El principio de la batalla
Capítulo III
Los murmullos y el olor a flores inundan todo el auditorio del pueblo. Sinceramente aún no conozco a nadie del lugar pero imagino que la mayoría están aquí. Al menos veo a unas 300 personas caminando y hablando entre sí, lo cual me hace sentir un poco incomoda pues desde que llegué me he escondido en uno de los rincones más oscuros del lugar. No quiero llamar la atención, aunque claro que entre tantos yo no destaco. Cómo es obvio, el centro de atención es el ataúd de Ingrid, que se encuentra a la vista de todos con una foto encima que seguramente le tomaron hace veinte años pues la juventud se irradia en sus mejillas.
Sinceramente no puedo creer que esto haya sucedido, yo incluso pude verla un día antes. Ahora comprendo mucho mejor lo que me decía mi abuela, la vida es como una neblina, todo es tan incierto y volátil. Quiero atreverme a decir que yo fui la última persona a la que vio Ingrid, claro, además de a su esposo y el fontanero.
La realidad es que los funerales siempre me hacen reflexionar en mí y lo que estoy haciendo con mi vida. Siempre me ha gustado pensar en lo que dirían las personas el día de mi muerte. ¿Me estaré esforzando porque sean cosas buenas? Yo espero que sí. ¿Habrá rostros genuinamente desconsolados por mi partida? Lucharé porque mi existencia marque la vida de quienes me rodean... es lo único que tenemos como propósito para ser felices.
—Eres la nueva, ¿cierto? —Escucho una voz femenina detrás de mí, la cual me despierta de mi ensoñación e incluso me estremezco un poco.
Su piel morena y rizos rubios definidos sobresalen de manera preciosa. La chica me extiende la mano y yo la tomo sin dudarlo. Su agarre es firme y suave al mismo tiempo lo cual me hace regalarle una sonrisa.
—Creo que sí lo soy. Me llamo Emilia, mucho gusto —saludo sin que ella me suelte la mano. La chica me regala una sonrisa y su calidez me hace sentir muy bien. Me alegra que ya no me sienta como una extraña en este lugar, al menos alguien ya me conoce. Si me sucede algo ya sé que ella sabrá que Emilia necesita ayuda.
—Hola Emilia. Ese era el último dato que necesitaba sobre ti. De hecho todo el pueblo ya sabe que eres la nueva. —No puedo evitar sonreír ante el comentario de la chica pero escondo mi boca en mi mano. Un funeral no es un buen lugar para estar sonriendo o lanzando una que otra risita. Así que vuelvo a poner mi rostro en modo neutro aunque esperando que ella vea el brillo y dolor en mis ojos.
—Me lo imaginé cuando las miradas curiosas no paraban de posarse en mí —contesto simpática mientras llevo mis ojos a todos lados y compruebo a un par de personas mirándome. Aquí no suelen ser muy discretos que digamos.
—Por cierto, yo soy Alelí. Me alegro que estés aquí, espero que te quedes mucho tiempo. La verdad es que las personas que le rentaban a Ingrid no duraban mucho por la zona. —El comentario de Alelí provoca que una idea se me venga a la mente. Es obvio que ella está muy enterada de las cosas que pasan por aquí, ella debe conocer a Joanne y Amberly. Esta es una excelente oportunidad para saber quiénes son. Tal vez sigan rondando la zona o se hayan mudado cerca.
—Por cierto Alelí, ¿no conociste a Joanne Taylor y Amberly McKinley? Tengo algunas de sus cosas en mi casa. Imagino que fueron las antiguas inquilinas. —Alelí frunce el ceño lo cual no me da buen augurio. Mucho menos cuando se queda pensativa durante diez segundos sin decir nada.
—No tengo idea de quiénes hablas. Antes de que tú estuvieras en esa casa vivió un señor llamado Carl. Estoy segura que no tenía esposa o hijas, según sé era una clase de "lobo solitario" aunque yo prefiero llamarles solterones. Aún así nunca había escuchado esos nombres. ¿Qué no Joanne Taylor era una cantante? —Alelí ríe en lo bajo y yo le sonrío pensativa. No puedo creer que esto vaya a ser más difícil de lo que parece.
—Bueno, supongo que seguiré guardando sus cosas —digo por fin derrotada.
