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Capítulo 15:

VICENZO:

Aunque le dimos un golpe a Alik al llevarlo a asesinar a Gregori frente a los suyos, tanto Arlette como yo nos aseguramos de cubrir nuestros flancos una vez soy capaz de caminar sin que mis ojos lagrimeen en el proceso. En nuestra habitación la encuentro con un sencillo jersey ancho color blanco y el cabello mojado. Sin nada más que él y ropa interior, está sentada en un sofá de terciopelo gris frente a la chimenea con una copa llena de vino en la mano mientras molesta a sus CEOs para que cesen todas las operaciones oscuras de Cavalli Enterprises C.A. No se arriesgará a que los rusos la saboteen en ese ámbito.

Yo, por mi parte, me ocupo de indicar a los jefes de familia que deben prever y asegurarse a sí mismos y a los suyos en el caso de que los rusos se pongan entretenidos. No les doy explicaciones de lo que sucedió y ellos no me la piden, acostumbrados a que haga lo que me dé la gana y pase del concejo. Para el momento en el que Arlette termina de hablar y regreso del balcón, está de pie frente al fuego.

Lo contempla en sumo silencio antes de darse la vuelta, oyéndome llegar, y caminar en dirección al baño. La persigo y la veo situarse frente al extenso e impecable espejo del lavado con un botiquín de primeros auxilios sobre este. Sigo el movimiento de sus delgados dedos mientras lo abre. Sin avergonzarse de su desnudez, ¿cómo podría luego de que dejó que todas sus escoltas la vieran sin nada puesto?, se quita el suéter y revela las heridas abiertas en su torso debido a las espinas de los arbustos de rosas del laberinto. Tiene rasguños sangrantes, pero también un corte en el costado que no luce nada bien. Aunque la imagen me resulta hermosa, no lo demuestro. No puedo creer que se haya hecho esto a sí misma, como una hermosa y descontrolada demente, para que no la atrapara, pero así es ella. Odia las derrotas. En el momento en el que mis ojos se dirigen a sus pechos, relamo mis labios, pero niego más para mí que para ella. Este no es el momento para hacerla pagar por hincar sus dientes en mi pene y lastimarlo.

Mi venganza tendrá que aplazarse.

─Déjame ayudarte.

Aunque se supone que es una petición, no le doy muchas opciones cuando avanzo en su dirección y empujo sus manos lejos del botiquín. Me observa con recelo, sus ojos hacia arriba con escepticismo, pero no me aparta. Se limita a tomar aire con profundidad cuando vierto alcohol en su herida, pero mientras hurgo en ella ni siquiera pestañea.

Aunque es una lástima que esté limpiándolo debido a que tengo el gusto culposo de amar ver el rojo de la sangre sobre ella, en el caso de que sea quién lo ocasione, y he estado en ello desde que era un niño, empujándola y haciendo raspar sus rodillas, es complicado para mí verla hacer algo y no ayudarla, en especial cuando su mirada de ojos azules grita que me necesita. Es un instinto casi involuntario. Probablemente se burle dentro de su mente de mí por ello, por preocuparme por cosas como un corte que yo mismo ayudé a poner ahí cuando tenemos asuntos más importantes en los que pensar, pero sé que si no soy yo, nadie más lo hará. No es como si permitiera a las personas verla débil. Soy el único que nota destellos de ello y esto solo es así porque estamos casados. De lo contrario, no sería humana para mí, al igual que no lo es para muchos.

No ha cambiado nada en ese aspecto desde que lleva mi alianza en su dedo. Sigo siendo un monstruo. Sigue siendo un monstruo. Lo diferente es que ahora ninguno de los dos lo oculta, pero Arlette, al contrario de mí, se contiene.

No sé si está bien desear que estalle.

Pero lo hago.

─¿Crees que Rondion se vengue por esto? ─pregunto, obligándome una vez más a alejarme de las ansias de quemar y destruir todo porque puedo entender su lógica al desear continuar con un tratado de paz ya que conozco al menos una porción e cuáles son sus planes a futuro.

Los rusos, sin embargo, no retrocederán ante ella a menos que les demuestre por qué los italianos lo hicieron. La conozco desde que nació, siempre supe de lo que es capaz, y eso no me importó todas las veces que la subestimé. No me extrañaría que los rusos también lo hicieran, aparte de Alik. A veces tengo la sensación de que Arlette destruiría Chicago antes de entregar la posición por la que luchó.

