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Hasta que tu muerte nos separe

CAPÍTULO 6: Hasta que tu muerte nos separe

Era el año 2000, cuando el ídolo adolescente, Nicolás Vega, había sido arrestado por la policía luego de golpear a un paparazzo con el premio a "Actor de Revelación" que había ganado esa misma noche; mi madre, Alondra y yo, veíamos desde el televisor de la casa al patriarca de la familia Vega siendo acosado por la prensa a las afueras de la comisaria. Micrófonos rodeaban su cabeza, con la espera de que dijera el motivo de la agresión de su hijo contra el inocente periodista. Don Omar actuó como un buen representante de celebridades, dando una disculpa pública y pagando la fianza sin importar el monto. Eso sí, terminaba el día diciendo ante las cámaras: Los Vega somos personas decentes, cumplimos con la ley. Años más tarde, él mismo acabaría en prisión por evasión de impuestos; su hija menor, detenida por robar prendas en una tienda departamental; y su otra hija, descubierta fumando ganja con otros jóvenes de cabello largo. Solo había una persona de la familia que jamás había pisado una celda.

—¡No hablaré sin un abogado!

O la había.

Doña Irma había sido llevada a la estación de policía esta mañana, por sospechosa de intento de homicidio. ¿Las evidencias? Un trozo de pastel de maní y una grabación del brindis hasta el momento que se desplomara la víctima. El video contaba con más de cuarenta mil reproducciones en youtube. Había comentarios mixtos de parte de los internautas. Algunos se avergonzaban de la sociedad en la que vivían, otros pedían que esto se convirtiera en un reality show. Las visitas subían y subían, incluso el oficial a cargo del caso, le dio "Me gusta" al video, dejando desconcertadas a las hijas del demandante y la acusada.

—¿Podemos verla? —preguntó Nicole haciendo un popular cruce de piernas—. No tenemos todo el día, la vida es corta.

—Necesitamos primero que venga el abogado de la presunta culpable, madame.

—Soy abogada. Déjeme ver a mi cliente.

Quedé boca abierta. Conociendo lo problemático que era de muchacho, jamás hubiera imaginado que mi hermano dejaría la vida artística para estudiar derecho. Hasta el mismísimo Almodóvar le encantaría tener a Nicole, reencarnando el papel de prostituta o vedette en una de sus películas. De todas formas, estaba feliz de saber algo sobre la mujer transgénero que rompía estereotipos. Teníamos una abogada en la familia, sumando a Alondra que estudió Administración, me dejaba a mí, la vendedora de muebles, como la hermana mediocre. Mierda.

—Entonces, vengan conmigo —Se levantó del escritorio el hombre al mando, y empezó a guiarnos dónde pasar mi silla de ruedas—. ¿La señora puede hablar con ese collarín?

—Soy señorita... —corregí ofendida.

Doña Irma era la única persona en la celda de mujeres. Estaba parada firme y con los ojos atentos a nuestra llegada.

—Tiene visita, Vega —habló el oficial retirando el candado de la puerta—. Ya que está acompañada de su abogada, será interrogada en unos minutos.

—¿Mi abogada? —Nicole levantó la mano—. Muéstrame tus credenciales.

—Mamá, basta...

—¿Ya te sientes mejor, Paloma? —Se sorprendió al oír mi voz—. ¿Has hablado con el bastardo de tu padre? Estoy cien por ciento segura que Jackie ideó esto, y el viejo no lo sabe. Tienes que vengarme.

—Cálmate. Hablaré con papá para que retire la denuncia.

—¿Pueden detener la interrogación hasta que la hija de mi cliente hable con su padre?

—Ya qué. Igual faltan minutos para mi descanso. Tienen una hora para volver.

—No te olvides, Paloma. ¡Véngame!

* * *

Don Omar iba a estar afiliado al mismo seguro de su futuro yerno, después de que éste se casara con su adorada hija. Pero como no pasó, no tenía ningún lazo familiar con el doctor Barnechea, por lo que no solo no tendría atención VIP, sino que también había terminado sin su antiguo seguro. ¿Quién hubiera imaginado que en menos de veinticuatro horas de la boda cancelada, mi padre necesitaría atención médica? Afortunadamente, Jackie lo llevó a la clínica donde ella se atendía.

