Jabón de miel
Capítulo III
(Escuchar canción en multimedia)
Sentir el agua tibia recorriendo mi cuerpo desnudo me hace sentir mucho alivio. Hacia mucho desde que una ducha me hacía sentir así de bien. Lo cierto es que tengo que culpar al hecho de que llevaba más de dos días sin bañarme por lo cual no me sorprende sentirme así de fresca ahora. Al fin mi piel huele a miel y no a polvo y sudor. No puedo creer que cosas tan sencillas como bañarme o lavarme los dientes de repente sean actividades tan complicadas como escalar el Everest. ¿Es normal que esto me agobie tanto?
Dejando que mi cabeza de vueltas y vueltas a la idea de mi dolor, de repente el olor de este jabón me trae a la mente un recuerdo. Uno que soy capaz de palpar.
1 año atrás
—¿Vas a venir a la regadera? Estoy a punto de salir —grito entre risas esperando que mi novio me escuche. Me dijo que estaba terminando de preparar el desayuno, así que el olor a jabón y hot cakes inunda todo el cuarto de baño.
—Ya salgo —anunció una vez más con voz fuerte. Me encanta molestarlo de esta manera pues desde que nos conocemos odia bañarse sin mí. La verdad es que pasar el tiempo con él es una de mis cosas favoritas. Estoy segura que me faltan horas en el día para poder sentirme satisfecha de él.
—Bebé, no puedes torturarme de esta manera —comenta él abriendo súbitamente la cortina de la regadera—. Hazme espacio.
Joseph entra a la regadera conmigo y comienza a abrazarme mientras deposita algunos besos sobre mis hombros. El olor de su piel entra a mi nariz y descubro que su esencia me hace sentir segura. Es como si me encontrara en casa, no tengo otra explicación más que la siguiente: él es mi hogar.
—Me encanta el olor a miel de tu jabón. Eres como un hot cake y ya sabes lo mucho que me encantan. —comenta dejando mordiscos en mi cuello y hombros. De repente las risas bobas inundan todo el baño y yo solo veo cómo el agua cae sobre su hermoso cabello rizado. Entonces lo miro a los ojos y escudriño su rostro. Todo él me vuelven loca, pero sobre todo cuando me mira así, lleno de amor y ternura.
—Te amo Joseph, nunca lo olvides. Te juro con mi corazón que nunca amaré a nadie como a ti. —digo depositando un beso en su nariz recta. Su respuesta a mis palabras es regalarme una de sus hermosas y perfectas sonrisas, lo cual me hace sentir avergonzada. Tanta perfección no puede ser para mí, su cariño y presencia llenan por completo mi pecho.
—Siempre estaremos juntos Emi, por nada del mundo te dejaré. Eres el amor de mi vida, ¿qué otra cosa necesito?. —En ese momento Joe me besa desesperado y baja las manos hacia mi espalda. Yo no puedo evitar acariciar sus hermosos brazos y sentirme en la luna. Recorrer su suave piel con mis manos y lengua hacen que él gima sobre mi oreja lo cual me calienta el alma de inmediato.
—Nunca me dejes bebé —susurro sobre sus labios mientras él atrapa mis palabras con sus besos.
Calidez, eso es lo que siento cada vez que me encuentro con él. Sin duda Joe es mi mejor amigo, confidente y una de mis partes favoritas es que también es mi amante. Por lo cual hacemos el amor una y otra vez en la regadera hasta que nos quedamos sin aliento y saciados de nosotros mismos.
*****
Una vez más me encuentro a mí misma bañada en lágrimas y con ganas de salir huyendo. Después de traer ese recuerdo a mi mente me tumbo en el suelo de la regadera y dejo que mis gemidos se ahoguen con el agua.
—Por favor, déjame en paz —repito una y otra vez hecha un ovillo sobre el suelo. El frío de la loza ni siquiera me afecta. Sin duda el dolor que tengo en el corazón es superior a cualquier otro.
Mientras el agua sigue corriendo sobre mi cuerpo yo me mantengo sumida en un ataque de terror. Durante diez minutos no soy capaz de ponerme de pie ni de dejar de mencionar su nombre.
—Ayúdenme —susurro derrotada en el suelo del baño—. Eres patética Emilia.
