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Capítulo 31: Un regalo especial

Atsushi recogió los platos de la mesa con una sonrisa, llevándolos a la cocina donde bajo el fregadero comenzó a limpiarlos. El restaurante de sus abuelos ese día estaba bastante lleno y no se debía solamente a las festividades navideñas y a las reuniones de empresa en las que les habían metido el mes de diciembre, también se debía a que como Dazai comía mínimo una vez a la semana allí, varios fans acudían con la esperanza de cruzársele, aunque desde luego que esa noche no iban a conseguir nada pues el castaño no estaba.

Y Atsushi no sabía dónde estaba, aunque las fechas tan cercanas a la Navidad podían apuntar a que estuviese en una cita. Con ese último pensamiento, se quedó en un estado de letargo mientras lentamente continuaba fregando los platos. Su concentración se rompió cuando su abuela se acercó a él y palmeó su hombro.

- Sushi, termina eso y vete.

- Pero hoy tenéis mucha gente.

- Me da igual. Si regresas muy tarde con este frío te resfriarás.

- Pero...

- Nada de peros.

- Vale.

No quiso insistirla más, así que terminó de fregar y se deshizo de su delantal, colgándolo de una percha. Mientras acomodaba este, su abuela se acercó para hablar con él.

- ¿Dónde vas a pasar la Navidad, Sushi?

- ¿Eh? En casa, supongo.

- ¿Te vas a quedar...? - la anciana frunció el ceño preocupada – Ven con nosotros al pueblo.

- Es que...

- Ah, ya sé qué pasa - suspiró cansada – Ya sabía que llegaría este momento.

- ¿Qué momento?

- El momento en que querrías pasar una Navidad adecuada con tu novio. Crecen tan rápido...

- ¡A-abuela! ¡Si ni siquiera tengo novio!

- ¿Y Dazai-san? ¿Con quién va a pasar la Navidad?

- ¿Cómo voy a saberlo? ¿Y por qué preguntas ahora por Dazai-san? Abuela, haz el favor de no ser tan cotilla.

- Solo quería estar enterada – se hizo la desentendida, sabiendo bien que Dazai estaba enamorado del chico al que ella trataba como su nieto y que seguro que el castaño se moría de ganas de pasar la Navidad con él, pero no sabía con certeza si iba a hacer algo o no - ¿Le has comprado algún regalo?

- Sigo buscando.

- ¿Quieres que te ayude?

- No es tan fácil, necesito algo... especial.

- ¿Cómo de especial?

- Mucho - sacó su amuleto de debajo de su ropa para quedarse viéndolo con cariño - Tiene que ser muy especial. Dazai-san ha cuidado mucho de mí durante este año, debo agradecérselo correctamente.

- Bueno, seguro que hay algo que quiere. ¿No hay algo que desee con tanta fuerza que se pase el día entero hablando de ello?

- Pues... - Atsushi miró hacia arriba mientras pensaba. En realidad, sí lo había. Aquel uniforme vergonzoso de maid gato con el que se encontró vestido sobre su cama después de su amnesia. Pero para nada pensaba vestirse así como regalo – L-lo hay pero está completamente descartado - rechazó la idea con un sonrojo en las mejillas.

- Al menos lo tendrás siempre como última opción, ¿no?

- ¡N-no, claro que no!

Atsushi se marchó del restaurante con el rostro todavía rojo, dejando a su abuela allí sin entender el motivo de su vergüenza, aunque tampoco es como si se lo pudiera explicar. A pesar de haberse tranquilizado por lo de antes, el rojo en sus mejillas no desapareció, pero si se mantenía ahora era por un motivo distinto y este era el frío. Las temperaturas habían bajado cada vez más y cada vez hacía más frío, en momentos como este era cuando extrañaba el verano.

Caminando en dirección contraria a la suya, Atsushi se cruzó con una familia que caminaba tomados de la mano con el hijo manteniéndose en el centro y balanceándose de vez en cuando de delante hacia atrás. Miró con cariño la entrañable escena y cuando estos desaparecieron de su campo de visión, agachó la mirada algo triste. La Navidad era una época muy bonita, pero también removía recuerdos dolorosos.

Inmerso en sus propios pensamientos, se detuvo cuando la iluminación de una de las tiendas golpeó el perfil de su rostro. Cerró los ojos un momento, sabía que la Navidad era época de luces, pero este negocio tal vez se había pasado. Cuando los abrió de nuevo, dio de frente con su escaparate demasiado decorado. Ya recuperado del golpe de luz, Atsushi hizo el amago de retomar su camino, pero se detuvo de nuevo al dar con un objeto concreto en el escaparate.

Recogió sus dos puños contra su pecho, apretujándolos para sentir el amuleto chocar en su piel. Quería devolverle el favor, un regalo que se equiparase al que él le hizo en el Tanabata. No era glamuroso ni destacable, pero Atsushi sentía que tenía que ser ese, por eso mismo se dirigió a la puerta y la empujó para adentrarse en el negocio al mismo tiempo que la campanita enganchada en la puerta avisaba de la llegada de un cliente.

En otro lado de la ciudad, Dazai continuaba una intensa e insatisfactoria búsqueda del regalo de Navidad perfecto para Atsushi. Lo hacía en compañía de Chuuya, que de la misma manera buscaba un regalo para Akutagawa y de la misma manera, obtenía su mismo resultado.

- ¡No me puedo creer que sea tan difícil! - protestó Dazai en voz alta mientras caminaba por la calle junto a Chuuya después de haber salido de la septuagésima tienda que visitaban durante ese día - Nada parece lo suficientemente bueno para Atsushi-kun.

- Pero bueno, ¿de qué mierda te estás quejando? Si te puedes permitir cualquier cosa - Chuuya no tardó en saltar ante las quejas, para él injustificadas, de su amigo – Yo sí he encontrado el regalo perfecto para mi Ryu, montones de ellos, ¡pero todos son carísimos!

- ¿Qué insinúas, Chuuya? ¿Qué un regalo caro haría feliz a mi gatito solo por ser caro? Atsushi-kun no es tan superficial.

- De todas formas tus quejas son estúpidas, ¿cómo es que te cuesta comprarle un regalo? Tratándose del novato, con que le compres un saco entero de arroz le harás feliz... ¡ay! - Chuuya se sobó la cabeza que Dazai acababa de golpearle con el puño cerrado - ¡¿Y eso a qué viene?!

- ¡A que no me apetece bromear! La Navidad es un punto crítico, una oportunidad de oro de que el medidor de amor de Atsushi-kun hacia mí aumente sus puntos sin parar. Un saco de arroz no me otorgará su corazón.

- ¿Cómo qué no? Si ese ama comer. Además, ¿por qué te preocupas tanto? No creo que tampoco reciba cientos de regalos que le hagan ponerse a comparar. En cambio, mi Ryu seguro que recibe algo caro de su dictador tío y cualquier cosa que le dé yo quedará en la sombra.

Dazai frunció el ceño y metió las manos en los bolsillos de su abrigo. ¿Qué no recibiría cientos de regalos? Dazai sabía que al menos uno de Oda estaría garantizado y sabiendo que este está tan enamorado de Atsushi como él, entonces debe darle algo muchísimo mejor que lo que le vaya a dar el otro. Era una batalla navideña indirecta de dos hombres enamorados del mismo chico.

- Mi regalo tiene que ser el mejor y punto.

- Joder, pero qué más te dará.

Dazai giró su rostro dispuesto a discutir de nuevo con Chuuya, pero un débil sonido llegó a sus oídos impidiéndoselo.

- ¿Has escuchado eso?

- ¿El qué?

- Ha sido un...

- ¿Un qué? - Chuuya se quedó mirándole raro cuando giró el rostro en su dirección y se enfadó cuando el castaño empujó su cara hacia un lado para descubrir la ribera del río que quedaba justo a su lado - ¡¿Pero qué haces, mamón?!

- ¡Shhh! Calla, Chuuya.

- Oye, que tú a mí no me mandas callar. ¡¿Me estás haciendo caso?!

Y la respuesta era obviamente que no pues le empujó para hacer su cuerpo entero a un lado y poder bajar hacia la ribera del río. Una vez allí, miró tanto a su derecha como a su izquierda, con los oídos bien atentos por si volvía a escuchar ese ruido, cosa que sí paso.

- Aquí estás - Dazai dio con el origen del ruido y se agachó para quedarse a su altura.

Desde su sitio, Chuuya solo se pudo quedar viendo como parecía que a su amigo se le había ido la cabeza.

El amor debe haberle vuelto estúpido, no como a él (sí, claro). 

- Muchas gracias por su duro trabajo, Murakami-san.

- Lo mismo digo. Buen trabajo – Murakami imitó su gesto, solo que en una leve inclinación. Después de felicitarse mutuamente su último trabajo del año, Murakami se permitió ver mejor al chico, lo cual provocó que apartase la mirada sonrojado - ¿M-me puedes recordar qué haces así vestido?

- ¿Así? - Atsushi se reincorporó de la reverencia y miró con duda al mayor - ¡Ah! Es porque en unos pocos días es Navidad. Ranpo-san me dijo que es casi una tradición disfrazarse en este edificio, aunque no es obligatorio, pero... jeje, me hacía ilusión - rascó su cabeza un poco avergonzado.

Murakami suspiró por la explicación y devolvió su vista a Atsushi. El chico llevaba una versión pecaminosa, pero al mismo tiempo adorable de un traje de Santa Claus. Era un abrigo rojo de Santa Claus que le llegaba justo por debajo del trasero. Llevaba unos shorts negros que quedaban justo tapados por el abrigo, con lo que a simple vista podías pensar que en realidad no llevaba nada debajo. Sus tentadores muslos estaban cubiertos en unos calcetines largos blancos que le llegaban por encima de la rodilla y sus pies con unas botitas negras con pompones.

Para él, el gran Murakami Tokio, criado en las mejores instituciones educacionales japonesas y bajo los valores tradicionales de su familia, este disfraz debía ser "vulgar", "obsceno" e "inadecuado", pero maldición, ¡le quedaba demasiado lindo!

- Es demasiado lindo, demasiado lindo, demasiado lindo, lindo, lindo, lindo, lindo, lindo... ¡argh, maldición!

Atsushi ladeó el rostro confuso al ver como el mayor de repente le daba la espalda mientras murmuraba cosas inentendibles.

- ¿Se encuentra bien, Murakami-san?

- Claro que sí - como si nada hubiese pasado, Murakami se dio la vuelta con elegancia, meciendo con la mano el pomposo y ondulado mechón que caía por su frente – Cambiando de tema, ¿tienes algún plan para estas Navidades?

- Hmm... pensaba... quedarme por aquí, en Yokohama.

- Entiendo. Yo... voy a volver a casa.

- ¿Se refiere a con sus padres?