─Rondion es un ruso de la vieja escuela. No estaba muy apegado a sus sobrinos, Fósil me contó que consideraba a Gregori un débil por tenerlos, pero sospecho que sí quería a Greg. Puede odiarme, sí, y no me interesa. Lo importante es que odie más a Alik que a mí y que dentro del torbellino en el que se ha convertido Chicago, eso juegue a nuestro favor ─dice, mirando a todos lados menos a mí mientras entra en su jersey de nuevo, su herida limpia y segura tras unos cuentos puntos de plástico y una venda─. Gracias.

Una vez termina de vestirse y no me aparto para que salga del baño, mirándola de una manera que conoce bien, intenta empujarme con sus dos manos presionadas contra mi pecho, cubierto con una camisa llena de tierra, pero no me muevo ni un solo centímetro. No hasta que me escuche.

─Arlette ─empiezo, pero me corta mientras niega.

─No es el momento, Vicenzo.

─Estamos en riesgo, podríamos morir mañana por lo que hicimos hoy. Si no es ahora, ¿entonces cuándo? ─gruño, sumamente enojado con ella, pero satisfecho conmigo mismo por no haber olvidado mi deseo más profundo pese a que nos hemos acostado ya en múltiples ocasiones.

Diría que mi esposa está perdiendo su toque, pero no es así. Simplemente no puedo olvidarlo y avanzar como si no quisiera que hiciera esto por nosotros. Eso es más fuerte que cualquier emoción que sienta hacia ella. Más fuerte que cuán bonito sea su cuerpo. Es necesario y temo que el día que se dé cuenta de que lo es, sea demasiado tarde. Nuestro matrimonio no es convencional, pero en lo que a mí respecta y en lo que ella, a su manera, también, nos cuidamos las espaldas. No solamente en asuntos de la mafia aunque esto, de cierta y equivocada forma, lo es.

En su lenguaje, se trata de sucesión.

En el mío, de seguir el llamado de la jodida naturaleza. Estoy seguro de pese a que es torpe con sus muestras de afecto, siendo estas regalar cosas más allá de costosas o mantener a los que quiere a salvo, hay mucho instinto maternal ahí. Incluso es buena con Matteo, con quién no comparte sangre, y ni hablar de cómo es con Beatrice.

─Nunca ─dice y al igual que siempre, no puedo verla a los ojos después de que responde a lo que comenzó como una exigencia, pero con el tiempo se convirtió en súplica.

Con la venas de mi cuello sobresaliendo, salgo de nuestro jodido baño y me dirijo al granero de mi madre, todavía sin cambiarme. No entiendo cómo mierda alguien tan inteligente y valiente como ella, puede ser a la vez tan estúpida y cobarde. Eso es lo que más odio de este asunto. Cómo todo lo que admiro en Arlette se va ante su miedo pese a la realidad que todos, excepto ella, parecen notar.

Si Arlette Cavalli vive para algo, es por su sangre.

No importa cuántas veces eso la lastime.

*****

Al día siguiente paso nuevamente por la casa de cristal de la señorita Smith, quién ahora es un cadáver sin pezones en el sótano de mis padres. Estaciono mi motocicleta en las afueras de esta y entro en ella haciendo uso de su propia llave y código de desactivación de la alarma, por lo que el sistema de seguridad no nos señala como intrusos. Pese a que normalmente odio la seguridad, los acontecimientos recientes me obligan a estar acompañado, por lo que Gastón y Milad están conmigo y los tres estamos armados.

Ellos, sin embargo, se mantienen a una distancia prudente cuando me dirijo a la caja fuerte en la que mi maestra, una vez también la de Arlette, guardó su seguro estos años.

Nada original, si me preguntas, pero ya que se mantuvo fiel a su palabra de no hablar más sobre el asunto, Carlo probablemente no la molestó pese a que mi manera de guardar un secreto habría sido matándola, no sobornándola, pero los Cavalli son más complicados. Una vez ingreso la combinación en ella, esta se abre con un sonido metálico bajo y me ofrece un vistazo de lo que hay en su interior. La abro. Obviando los billetes en su interior, paso la mano sobre ellos y tomo el sobre al final. Ya que no sé qué pueda contener, inclino la cabeza al área de la piscina. Milad y Gastón dejan de hablar de sus últimas putas para escucharme con suma atención, inconscientes de que estamos aquí, exponiéndonos a un ataque del enemigo, porque quiero entender a mi maldita esposa y la terapia de pareja no es una opción en nuestro matrimonio.

