Joanne y Amberly
Capítulo II
(Escuchar canción en multimedia)
Miro sus rizos y cabello canoso. Se nota que Ingrid no se ha pintado el cabello en al menos dos meses. La comprendo, a veces llega un punto en la vida en el que no podemos ser capaces ni de cuidarnos a nosotros mismos. Al menos en el aspecto banal. Por ejemplo, yo ahora me encuentro con la ropa de ayer y claramente no me he dado una ducha en al menos dos días. Sin duda no es mi mejor momento para recibir visitas, pero da igual.
—Venía a preguntarte si necesitas algo —cuestiona Ingrid. Ella fue la mujer que me vendió esta casa. La verdad es que agradezco mucho que me haya ayudado a poder salir de mi antiguo hogar pues ahora ese espacio lo comparte Joseph con alguien más.
—Gracias Ingrid pero estoy bien. Aún sigo sacando las cosas de las cajas. No quiero mover mucho porque aún faltan algunos muebles. En la tienda donde los compré me dijeron que llegarían entre hoy y mañana así que no hay problema. —Le regalo una sonrisa a Ingrid y ella me mira expectante.
De repente me doy cuenta que estoy bloqueando la puerta por lo que me hago a un lado y la dejo entrar. No creo que Ingrid sienta nostalgia al entrar a esta casa pues ella la rentaba desde hace muchos años. Entonces recuerdo la caja que encontré en el ático.
—También venía aquí a traerte el último juego de llaves que quedaba en mi casa. Ya sabes Emilia que si necesitas algo puedes llamarme. No vivimos lejos de aquí, de hecho estoy segura que te gustarán los vecinos, aquí es muy tranquilo. Sin duda estoy segura que es mucho más tranquilo que California. —La mujer vuelve a sonreír forzadamente y yo comienzo a sentirme un poco incomoda. No es que no quiera que ella esté aquí, es solo que no tengo muchas ganas de hablar con las personas.
—Gracias Ingrid, yo creo que en estos días saldré a caminar para conocer el vecindario —comento esforzándome por seguirle la corriente a la mujer.
De repente me doy cuenta que Ingrid lleva la mirada a todos lados pero en especial posa sus ojos en una fotografía de Joseph. Sinceramente no tengo ni la menor idea de por qué guardé eso en mis cosas. Supongo que Milo se equivocó y en vez de romper la foto solo decidió guardarla. Así que cuando Ingrid devuelve su campo de visión a mí, la noto muy curiosa.
—¿Y no tienes algún novio que te pueda ayudar a recoger todas estas cajas? —cuestiona lanzando con rudeza una daga a mi corazón. Vaya tontería, claro que esas cosas no se preguntan.
«—No, ya no tengo novio—» pienso mientras trato de controlar mi respiración y no colapsar en el proceso.
Inmediatamente me muerdo la mejilla y comienzo a pellizcarme la pierna. Las lágrimas no tienen que salir, no deberían de traicionarme en esta ocasión. Así que la evado.
—Por cierto Ingrid, quería preguntarte sobre una caja que... —Sin embargo no me deja continuar pues su teléfono suena y ella contesta animada.
Durante cinco minutos tengo que escuchar como ella habla sobre una gotera en su casa. Por favor mundo dame paciencia. Así que rendida me voy a tumbar al sillón mientras ella camina de un lado al otro hablando con el fontanero.
Después de los largos diez minutos de llamada, Ingrid cuelga. Yo lanzo un suspiro aliviada pues la verdad creo que tengo que seguir trabajando en este asunto de la mudanza.
—Lo siento Emilia, tengo que irme. Tengo una gotera en la casa y el plomero ha llegado pero nadie le abre. Seguro mi esposo está dormido. Después seguimos hablando. —Cuando me extiende la mano noto que está fría pero cuando se da la vuelta me preocupo pues está a punto de caerse. Parece que se ha mareado.
—¿Está bien Ingrid? —La mujer asiente con la cabeza restándole importancia.
—Me he sentido mareada desde la mañana pero tranquila. Y ya sabes Emilia, llámame para cualquier cosa.
La mujer sale de mi casa tan rápido como llegó y por fin me siento segura. Rayos, que extraña visita. Será mejor que mañana le pregunte por esa caja en el ático. La verdad es que no quisiera que estas cosas importantes sigan aquí. Supongo que Joanne querría su álbum de fotos de vuelta.
Así que después de media hora moviendo cajas y sacando ropa de las maletas. De repente veo un montón de cartas apiladas en el suelo. Consternada por verlas me acerco a ellas con cuidado, como si se tratara de algún objeto maligno. La verdad es que el montón de cosas que tengo arrumbadas no me permitía verlo, así que me quedo sorprendida. Ahora creo mucho más importante darme prisa en sacar mis cosas pues no sé qué más podré encontrarme por acá.
—Maldita sea, ¿otra sorpresa? —mascullo tomando la pila y dándome cuenta que las cartas van dirigidas a alguien que evidentemente no soy yo. Al parecer son para una mujer llamada Amberly McKinley.
Reviso la dirección y confirmo que las cartas hayan llegado al lugar correcto. Y efectivamente es así, el sobre contiene los datos de mi nueva casa. Seguramente ella fue la última inquilina en este lugar. Bien, entonces creo que le tengo que entregar a Ingrid una caja y unas cartas. Pero mi consternación se dispara cuando me doy cuenta que el remitente de la carta es Joanne Taylor.
En total son nueve cartas y todas ellas son de Joanne para Amberly. Así confirmo una vez que ellas eran las antiguas inquilinas pues no me extraña que la caja de Joanne se encuentre en el ático.
—Ay no —balbuceo llevándome la mano a la frente y buscando como loca mi teléfono. De verdad necesito hablar con Ingrid para que me explique lo que está pasando. Pero ella no responde.
Así que desesperada le mando un mensaje de voz:
—Hola Ingrid, soy Emilia. Solo quería hacerte una pregunta. En el ático me encontré una caja que contiene cosas de una persona llamada Joanne Taylor. Y además encontré una pila de cartas para Amberly McKinley. Seguramente mi hermano las encontró en el buzón y las metió a casa sin querer. ¿Crees que habría algún problema de que mañana te lleve las cosas de estas mujeres? Imagino que fueron las antiguas inquilinas. Espero tu respuesta.
Envío el mensaje de voz y subo hasta mi recámara para tumbarme en la cama. Sinceramente muero de cansancio, pero cuando me quedo viendo la oscuridad de la noche me percato que no he comido nada en todo el día. Sin embargo no tengo hambre, solo muchas ganas de dormir, por lo que bostezo y cierro los ojos.
Vaya tragedia, pues durante esa noche alguien no puede despertar nunca más. Así es, por la tarde tengo que asistir a un funeral.
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Nota de la autora:
Este es el segundo capítulo de la historia. ¿De quién será el funeral? ¿Pronto tendremos más idea de lo que sucedió entre Emilia y Joseph? Seguiré escribiendo para que pronto se desvelen más los secretos. Lo cierto es que Emilia aún tiene que explicarnos que sucedió para que terminara su relación y tuviera que mudarse tan lejos de su hogar.
Por cierto, ¿de dónde me leen? Yo soy de México. Me encantaría saber desde dónde me han encontrado.
Canción: Remember –Becky Hill
Gracias por su apoyo, cuídense y yo seguiré por aquí escribiendo.
Atentamente,
d.r.
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