- Sí - Murakami asintió serio con la cabeza – La verdad... la verdad es que desde que la gente a mi alrededor comenzó a juntarse conmigo solo para conseguir cosas que vender a la prensa, me volví frío con todos y mi familia no fue una excepción. Y ahora que te he conocido... creo... que quiero cambiar esa faceta mía, porque así... - apartó la mirada, de nuevo con las mejillas coloradas – A-así siento que puedo estar más cerca de ti o... o algo así.

- ¿En serio? - Atsushi le dedicó una enorme sonrisa – Eso me hace muy feliz, Murakami-san.

Sus mejillas enrojecieron más por el gesto, pero como se veía así mismo como un hombre decente y dueño de sus impulsos, consiguió tranquilizarse.

- Haberte conocido es el mejor regalo de Navidad de este año, Atsushi – le ofreció una bolsa. Tras mirarla con un poco de duda, Atsushi finalmente la abrió para revelar su contenido.

- Esto... - extendió su regalo para ver bien de lo que se trataba. Suave y calentita y con estampado de rayas de tigre albino, Atsushi no tardó mucho en reconocer aquella bufanda – Es...

- Es como la que me diste tú. Aunque el diseño es... curioso, no puedo negar que es calentita y abrigada. Fue un buen regalo el que me hiciste y me parecía una pena que no tuvieses una igual.

- Me... ¡me gusta mucho! - Atsushi apretujó la bufanda contra su pecho – Y ahora podemos ir combinados.

- Oh, es verdad, no había caído en eso – Murakami se hizo el desentendido, aunque por dentro reía al imaginarse a ellos dos caminando por la calle con la misma bufanda como si fuesen una parejita super enamorada y acaramelada - Asegúrate de enseñársela a Dazai cuando puedas.

- ¡Sí! Seguro que le encanta.

- Sí, seguro.

Murakami continuó riendo malvadamente por dentro mientras caminaba junto al albino hasta el ascensor. No pudiendo contener las ganas de probarse su regalo, Atsushi enrolló la bufanda alrededor de su cuello.

- ¡Que suave y calentita!

El mayor sonrió satisfecho, manteniendo una faceta tranquila por fuera cuando por dentro estaba mordiéndose los puños con fuerza para no saltar encima del chico y abrazarle con fuerza. En serio, era demasiado lindo y achuchable. Recuperando su tranquilidad interna, se quedó mirando de reojo al albino mientras ambos esperaban a que el ascensor se abriera.

No le había dicho ninguna mentira, era lo mejor que le había pasado este año.

Por eso, contrario a su personalidad y valores, no debía pasar nada por pecar un poco de atrevido.

- Atsushi.

- ¿Sí?

No le dio tiempo a girarse para mirar al mayor, este sujetó con delicadeza su barbilla para que continuara mirando hacia delante y se agachó un poco para quedar a la altura perfecta para depositar un casto beso sobre su mejilla. El rostro del albino enrojeció enseguida por el gesto, coincidiendo con el momento en que la puerta del ascensor se abrió y mostró a Dazai que, viendo la escena, solo pudo sonreír de la manera más forzosa mientras las venas de la frente se le hinchaban por la rabia.

- Vaya, vaya, vaya, que gesto más descarado por tu parte, Murakami.

- Oh, Dazai, ¿estabas ahí? Ni cuenta me había dado. Será por tu falta de presencia.

- Es difícil competir con tu presencia si vas besando por ahí a diestro y siniestro.

- ¿Mm? ¿Qué dices? Yo no hago eso. Este caso es una excepción - no apartó la mano de la barbilla del chico y la usó para hacerle girar el rostro y mirar hacia arriba, acercando sus rostros – Es mi manera de desearle una feliz Navidad.

Dazai chistó por lo bajo. ¿Y ese coqueteo tan descarado frente a sus narices? Parece que Murakami había decidido lanzarse con todo hacia su gatito. ¡Ja! Pues con él delante de eso nada.

- Que pegajoso te ves hoy, ¿te dio depresión por estar soltero en Navidad? - Dazai estiró su mano para tomar la muñeca de Atsushi y tirar de él hacia delante. El chico acabó aterrizando contra su pecho, sonrojándose por la cercanía - Tranquilo, algún día encontrarás el amor.

- Lo mismo opino para ti, Dazai, algún día alguien te querrá.

Ambos rivales en el amor se sonrieron "cortésmente", mandándose un claro mensaje al otro de que el amor que habían encontrado no era para el otro pues los dos querían a Atsushi para ellos mismos. En cuanto a Atsushi, este pestañeó confuso contra el pecho de Dazai pues no entendía del todo porque una conversación aparentemente tan cortés se notaba tan tensa.

Atsushi acompañó a Murakami a la salida y Dazai le acompañó a él porque obviamente no lo iba a hacer con su rival. Una vez fuera, Murakami se despidió de él deseándole de nuevo una feliz Navidad, despedida que Atsushi le devolvió, bastante contento al ver una inusual sonrisa sincera en el rostro del actor.

- Murakami-san se ha vuelto más honesto. Me alegro tanto por él - le comentó Atsushi al castaño mientras regresaban al interior del edificio.

- Sí, que bien por él - Dazai le dedicó una sonrisa que solo duró los breves segundos que Atsushi lo miró porque cuando el albino regresó su vista al frente, Dazai hizo una mueca – Y que besucón se ha vuelto.

- ¿Eh? S-sí - Atsushi llevó instintivamente su mano a la mejilla que fue besada. Dazai solo pudo bufar al ver como se sonrojaba de nuevo - ¡Ah! ¡Mire el árbol, Dazai-san! - echó a correr hacia un gran árbol de Navidad colocado en el vestíbulo - Que bonito es.

- Sí, sí que lo es.

Dazai se plantó justo a su lado, quedando ambos mirando hacia el árbol, aunque no fue mucho tiempo porque sus miradas acabaron cayendo. Sembrando un silencio entre ellos, ambos parecían estar intentando reunir algo de valor para lanzar sus respectivas peticiones. Y lo lograron, lo que pasa es que lo hicieron al mismo tiempo y cuando se giraron para hablar al otro, sus rostros quedaron demasiado cerca.

- ¡L-lo siento! - Dazai dio un paso hacia atrás para recuperar la distancia, Atsushi agradeció internamente porque él se había quedado congelado por la inesperada cercanía - ¿M-me ibas a decir algo?

- ¿Eh? ¡S-sí! Es que... co-como Dazai-san ha cuidado tanto de mí este año pu-pues... yo le había co...

- Dazai-san – una voz sonó desde la entrada. Una voz que hizo que ambos se giraran para ver al dueño, solo que Atsushi lo hizo con el ceño fruncido cuando vio a Akutagawa con una versión oscura de su traje pues los colores rojos propios de Santa habían sido sustituidos por el negro de su personalidad gótica - Le estaba buscando - llegó con un semblante tranquilo que cambió un poco a disgustado cuando vio al otro chico al lado de Dazai, pero tal vez por ser época navideña, en lugar de insultarle, le ignoró - Traigo un regalo navideño para usted.

- ¿Re... regalo? - Dazai se tensó un poco. A nadie le amarga un regalo, pero recibir uno de una persona que está interesada en ti delante de la persona que te interesa a ti era un poco incómodo. Aun así, aceptó la bolsa que le entregó el chico, sintiendo la mirada para nada conforme de Atsushi con el gótico - Gracias, lo abriré en casa.

- Ahora / Ahora – exigieron al mismo tiempo Akutagawa y Atsushi. Atrapado entre esas dos presencias autoritarias, a Dazai no le quedó de otra que abrir el regalo.

Sacó el objeto de la bolsa y rasgó con los dedos el papel. Cuando el regalo quedó al descubierto, Akutagawa alzó la barbilla orgulloso mientras que Dazai y Atsushi lo miraban sorprendido. Dazai abrió la pequeña caja cuya tapa tenía una parte transparente para ver el contenido y sacó de allí un costoso Rolex de tonos dorados. Debajo del centro del reloj donde las agujas estaban unidas, se podía leer el nombre de Osamu con una cuidada caligrafía.

Atsushi no conocía el rango de precios de esos relojes, pero conocía la habladuría popular de que eran caros y ese encima que llevaba un nombre escrito lo debía ser mucho más. Al poner en su mente su regalo al lado del de Akutagawa, un puchero involuntario se formó en su rostro. No se podía comparar de ninguna manera.

- Mu-muchas gracias... la verdad es que no me lo esperaba.

Dazai agradeció algo impactado, no era mentira que no se esperaba un regalo así. La sorpresa en su tono de voz infló el ego de Akutagawa que con la barbilla en alto por fin le dirigió la palabra a Atsushi.

- Anda, si estabas ahí. Ni cuenta me había dado. Tienes tan poca presencia.

- Mentira, me has visto bien.

- ¿Qué pasa? Deberías comprender que no eres el centro del mundo para todos.

- Y tú deberías comprender que interrumpir conversaciones ajenas no está bien.

- Ya te he dicho que no te he visto, pero como ya he dado mi regalo de Navidad a Dazai-san, entonces ya puedes continuar con lo tuyo.

Dazai se giró para mirar al albino, esperando que retomase lo que le estaba diciendo antes, pero después de darle un vistazo rápido al reloj y luego a la cara del mayor, Atsushi hizo de nuevo un puchero y se tragó sus anteriores palabras.

- Yo... en realidad no tenía nada importante que decir.

- Nada nuevo entonces, nunca tienes nada importante que decir.

Atsushi frunció el ceño. Akutagawa tenía una molesta habilidad para sacarle de sus casillas, pero no pensaba darle el gusto de montar un espectáculo en público en unas fechas tan bonitas y festivas. Eso haría al gótico feliz.

- Me marcho ya.

- ¿Eh? ¡E-espera, Atsushi-kun!

Aun con su súplica, Atsushi se marchó en dirección a la cafetería, dando como resultado que ninguno consiguió expresar al otro lo que tenían en la cabeza. Dazai suspiró por su marcha y se dio la vuelta para ver a Akutagawa que se mostraba bastante satisfecho.

- ¿Por qué haces eso?

- ¿A qué se refiere?

- A molestarle tanto. No se lo merece.

- Sí que lo hace. ¿No ve que es un lobo con piel de cordero?

- ¿Y cómo sabes eso? No te has molestado en conocerlo. Si lo hicieras descubrirías que es un chico dulce y cariñoso. Trabajador y educado. Lindo y adora... ¡digo! E-eeh... ¡ejem! Que no se merece recibir tus comentarios malintencionados. Eso es lo que iba a decir después... ¿q-qué pasa? - tuvo que preguntar después de que Akutagawa se le quedase mirando de manera extraña.

- ¿Qué ocurre?

- ¿Ah? ¿Ocurre de qué? - Dazai dio unos pasos hacia atrás. No olía a hombre enamorado, ¿no? Porque los hombres enamorados no huelen, ¿o sí?

- Elogia demasiado a esa gata roba hombres, ¿por qué?

- Es un buen chico, ya te lo he dicho - prefirió apartar la mirada pues temía que si Akutagawa le mirase a los ojos descubriese que está enamorado - Deberías dejar de ser tan arisco con él e intentar llevarte mejor. A los dos os gustan los gatos, ¿no? Pues podríais...

