La dama roja y la dama negra
CAPÍTULO 5: La dama roja y la dama negra
¿Qué es más surrealista? ¿Que aún siga con vida después de caerme del segundo piso de la casa de mis padres? ¿O que la ceremonia de bodas no haya sido cancelada? Diría yo, una mezcla de ambas. Mi familia me había sacado de Emergencias sin consultármelo, para acompañarlos a recibir a los invitados de una boda sin novios. Tenía un esguince en la pierna izquierda, una fractura en el dedo pulgar de mi mano derecha, por lo que ambas extremidades estaban cubiertas de yeso. Seguía con el collarín desde que me sacaron de los arbustos. No podía hablar bien. Y mi cuerpo estaba inmóvil sentado en una silla de ruedas. Diría que es vergonzoso ver a la gente mirándote como si fueras un fenómeno, pero es algo que debería preguntarle a Vicky, quien terminó usando sola el vestido de dama de honor con erección.
Los invitados tomaban asiento en el salón, dudando si serían testigos de una boda. No había rastro del ministro y menos de los novios. El tío Edgar conociendo lo que había ocurrido la noche anterior, se acercó a mis padres, preguntándoles qué planeaban hacer.
—Las personas han venido para ver una boda y no hay novios. ¿Van a renovar votos o algo así?
—No, gracias —respondieron ambos al unísono.
—Me gustaría hacer una ceremonia significativa con Jackie —agregó don Omar—, ya que no puedo casarme legalmente...
—¿Acaso has invitado a esa zorra a la boda de tu hija?
—Invertí mucho en esta fiesta, mínimo puedo elegir a mi acompañante. Además, ¿qué boda, se puede saber? Si mi hija no está aquí, ¡ni sé dónde miércoles está!
—Bajen la voz —susurró mi tío.
—¡Hola a todos! —En eso apareció Jackie, usando un vestido rojo muy parecido al que tenía puesto la matriarca de la familia Vega. Doña Irma quería tragársela viva.
—Hablando de la zorra...
—¿Escuchaste cómo me llamó, Omar? —Se aferró a los brazos del anciano.
—¿Por qué no hablamos más tranquilos en mi despacho? —sugirió mi padre, olvidando que tenía una hija en silla de ruedas.
Siendo ignorada por mi propia familia, continué recibiendo a los invitados, junto a la mejor amiga de mi hermana y los padrinos del novio, que estaban más perdidos que un sordo en tiroteo. Tenía unas ganas tremendas de ir al baño, para abrir el caño de la bañera y tirarme en el agua con el secador de pelos enchufado. El problema era que no podía moverme y nadie me hacía caso ni para ir a orinar. Y luego se preguntan por qué sus hijos huyen de casa.
—¿Qué te pasó, Palomita? —Al fin alguien notaba la existencia de la invalida.
Nicole había hecho su gran entrada, cautivando a los hombres pegados en la puerta, quienes deseaban saber la identidad de la hermosa mujer bajo el velo negro. Sí, velo negro.
—¿Qué te pasó a ti? —preguntó Vicky, regañando por la vestimenta inapropiada de Nico.
—Lo mismo digo —saludó cogiéndole la protuberancia de su vestido —Oh... Era falsa.
—¡Yo no quería usar esto! —rompió en llanto la dama de honor subiendo a ocultarse de las miradas.
—¿No puedes hablar, verdad? —asentí parpadeando—. No sé por qué no me sorprende verte en silla de ruedas. No es saludable estar más de un día con la familia.
Intenté reírme, aunque solo salían alaridos de dolor.
—Visto de luto en bodas, ¿a ti no te molesta mi atuendo, verdad?
Tenía la curiosidad de saber qué había sido de Sabrina. Nicole solía ser un hombre casado, ahora solo había una marca en su dedo anular, del anillo tatuado que se hizo una vez por su esposa. ¿Cuándo será el día en el que me revele lo que pasó con su vida? ¿Dentro de otros diecisiete años? Con la mano sin yeso, pero adolorida, intenté señalarle la cicatriz en su dedo. Sin embargo, desde nuestro sitio, las voces de nuestros padres se escuchaban discutiendo, superando el sonido de la música en el salón.
—¡Exijo el divorcio por centésima vez!
Nicole me llevó hasta el despacho del señor Vega, y empujó un poco la puerta, para ver si era el momento adecuado de entrar.
—¿Por qué no quieres separarte de mí? —seguía don Omar hablando con su esposa—. ¿Acaso aún me amas?
—Te odio.
—Y yo también. Entonces, ¿por qué lo haces tan difícil, Irma?
Mi madre guardó silencio. No era la primera vez que escuchábamos a mi padre hacer las mismas preguntas y a mi madre dando las mismas respuestas. Entendía por qué doña Irma no dejaba ir a su esposo luego de treinta y cinco años de matrimonio. No era porque quisiera hacerle la vida miserable al hombre, mi madre tenía miedo de morir sola. Cosa que ella jamás admitiría.
