Capítulo 17:
VICENZO:
Lo primero que de lo que me doy cuenta al despertar es que tanto mis manos como mis pies se encuentran atados con un material mucho más fuerte que el de las sogas, quizás acero o algún otro metal, a una silla que definitivamente no es de madera por su dureza y que probablemente está anclada al suelo. Lo segundo, debido a la tenue luz en la habitación, es que no me encuentro solo aquí. Arlette está atada de la misma manera frente a mí, por lo que puedo confirmar que ambos no estamos inmovilizados con sogas, sino con cintas de metal, y que las sillas en las que estamos sentados están atornilladas al piso de hormigón de una de las oficinas administrativas de la ensambladora. La oscuridad es tal que no es posible identificar el color de las paredes. Veo los cuchillos y las municiones que se ata a los muslos formando una montaña en el suelo, por lo que supongo que a mí también me desarmaron. Ni siquiera me tomo la molestia de pensar que podré salir de aquí por mi cuenta. Alik y sus hombres, completamente vestidos de negro de la cabeza a los pies, incluso sus rostros, nos rodean, atentos a cada uno de nuestros movimientos, sobre todo su jefe. El ruso está arrodillado entre nosotros, observando entre ella y yo con una sonrisa amplia en el rostro.
Ríe cuando lo veo fijamente.
Es el único que no lleva un pasamontañas. Aunque caímos directamente bajo su trampa, nunca habría imaginado que sería capaz de algo como esto. Al menos en lo referente a la mujer que dice querer, pero en ese sentido no soy quién para cuestionarlo. No soy el hombre más romántico sobre este planeta, sino más bien todo lo contrario.
─Apuesto todo lo que tengo a que desearías no haber despertado ─dice, burlándose, a lo que mi cuerpo instintivamente intenta alcanzarlo, pero se encuentra con las restricciones, por lo que solamente puedo rugirle y pelear en vano contra mis ataduras, las cuales cortan mi carne.
Ni siquiera pienso en el dolor que eso me ocasiona.
Mi mente solo gira en torno a lo seguro que estoy de que no sonreiría así si estuviera libre. De cómo lograría empapar mis manos de sus sesos.
─Apuesto todo lo que tengo a que cuando todo esto termine desearás no haber nacido, escoria rusa ─siseo, más consciente que nunca de la manera en la que las venas de mi cuello pueden llegar a marcarse y de cómo un hombre puede perder su voz en medio de la ira.
Sus ojos brillan con diversión ante mis palabras, como si ellas avivaran las llamas de lo que sea que está mal en su mente, pero Arlette hace que que desplacemos nuestra atención hacia ella haciendo un sonido profundo con su garganta. Al momento en el que sus maníacos ojos gélidos se topan con ella, se suavizan, pero se obliga a sí mismo a ocultarlo enderezando su cuerpo y levantándose para rodearla, colocándose tras ella. Aprieto mis manos en puños cuando se inclina para oler su cabello, luciendo más como un violador que como lo que en realidad es, un imbécil enamorado de la mujer más peligrosa de Chicago, lo que sus hombres aprueban más que la verdad porque la idea de que sea un enfermo sexual no atenta contra ninguno de los principios de la Bratva. Estoy seguro de que ellos mismos lo colgarían de saber sobre su pequeña y sucia obsesión. Estoy tentado de revelarla y dejar en evidencia el hecho de que su única ambición como jefe de la mafia roja es acostarse con mi esposa.
─¿Sí?
─¿Podemos no perder el tiempo? ─le pregunta ella sin molestarse en reajustar su cuello cuando él inclina su cabeza hacia un lado, no de un tirón, pero con firmeza, para frotar la punta de su nariz contra él.
Arlette es prácticamente inmune a su toque.
