VII
Se estremecen mis relojes. Se estremecen las verdades
impalpables que surcan cielo y tierra mientras conservo,
en la víspera del sueño, una pizca de ilusión compartida,
una pizca de esperanza fragmentada y un deseo
incomprensible por sonreírle, de nuevo, al mañana.
Se estremecen mis relojes mientras recorro, a ojos cerrados,
un camino humanamente intransitable, ahora a solas, lamentándome.
Y la quieta figura del ayer se ha quedado perdida en su
tiempo con un rostro familiar y conocido, para mi corazón
dolido una tortura infame el recordarlo porque, de hecho,
el tiempo se le ha quebrado.
Se estremecen mi relojes y todo ha sido vano.
Todo ha sido cual silencio furtivo que se queda entre líneas,
sin corrección porque no pudimos confrontarle, no pudimos
cerciorarnos del error y extraer de su verdad, con tiempo,
la otra verdad que -hoy por hoy- se ha tornado silenciosa
y triste despedida.
Se estremecen mis relojes en la nada y tu nombre se ha
quedado varado en la tierra de nadie, fuera del alcance
de nuestras palabras.
Y tan solo el recuerdo, el feliz recuerdo, se nos ha vuelto ya agonía.
Y las lágrimas de hoy nacerán también mañana tras susurrarle al
vacío la total ausencia de tu nombre.
A.V.
20/04/2021
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