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Capítulo 18:

VICENZO:

Arlette.

La siguiente vez que despierto, lo hago sobre una superficie blanda y con un sentimiento de urgencia en el pecho. Sin embargo, mi cuerpo no responde a ninguna orden de mi cabeza. Es como si mis nervios se hubieran desconectado y las órdenes que envía mi cerebro a mis extremidades nunca llegasen a su destino. A penas consigo agitarme ligeramente cuando deseo, más que nunca, levantarme e ir por mi maldita y loca esposa, quién no puede estar jodidamente muerta.

Tras sobrevivir a tanto, a Marcelo, a Luciano, a Morello, a sus padres, al Outfit, no puede ser que Alik haya acabado con ella tan fácilmente. Hasta que no vea su cuerpo, no lo creeré y aún haciéndolo tampoco. Ella merece un final mejor, como, por ejemplo, morir a manos de la persona que más motivos tiene para asesinarla.

Yo.

Y si yo no he vuelto sus labios azules todavía, nadie debería hacerlo.

Mi garganta funciona, tragando el nudo en ella a pesar de mis ojos cerrados ante la idea de que ya no esté con nosotros. Simplemente no puede estar muerta. Hay tantas tareas dentro y fuera de la mafia que solo puede desempeñar ella que es casi un chiste que me haya dejado ir, sacrificándose en mi lugar, por llevar a cabo solo una de ellas.

─No despierta ─llora una voz que reconozco: Pen.

Pero por más que quiera abrir los párpados e incorporarme, no lo logro. Si hubiera estado libre, habría golpeado a Alik de vuelta hasta convertirlo en una plastilina de sangre con la que Beatrice pudiera jugar, pero no lo estaba y el ruso, sospecho, me golpeó incluso estando inconsciente, lo que lo hace incluso menos hombre a mis ojos. Si hago algo con alguien, me gusta que lo sienta, que se defienda o llore.

─Desnúdate ─gruñe otra voz que conozco bien.

Flavio.

─¿Qué? ¿Por qué...?

─Idiota ─grazno en su dirección, ya de pie y con las manos en el cuello de su camisa perfectamente planchada pese a las manchas de suciedad en esta y en su rostro, presionando su espalda contra la pared, que lo hacen ver como si viniera de la guerra.

Flavio le sonríe a Pen.

─Te dije que funcionaría.

Ante sus palabras y al darme cuenta de que solo le habló así a mi hermana para que despertara, lo empiezo a soltar, pero luego un olor familiar llega a mis fosas nasales y me inclino sobre él, llevando mi nariz a su cuello. Pólvora. Flavio se estremece y me empuja, pero no me muevo. Me incorporo y lo miro fijamente, pero no lo suelto.

La pregunta que voy a hacerte no te la haré como el esposo de tu hermana, Flavio Cavalli ─le digo, mi voz ronca pero aún así fuerte y entendible─. Te la haré como tu jefe y contestarás de la manera en la que quiero, claro y directo, a menos que quieras que te apuñale y te cuelgue de cabeza hasta vaciarte de sangre. ─Refuerzo mi agarre sobre él, ignorando tanto a Penélope como a Luc, quién acaba de entrar en la habitación y nos observa con una mezcla de alivio, recelo y preocupación, igual de desaliñado que Flavio─. ¿Qué mierda sucedió?

Flavio me mantiene la mirada, por lo que soy capaz de ver cuán devastado está bajo la capa de insensibilidad y cálculo que mantiene en la superficie de sus ojos azules. El infierno puede estarse desatando, pero aún así los Cavalli nunca pierden la compostura. Me recuerda tanto a su hermana en este momento que no me queda más remedio que soltarlo y retroceder mientras espero una respuesta, ignorando el dolor y las protestas de mi cuerpo. En este momento no me importa si en unos años él estará por encima de mí. La guerra contra los rusos, en lo que se refiere a mí, se declaró en el momento en el que Alik torturó a Arlette frente a mis ojos.

En el que intentó usar mi peor debilidad, mi miedo a terminar como Constantino, en mi contra antes de deshacerse de mí.