Una sustancia similar al ácido es liberada en mi torrente sanguíneo al pensar en ella con Marcelo, en cómo podría estar con Alik sin finalmente sucumbe a él, y en quién fue el que le enseñó a soportarlo, pero me obligo a recomponerme. En este momento eso juega a nuestro favor. La situación sería más difícil de sobrellevar si Arlette no fuera de la manera en la que es. Si me pidiera auxilio mientras no puedo hacer nada por protegerla. Alik me sorprende al soltarla y dirigirse a uno de los extremos más oscuros de la habitación, dónde toma dos polos que uno de sus hombres unta en gel mientras otro pone a funcionar una máquina tras él. Los espectadores se acercan mientras él lo hace. La anticipación crece. Alguien se toma la molestia de escender la luz, por lo que mis ojos rápidamente viajan a un generador de electricidad. Todo mi cuerpo se tensa con anticipación cuando uno de ellos deja caer un cubo de agua sobre ella, quién se limita a estremecerse y a escupir el líquido que entró en su boca mientras su piel adquiere un tono mucho más pálido debido al frío, casi azulado. Al instante la preocupación se apodera de mis sentidos.
Él va a torturarla.
Mi padre me enseñó a sobrellevar estas situaciones.
Sé que Carlo instruyó a Flavio y a Francesco para soportar esto.
Pero estoy seguro de que no lo hizo con su hija.
Él nunca la habría lastimado.
─Como quieras, preciosa ─dice en ruso antes de inclinar la cabeza hacia otro hombre sin capucha que entra en la habitación, a quién identifico como su hermano, Vladimir, el cual coloca una mordaza en su boca con brusquedad, manteniendo sus dientes separados y su lengua a salvo. Cuando él termina, Alik sitúa ambos polos de la máquina más allá de los costados de su frente. Su rostro permanece carente de emociones mientras la lastima. No sabría decir si está disfrutando de esto tanto como presume─. Tres. Dos. Uno. ─A pesar de que el hecho de que le hayan puesto una mordaza significa que no tienen pensado matarla, ya que de lo contrario no le importaría que perdiera su lengua, me inclino hacia adelante y las venas de mi cuello se marcan cuando le grito que se arrepentirá de esto, a lo que algunos de los presentes ríen. Es una mierda no poder ver sus caras en este momento. De lo contrario memorizaría sus rostros y nada me detendría de matarlos más tarde. Estoy seguro de que ellos también lo saben, así que se esconden ante la posibilidad de que sobreviva después de hoy. Me enfoco en los tatuajes que cubren sus manos antes de escuchar nuevamente la voz de Alik─. Despegue.
Me agito en mi asiento ante el zumbido de la electricidad, pero solo consigo lastimar mis muñecas y tobillos. No me detengo hasta que él también lo hace, ocasionando que la frente y la cabeza de Arlette caiga hacia adelante de manera inerte, y para ese entonces la sangre corre hacia el interior de mis zapatos y de los dedos de mis manos de la misma manera que lo hacen sus extremidades debido a que chocan contra las cintas metálicas al recibir la corriente. Mientras es torturada nuevamente a manos del hombre que quiere como aliado, ningún sonido escapa de ella. Ningún quejido. Ningún gimoteo. Solo espuma que se desborda por las comisuras de sus labios mientras sus ojos se quedan en blanco y su cabeza se curva hacia atrás, formando una curvatura casi inhumana.
Luce como si el anticristo estuviera sufriendo un exorcismo.
Me estremezco debido a que es imposible que no esté sufriendo. Cuando decidimos entregarnos y venir, nunca pasó por mi mente o por la de Arlette que Alik nos torturaría, pero eso es lo que está sucediendo. Sus asaltos hacia ella se alargan por alrededor de media hora, para deleite de los hombres que nos acompañan, quiénes no sabría decir si disfrutan más con mi reacción ante ello, de las descargas que sufre su cuerpo o de la combinación de los dos. Cada vez que mi esposa se desploma, él le da un par de minutos para descansar antes de atacarla con una intensidad más alta, queriendo sacar algún tipo de reacción de ella, pero solo consiguiendo vacío. Eso hace que su rostro y el de su hermano brillen con frustración que no viaja a los demás miembros de la Bratva que se encuentran presentes, quiénes parecen contentarse con el hecho de que Arlette Cavalli esté sufriendo frente a ellos debido a la manera en la que llevó a Alik a asesinar a Greg, tras llevarse también la vida de sus hijos.
