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Capítulo 29: La caja del dolor

No sabía cuántas veces se había pasado la mano por la cabeza desde que salió de casa esa mañana. Si no fueron quinientas, no fueron ninguna, pero es que sus revoltosos y rebeldes mechones cortos castaños nunca habían estado tan indomables o tal vez él nunca lo había notado hasta ahora.

El ahora en el que experimentaba su primer amor.

Aquella mañana no holgazaneó, le dedicó más tiempo a elegir su vestimenta y al prepararse para salir a la calle y como resultado no se pudo marchar junto a Kunikida y Atsushi esa mañana. Era el precio a pagar por verse perfecto para el chico que ama.

Cuando llegó a la cafetería del edificio, se echó un último vistazo en uno de los cristales para comprobar que su vestimenta estaba perfecta y sin ninguna arruga y después se adentró en ella, dando enseguida con Kunikida y Atsushi en una de las mesas.

El albino al verle despegó sus labios de la pajita de su vaso y alzó uno de sus brazos para saludarle con una brillante y hermosa sonrisa que provocó que el corazón de Dazai se saltase un par de latidos y que la sangre desde tan pronto por la mañana se le fuese al rostro. Kunikida también le dedicó su atención solo que su apariencia no era tan adorable como la de Atsushi por lo que prefirió ignorarlo y tomar asiento junto a su primer amor.

- Buenos días, Atsushi-kun.

- Buenos días, Dazai-san. Esta mañana te has entretenido mucho, ¿no?

- Oh, sí, bueno, ya sabes, me quería ver bien, jajajaja.

"Bien para ti", pero esa parte prefirió omitirla. Su sonrisa y felicidad observando a Atsushi aquella mañana duró poco cuando Kunikida estampó su puño contra la mesa y llamó su atención, cambiando completamente su rostro a uno de aburrimiento.

- Si tan bien quieres verte por la mañana, ¡piensa el día de antes que ponerte y no nos hagas perder el tiempo!

- Sí, siiiii - rodó los ojos aburrido y devolvió su atención a Atsushi – O-oye, gatito, ¿sabes? Hace poco conseguí una plancha para hacer takoyaki, ¿qué te parece si quedamos una noche y me enseñas a hacerlos? Puedes... - rascó su mejilla avergonzado – Puedes quedarte a dormir si se hace muy tarde...

- ¿Takoyaki? ¡Me encanta el takoyaki! Aunque... ¿por qué compró una plancha si no sabe cocinarlo?

- Bueno, aprender no está mal de vez en cuando - mintió con una sonrisa, tampoco podía decir que quien compró la plancha fue el propio Atsushi con amnesia. Ya que estaba comprada al menos tendría que amortizarla y si ya de paso podía ganar un momento de intimidad pues mejor que mejor.

- Y sobre lo de quedarme a dormir... no sé, no me importaría, pero tampoco busco abusar de usted, Dazai-san.

- Pero abusar... - Dazai desabrochó los primeros botones de su camisa, dejando ver en su cuello diversos mordiscos bastante recientes – Eso ya lo haces de otras maneras.

- ¡Dazai-san! ¡Tápese eso! - avergonzado por la poca vergüenza del castaño, Atsushi abrochó él mismo su camisa y miró de reojo como las llamas del infierno parecían comenzar a rodear a Kunikida.

- Vosotros... ¡¡DEJAOS DE TONTERÍAS Y PONEOS A TRABAJAR!! - Kunikida se levantó de golpe y por el susto los otros dos hicieron lo mismo, poniéndose rectos y saludando con la mano por delante de la frente al más puro estilo militar.

- ¡Sí, Kunikida-san! / ¡Sí, coronel Kunikida-kun!

- ¡NO INTENTES BURLARTE DE MÍ, DAZAI! Lo que hay que ver - sacudió su traje, arreglando su corbata y relajándose un poco – Ya que es el último día, mostrad un poquito de profesionalidad.

- Siiiii - contestó Dazai de nuevo desganado mientras que Atsushi ladeaba la cabeza confuso por aquello.

¿Último? ¿Había dicho último?

No entendía bien aquello, pero lo estuvo reflexionando. De camino al estudio lo reflexionó, una vez sentado frente al micro lo reflexionó de nuevo, grabando reflexionó un poquito más, al acabar otra vez a reflexionar, cuando terminaron y vino Fukuzawa junto a Yosano para agradecerles por su trabajo reflexionó tanto ya que le dolía la cabeza.

- Espero contar con vosotros para un nuevo proyecto la próxima vez – Fukuzawa hizo una reverencia que fue devuelta por Dazai y Kunikida. Atsushi, pálido sin entender nada, la realizó el último - Habéis hecho un buen trabajo.

- Pre... presidente – se atrevió a interrumpir Atsushi un poco ido - ¿Por qué... por qué se despide?

- ¿Por qué? - Fukuzawa arqueó una de sus cejas.

- Atsushi – Yosano le llamó - Este era el último CD drama programado de Mamoru y Yuto. La serie ha llegado a su fin.

Atsushi se sintió ligero como una pluma al escuchar aquello, tanto que sentía que en cualquier momento podría salir volando, quedarse atrapado entre las hélices de un avión y morir calcinado.

¿El fin? ¿Había dicho eso? Pero "fin" es una cosa que se dice cuando algo se acaba. Si se acababa la serie... ¡se acababan sus ingresos! ¡Y él ya había pedido otro elemento inútil para la cocina que definitivamente no necesitaba!

¿Qué haría ahora? Sin trabajo y con una arrocera que le da la hora y una sartén con radio incorporada. Maldecía el día en que se puso la teletienda aquella noche.

Sí, hay cosas en la vida que vuelven, como los animes ochenteros y noventeros en remakes o los personajes "muertos" de Bungou resucitados por milésima vez en el manga. Otras en cambio, como el pelo de los calvos y el dinero, esos si se van no vuelven.

Y el dinero de Atsushi había salido por la ventana con la misma facilidad por la que entró por la puerta.

Nunca pensó que volvería a esta situación, pero aquí estaba de nuevo.

Nakajima Atsushi estaba sin trabajo. 

Ninguno había barajado lo mucho que afectaría a Atsushi que la serie de Mamoru y Yuto llegase a su fin, pues allí estaban, de nuevo en la cafetería del edifico con un incomodísimo ambiente en el que Kunikida era el más tranquilo mientras Dazai padecía por el efecto del agujero negro de depresión abierto alrededor de Atsushi quien llevaba media hora mirando embobado la mesa como si estuviese poseído por un espíritu de otro mundo.

- Mmm... A-Atsushi-kun, ¿quieres que compremos arroz?

- ...

- ¿Y-y si buscamos unas ofertas en el supermercado? Amas las ofertas, ¿verdad?

- ...

- Y si... y si... - se sobresaltó cuando escuchó a Atsushi emitir el primer ruido desde que se sentaron ahí, solo que fue un gimoteo – Gatito...

- No me lo puedo creer... - alzó el rostro con las lágrimas ya escapando de sus ojos - ¡¡Estoy sin trabajoooooo!! ¡¡Waaaaaaa!!

Dazai se quedó de piedra. Ni 48 horas habían pasado desde que prometió a la abuela hacerle feliz y ya le tenía llorando a lágrima perdida. Pues sí que había fracasado pronto.

- ¡Atsushi-kun, no te deprimas!

- ¿Qué voy a hacer? Tengo que pagar el alquiler y puedo vivir sin comer, pero si no pago el alquiler me echarán. ¿Por qué me van a desahuciar en invierno? ¡Ya podría haber pasado esto en verano que hacía mejor temperatura!

- En verano tampoco es que haga muy bueno y no puedes vivir sin comer - comentó incómodamente Dazai sin saber bien qué hacer mientras Atsushi continuaba llorando. Verle así le partía el corazón. Si la persona que amas está triste delante de ti, debes hacer cualquier cosa para calmarla. Ha protagonizado suficientes animes shojos como para saber aquello - ¡Atsushi-kun, no llores! Si te quedas sin hogar... ¡pu-puedes vivir conmigo! - terminó por proponer con las mejillas coloradas.

Su imprudente proposición calmó las lágrimas del chico, aunque su rostro seguía mostrando tristeza.

- Pero Dazai-san... su casa es muy grande y lujosa. Nunca conseguiría un sueldo que me permitiese pagarle un alquiler por una habitación.

- Entonces... si no puedes pagar una habitación... ¡Está la opción de dormir en la misma ca...! - su indecente proposición no llegó a salir de su boca porque Kunikida se había levantado solo para estampar su puño contra su cabeza, causándole inmediatamente un chichón allí del que salía humo - ¡¡Ayyyyyy!! ¡Kunikida-kun! ¡¿Por qué haces eso?!

- El ser humano tiene un límite de las tonterías que puede aguantar - explicó con calma mientras volvía a su sitio al otro lado de la mesa – Y no entiendo bien a que viene tanto drama por esto. Conseguiste este trabajo por casualidad, ¿no te acuerdas, Atsushi?

- Sí... es cierto.

- Ni siquiera lo buscabas y el sueldo no es que fuera la gran cosa. No eres un profesional, ni tienes aspiraciones y metas en esta industria, ¿o sí?

- Mmm...

- Sinceramente, creo que lo mejor es que te busques un trabajo normal, como los que tenías antes. La industria del entretenimiento puede ser mucho para ti y no te confundas, no lo digo de malas, lo digo precisamente porque me preocupo por ti.

Dazai se tensó en su sitio ante las palabras de Kunikida. ¿Un trabajo normal? Si Atsushi dejaba de trabajar como seiyuu, entonces... ¿no se separarían sus mundos? Y por lo tanto, su tiempo juntos disminuiría ante la incompatibilidad de horarios. Puede que ni siquiera le volviese a ver en la vida si retomaba su costumbre de pluriemplearse. Pero no estaba solo ese hecho. Había algo muchísimo más importante.

- Yo... yo creo que se le da bien - confesó Dazai con un tono de voz más serio – Puede que no sea su vocación, ni lo que quiere ser en el futuro, pero Atsushi-kun hace un excelente trabajo. Su voz... - sintiéndose observado fijamente por el albino, Dazai comenzó a trabarse en sus declaraciones – S-su voz... de-definitivamente es buena. Sería una pena desperdiciarla.

- Dazai-san...

- Sí, sí, opino lo mismo.

Ranpo, que estaba sentado en la mesa justo detrás de la suya, se había dado la vuelta para colarse en su conversación.

- ¡Ranpo-san! - exclamó Atsushi sorprendido por su presencia - ¿Cuánto tiempo lleva ahí?

- ¿Sorprendido con mi sigilo? Es una habilidad que necesitas para robar galletas del armario a las 4 de la mañana - con una sonrisa traviesa, se quedó mirando a Dazai - ¿Y esas miraditas?

- ¿Q-qué miraditas? - abochornado por creerse descubierto, prefirió alejarse un poco de Atsushi y agachar la cabeza.

- ¡Jajajajaja! ¡Nada, nada! Bueno, ahora lo importante – terminando en tiempo récord lo que quedaba de su pastel, Ranpo abandonó su mesa y se fue a la suya, sentándose al lado de Kunikida – Con que te has quedado sin trabajo... ¡pero si eso en esta industria no es problema! Cuando un seiyuu, un actor o un modelo se queda sin trabajo, ¡simplemente va a otro casting!

- ¿Otro casting...? ¿Qué busque otro proyecto? Pero... - poco confiado, Atsushi agachó la mirada – Pero yo no soy un profesional, Ranpo-san. Aunque me presentase, lo más seguro es que no me escogieran.

- ¿Y eso cómo lo sabes? Si no lo has intentado.

- Es que...

- Además, ¿no te lo estoy diciendo yo? Tienes una buena voz. Sí que es cierto que en algunos aspectos estás algo verde, pero si quisieras, creo que tienes futuro en el negocio. Incluso si quisieras ser un seiyuu de verdad, creo que podrías.

- No diga esas cosas. De continuar, preferiría hacerlo en los CD dramas. De todas formas, no es una vocación que tenga ni nada así...

- ¡Jajajaja! Pues hazlo, ve a un casting y continúa haciendo lo que hacías. Se te da bien.

- Decirme que se me da bien gemir no es un halago - protestó con las mejillas infladas.

- ¿No? - Ranpo abrió los ojos – Se te da bien gemir.

- ¡Ah! ¡Ra-ranpo-san! - Atsushi llevó ambas manos a sus mejillas coloradas al ser elogiado por un Ranpo con los ojos abiertos – M-mi corazón se saltó un latido... ¿por qué?

- Ahora si es un elogio, ¿no? ¡Jajajaja! - se carcajeó Ranpo, cerrando los ojos de nuevo y sacando un chupa chus que no tardó en meterse en la boca.

Viendo el fascinante efecto de "Ranpo ojos abiertos" en Atsushi, Dazai no pudo controlar un gruñido y se preguntó internamente por qué él, que llevaba sus ojos todo el día abiertos, no tenía ese efecto en Atsushi. Era tan injusto. Dejándose llevar por los celos, buscó darle una patada "accidental" por debajo de la mesa, pero viéndolo venir, Ranpo subió sus pies a su asiento y Dazai terminó golpeando a Kunikida que sin mostrarse afectado le devolvió una patada cien veces más poderosa.

- ¡AAAAH! ¡KUNIKIDA-KUN, ESO ES TARJETA ROJA!

- Ranpo-san, a pesar de su opinión, sabia como siempre - prosiguió Kunikida sin prestar atención al hombre que acababa de lesionar – Sigo pensando que este tipo de mundo no es el más indicado para Atsushi y por supuesto que el trabajo tampoco. Es un tema que simplemente no conoce.

- Pluriemplearse tampoco le viene bien. ¿No ha tenido ya varios problemas físicos? Los trabajos tan exigentes no le vienen bien. Le provocarán de nuevo un problema de salud.

- Bueno... visto así.

- Venga, no lo pienses tanto. Que haga un casting y ya.

- Supongo que por intentarlo... no pasará nada malo, ¿no? - preguntó Atsushi hacia Dazai que continuaba sobándose su dolorida pierna, pero paró para dedicarle una sonrisa – Bien, lo intentaré. Aunque no sé cómo conseguir un casting...

- Kunikida te buscará uno, ¿no es tu mánager en funciones?

- ¡Sí, es verdad! - asintió emocionado Atsushi mientras el mayor suspiraba.

- ¡Bien, decidido! Yo le echaré un cable buscando el casting, ¿vale?

- ¡Sí! Gracias, Ranpo-san.

- Que bien, que bien. Oye, Atsushi, si consigues el papel no te olvides de invitarme a comer algo rico, ¿eh?

- ¡Sí! Comeremos un rico chazuke.

- Algo rico y caro.

- ¡Sí! Comeremos un rico chazuke con una pequeña ciruela encima.

Ranpo se quedó en silencio, analizando al sonriente Atsushi que de verdad parecía considerar el chazuke con ciruela un plato de ricos.  

Aunque fuese partidario de devolver a Atsushi a su vida normal, Kunikida no podía abandonar un trabajo y en este caso era su trabajo de mánager en funciones de Atsushi (trabajo cuestionable pues no recuerda cobrar por ello). Le gustaba ser diligente y recto, pero hoy precisamente desearía haber podido ser un poco más relajado para negarse, pero si hace algo, lo hace perfecto y así ha sido durante toda su vida. Desde la casita de macarrones en segundo de primaria hasta hoy mismo que había encontrado junto a Ranpo un casting adecuado para el chico albino.

Adecuado según Kunikida porque el nivel de indecencias estaba un poquito controlado y adecuado según Ranpo porque el protagonista uke tiene características felinas.

Sí, aprobado por mayoría.

Como parte de su trabajo, Kunikida había acompañado al albino al casting y Dazai y Ranpo se habían unido como apoyo moral. Y a pesar de tener sus animadores privados, ahí estaba Atsushi, temblando como si fuese una gelatina recién sacada del molde.

- Aaah... creo que me equivoqué - confesó una vez que puso un pie en la sala de espera que estaba plagada de seiyuus revisando sus guiones, distrayéndose con el móvil o hablando entre ellos – Esta gente... se ve tan preparada y profesional. Y encima... - miró de nuevo a su alrededor, todos los seiyuus parecían estar agrupados de dos en dos – Oh, no, parece un casting en el que tienes que venir con tu novio. ¿Qué haré?

- ¡ME OFREZCO COMO TRIBUTO! - Dazai alzó la mano en alto, pero Kunikida se encargó de bajársela y retorcérsela ya de paso - ¡Oyeeeee! ¡Que estaba intentando ayudar!

- No lo haces.

- Oye, Atsushi, no es que tengas que venir con tu novio – le explicó Ranpo – Lo que pasa es que es un casting por parejas.

- ¿Eh? ¿Por...? Pero yo... yo solo soy un Atsushi.

- Eso es obvio – se inmiscuyó Kunikida mientras empujaba el puente de sus gafas con su dedo corazón - Este tipo de casting puede ser el más beneficioso para los novatos. Contar con un compañero en la audición puede ayudar a cubrir tus fallos.

- ¿En serio?

- Sí, lo que pasa es que lo difícil aquí será... encontrar a ese compañero.

- Pero hay mucha gente. No creo que cueste tanto.

Nadie se atrevió a pinchar la burbuja de ingenuidad de Atsushi, así que lo único que hicieron es quedarse plantados frente a la puerta mientras el chico se recorría la sala intentando interactuar con los demás. Algunos le rechazaban con educación, otros simplemente le ignoraban y otros ya habían encontrado pareja. Al final, Atsushi regresó con sus acompañantes, apretujando el guion entre sus manos y rodeado de un aura deprimente.

- Nadie quiere hacerlo conmigo...

- Y-yo podría... ¡hablo del casting! - viéndose venir el puñetazo de Kunikida, Dazai alzó las manos como si le estuviesen apuntando con un arma.

- En realidad es normal – Ranpo se encogió de hombros – No te ofendas, Atsushi. Eres un novato en el negocio, solo has hecho un trabajo y tampoco eres muy conocido. En los casting por parejas lo que buscan los demás es un compañero que les asegure el papel.

- Pero si las cosas son así... entonces nadie va a querer audicionar conmigo.

- Tú no te preocupes que al final siempre hay alguien que...

- ¿Ranpo?

De entre los seiyuus reunidos en la sala, un chico alto, delgado y de piel pálida se abrió camino hacia ellos. Su pelo ondulado, de color castaño dorado con un llamativo remolino en la parte derecha y sus ojos azules hipnotizaron completamente a Atsushi pues aquel hombre desprendía totalmente un aura de estrella de cine. Comparando su impecable traje blanco con su jersey largo comprado en las rebajas de los grandes almacenes, se sintió bastante insignificante y más fuera de lugar en el casting que nunca.

- ¡Murakami! Que bien me vienes en este momento.

- Sí, a mí también me vienes bien.

- Entonces...

- Entonces...

- Audiciona conmigo / Audiciona con él.

Ambos lanzaron su propuesta al mismo tiempo, quedándose Ranpo señalando al albino que se había ganado la mirada extrañada del otro.

- ¿Qué...?

- No tienes pareja para el casting, ¿a qué no? ¡Pues que bien! Él tampoco. ¿Veis que bien resuelvo?

- ¿De qué estás hablando? - alzó una de sus cejas, mirando de arriba abajo a Atsushi - ¿Este quién es?

- Este es Nakajima Atsushi – Ranpo empujó al nervioso chico que apretujaba el guion contra su pecho por los nervios hacia delante – Es nuevo en el negocio, pero lo hace muy bien. ¿Escuchaste el CD drama de Yuto y Mamoru? ¡Él es Yuto!

- ¿Sí?

- E-encantado.

- Y este es Murakami Tokio – Ranpo ahora se fue al lado del otro – Seiyuu y actor, tanto de películas como de teatro. Tiene una larga lista de trabajos y premios a su espalda. Todo un profesional.

- Y-ya veo... - contrario a tranquilizarle, saber que era tan bueno solo puso más nervioso a Atsushi.

Aunque internamente, se preguntaba una cosa. Ranpo le había dicho que en las audiciones por parejas la gente busca un compañero que le garantice conseguir el papel, entonces, ¿por qué Murakami seguía buscando pareja?

- Ya que los dos seguís sin pareja para el casting, ¿por qué no os presentáis juntos?

- A mí me vendría muy bie...

- No – Murakami habló tajante, cortando las intenciones de Atsushi - ¿En cuántas obras dices que has trabajado?

- ¿Eh? En... en una.

- ¿Una? - rodó los ojos exasperado – Eres un completo novato.

- S-sí...

- No me voy a presentar contigo. Los novatos al final siempre son un lastre.

- ¿Eh?

- ¡Oye! ¡No tienes que comportarte así con él! - sin poder soportar como trataba a Atsushi, Dazai no tardó en salir en su defensa - Sí, Atsushi-kun es un novato, pero yo he trabajado con él y el trabajo que desempeña siempre es perfecto.

- Entonces tiene una carta de recomendación de Dazai Osamu – se encogió de hombros todavía desinteresado – Pues eso tampoco es algo destacable.

- Pero serás... ¿sabes qué? No hace falta que hagas el casting con él, lo haré yo – Dazai se señaló a sí mismo con el pulgar.

- No – Kunikida, que se había quedado callado, por fin intervino - ¿Crees que puedes tomar decisiones sobre tu trabajo sin contar con la persona que los gestiona todos? Este trabajo está fuera de tu calendario, no lo acepto.

- Bueno, ¿y entonces qué? Atsushi-kun no va a poder participar.

- Sí que lo hará. Lo hará con Murakami, ¿a qué sí? - Ranpo apoyó su mano en el hombro del chico, pero este la apartó rápidamente - ¿Por qué tan arisco? Si te estamos haciendo un favor.

- ¿Qué favor es ponerme de pareja a un seiyuu sin experiencia? Al final tendré que cargar yo con todo el trabajo. Menuda molestia.

- Jajajaja, vale, entonces mejor te dejamos con lo tuyo. Ya sabes, ensayando con tu compañero y eso, ah, no, que no tienes.

- Ranpo-san... - Atsushi miró preocupado al mayor por su mordaz comentario, pero parece que tenía efecto en Murakami pues estaba mirando hacia un lado mientras se mordía los labios. Todo eso manteniendo todavía su faceta orgullosa.

- ¿Qué más dará que Atsushi sea novato? Si ninguno tiene pareja, entonces actuad juntos y ya. Además, lo mismo una recomendación de Dazai no te sirve, pero yo también tengo mi opinión sobre Atsushi.

Al escuchar aquello, tanto Murakami como Atsushi le miraron. Uno esperando escuchar aquella opinión y otro emocionado por lo que pudiera decir de él.

- Atsushi es un ser humano adicto a las ofertas del supermercado y al arroz. Está algo verde en los CD dramas pues su condición de virgen le impide saber lo qué es un orgasmo de verdad, pero que sea capaz de simular uno cuando no conoce la experiencia dice mucho de él.

- ¡Ranpo-san! ¡¿Eso es una buena reseña?! - se quejó completamente rojo Atsushi, sobre todo por cómo había expuesto ante un desconocido su condición de virgen.

- La mejor que se me ha ocurrido, lo siento – se golpeó infantilmente la cabeza mientras guiñaba un ojo, pero no tardó mucho en recuperar una faceta más seria – Pero ahora en serio, yo sí que pienso que Atsushi es un buen seiyuu y te recuerdo de nuevo... que no creo que tengas más alternativas.

Ranpo miró a su alrededor, acto que fue imitado por Murakami. La gente, al ver que Murakami se giraba para verlos, apartaron su mirada del chico de ojos azules y fingieron volver a sus asuntos. Sí, Ranpo siempre llevaba la razón y esta no era la excepción. Sabía bien que si el seiyuu sin pareja que quedase no fuese Atsushi y fuese otro cualquiera con experiencia, este se mostraría reacio a actuar con él.

Su currículum y sus premios no eran suficientes para tapar su defecto más profundo.

Molesto por la situación, Murakami estrujó fuerte el guion enrollado entre sus manos y miró directamente a Atsushi que se tensó por ello.

- Que remedio. Actuaré contigo.

- ¿En serio? ¡Muchas graci...! - Atsushi no pudo terminar de agradecerle pues Murakami se fue hacia un asiento vacío y se sentó allí, estudiando sigilosamente su guion.

Atsushi, que no se esperaba un comportamiento tan frío y distante se quedó congelado sin saber bien cómo proceder. Dazai, a su lado, dejó una mano sobre su hombro para llamar su atención después de haberle dedicado una mala mirada a Murakami por su actitud tan desinteresada.

- Pasa de él y revisa bien tus líneas antes de que sea tu turno.

- S-sí - asintió no muy convencido por la situación, yendo a sentarse justo al lado de Murakami y rechazando la opción de hablarle después de comparar de nuevo su pulcro y lustroso traje blanco con su vestimenta informal. Tal vez debería usar su próximo sueldo para ropa elegante en lugar de algún aparato de cocina con una función extra inútil.

A medida que los seiyuus eran llamados para la audición, la sala iba poco a poco vaciándose hasta que finalmente solo quedaron Murakami y Atsushi, a los cuales ya les llegó su turno.

- Vamos – Murakami cerró el guion apoyado en su regazo y se puso de pie.

- Vo-voy – Atsushi le siguió, por supuesto no iba tan confiado como él, incluso llegó a pararse en parte del trayecto, necesitando girarse hacia atrás para ver con la duda reflejada en sus ojos a sus acompañantes.

Dazai y Ranpo le hicieron señales con la mano de que todo iría bien, mientras que Kunikida prefirió quedarse de brazos cruzados y con los ojos cerrados, dedicándole un apoyo silencioso que Atsushi comprendía perfectamente. Desapareció junto a Murakami para hacer la prueba y después de un tiempo que se hizo eterno para los acompañantes de Atsushi, ambos seiyuus regresaron a la sala de espera.

Atsushi, que mantenía apretujado el guion contra su pecho, no tardó en expresar el resultado de la audición antes de que nadie consiguiera preguntarle.

- ¡Lo conseguí! - el albino se lanzó hacia el castaño, colgándose de su cuello y provocando un acercamiento tan repentino que el rostro de Dazai se tiñó de rojo y se quedó con los brazos tiesos sin saber bien cómo proceder a continuación.

Era un abrazo, Atsushi le abrazaba emocionado por pasar la audición. El papel era suyo. Era una situación feliz. ¡Dazai debía corresponder devolviendo el abrazo, levantándole de las caderas para elevarlo en el aire y darle un par de vueltas y luego besarlo con locura!

¡¿Cómo ha tardado tanto en procesar una escena tan lógica?!

Ya más espabilado, intentó corresponder el abrazo de Atsushi pero como había tardado mucho en decidirse, el albino ya se había desenganchado de su cuerpo y se había lanzado hacia la siguiente persona que era Ranpo.

- ¡Lo logré, Ranpo-san!

- ¡Jajaja! Bien hecho – Ranpo sí le devolvió el abrazo, haciendo a Dazai crujir los dientes por la rabia.

- ¡Kunikida-san! - Atsushi soltó a Ranpo y se dirigió a la siguiente víctima de su afecto, pero Kunikida prefirió guardar las distancias e interrumpió el abrazo palmeando su cabeza y acariciándole como si fuese un gato.

- ¿Lo lograste? Bien hecho – le felicitó sin cambiar mucho la expresión de su rostro, pero se podía distinguir una pequeña sonrisa.

- ¡Sí! ¡Que emoción! ¡Podré continuar comiendo!

- No festejes algo tan deprimente... - le sugirió Kunikida viendo su ambiente de emoción rodeado de flores - ¿Y a ti qué te pasa?

Kunikida se giró hacia Dazai el cual dedicaba una rencorosa mirada a él y a Ranpo.

- No... no pasa nada. ¿Qué iba a pasar? - intentó mantener la calma, pero el Dazai interior estaba mordiendo con fuerza un pañuelo imaginario porque había sido el único que no había podido tocar a Atsushi para festejar su logro.

Que injusticia.

- Pues ya que Atsushi-kun ha conseguido el trabajo, deberíamos celebrar...

- Oye, Nakajima – Murakami interrumpió al castaño, plantándose delante de Atsushi – Dame tu número de teléfono.

- ¿Eh? - Dazai se quedó pálido ante la pregunta que lanzó.

¡¿Pero cómo se atrevía a ser tan descarado?!

- ¡Jajajaja! ¿Qué pasa, qué pasa? - con una mirada traviesa, Ranpo codeó un par de veces a Murakami quien se mantuvo impasible – Al final sí es verdaderamente talentoso si te enamora solo con una sesión de gemidos.

- No digas tonterías. Quiero su número porque si hemos obtenido el papel, tenemos que estar en contacto. Y no pienses que te voy a dejar bajar la guardia – ahora habló dirigiéndose hacia Atsushi – Se te puede dar bien, pero sigues siendo novato, inexperto y torpe. Tienes errores al trabajar y no pienso dejar que cometas ninguno durante la grabación. Tengo una reputación de actor de élite que mantener. Intenta estar a la altura.

- S-sí, esto... - algo nervioso por la presión que ejercía, Atsushi sacó su teléfono para intercambiar contactos con Murakami.

- Bien, no tengo nada más que hacer aquí. Nos veremos.

Se despidió de Kunikida, Ranpo y Atsushi, dedicando a Dazai solamente una mirada aburrida para después salir de la sala. En realidad su actitud con él le daba igual. Muchos seiyuus y actores no se llevaban bien entre ellos y se podía comprender si en este mundillo todos podían ser tanto tus compañeros como tus rivales. Lo que de verdad le molestaba es que fuese a grabar con Atsushi. Sí, se alegraba porque su gatito había conseguido el papel, ¡pero maldición! ¡¿Tenía que grabar con un chico guapo?!

Iban a compartir diálogos malsonantes, jadeos, Atsushi iba a gemir para él... ¡¡¡Prácticamente se iban a acostar!!! Aunque fuese fingido.

No se lo podía creer. Ni 48 horas desde que experimenta su primer amor y este ya se iba a acostar con otro. Aunque fuese fingido.

Atsushi continuó sonriendo y compartiendo con los otros lo feliz que estaba de haber conseguido el trabajo. Cuando le miró a él, le dedicó una enorme sonrisa de felicidad y Dazai por supuesto que se la devolvió, aunque por dentro estuviese ardiendo en llamas.

¿Qué tendrá la suerte que siempre huye de las personas enamoradas? 

Mentiría si dijese que estaba tranquilo. Desde que Atsushi pasó la audición, la preocupación había ocupado todos los rincones del cuerpo de Dazai. Y es que sí, no lo iba a negar, estaba celoso. Celoso de que fuese a gemir para alguien más que no fuese él. A la mañana siguiente no pudo estar completamente concentrado, así que, sorpresa, sorpresa, Kunikida le riñó varias veces. Aunque siendo sincero, no le hacía falta estar desconcentrado para que Kunikida le regañase, eso es ley de vida.

Pero le daba igual, prefería apuntar su rabia hacia el culpable. Sí, Murakami, él era el culpable de que Kunikida le regañase. ¿Cómo se atrevía? Vergüenza debería darle.

En fin, cuanto menos pensase en aquello, mejor para él. Sobra decir que por supuesto no tenía intención de escuchar el CD drama cuando saliese, no era tan masoquista. Por ahora lo mejor era tranquilizarse y quien mejor para tranquilizarle que su dulce gatito albino al que amaba con locura.

Se plantó frente a la puerta del piso de Atsushi, comprobando antes de llamar que su pelo estuviese perfectamente peinado y que no se mostrase ninguna arruga en su abrigo. Tras terminar su chequeo, intentó llamar a la puerta, pero esta se abrió antes de que pudiese hacerlo y un lindo y tierno Atsushi se dejó ver confuso al otro lado.

- ¿Dazai-san?

- ¡Ah! ¡Ga-gatito! E-esto... ¡mi-mira! - levantó en alto una bolsa de la compra la cual contenía todos los ingredientes para preparar takoyaki - ¿Qué te parece si hacemos hoy el takoyaki?

- ¿Takoyaki...? - los ojos de Atsushi se iluminaron y su boca comenzó a salivar – Aaaah... ¡suena tan delicioso! ¡Sí, sí, quiero takoyaki!

- Y-y he pensado... ¿q-qué te parece si después vemos una peli en mi salón? Y-y si se hace tarde... pu-pues puedes quedarte a dormir si quieres.

O a vivir para siempre, pero si le decía eso seguro que le miraba raro.

- Parece un plan muy divertido, pero... - bajó la mirada al guion que sujetaba entre sus manos – Lo siento mucho, Dazai-san. Hoy no puedo.

- ¿Por qué?

- Es que...

El pitido de un coche interrumpió su conversación y Atsushi rio nervioso, alejándose del castaño para bajar las escaleras y llegar a la calle. Dazai le siguió y cuando llegó junto a él, ambos se quedaron viendo petrificados el descapotable rojo con el que se había plantado Murakami en aquel barrio de rentas bajas. El hombre, sentado en el lugar del conductor, levantó sus gafas de sol y le hizo un gesto a Atsushi con la cabeza para que subiera.

- Venga, vámonos.

- S-sí... - miró nervioso el vehículo, la tapicería relucía tanto que temía mancharla solo con ponerse encima – Esto... la verdad es que quedé con Murakami-san para ensayar, pero otro día podemos hacer juntos el takoyaki y me gusta mucho la idea de ver una peli.

- Sí - Dazai habló sin ningún rastro de ganas de vivir en su voz. Tras ver de manera impactada el coche, cambió su atención a Murakami que cuando se sintió observado por él, bajó de nuevo sus gafas de sol para que taparan sus ojos y se quedó mirando hacia delante.

¡Le estaba ignorando! ¿Quién se creía?

- Nos vemos, Dazai-san.

Atsushi se despidió, montando con cuidado en el vehículo como si cualquier movimiento suyo pudiese estropear mágicamente el coche entero. El descapotable arrancó, levantando polvo y echándoselo todo a Dazai.

Uno de los mechones que consiguió peinar se levantó de repente como un resorte y maldijo internamente a todos los seres existentes. Se sentía tan patético como si fuese un Chuuya mientras veía como Atsushi se alejaba en un coche lujoso para gemir con otro hombre.

En cuanto a Atsushi y Murakami, el segundo continuaba conduciendo tranquilamente por las calles de Yokohama mientras Atsushi experimentaba por primera vez un viaje en un descapotable. Era la primera vez que sentía el aire golpearle en la cara a esta velocidad. De alguna manera le hacía emocionarse, tanto que fue incapaz de controlar la enorme sonrisa que apareció en su rostro y tampoco las pequeñas risas que escaparon de sus labios.

Murakami le miró de reojo con una ceja alzada, pero como Atsushi no era consciente de estar siendo observado, continuó disfrutando como un niño en un parque de atracciones, eso hasta que estornudó de repente, mandando sus gérmenes hacia la tapicería que seguro que valía lo mismo que siete riñones en el mercado negro.

- ¡¡AAAAH!! - chilló en pánico por haber esparcido sus gérmenes en algo costoso - ¡Lo siento, lo siento! ¡S-se lo pagaré! Aunque no puedo...

- ¿De qué hablas? Y si tienes frío, avisa - alejó una de sus manos del volante para pulsar un botón en el coche que hizo que el techo plegable apareciera y el coche quedase cubierto – Si te resfrías me darás problemas. Sé un poco más consciente.

- Sí... lo siento.

Solo ahora, en un entorno cerrado con el techo bajado, es que Atsushi se pudo dar cuenta del olor de la colonia de Murakami. Su cuerpo se quedó de piedra de nuevo, no sabía qué narices era, pero olía a dinero. Sí, sí, se jugaba el cuello a que sería una de esas marcas cuyo nombre no sabes si es de marca de ropa o no. Y hablando de ropa, su ropa no se quedaba muy lejos, también se veía cara.

Devolvió la vista a su propio cuerpo y se comparó de nuevo con Murakami. Rio un poco. Imposible compararlos, después de todo, Murakami era un verdadero actor. Olía y vestía como todo un profesional.

- Oye.

- ¿Sí? - pegó un pequeño salto, no se esperaba que le hablase tan repentinamente.

Murakami torció la boca, dando a entender a Atsushi que el tema que iba a sacar iba a ser incómodo.

- Tú... ¿realmente eres virgen?

- Ah... - Atsushi se quedó de piedra y sin saber bien qué contestar, solamente agachó la cabeza – Lo siento.

- ¿Por qué te disculpas? Maldición, ¿es verdad? Entonces, ¿cómo se te ocurre meterte en el negocio de los CD dramas?

- Lo siento.

- ¿Vas a seguir disculpándote?

- Lo siento por manchar con mis mocos su tapicería.

- Olvida eso ya... - Murakami suspiró - Escucha, si de verdad eres virgen, me preocupa el realismo de las escenas que vayamos a grabar, así que no voy a buscar que des el 100%, buscaré el 200%, ¿te queda claro?

- ¡S-sí!

- Siempre logro un trabajo brillante, este no va a ser la excepción.

- ¡Sí!

- Y desténsate, que no soy un general del ejército.

- ¡Sí!

- Oye... ¿tú de verdad me haces caso? - miró de reojo a Atsushi, seguía igual de tenso. Le recorrió un poco más con la mirada, reparando en todos los rincones de su cuerpo – La verdad es que no me lo esperaba.

- ¿Mm? ¿El qué?

- Que seas virgen. Es decir, no creas que por decir lo que voy a decir soy un pervertido, pero físicamente eres lindo.

- ¡Ah! - Atsushi saltó de nuevo al no esperarse el elogio, esta vez con las mejillas coloradas - ¡Gr-gracias! Usted... usted... - intentó pensar rápidamente un buen halago para corresponder su amabilidad, pero estando tan nervioso claro que no se le ocurrió otra cosa – Usted... huele a dinero.

- ¿Ah?

- Lo siento - agachó la cabeza en un ángulo más pronunciado que antes, haciendo desesperarse a Murakami.

- Ya estás disculpándote otra vez...

- Estoy nervioso... lo siento. ¡Ah! - dándose cuenta del error, tapó su boca - ¡Lo siento por decir lo siento de nuevo!

- Si lo sintieses no lo estarías repitiendo tantas veces.

- Lo... - antes de poder fastidiarla de nuevo, Atsushi cerró la boca con fuerza. Murakami asintió satisfecho por ello.

- Oye... - el coche frenó cuando llegaron a un semáforo en rojo - ¿Ni siquiera con Dazai?

- ¿Con Dazai-san? - Atsushi ladeó la cabeza confuso - ¿A qué se refiere?

- Se veía que os llevabais bien, por eso lo pregunto.

- Pero... ¿ni si quiera con Dazai-san el qué?

- Déjalo, es evidente que si no lo entiendes es porque ni con él has hecho algo.

El semáforo volvió a ponerse en verde y cuando Murakami se preparaba para acelerar, Atsushi habló.

- Pero sí que hago cosas con Dazai-san, como creampies.

La sorpresa de escuchar aquello hizo que el pie de Murakami resbalara y en vez de pisar el acelerador, pisara el freno, empujando a ambos hacia delante y provocando la rabia de los coches de atrás que ya le comenzaban a pitar.

- ¡Pero bueno! ¡¿No me acabas de confirmar qué eres virgen?!

- ¡E-es que sí lo soy!

- ¡Pero si dices que haces creampies con Dazai!

- ¡Pero porque están muy ricos!

- ¡¿QUEEEEEE?! ¡NO TE ENTIENDO!

- ¡¿Eeeeeeh?! Lo... ¡¡LO SIENTOOOO!!

- ¡¿Otra vez?!

- ¡Lo siento muchísimo por amar los creampies!

- ¡NO CHILLES COSAS TAN VERGONZOSAS! ¡Maldición! - arrancó de golpe, pasando en poco tiempo a la velocidad correcta en carretera y resoplando, haciendo que el mechón ondulado que caía por un lado de su cabeza revolotease – Hay que ver que bien os lleváis.

- ¡Sí! Dazai-san es muy amable conmigo, siempre me trata bien y me cuida.

- ¿Sí?

- Sí y Ranpo-san, Kunikida-san y los demás. Todos se han portado muy bien conmigo. Al principio meterme a grabar CD dramas daba algo de miedo... pero todos me tratan tan bien que...

- ¿De verdad crees que eso es así?

- ¿Mm?

- Te pregunto que si de verdad confías en todos ellos.

- Pues... claro que sí. ¿Por qué no lo haría? Todos son buenos conmigo. Bueno... siempre hay alguna excepción - se corrigió claramente pensando en Akutagawa.

- Ahora más que nunca sí que noto que eres un novato.

- ¿A qué se refiere?

- La amabilidad no es algo adherido al ser humano, el instinto de supervivencia en cambio sí. Esto es una selva, es comer o ser comido. Generalmente, si alguien se porta bien contigo es porque quiere algo de ti. Nadie es amable porque sí. Si de verdad planeas quedarte en este negocio, deberías cambiar tu manera de pensar sobre tus "amigos".

Atsushi apretó sus puños contra su regazo a medida que escuchaba a Murakami hablar. ¿Qué cambiase la manera de pensar sobre sus amigos? ¿Los mismos amigos que habían estado cuidándole cuando se desmayó? ¿Los que le apoyan y con los que tanto se divirtió en verano y Halloween? ¿Los que le protegieron ante las insinuaciones de Agatha en la comiket?

Todos sus rostros pasaron por su mente, deteniéndose específicamente en Dazai. Aquello le frustró tanto que incluso sus ojos se aguaron, ¿cómo iba a cambiar su forma de pensar sobre ellos? ¿Cómo sería posible que llegase a pensar mal de Dazai? Se giró molesto hacia Murakami, pero la incipiente rabia que sintió pareció venirse abajo viendo su perfil.

De alguna manera... no parecía estar diciéndole esto por malos motivos. Parece que le quería dar un consejo de verdad, pero es que esa forma de pensar eran tan idéntica... tan idéntica a la de ella.

Sasaki Nobuko.

Solo pensar en ella provocó que frunciera el ceño, pero al menos no explotó su rabia contra Murakami. Este parecía tener el mismo punto de vista del negocio que Sasaki, pero maneras muy distintas de desempeñar su trabajo, solo por eso no estallaría contra Murakami, pero tampoco iba a dejar las cosas tal que así.

- Murakami-san, agradezco el consejo, pero... - el coche estacionó por fin, permitiendo a Murakami mirar directamente el rostro de Atsushi, aunque no fue en buenas circunstancias por la seria mirada que le dedicaba este - Agradecería más que no insinuase cosas groseras sobre mis amigos, por favor.

Atsushi no esperó ni un segundo más y se bajó del vehículo, cerrando detrás de si con un portazo, pareciendo olvidar sus pensamientos estresantes sobre lo caro que era el coche, aunque luego pareció recordar pues abrió de nuevo la puerta y la cerró más calmado, farfullando un último lo siento.

Murakami devolvió su vista hacia delante, despeinándose un poco al pasar su mano por sus cabellos. A él tampoco le agradaba pensar así de la gente, pero al fin y al cabo, era la enseñanza que la experiencia le había dado. 

La discusión que mantuvo con Murakami, aparentemente, no afectó a su ritmo de trabajo o ese era el punto de vista de Atsushi. La grabación del CD drama todavía no había comenzado, pero Murakami insistía mucho por mantener un ensayo constante, no le extrañó pues él era un novato y el otro un profesional, era de esperar que estuviese preocupado porque todo saliese bien.

Aunque sinceramente, no sabía si se podía poner un límite a aquella preocupación. Murakami era exigente, tanto que a veces a Atsushi se le dificultaba seguirle el ritmo y terminaba completamente exhausto tras ensayar con él. También acababa acaparando mucho tiempo de su día, tanto que todavía no había conseguido quedar con Dazai para hacer takoyaki y ver una película juntos.

Eso evidentemente molestaba al castaño, aunque este no se lo expresaba, suponía que para no hacerle sentir mal. Comprendía ese motivo, pues Atsushi no compartió con ninguno lo que le dijo Murakami sobre sus amistades en el negocio por el mismo motivo.

No quería que nadie se sintiese mal.

Aun con el ritmo exigente de Murakami en los ensayos, le sorprendía que este tuviese tiempo y energías para el resto de sus trabajos. Actualmente, el mayor se encontraba grabando una serie de televisión, por lo que, para facilitar las cosas, le había dado un pase de invitado a Atsushi y le había pedido acudir al set de rodaje en sus descansos para poder ensayar en ese espacio de tiempo.

Murakami no le había vuelto a sacar el tema que le sacó en su coche y la verdad es que agradecía eso. No quería pelearse con un compañero de trabajo con el que grababa escenas tan íntimas.

Enseñó su pase de invitado en la entrada del set y el guardia se hizo a un lado para dejarle pasar. A medida que avanzaba por el estudio, se quedaba observando todo a su alrededor como si fuese un extraterrestre recién llegado a la tierra.

- Increíble... - murmuró con los ojos brillantes avanzando paso a paso hasta llegar a uno de los decorados del plató que se asemejaba a una oficina de la que se escuchaban varias voces, entre ellas, la de Murakami.

- La escena no sirve, tenemos que grabarla de nuevo.

- ¿Ah? ¿De qué hablas? ¿Sabes cuantas tomas hemos grabado ya? ¡El director le dio el visto bueno!

- Se puede mejorar. ¿De verdad os vais a conformar con un trabajo mediocre?

- ¿Mediocre? ¿Nuestro trabajo?

Atsushi pegó un pequeño salto mientras comenzaba a sudar, esto era una pelea, ¿no? Murakami estaba discutiendo con sus compañeros actores.

- No noto pasión en lo que hacéis, por eso no me parece que la escena quede bien.

- ¿De qué hablas?

- Hablo de que, si solo venís a cobrar e iros, entonces deberíais abandonar el trabajo por el bien de la obra.

- Tú... ¡¿de qué vas?! - uno de los actores agarró a Murakami por el cuello de su traje, pero este ni se inmutó. No fue el caso de Atsushi que comenzó a ponerse nervioso buscando con la mirada a alguien del staff que pudiese parar esto, pero allí no había nadie.

Solo él.

- Maldición... - tragó duro y salió corriendo hacia los actores reunidos - ¡Po-por favor, suéltale!

- ¿Ah? - viendo que había compañía, el actor soltó a Murakami que impasible se sacudió las arrugas que le había provocado en la ropa - ¿Quién eres?

- Eeeh... Na... ¡Nakajima Atsushi! So-soy compañero de trabajo de Murakami-san.

- ¿Sí? Pues pobre de ti. Este condenado nunca está contento con nadie. Vámonos.

Con un gesto con la cabeza, indicó a los demás que se marchasen con él y eso hicieron, dejando en el set solamente a Atsushi y Murakami. El primero respiraba tranquilo al ver que no habían llegado a los golpes, en cambio el segundo estaba tan tranquilo desde el primer momento a pesar de la amenaza de la pelea.

- Que peligroso...

- Yo solo dije lo que pensaba.

- Pero ha sido muy grosero. Era evidente que se iban a molestar. Creo que podría habérselo, dicho de otra manera.

- ¿Sí? Pues no se me ocurría ninguna más. Además, ¿por qué debería haber usado otras expresiones? Estamos trabajando, hay que decir las cosas claras o nada mejorará.

- Pero es evidente que, si es tan grosero con los demás, pues no les va a sentar bien.

- ¿Y a mí eso qué me importa? No estoy aquí para hacer amigos.

- Pero...

- Es cuando te muestras vulnerable que los demás pueden aprovechar para atacarte. Tranquilo, ya terminarás experimentando experiencias así de desagradables. Vamos a mi camerino, ahí ensayaremos.

Atsushi se le quedó mirando fijamente con el ceño algo fruncido y los puños apretados. Él ya había experimentado a alguien aprovechándose de su vulnerabilidad. Agatha le engañó con una falsa sonrisa en la comiket y luego se lanzó hacia su garganta para degollarle socialmente. Pero haber experimentado aquello no le hace compartir su punto de vista, al contrario, pues si salió bien de esa fue porque Dazai y Ranpo estaban allí.

Prefirió no compartir esos pensamientos, seguro que Murakami le saldría con lo mismo que la otra vez.

Siguió al mayor a su camerino y tomando asiento uno frente a otro, comenzaron a ensayar, recibiendo Atsushi varios consejos de parte del actor. La verdad es que a pesar de sus pensamientos y su rudeza al hablar, no veía a Murakami como una mala persona. Todo lo contrario, pues los consejos que le estaba dando le servían tanto como para mejorar en la actuación como para que el trabajo saliese bien.

Siendo así... quería atreverse a caminar por ese terreno minado.

- ¿Quiere que comamos juntos?

- ¿Mm? - Murakami levantó la vista del guion confuso. Atsushi había dejado de actuar - ¿A qué viene esto? Concéntrate.

- Es un descanso.

- ¿Quién ha decidido eso?

- Yo.

- En serio... - suspiró derrotado - ¿Por qué iba a comer contigo?

- Bueno... con Dazai-san suelo hacerlo mucho.

- No soy Dazai.

- Es evidente - rio nervioso pues pensaba que si estuviese ensayando con Dazai, este estaría usando una excusa de que está cansado para recostarse sobre su regazo – Pero pensé que como estamos trabajando juntos pues...

- Pues ¿qué? Tú lo has dicho, trabajamos juntos, nada más. ¿Por qué deberíamos comer juntos?

- Para afianzar nuestro vínculo.

- ¿Qué vínculo? Déjate de tonterías y ponte a ensayar seriamente. No te lo perdonaré si la grabación sale mal.

Atsushi infló los mofletes en un puchero. Llegados a este punto, tal vez ofrecerle algo dulce como un chicle fuese una buena opción.

- ¿Y si le doy un blowjob?

- ¿Eh? - Murakami se quedó mirando fijamente a Atsushi que le dedicaba una sonrisa tan angelical que parecía mentira lo que acababa de proponer. El rostro del actor no terminó en enrojecer por la vergüenza - ¡¿Q-qué dices?!

- ¿No le gustan los blowjob?

- ¡Y-yo...!

- A mí me gustan mucho, aunque sí es cierto que al final siempre acabo muy pegajoso, jajajaja.

- ¿Q-qué...? - el rostro de Murakami continuó sonrojándose, llegando a un punto que prefirió tapárselo con el guion - ¡¿Por qué eres tan descarado si eres un virgen?!

- ¿Por qué relaciona mi virginidad con los blowjob? No tienen nada que ver – Atsushi tocó la pierna del mayor, provocando una malinterpretación aún más grande de sus intenciones.

- ¡¿Q-qué haces?!

- ¿Qué hago? Pues... ah – los ojos de Atsushi viajaron a un punto del suelo, iluminándose enseguida al reconocer una moneda de 500 yenes tirada ahí mismo.

Manteniendo una de sus manos todavía sobre una de las piernas de Murakami, se levantó de su sitio y se arrodilló frente a él para intentar hacerse con la moneda que reposaba debajo del actor. Para Murakami, la situación no podía ser más malinterpretarle ahora que le tenía allí de rodillas hablándole de blowjobs.

- M-m-m-m-m-m-m-m-me.... ¡¡¡ME MENTISTEEEEEEEE!!!

- ¿Mm?

Atsushi se quedó confuso viendo como Murakami huía hacia la puerta con el rostro rojo. Una vez allí, el mayor se dio la vuelta e intentó recuperar su faceta tranquila, aunque la sangre concentrada en su rostro no le dejaba.

- Si haces todo esto para que sea más suave contigo, ¡lo llevas claro! A partir de ahora... - le señaló de manera dramática - ¡Pienso ser más duro que nunca contigo! ¡No me pillarás con la guardia baja!

Murakami salió despavorido del camerino, mientras que Atsushi confuso ladeaba la cabeza, satisfecho con la moneda ya entre sus manos.  

La amenaza de Murakami se cumplió, subió su nivel de exigencia y le hizo ensayar de manera más severa y constante (si eso era posible claro está). Pero Atsushi no fue capaz de odiarle. Aunque fuese exigente, le dejaba tiempos de descanso, continuaba dándole consejos sobre las líneas a interpretar y se molestaba en recogerle y devolverle a su casa. El albino continuaba visitando el set de rodaje de su serie actual y de vez en cuando tenía la desgracia de cruzarse con otros actores que, nada contentos con Murakami, terminaban siempre escupiendo algún comentario en su contra.

Eso le frustraba.

Porque a pesar de su actitud, personalidad y comportamiento...

Atsushi era incapaz de pensar que Murakami fuese una mala persona.

Pegó un profundo suspiro en la cafetería del edificio mientras ojeaba el guion del CD drama cuyos bordes estaban repletos de montones de consejos y anotaciones de Murakami. ¿Por qué si era una buena persona se comportaba así? Este no era su problema, lo sabía, pero aun así...

- ¿Puedo sentarme?

Atsushi levantó la vista del guion, encontrándose con Ranpo plantado justo a su lado.

- Ranpo-san... sí, por supuesto.

- ¿Sí? ¡Qué bien! - el seiyuu de ojos verdes se sentó frente a él - ¡Comamos algo dulce!

- No sé... es que...

- ¡Invito yo!

- ¡Comamos algo dulce!

- ¡¡Yeeeiiii!! / ¡¡Yeeeiiii!! - ambos alzaron los brazos para que Lucy los notara. La chica les tomó nota mirándolos raro y se marchó a cocina.

- ¿Y qué tal te va el nuevo CD drama? - le preguntó mirando el guion que Atsushi había dejado sobre la mesa - ¿Es difícil? Pide ayuda a Dazai si te cuesta alguna escena. Seguro que no le importa tocarte por todas partes.

- No sé... no creo que sirva de nada que Dazai-san me haga cosquillas.

- ¿Qué?

- ¿Eh?

- Nada... olvídalo. Oye, ¿Y Murakami? ¿Se está portando bien?

- Bueno... es muy exigente y trabajador. Todavía me cuesta seguirle el ritmo.

- ¿Sí? Que problema.

- Ranpo-san... ¿puedo preguntarle algo?

- Claro.

- ¿Usted conoce a Murakami-san? Es decir, de antes me refiero. Se reconocieron en el casting.

- Sí, le conozco. Estuvimos saliendo un tiempo.

- Ah... ¡¿eeeeeh?! ¡¿Salieron?!

La reacción de Atsushi no le sorprendió, después de todo no le había dicho nada de nada sobre eso y estaba seguro de que Murakami tampoco. No le extrañaría que tuviese dudas de...

- ¡E-entonces, s-si tomo la mano de Murakami-san con los ojos abiertos...! ¡¡Será como si tomase la mano de Ranpo-san con los ojos abiertos!! ¡¡Kyaaaaaaa!! - Atsushi se llevó las manos a sus mejillas sonrojadas y Ranpo suspiró, ¿por qué había pensado por un momento de manera seria sobre él?

- Pues lo mismo debería preocuparte qué hicimos con nuestras manos mientras salíamos si vas a querer tocarla solo por eso.

- ¿Qué hicieron? - preguntó inocente.

- En serio... eres todo un caso. Sí que salimos, aunque no duramos mucho. Supongo que si llevas estos días con él, te puedes hacer una idea de por qué.

Atsushi agachó la mirada hacia la mesa mientras reflexionaba.

- Murakami-san... no confía en nadie.

- Acertaste, enhorabuena – le felicitó Ranpo al mismo tiempo que abría los ojos – No comparte sus problemas, ni te cuenta absolutamente nada sobre él. Es como una caja sellada a conciencia.

- Pero... ¿por qué?

- Cuando Murakami debutó... - Ranpo se cruzó de brazos y elevó la mirada, mirando hacia un recuerdo distante del pasado – No tardó mucho en volverse famoso. Como actor posee una motivación y pasión difíciles de encontrar. La popularidad puede ser jugosa, pero no es un paseo de rosas. Su primer mánager vendió intimidades suyas a la prensa y varios compañeros senior de sus trabajos aparecieron en programas de cotilleos exponiendo secretos suyos. Durante un tiempo, fue difícil encontrar un medio de comunicación que no hablase sobre él.

- Eso es... eso es muy cruel - opinó Atsushi apretando sus puños contra su regazo.

- Cuando salimos, sentí que Murakami de verdad quería intentar abrirse de nuevo a la gente, pero su desconfianza acabó ganando y aquí estamos. Usa palabras toscas y se acaba sintiendo como un choque contra la pared cada vez que intentas acercarte a él. Yo al final... no puede hacer nada - bajó su mirada, sonriendo al ver a Atsushi tan pensativo – Oye... ¿qué es lo que opinas de Murakami?

- ¿Y-yo?

- ¿Le odias?

- Yo no... yo no puedo hacer eso. No puedo odiar a Murakami-san.

- Bueno, eso es un consuelo.

- ¡Pero! - Atsushi quiso expandir su opinión, pillando por sorpresa a Ranpo – Tampoco... tampoco puedo dejarle así.

- ¿No? ¿Y qué piensas hacer exactamente?

- No... no lo sé.

Ambos se quedaron en silencio. Los postres que pidieron finalmente llegaron y fueron dejados delante de cada uno y aunque ambos eran unos glotones de cuidado, ninguno comenzó a comer.

- No tienes por qué saber qué hacer al segundo. Y si se te ocurre algo, tampoco estás en la obligación de hacerlo. La verdad... - Ranpo finalmente se hizo con su cuchara, enterrándola dentro del pastel – Es que me alegro de que audicionarais juntos, pero no porque Murakami fuese un experto o algo, sino porque sé que tú eras el único dentro de ese casting que no pensaría mal de él cuando interactuaseis - adentró la cuchara en su boca, sacándola a los pocos segundos ya sin rastro de pastel – Eres un virgen que definitivamente descuadra en este negocio, pero... - miró al chico bastante satisfecho – Eres una buena persona y eso te hace mucho mejor que muchos profesionales.

- Ranpo-san...

- Aunque claro - cerró sus ojos, mandando a volar su faceta adulta y recuperando su lado infantil – No puedes superarme a mí, ¡jajajajajaja! Tal vez en mil años. No te rindas y haz el favor de perder la virginidad, seiyuu virgen.

- ¡Ranpo-san!

Comió de su pastel junto a Ranpo. Al acabarlo, estuvieron hablando un poco más hasta que el mayor se tuvo que marchar. En el momento en que se quedó solo, Atsushi sacó su teléfono y miró un mensaje de Dazai en el que con emoticonos kawaii le preguntaba que si podía ir esta noche a hacer takoyakis y ver una película. Le dio pena porque ya le llevaba dando largas mucho tiempo, pero se tuvo que disculpar y decir que hoy tampoco podría.

En el momento en que contestó a Dazai, otro mensaje llegó a su teléfono. Era de Murakami y no le hacía falta tener mucha experiencia en ningún ámbito para saber que ese "Tenemos que hablar" estaba cargado de un montón de cosas, pero ninguna buena.

Murakami le preguntó dónde estaba para ir él a verle y que Atsushi no se tuviese que desplazar, así que el chico le informó de su paradero y esperó en una mesa de la cafetería pegada a una ventaba que daba a la calle. Cuando vio aparecer por las calles ya oscurecidas de Yokohama el carísimo descapotable que llevaba el techo puesto, Atsushi salió corriendo de su lugar y en medio segundo estaba ya en la calle, encontrándose de frente con Murakami quien se sorprendió al verle salir pues él pensaba entrar.

- Murakami-san, ¿ha pasado algo?

- Sí - respondió de manera corta mientras se colocaba una bufanda alrededor de su cuello. Creyó notarlo en ese primer "sí", pero ya le quedó confirmado cuando volvió a hablar – Mi voz... está dañada por un catarro.

Y así era. La voz melódica, fluida y autoritaria que había estado escuchando todo este tiempo era ahora grave y rasposa.

- Pero la grabación... es en unos pocos días. ¿Cree que se curará para entonces?

- No lo sé, tampoco me importa.

- ¿Eh? ¿Por qué?

- Voy a rechazar el papel.

- ¿Qué...? - Atsushi se quedó de piedra con los ojos totalmente abiertos - ¿Po-por qué?

- Fracasé. Un auténtico profesional no habría cometido el error de novato de no cuidar correctamente de su voz, pero aquí me tienes.

- Pero... ¡ha-hablemos con el presidente! Él pospondrá la grabación.

- ¿Y admitir mi negligencia? No digas tonterías. Tengo un currículum intachable.

- Pues algo habrá... algo habrá que podamos hacer.

- ¿Por qué te ves tan desesperado por encontrar una alternativa que me incluya? Estás rodeado de seiyuus famosos, ¿no? Pide a cualquiera que ocupe mi lugar.

- Pero es que... es que fue usted con quien pasé la audición. Lo hicimos juntos, como un equipo...

Murakami chistó en voz baja. Pensaba cortar todo este tema rápidamente solo con decir que dejaba el CD drama, pero Atsushi estaba siendo tan cabezota que en sus circunstancias actuales le estaba comenzando ya a colmar la paciencia. Parecía difícil de convencerle con que le dejase en paz, pero llegados a este punto... tendría que usar lo que mejor sabe hacer.

Alejar a los demás.

- ¿Sabes? El problema con mi voz no es lo único que me ha hecho tomar esta decisión.

- ¿Eh?

- Has sido tú - Murakami clavó con fuerza sus fríos ojos azules sobre él - Eres un novato torpe y espantoso. No sirves para este negocio y actuar contigo me hundiría completamente. No puedo hacerle eso a mi carrera, ¿comprendes? - golpeó su pecho usando su palma abierta – Soy Murakami Tokio, mi nombre es reconocido en todo Japón. Tú en cambio... no eres nadie. Desde el principio, todo esto era un maldito despropósito.

Murakami se quedó mirando fijamente al chico cuya expresión había dejado descompuesta y no era para menos. Había sido cruel, lo suficiente como para ser odiado, tal y como hacía siempre. Porque antes de dejar que alguien lo conociese lo suficiente, acababa expulsándolo de su vida de alguna u otra manera.

Era la única manera de protegerse.

Era la única manera que conocía de evitar volver a ser expuesto, humillado y dañado.

En este negocio, no podías confiar en nadie, porque en cualquier momento los "lazos" que pienses que has creado con ellos serán los mismos lazos que se envolverán alrededor de tu cuello para asfixiarte.

El daño ya estaba hecho. Atsushi aceptaría su salida y probaría un poco de la crueldad del negocio por cortesía suya.

Aunque la verdad... es que preferiría no haber sido él quien le hubiese tenido que dar esa lección.

- Me marcho. Hasta nunca.

Murakami regresó a su coche, montando y arrancando. Observó a través de la ventanilla como Atsushi seguía mirándole perplejo, pero sin hacer nada. El coché terminó alejándose del albino y perdiéndose por las carreteras.

De un momento a otro, Atsushi pareció despertar por fin y se acercó más a la carretera. Persiguió con sus ojos las luces traseras del coche de Murakami, pero no pudo hacerlo mucho tiempo pues estas se alejaron tanto que dejaron de ser visibles.

Tal y como le había dicho Ranpo. La "caja" que era Murakami Tokio estaba sellada con tanta fuerza por las malas experiencias y el daño del pasado que comenzaba a dudar si en realidad podría abrirla o si merecía la pena.

Al fin y al cabo, si intentas abrir algo sellado de manera tan permanente, el único dañado serás tú mismo.

Aun así...

Atsushi levantó la mirada hacia el cielo ya oscuro y luego lo bajó a la pantalla de su móvil donde comprobó la hora.

Era tarde, pero aun así quería verle a él.  

Una bomba cayó sobre el suelo desértico de aquella ciudad destruida por un apocalipsis zombi, destruyendo a varios de aquellos no muertos que deambulaban sin rumbo fijo buscando un poco de carne humana que llevarse a la boca. La puntuación en la pantalla subió drásticamente tras semejante movimiento mientras que los dos personajes, montado cada uno en una motocicleta distinta, continuaban moviéndose por la ciudad.

- ¡Increíble! Matamos a un montón. Aunque la bomba era mejor guardarla para el zombi final. Sé más prudente, ¿vale? - Chuuya se giró para mirar a Dazai que a su lado sostenía el mando de la consola con tanta fuerza que pensaba que en cualquier momento lo destruiría, además de aquella mirada sombría en sus ojos castaños. La verdad es que desde que había puesto un pie en el piso de Dazai y se habían puesto a jugar, notaba al castaño un poco violento, pero no le quería dar importancia si ahora estaban ganando tantos puntos – Bueno, iremos a la fábrica. Tengo entendido que ahí hay una horda. Tendremos que reponer suministros... ¡ah! ¡Vienen más! Prepárate.

- ¡Sí! - exclamó Dazai y pulsando una serie de comandos, cogió distancia y tiró de nuevo una bomba. Acabó con los zombis que se acercaban, pero no solo con ellos pues en la mitad de la pantalla que pertenecía al personaje de Chuuya apareció un doloroso GAME OVER.

- ¡AAAAAAH! ¡IDIOTAAAAAA! - Chuuya soltó el mando y se llevó las manos a la cabeza - ¡Me has matado, maldito comemierda! ¡¿Qué cojones te pasa?!

- ¿Qué pasa? Estabas en medio, Chuuya.

- ¡¿Es mi culpa?! ¡No puedes usar una bomba para acabar con tan pocos zombis! ¡Idiota!

- ¿Idio...? ¡¿Cómo se atreves?! ¿Con la consola de quién te crees que estás jugando?

- ¡Con la de un idiota que desde que la hemos encendido parece un asesino serial! ¡¿Se puede saber qué pasa con esa cara de mierda que tienes?!

- ¡¿Qué te pasa con mi cara?! ¡Es mucho mejor que la tuya!

- ¡¿Ah?!

- ¡La mía al menos no hace falta agacharse para verla!

- ¡No, pero hay que estirar demasiado el cuello! - lanzó su mando hacia el castaño, aunque este lo esquivó bien - ¡¿Qué te pasa?! ¡Dímelo de una vez, capullo!

- ¡Pues me pasa que Murakami Tokio está manteniendo relaciones sexuales, impuras y degeneradas con Atsushi-kun!

- ¡¿EEEEEH?! ¡¿EL NOVATO PERDIÓ LA VIRGINIDAD ANTES QUE YO?!

- ¡No digas cochinadas! ¡Atsushi-kun es un ser de luz limpio y puro! Las cochinadas que hacen son en un CD drama.

- Ah... ah – Chuuya se relajó al escuchar eso. No podía quedarse como el único adulto virgen de la ciudad – Joder, haber dicho eso antes, que me asustaste. Aunque... ¿qué más te da? El novato tendrá que trabajar, digo yo.

- ¡¿Qué me importa?! ¡¿Cómo dices precisamente tú esas cosas?! - se levantó del sillón para quedar frente a Chuuya y mirarle con rabia desde una posición todavía más alta - ¡Pensé que precisamente tú serías el que mejor me comprendería en esta situación!

- Pero, ¿de qué demonios hablas? ¿Estás bebido?

- ¿Borracho yo? ¡Si aquí el alcohólico eres tú!

- ¡¿AH?! ¡¿Cómo te atreves?!

- ¡No! ¿Cómo te atreves tú? - Dazai se mordió los labios con fuerza antes de soltar sin querer sus sentimientos - ¡Tú eres la primera persona que me debería entender! ¡Tú sabes de primera mano como es ver al chico que te gusta tan pendiente e interesado en otra persona!

- ¡No es para nada compara...! ¿Eh?

En aquel momento, con el ruido del videojuego todavía de fondo, Chuuya y Dazai se quedaron mirando fijamente por un corto periodo de tiempo que casi pareció eterno para ambos.

Dándose cuenta de lo que había escuchado, Chuuya abrió bien en grande los ojos.

Dándose cuenta de lo que había dicho, Dazai agachó la mirada sonrojado.

Al final, una bomba distinta a la del videojuego explotó.

- ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡NO PUEDE SEEEEER! - Chuuya estalló en carcajadas, teniendo que sostenerse el estómago por ello - ¡No me lo puedo creer! ¡¿En serio?! - intentó dar una oportunidad a Dazai para retractarse, pero su silencio y la expresión en su rostro le terminaron de confirmar todo – Ay no... ¡AY NO, JAJAJAJAJAJAJA! ¡ES BUENÍSIMO!

- ¿Qué...? ¿Qué es tan gracioso? - preguntó Dazai controlando un puchero, pero no el sonrojo en su rostro.

- ¿Qué más va a ser? ¡Jajajajaja! ¡Lo gracioso es que te gusta el novato! ¡Al gran Dazai Osamu, el rompecorazones por excelencia, le gusta un novato virgen recién salido de la preparatoria! Es buenísimo - tranquilizándose un poco, Chuuya limpió las lágrimas de la risa que le había provocado todo esto – Puedes tener a la famosa, modelo o actriz que te dé la gana en la cama y vas y te encaprichas precisamente con el novato. ¿Qué ha sido del seductor Dazai Osamu? ¿Se cansó de las profesionales y experimentadas?

- Ca... ¡Cállate! - Dazai se hizo con un cojín del sillón y se lo lanzó a Chuuya a la cara – Y no hables como si Atsushi-kun fuese poca cosa. Vale muchísimo más que muchas de las personas que conozco.

- Vale, vale – se apartó el cojín de la cara y se tranquilizó un poco – Oye, perdón, no quería ser malo, pero comprende que... me sorprenda que precisamente él te guste. Ah mierda... si lo hubieses conocido un año antes tendría que estar llamando ahora mismo a la policía.

- Deja de burlarte de mí y comprende mi situación. Estamos en el mismo barco, ¿no?

- ¿El mismo? Permíteme que discrepe – Chuuya se cruzó de brazos y se recostó contra el respaldo del sillón - Akutagawa está obsesionado contigo, es normal que yo tenga obstáculos, pero, ¿tú? ¿Qué problema vas a tener? Pestañea de manera coqueta, susúrrale al oído o yo qué sé, haz esas cosas que haces siempre y que te funcionan. Seguro que si lo haces le tendrás en el bote.

- ¿Cómo voy a hacer eso? Eso lo hacía... cuando la otra persona no me importaba tanto. Ahora es distinto. Atsushi-kun... me gusta de verdad y él es diferente de cualquier otra persona. Yo... no puedo alcanzarle así.

- Ya. Vaya... enamorado eres más gracioso que en cualquier otra versión.

- Que te calles – Dazai regresó al sofá, dejándose caer justo al lado de Chuuya – Ahora que sé que estoy enamorado, me siento más solitario si Atsushi-kun no está y me pongo a compararme con los demás.

- ¿Los demás?

- Pues Murakami y... - guardó silencio, quedándose dentro de su boca el nombre de Oda – Nunca me he preocupado de compararme con él, pero el bastardo es bastante guapo y tiene pintas exóticas con ese pelo casi rubio y esos asquerosos ojos azules. Y para colmo de males tiene un coche carísimo que seguro que usa solo para presumir.

- Oye... que no sepas conducir no vuelve a la gente con carné seres demoniacos.

- ¡Pues yo creo que lo son! Seguro que Murakami solo se sacó el carné de conducir para pasear ese feo coche caro por la ciudad y presumir de dinero.

- Menudas tonterías te hace decir el amor...

- ¡Pero tú las entiendes! ¿No? Tú también... te sientes mal cuando piensas en Akutagawa grabando CD dramas con otro hombre, ¿verdad?

- Hijo de puta... - Chuuya le sonrió con una vena hinchándose en la frente - Grabó uno contigo y el novato por si se te ha olvidado.

- ¡Lo ves! ¡Me entiendes! Pensar en Murakami y Atsushi-kun intercambiando diálogos sucios... ¡¡es el infierno!! - lagrimeó dramáticamente - Ahora tú y yo estamos en la misma etapa de la vida. Nos entendemos mejor que nunca.

- Dazai... - Chuuya le miró sorprendido por sus palabras.

- Somos iguales, Chuuya - anunció Dazai de manera seria – Locos enamorados con un duro camino romántico por delante.

- Sí... es verdad.

- Solo que tú eres un enano pervertido y yo soy un bombón de metro ochenta deseado por hombres y mujeres.

- ...

- Somos idénticos, solo que tú vives en una casa algo enana cofcofcomotúcofcof y algo mugrosa y yo en este estupendo departamento.

- ...

- Somos dos gotas de agua, solo que tu carrera como seiyuu está estancada y la mía está en toda su gloria.

- Oye.

- ¿Sí?

- ¡ERES UN CABRÓN!

- ¡TÚ TE REISTE DE MÍ ANTES!

Entre ambos saltaron chispas, pero no tardaron en tranquilizarse.

- A lo que iba... si vamos a sufrir por amor, entonces tenemos que apoyarnos más que nunca, Chuuya. Nadie más que nosotros entiende nuestros dolorosos sentimientos.

- Sí... es verdad – Chuuya asintió decidido – Bien, de acuerdo, apoyémonos.

- Eres un gran amigo, Chuuya - confesó Dazai aunque el momento sentimental no pudo durar mucho cuando el timbre sonó y el castaño se acercó al telefonillo.

- Oye, pues si somos tan super buenos amigos unidos más fuerte que nunca por el amor, entonces no pasará nada porque me quede a dormir hoy, mañana tal vez también... o-oye, ¿y si me mudo aquí? Pero no puedo pagar el alquiler jajaja, pero no pasa nada, ¿no? Has dicho que tenemos que apoyarnos y...

Chuuya seguía hablando, pero Dazai no le estaba escuchando, menos ahora que había visto en la pantalla del telefonillo un Atsushi esperando tiritando en la puerta del edificio.

- Atsushi-kun...

- Dazai-san... lo siento por venir tan tarde y sin avisar, pero... ¿pu-puedo pasar, por favor?

- Sí... ¡Sí! Sube - pulsó un botón para abrir la puerta de la entrada del edificio y se alejó de la entrada, echando un vistazo rápido a las espantosas pintas que llevaba – Mierda...

- Oye, Dazai, ¿me estás escuchando?

- No. Chuuya, vete.

- ¿Ah? ¿Has visto la hora que es y la temperatura que hace?

- Chuuya, vete.

- ¡¿AAAAAH?! ¡¿Y LO DE APOYARNOS?! ¡¿Y LO DE QUE SOY UN GRAN AMIGO?!

- ¡Atsushi-kun está subiendo, no puedo perder tiempo contigo!

- ¡CABROOOOOON! ¡ME DEJAS TIRADO A PESAR DE TODO LO QUE HAS DICHO ANTES!

- ¡Por supuesto! ¡Es Atsushi-kun! - Dazai fue corriendo a su habitación para arreglarse un poco más. Se puso un pijama en condiciones, no el chándal viejo de corazón roto que llevaba antes y se intentó peinar todo lo que pudo, pero sus mechones más cortos apuntaban a todas direcciones – Mierda... ¡Chuuya, necesito ir a la peluquería! ¿Qué hago?

- ¡QUE TE JODAN!

- ¿Qué hago? Todo parece verse desordenado... ¿abriría algún estudio arquitectónico que esté dispuesto a transformar mi piso en el palacio de Versalles en exactamente 10 segundos?

- El amor te dejó más estúpido de lo que ya eras – farfullando, Chuuya se dirigió a la salida.

- ¡AH! ¡Chuuya! ¿Qué haces?

- Salir, me acabas de echar.

- Sí, sí, pero, ¿por la puerta? ¿Y si Atsushi-kun te ve y acabas con todos sus ánimos? Sabes que no le gusta tu cara, bueno, no solo tu cara, tú en general. Haz el favor de salir por la ventana.

- ¡VETE A TOMAR POR CULO! - salió del piso por la puerta, siendo seguido por Dazai que solo asomó su cabeza.

- ¡Atsushi-kun llegará por el ascensor, baja por las escaleras!

- Maldito cabrón, ¡¿sabes qué maldito piso es este?!

Gruñendo como un chihuahua con la rabia, Chuuya desapareció por las escaleras al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían y Atsushi aparecía, a ojos de Dazai, como un ángel recién bajado del cielo.

- A... ¡Atsushi-kun!

- Buenas noches, siento molestar. E-esto... - Atsushi se plantó frente a su puerta, agachando avergonzado la mirada por irrumpir a esas horas y levantando en alto un paquete sin abrir de palomitas de microondas - ¿Sigue en pie... el plan de ver una peli juntos? Aunque sea muy tarde para hacer takoyaki...

- Por su puesto - aceptó la bolsa de palomitas con una sonrisa por lo tierno que se veía el chico – Mi puerta siempre está abierta para ti, da igual la hora del día que sea.

- ¿En serio? Eso... me hace feliz – Atsushi jugueteó nervioso con sus dedos, levantando la mirada por fin.

Dazai se perdió mirando fijamente sus labios que parecían algo dañados por el frío, como le gustaría devolverles la temperatura con un cálido y húmedo beso, pero no, no, no, era algo muy descarado y Atsushi no estaría aquí por...

- Yo... le necesito, Dazai-san - informó con un tono suplicante.

- ¡¿AAAAH?! - el rojo estalló en el rostro de Dazai.

Su cerebro procesó el futuro sin esperar contexto y proyectó en su mente una erótica película en la que solo veía a un Atsushi desnudo con los ojos llorosos y el rostro rojo gimiendo su nombre mientras rebotaba contra el cabecero de la cama por las embestidas.

"Dazai-san... sea cuidadoso por favor..." gimió vergonzosamente el Atsushi alternativo de su mente.

¡Mieeeeerdaaaa! Si hubiese sabido que esto iba a pasar, se habría pasado por la peluquería. ¿Cómo va a hacerle el amor estando tan despeinado?

- ¿Puedo pasar? - el Atsushi real le interrumpió viéndole tan absorto en sus pensamientos.

- ¡Sí! ¡Sí! E-esto... - continuó hiperventilando por los nervios, pero fijándose mejor en Atsushi y en su expresión de preocupación, por fin comprendió que ese "te necesito" de antes no lo decía con las intenciones que esperaba – Pasa, perdón por el desorden.

Dazai regresó a su piso con Atsushi detrás de él. Desde la entrada vio el televisor encendido en un videojuego con la pantalla dividida en dos, ¿había tenido compañía? No se quedó observando ni pensando en eso mucho tiempo pues siguió a Dazai a la cocina y tragó duro cuando le vio abrir el microondas y meter las palomitas, poniendo el tiempo en 12 minutos a toda potencia.

- ¿Y qué es lo que ocurre, Atsushi-kun?

- Mmm... - miró nervioso el microondas.

- ¿Tienes sed?

- Un vaso de leche si no es mucha molestia...

- Claro que no es molestia – el castaño se dirigió a la nevera y Atsushi aprovechó para en un movimiento ninja veloz bajar la potencia y el tiempo.

- Evité un incendio...

- ¿Has dicho algo?

- No...

- Ah, bueno – le ofreció el vaso a Atsushi que agradeció al segundo – Y entonces... l-lo de que me necesitas...

- Sobre eso... - bajó la mirada a la leche del vaso y sonrió sin fuerza – Tuve un mal día y... simplemente... solo podía pensar en venir aquí. No quería ser descarado ni grosero por invadir su casa, discúlpeme.

- No creo que exista universo alternativo en el que me puedas parecer descarado ni grosero.

- Gracias por sus palabras - agradeció en voz baja.

Dazai sabía que había algo más, ese "algo" que le había provocado un mal día, pero forzarle a decírselo no le parecía una buena idea, así que dejó transcurrir ese cómodo silencio entre ambos hasta que el microondas sonó. Apagó el aparato y echó las palomitas en un bol, sorprendiéndose al verlas doradas.

- Anda, están doradas. Que misterio, siempre que las hago me salen negras.

- Sí, que misterio...

- Debe ser porque Atsushi-kun está aquí.

- No se lo negaré...

Recogieron las palomitas y se marcharon al salón. Dazai desconectó el videojuego y buscó alguna película que a Atsushi pudiera gustarle en una plataforma de streaming que el albino solo había visto en anuncios, pues semejantes cosas eran caprichos lejanos a su cartera.

La película comenzó y ambos se sentaron bien juntos para compartir las palomitas (aun con el riesgo de que Dazai tuviese un infarto por estar tan cerca del chico que le gusta, a oscuras y viendo Netflix, muchas pelis porno empiezan así). Experimentar como sus dedos se rozaban dentro del bol fue demasiado para Dazai, así que prefirió abstenerse todo lo posible de comer. A Atsushi no pareció afectarle pues él se pudo poner hasta arriba de palomitas.

La primera película acabó y tanto el bol de palomitas como el vaso de leche acabaron vacíos, pero no quiso rellenar ninguno. Estaba más relajado, tanto que casi podía sentir como si todo lo desagradable del día de hoy no hubiese sido más que un sueño lejano.

Su tranquilidad parecía contagiarse un poco a Dazai, que había estado nervioso desde que el albino cruzó la puerta. Bajaron sus defensas y recuperaron el pegajoso y cuestionable comportamiento que les caracterizaba de dos amigos que parecían más una pareja.

En la segunda película, Atsushi subió sus pies al sillón y recostó su cabeza contra el hombro del mayor. En la tercera, Dazai se acostó con la cabeza sobre el regazo de Atsushi. Ya en la cuarta, ninguno sabía de qué iba la cinta. Se puso al azar, pues los otros estaban bien ocupados en su mundo. Atsushi estaba sentado en el sillón y Dazai en el suelo, entre el espacio que habían dejado las piernas abiertas del chico mientras este, desde ahí arriba, le peinaba con un movimiento que parecía dejarle cada vez más adormilado.

- Estos mechones no se hunden peinándolos, Dazai-san – le informó tras cepillar por vigésima vez uno de los mechones rebeldes castaños y que este se levantase de nuevo – Su pelo no es liso, sino ondulado. Se levantarán haga lo que haga.

- Pero... me veo como un vagabundo, ¿no?

- Pero si su pelo siempre ha sido así de ondulado, ¿por qué le importa ahora? - se inclinó para mirarle a los ojos, pero Dazai rehuyó su mirada.

- Por nada... solo quiero verme mejor que antes.

- ¿Mejor? - Atsushi contuvo una risa – Su pelo es suave, me gusta tal y como es. El mío en cambio...

- El pelo de Atsushi-kun es precioso.

- ¿Mm? ¿Ha dicho algo?

- Nada – se juntó más al sillón, cogiendo las piernas de Atsushi que estaban a cada lado suyo y pasándoselas por encima de sus hombros para que quedasen pagadas a su pecho y su cabeza entre sus muslos – Atsushi-kun, ¿podrías apretar? He leído en Internet que esta postura es estupenda para hacer masajes.

- ¿Cómo va a ser eso cierto?

- Es verdad. Vamos, vamos. Aprieta, aprieta - insistió moviendo la cabeza de un lado a otro, provocando el roce de su pelo contra los muslos descubiertos del chico.

- ¡Da-dazai-san! - las mejillas del albino se colorearon de rojo al sentir las cosquillas que los mechones de pelo del mayor le hacían a su piel – E-espere, mi cuerpo... m-mi cuerpo es muy sensible allí. Por favor... ah - tapó su boca rápidamente cuando escuchó el principio de un sonido sucio escapar de ella. No eran solo cosquillas lo que sentía, pero es que no sabía qué era ese algo más. Solo sabía que sus piernas se tensaban y temblaban y que su estómago se sentía más caliente. Sus ojos se aguaron, no comprendía aquella sensación, pero sí comprendía que era vergonzosa, así que apretó con fuerza sus muslos contra la cara de Dazai para que se detuviera - ¡Pa-pare ya, Dazai-san! Q-que es... que es vergonzoso...

- ¡Aaaaaaah! - el alma de Dazai se quedó al borde de abandonar su cuerpo mientras que con una cara de completa felicidad, gozaba de aquel momento – Esta es la manera... en la que de verdad deseo morir.

- ¡No diga tonterías! Joooooo – Atsushi apartó sus piernas del cuerpo del mayor y Dazai se giró solo para ver como el ceño fruncido, las mejillas coloradas y los mofletes inflados le auguraban un futuro castigo.

Y ya conocemos los castigos de Atsushi.

- Eeeeeh... m-me he dejado la lavadora puesta.

- Mentira. Tratándose de usted, la casa estaría ya inundada.

- ¡Pero si es verdad!

Dazai intentó huir, pero Atsushi fue más hábil y atrapó una de sus muñecas, tirando con fuerza y haciéndole caer tumbado en el sillón. No tuvo más oportunidad de huida, Atsushi se le había subido encima y tenía ya sus ojos puestos sobre su cuello. Dazai se dejó hacer, controlándose más que nunca cuando los colmillos de Atsushi se clavaron sobre su piel. Era tan difícil no besar al chico que te gusta cuando se comporta tan descarado contigo, encima esa manera en la que ahora tenía puesto el culo en pompa.

¡Quería agarrarlo!

- A-atsushi-kun...

El chico despegó su boca de su cuello, mirándole con esos ojos exóticos dignos de un depredador mientras un hilo de saliva todavía unía su boca a su cuello. Dazai no pudo mantener los ojos abiertos. El chico era demasiado erótico.

Atsushi solo dejó esos dos segundos de descanso a su cuello. Su estómago, de la misma manera que antes, sintió ese calor propagándose que no entendía del todo, pero que parecía dispersarse de manera agradable cuando tocaba a Dazai, así que eso hizo. Clavó de nuevo sus colmillos, sintiendo con gusto como su cuerpo aumentaba de temperatura y como el mayor se revolvía debajo de él.

Separó jadeando su boca de su piel, cruzando miradas con Dazai, notándose ambos algo agitados. Con voz algo temblorosa, Atsushi habló.

- M-mi cuerpo... s-se siente algo caliente, Dazai-san... creo... que estoy incubando algún catarro de invierno...

- Sí... yo también - llevó su mano a una de las mejillas de Atsushi. Este recibió el tacto con gusto como si fuese un animalito y por instinto cerró los ojos.

Dazai tragó duro. Era tan difícil resistirse ahora que sus sentimientos son claros. Quiere abrazarle, besarle, tocarle, quiere todo de Atsushi solo para él, pero ¿era este el mejor escenario para confesarle todo eso? ¡No lo sabe! Solo sabe que de manera cursi y ridícula quiere que su cepillo de dientes esté en su cuarto de baño, que haya restos de cabello albino en la almohada de su cama, que tenga que comprar más camisas porque Atsushi se haya adueñado de todas las suyas para usarlas de pijama y que el nombre en el carné de identidad del chico esté cambiado por el de Dazai Atsushi.

¡Pero espera! Que cambiar su apellido era ya una meta muy lejana cuando ni siquiera le había dicho cómo se sentía.

Atsushi, sumido en un estado de relajación por primera vez en todo el día, sentía que se podía quedar en aquella posición para toda la vida, pero lo bueno tendía a durar poco.

- ¿Qué haces?

Abrió de golpe los ojos cuando escuchó esa voz conocida. Aplastó con ambas manos el pecho de Dazai para quedar más levantado y buscó por los alrededores oscuros al dueño, pero al escucharla de nuevo se relajó, comprendiendo por fin la situación.

- No deberías estar aquí - la voz de Murakami sonó de nuevo, solo que esta vez Atsushi identificó bien el origen y miró directamente al televisor del que ambos se habían olvidado que seguía reproduciendo una película.

En la cinta, cuyo título y trama ni le habían prestado atención, una mujer parecía perseguir a Murakami en el reencuentro romántico más cliché de las películas. Verle ahí, aunque no fuese cara a cara, devolvió a Atsushi al cruel momento vivido con él y Dazai, viéndole tan interesado ahora en el televisor, comprendió mejor el motivo por el que había venido aquí.

- ¿Ha sido él? - le preguntó el castaño mientras se reincorporaba en el sillón. Ambos se movieron para quedar sentados correctamente uno al lado del otro – El mal día que me has dicho antes, ¿te lo ha provocado él?

- Yo...

- Atsushi-kun - movió su mano para dejarla encima de la suya – A mí me puedes contar cualquier cosa.

- Sí - asintió despacio y con la cabeza agachada – Lo sé.

- Entonces.

Atsushi suspiró y procedió a contarle todo al castaño, explicando algo incómodo como Murakami le había menospreciado para alejarle de él y que no insistiese en que volviese al CD drama. Al escuchar aquello, Dazai no tardó mucho en fruncir el ceño.

- ¿En serio? ¡¿De qué va?! Maldito presumido molesto con un coche de lujo. ¿Cómo se atreve a hablar así de ti? Maldición - estampó su mano contra su rostro, no tardando mucho en pensar una solución a su manera – Vamos a tu apartamento. Déjame el guion, yo haré su papel.

- Pero Kunikida-san dijo...

- Me da igual. Si de todas maneras él lo va a rechazar, tendrán que buscar a otro seiyuu que ocupe su lugar. Que me hagan una prueba, la bordaré como hago siempre y haremos el amor. ¡AH! - se sonrojó al procesar lo que acababa de decir - ¡Ha-hablo de en el CD drama! ¡N-no en la vida real! Aunque estoy duchado y las sábanas y el legendario traje de ero-maid neko están limpios... ¡NO, NO! ¡En el CD drama, me refería exclusivamente a eso!

- Gracias, Dazai-san, pero... a pesar de todo... - levantó la mirada, devolviéndola sobre el personaje de Murakami en la pantalla – Yo... quiero actuar junto a Murakami-san.

- ¿En serio? ¿Después de que te hablase tan mal?

- Sí - sonrió sin fuerza hacia la pantalla – Ranpo-san... me contó sobre las experiencias de Murakami-san. Creo que es entendible que después de ellas le fuese difícil confiar en los demás. Para no ser herido de nuevo, se ha cerrado a cal y canto como una caja hermética.

- Pero entonces...

- Entonces, me pongo a pensar... que cerrado con tanta fuerza se pierde un montón de cosas divertidas. Toda la felicidad y diversión que experimento con los demás... si tuviese forma de arroz, no me molestaría darle una porción a Murakami-san si con ello viese lo bien que se siente.

- ¿Por qué...? ¿Por qué eres tan amable con él después de todo?

- Porque, a pesar de lo sellados que están sus sentimientos, a pesar de que desprecia la amabilidad de las personas, él... él fue amable conmigo.

- Te insultó - le recordó amargamente Dazai.

- Sí, pero también... cerró el techo del coche cuando me escuchó estornudar y me instruyó para poder mejorar mi actuación en los CD dramas. A pesar del desprecio que siente hacia los demás, soy incapaz de pensar que una parte suya, por pequeña que sea, no quiere encontrar a alguien en quien pueda confiar de verdad. Si yo lo hice... - Atsushi recuperó el contacto con Dazai siendo él ahora quien estrechaba su mano - ¿Por qué tengo que ser el único en encontrar un sitio en el que poder ser feliz? Si todos me tendieron la mano... ¿por qué no puedo hacer yo lo mismo?

- Atsushi-kun – Dazai le devolvió el apretón en su mano - ¿Hay algo más?

Atsushi apretó los labios con fuerza antes de terminar de contar todos sus pensamientos.

- Si no hago algo... s-si lo dejo así... Murakami-san terminará siendo alguien como Sasaki-san y yo... yo no quiero que termine así.

Escucharle nombrar a la chica puso a Dazai más serio y pensativo, bajando la mirada tal y como la tenía el albino.

- Si eso es lo que piensas... entonces, ¿por qué no haces algo?

- ¿El qué? No puedo hacer nada. Murakami-san me apartó de su lado y por mucho que lo intente, si está cerrado de esa manera, ¿cómo...? ¿Cómo voy a ser capaz de que me escuche? Al final... si intento abrir su caja, solo conseguiré destrozarme los dedos...

En el momento en que terminó de decir aquello, Dazai aprovechó que sus manos estaban unidas para levantarlas y dejarlas a la altura de su boca. Atsushi se giró sorprendido por la rápida acción y sus mejillas se colorearon inmediatamente de rojo cuando vio al castaño besar sus dedos.

- ¡Da-Dazai-san! ¿Q-qué...?

- Puede que no lo sepas, pero... - le sonrió, poniendo a Atsushi nervioso al experimentar de nuevo un calor desconocido en su cuerpo, solo que esta vez en su pecho – Eres capaz de alborotar los sentimientos de los demás, cambiando sus puntos de vista y su forma de ver el mundo. Siendo sincero... Murakami no es de mi agrado, pero siendo tú, sé que no querrías hacer otra cosa que no fuese ayudarle, así que... hazlo. No abras la caja, lánzala con fuerza al suelo y rómpela en pedazos. Si te dañas los dedos en el proceso, te los besaré para curarlos.

- ¡¿Besar...?! ¿Q-qué dice? - Atsushi separó sus manos, mirando avergonzado hacia otra dirección - D-de todas formas, no sé si mis palabras lograrán alcanzarle, no sé si yo...

- A mí me alcanzaste.

- ¿Eh? - confuso, Atsushi volvió a mirarle de nuevo.

- Tu voz, lejana al principio, resuena más fuerte que nunca a mi alrededor. Cualquiera que te tenga alrededor es envidiablemente afortunado.

- Dazai-san...

- Haz lo que creas que tienes que hacer. Así eres tú y a mí... e-es decir, a todos nos gusta que seas así.

Sorprendido todavía por todo lo que acababa de escuchar, Atsushi pasó a estar poco a poco más tranquilo, esbozando una pequeña sonrisa.

- Gracias. Me hace feliz que piense así de mí.

- Ha sido... u-n ataque de sinceridad – con su ataque de valentía ya agotado, Dazai comenzó a avergonzarse por todo lo que le había dicho y ahora fue él quién apartó la mirada, pero todavía le quedaba algo pendiente – Cambiando de tema... ¿te acuerdas de cuando te dieron el papel?

- ¿Mm? Sí.

- Yo... no te felicité apropiadamente.

- ¿No? Sí lo hizo, ¿no?

- No – Dazai hizo un puchero. Mientras Atsushi recordaba erróneamente con imágenes chibis a Ranpo, Kunikida y Dazai festejando que le dieran el papel, Dazai solo recordaba erróneamente a Atsushi abrazando a un chibi Ranpo y Kunikida mientras él quedaba rezagado y llorando a lo lejos – N-no... ¡no te abracé ni nada! ¡Es decir! No es que quiera tocarte ni meterte mano, ni agarrarte de las caderas, levantarte y hacerte dar vueltas por el aire... ¡e-es que no me mostré afectuoso y no quería que pensases que no me sentía feliz por ti!

- Ah... pero yo no pensé así. Siempre pensé que estaba feliz por mí, ¿no lo estaba?

- ¡Sí lo estaba, sí! Pero... no me gustó como me expresé, ¿sabes?

- Ah, ya entiendo. Arreglemos eso entonces - asintió con calma, extendiendo ambos brazos hacia el mayor. Al principio, el castaño miró extrañado las dos extremidades estiradas en su dirección, pero luego se sonrojó de nuevo al ver a Atsushi sonriéndole como un ángel - Dazai-san, me dieron el papel.

Dazai sonrió avergonzado, estirando un poco su flequillo hacia abajo a ver si por suerte este se alargaba tanto que tapaba para siempre sus mejillas coloradas. No podía ni cambiaría de opinión, cualquiera que tuviese a ese chico a su lado sería demasiado afortunado.

- ¿Daza...? ¡Waa, Dazai-san! - aunque su posición incitaba a un abrazo, el de Dazai fue tan efusivo que le tiró hacia atrás en el sillón - ¿Dazai-san?

- Felicidades - felicitó en voz baja con la cabeza apretada contra su pecho – Estoy feliz por ti, te lo mereces.

Atsushi sonrió satisfecho, mirando ahora hacia el techo y devolviendo el abrazo a Dazai, notando que entre los planes del castaño no estaba el de separarse rápidamente de él. No le importó porque la postura no se le hacía molesta así que se quedaron así y entre la calma que la noche y Dazai le daban, Atsushi se dedicó a pensar en qué hacer para romper la caja de Murakami Tokio.

Después de salir del ascensor, Murakami se dirigió con calma al despacho de Fukuzawa en la última planta. Tal y como esperaba, no había ocurrido ninguno milagro y su voz no había mejorado, con lo que debía anunciarle su decisión de retirarse del CD drama.

Frente a la enorme puerta del presidente del estudio, se encontraba una mesa perteneciente a su secretaria que tecleaba en el ordenador frente a ella como si no existiese nadie más a su alrededor.

- Disculpe, quiero hablar con Fukuzawa-san.

- Deme un momento, le atenderé enseguida.

- Vale.

Se quedó quieto frente a la mesa de la secretaria hasta que escuchó como la puerta del ascensor se abría y por ella llegaba Atsushi que se dirigió justo a su lado solo que no le miró en ningún momento.

- Disculpe, Haruno-san, ¿puedo hablar con el presidente?

Al contrario que con él, Haruno levantó la mirada de la pantalla y su rostro de seriedad y profesionalidad se transformó en el de una mujer que parecía estar viendo algo tan adorable como un gatito aprendiendo a andar.

- ¡Atsushiiiiiiii! ¡Sí, el presidente saldrá ahora mismo a recibirte! - dejó todo lo que estaba haciendo y agarró el teléfono en su mesa. Antes de marcar, prefirió hablar un poco más con el chico que adoraba - ¿Qué tal todo, Atsushi? Has... ¿ha-has hecho algo divertido con Dazai últimamente?

- ¿Divertido...? - mientras Haruno imaginaba una escena censurada para todo el público por su alto contenido sexual, Atsushi imaginaba la noche de pelis de ayer – Ah, sí, ayer.

- ¡¿A-ayer?! Q-que reciente...

- Sí, bueno, pero siendo tan divertido, me gustaría hacerlo todos los días.

- ¡¿TODOS LOS DÍAS?! ¡Noooooooooo!

- La verdad es que me duele un poco el cuerpo...- Atsushi se rascó la cabeza. Dazai había pasado demasiado tiempo tumbado encima de él abrazándole y eso al final le había pasado factura.

- ¡AAAAAAH! - la secretaria se tapó la nariz rápidamente con un pañuelo - E-eso es... intenso, debéis vigilar las posturas...

- Sí, es verdad. Le diré a Dazai-san que si quiere hacer lo de ayer, mejor conmigo encima.

- ¡AH, MALDICIÓN! - Haruno casi se cae de la silla al imaginarse un Atsushi desnudo y sudoroso cabalgando salvajemente sobre Dazai, controlar ahora mismo el sangrado en su nariz era imposible – Di-discúlpenme por favor, vuelvo enseguida.

Haruno salió corriendo hacia el baño de mujeres de la planta, mientras, Murakami miraba de reojo avergonzado al chico que inocentemente pensó que era virgen.

- Eres un descarado, ¿se puede saber cómo hablas de esas intimidades en público?

- ¿Eh? Pero si Dazai-san y yo solo vimos juntos una peli...

- Pues piensa mejor cómo lo explicas, parecía otra cosa.

- ¿El qué?

- Nada, olvídalo - se cruzó de brazos y le dio la espalda – De todas formas, ¿qué tienes que hablar con Fukuzawa-san? ¿Le vas a proponer un candidato para ser mi sustituto?

- Pues... no. Lo que iba a hacer... era renunciar a mi papel.

- ¿Qué? - Murakami descruzó los brazos, girándose enseguida para mirarle confuso. Aunque esperaba que se tratase de una broma, no podía ver más que seriedad en aquellos ojos bicolor - ¿Se puede saber de qué hablas? Pensé que necesitabas este papel con urgencia, no andas bien de dinero, ¿no? ¿Te crees en las condiciones idóneas para rechazar un trabajo?

- Es verdad - asintió con calma, apretando las correas de la pequeña mochila que llevaba en su espalda – No me abunda el dinero, no me controlo en las rebajas o en la venta de artículos de cocina absurdos.

- Pues entonces...

- Pero yo pasé la audición junto a usted - interrumpió sin cortarse - Usted es mi pareja en este CD drama, no aceptaré ningún sustituto, por eso si usted no participa, yo tampoco.

- Tú...

- Atsushi, lo siento – Haruno regresó del baño con dos trozos de papel puestos en los orificios de la nariz – Ahora mismo llamo al presidente para que...

Sin dejarla acabar, Murakami agarró a Atsushi de la muñeca y lo arrastró hacia el baño de chicos, dejando a la secretaria confusa por la repentina marcha.

Una vez en el baño, Murakami soltó al chico, mirándole severamente como un adulto a punto de regañar a un niño pequeño.

- Déjate de tonterías. Necesitas el trabajo. Olvídate de mí y sigue con tu vida.

- Me niego.

- ¿Qué narices te pasa? - Murakami apretó los puños con fuerza - ¿Por qué insistes en hundirte conmigo? A pesar de lo que te dije... ¿qué tengo que hacer para que me dejes en paz? ¿Acaso eres tan estúpido como para seguir persiguiendo e insistiendo a un hombre que solo te dice crueldades? Ja, menudo mocoso incompetente...

- Deténgase por favor.

- ¿Qué?

- Le estoy diciendo que deje de fingir que es cruel y sin corazón.

- En serio... ¿te parezco un osito de peluche después de cómo te estoy tratando?

- Murakami-san no es un osito de peluche.

- Pues entonces...

- Pero tampoco es una mala persona.

- Tiene que ser una broma – frustrado, Murakami se llevó las manos a la cintura y suspiró - ¿Eres masoquista o algo así? ¿Cuánto más te insulto más fuerzas tienes para volver?

- Usted sabe bien que soy un novato, no tengo apenas experiencia, pero no necesito cientos de años trabajando para saber cuándo una persona busca hacerme daño y por eso sé que usted no busca hacer eso.

- Claro que necesitas años... tú no tienes ni idea de cuando...

- ¡Sí que lo sé! - esta vez su interrupción fue con un grito, tensando a Murakami – Claro que sé cuándo alguien busca tu sufrimiento y usted no quiere eso para mí. Cerró el techo del coche cuando me escuchó estornudar, me dio pautas para la actuación e incluso ahora, cuando supuestamente busca ser cruel y despiadado conmigo, está intentando convencerme de que no renuncie al trabajo por mi bien. Dígame... ¡¿qué parte de todo eso lo vuelve una mala persona?! - cogió aire después de desahogarse gritando – Yo... hablé con Ranpo-san, sé que usted no lo ha pasado bien.

- ¿Hablaste con Ranpo...? Entonces lo sabes todo.

- Sí.

- ¿Sabes cómo personas íntimas y de confianza me han traicionado solo por dinero? Esta industria está podrida.

- No lo está.

- Oye... ¡basta ya! - aunque se había intentado mantener lo más tranquilo posible debido a su dolor de garganta, al final le fue inevitable gritar - ¡No tienes ni idea de nada! ¡Eres un novato ingenuo, solo eso! ¡No me conoces ni a mí ni a mis circunstancias, así que deja de hablar como si lo comprendieses todo!

- Sí, es verdad, no le conozco.

- ¡Pues no vuelvas a parecer delante de mí, nunca más!

Atsushi le miró fijamente a los ojos. El contraste era curioso, mientras él se mantenía calmado y sereno, Murakami estaba agitado y nervioso, lo que convencía a Atsushi de que todo lo que él pensaba no era ninguna mentira.

No se iba a rendir con él, por eso estaba dispuesto a romper en pedazos la caja de dolor de Murakami Tokio.

Dio un paso adelante decidido y después del primero le siguieron varios más. Viendo cómo se dirigía hacia él, a Murakami no le quedó de otra que retroceder hasta que quedó contra la pared. Después de quedar acorralado, Atsushi estampó ambas manos a cada lado de su cuerpo, sonrojando un poco al mayor por la posición y por la determinación con la que le miraban aquel par de ojos exóticos.

- La caja en la que se ha encerrado le protege de las personas que buscan hacerle daño, pero... ¡también le alejan de las personas que quieren estar a su lado!

- ¡No existe ninguna persona que quiera estar a mi lado! ¡¿Cómo va a existir?! ¡Siendo como yo soy...!

- ¡Yo sí quiero estar a su lado!