Nadie, ni nada, me hará cambiar de opinión.

Estaban tardando demasiado, así que entramos, los matamos y te sacamos de ahí. Alik no contaba con que dejarían a alguien más para tomar ese tipo de decisiones. Todos los rusos que los acompañaban, a excepción de su hermano y él, han muerto. No tuvimos bajas significativas entre los nuestros. ─Flavio desvía la mirada hacia la pared, su mandíbula apretada─. Te encontramos, pero Alik escapó.

¿Arlette?

Mi hermana... ─Por primera vez escucho su voz quebrarse. No es capaz de verme directamente mientras habla, por lo que sus ojos se dirigen al suelo─. Alik se la llevó como rehén para garantizar su seguridad. Tengo la sospecha de que tras el fiasco que ocurrió en la ensambladora, incluso los rusos están en su contra. ─Flavio finalmente alza la barbilla, su expresión atormentada y determinada en partes iguales. Esta vez cuando habla, lo hace para que solamente yo lo escuche─. La he defraudado, pero vamos a recuperarla, ¿no es así?

Reuniendo todas mis fuerzas, extiendo mi brazo y estrecho su hombro. Una parte de mí quiere decirle que si su hermana vive es gracias a su intervención, pues de lo contrario Alik la habría matado, o a mí, pero no deseo adelantarme a los acontecimientos y darle falsas esperanzas.

Lo haremos.

*****

Tras asearme y comer algo que una de las chicas de servicio deja en una bandeja de plata sobre mi cama mientras me baño, cubro mi desnudez llena de moratones y golpes con un par sencillo de vaqueros oscuros, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero de Venice. También tomo mi gorra y un bate de aluminio firmado por todos los jugadores de mi equipo de béisbol favorito antes de bajar a las mazmorras de nuestra casa.

En el pasillo, sin embargo, me encuentro con Fósil.

Está tan golpeado como yo, pero se ve mínimamente presentable debido a que también se ha cambiado de ropa. No puedo evitarlo. Lo abrazo rápidamente, feliz de que al menos lo hayamos recuperado al caer en la trampa de Alik. Es un miembro de nuestra familia tanto como Arlette, nuestros hermanos o yo.

─¿Todo bien?

Él niega.

─No estaré bien hasta que la sangre de Mark Vólkov esté a salvo ─responde─. Iría contigo por ella, pero en mis condiciones solo sería un estorbo. A mi edad, sirvo más como inteligencia que en el campo.

─Lo sé ─respondo, guardando para mí cualquier comentario que haga referencia al secuestro de Penélope porque este no es el momento de agitar viejas aguas. Ya que tampoco puedo perder demasiado tiempo hablando con él, empiezo a retomar mi camino hacia el sótano─. ¿Algún consejo antes de que enfrente la situación en la que estamos?

Fósil me alcanza. A pesar de que es evidente que le duele caminar, su rostro viejo y sabio no muestra ninguna señal de queja.

─Olvida mantener la paz ─dice─. No funcionará. Para nosotros, los rusos, se trata de victoria o rendición. No hay puntos medios. Hasta que no los hagan sentir que no tienen otra opción más que aceptarlos en la ciudad como los reyes del Inframundo de Chicago, no lo harán.

Lentamente, asiento con la cabeza y me alejo de él.

Cuando finalmente llego a la celda en la que se encuentra el hermano de Alik, a quién Luc y Flavio atraparon y trajeron con vida aquí con la finalidad de intercambiarlo por mi esposa, precisamente eso es lo que pasa por mi mente. La aceptación, la emoción, de saber que la sangre está a punto de ser derramada en grandes y espesas cantidades.

Niego en dirección al cuchillo que Flavio tiende hacia mí cuando me acerco, sus manos sucias de rojo que se desliza hacia arriba para manchar su camisa blanca llena de polvora y hacia abajo para cubrir el suelo. Él se aparta para que pueda acercarme a Vladimir, quién está colgado de cabeza, desnudo, en medio de la pequeña habitación de hormigón llena de media docena de los nuestros.