Supongo que él les dijo que lo hizo para mantener la paz en Chicago, lo cual estos encontraron mal y ahora esta es su manera de compensarlos.
Y lo están disfrutando, por lo que veo en el bulto de los pantalones de algunos y escucho en sus exclamaciones de más y más descargas.
O eso hacen hasta que Alik no es capaz de esconder su disgusto ante su falta de reacción y retira la mordaza de su boca, tirando de su cabello hacia atrás y forzando a Arlette a verlo mientras les ordena a todos salir de la habitación para no dejar en evidencia su fracaso. Estos obedecen con cierto aire de decepción. A pesar de que está atada, de que en este momento es más vulnerable que nunca, estoy seguro de que no soy el único que se estremece ante el sonido de su risa una vez los demás se retiran y nos quedamos nosotros dos, Alik y su hermano. Alik también lo hace, pero tampoco puede evitar verla con cierto toque de fascinación.
─La próxima vez que decidas torturar a un rehén con electroshock, asegúrate de que no haya puesto un pie en un psiquiátrico antes ─dice con voz ronca y rota, pero llena de humor pese a su debilidad. Sus ojos están desenfocados y aún así cuando lo mira es como si viera a través de él. Su cabeza continúa inclinada hacia adelante, sin energía, pero se las arregla para verlo─. O de lo contrario estarás perdiendo el tiempo.
La sinceridad en sus palabras me sorprende. He escuchado a Arlette mentir un millón de veces antes. He caído en su juego millones de veces antes, pero esta vez algo me dice que lo que acaba de dejar salir de sus labios es la verdad pese a al hecho de que no recuerdo que su padre haya mencionado haberla internado o, simplemente, nunca noté su ausencia durante un largo período de tiempo que pueda asociar a ello. Retrocediendo en el pasado, me tenso al tomar en cuenta el año sabático que se tomó luego de la muerte de su madre que hizo que estuviéramos en años académicos diferentes, pero la reacción de Alik es completamente diferente a la mía. Este se limita a sonreírle y a acariciar su cabello tras decirle a su hermano que también nos deje a solas.
Vladimir lo hace con la mandíbula apretada, sus ojos en Arlette.
Estos contienen una advertencia implícita. Una advertencia que casi me hace reír. Ya es demasiado tarde para retirar se Alik la semilla que mi esposa plantó en él. En un dado caso, si tan preocupado está por su hermano, lo mejor que puede hacer es matarlo antes de que sea la Bratva quién lo haga por traidor hacia su maldito código de ingreso.
─Jode con nosotros una vez más y te mataré, italiana ─dice antes de irse.
Mi esposa le sonríe.
─Me gustaría verte intentándolo. ─Sus ojos regresan a Alik. Vladimir escupe en el suelo, a sus pies, y se va. Ella vuelve a hablar cuando solo somos nosotros tres, fingiendo que todavía puede escucharla, sus ojos en el ruso de cabello negro─. En especial tomando en consideración que tu hermano no desea mi muerte y escoje torturarme con métodos a los que sabe que soy inmune. Algo en mí me dice que morirías antes de tocarme.
Me tenso.
Alik se acerca a ella y retira un mechón de cabello castaño de su rostro, momento en el que confirmo que lo que acaba de pasar no fue más que una pésima actuación y su disgusto no se debía a la inmunidad de Arlette a la electricidad, sino más bien al hecho de estarla lastimando. De que todo esto no fue más que un espectáculo para demostrar su lealtad hacia sus hombres y volverse a ganar su respeto jodiendo con ella.
Una práctica que al parecer funciona de maravilla.
Tomar a la mujer más fuerte de Chicago y herirla.
Tiemblo ante la familiaridad de ello.