Tendría que asesinar a nuestro psiquiatra luego.

─Voy a tomar aire.

A pesar de que Arlette pasó esta mañana sobre mí ordenándoles tanto a Milad como a Gastón no apartarse cuando se suponen que trabajan estrictamente para los Ambrosetti, estos asienten y se dirigen a la cocina cuando se dan cuenta de que no les estoy dando ninguna opción. Una vez me encuentro sentado en un banquillo a las afueras de la casa, bajo el cierre de mi chaqueta y me quito los guantes de cuero para manejar el sobre con cuidado.

Mi aliento escapa como humo de mis labios debido al frío mientras paso mi mirada por las hojas de papel viejo, pero bien conservado. Todos son proyectos realizados por un niño pequeño, pero con letra hermosa. Pese a que son la primera pista de que algo estuvo mal en su infancia más allá del hecho de pertenecer a una familia de la mafia siciliana, no puedo evitar que mis labios se curven al notar su caligrafía en una esquina con su nombre. Arlette no dibujaba tan bien, pero incluso entonces escribía bien.

El primero de ellos es un poema sobre animales.

Arlette escogió a los unicornios.

Lo leo en voz alta, esperando entenderlo mejor así.

Los unicornios entristecieron cuando vieron a su bebé nacer sin cuerno ─susurro, extrañado con cuán adorable este empieza─. Así que papá unicornio fabricó uno para su bebé unicornio, pero mamá unicornio lo arrojaba al pasto cuando papá unicornio no veía. Bebé unicornio era diferente y no quería que lo olvidara. El cuerno de mamá unicornio también era falso. Estaba enojada con bebé unicornio por cuánto amor recibía a pesar de no ser especial, un caballo en vez de un unicornio, como ella en realidad era. Bebé unicornio no se escondía y la querían.

La pequeña historia, en definitiva no un poema, está escrita en italiano, así que Arlette reprobó debido a que la maestra Smith no fue capaz de leerla, al menos no sin un traductor. Dejo la hoja con cuidado sobre la banca antes de pasar a la siguiente. A pesar de tener un vistazo de la manera en la que Arlette pensaba de niña trae calidez a mi pecho, la verdad es que lo que acabo de leer no es diferente a lo que vi toda mi vida mientras crecía. La competencia entre ella y Sveta, entre ella y su fantasma, por el amor de su padre.

En las siguientes hojas, solo hay dibujos de Arlette y de su padre en la playa, en el jardín, frente a su mansión, con su pony, el falso unicornio, siempre con su madre de fondo viéndolos con expresión molesta. Otro detalle importante en ellos, pero no extravagante, es que Arlette nunca usaba colores, excepto el rojo. Solo lápices que marcaba con fuerza contra la hoja. Sus trazos eran un poco más suaves al dibujarse con su padre, pero al tratarse de su madre están sumamente oscurecidos, claramente hechos con ira.

Todavía nada diferente.

Aprieto el papel con fuerza, sin embargo, cuando llego al último de ellos y me veo a mí. Aunque sus dibujos son solo líneas, sé que soy yo porque soy de su tamaño y estoy haciéndola llorar. Carlo no está por ningún lugar. Sveta sonríe ante la visión de Arlette en el suelo del jardín del jardín de laberinto de rosas. Tras soltar un gruñido debido a la manera en la que nuestra niñez ha sido retrata con ella como la víctima, cuando no lo era, ya que quemaba mis juguetes y me acusaba de hacer cosas que no hacía para que me castigaran, dejo la hoja con las demás y hurgo en el sobre. Junto las cejas cuando mis dedos se topan con un trozo de tela. Al sacarlo lo reconozco como la cinta brillante, plateada y con destellos con la que su madre le hacía lazos en el cabello. Una del millón que Arlette tenía. Sin entender, empiezo a dejarla a un lado en el banco con todo lo demás, pero al estirarla veo el por qué está ahí y la razón por la que Carlo decidió comprarla antes de que hablara.

Son pequeñas.

Pequeñas gotas de sangre seca.

******

El día en el restaurante transcurre con normalidad. Ya que no creo ser capaz de ver a Arlette sin caer en la tentación de preguntarle por las cintas que encontré en la casa de la señorita Smith, puesto que no era solo una, sino varias, termino cenando en el restaurante con un par de miembros del Outfit de la familia Greco. El padre, su cabecilla, y su hijo mayor Giovanni. A pesar de que estamos discutiendo temas importantes, no puedo dejar de pensar en lo que hallé. La señorita Smith ni siquiera sabía qué significaba lo que estaba viendo en ese entonces, solo que significaba algo y que debía reportarlo a servicios infantiles, por lo que esa es la razón por la que murió tan pronto, puesto que de lo contrario todavía estaría sacándole información. Era una inútil. En lugar de contestar a mis dudas, solo creó más.