—Espera, le preguntaré a Hellen. Ella era amiga de Ingrid, tal vez conozca a esas personas —sugiere Alelí mientras se acerca a una mujer mayor en el otro lado del salón. Se nota un poco acongojada y no la culpo, al parecer Ingrid era su amiga. Ella debe estar igual de consternada como yo, de verdad que hoy estamos y mañana no lo sabemos. Ya sueno como una mujer anciana.
Sin embargo noto que Hellen niega con la cabeza. Por lo que Alelí no tarda en llegar hasta mi lugar con malas noticias.
—Ella tampoco ha escuchado esos nombres y está de acuerdo conmigo, Joanne Taylor era una cantante. —La mirada divertida que tiene Alelí me hace olvidar un poco la preocupación. Supongo que es verdad, ahora no es momento de saber más sobre ellas.
—Te agradezco mucho Alelí. Creo que seguiré buscando en otro momento —indico tratando de ocultar por completo mi preocupación por el caso. Además porque de repente todos se han quedado callados y mi voz se podría escuchar por todos lados. Recordemos que estoy en un funeral.
—Mira, nosotros somos los dueños del centro de abastecimiento del pueblo. Así que conozco a todos en el lugar. No te preocupes, yo te ayudaré a encontrarlas. —Alelí posa su mano en mi hombro y me aprieta con cariño. De verdad que su familiaridad me hace sentir como en casa. Hacia mucho desde que no me sentía de esa manera.
Así que la chica morena me da su número de celular y ambas prometemos mantenernos en contacto. Creo que no hay mejor persona que pueda ayudarme con esta misión que ella. Seguramente ella encontrará a estas dos mujeres.
*****
(Escuchar canción en multimedia)
Después de media hora de seguir en el funeral y sentir las miradas de los demás, decido sacar mi teléfono y entrar a mis redes sociales. Afuera ha comenzado a caer una lluvia muy fina por lo que el ambiente se está enfriando. Alelí siguió un rato conmigo pero después me dijo que tenía que hablar con su padre, así que ahora me encuentro sola. Esto está siendo más complicado porque no conozco a nadie aunque la gente es muy amable. Como diría mi mamá: "Pueblo chico, infierno grande". Sin embargo creo que este infierno no se compara al que vivía en California. Sin duda prefiero mil veces estar aquí con personas que no dudan en acercarse a mí a tener que lidiar con Joseph.
Y hablando del rey de Roma dejo salir un un grito ahogado cuando entre las notificaciones de mis redes sociales veo algo terrible. Joe ha publicado una foto en la que se ve la mano de una mujer con un anillo y en la descripción menciona: "Ella dijo que sí". ¿Lo peor? Es el mismo anillo que me dio a mí.
Un dolor punzante comienza a subir y bajar por todo mi cuerpo. La cabeza la siento caliente pero mi espalda está congelada. Por unos segundos no sé qué hacer o cómo reaccionar, todo mi cuerpo se queda paralizado y siento que el mundo se me cae encima. ¿Es posible sentir que se te desgarran los sentimientos?
—No puede ser —balbuceo con el rostro lleno de lágrimas. Y cuando una de ellas cae sobre la pantalla de mi celular despierto en la realidad para ponerme de pie. Sin saber cómo, mis piernas me llevan hasta el estacionamiento y mientras lo hago busco alterada la llave de mi auto en las bolsas de mi abrigo. Pero cuando las saco se me caen al suelo, la tenue luz de las lámparas no me ayuda a encontrar las llaves, mucho menos porque mis ojos están llenos de lágrimas. Desesperada por lo que está pasando me tiro al suelo con la cabeza entre las rodillas y lloro desconsolada. No sé cuántos minutos me quedo en esa posición pero una voz me despierta.
—¿Necesita ayuda señorita? —La voz profunda y masculina del portador me hace elevar la mirada. Sin embargo se coloca a contra luz del faro en la calle y no puedo verle bien el rostro. Solo me doy cuenta que es muy alto.
—Lo siento. —Es lo único que sale de mi boca mientras intento ponerme de pie, pero las piernas me tiemblan y soy incapaz de sostenerme. El hombre se da cuenta y rápidamente me ayuda sosteniéndome con sus brazos.