─No me dejaste otra opción después de hacerme asesinar a Gregori y matar a sus hijos para después colgarlos en mi jardín. ─Alik se aparta de ella para situarse entre nosotros. Me mira con una genuina disculpa en sus ojos casi blancos─. No te ofendas, capo. Aunque hayas sido tú, mis hombres disfrutan más la idea de ver a una mujer siendo torturada, en especial a una tan hermosa, que a ti. No eres tan atractivo, me temo.
─Vete a la mierda.
Se encoje de hombros, regresando su atención a Arlette.
─Con esto espero que su sed de sangre esté saciada lo suficiente para que podamos seguir adelante con nuestro acuerdo de paz. ─Las comisuras de sus labios se curvan lentamente hacia arriba─. Con esto y con la muerte de uno de ustedes, por supuesto. ─Arlette fija sus ojos azules, llenos de sorpresa, en mí. Claramente no esperaba esto, pero Alik no es estúpido. Mi mandíbula se aprieta al intuir lo que está a punto de suceder. Esta es la manera perfecta para él de deshacerse de mí. Si me mata por lo que le hice a sus hombres, quedará como un Dios ante la Bratva y estoy seguro de que después de ello Arlette no lo asesinará para mantener su estúpido acuerdo de paz porque su reinado es más importante para ella que yo, lo cual es algo que he tenido presente desde siempre. Me enfoco en Alik cuando me apunta con un arma que toma del piso. El cañón es frío contra mi frente. Lo maldigo cuando le pasa el seguro, el sonido haciendo eco entre las paredes que me rodean. Mis manos vuelven a luchar contra las ataduras cuando se gira a ella y repite el mismo procedimiento─. Pero para ser justos, les permitiré decidir a ambos quién de ustedes será el que sobreviva.
Tras escucharlo, sudor frío recorre mi frente.
Pero no es porque vaya a morir, sino porque estoy a punto de morir como mi padre. Traicionado por su esposa. Apuñalado, de cierta manera, por la mujer junto a la que duerme todas la noches, lo que estoy esperando que sea lo que suceda desde que nos comprometieron siendo niños. Ser asesinado vilmente por los intereses del anticristo. Al ver el regocijo en los ojos de Alik ante mi reacción, la cuál probablemente era la que esperaba, su intención destruir nuestra relación antes de deshacerse de mí, me fuerzo a mí mismo a no darle el placer de verme derrumbado pese a que sí lo estoy, dándole la razón a todas las noches en mi cabeza que alguna veze dijeron que no me atraviera a confiar completamente en ella.
A ser realista.
Nuestra familia puede sobrevivir sin mí, pero no sin Arlette.
Al verla, sé que por su mente pasa la misma idea, pues su expresión está carente de emociones y su mentón está en lo alto, la cuál es la manera en la que luce cuando toma decisiones difíciles. La joden, pero no hay marcha atrás una vez ha escogido cuál es el camino que tomará.
─¿Entonces? ─pregunta, su voz divertida ante nuestro repentino silencio. A pesar de los hombres, nuestros hombres, rodeando el edificio, está más que claro que lo subestimamos─. ¿Quién de ustedes morirá?
Me mira, puesto que espera oírme decir que seré yo quién se sacrifique antes de que Arlette lo confirme con la misma facilidad con la que desecha un envoltorio de golosinas a la basura o que sea yo quién la envié a su muerte, pero ella se me adelanta.
─Yo ─dice, a lo que tanto Alik como yo nos giramos hacia ella para verla con sorpresa─. Deja ir a Vicenzo. A Fósil. Júrame que mantendrás la paz en Chicago ─susurra sus últimas voluntades─. Tómame a mí, Alik, antes de que lo que sientas por mí te convierta en un hombre que ni siquiera sea capaz de mirar sin asco. Sé más fuerte que eso. ─Una sonrisa cínica se apodera de su rostro─. ¿O es que no he demostrado lo suficiente qué es lo que sucede cuando un hombre me ama? Si me tienes, mueres. ─Se inclina hacia él lo más que puede, bajando la voz─. Sálvate.