- No - sentenció Akutagawa cruzándose de brazos y frunciendo el ceño - No es cuestión de hacerme amigo suyo o no. Es cuestión de que quiere arrebatarme algo que amo. ¿Cómo voy a llevarme bien con él así?

Dazai ya no pudo recriminarle más con esa actitud. Sí que era cierto que ahora que admitía sus sentimientos por Atsushi, escuchar a Akutagawa hablar mal de él le enfadaba más, pero si era muy evidente frente a él, entonces su mal humor con Atsushi incrementaría y sus peleas serían más constantes. Lograría lo contrario a lo que quería. Pero era época navideña, una oportunidad única de incrementar el nivel de afecto de Atsushi y atrapar su corazón antes de que Oda o Murakami se atreviesen a adelantársele.

Aunque pensándolo bien...

Se giró un poco para mirar de reojo a Akutagawa y sonreír de lado.

El nivel de afecto de Atsushi no era el único que se podía incrementar en estas fechas tan bonitas y sentimentales. 

- ¡Es que siempre es igual con él! - Atsushi hundió con rabia su cuchara en el parfait especial fresa, plátano y triple nata y se le llevó a la boca bajo la atenta mirada de sus compañeros en la mesa. Después de huir de la entrada molesto con Akutagawa, había ido directamente a la cafetería donde para su buena suerte estaban reunidos sus amigos con los que podía desahogarse a gusto – Tiene un radar... ¡o un algo! Lo que sea, es inoportuno, grosero y un... un... - pensó con fuerza algo grosero, pero siendo Atsushi eso era casi imposible - ¡Jo, que no tenía que aparecer en ese momento y ya!

El parfait comenzó a desaparecer rápidamente del tarro. Yosano, Ranpo, Tanizaki y Kyouka, que eran la compañía que se había encontrado al llegar, se quedaron viendo absortos como el pobre dulce pagaba por la rabia del dulce e inocente chico.

- Le dio un regalo caro y exclusivo y el mío... - infló los mofletes en un puchero - ¡El mío no es nada de eso! Ahora ya no puedo dárselo.

- En serio... - Yosano suspiró - ¿Por qué vas a cambiar tus planes solo por algo que ha hecho Akutagawa? Si le has comprado algo a Dazai, simplemente dáselo.

- Sí, porque, ¿qué más da? - Ranpo abrió solamente uno de sus ojos para echar un vistazo al dulce que tan buena pinta tenía en la carta pero que Atsushi se había encargado de destrozar con rabia - ¿A ti de verdad te importa que un regalo sea caro o no?

- ¡Pues claro que no! Pero ese es mi caso. Dazai-san es diferente, ¿sabéis? Vive rodeado de cosas caras y exclusivas, él valora mucho más esas cosas.

- Pero si eso ya lo sabías antes, ¿por qué has comprado lo que sea que hayas comprado? - le cuestionó Yosano bastante confusa por su repentina rabieta.

- Pues porque... - Atsushi agachó la mirada. Un pequeño sonrojo adornó sus mejillas pensado en su regalo. Si decía de qué se trataba, seguro que los demás se quedaban confusos, pero si les explicaba el significado del mismo y su contexto, entonces le acabaría dando algo de vergüenza - ¡E-es un regalo con un significado especial y punto! No era caro ni vistoso, pero era especial.

- ¿Ya no es especial? - le preguntó Kyouka con calma.

- Claro que lo sigue siendo – al dirigirse hacia la chica, Atsushi relajó su tono de voz, no quería escucharse violento al hablar con Kyouka – Pero ha recibido uno que le gusta más... eso deja el mío por los suelos. Tal vez tenga que buscarle otra cosa... ¡ah, ya sé! Yosano-sensei, Ranpo-san, ¿qué van a regalar a Kunikida-san y Poe-san por Navidad?

Ranpo y Yosano intercambiaron miradas incómodas por semejante pregunta cuya respuesta seguramente la inocente mente de Atsushi no podía ni imaginar.

- Bueno... en realidad, si imitas mi regalo, lo más seguro es que Dazai llore por el suelo de felicidad - informó Ranpo, provocando que los ojos de Atsushi brillaran ante aquella luz de esperanza.

- ¡¿En serio?! ¡Dígame qué es por favor!

- Nooooo – Yosano se encargó de cortar el túnel de esperanza de Atsushi.

- ¿Por qué?

- No vas a saber dar esos regalos.

- ¿Por qué? ¿Son complicados? ¡Practicaré!

Ranpo y Yosano se miraron de nuevo con la misma incomodidad.

- Mejor.... mejor no - reiteró Yosano – Y menos en estas circunstancias que buscas algo bueno solo para opacar a Akutagawa. Dale el regalo que le has comprado y ya. Has dicho que era especial, ¿no?

- Sí, pero... - Atsushi comenzó a remover lo poco que quedaba en el tarro con su cuchara.

Tanizaki, que había estado lo más apartado posible de la conversación mientras miraba su chocolate caliente con nubes hundiéndose en él, decidió por fin meterse en la conversación.

- Oye, Atsushi.

- ¿Sí?

- ¿Por qué le has hecho un regalo a Dazai?

- Pues porque Dazai-san se ha tomado muchas molestias cuidando de mí desde que nos conocimos  - comenzó a explicar ilusionado - Me ayudó cuando empecé con los CD drama y se ha hecho cargo de mí en momentos muy delicados como cuando enfermé o perdí la memoria.

- ¿Y solo por eso buscas hacerle un regalo de Navidad?

- Pues... sí, quiero expresarle mi gratitud.

- ¿Y ya está?

- ¿"Ya está"? ¿Por qué debería haber algo más?

- No sé. Siempre estáis pegados, comiendo juntos y metiéndose en la casa del otro y ahora quieres hacerle un regalo de Navidad.

- ¿Mmm? - Atsushi ladeó la cabeza confuso – Es que Dazai-san es mi amigo, quiero transmitirle mis sentimientos de gratitud.

- Si tú lo dices - agachó de nuevo su mirada. Regresando cada uno a sus respectivas bebidas, aunque el silencio no duró mucho – Entonces, ¿no estáis saliendo?

- ¡¿Qué?! - Atsushi golpeó su propio pecho con su puño cuando comenzó a atragantarse con una fresa de su postre - ¡¿Sa-saliendo?! ¡¿Cómo que saliendo?!

- Hablo de una pareja, de novios.

- ¡¿EEEEEH?! ¡¿No-novios?! ¡No, claro que no!

- ¿De verdad?

- Pues claro y es tan raro imaginarnos saliendo. Si lo hiciésemos, haríamos cosas como estar siempre pegados, comer juntos y meternos en la casa del otro todo el rato. Honestamente, no me imagino haciendo ese tipo de cosas.

"Es lo que hacéis", pensaron al unísono Ranpo y Yosano, aunque claro que no se lo restregaron por la cara al chico.

- Perdón si te ha incomodado mi pregunta. Es que pensé que... bueno, da igual.

Tanizaki intentó sonreírle, aunque como no podía mantener mucho tiempo la sonrisa, bajó la vista hacia su taza. Que no existiese ese tipo de relación entre Dazai y Atsushi era en realidad una mala noticia para él, porque podía existir una de Atsushi con otra persona.

- Oye...

- ¿Sí?

- ¿Y... y con Oda?

- ¿Mmm? - la expresión de Atsushi fue de total desconcierto.

- Lo digo... por la foto de Halloween.

- ¡¿Eh?! ¡E-eso fue algo sacado completamente de contexto! Y por supuesto que fue obra de Akutagawa, ¿de quién más?

- Pero estabais juntos, ¿o no?

- Pues... sí, pero...

- Y a punto de besaros.

- ¡No! ¡Claro que no! - Atsushi gritó apresurado temiendo que surgieran pensamientos equivocados – Eso no fue así, tú me crees, ¿no?

Tanizaki se separó un poco de la mesa, tomando aire y levantando el rostro solo para mostrar de nuevo una sonrisa forzada.

- Claro.

Su respuesta, no del todo honesta, logró engañar a Atsushi que le miró con ojos brillantes.

- ¡Menos mal! Me alegra que me creas, por algo somos amigos.

El chico sentado a su lado asintió manteniendo la sonrisa y se levantó de su sitio.

- Creo que me voy a ir yendo.

- No te has terminado lo que has pedido - puntualizó Kyouka.

- Creo que se me ha ido la sed. Puedes bebértelo si quieres, Atsushi.

- ¡¿En serio?! ¡Sí! - Atsushi aplaudió emocionado, aunque en el momento en que vio que Tanizaki se marchaba de verdad, se levantó y fue detrás de él - ¡Tanizaki-san! - consiguió frenarlo justo cuando cruzó la puerta de la cafetería.

- ¿Sí?

- La última vez no pudiste venir a mi piso y las veces que nos reunimos parecen ser cada vez más escasas. ¿Tienes mucha carga de trabajo?

- Algo así... no te preocupes por ello – Tanizaki le intentó sonreír de nuevo, solo que ya estando tan cansado no le consiguió salir del todo – Me tengo que ir. Hablamos otro día.

- Sí.

Y aunque fue él quien quería irse, Tanizaki se detuvo, dándose un poco la vuelta, pero no del todo, lo justo para poder mirar al albino.

- Atsushi.

- ¿Sí?

- ¿Qué es... lo que piensas sobre Oda?

- Pues... supongo que lo admiro. A ti te pasa lo mismo, ¿no? Seguro que pensamos igual sobre él.

La sonrisa de Tanizaki flaqueó, regresando a mirar al frente.

- Nos vemos otro día.

Atsushi asintió, mirando extrañado y algo preocupado la dirección por la que se iba el chico. Le alegró verle en la mesa cuando fue a la cafetería, pero también le entristecía el escaso tiempo que había podido pasar con él. Cuando se dio la vuelta para regresar a la cafetería, chocó con una Haruno vestida de elfa navideña que cargaba una caja, como el choque no fue fuerte, la caja no cayó al suelo, pero un poco de su contenido sí.

- Lo siento, Haruno-san – Atsushi se agachó rápidamente para hacerse con lo que había caído, siendo esto lo que parecían ramas de algún árbol con bayas rojas - ¿Qué es esto?

- Ah... de-decoración.

- Oh, entiendo – Atsushi devolvió el contenido a la cesta - ¿La ayudo?

- No, no, no hace falta.

- ¿Qué decoración es, Haruno-san?

- ¿No la conoces? - la secretaria hizo una mueca algo desilusionada – Es muérdago. La planta de la pasión navideña.

- Ah... ¿la qué?

- Muérdago, no me puedo creer que no la conozcas... - desilusionada al principio, la expresión de Haruno cambió rápidamente al maquinar algo – Entonces... ¿no sabes lo que pasa con él?

- No, ¿qué pasa?

- El muérdago es una decoración navideña que se pone colgando del techo y quien pase debajo de él, tiene que dar un beso o el año siguiente tendrá una suerte tan mala que incluso se le caerá el pelo.