—¿Sigue colgado esa cosa en la pared? —Nicole miraba con espanto el cuadro pegado en el pasadizo. Se trataba de la pintura preferida de la artista, por ser el único recuerdo que tenía de su vida perfecta antes de conocer a mi padre—. Siento que si no intervenimos pronto, mamá va a terminar apuñalando a alguien.
Observé a la dama roja de la pared y a la dama negra a mi costado. Nuestra madre es algo vengativa, ¿pero sería capaz de cometer un asesinato? Iván tarareaba el tema principal de una película de terror italiana, cada vez que le decía que iría doña Irma a visitarnos. Y era porque le recordaba mucho a la villana que mata a siete personas antes del clímax. En este momento, Servizio Fotografico resonaba en mi cabeza, al solo imaginar a la pintura volviéndose realidad dentro de esa habitación. Sentí escalofríos.
—¡Buenas, buenas tardes! —Paralizamos la pelea—. La gente se está aburriendo de tanto esperar, señores Vega. Si no hay novios, puedo encargarme de animar esta fiesta. Claro, necesito pago por adelantado.
—¿Cómo se le ocurre asistir a mi reunión, vestida para un funeral? —bramó doña Irma.
—Soy amiga de Paloma.
—Eso lo explica —Estuvieron todos de acuerdo, como si ambas fuéramos las anormales en estas cuatro paredes.
—No estaría mal que la amiga de mi sobrina sea la animadora —comentó el tío Edgar observando las piernas de la mujer.
—Usa tu chequera y dale lo que pida —ordenó Irma a mi padre—. No podemos permitir que se cancele otra reunión en esta casa. Tenemos que callar la boca de nuestras amistades.
—¿Y si te doy un cheque, te callarías igual que ellos?
—Sigue así, que estoy a punto de matar a alguien.
—¿Qué te dije...? —musitó la animadora contratada.
* * *
—¡Sean bienvenidos a la casa de los Vega! Deben estar preguntándose por qué la demora, dónde están los novios, cuándo tirarán el ramo. Olvidemos el asunto de la boda un instante, y disfrutemos de este delicioso banquete preparado para ustedes. Quiero que aplaudan a los anfitriones de esta reunión improvisada. Por favor, doña Irma y don Omar, ¿quisieran darnos algunas palabras?
—Para esto no te contraté —masculló mi padre recibiendo el micrófono—. Hola... Quiero disculparme ante todo, por las reuniones desastrosas que hemos tenido últimamente. Y darles la noticia que mi adorada hija Alondra y... el otro, decidieron ir de luna de miel antes de intercambiar votos. No quiero desperdiciar comida de nuevo, así que los invito a que se queden para una fiesta entre amigos.
Las personas aplaudían por compromiso, confundidas, pero no sorprendidas, ya que luego de asistir a dos reuniones para los novios que fueron suspendidas, no era de esperarse que la boda saliera bien. O que hubiera boda.
—Quiero avisar que no habrá devolución de regalos de los novios —agregó la anfitriona quitándole el micrófono a su esposo—. Ahora, puede empezar la fiesta.
Easy Listening se escuchaba en el recinto, a pesar de que nadie sabía cómo bailar ese género musical. Algunos seguían los pasos de la bella animadora como mi primo Marcos e invitados disconformes con sus citas; otros, bebían o comían al compás de la música. La fiesta parecía ir mejor de lo que esperaban mis padres, aunque ninguno de ellos podía olvidar sus diferencias y unirse la jarana. Como decía la canción de fondo, era una buena noche para un beso, una buena noche para un baile, mas no para compartir la misma mesa que tu némesis. A falta de novios, las dos sillas de la pareja estaban disponibles y no había motivo de negarle un asiento a la invitada de papá y dejarla en ridículo. El grupo de marujas estaban cuchichiando sobre esa mujer. Algunas preferían creer que se trataba de una pariente lejana de su amiga, ya que ambas lucían muy parecidas usando el mismo vestido y tinte de cabello. Otras apostaban a que el marido le había puesto los cuernos, lo cual era cierto, pero no decían más al respecto, por miedo a que la abeja reina del grupo se vengara de ellas.
—Iré al baño, con permiso —se levantó Jackie de la mesa.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó don Omar con la cara roja de tanto beber, a su inerte hija—. ¿Por qué no tocas tu plato? ¿No te gusta lo que preparó tu madre? ¿Me lo puedo comer?
—No le quites su comida, viejo borracho —Le tiró un manotazo antes de llegar a mi pedazo de pollo—. Si tienes hambre, come pastel. Paloma, guardaré tu plato para que lo comas después. ¿Necesitas ir al baño?
Afirmé parpadeando varias veces.
—Iré a cortarme un pedazo, entonces...
—Ni se te ocurra acercarte ahora al pastel, Omar, que llegas y caerás dormido en él. Ve a la cocina cuando estés menos ebrio. Y que nadie te vea, porque no quiero darle postre a los invitados, no todos trajeron regalos.