─Arlette ─gruño, luchando contra las ataduras una vez má, queriendo ahorcarla por lo que sea que esté haciendo y no entiendo, pero libra mi cuerpo de un peso que ha estado puesto sobre él por años. Uno sin el que no quiero salir de esta fábrica─. No. Tú no...
─No. Yo sí ─insiste, mirando de Alik a mí─. Creo estar haciendo lo mejor, pero solo es cuestión de tiempo antes de que arrastre a nuestra familia al desastre. Penélope tiene razón. El que la Cosa Nostra aún no me acepte. Mis vínculos cabos sueltos con la Bratva y con los tratantes de blancas. Todos los problemas serios de los Cavalli y los Ambrosetti se esfumarían si simplemente desaparezco. ─Ahora solo me ve a mí─. Confío en ti.
─Te necesitan ─la contradigo, pero ella solo niega.
─Eres mejor para ellos que yo. ─Sus ojos se vuelven suplicantes de la misma manera que lo han hecho casa vez que hemos mantenido esa odiosa conversación a lo largo de todos estos meses─. Por favor.
Mi cuerpo tiembla ante su tono de voz.
Nunca la había escuchado rogar de esa manera.
Como si no soportara la idea de que le llevase la contraria.
─Arlette...
─Eres mejor que yo ─repite.
Alik me mira, su mandíbula apretada debido a la manera en la que la situación ha escapado de sus manos. Por un lado, Arlette le acaba de dejar en claro que prefiere morir a estar con él, que nunca lo tomará en serio si se deja llevar por sus sentimientos, así que no puede retractarse de sus palabras al permitir que escojamos quién de los dos morirá, pero por el otro no puede dar marcha atrás y simplemente dejarnos ir. No cuando estoy seguro de que todos los hombres que anteriormente estaban en la habitación, esperan que Alik les entregue un cadáver.
─¿Estás de acuerdo con esto, capo? ─pregunta.
Separo los labios para replicar, pero tras dirigirle una mirada de reojo a Arlette y recordar el motivo por el que prefiere que sea yo el que viva, afirmo. Ella tiene la mente y las herramientas, pero no el corazón.
O eso es lo que cree.
─La amas ─le digo con voz ronca, esperando que se retracte. No le ruego ser yo quién muera porque sospecho que Alik ni siquiera me escuchará─. A tu familia ─corrijo.
Enfoca sus ojos azules en la pared frente a ella, toda la línea de su bonita mandíbula apretada. Su muerte es la decisión más irracional que ha tomado, con un solo pro y miles de contra, pero sé que no se va a retractar o me permitirá hacerlo por ella. No en este caso.
─Sé que estará mejor sin mí.
─¿Capo? ─insiste él con los dientes apretados, probablemente cansado de nuestro espectáculo.
Sin apartar mis ojos de Arlette, afirmo.
─Sí.
Porque aunque no lo parezca, nunca se ha tratado de nosotros dos.
Siempre ha sido la mafia.
La familia.
La sangre.
Quiero gritarle que entre en razón, rebanar mi cuello con mis propias manos para que todo esto acabe, pero también tengo personas a las que cuidar. Personas que a ella también le importan y a las que siente que no les da suficiente pese a todo lo que hace por ellos. Y está el hecho de que el que haya escogido que sea yo el que viva se sienta como un regalo que, de rechazarlo, me hará quedar como un desageadecido ante cada elemento que compone nuestra realidad.
─Bien ─suelta él, su cuerpo lívido y apretado al mismo tiempo, antes de acercarse a mí y golpearme con su mano libre de un arma hasta que se roba mi consciencia, listo para quitarme a mi esposa después, cuyos ojos azules, del azul más oscuro que hay, son lo último que veo antes de sucumbir a la absoluta oscuridad.
Los ojos azules sin temor a la muerte de mi aliada.
Mi más grande enemiga.
Mi desastre.
Recuerden darle amor al capítulo <3 aunque en este momento sigo estando full, haré hasta lo imposible por actualizar más seguido
Love you
Pueden saber más de mí siguiendo mi Instagram (oscaryarroyo)
PD; Ya quiero llegar al capítulo 19 jaja
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