¿Jefe? ─dice el mayor de ellos, trayendo mi atención de nuevo a la mesa, cuando se da cuenta de que no estoy prestándole atención a lo que dice. Estábamos hablando de cómo lidiar con los rusos en el caso de que estos decidan ir por nuestra mercancía para afectarnos, pero ya tenemos eso cubierto. La droga ya no está dónde solía. Hemos cambiado nuestras rutas─. ¿Preferiría que discutiéramos esto en otra oportunidad? No quiero aburrirlo. Estoy seguro de que tiene cosas más importantes en las que pensar.

Niego mientras llevo el vaso de cristal con whisky a mi boca, mi mano libre deshaciéndose de las cenizas de mi porro. Una vez tomo una calada y voy a hablar, sin embargo, su estúpido hijo me interrumpe. Lo miro con la frente arrugada. Giovanni sonríe de manera amable, pero también traviesa. Si no tuviera tanta curiosidad sobre lo que dirá esta vez, lo haría pagar por verme de esa manera. Como si supiera más que yo lo que está sucediendo en nuestra puta ciudad.

Si tuviera a Arlette Cavalli como esposa, tampoco te prestaría atención, padre. Seguro está pensando en volver a casa con ella ─dice, a lo que suelto un gruñido profundo.

Otro fanático.

Si tuvieras a Arlette como esposa, niño, estarías pensando en una forma de no volver a casa.

Aunque mi comentario no estaba destinado a menospreciar a Arlette, su padre ríe al oírme.

Creo que en eso estamos de acuerdo ─dice mientras me señala con su tenedor lleno de pasta antes de llevárselo a la boca. Tras masticar, se limpia los labios y continúa─. Aquí entre dos, señor, ¿qué se siente ser quién dominó a la perra? ─Aprieto mi vaso con fuerza, pero resisto la tentación de estrellarlo contra su cráneo al recordar que ese es papel que juego─. ¿Se ha portado bien? No lo creo. Debe estar haciendo algo bien, sin embargo, si no se ha atrevido a mostrar su cara por aquí. Probablemente la hizo entender que su lugar está en el hogar, como el de todas.

Gruño de nuevo. A pesar de que no puedo golpearlo, puedo quitarle algo de lo que se siente sumamente orgulloso.

Miro a Giovanni.

¿Qué tan joven eres?

Luchando contra una sonrisa, este responde.

Siempre que intentaba hablar en las reuniones del concejo era callado por su padre, a excepción de las últimas. No es un idiota, pero tampoco es el más listo al tentarme. Mi esposa es la única a la que le perdono cuestionarme.

Tengo veintiuno.

Afirmo, complacido, puesto que tiene la edad suficiente.

Bien. ─Me levanto de la mesa─. Felicidades. Eres el nuevo Don de tu familia. ─Miro a su padre─. Lo siento, Martín, pero ya estás muy anciano. Espero que entiendas cuál es tu lugar a partir de ahora y permanezcas en casa.

*****

Cuando llego a casa no me sorprendo al encontrar las luces de la sala apagadas. Tampoco a Kai frente a la imagen que muestra un proyector en una de las paredes. Algunos de los escoltas de Arlette están escuchándolo también, pero su presentación está dirigida únicamente hacia ella. Alzo las cejas y me cruzo de brazos, apoyándome en la pared, al oírlo. Recientemente terminó sus estudios en una de las mejores universidades en tecnología, computación y sistemas del país. Arlette y él han estado trabajando en varios proyectos desde entonces. Venice entre ellos.

Lo que le presenta hoy, sin embargo, es nuevo.

─¿Por qué necesitarías un programa así? ─le pregunto a Arlette una vez él termina y se va, viéndose como si no hubiera dormido en semanas, pero también satisfecho.

Debe estarlo.

─No fue mi idea, fue suya, y acepté comprársela si me convencía lo suficiente ─responde mientras sube la escalera llevando uno de sus tantos trajes de negocios, desafortunadamente no de los de falda. Esos marcan mejor su culo. Este, en cambio, es de pantalones y bléiser blanco, ambos hechos a la medida, pero con costuras estilizadas que no se pegan a su cuerpo como una segunda piel─. Es el primer proyecto propio de Kai. Así hubiera sido una basura, lo que no es, no podía negarme a ayudarlo.