─¿Ha dicho dónde podría estar Alik con tu hermana?

Flavio niega.

─No.

─Bien. ─Aunque no debería, pues Vladimir pudo haber hecho todo lo contrario a retrasarnos dándonos posibles ubicaciones del psicópata y Arlette, una lenta sonrisa se extiende por mis labios antes de que me sitúe tras él y alce mi bate, apuntando hacia sus riñones como mi primer objetivo. A penas termine con ellos, iré por su rostro. Su corazón será lo último que haga que deje de funcionar─. No hace falta.

Flavio hizo bien trayendo a Vladimir aquí, pero no para que pudiéramos cambiarlo por su hermana, sino para que pudiera desahogar parte de mi ira acumulada hacia los rusos y hacer oficial nuestra declaración de guerra en su contra.

*****

No suelo usar sustancias que no tengan nada que ver con el alcohol o la marihuana, pero en este caso es más una necesidad que un placer si quiero ser capaz de mantenerme en pie. Tomo el paquete envuelto en cinta adhesiva que Luc me ofrece y le abro un agujero, esparciendo su contenido en el asiento de cuero de una de las Range Rover de los Cavalli. Me inclino e Inhalo ante la atenta mirada de Luc junto a mí, pero este no dice absolutamente nada. Flavio se quedó en casa, junto con Fósil, a cargo del cuidado de los demás miembros de la familia. No lució feliz por ello, pero tampoco protestó.

Hizo suficiente poniéndonos a salvo.
Asesinando a casi treinta hombres sin permiso de su hermana.

Antes de que yo me deshiciera de Vladimir y ordenara que dejaran sus restos, la jodida plastilina en la que debió haberse convertido su hermano si hubiera peleado justamente conmigo, en una caja en la vieja área de los Vólkov de tal manera que si los rusos no querían una tregua antes, estoy seguro de que no la querrán ahora, pero no podían permitirse a sí mismo quedarse sin hacer nada mientras su instinto le gritaba que todo andaba mal dentro de la ensambladora.

No tengo ni la más remota idea de dónde pueda estar Alik ahora, pero sé a ciencia cierta que si logró escapar tan fácil de nuestros hombres, fue porque usó los túneles en los que, años atrás, la droga de Marcelo se estancó. Arlette los cerró, al igual que su padre, pero no los rellenó.
Mi esposa y yo somos los únicos integrantes de nuestra familia que no tienen un GPS bajo nuestra piel, así que no es posible que pueda localizarla de esa manera. Afortunadamente para mí, conozco su mente y Kai está con nosotros, revisando las grabaciones de todas las cámaras de la ciudad para trazar la ruta que este siguió con Arlette como rehén, en pijama. Lo único que necesitaba era un punto de partida, el cual se lo di al recordar que existía un acceso invisible desde el territor de Carlo al de los rusos que Alik, de ser inteligente, habría dispuesto para él como una ruta de escape. Claramente lo es, pero no lo suficiente, puesto que pretendió que me quedara con los brazos cruzados mientras acosaba a la mujer con la que estoy casado.

Él no cometió el error que cometieron los italianos.

Se equivocó de una manera completamente diferente.

Le dió demasiado crédito al control de Arlette sobre mí.

─Vicenzo ─llama Kai desde el asiento delantero, así que me inclino sobre su hombro para ver la pantalla. Son las cinco de la mañana y según el recuadro que estoy viendo, Arlette y Alik pasaron por la misma calle en la que estamos hace casi un par de horas. El alivio se esparce por mi pecho cuando ella le echa un vistazo a una de las cámaras, como si supiera que está ahí y quisiera ser vista con vida y a salvo, y sigue a Alik por la calle.

Porque sí.

Ella lo sigue voluntariamente.

*****

─No puedo creer esto ─murmura Kai, viéndose confundido, cuando nos estacionamos a unas cuantas casas de la mía.

No en dónde vivo ahora, la mansión Cavalli, sino donde crecí.

─No ─gruño en dirección a Luc cuando este hace ademán de apartarse del capó en el que estaba apoyado y seguirme a su interior. Llevamos más de veinte minutos analizando y comprobando que no estemos en inferioridad de número y no ha habido ningún tipo de movimiento alrededor de la casa. Casi todos nuestros hombres están cuidando la mansión Cavalli. El resto está alertando a los miembros de la Cosa Nostra, reclutando soldados─. Yo me encargo.

A pesar de la duda en sus ojos verdes, tanto él como Kai se quedan atrás. Mi mandíbula se aprieta cuando tomo la manija de la puerta y le doy vuelta, encontrando esta abierta.

Inmediatamente visualizo huellas de barro y nieve sobre el suelo de dos tipos de calzado diferentes, las cuales sigo hasta el sitio en el que hace tan solo unos días torturé a mi maestra de preescolar hasta la muerte.

Nada me habría preparado, sin embargo, para lo que mis ojos presencian. Alik, no Arlette, se encuentra atado a una silla en medio del sótano oscuro y lleno de polvo. Está inconsciente. Hay una marca en su frente llena de sangre. Al percibir movimiento tras de mí, me doy la vuelta y sostengo el tablón con el que Arlette pensaba golpearme en el aire. Lo aprieto en mi mano hasta que sus hastillas se hunden en mi piel y lo arrojo al otro lado de la habitación, haciéndolo añicos.
Arlette mantiene sus ojos azules puestos en mí mientras la empujo hacia la pared y tomo su garganta en mi mano, sacando algunos sonidos de protesta de ella. Lo que sucedió en la ensambladora no pudo haber sido auspiciado por mi esposa. La emoción en sus ojos al decidir morir en mi lugar no pudo ser fingida de ninguna jodida manera.

Simplemente no.

El anticristo no pudo haberme engañado de esa manera.

─¿Por qué ibas a golpearme? ─gruño junto a su oído, a lo que se estremece mientras intenta apartarme de ella─. ¿Por qué Alik está atado a una silla, inconsciente, y no tú? ¿Por qué caminabas libremente por las calles con él, como si eso quisieras?

─Porque la Bratva solo le dió la oportunidad de resarcir sus errores en la ensambladora ─responde con el mentón en alto y mirada decidida─. Todo se fue al fiasco, así que ya no lo quieren con ellos, pero sigue siendo uno de sus miembros que podemos poner de nuestro lado. Que puede liderar la mafia roja si lo ayudamos. Es ruso, nosotros no. ─Su voz se vuelve baja. Mi agarre sobre ella se afloja cuando rodea mi muñeca con sus manos. Sin poder soportar su tacto, la suelto. Probablemente manipuló a Alik hasta ponerlo en la posición en la que se encuentra ahora, pero no hará lo mismo conmigo. La conozco mejor que él─. Podemos mantener la paz usándolo, Vicenzo.

Retrocedo, negando con incredulidad.

¿Estás tan desesperada como para creer tus propias mentiras?

Los hombros de Arlette se hunden con cansancio.

Las últimas horas han sido una mierda para ambos, pero habrían sido mucho mejor para ella si me hubiera contactado a penas pudo librarse de Alik, así que no me siento culpable por hablarle de la manera en la que lo hago. También estoy exhausto. Exhausto de posponer esto por ella. Ya no puedo seguir escuchándola delirando acerca de la paz.

Me aburre y me hace sentir lástima por ella.

No me gusta.

Es nuestra única opción y sabía que no lo entenderías, así que...

Ibas a golpearme, atarme y torturarme hasta hacerme entrar en razón ─la corto, completando por ella, y me agacho para tomar un trozo de biga metálica abandonada en el suelo. Arlette asiente, sus labios apretados entre sí mientras todo su cuerpo se pone en tensión al verme─. Pero lo que no terminas de entender, esposa, es que no hay sufrimiento alguno que me haga cambiar de opinión y que sí hay otra opción para ti y esa es confiar en mí y en lo que soy bueno para deshacerme de tus enemigos. Para pelear la guerra que también me involucra porque te involucra a ti aunque, pensándolo mejor, no es una opción. Es lo que sucederá. ─Mis labios se curvan hacia abajo en una mueca llena de amargura, pero también regocijo, al escuchar a la rata de Alik despertando─. Porque en el momento en el que decidió violar los acuerdos de nuestro trato y pensó llegar a ti, su destino fue escrito. Se reafirmó en esa maldita ensambladora. ─La satisfacción me llena cuando sus ojos azules, casi blancos, se enfocan en mí y se da cuenta de que todo este tiempo estuvo equivocado al creer que solo soy un perro que sigue las órdenes de su dueño cuando la verdad es que soy un buen asesino, el mejor de Chicago, y uno aún mejor si me dan motivos para matar a alguien. Arlette intenta detenerme usando su propia fuerza, pero no es suficiente. Confió en mí para ser su esposo, para ser el jefe de jefes de la mafia siciliana de la ciudad, así que debe confiar en mí para esto─. ¿Tus últimas palabras?

Porque ya está decidido.

Iremos a la guerra.

Sin rodeos, sin pérdida de tiempo. Al salir de aquí, las paredes entre las cuales crecí, estaremos en ella, por su bien y el de nuestra familia. Intentando mantener la paz casi tuvimos una pérdida de la cual esta no se habría podido recuperar. No permitiré que eso vuelva a suceder.

Si tengo que ir contra ella para mantenerla a salvo, convertirme en su padre, lo haré.

─Harás que maten a todos los que amas, capo ─suelta, escupiendo en mi rostro, lo cual es el detonante que me hacía falta para enterrar el metal en el centro de su pecho y retorcerlo tras empujar a mi esposa al suelo para que me deje matar a otro hombre que pensó que podría tenerla, lo cual no sorprendería a absolutamente a nadie.

Alik ladea la cabeza hacia ella mientras la sangre escapa de su boca, pero le dice algo en un idioma que no entiendo y Arlette sí, ocasionando que sus ojos se abran ampliamente y se levante de un salto del suelo. Sin esperarme, sale de la construcción y arrebata las llaves del Range Rover de las manos de Luc una vez llega a la calle. Dejamos a Kai atrás, haciéndose cargo de la escena del crimen que marcará el inicio de un nuevo episodio del submundo de la ciudad, y en menos de cinco minutos llegamos a la Mansión Cavalli.

Todo luce exactamente como lo dejamos.

Pero la construcción está rodeada de cientos de autos de nuestros hombres. Algunos de ellos agachan la mirada cuando pasamos por su lado, incapaces de vernos por alguna razón.

Un mal presentimiento se esparce por mi pecho. Cruzo una mirada con Luc antes de entrar, quién asiente, dándome a entender que no soy el único, y una parte de mí siente alivio cuando veo a Penélope, a mi madre, a Flavio y a Beatrice esperando por nosotros en la sala. También están Miriam, Fósil, Gavin y Petruskha.

Todos ellos, sin embargo, desvían su mirada cuando Arlette los ve.

Mis ojos inmediatamente se dirigen al ventanal que da con el jardín, hacia el granero intacto en el fondo de este en el que mi madre lleva un tiempo viviendo para hacerle la vida más fácil y menos dolorosa a mi esposa.

Sé lo que sucede al instante.

─Aria ─la llama ella con una voz tan desgarradora que incluso mi corazón se oprime, acercándose a mi madre con pasos tanto sigilosos como torpes─. ¿Dónde está Chiara? ─Cuando su nombre sale de sus labios, una mueca se apodera de su bonito rostro, como si le doliera pronunciarlo. Preparado para el impacto que la noticia pueda tener en ella, me acerco─. ¿Dónde está...? ─Incapaz de continuar, traga y se relame los labios. Para este punto está frente a Aria y esta llora, todavía sin poder verla a la cara─. ¿Dónde está mi hija?


-corre-

No olviden comentar y darle amor al capítulo <3 no las voy a chantajear, pero eso me anima mucho para escribir

Las amo.

Bai.

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