dejo de sentir, todos empezarán a ser daños colaterales, como antes, y nada me importará salvo el poder. No seré capaz de amar a Chiara y decirle que la amo cuando regrese, ni al bebé que tengamos.
Acaricio su mejilla.
─Yo lo haré por ti y cuando esto acabe, podrás dejarlas y amar a nuestros hijos como quieres, pero en este momento... no puedes permitirte sentir.
Presiona sus párpados fuertemente entre sí.
─No es tan fácil ─protesta, pero puedo escuchar rendición en su voz.
Tras inhalar profundamente, llevo mi mano a mi boca y trago el fentanilo.
Arlette me mira con ojos amplios entonces.
─Nada es fácil para nosotros, pero lo enfrentamos juntos.
Y mientras el mundo a mi alrededor pierde color, volviéndose de tonalidades frías y opacas, la siento tomar por sí misma la otra pastilla después de un rato. A los minutos, está dormida sobre mi pecho sin señales de insomnio.
Yo, por mi parte, solo puedo estar despierto y ser miserable.
Me duermo, love u, bai
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