De repente a la lejanía escucho que comienza a sonar mi teléfono. Uno a uno suenan los timbrazos pero yo no soy capaz de ponerme de pie. Estoy exhausta, ya no tengo fuerzas para ponerme de pie, todo el tiempo tengo cansancio, no sé si pueda seguir. De todas maneras no imagino quién querría saber de mí.
Con un dolor terrible en el pecho trato de ponerme de pie y cerrar la llave del agua. Entonces veo al culpable de este episodio nervioso. Llena de furia y con las lágrimas nublando mi vista tomo el jabón de miel y con el shampoo comienzo a aplastarlo. Lo hago con tanta fuerza que soy capaz de destruirlo por completo. Pero no me puedo seguir concentrando en mi ira con el jabón pues mi celular vuelve a sonar.
—Ya voy —grito como si alguien pudiera oírme. Así que totalmente desnuda camino hacia mi habitación y contesto la llamada.
—Hola Emi —saluda mi madre con un tono de voz muy constipado.
—¿Te has enfermado? —cuestiono mientras busco una cobija y me envuelvo en ella. Mi cuerpo sigue temblando y siento que no soy capaz de volver a respirar.
—Ayer comencé a tener mucha fiebre y catarro. —Estornuda antes de poder seguir con su discurso.
—Dile a Milo que te lleve con el médico. Por favor mantenme avisada mamá —digo sintiéndome un poco preocupada. Espero que no haya sido por mi culpa. La verdad es que ni ella ni Milo querían que viniera aquí totalmente sola.
—Sí Emi, cuando Milo regrese me llevará al médico. Pero no te hablo por eso. —Una vez más estornuda y escucho que se limpia la nariz—. Perdona hija. Es que hace rato me llamó Quentin Adams el esposo de Ingrid.
Claro, es el esposo de la mujer que me vendió la casa. Que por cierto ya no respondió a mi mensaje de voz. Esta mañana revisé el celular pero pienso en ir por la tarde a dejarle las cosas de Joanne y Amberly.
—¿Está todo bien? ¿Es algo sobre la casa? Porque ayer vino Ingrid y no me dijo nada —inquiero curiosa pues no me gustaría saber que Ingrid se ha arrepentido de algo y quiera la casa de vuelta.
—No es sobre la casa amor. Es que... bueno, Ingrid murió ayer por la noche. Al parecer tuvo un infarto y no pudieron hacer nada al respecto. —La noticia me cae como un balde de agua fría. No puedo creerlo, si yo la vi ayer. Es verdad que se veía un poco extraña pero jamás pensé que fuera algo tan serio.
—No puede ser mamá, ¿y no te dijeron algo sobre el funeral? —Mi mamá vuelve a estornudar y comprendo que no debería molestarla más. La pobre se siente mal.
—Será hoy en el auditorio del pueblo. Te mandaré la ubicación, será a las seis de la tarde. Sé que no la conociste mucho pero creo que sería buena idea que fueras a su funeral. Después de todo ella fue muy amable por vendernos su casa. —Angustiada por la noticia acepto de buena gana ir al funeral.
Así que después de unos minutos más cuelgo la llamada y como un juez acusador, en la esquina de mi habitación veo la caja y el montón de cartas.
—¿Y ahora qué haré con ustedes? —pregunto de nuevo entrando al baño para darme otra ducha y sacarme de encima este horrible olor a miel.
•—————————•
Nota de la autora:
Hola mis bellos lectores. Como siempre es un gusto poder saludarlos. No saben lo feliz que me está haciendo ver su apoyo a esta historia. No se imaginan lo liberador que es escribir esto. Opino que todos en algún momento nos hemos sentido perdidos al tener el corazón roto. Los miedos y crisis que vive Emilia se basan en las cosas que yo sentí durante este proceso. Lo quise plasmar así porque aunque antes me avergonzaba sentirme de esa manera, ahora he comprendido que era necesario para poder dejar las cosas atrás.
Recuerda, si crees que no puedes y necesitas ayuda, búscala. Por favor no te rindas, aunque no lo creas, los sentimientos malos tienen fecha de caducidad. Sé paciente.
Así que les pregunto, ¿creen que se puede sanar un corazón roto? Yo pienso que sí, y en el proceso dejamos de ser las mismas personas. Nos volvemos mejores.
Canción: Arcade –Duncan Laurence
Cuídense mucho, les mando un fuerte abrazo. Muchas gracias por sus votos y comentarios. Me ayudando mucho a seguir escribiendo. ¡Gracias!
Atentamente,
d.r.
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