Nos encontramos con ella en el pasadizo. Ella estaba conversando con una enfermera hasta que nos vio pasar, y se acercó a nosotras.

—Viniste a ver a tu padre, qué detalle —Recibió una carta de mejórate pronto, que compró Nicole en el primer piso—. Él está mucho mejor, hace unos momentos estuvo con tu tío.

—Necesito hablar con él. En privado.

—Si es por la denuncia, Paloma, tu madre no es ninguna santa.

—Nadie lo es —terció mi acompañante dándole el mando de mi silla a la mujer—. Deje que Paloma hable con el señor Vega. Ella ha tenido que lidiar con muchas cosas desde la fiesta de compromiso de Alondra y Marcel, así que lo último que necesita es presentarse como testigo en un juicio. Mírela, con las justas puede hablar hoy.

—De acuerdo, hagan lo que quieran —Tomó mi silla—. Solo les aconsejo que no se dejen engañar por Irma.

—Es inocente hasta que se compruebe lo contrario —Cruzó los brazos, la abogada apoyada en la pared—. Y no se olvide de cerrar la puerta con usted afuera.

Entrando a la habitación privada del paciente, creí que hallaría a mi padre postrado en cama, quejándose de algún dolor o de su existencia, como lo suele hacer en casa. Sin embargo, lo encontré cantando al lado de una pequeña radio que le habría traído el tío Edgar para su estadía. Alzaba sus manos al compás de la salsa, solo faltaba que se pusiera de pie y bailara. Mi padre estaba contento. Lo podía ver en su rostro colorado y en el olor a alcohol.

—¡Hola, Paloma! Te veo mucho mejor.

—¿Has bebido...? —fruncí el ceño.

—¿Ahora me vas a rezondrar como tu madre? Solo he tomado un poquito —Me pasó una petaca que tenía debajo de su sábana—. ¿Ves?

—Está vacía.

—Por eso. Es una cantimplora bien chiquitita.

Olía a vodka el recipiente. ¿Ahora cómo hablar con mi padre?

—¿Qué sucede, Paloma? ¿Sigues molesta conmigo...? —asentí a su pregunta—. Ya no voy a beber, ya no hay trago. Cambia esa cara, mija...

—¿Por qué presentaste cargos contra mamá? Eso es muy bajo, papá.

—¡Ella quiso matarme! Conozco mejor que cualquiera a tu madre. Ella quiso acabar con mi vida, por llevar a Jackie a la casa. No hay otra explicación. Ella es muy buena planificando fiestas y venganzas. Y eso viene desde su familia. Ella sabía muy bien lo que hacía.

—Solo se confundió de pastel. Y ni siquiera fue su error, sino de la pastelería. Ella ordenó pastel de coco, pero le llevaron de maní.

—¿Tú no eres alérgica al coco?

Al menos uno recuerda eso.

—Falta menos de una hora para que interroguen a mamá. Por favor, retira los cargos. Recapacita.

—Tu madre es la que debería recapacitar. Si nos hubiéramos divorciado hace años, no estaríamos en esta situación. Pero no, ella sale con "Hasta que tu muerte nos separé". ¿Qué ni viudo me liberaré de ella? Ya no más. Por tu mal comportamiento te vas a arrepentir... —Empezó a cantar una conocida salsa—. Bien caro tendrás que pagar todo mi sufrimiento. ¡Llorarás, como lo sufrí yo!

—Ya te entendí —paré su canto. Entonces, hazlo por mí. Por Alondra. Por nuestra familia.

El señor Vega apagó la música y se puso a meditar bien lo que hacía. ¿Sería posible que su amor a sus hijas sea más grande que su odio a su esposa? Ya había perdido un hijo diecisiete años atrás. Y el tiempo no había curado aún esa herida. Sin sus otras dos hijas, ¿el hombre se moriría?

—Si de verdad la pastelería se confundió con la entrega, retiraré los cargos.

—Buscaré al verdadero culpable —Le tomé de la mano agradecida.

—Y que pague... —rio—. Nos vemos en la comisaria.