─¿Y te convenció? ¿Te servirá de algo?

Arlette niega, pero no se gira para verme.

Bien.

Disfruto más viendo su trasero.

─Sí, lo hizo, y no, hasta ahora no me servirá de nada, pero es el mejor programa de clonación digital que hay en el mercado y no puedo permitir que nadie más lo tenga. ─Tras detenerse y teclear en su teléfono, me enseña la pantalla con una sonrisa que no puedo evitar devolverle pese a que ni siquiera sé por qué está sonriendo─. Mira ─insiste cuando no dejo de verla, a lo que agacho la vista.

Mi sonrisa se desvanece cuando me veo a mí mismo.

Exactamente a mí mismo.

La misma ropa, el mismo cabello, las mismas facciones. A pesar de que es computarizado, se ve malditamente real. Nada, absolutamente nada, lo delata. Me estremezco. Estoy seguro de que hay programas que son capaces de hacer eso, pero no de hacerlo en cinco malditos segundos.

Si no fuera por mi esposa, mi vida sería deprimente. Probablemente ya me habría suicidado por el aburrimiento ─digo, curvando los labios hacia abajo en una mueca.

Arlette ríe como una niña.

─¿No es increíble?

─¿Esto lo hiciste tú justo ahora? ─pregunto, esforzándome por verme serio aunque lucho con una maldita sonrisa.

─No, eso lo hizo Kai, pero esto sí lo acabo de hacer.

Tras manipular su iPhone un poco más, me lo enseña de nuevo. Pongo los ojos en blanco al ver a Alik y a mí besándonos. Arlette vuelve a reír. Pese a que quiero sacudirla porque está siendo estúpida y deseo obtener una respuesta de por qué tiene una maldita foto del ruso en su teléfono, lo único que hago es pasarla en las escaleras mientras lucho por no sonreír sin ninguna razón en lo absoluto. Me detengo, sin embargo, al no oírla seguirme.

─¿Arlette? ─la llamo cuando lo único que hace es mirar a su teléfono, pero ella solo niega, su cuerpo tenso.

Con la frente arrugada, desciendo los escalones entre ella y yo y miro lo que ella ve. Tenso la mandíbula al ver a Fósil golpeado y atado a una silla, sus ojos vendados. Lleva puesta la misma ropa con la que lo vi esta mañana. Su usual traje perfectamente planchado, el cual ahora está arrugado. Hay sujetos con tatuajes de la Bratva, pero rostros ocultos, junto a él. Para el momento en el que me enfrento a la bonita cara de Arlette, su actuación es tan buena que sus pupilas están dilatadas y su mentón tiembla ligeramente debido a lo fuerte que aprieta su mandíbula.

Maldita loca.

─No es gracioso ─siseo.

Arlette niega, retrocediendo hacia abajo.

─No es una broma ─dice antes de empezar a correr hacia la sala. Hago lo mismo, aceptando ya que no se trata de una broma. No se tomaría tantas molestias de serlo─. Alik tiene a Fósil. Es el único de nosotros al que pudo llegar.

Se oye tan asustada que no puedo evitar obligarme a mí mismo a relajarme para ser quién lleve esta situación con calma. Una vez la alcanzo, tomo su muñeca y la obligo a mirarme mientras la aprieto. A concentrarse solo en mí.

─Alik no te quiere muerta ni en su contra ─susurro─. No le hará nada. Ganemos tiempo, como hemos hecho hasta ahora, mientras encontramos la manera de burlarlo. ─Relamo mis labios ante su atenta mirada, la ira llenando mis vasos sanguíneos. Maldita sea la hora en la que confié en él y ayudé a ponerlo donde está. De lo contrario seguiría siendo un guardaespaldas obsesionado, acosador y loco, pero sin poder para realizar sus planes─. ¿Qué es lo que quiere?

Arlette traga antes de responder.

─A mí...

─No ─la corto, pero ella prosigue.

─Y a ti.


Holaaa. ¿Cómo están? Espero que bien. Disculpen la interrupción del maratón, pero es que he tenido cosas personales que atender. 

En fin.

¿Qué creen que pasará ahora?

Capítulo dedicado a: Nattascha_W por su cumpleaños

Siguiente a la mejor teoría sobre lo que pasará ahora

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Love u


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