El señor Vega asintió balanceando su cuerpo. Mi madre se retiró llevando consigo a su hija a los servicios. Allá nos topamos con Jackie saliendo por la puerta.
—Si tan solo tuviera mi daga —murmuró doña Irma al ayudar a su hija a sentarse en el inodoro—. Tenía una a la edad de tu hermana, ese tipo de dagas antiguas —reía mientras me dejaba a solas en el baño—. Pero tuve que venderla. Ay... Extraño jugar con ella.
Al parecer su pintura no estaba muy lejos de cobrar vida.
Habían pasado más de cinco minutos desde que había terminado de orinar. Y no había ninguna señal de mi madre, ni de los invitados queriendo usar el retrete. Logré levantarme por mi misma; solo faltaba abrir la bendita puerta. Mis manos no alcanzaban la manija, así que opté por hacer golpes con el brazo sin importar el dolor que me provocaba. En uno de mis intentos de llamar la atención, apareció Vicky al rescate, con su vestido de dama de honor rediseñado a tijerazos.
—¿Qué te parece el vestido? ¿Mejor? —Me colocó en la silla de ruedas, olvidando que aún me encontraba con el calzón abajo.
* * *
La fiesta estaba por terminar. Mi padre había regresado de tragar su pastel a escondidas junto a su hermano, y como el alcohol se había adueñado de su estado emocional, cogió el micrófono de nuevo para brindar por última vez antes de echar a todos a la calle.
—Quiero brindar por los novios... Tomaron la mejor decisión, ah. Casarse jóvenes no siempre es la respuesta. ¿Y qué no hacemos por amor digo yo? Cambias totalmente para ser un mejor partido para tu pareja, y con el tiempo ya no te quiere, porque dejaste de ser tú mismo. ¿Alguien me puede explicar cómo es eso? Y luego los años pasan, ves que lo ideal es divorciarse y volver a buscar el amor, pero tu pareja no quiere separarse de ti por simples celos. ¡Salud por mi Alondra! Que por poco comete el mismo error que su viejo... —Los invitados alzaron las copas entre risas, sabían a quién iba dirigido la indirecta—. Ah, y salud por Marcel también.
Uno de los ojos de mi madre titilaba. Nicole y yo, notamos que la mujer se aguantaba de cometer alguna locura en público. Se mordía el labio y hasta presionaba sus uñas contra la mesa; no obstante, sus emociones comenzaron a desbordarse entre lágrimas. Mi padre abandonó el micrófono. Sintió una sensación de ahogo por unos segundos. Y pensando que se trataba de un poco de gas, golpeó un par de veces su pecho para sacar el eructo.
De repente, doña Irma, sin poder soportar más la humillación, lanzó su champagne en la cara del anciano.
—Te liberarás de mí cuando mueras, no antes —dijo colocando la copa en la mesa.
Don Omar quería contestarle a su señora, pero su cuerpo le vencía y no por el licor. Una fuerte punzada en el pecho, sorprendió al hombre y a los invitados. En segundos, mi padre se desvaneció y cayó al suelo. Todos en ese momento apuntaban sus miradas a la presunta viuda.
—¡Yo no fui! —exclamó mi madre de inmediato.
Al poco tiempo, los paramédicos llegaron a la casa.
—Es la tercera vez en este fin de semana que vengo aquí, señora Vega —comentó el médico al ver como sus compañeros se llevaban el cuerpo en la camilla—. Su esposo presentaba síntomas de anafilaxia, tuvimos que darle rápido clorhidrato de adrenalina por vía intravenosa. ¿No sabía que su esposo era alérgico algún medicamento o alimento?
—Solo sé que es alérgico al maní y al naproxeno, pero yo no...
—Con razón me parecía que sabía a maní —interrumpió su cuñado aún con los efectos del alcohol—. Omar no me creyó y comió más de una tajada.
—Yo ni ordené pastel de maní, sino de coco.
¿Alguien olvidó recordarle que tiene una hija alérgica al coco?
—¿Sigues vivo? —preguntó Irma sin mirar a su esposo inconsciente—. Perdón.
—Esto no se puede quedar así —intervino la amante—. Irma planeó sola la boda de su hija, no me sorprendería que planeara también matar a su esposo. ¿O no recuerdan que dijo que se liberaría de ella, cuando él muera? Esto es un delito. ¿No, doctor?
—Eso lo ve la policía, no el hospital... Además, el señor tendría que presentar cargos.
—¡Y lo hará! —aseguró entrando a la ambulancia.
Los invitados restantes de la fiesta quedaron atónitos por la acusación. Mi madre no sabía qué decir para defenderse. ¿Quién creería la inocencia de la dama roja?
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Soundtrack:
Servizio Fotografico de Bruno Nicolai (Este será el theme song de doña Irma)
It is such a good night de The Charlie Steinmann Orchestra (música en la fiesta, un buen ejemplo de Easy Listening)
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