* * *

Yendo a nuestro nuevo destino, me sentía espectadora de una película giallo. Miraba la calle por la ventana del copiloto, e imaginaba la primera escena con actuaciones exageradas de esa época. Una joven, llamémosla Jackie, camina tranquila a su lugar de trabajo como todos los días. Entra a un edificio y toma el ascensor. Las puertas se abren. Algunas personas entran y otras salen. Un extraño entra al ascensor, ocultando su rostro bajo un sombrero y saco negro. La gente ignora ese detalle. Las puertas se abren, algunos entran y otros salen. Jackie mira los números de los pisos restantes. Una mano, cubierta por un guante negro, saca un pañuelo del bolsillo. Las puertas se abren. Las personas salen, a excepción de Jackie y el extraño. Las puertas se cierran. En eso, el extraño usa el pañuelo para tapar la boca de su víctima. Saca una daga. Jackie intenta pedir auxilio. La daga atraviesa su pecho. Las puertas se abren. El asesino sale del ascensor. Las puertas se cierran. Jackie había muerto. ¿Quién era el asesino? ¿Quién sería su siguiente víctima? Suena la música dramática.

—Llegamos —Nicole cortó mi tarareo mental de suspenso.

Dentro de la pastelería, una señorita en la caja nos atendió. Le contamos lo sucedido y aceptó a ayudarnos a resolver el crimen. Revisó en su ordenador, si había alguna orden realizada por Irma Vega y la encontró.

—Efectivamente. La señora ordenó un pastel de coco con un mes de antelación.

—¡Lo sabía! —exclamé aliviada.

—Ha debido ser confusión del chico encargado de los envíos. Lamento los problemas que le hayamos ocasionado. Déjeme darle un vale gratis de pastel.

—¿Podría traernos al repartidor también? Quiero preguntarle si entrego a la persona correcta el pastel.

—Tienes razón —coincidía con mi compañera detective—. ¿Podría llamarlo?

Renato: diecinueve años, aprendiz de repostería. El chico se disculpó por su torpeza y explicó su versión de los hechos.

—Tenía dos entregas a la misma casa, pero en distintos horarios. El pastel de coco lo llevé a primera hora de la mañana. Me lo recibió una señorita con un vestido horrendo. Dijo que la señora de la casa había ido al hospital, y que ella firmaría la entrega.

—Recuerdo que mamá habló de eso en Emergencias —agregué a la historia.

—Luego, a eso de las dos de la tarde, llevé el pastel de maní. Una señora me atendió por la puerta trasera de la cocina. Me dijo que me llevara el otro pastel, que me lo regalaba. Se notaba que la mujer tenía mucha prisa, así que lo tomé de vuelta al camión.

—¿Cómo estaba vestida? ¿Recuerdas eso? —pregunté.

—Llevaba un vestido rojo. Y su cabello era rubio teñido, si ayuda de algo.

—¿Mamá? —Nicole arqueó la ceja.

—No tan rápido... Jackie usaba el mismo vestido, y el mismo tinte de cabello. ¿Podría revisar cuando se realizó el último pedido?

—Sí, claro —Increíble que un pastel de maní sea parte de un plan de asesinato. Ahora quedaban solo dos sospechosas, la esposa o la amante—. El pastel de maní fue ingresado a la data...Hace tres días. Y lo ordenó con urgencia, una tal... Jacqueline Cisneros.

—Jackie... —Y a mí que me agradaba—. Entonces su cuartada para cambiar los pasteles fue ir al baño durando el almuerzo. Y la forma en la que acusó a mamá de envenenar a papá... Qué mujer.

—Lo tenía fríamente calculado.

—Después de tantos años aprendiendo de la experta de la venganza, le quiso dar su merecido. Gracias —Recibí los vouchers como evidencia—. Vayamos a cerrar este caso.

Don Omar apareció minutos antes que nosotras en la estación de policía. Jackie estaba con él. ¿Cómo decirle a mi padre que su amante era la verdadera culpable de su intento de homicidio? Nicole acomodó mi silla de ruedas al lado de ellos y se retiró. De repente, apareció el oficial junto a la acusada. Ambos tomaron asiento como el resto.

—¿Señor Vega, va a continuar con la demanda?—preguntó la autoridad.

—¡Tengo que decir algo primero! —No podía callar más, a pesar de que el collarín me había sacado una ampolla en la barbilla—. Quiero que escuchen bien lo que les voy a decir. Aunque sea difícil de creer, mi madre es inocente del cargo que se le acusa. Ella no es la culpable de comprar el pastel de maní, sino Jacqueline Cisneros, la amante de mi padre.