- ¡¿EH?!

- Por eso, si por un casual pasas debajo junto a Daza...

- Uff... menos mal que me ha avisado, Haruno-san.

- ¿Mm?

- Evitaré todo lo que pueda los muérdagos. No quiero que se me caiga el pelo.

- Eh... pe-pero...

- ¡Gracias! - Atsushi agradeció con una sonrisa tan brillante y cegadora que Haruno no se atrevió a decirle nada.

En lugar de eso, cerró la boca con fuerza y lloró en silencio mientras Atsushi regresaba a la cafetería. Al final, si quería un Dazatsu navideño, tendría que escribirlo ella. 

- Mira el problemón que tengo encima – Dazai empujó sobre la mesa la cajita del reloj que le regaló Akutagawa.

Chuuya, sentado al otro lado de la mesa en aquel tranquilo y apacible restaurante, terminó de pegar un trago a su cerveza, se limpió los restos con una servilleta, revisó con calma el menú del restaurante y esperó a que la camarera se pasase para pedirle su orden. Después de eso, sacó su teléfono y se puso a hacer cualquier cosa menos prestarle atención.

- Oye, ¿me estás escuchando?

- Te dejé de escuchar nada más decir esa gilipollez. Menudo "drama", sí, sí. "Ay, me han regalado un reloj carísimo". Vete a la mierda.

- Me lo ha regalado Akutagawa.

- ¡CABRÓN! - su humor cambió drásticamente - ¡¿Cómo te atreves?!

- No – Dazai frunció el ceño, imitando su cabreo - ¡¿Cómo te atreves tú?!

Dazai y Chuuya se señalaron mutuamente. Chuuya entendía su propio cabreo, pero el de Dazai la verdad es que le había dejado confuso.

- ¿Qué?

- Todo esto es tu culpa, Chuuya.

- ¿Mía? ¡Oh, venga ya! Lo que me faltaba por oír.

- Pero si es la verdad. ¿Sabes? Akutagawa me dio el regalo justo cuando le iba a proponer a Atsushi-kun reunirnos el 24 para darle su regalo y él también me quería decir algo, pero fue recibir el regalo y ya de repente no quería decirme nada. Deberías tomar la responsabilidad, ¿y si lo que iba a decirme era que me amaba? Has estropeado mi blanca Navidad.

- ¿Cómo iba a decirte eso? Si eres un adefesio.

- El caso es que tienes que hacerte responsable.

- ¡No tires los balones en mi tejado! Si no ha continuado diciéndote lo que te quería decir, es porque en realidad no te lo quería decir.

- Akutagawa cortó las intenciones de Atsushi-kun. Es que en serio... - Dazai le dedicó una mala mirada a su compañero de mesa – Todo esto pasa porque todavía no te has hecho con su corazón.

- ¡¿Ah?! ¿Y tú qué? - Chuuya le devolvió exactamente la misma mala mirada – El novato te gusta, pero aquí estás, lloriqueando porque no te ha hablado.

Dazai resopló, haciendo que su flequillo revoloteara y apoyó sus codos contra la mesa para lamentarse. Estar en el mismo nivel romántico que Chuuya era tan patético, aunque en realidad él debía estar unos cuantos niveles por encima, es decir, Atsushi le aprecia bastante y han vivido muchas situaciones... que digamos que sacadas de contexto podrían parecer otra cosa.

Pero bien cierto era que estaba en un restaurante junto a Chuuya, que en esta época del año bien podría ser uno de los elfos despedidos de Papá Noel por borracho, en vez de con su gatito, a quien por cierto todavía tenía que entregar su regalo de Navidad.

No, desde luego que no se iba a permitir pasar una Navidad con un elfo feo en vez de con un ángel caído del cielo.

- Es época navideña, Chuuya.

- ¿Y qué?

- ¡Navidad, Chuuya, reacciona! Es el siglo XXI, Navidad en Japón es una especie de San Valentín 2.0.

- ¿Y?

- ¡Chuuya! - Dazai aporreó la mesa en una rabieta - ¿Es que no eres consciente de lo muchísimo que se puede elevar el nivel de afecto de una persona en estas fechas?

- ¿Cuánto? ¿Lo mismo que en una fiesta? Te recuerdo que en Halloween no me fue bien con Akutagawa.

- ¿Me vas a comparar una fiesta en la que te disfrazas de cosas terroríficas con la época más bonita y romántica del año? - Dazai resopló de nuevo viendo el desinterés de Chuuya por el tema, aunque podía ver en su comportamiento que al menos algo de su atención por el tema sí que había conseguido – Oye, Chuuya... ¿sabes que 7 de cada 10 personas tienen más sexo entre el 24 y el 25 de diciembre? Independientemente de sus circunstancias.

Chuuya frunció el ceño de nuevo, levantando la vista del mantel hacia el castaño con las mejillas algo coloradas por el tema a tratar.

- No vas a conseguir tomarme el pelo.

- No lo hago. Son datos sacados de un estudio de verdad. Además, te lo digo por conocimiento propio, todos los años yo estoy dentro de esos 7 de cada 10.

- Deja de presumir y mete tu cabeza en tu culo.

Cada uno apartó la mirada del otro, Chuuya mirando hacia la ventana y Dazai hacia el resto de mesas del lugar. Quería pasar una época tan bonita con Atsushi, sus intenciones no eran mentira, pero había un motivo más que en realidad no podía confesar a Chuuya. Sacó su teléfono por debajo de la mesa e ingresó en su calendario, viendo como el día 31 estaba marcado como el día de celebración de los seiyuu awards. Ese mismo día saldría el ranking de seiyuus y tanto Oda como él tenían un asunto pendiente con ese ranking.

Quien quedase por encima del otro iba a tener una cita con Atsushi y Oda ya le había dejado clara sus intenciones si ganaba esa cita.

Se iba a confesar.

Bloqueó el teléfono y lo devolvió a su bolsillo. Nada estaba escrito sobre quien iba a ser el ganador, pero Dazai quería pasar estas fechas con Atsushi solo por si acaso. Por si en el futuro cercano el viento no soplaba a su favor.

- Se siente tan raro tener tus mismos problemas, Chuuya. Claro que... hablo de problemas en el amor, porque en lo otro tengo más dinero y éxito que tú, soy más alto y además más guapo.

- Lamento recalcarte lo obvio, pero así no me vas a convencer de nada.

- No creo necesitar muchos argumentos. ¿No quieres pasar estas fechas con Akutagawa? ¿Alzando su nivel de afecto hasta las nubes?

- Tch, claro que quiero, pero ya sabes que ni siquiera tengo un regalo que darle.

- No lo tienes porque quieres darle algo caro.

- ¡Pues claro! ¿Cómo si no iba a competir contra su perverso tío?

- Sospecho que a Akutagawa le dará igual si es caro o no. Tiene una extraña e inexplicable devoción por ti.

- Sí, la misma que por ti, maldito adefesio.

- Pero en ese caso solo tienes que ser seductor, educado y romántico para que deje de pensar en mí, ya sabes, todo lo que buscan las protagonistas clichés en las películas más clichés navideñas. Tampoco es tan difícil. 

- Ya, ya – Chuuya sonrió de lado, no pudiendo perder esta oportunidad para burlarse – Pues siendo tú así, no veo al novato entre tus brazos.

- Cla...¡Claro que no! - protestó Dazai con un pequeño sonrojo en las mejillas – Porque tampoco hace tanto que me di cuenta de que Atsushi-kun me gustaba. Un acercamiento agresivo le asustaría, por eso hay que ir despacio y... y de manera cuidadosa.

- Pues yo siento que no voy a lograr nada, aunque pasase con él la Navidad – Chuuya regresó a las lamentaciones mientras pegaba un trago de su cerveza.

- Claro que vas a sentir que no has logrado nada y eso te pasa porque planeas cosas sin fines ni objetivos.

- ¿Objetivos? - Chuuya devolvió la cerveza a la mesa, mirando con una ceja arqueada al seiyuu sentado frente a él - ¿De qué narices hablas?

- Vamos, Chuuya, piensa un poco. Puedo ser el guapo de los dos, pero ser el cerebro sería acaparar mucho.

- No puedes ser algo que no tienes. Ahora termina de explicarte sobre eso.

- Pues me refiero, Chuuya, a que cuando jugamos videojuegos, lo hacemos por algo, ¿verdad? Hay misiones secundarias, principales y objetivos intermedios. Todos los movimientos son en torno a eso y es que, si no existieran esos objetivos, los videojuegos no tendrían sentido, no habría razón para jugarlos.

- Sí, bueno... esperaba una metáfora más adulta, pero...

- Chuuya, a los adultos de verdad les queda pequeña la ropa de la sección de niños.

- ¡CÁLLATE!

- Vale, vale, que me distraes. Escucha, para sentir que la noche no ha sido un desperdicio, hay que marcarse objetivos.

- Suena difícil...

- Querrás decir motivador. Pase lo que pase, hay que lograrlos, ¿vale? E independientemente de como se desarrollen los acontecimientos, mientras los objetivos estén cumplidos, podremos decir que ha sido un éxito.

- Y esos objetivos... ¿cuáles son?

- El más evidente – Dazai levantó su mano y solo su dedo índice, comenzando a enumerar los objetivos – Es que hay que darles un regalo que les guste.

- ¡Oye, que ese es el más difícil para mí!

- El segundo.

- Eso, pasa de mí.

- Hay que hacerles sonreír de auténtica felicidad.

- Es injusto, para ti parecen más fáciles.

- Y el tercero y último - Dazai levantó su tercer dedo, recordando la escena protagonizada por Murakami y Atsushi con la que se encontró nada más salir del ascensor – Hay... - tragó duro, mirando directamente a Chuuya que le miraba con duda por su evidente nerviosismo y ese sospechoso sonrojo en sus mejillas – Que conseguir un beso.

- ¿Be...? ¡¿Beso?! ¡¿Te has vuelto loco?! - el sonrojo de Dazai no tardó en contagiarse a Chuuya solo que a mayor escala – Mierda, tú si que has tenido una blanca Navidad llena de cocaína.

- Haz el favor de calmarte. No tiene que ser en la boca. Por ejemplo, en la mejilla bastaría.

- ¡¿Y por qué crees que eso es más fácil?!

- Te noto algo alterado, Chuuya, ¿tanta fe tienes en tu fracaso?

- ¡Pero que fácil lo ves tú todo! Claro, como tienes más experiencia piensas que todos podemos hacer cualquier cosa que ya hayas hecho tú. ¡Payaso! Entérate de que no todo es tan fácil y que Ryunosuke es mucho más complejo que el empalagoso del novato.

- Mmm... bueno, empatizando un poco contigo... ¿qué tal si te confío mi secreto?

- ¿Qué secreto?

- Pues el que a lo largo de los años me ha convertido en un conquistador.

- ¡¿Ah?! ¿Había un secreto?

- Sí, son una serie de rasgos o cualidades que debes mantener para ser todo un conquistador. ¿Te los digo?

