XXII
He pasado el día ejecutando intentos de hacerme el loco, he tratado de hacerme una idea -equivocada al menos- respecto a la carga que llevo conmigo y que hoy, precisamente hoy, tilda su sexto mes consecutivo.
Porque, entre recuerdos, todo lo demás se torna incierto. Una sola cosa se repite -en un bucle sin pausas-: me tropiezo de nuevo con aquella sala vacía, con aquel ataúd en diagonal y su plácido rostro, como dormido, acomodado tras un delgado cristal.
Mi tiempo enfermó desde entonces. Mi memoria enfermó desde entonces.
Mis ánimos enfermaron desde entonces y yo, poco a poco, me he tornado en un ser irreconocible.
Él odiaría verme así... odiaría saberme así... Y aunque la marea se ha calmado un poco en la superficie, las profundidades siguen tan oscuras y agitadas que apenas y puedo soportarlo.
Algo se aferró a mí y me llevó consigo hacia los abismos. Una tristeza indescriptible, una necesidad indeseable, una negación indescifrable, una realidad absouta: se fue... él se fue... se marchó...
Y yo sigo haciendo un intento absurdo por vivir una vida en nombre de los dos, para que así no sea olvidado nunca.
Te extraño, Alejandro, amado hermano mío...
A.V.
19/10/2021
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