—¡¿Qué cosa?! —Mi padre se levantó estupefacto girando a ver a su señora esposada.

—Esto es ridículo —Jackie empezó a reírse de mi descubrimiento—. ¿Acaso tienes alguna prueba, Sherlock?

—Saqué estos vouchers de la pastelería. Dos pasteles, dos entregas, dos horarios distintos, el mismo destino. Y sobre todo, tu nombre está en uno de los recibos. El pastel de maní llegó a las dos de la tarde, durante el almuerzo de la reunión. Te fuiste al baño por un momento, pero la verdad es que recibiste el pastel por la puerta trasera de la cocina. Tomaste el de coco y lo cambiaste. Regresaste al baño y fue allí que te encontramos supuestamente saliendo de los servicios. Luego, mi padre y mi tío fueron a comer pastel, sin saber que tendría maní por dentro. Intentaste envenenarlo y persuadirlo a que culpe a mi madre. ¿Y por qué? Querías darle de su propia medicina a la mujer que no suelta a mi padre. Además, el repartidor lo tengo como testigo.

—¿Es en serio lo que dices, Paloma?

—¡No hay nada de que creerle, Omar! Tu hija se golpeó muy duro la cabeza hace poco. No sabe lo que dice.

—Entiendo que quieras vengarte, pero... ¿Por qué me envenenaste a mí y no a ella?

—Yo no, ¡basta! Ya me cansé de tener que soportar a esta chiflada familia tuya. Yo no he cometido ningún delito. ¡Todo es plan de esa psicópata! —señaló a la acusada—. Y veo que tú, Paloma, saliste igualita a tu madre.

—Acepto que llames a mi esposa como quieras, ¡pero a mis hijas no! —gritó el señor Vega abandonando la silla.

—¡Se acabó, Omar! ¡Lo nuestro se acabó! No aguanto más a ninguno de ustedes.

—¡Bien por mí!

—¡Silencio!—intervino el hombre a cargo del caso—. El voucher dice su nombre, señora Cisneros. Teniendo a un testigo por interrogar. Debo detenerla.

—¡Ni se le ocurra tocarme!...¡Suélteme! —El oficial ignoraba sus gritos—. ¡Ya verán a mis abogados! ¡Los dejaremos en la ruina, Vega! ¡Dije que me suelte! —De pronto, la mujer tiró un fuerte codazo a la panza del policía, quitándole así con rapidez, la pistola del cinturón —¡Abajo todos!

La mujer había enloquecido gracias a los Vega. No me sorprendía, la verdad.

—¡Suelte el arma! —ordenó el agente arrodillándose.

Jackie nos apuntaba mientras escapaba por la ventana. Antes de marcharse, tiró la pistola dentro de la oficina de la comisaria, sin percatarse que el gatillo se dispararía a pocos centímetros de los zapatos de mi padre. Casi lo dejaba sin pie.

—Bueno, pudo ser peor —intenté calmar la tensión en la habitación.

Dicho eso, se escuchó un estruendoso choque en la misma cuadra. El oficial y don Omar, se unieron a los demás policías a ver la trágica escena. Jackie había sido atropellada. Murió instantáneamente.

* * *

Dos días pasaron para poder darle una santa sepultura a la amante de mi padre. Doña Irma organizó el velorio, además del funeral, y no porque sintiera pena por la difunta. Ella quería demostrar a sus amigas que todavía conservaba el "toque" organizando reuniones, y esta vez sí que le salieron a la perfección.

La muerte de Jacqueline Cisneros llegó a ser noticia local, y todo gracias a que había una conexión con el sujeto del brindis con más de un millón de visitas en youtube. La prensa estaba presente en el entierro. Ahora el famoso personaje del video tenía un nombre: Omar Vega, padre de familia, profesor de una escuela de manejo y antiguo representante de la estrella desaparecida, Nicolás Vega. A poco tiempo para el treinta aniversario de la existosa serie "Amor sin prejuicios", los medios hablaron de un posible reboot, al ver que el video viral de la familia verdadera de Tito, había despertado interés del público en conocer el paradero del actor. La misma productora llamó al representante de éste, pero nadie sabía dónde estaba. Ni yo. Nicole tomó la decisión de ocultarse, hasta que las aguas se apaciguaran y que no intentara localizarla, porque me seguirían. Por otro lado, mi padre en el cementerio volvió hablar ante las cámaras.

—Los Vega somos personas decentes, cumplimos con la ley... Y no somos una familia chiflada.

Al término del sepelio, regresamos a casa. Doña Irma había ordenado un pastel de chocolate con el cupón que nos habían dado la pastelería como compensación. Había dejado de usar el collarín y me había acostumbrado al yeso de la mano, por lo que podía movilizar mi silla sin ayuda. Me acerqué a ayudar a mi madre en la cocina.

—¿Sabes qué? Me había empezado a agradar Jackie.

—No seas mentirosa, mamá... —rodeé los ojos—. Papá está muy amortiguado por su muerte. Creo que no volverá a enamorarse...

—Y no debería. Oh, ya llegó el pastel —Abrió la puerta al escuchar el claxon.

—Buenas tardes —saludó el joven repartidor—. El pastel que ordenaron. 

—Tome el vale de la mesa —indicó mi madre, llevándose el pastel a la sala—. Paloma te dará tu propina.

—Las vi en las noticias —continuó hablándome el muchacho—. El anciano del video que todos hablan, era tu padre... —afirmé avergonzada—, y el mismo que comió el pastel de maní. Vaya... Por lo menos veo que no están enojados con lo que hizo la señora. 

—¿Qué hizo mi madre...?

—Eh... 

Huyó Renato sin su propina.

—Mamá... ¡Mamá!

Que no sea lo que creo estar pensando...

—¿Por qué gritas? —Retornó la matriarca de los Vega—. Estaré vieja, pero no sorda.

—Mamá, ¿acaso... tú compraste el pastel de maní?

Doña Irma colocó su mano en la boca.

—Mamá, ¿hiciste que culpara a otra persona por tu crimen?

—Yo solo quise darle una lección a tu padre y a la zorra.

—Mamá, ¿cómo pudiste? En serio, no te entiendo.

—Antes de la hora programada para la despedida de soltera de tu hermana, escuché a tu padre hablar por teléfono, y estaba invitando a esa mujerzuela a la boda. ¿Acaso quería avergonzarme enfrente de nuestras amistades? Yo no iba a permitir que se burlara de mí, Paloma. Tú sabes cómo me pongo cuando me enfado.

—¡Sí lo sé! Acabaste con la vida de una persona inocente.

—Yo no atropellé a esa roba maridos. A eso lo llamo karma.

—Increíble... Eso quiere decir que ideaste todo esto. Ordenaste el pastel de maní a nombre de Jackie, sabiendo que tu hija buscaría pruebas en la tienda. Ahora veo que era muy extraño que todo saliera tan rápido. Entonces, cuando me dejaste plantada en el baño, ¿te habías ido a recoger el pastel?

—Sí, pero no te dejé plantada. Le pasé la voz a Vicky.

—¿No me digas que ella fue tu cómplice?

—No, por favor. Ella es demasiado ingenua.

—Tienes que decirle la verdad a papá.

—¿Por qué? ¿Quieres ocasionarle otro paro cardíaco como lo hizo tu hermano? ¿O prefieres guardar este pequeño secreto de tu querida madre, quien te dio la vida?

—No hago trato con el diablo.

—La policía llamó cuando tu padre fue contigo en la ambulancia. Dijeron que encontraron a Bo desmantelada, y que en los videos de vigilancia de la zona, aparecías tú saliendo del auto. No le pasé el mensaje al dueño, porque sabía muy bien que mi preciosa hija no hubiera querido eso. ¿Estamos a mano, verdad? Quid pro quo, Paloma. Tú guardas mi secretito, y yo guardo el tuyo...

No sabía si estaba hablando con la dama roja o la asesina de una película giallo.

¿Quién sería su nueva víctima? O peor aún, ¿quién de sus hijas habría salido igual a ella?

***************

Soundtrack:

Llorarás de Óscar d' León  (canción que canta Don Omar)

The case of the bloody iris de Bruno Nicolai (lo que tararea Paloma, pero también el inicio de esa película es parodeada en su mente)

Para que los que no saben qué es Giallo: es un subgénero cinematográfico de origen italiano, derivado del thriller y del cine de terror, que tuvo especial vigencia durante los años 70 (sacado de wikipedia :v)

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