- ¡Ah...! - Murakami enrojeció más, quedándose sin palabras por el comentario.

- Sé que lo ha pasado mal y sé que no quiere confiar en nadie, pero yo... a pesar de todo... ¡quiero estar a su lado! Por favor... ¡confíe en mí!

Sus miradas estuvieron un rato enfrentadas, los ojos azules temblorosos por la vergüenza de Murakami y la mirada afilada y decidida de Atsushi. Recuperando la calma, el albino apartó las manos de la pared, deshaciendo el arrinconamiento, pero no calmando el corazón de Murakami.

- Sé que puede pensar que mis palabras son palabras vacías y está en su pleno derecho de no ceder y continuar como siempre, pero quiero que sepa que si toma esa decisión, pienso acompañarle. Yo tampoco actuaré, aunque suponga perder un trabajo que necesito, porque mi compañero en este CD drama no es otro más que usted, Murakami-san. Yo... no aceptaré a ningún otro hombre más que usted.

- ¿Co-cómo dices esas cosas sin pizca de vergüenza...? - no pudiendo más con las palabras del chico, Murakami se vio obligado a apartar la mirada – Usando palabras tan malinterpretables... ¡ejem! - tosió en voz alta, intentando recuperar su compostura, pero no devolviendo el color de sus mejillas a su color pálido original - Estás yendo muy lejos por una persona como yo que apenas conoces. ¿Por qué?

- ¿Por qué...? - repitió la pregunta mirando hacia el techo mientras pensaba – Bueno... algunos dicen que es porque soy amable, pero yo solo... solo quiero tenderle mi mano y recibirle con los brazos abiertos, de la misma manera que los demás hicieron por mí.

- Eres... eres verdaderamente un tipo raro. Supongamos... solo supongamos - repitió su aclaración cuando divisó una chispa de esperanza en los ojos de Atsushi – Supongamos que te creo y desecho la idea de abandonar. No puedo actuar con la voz así. Es una vergüenza para un profesional como yo haberse descuidado de esta manera.

- Sobre eso... tengo la solución, pero no se la daría a alguien que no confiase en mí, así que... si me disculpa, iré ahora mismo a renunciar.

En el segundo en el que Atsushi se dio la vuelta para irse, Murakami maldijo por lo bajo y le detuvo agarrándole de la muñeca, tirando con la fuerza suficiente para hacerle darse la vuelta. Cuando le tuvo de nuevo de frente, sintió otra vez el calor concentrarse en sus mejillas, pero no le dio mayor importancia. Era vergonzoso como un novato le estaba llevando por donde él quería, pero era la realidad.

- Yo... confiaré en ti.

- ¡¿En serio?! - invadió su espacio personal acercándose demasiado a él. Murakami tuvo que retroceder.

- N-no te alegres tanto. Es una oportunidad... la última que doy a cualquiera. Si me traicionas... me lo tomaré de manera extremadamente personal y no seré nada amable contigo.

- ¡Gracias! - atrapó una de las manos de Murakami y la recogió entre las suyas, pero el mayor la apartó rápidamente.

- A-ahora, ¿qué piensas hacer sobre lo de...?

- Ah, sí. Tome – Atsushi se quitó la mochila, abriéndola y sacando un bote de miel.

- ¿Esto? - preguntó extrañado Murakami aceptando el bote.

- Lo consulté con Dazai-san y otros seiyuus. Parece ser que la miel es muy buena para el dolor de garganta. Tómesela regularmente. También... - hurgó de nuevo en su mochila y sacó una caja de caramelos – Pruebe con esos también, ¡ah! Y haga gárgaras con agua tibia y sal y por supuesto... - ahora lo que sacó fue un termo - Té de limón, puede ser amargo, ¡pero seguro que le ayuda!

- Va-vale - aceptó todo, quedándose tal vez con las manos demasiado llenas – Pero ningún remedio actuará de manera inmediata.

- Claro que no, ya lo sé, pero no se preocupe. Voy a decirle al presidente que quien está mal de la garganta soy yo.

- ¿Vas a mentir?

- Bueno, sí. A usted parece importarle mucho haberse descuidado con su salud, seguro que todos esperan mucho de usted, pero yo en cambio soy un seiyuu novato y torpe, debe ser normal que descuide el cuidado de mi garganta.

- Vas a cubrirme... ¿a cambio de nada?

- Para mí será suficiente si con esto vuelve al CD drama. ¡Ah! Y otra cosa...

Murakami bajó la mirada al montón de remedios entre sus brazos mientras Atsushi rebuscaba una última cosa en su mochila. No le informó de lo que era, pero lo supo en el momento en que el albino la enrolló alrededor de su cuello. Una calidez suave en forma de bufanda blanca con rayas negras le envolvió. La tela no era la mejor, al menos no llegaba a la calidad que él acostumbraba y el diseño podía considerarse hasta algo infantil pues uno de los extremos de la bufanda era la cara chibi de un tigre albino mientras que el otro era su trasero.

Definitivamente, él no habría comprado algo así, pero es que no lo había hecho él. Lo había hecho Atsushi, para él.

Para él. Todo esto. Para él.

- Sé que puede no gustarle el diseño... - rascó su cabeza avergonzado – Pero no podía comprar algo acorde con su estilo así que... espero que le guste o que al menos la use cuando haga mucho frío. Es calentita y protegerá su garganta.

- Sí... eso parece - levantó la mirada, observando de frente al chico – Eh... gra-gracias.

- De nada - regresó hacia la puerta del baño - Iré a decirle al presidente que tengo problemas con mi garganta, aproveche para descansar y tomar algo de miel, yo cuidaré de usted.

- No me trates como un niño. Soy mayor que tú - se quejó Murakami mientras se giraba para darle la espalda.

Atsushi dejó pasar su actitud de aparente molestia con una sonrisa y se marchó de allí, dejando a Murakami solo. En el momento en que la puerta se cerró con su marcha, Murakami abrazó contra su pecho todos los remedios del chico y se agachó. Era un gesto muy infantil, pero es que ahora mismo se sentía como un niño indefenso frente a Atsushi.

- Este chico en serio... ¿qué le pasa por la cabeza?

Agachó más el rostro, lo suficiente para que quedase más cubierto por la bufanda y pegó un profundo suspiro.

- Es calentita... 

Después de que Atsushi inventase la excusa de que su garganta estaba mal, no quedó de otra que retrasar la grabación, recibiendo por supuesto dos pequeñas reprimendas (una de Kunikida y otra del presidente) sobre lo importante que era cuidar la voz y la garganta en este negocio. Murakami se sintió culpable pues si debían regañar a alguien en realidad era a él, pero Atsushi había aceptado todas las culpas y parece que ni le habían afectado pues estaba demasiado ocupado enfocado en cuidarle tal y como le había prometido.

Seguía preparándole remedios caseros y le mandaba mensajes recordándole tomar la miel. El único aspecto sobre el que no tuvo que estar tan pendiente fue el de abrigarse con la bufanda pues nada más acercarse a la puerta, Murakami ya estaba poniéndose la cutrísima bufanda que le había comprado, a sabiendas que estéticamente no pegaba con su aspecto.

Tal vez fuese ridículo, pero ese simple gesto hacía a Atsushi feliz y verle feliz... no era nada molesto para Murakami.

La grabación se retrasó una semana, el tiempo justo y de sobra para que Murakami se repusiera y cuando tuvo lugar, fue tan bien como en los ensayos, dejando a ambos con buen sabor de boca por un trabajo bien hecho.

- Al final salió bien - puntualizó Atsushi saliendo bastante contento de la sala de grabación - Menos mal, ¿no?

- Sí.

- Espero que las demás salgan igual de bien. Cuento con usted, ¿de acuerdo?

- Sí.

- Creo que, para celebrarlo, voy a tomar un tazón enorme de chazu...

- Nakajima - interrumpió sus delirios culinarios el mayor.

- ¿Sí?

- Lo siento... por todo y... gracias. Hace tiempo... que no me siento cuidado de la manera en que lo has hecho tú.

- De nada y para sentirse cuidado, debe dejar que los demás se le acerquen y le muestren preocupación. No piense en intenciones malas imaginarias, hay gente con buena voluntad y hay mucha más a su alrededor de lo que cree.

- Sí... supongo que... tomaré tu consejo.

- ¡Genial! Y una cosa más.

- ¿Qué?

- No me llame Nakajima, suena... demasiado formal para mí.

- Somos compañeros de trabajo, debemos ser formales, ¿no?

- Bu-bueno... - sonrió tenso mientras recordaba escenas demasiado vergonzosas vividas con el único compañero de trabajo que ha tenido que era Dazai – Pero también somos amigos, ¿no?

- ¿Amigos?

- ¿No lo somos? - el gesto de preocupación de Atsushi junto a sus ojitos tristes y un pequeño puchero provocaron que el corazón de Murakami se apretujara con fuerza y apartase la mirada.

- ¡S-sí, lo somos!

- ¡¿En serio?! ¡Qué bien! Entonces... - un escenario de florecitas rodeó a Atsushi ante unas futuras sucias palabras (cuyo significado real continuaba sin entender) - ¡Entonces hagamos un delicioso creampie juntos un día de estos!

- ¡A-A-A-A-A-A-A-A-A-A-AH! - el rojo estalló en el rostro entero de Murakami - ¡¿Có-cómo sigues sin vergüenza para gritar esas cosas en público?!

- ¿No quiere?

- ¡No es que no quiera...! ¡Es decir! ¡AAAAAH! - revolvió su pelo perfectamente peinado.

- Ah, claro, lo mismo es que no sabe hacerlos.

- ¡¿Cómo no voy a saber hacerlos?!

- Tranquilo, tranquilo. Yo puedo enseñarle.

- ¡¿EEEEEEEEH?! - casi se desploma en el suelo cuando por su mente apareció una sensual imagen de Atsushi desprendiéndose de su ropa y mirándole con la misma mirada depredadora de un tigre. Para sobrevivir ahora mismo, tuvo que negar varias veces para deshacerse de sus pensamientos impuros - ¡De-deja de tomarme el pelo, que no es nada gracioso! Demonios - sacó su bufanda de estampado de tigre y se la enrolló alrededor del cuello bajo la mirada contenta de Atsushi – Me voy, disfruta de ese chazuke.

- ¿Eh? Pero... ¿no va a venir?

- ¿Me necesitas? Seguro que Dazai y tus demás amigos te están esperando abajo, en la cafetería.

- Pero... yo le quiero a usted, Murakami-san.

- ¡¿EEEEEEEH?! - chilló de nuevo, avergonzándose porque desde que conoció a Atsushi esto parecía ya una costumbre - ¿Qué...? ¿Qué dices?

- Que quiero que venga conmigo y con los demás. Quiero... estar a su lado.

- Vigila un poco tus palabras antes de hablar, por favor y además... no creo que a los demás les agrade mi presencia.

- Pero a mí sí, yo sí quiero que esté conmigo – de nuevo en su rostro apareció una mirada adorable de pena que flechó directamente el corazón de Murakami - ¿No lo hará por mí?

- ¡AH! - llevó ambas manos a su pecho y retrocedió un par de pasos.

- ¿Ocurre algo, Murakami-san?

- No... ¡No, no! Estoy bien. ¡Ejem! - aclaró su voz y planchó su traje con las manos – Bueno, vale, bajaré, pero solo porque me lo pides tú.

- ¡¿En serio?! ¡Muchas gracias! Entonces vamos y... - tomó la mano del mayor, que parecía algo sudorosa y no la pudo sostener mucho tiempo porque este la apartó.

- Antes debo ir al baño. Vete adelantándote.

- Vale, pero no piense en huir, ¿eh?

- Eso es infantil y ridículo, ¿por quién me tomas?

- Puede que lo mejor sea seguirle.

- En serio... tú baja tranquilo, Naka... - apartó la mirada un momento para luego regresársela a Atsushi con un tono rojo en sus mejillas – Atsushi, baja tranquilo. Yo... iré enseguida.

El escucharle llamarle por su nombre le provocó una de sus habituales y preciosas sonrisas angelicales. Más confiado ahora con que iba a bajar, corrió por los pasillos para dirigirse hacia las escaleras. A mitad de camino, se dio la vuelta y le gritó desde allí.

- ¡Estaré esperando!

- Sí.

- ¡Si no baja, nunca le daré un blowjob!

- ¡PARA YA!

El albino se despidió con una sonrisa, dejándole solo en el pasillo. Tras unos segundos respirando tranquilo para calmarse por el mal uso de palabras de Atsushi de nuevo, recuperó su compostura y se marchó con elegancia y con una bufanda infantil hacia el baño. Se dirigió hacia uno de los cubículos vacíos y se encerró allí, pero eso fue todo. En realidad, no parecía que de verdad tuviese ganas de usar el baño y es que así era.

Levantó uno de los extremos de la bufanda y se la quedó viendo un rato, el suficiente hasta que su rostro se puso rojo de nuevo recordando una a una las facetas lindas y adorables de Atsushi que había tenido el placer de presenciar.

- Maldición, maldición, maldición - se quitó la bufanda y la apretó contra su pecho como toda una colegiala enamorada - ¡Es demasiado lindoooooooo! ¡Quiero abrazarlo, abrazarlo, abrazarloooooo!

Continuó desahogándose sentimentalmente un rato, en privado para que nadie viese una faceta suya tan vergonzosa y salió del cubículo como si nada hubiese pasado, yendo directo al espejo y arreglando cuidadosamente su peinado.

Hacía ya tiempo desde que se sentía así, pero aquí estaba, el sentimiento más alocado del ser humano.

Amor.

Y se lo había provocado un novato virgen descarado de sentimientos puros y sonrisa angelical... ¡NO! Si seguía pensando en Atsushi así otra vez, querría chillar de nuevo, pero es que le había flechado. Cupido había lanzado todas sus flechas y ninguna se había desviado, todas habían dado justo en su pecho.

Pero precisamente por esto, por este sentimiento romántico nacido hacia su nuevo compañero es que no puede permitirse verse patético ni descuidado. Terminó de arreglar su cabello y se colocó de nuevo la bufanda, chillando internamente recordando el momento en que Atsushi se la dio.

¿Cómo le ha podido pasar esto con él? Pero es que, ¿acaso era evitable? Sobre los sentimientos no hay nada escrito y nadie manda.

Salió del baño ya más arreglado y se dirigió a la cafetería de la planta baja tal y como le dijo a Atsushi que haría. Desde luego que no iba a faltarle la palabra después de comenzar a sentirse así por él.

Al final, parece que Atsushi había conseguido romper o al menos agrietar la caja hermética en la que Murakami se había encerrado. Lo que desde luego no se esperaba, era enamorar a Murakami en el proceso.

Y con esto, Atsushi lograba algo destacable. En sus dos únicos trabajos como seiyuus, había enamorado a sus dos coprotagonistas.  


Hola!!! Hasta aquí el cap. Quien no sepa quien es Murakami, es el actor rubio que "asesinan" al principio de la temporada 4, en el flashback del pasado de Fukuzawa y Ranpo.

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