- ¡Pues claro!

- Bien, pues tienes que ser confiado, pero sin pasarte. Optimista, de lo contrario le amargarás y te querrá lo más lejos posible. Racional, si no lo eres, las conversaciones que mantengas serán extrañas e incómodas. Refinado, eso les encanta. Inteligente, pues una cara bonita no es nada sin un cerebro. Delicado, si te ve como un bruto pervertido le darás asco y huirá. Y por último, amable, su corazón se ablandará viendo tu lado más humano.

- Confiado... racional... - Chuuya intentó enumerarlas con los dedos pero había dicho demasiadas - ¿Cómo se supone que quieres que recuerde todo eso?

- Tranquilo, usa las siglas y ya está.

- ¿Siglas?

- Claro, es un truco para recordar todo. Juntas la primera letra de todo y obtienes el sagrado cáliz de la conquista. CORRIDA.

- ¿Qué? ¿Corrida?

- CORRIDA, Chuuya, son siglas.

- Entonces...

- Tú ve con la CORRIDA en la cabeza y todo irá bien.

- Tú si que tienes una corrida en la cabeza...

- Oye, encima que te he encomendado mi secreto. Lo mínimo que podrías hacer en valorarlo.

- Bueno... pues gracias.

- Pero lo tendrás en mente, ¿verdad?

- Sí.

- Dilo.

- ¿El qué?

- Que lo tendrás en mente.

- Lo tendré en mente.

- Dilo bien.

Chuuya refunfuñó y resopló, dedicándole una falsa y amarga sonrisa.

-Tendré la CORRIDA en la mente.

Dazai apartó el rostro mientras se tapaba la boca intentando no reír.

- Mierda, Chuuya, de verdad lo has dicho.

- ¡CABRÓN! ¡ME HAS TOMADO EL PELO!

Chuuya le pateó debajo de la mesa para descargar la rabia, pero eso no detuvo la escandalosa risa del castaño.

¿Sería tarde para buscarse más amigos a su edad? No, da igual. Ninguno tendría un piso como el de Dazai para jugar videojuegos.  

- ¡¡Feliz Navidad!!

El sonido de las copas chocando resonó por toda la sala. Era 23 de diciembre, el último día del año que el estudio de grabación estaría abierto pues hasta principios del año siguiente no abriría de nuevo y retomaría sus actividades. Debido a esto, era ya casi una tradición organizar una pequeña celebración navideña, curiosamente, motivada por el presidente que ocupaba el centro de aquel brindis.

- Ejem – Fukuzawa aclaró su garganta – Habéis hecho un buen trabajo este año, felicidades. Espero que en el siguiente os sigáis esforzando. Ahora... - se echó hacia un lado, dejando sitio para Lucy que vestida de duende navideño con cara de pocos amigos empujaba un carrito con un enorme pastel – Que aproveche.

- ¿Por qué tenía que disfrazarme?

- Yo pensaba que te gustaba - comentó Mark que iba justo detrás de ella.

- Tú mejor cállate - Lucy detuvo el carrito y se hizo con un cuchillo para partir las porciones. En medio segundo ya tenía tres platos vacíos frente a ella exigiéndola comida. Los miró de reojo, era evidente que eran ellos – Y claro que no me sorprende.

Frente a la chica unos sonrientes Kenji, Ranpo y Atsushi esperaban como por supuesto a recibir el pastel.

- Voy a pasar el cuchillo por encima del pastel, avisadme cuando es suficiente para cortar la porción.

- ¡Siiii!

Kenji se puso el primero para recibir el pastel y Lucy comenzó a pasar el cuchillo por encima del pastel, esperando que Kenji la dijera algo para comenzar a cortarlo, pero nada parecido pasó.

- Pero bueno, ¿cómo de grande quieres el trozo?

- Tú sigue, Lucy-san.

Mirándole desconfiada, Lucy siguió moviendo el cuchillo, pero este había dado ya una vuelta entera al pastel sin llegar a cortar nada.

- Genial, así está bien.

- ¿Eh?

- Gracias – Kenji dejó el pequeño plato y se llevó el pastel entero. Lucy se quedó de piedra.

- ¡Pero bueno!

- Jajajaja, tranquila, me avisaron de esto – Mark empujó otro carrito con una tarta idéntica a la que se había llevado Kenji – Es tu turno, Atsushi, ¿cuánto quieres?

- Pues... - Atsushi miró casi babeando el enorme pastel que se había llevado Kenji - ¿Nos podemos comer porciones así de grandes, Ranpo-san?

- ¿Mm? No, jajajaja. Kenji es una excepción. Es un niño y necesita comer.

- Eso es excesivo... - murmuró Lucy.

- Jo... bueno. Entonces con la mitad está bien.

- ¡Eso también es excesivo!

Al final y con dolor en el alma, Atsushi solo recibió una porción normal que comió con gusto, pero con ganas de más.

- Está buena - comentó Kyouka tras dar el primer bocado de la suya.

- Que bien que te guste – Mark sonrió a la chica que continuó comiendo con calma.

- ¿Mark-san no vuelve a casa para Navidad? - preguntó Atsushi mientras masticaba todavía la tarta.

- ¿Mm? No.

- ¿Por qué?

- Digamos... que tenía asuntos aquí y no podía marcharme.

- Asuntos, ¿eh? - Yosano se coló en la conversación con un sugerente movimiento de sus cejas - ¿Y cuál es el nombre de la señorita "asunto"?

- Jajaja, ¿por qué asumes que es por una mujer?

- Porque es lo único que te motiva – Lucy, que había escuchado desde lejos, también se metió - ¿Qué más si no?

- Mmm... pero, Lucy-chan, tú tampoco has vuelto a casa - comentó Mark, enfatizando el "Lucy-chan" solo para hacerla de rabiar. 

- Pero eso a ti no te importa, así que no molestes y ayúdame a recoger en vez de quedarte de charla.

- Siiii.

Lucy se marchó con el primer carrito vacío y Mark la siguió con el segundo en las mismas circunstancias, aunque Atsushi, acordándose de algo, echó a correr hacia el chico y le preguntó algo, obteniendo un asentimiento y una sonrisa. Terminado el corto intercambio de palabras, Atsushi regresó con el grupo.

- ¿Qué le has dicho? - le preguntó Ranpo.

- Tanizaki-san no ha venido, así que quiero llevarle un poco de pastel. Estaba muy rico y me da pena que se lo pierda.

- ¿Dónde estará Tanizaki-san? - Kenji ladeó la cabeza mientras preguntaba confuso.

- Tal vez en una cita navideña - supuso Yosano.

- No creo – Ranpo comió su último trozo de pastel, abriendo los ojos para mirar a Atsushi que se atragantó un poco por ello – Oye, Atsushi, ¿al final qué vas a hacer con lo del regalo?

- ¿Eh? Pues... - Atsushi apartó la mirada hacia Dazai que se encontraba junto a Kunikida, Poe y Mushitaro – Pues todavía no lo había pensado...

- ¿En serio? Sabes que mañana es Nochebuena, ¿no?

- Pues claro, pero...

- Si te decides el 26, el regalo ya no tendrá sentido.

-Jo, que eso ya lo sé.

- Pues no se te nota.

- Es que... no quiero darle algo que no le va a hacer ilusión. Y después del regalo de Akutagawa...

- Que indeciso eres – Yosano miró hacia arriba pensando en algo – Oye, ¿no está siempre comentando cosas sobre no se qué traje de maid gato?

- ¡Noooooo! - Atsushi cortó la conversación viendo que se iba por la misma dirección que la que tuvo con su abuela.

- Vale, vale... solo quería darte ideas.

Atsushi infló los mofletes en un puchero hasta que su teléfono vibró con la llegada de un mensaje. Lo sacó de su bolsillo pensando que se trataba de Murakami, pues desde que se fue habían estado intercambiando mensajes, pero el nombre que apareció en la pantalla fue otro.

- ¿Ocurre algo? - Kyouka se acercó a él.

- Tengo que salir un momento. Ahora vuelvo.

Terminó apresurado lo que le quedaba de pastel y salió corriendo de la cafetería. Dazai se le quedó viendo cuando le vio salir, entendiendo bien a donde se dirigía cuando al segundo de salir Atsushi vio entrar a Ango por la misma puerta.

Cruzó la salida del edificio, dando nada más salir con la figura de Oda esperándole justo allí. Antes de poder emitir palabra alguna, el hombre sacó de detrás de él un enorme ramo de rosas rojas que le dejaron sin palabras.

- E-eh... ¿Oda-san?

- Feliz Navidad, Atsushi.

- ¿Son... para mí? N-no hacía falta – Atsushi se acercó al mayor, recibiendo el ramo de flores y mirándolo sorprendido - Muchísimas gracias, Oda-san.

- Esto también - Oda le tendió una bolsa, Atsushi la recibió con curiosidad y moviendo la nariz como si olfateara algo.

- Comida...

- Tienes un buen olfato.

- Dulce... ¡¿pastel?!

- Sí - Oda asintió.

- ¡Waaaaa! ¡Muchas gracias! Justo estaba pensando que me había quedado con hambre. ¿Sabe? Kenji-san ha podido comer un pastel entero, pero los demás solo hemos tenido una porción... - Atsushi dejó de hablar de repente.

- ¿Pasa algo?

- ¿Por qué no ha venido? A la celebración me refiero.

- No es de extrañar. No es un terreno en el que me mueva bien.

- Ya - agachó la mirada hacia sus flores – Entonces, ¿no es por Dazai-san?

No obtuvo una respuesta directa de Oda, con lo que Atsushi podía imaginarse la respuesta a su pregunta.

- Es Navidad, deberían acercar posturas.

- Las acercaremos pronto. Tengo ese presentimiento.

- ¿En serio? Eso es bueno.

- En fin de año... son los seiyuu awards.

- ¿Sí?

- Sí. Y ese mismo día, sale el ranking de seiyuus.

- Oh... - Atsushi apretó más el ramo de flores contra su cuerpo al comprender qué quería decir eso – Entonces...

- Atsushi.

- ¿Sí?

- Te he dicho que acercaría posturas con Dazai, pero en realidad... lo más seguro que pase, es que si yo gano, lo que yo haga después... seguramente provoque que Dazai me odie.

- ¿Eh?

- Te lo quería decir para transmitirte que nada de eso será tu culpa. Este asunto es entre él y yo. Lamento que tengas que estar en medio.

- Pero... escuchar que Dazai-san le va a odiar... se me hace difícil de imaginar a Dazai-san odiándole, ¿sabe? De todas formas, mejor no haga eso que dice que va a hacer que le odie, ¿no?

- Lo tengo que hacer, Atsushi.

- ¿Tan importante es?

- Mucho.

- Yo en serio no los entiendo del todo... - Atsushi suspiró - Para empezar, ¿por qué quieren una cita conmigo?

- Bueno, ¿y por qué no?

- Oiga... no vuelva la pregunta en mi contra.

- ¿Vas a pasar la Navidad con alguien, Atsushi?

- Emm...

- Me imagino que tú también tienes que hacer un regalo a alguien, ¿no?

- Bueno... sí, sí que quería.

- ¿Querías?

- Digamos... que compré un regalo mediocre – Atsushi usó el ramo de flores para tapar la mitad de su rostro – Y alguien le regaló algo antes, algo mucho mejor. Mi regalo ya era poca cosa al principio, eso ya lo sabía, pero ahora que tiene el otro regalo que es mejor... se me hace inevitable compararlos, ¿sabe?

- ¿Y ya no se lo quieres dar?

- Es que... ¿para qué? No le va a gustar.

- ¿Y por qué lo compraste al principio si no le iba a gustar?

Atsushi prefirió ocultar más su rostro entre las flores que contestar, lo cual, aunque no emitiera palabras, le aclaró a Oda muchas cosas. 

- Hace poco... alguien me dijo que no existe una opción correcta en los regalos. Que lo importante es la intención que tengas con ellos y que, si lo eliges con cariño y pensando en la persona a quien se lo vas a dar, entonces todo estará bien. ¿No elegiste así tu regalo?

- Pues... - bajó el ramo, dejando ver su rostro completo - Sí.

- ¿Entonces?

- Y... ¿y si no le gusta?

Oda miró hacia el cielo, como si estuviera meditando su respuesta.

- Pues muérdele, ¿no? Es lo que le haces siempre.

- Es que últimamente me parece que Dazai-san ve eso más como un premio que como un cas... - dejó de hablar inmediatamente, al mismo tiempo que sus mejillas se coloreaban de rojo - ¡E-espere! Y-yo no dije que el regalo fuese para Dazai-san.

- Expresas muchísimas cosas sin necesidad de palabras, Atsushi, creo que... esa es una de las tantas cosas que me gustan de ti.

La elección de palabras se le hizo rara al albino y aunque se iba a atrever a preguntar, Oda se adelantó en cortarle esa opción.

- Me tengo que ir.

- ¿Ya? Puede pasar y...

- La verdad es que tengo que entregar otro regalo.

- Oh, vaya, pues de ser así... lo comprendo entonces. El mío me ha gustado mucho. Muchas gracias de nuevo.

Atsushi lo agradeció con una reverencia rápida. Cuando se reincorporó, Oda estaba más cerca que antes y sin darle tiempo a reaccionar, había posado una de sus manos sobre su mejilla.

- ¿Oda-san? - Atsushi le llamó con un débil sonrojo sobre sus mejillas.

A riesgo de recibir una queja, Oda dejó un rato más su mano allí, aprovechando para acariciar la suave mejilla con su pulgar. Comprendía bien que haberle dicho al chico aquello sobre el regalo había sido como lanzarse piedras a su propio tejado.

Pero no se habría sentido bien decirle algo que no piensa con tal de alejarlo de Dazai. Él no es así.

Terminó apartando su mano, notando como Atsushi volvía a mirarle extrañado por sus acciones con aquella brillante mirada de dos colores que volvía una tarea imposible el no perderse en ella.

- Me tengo que ir. Adiós, Atsushi.

- Adiós - Atsushi le despidió en voz baja, dejando una mirada rápida sobre las flores antes de volver a dirigir su atención hacia Oda que ahora le daba la espalda para marcharse – Y gracias.

Oda no se dio la vuelta del todo para mirarle, solo asintió con la cabeza y reanudó su marcha. Después de todo sabía que ese último "gracias" no era por el regalo, sino por sus palabras respecto al regalo de Dazai.

Con Oda cada vez más lejos de su campo de visión, Atsushi agarró fuerte sus dos regalos y regresó al interior del edificio en cuya entrada se encontró con Dazai, quien tuvo que apartar la mirada algo incómodo sospechando quien le había dado eso.

- Saliste de repente, estaba preocupado- se excusó el castaño intentándole sonreír.

- Es que... bueno. Oda-san me mandó un mensaje y...

- ¿Sus regalos?

- Sí.

- Son muy bonitas.

- Opino lo mismo.

Atsushi echó un vistazo corto y rápido a las flores, bajándolas un poco para que estas dejaran de interponerse en la vista de su rostro.

- Oiga, Dazai-san, la verdad es que yo...

- Atsushi-kun – la voz de Dazai sonó más fuerte y decidida que la suya, con lo que el albino calló de inmediato - Mañana... ¿saldrías conmigo?

- ¿Eh? - la propuesta le descolocó un poco - ¿Salir...?

- Pasa el día conmigo, por favor.

- Pero mañana... es 24, ¿está bien eso? Es decir...

Prefirió callar para pensar un poco sobre la situación. ¿Qué hacía poniéndole "peros"? Si él ya se había decidido a darle su regalo de Navidad mañana, pero de una manera más simple, tal vez después de comer juntos, pero es que Dazai lo que le estaba proponiendo era pasar el día entero con él.

- ¿Está eso bien, Dazai-san? Es Nochebuena...

- Si no lo estuviera, no te lo estaría preguntando. ¿No te parece bien?

- ¡No! ¡No es eso! Yo... yo sí que quiero, pero... - pensó rápido, si podían pasar el día entero juntos, entonces debían ir a allí sí o sí - Por la noche tenemos que ir a la noria.

- ¿La noria? - Dazai se confundió por aquello, la verdad es que no estaba en su ruta planificada - ¿Por qué?

- Porque... - las mejillas de Atsushi enrojecieron levemente – Po-porque me gusta, quiero ver la ciudad entera envuelta en las luces de Navidad desde arriba.

- De acuerdo – Dazai cedió y los ojos de Atsushi se iluminaron por la ilusión de un objetivo cumplido y un plan bien encaminado – Te mandaré el sitio de reunión y la hora por mensaje, ¿de acuerdo?

- ¡Sí! No lo olvide, ¿vale?

- Claro que no.

Atsushi se despidió y se marchó corriendo de vuelta a la cafetería. Dazai prefirió quedarse atrás con la excusa de que quería tomar un poco el aire. Ambos se separaron, saliendo el castaño a la calle. Tras un rato parado y en silencio, se llevó las manos a la cabeza.

- Mierda... lo he hecho - comentó en voz alta sin creérselo. Le había pedido una cita para Nochebuena y la había conseguido.

Después de conseguir asimilarlo, soltó su pobre pelo que no tenía culpa de nada y cogió aire para asimilar bien la situación.

Tenía una cita en Nochebuena con Atsushi.

Y además de eso, tenía una lista de objetivos que conseguir.

Nada más salir a la calle, el viento frío golpeó sus mejillas y lo único que pudo hacer él para buscar algo de calor fue meter las manos en los bolsillos de su abrigo, dejando escapar un suspiro que fue completamente visible al salir al exterior en forma de vaho. Ese día era la pequeña celebración navideña que organizaba el estudio de grabación de Fukuzawa, pero Tanizaki había preferido no ir, no solo por no tener ánimos para asistir, sino que también esa misma tarde había asistido al casting de un anime nuevo.

Hizo la audición para un papel secundario, tan secundario que era un personaje que solo salía en un único capítulo, con lo que en realidad ni siquiera hubo demasiados criterios de valoración para decirle que sí. Había varios papeles de personajes principales libres, pero en el momento en que se enteró de la competencia que tendría, ni siquiera lo intentó.

Era una pérdida de tiempo.

Así era su carrera fuera de los CD drama, personajes sin carisma, de relleno y esporádicos de cuya voz nunca más te acordarías ni reconocerías si la volvieses a escuchar.

Sentía que en realidad iban bien con él.

Porque no podía ser considerado un seiyuu de verdad.

Como la noche había caído ya, las luces de Navidad de la calle se habían encendido, dedicándole un hermoso paisaje para los horribles ánimos que llevaba. Ni siquiera le apetecía mirarlas, con lo que caminó con la mirada agachada, pensando si Oda habría dado ya los regalos que compró. Los que él le ayudó a elegir para la persona que el mayor amaba. Tenía que reírse para no llorar, nunca se imaginó poniéndose la zancadilla a si mismo de esta manera. 

Al haber decidido dejar de prestar atención al resto del mundo, al final pasó lo inevitable y es que se chocó con el cuerpo de alguien. Sobó su frente y levantó la mirada dispuesto a disculparse pero se quedó sin palabras mucho antes de poder decir algo.

- Hola – a pesar del choque, Oda no se había movido ni un milímetro y tampoco había variado ni un poco su rostro estoico.

- Ho-hola. Q-que causalidad. Lo siento, no estaba mirando por donde...

- No te disculpes y no es casualidad. Hace unos días hablé con Naomi, quería saber dónde estarías el día de hoy.

- Estaba en... ¿eh? Espera, ¿me buscaba? Si me hubiese avisado...

- No quería que lo supieras. Quería darte una sorpresa.

- Ah... ¡¿ah?!

El corazón de Tanizaki pareció querer escapársele por la garganta por un momento, pero su sentido común le mantuvo con los pies justo en el suelo. A Oda se le daba bien elegir las palabras equivocadas en distintas situaciones, con lo que eso de querer sorprenderle no debería crearle falsas ilusiones.

- Y... ¿y por qué? Es decir... ¿hay algo qué...?

- Sí - Oda le extendió una caja pequeña de terciopelo, de nuevo, a Tanizaki pareció cortársele la respiración.

- ¿Q-qué...?

- Feliz Navidad.

Las mejillas del chico se colorearon de rojo, en parte por estar inevitablemente fantaseando con el contenido de la caja y por otra parte por estar recibiendo un regalo del hombre de sus sueños. Algo nervioso, aceptó la caja, abriéndola sintiendo el sudor recorrer por su cuello a pesar de las bajas temperaturas de invierno. Cuando el contenido quedó al descubierto, pudo respirar tranquilo.

No era un anillo, claro que no podía serlo.

Pero lo que era realmente le dejó más desconcertado que si hubiese sido un anillo.

- Esto... - sacó el contenido de la caja, enseñando un pendiente plateado con forma de copo de nieve. Solo ver los brillos que desprendía le bastó para saber que no era una mera pieza de bisutería - ¿Por qué?

- ¿"Por qué"? - Oda le devolvió la pregunta, ladeando un poco el rostro, demostrando con eso que en realidad no entendía sus dudas.

- Es que... n-no hacía falta y en realidad...

- Quería darte un regalo, ¿responde eso al por qué?

- Su-supongo pero... - Tanizaki devolvió su atención al pendiente - ¿Por qué esto?

- ¿No te gusta?

- ¡¿Eh?! ¡N-no es eso, es que...! Es que...

Oda pestañeó un par de veces, rascando después su nuca al pensar que en realidad a él no le había gustado el regalo.

- "Yuki" significa "nieve" y ese es el nombre del primer personaje que interpretaste.

- ¿Eh? - completamente sorprendido, Tanizaki alzó el rostro para mirar al mayor - ¿Cómo...?

- Pensé que te haría ilusión.

- Pe-pero... ¿cómo lo sabe?

- Yo jugué al videojuego en el que salía Yuki hace años. Vi tu nombre en los créditos y cuando nos conocimos, reconocí tu voz.

- Pero Yuki... ni siquiera era el protagonista. Era un personaje secundario o... incluso terciario.

Recordaba al personaje del que le hablaba Oda y sí, fue el primero de su carrera, si de verdad se podía decir que tenía una. Un casting sencillo en el que obtuvo el papel prácticamente porque no había más participantes.

- ¿Importa que no fuese el protagonista?

- Pues... sí, ¿no? No fue importante, ni destacable. En realidad puede que seas la única persona que se acuerda de él.

- ¿Sí? Pero fue un trabajo que hiciste, el primero de hecho, deberías sentirte orgulloso de él.

- Actualmente... creo que es complicado. Conseguir papeles importantes en videojuegos y animes es complicado, por eso sigo estancado en los CD dramas.

- Nunca he escuchado un CD drama tuyo, ¿debería?

- ¡NO, NO, NO! - Tanizaki negó en pánico, rojo hasta las orejas – S-son... BL y... d-d-de contenido adulto y... por favor no escuche nunca ninguno. ¡Por favor!

- De acuerdo.

Tanizaki consiguió respirar tranquilo al escucharle decir aquello, devolviendo su atención al pendiente con forma de copo de nieve. En realidad, a pesar de lo que le había dicho, le parecía un detalle bonito, aunque le quedaba otra duda en mente.

- ¿Cómo ha sabido que tenía agujero en el lóbulo de la oreja? ¿Se lo dijo Naomi?

Si bien era cierto que llevaba adornos en el lateral de sus orejas, lo que le había regalado Oda era un pendiente para el lóbulo de estas. Él no podía tener la certeza de que tuviese esa zona de las orejas perforadas.

- Podría haberlo hecho, pero en realidad no.

- ¿Y entonces cómo...?

- Puedo carecer de habilidades sociales para captar sentimientos o emociones, pero cuando se trata de cosas físicas, creo que no soy tan torpe. Siempre que estamos juntos, te observo de cerca – Oda se inclinó hacia él, llevando una de sus manos a una de las orejas del chico, pasando directamente a su lóbulo para acariciarlo – Está justo aquí.

- ¡¿EH?! - al borde del infarto, Tanizaki no pudo hacer otra cosa que chillar.

Sí, lo de la carencia de habilidades sociales le había quedado claro pues el mayor no había visto venir que semejante invasión a su espacio personal tendría estas consecuencias y parece que ni aun con su reacción se daba cuenta, porque al final tuvo que ser Tanizaki quien se apartase de un salto y acariciase su oreja recién tocada como si la hubiese tocado el mismísimo rey Midas y la hubiese transformado en oro.

- ¿Quieres que te lo ponga?

- ¡¿QUÉ?!

- El agujero es pequeño y puede que te haga daño, pero lo haré con cuidado.

- ¡N-no hace falta! Yo... ¡e-es muy bonito y me da miedo perderlo!

- Pero si no lo llevas puesto, no tendría sentido habértelo regalado.

- Pero Oda-san... más importante que eso. Yo... no he comprado ningún regalo para... - sintiéndose algo culpable, Tanizaki cerró la cajita y la apretujó contra su pecho – Yo no tengo ningún regalo para darle.

- Oh, bueno... no te lo compré esperando recibir nada a cambio. Así que no te preocupes por eso.

- Pero yo me siento... algo mal, ¿sabe?

- Lo compré pensando en ti, para agradecerte lo del otro día. Pensé que te quedaría bien. No le des más vueltas.

Tanizaki despegó la cajita de su pecho, levantando la mirada para, avergonzado, encarar la de Oda.

- Gracias.

Después de aquel encuentro con Oda, Tanizaki se marchó directo a casa, con el corazón latiéndole tan rápido que parecía bloquear cualquier otro pensamiento en su cabeza. La persona que le gusta le ha hecho un regalo, un regalo de Navidad y pensando en él. Todo había sido tan rápido que le parecía que había sido un sueño, pero no lo había sido y tenía la prueba de ello en el bolsillo de su abrigo.

Apresuró sus pasos para llegar antes a casa, sacar el pendiente y ponérselo frente al espejo mientras le contaba a Naomi todo lo que había pasado. Su mal día y todos los problemas que se habían cruzado en su camino hace apenas unos días parecían haberse quedado rezagados y lo único que podía ver frente a él ahora era el recuerdo de Oda dándole el regalo. En su carrera se le escaparon algunas risas y aunque se avergonzó por ello, no dejó de correr hasta que llegó a su casa. Una vez allí, abrió la puerta y se metió de lleno buscando a Naomi, no tardó mucho en dar con su hermana pequeña en el salón, aunque su sonrisa decayó poco a poco cuando divisó también unos cabellos albinos mal recortados.

Percatándose de la presencia del Tanizaki mayor, Naomi y Atsushi, que estaban sentados juntos en el sofá, centraron su atención en él. La sonrisa de Atsushi, una vez más, era tan deslumbrante como dolorosa.

- ¡Tanizaki-san!

- Ho... hola – no pudo evitar tartamudear por la sorpresa de ver a alguien que no se esperaba ver justo ahí.

- Onii-sama, Atsushi nos trajo pastel de la celebración navideña del estudio.

- Oh... vaya. Gracias. Aunque... no hacía falta que te molestases.

- No, no, si no ha sido molestia – Atsushi negó con una sonrisa – Me parecía una pena que os lo perdieseis, ¡estaba muy bueno!

Tanizaki le devolvió la sonrisa, sintiendo como esta desfallecía poco a poco cuando llevó su mano dentro de su bolsillo y tocó la cajita con el pendiente. Naomi, que tenía el plato de pastel sobre el regazo, dio un bocado y miró extrañada a su hermano.

- ¿Pasa algo, onii-sama?

- ¿Eh? No, es que...

- ¿Cómo qué no? Oda-san me preguntó dónde ibas a estar esta tarde - sacó el tenedor de su boca y lo usó para señalar de manera culpable a su hermano – Yo se lo dije teniendo la esperanza de que volvieses de madrugada cojeando. ¿Por qué vuelves antes de tiempo con la cadera en perfectas condiciones?

- ¡Naomi, esas cosas no...! - Tanizaki se calló de golpe, mirando directamente a Atsushi que parecía desconcertado por la situación. El regalo en su bolsillo parecía arder ahora más que nunca y él quería enseñarlo, quería que Atsushi lo viera y que supiera que había sido un regalo de Oda.

Lo que no quería, era reconocer los motivos que le impulsaban a querer enseñarle el regalo. Atsushi había demostrado llevarse tan bien con Oda, que Tanizaki solo quería, aunque fuera por un par de segundos, demostrarle que el mayor había pensado en él.

En él antes que en Atsushi.

Por ese motivo, aunque estuviese algo inseguro al principio, agarró la cajita dentro de su bolsillo y sin sacarla, comenzó a hablar.

- L-la verdad es que Oda-san...

Pensaba anunciarlo mirando directamente a Atsushi, a aquellos ojos repletos de inocencia y ausentes de malas intenciones, pero no consiguió llegar a decir nada porque mirando mejor a Atsushi, de frente y directo a encararle, es que se dio cuenta de las cosas que le acompañaban a su lado en el sofá. Había una bolsa que juró poder reconocer y un enorme ramo de rosas rojas justo a su lado. Como si las espinas de estas hubieran decidido separarse de la flor, Tanizaki pudo jurar sentir como estas se clavaban por todo su cuerpo.

Siguiendo la trayectoria de la mirada de Tanizaki hacia sus regalos, Atsushi le contestó con una sonrisa.

- Son regalos de Oda-san. Son bonitas, ¿verdad? - Atsushi cogió el ramo de flores, acercándoselo a la nariz para poder olerlas.

- Son muy elegantes - comentó Naomi al acariciar una de las flores como si fueran de cristal. Su mirada no tardó en regresar a su hermano que parecía haber visto un fantasma - ¿Ocurre algo, onii-sama?

- ¿Eh? No... e-es que...

Las palabras dejaron de escapar de sus labios, quedándose completamente bloqueado al recordar el momento junto a Oda en la floristería.

"Las flores tienen significados. ¿Qué es lo que quiere transmitir?"

"Amor"

Nunca pensó que el recuerdo de la voz de Oda pudiera hacerle tanto daño.

Sintió como si un jarro de agua fría le cayese encima, cogiendo el momento que acababa de vivir con Oda y tirándolo al suelo, destruyendo sus fantasías y pensamientos de bobo enamorado como si de un frágil cristal se tratase. Al final, aunque hubiese pensado que era diferente, la realidad siempre se abría camino. No era especial para Oda. Era un seiyuu joven más que admiraba el trabajo del mayor y Oda no veía más allá que eso.

Confundió amabilidad con amor y que error más grande.

Oda no podía amarle, no podía amarle porque ya estaba enamorado de otra persona.

Y Atsushi era esa otra persona.

- ¿Onii-sama? - la voz de Naomi le trajo a la realidad, se la veía algo preocupada al igual que Atsushi justo a su lado.

Con ambos mirándole en esas circunstancias, Tanizaki tuvo que hacer un gran esfuerzo por disimular la decepción que sentía ahora mismo e incluso la vergüenza por haber pensado que podía ser para Oda algo más de lo que era Atsushi.

- ¿Te encuentras bien? - su hermana le preguntó preocupada por la mala expresión que seguro debía llevar en el rostro.

- Tal vez sea fiebre, en esta época es normal – Atsushi se puso de pie, plantándose ante Tanizaki e intentando tocar su frente para comprobar su teoría.

Grande fue la sorpresa que se llevó el albino cuando su mano fue alejada de un manotazo. Atsushi no fue el único sorprendido con el gesto, pues Naomi y el mismo Tanizaki estaban igual que él. Tanizaki miró atónito la mano con la que acababa de golpear a Atsushi, la cual ahora parecía temblar, luego dirigió su vista al chico que acariciaba su propia mano recién golpeada.

- Lo siento – contrario a lo que haría cualquier persona, Atsushi se disculpó aun habiendo sido él quien resultó golpeado – Te molestó que me acercara tanto, ¿no? Lo lamento, es que a veces... supongo que peco de confiado, pero como somos amigos pues supuse que... que no habría problema, es decir...

Tanizaki abrió la boca para contestarle, cualquier cosa, una disculpa o un reproche, pero ¿un reproche por qué? ¿Solo porque Oda se había enamorado de él? ¿Qué culpa tenía Atsushi de ello? Honestamente, el chico era muy fácil de querer, bastaba con un gesto, con una simple sonrisa para que dinamitara las barreras de cualquier persona a su alrededor.

Era una habilidad que le hacía atraer personas de manera natural a su alrededor, él también fue atraído por ella y no le había molestado. Le había gustado encontrar a alguien de su misma edad en el negocio, pensaba que podían congeniar, llevarse bien y crear una bonita amistad.

Pero siente que esa amistad ya no puede durar más.

Porque ahora, cuando le mira a los ojos, solo ve a Oda comprándole rosas rojas para transmitirle su amor. No cree poder aguantar eso, porque él nunca ha sido ni será tan fuerte.

- ¿Tanizaki-san?

- Puede... que tengas razón. Tal vez sea fiebre - terminó por hablar agachando el rostro - Iré a mi habitación a descansar.

Se marchó del salón mirando en todo momento hacia el suelo, pues no era capaz de enfrentar las miradas que seguramente le estaban dedicando su hermana y Atsushi. Al llegar a su habitación, cerró la puerta de un portazo y se lanzó a la cama de espaldas, metiendo su mano en el bolsillo de su abrigo y sacando la cajita que contenía el pendiente.

Agradeció no haberlo presumido, porque se habría visto patético.

Rodó sobre su cama hasta llegar a la mesilla de noche, abrió uno de los cajones y dejó la cajita dentro, cerrando después y haciéndose bolita sobre el colchón.

Ya no podía estar al lado de Atsushi como si nada. 

- ¿En qué hotel reservo para asistir a los seiyuu awards? - preguntó Higuchi que se encontraba junto a Akutagawa en una cafetería, aprovechando aquellas últimas horas nocturnas que quedaban del día 23 antes de que llegara Nochebuena – Muchos estarán ocupados y los precios se duplicarán...

Mirando las ofertas de habitaciones en su teléfono móvil, el rostro de Higuchi se puso pálido al ver que efectivamente los precios estaban más caros que en época normal.

- El precio no es problema - soltó Akutagawa, dejando su taza sobre la mesa - ¿Dónde se alojará Dazai-san?

- E-eh...

- ¿Qué?

- Es que... ¿merecerá la pena? Es decir, seguro que Nakajima Atsushi acaba yendo con él y no creo que merezca la pena ver...

- Con más motivo. Deberé proteger a Dazai-san de las jugarretas de la gata ladrona - estiró su mano hacia el plato con varios dulces que se encontraba entre ambos, aunque se llevó una sorpresa cuando el camarero dejó otro plato idéntico justo al lado del que ya tenían - ¿Qué significa esto? No hemos pedido nada - miró directo a Higuchi que negó con la cabeza indicando que ella no había pedido nada.

- Invita la señorita de aquella mesa.

El camarero señaló hacia una mesa ocupada por una única persona. La mujer que ocupaba el sitio se giró para saludarles educadamente con la mano. Al ver de quien se trataba, Higuchi tragó duro mientras Akutagawa la fulminaba con la mirada.

- Retira esto inmediatamente.

- Pero...

- Que lo retires.

- Vamos, vamos, no seas así.

El ruido de sus tacones resonó por la cafetería, moviendo elegantemente su figura de la misma manera que lo hacían sus largos y suaves mechones oscuros. Vestida completamente de blanco y con unos rasgos que recordaban la belleza japonesa más tradicional, terminó situándose justo frente a ellos. Para muchos debía parecer un ángel en la Tierra. Para Akutagawa, era una gata arrastrada más intentando sacar provecho de Dazai.

- Tengo entendido que te gustan los dulces – plantada ya frente a su mesa, Sasaki le dedicó una dulce sonrisa - Acéptalos por favor.

- Ni muerto, ¿qué veneno llevan?

- No seas malpensado – Sasaki hizo un gesto con la cabeza, indicando al camarero que se podía marchar - ¿Quieres que dé el primer bocado?

- Quiero que te marches ahora mismo de mi vista.

- Tan arisco como siempre – como si fuera lo más natural del mundo, Sasaki tomó asiento al lado de Higuchi que se tensó completamente por aquello – Si frunces tanto el ceño, te acabarán saliendo arrugas. Ten cuidado.

- ¿Cómo te atreves a mostrarte delante de mí, perra?

- ¡A-Akutagawa-senpai! - Higuchi entró más en pánico. No le venía bien que Akutagawa montara un espectáculo en un lugar con tanta gente. Por el contrario, la mujer sentada a su lado estaba de lo más tranquila.

- Vaya, que curioso, ¿no? A mí me sacas las garras, pero si se trata de Nakajima Atsushi...

- Os doy exactamente el mismo trato, ¿tenías dudas?

- Pues sí, después de todo... - Sasaki sacó su teléfono móvil, dejándolo sobre la mesa. En la pantalla se podía ver la foto de Atsushi junto a Dazai y Murakami colgada en las redes sociales – Has dejado que ocurra esto.

- Tú... ¡¿te atreves a echarme algo en cara?! - Akutagawa aporreó la mesa con sus dos puños cerrados, provocando un pequeño salto a Higuchi, pero incapaz de alterar a Sasaki.

- Claro que no. Dentro del círculo de relaciones de Osamu, tal vez seas el más honesto. Porque visto lo visto... - bajó su mirada, ahora más fría, hacia la foto en su teléfono y la cantidad de likes que acumulaba – Es curioso como me reprochó mis intenciones con Osamu, cuando él está haciendo exactamente lo mismo. Sinceramente, me enfada. Al final, ¿por qué me expulsas a mí de la vida de Osamu pero dejas que Nakajima se quede? Si los dos buscamos lo mismo de Osamu. O será... ¿qué en realidad no lo ves así? ¿Habéis enterrado el hacha de guerra?

Su sugerencia hizo que Akutagawa frunciera más el ceño.

- Sé que es imposible que pienses así, pero te puedo confirmar que mis intenciones y las de Nakajima son exactamente las mismas. Para ambos, Osamu es un instrumento, un instrumento para destacar - colocó uno de sus mechones detrás de su oreja, haciéndola parecer más elegante a pesar de sus duras palabras – Es un hipócrita. Criticándome por algo que ha acabado haciendo él. Incluso ha logrado engatusar a Murakami Tokio para ello. Es algo que no me esperaba, pero que resalta sus verdaderas intenciones.

- ¿Qué es lo que quieres?

Escucharle preguntar aquello le devolvió la sonrisa, porque era una clara muestra de que estaba interesado.

- Quiero castigarle por su hipocresía y por haberse entrometido donde no debía. Este negocio no está hecho para gente como él, ¿no crees? Es un gatito caminando entre tigres, al final, lo más seguro que pase es que le acaben devorando.

- Y crees que te voy a ayudar por...

- Porque es beneficioso para Osamu, ¿no crees?

- Ya, pero te olvidas de la parte en la que dices que para ti también lo es. Con la gata roba hombres fuera de escena, tú puedes volver a intentar engatusar a Dazai-san.

- ¿De verdad crees que Osamu puede dirigirme la palabra después de todo? No va a volver a tenderme su mano – Sasaki agachó la mirada, su delicada sonrisa desapareció - Ahora estoy sola, no gano nada, pero tampoco tengo nada que perder.

- Pero... - aunque debía mantenerse fuera de la conversación, para Higuchi fue imposible no meterse – Si tú no sacas ningún beneficio de esto... ¿para qué hacerlo?

- Ya lo dije, ¿no? Es un castigo para Nakajima, pero seguro que también una lección que le servirá en el futuro. No me gusta que jueguen usando mis métodos.

Higuchi se encogió en su sitio, no le gustaba la propuesta y mucho menos las intenciones de la actriz. Era una clara propuesta de juego sucio para hundir a una persona por algo que, para ella, le parecía que no estaba pasando. A ojos de la mánager, no le parecía que Atsushi estuviese usando a Dazai para hacerse popular. Tal vez fuese ingenua, pero Atsushi se veía muy inocentón como para hacer algo así. Estrategias tan mezquinas en realidad solo podían ser obra de la propia Sasaki.

Puede que aquí se debiera aplicar el refrán "Cree el ladrón que todos son de su condición".

Sea como fuese, esto solo le olía a problemas. Si Sasaki quería hundir a alguien, lo mejor sería que lo hiciese sola y que Akutagawa se mantuviese al margen. Esperaba al menos que su representado tomase esa decisión, pero la parecía que había estado demasiado tiempo en silencio.

Como si... se lo estuviera pensando.

- ¿Qué es lo que planeas hacer? - Akutagawa terminó por romper el silencio, para satisfacción de Sasaki y agobio de Higuchi.

- Tanto tú como yo sabemos como son sus verdaderas intenciones. Como juega con Osamu, con Murakami y con cualquier hombre cuyo estatus le beneficie. Si consiguiéramos desvelarlo a los demás...

- ¿Desvelarlo?

- Hacerlo público. Tranquilo, tengo una buena aliada para ello - mencionó en una clara alusión a Agatha – He pensado que tú deberías conocer algo que yo no.

Akutagawa apartó la mirada, recordando como en su teléfono todavía estaba la foto que sacó en Halloween de Oda y Atsushi. Una foto tan cercana e íntima, si conseguía juntarla con otras similares de Dazai y Murakami... podría inventarse la historia que quisiera con todo ello.

Una historia en la que solo se destacarían las mezquinas verdaderas intenciones de Atsushi.

- ¿Quieres que nos reunamos los tres juntos?

La pregunta de Sasaki le trajo de nuevo a la realidad, dedicándola una mirada fulminante cargada de rabia como era propio en él.

- ¿Quién ha dicho que acepto ser parte de esto?

- Entiendo, necesitas pensarlo, aunque ya sabes cuál es la opción correcta. En realidad no me molesta – Sasaki abrió su bolso, sacando una tarjeta y dejándola frente a Akutagawa – Es mi número de contacto. Si quieres ayudarme, entonces puedes llamarme.

- Me molesta mucho esa prepotencia que escucho en tu voz. ¿Tan segura estás de que voy a formar parte de tu plan?

- Es lógico pensarlo, ¿no? - Sasaki se encogió de hombros – Porque quieres a Osamu. Yo ya no tengo oportunidad con el hombre que amo, por eso tú, que todavía tienes opciones... no deberías dejar escapar ninguna.

Se levantó de su sitio, dedicando una educada reverencia a ambos y marchándose de allí con un aspecto tan elegante y delicado que, si a cualquier extraño le hablases de su verdadera personalidad, entonces no te podrían tomar en serio.

Higuchi se quedó preocupada mirando el camino por el que se había ido y se quedó más preocupada todavía cuando vio a Akutagawa recoger la tarjeta.

- Yo... no creo que sea buena idea meterse en un conflicto así... por mucho que Nakajima Atsushi no sea de su agrado.

Como si no pudiera escucharla, Akutagawa recogió su teléfono, comprobando que la foto de Oda y Atsushi juntos estaba todavía ahí. La visualización de la foto se vio interrumpida cuando su teléfono vibró y en la pantalla apareció un recuadro con un mensaje que le acababa de llegar.

Chuuya-san

Tienes algún plan para mañana?

El mensaje le dejó desconcertado. ¿Mañana? ¿Día 24? No había nada especial en su agenda. Le contestó con un corto "no", viendo como Chuuya comenzaba a escribir al instante. Pasando a sostener el teléfono con ambas manos, la tarjeta de Sasaki pasó a un segundo plano por el momento.  


Fin del cap.

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