—¿Iba a subirse al auto? —cuestiona sin dejar de soltarme. Creo que si lo hace me desmayaré y seré incapaz de poder seguir. Aunque mi cabeza no puede procesar la pregunta que me hace, lo que me mantiene despierta es el olor a tierra mojada del rocío nocturno.
—Perdón —digo tratando de dar un paso al frente pero tambaleándome en el proceso. No sé que planeo hacer pero una vez más a punto de caerme el hombre me sostiene con fuerza. Seguro debe creer que estoy bajo alguna sustancia.
—No se preocupe señorita, yo puedo ayudarla. ¿Este es su auto? Sinceramente no creo que sea capa de conducir. La puedo llevar a su domicilio. —Incapaz de poder comprender lo que me dice, lo miro a los ojos y al acostumbrarme a la oscuridad soy capaz de ver su rostro. La preocupación en su mirada azul me hace pensar que debo de verme como una loca.
—No te conozco —sale de mi boca como negación a su petición. No sé si sea una buena idea que él se suba a mi auto.
—No se preocupe, soy oficial del departamento de bomberos. Si usted lo desea pueda llevarla en mi unidad hasta su domicilio. —Lo que me dice me hace dar cuenta que lleva una placa y efectivamente va vestido como bombero. Así que me extiende su identificación y leo su nombre: William Gardner.
—Está bien. Vivo en la calle Patterson número 19. —El muchacho me regala una sonrisa y noto lo tupido de su barba, además de su cabello bien peinado. Espero no arrepentirme mañana por lo que estoy haciendo.
—Mi abuela vive justo frente a su domicilio. Y como pudo ver en mi placa, me llamo William. Bienvenida al lugar. —William permite que me sostenga de su brazo y sin saber muy bien por qué escondo mi rostro en él para seguir llorando. Así que me detengo en seco, nuevamente me da otra crisis de nervios y no soy capaz de caminar.
—Tranquila, por favor dígame qué puedo hacer por usted —comenta tomándome con cuidado de los brazos. Supongo que lo hace para que no me caiga al suelo. Sin embargo lo único que necesito es llorar, por lo que dejo caer mi frente sobre su pecho mientras los brazos me cuelgan. William no deja de sostenerme y permite que llore todo lo que necesito llorar.
—Ya no quiero sentirme así. Ya no quiero sentir tanto dolor —balbuceo aún sobre su pecho. Yo siento como su respiración eleva mi frente y mis ojos empapan su playera. Así que hace lo único que uno puede hacer cuando ve a alguien destrozado, por lo cual me abraza. El sonido de su corazón me hace poco a poco regresar la cordura a mi cuerpo. Tengo que dejar de comportarme como una loca.
—Te llevaré a donde me dijiste. No tienes que caminar. —Cuando termina de decir eso me toma entre sus brazos y me lleva hasta el camión de bomberos—. Mañana mandaré una grúa para que venga por tu auto.
Incapaz de formular una palabra dejo que me ayude a entrar al camión y en silencio viajamos esos cinco minutos en carretera.
—Gracias. —Es lo único que sale de mi boca en todo el camino.
¿Por qué Joe? ¿Por qué vas a casarte con ella si ibas a hacerlo conmigo? ¿Por qué lo haces si la conoces desde hace tres meses? Tú me conocías desde hace cinco años, ¿por qué? Y esa es la única pregunta que he tenido desde que me enteré de la existencia de ella: ¿Por qué?
•————————•
Nota de la autora:
Hola mis hermosos lectores. Disculpen que no había podido subir este capítulo, es solo que estas últimas semanas he estado muy atareada y sinceramente esto que escribí me daba un poco de tristeza. Pero ya está. Trataré de subir la continuación el día de mañana o si no hoy por la tarde.
¿Qué opinan de lo que le está pasando a Emilia? La pobre tiene el corazón aún más destrozado. Es lógico que se sienta así pues es reciente todo su dolor. ¿Creen que pronto podamos saber lo que sucedió con Joseph? ¿Cuáles son sus suposiciones?
Pregunta, ¿qué opinan de Alelí y William? Me encantan los nuevos personajes.
Canción: Somebody else– The 1975
Por favor cuídense mucho. Espero poder saludarlos pronto en una nueva parte de la historia. Abrazos fuertes para todos.
Atentamente,
d.r.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro