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Epílogo

«Poco se conoce, pero existe, el síndrome del corazón roto».

♡♡♡

...El narcotraficante Robert Van Ewen fue trasladado este lunes a la prisión de Belmarsh, para mayor seguridad, tras los sucesos ocurridos en la madrugada del pasado domingo.

Las autoridades declararon que se trataba de un supuesto motín e intento de fuga, donde hay otros implicados, de los cuales, dos, se desconoce su paradero.

Según lo constatado por fuentes oficiales, se le fue imputado diez años, resultado de los disturbios que atentaron contra las vidas de varios oficiales de policía, para un total de treinta años de condena. Continúan las investigaciones...

Apago el televisor y observo el ceño fruncido de Nicholas a mi lado. En toda la mañana no me ha dejado despegar el trasero de las sábanas, cada que intentaba levantarme me sujetaba con fuerzas de las caderas y se me hacía imposible. No puedo luchar contra 70 kilos de ternura.

—Últimamente solo son malas noticias, parece que no tienen más nada de qué hablar los noticiarios —dije; sin embargo, fracaso en el intento de distraerlo.

Mantiene su vista clavada en la pantalla oscura y su semblante divertido de hace apenas unos minutos, adquiere un matiz preocupado.

Escucho sonar la alarma del celular y es mi excusa para salir de la cama y alistarme. Tomo mi bolso y antes de salir, me despido con un beso en la frente que termina en sus labios pecaminosos.

—¿A dónde vas, pecosa? —Pregunta, a la vez que aprisiona mi muñeca.

«No tiene intenciones de dejarme ir».

—Hoy saldré con las chicas, tal vez regrese tarde —Explico y puedo ver sus ojos incriminadores detallar cada gesto, cada mirada que me delate.

«Tal vez me estoy pasando de dramática, pero su tono de voz intimida bastante».

—Yo te llevo.

¡Oh, no! ¡De eso nada Nicholas!»

—Abi nos lleva en su coche, no te molestes —Rebato al instante.

—Eso no me deja más tranquilo —Cruza los brazos y se pone a la defensiva. ¡Es un niño pequeño!

«Suficiente tengo con no perder la paciencia con uno, como para tener dos mini Nico sacándome de quicio».

—Estaré bien, no te preocupes por mí.

—Te amo, Elizabeth —Me dice en un suspiro.

—Yo también te amo, Nicholas —Le doy un beso de despedida y poco a poco liberó mi muñeca.

Cerrando la puerta del apartamento, llamo a un taxi.

No me gusta tener que mentirle así a Nicholas, pero no tengo otra opción. En pocas horas seremos solos los dos y mi vida volverá a la normalidad.

♡♡♡

Ewen:

Belmarsh, Thamesmead, al suroeste de Londres,

Unas horas antes...

Ni trasladándome a la mismísima Alcatraz impedirán que logre llevar a cabo mi plan. Maksim y Tobías lograron escapar, no fue difícil convencerlos para que accedieran a ser parte de mi venganza.

«Después de hoy, la vida de Nick será igual, o más, miserable que la mía».

Me llevan esposado hacia la cabina, donde me espera uno de mis mensajeros.

—Tienen cinco minutos —dijo un oficial y ambos asentimos.

Tomé el teléfono y observé intimidante al drogadicto frente a mí. Comencé a hablar, una vez la presencia del policía no suponía peligro alguno.

—¿Qué noticias me traes?

—Tobías lleva vigilando el apartamento desde anoche y Maksim consiguió información sobre la chica.

—¿Qué tipo de información?

—Tiene una cita de ginecología en la clínica Messina, hoy a las 11:00 A.M.

«Interesante. Los muchachos sabrán qué hacer».

—¿Tienen todo listo?

—Sí.

—Escúchame con atención, todo tiene que salir según lo planeado. ¿Entendiste? No puede haber fallos. Hazle saber al ruso que no quiero cabos sueltos.

—Si... si... —Afirmó repetidas veces, con la voz temblorosa.

—No regreses aquí si no es para darme buenas noticias.

Se levantó con prisas y dejó el teléfono colgando del otro lado del cristal. En cuanto a mí, me regresaron a la celda, desde donde cuento los minutos que faltan para destruir a Nicholas Grey.

♡♡♡

Elizabeth:

Me encuentro a tres cuadras del complejo de apartamentos donde vive Nicholas, esperando a que el black cab me recogiese. Miro el reloj, un poco ansiosa.

En pocos minutos, el chófer aparca frente a mí y abre amablemente la puerta de atrás.

—Buenos días, señorita —Le respondo con la misma cortesía —¿A dónde se dirige? —pregunta antes de arrancar el vehículo.

—A la clínica Messina, a las afueras de Londres.

—Estaremos ahí alrededor de unos treinta minutos, si nos acompañan los semáforos, claro —Sonrío y me pongo a mirar por la ventanilla.

—Póngase el cinturón, por favor —Lo escucho decir mientras me observa por el espejo. Hago lo que me pide y me dedica una sonrisa.

Al cabo de un corto tiempo comienza a entablar una conversación conmigo. Me viene bien pensar en otra cosa que no tenga nada que ver ni con niños ni hospitales.

—Tengo una hija más o menos de su edad, estudia relaciones públicas. Es mi orgullo, esa niña.

—Yo estudio literatura en Cambridge.

—Así que quiere ser escritora, ¡qué bien! —Sonríe, sin perder la vista de la carretera.

—Disculpe la intromisión, pero, ¿cuál es el motivo de su visita a la clínica?

—Iré a hacerme un legrado —Los ojos de aquel hombre se abrieron de par en par.

—¿Fue decisión propia o mutuo acuerdo?

—Oh no, el padre no sabe nada.

—Pero tiene derecho a saber, ¿no cree?

—Sí, pero... —Corta mis palabras con su voz suave y apacible.

—Si me permite darle un consejo, no haga lo que la sociedad dictamine que es aceptable o no, haga lo que realmente quiere hacer y si en su corazón desea tener a ese niño, el qué dirán no debe ser un impedimento.

Un fuerte ruido provoca un vuelco en mi corazón. Para cuando me percaté, un camión carguero había impactado en la ventanilla del lado izquierdo en la delantera del coche. Los cristales se hicieron añicos. Una, dos vueltas, todo lo veo oscuro.

♡♡♡

Nicholas:

Pongo las noticias y subo el volumen. Necesito saber qué más dicen acerca de la escoria de Ewen.

«¡Estoy convencido de que esa rata planea algo!»

Entreno con el saco de boxeo del salón mientras escucho hablar de crisis y política.

...Noticia de última hora.

Acaba de ocurrir un accidente al sur de la capital, se reporta hasta el momento un herido grave y un fallecido. La reportera Julia Baker nos amplía con más detalles.

—Pasando el parque Kennington, antes de llegar al semáforo de la calle Braganza, un taxi con matrícula de Londres fue impactado por un camión de cargas que venía por Kennings Way con una velocidad superior a los 90 km/h.

Las autoridades cuando llegaron al lugar de los hechos encontraron dos cuerpos dentro del vehículo impactado. Un hombre mayor de cincuenta años que es reportado como fallecido. Una joven de veinte años de edad, pelirroja, de tez blanca y complexión delgada, fue rescatada y se encuentra gravemente herida, por lo que fue trasladada al hospital más cercano.

Según las cámaras de seguridad se constató que el conductor del carguero huyó luego de haber provocado el accidente. Continúan investigando la desaparición...

Dejo de escuchar en el instante en que mis ojos ven el cuerpo de Elizabeth siendo trasladada en una camilla dentro de la ambulancia. Hacen varias tomas del accidente y como quedó destrozado el taxi donde, por una razón que desconocía, mi Elizabeth estaba dentro.

Agarro las llaves, el casco y salgo a toda prisa. Las lágrimas recorren mi rostro y puedo sentir mi corazón estremecerse y mi estómago doler.

Llego a la clínica una hora después, tras haber pisado a fondo el acelerador y no acompañarme el alboroto causado por los desvíos del tráfico.

—¿Necesito saber del estado de una paciente? Ella recién fue traída a este hospital, sufrió un accidente. Su nombre es Elizabeth Callen —exijo exaltado a la recepcionista. Busca en su sistema de datos y se dirige hacia mí.

—Hace unos minutos acaba de entrar al salón de operaciones.

—Necesito más detalles, por favor —suplico y siento como mi voz poco a poco se apaga.

—Le dije que tendrá que esperar a que salga del quirófano.

—¿Y cuándo será eso?

—Debe tranquilizarse joven, en poco tiempo recibirá noticias.

Resignado, tomo asiento en aquel frío pasillo, rodeado de batas blancas y rostros de angustia y dolor. No consigo dejar de mover la pierna, los nervios me dominan por completo, haciendo estragos mis pensamientos. Los segundos se volvían minutos y los minutos horas.

La culpabilidad y el miedo de perderla me consume. Ni siquiera la nicotina puede aliviar esto que siento. Necesito saber que está bien. Necesito tenerla en mis brazos.

«No la protegí, debía estar ahí para ella, pero no lo hice. Si le pasara algo por mi culpa jamás me lo perdonaría».

Al cabo de las horas sale un hombre entrecano de una doble puerta blanca, abotonándose la bata y retirándose los espejuelos.

Me abalanzo hasta él con impaciencia.

—¿Cómo se encuentra Elizabeth?

—¿Quién es usted y cómo conoce de la paciente?

—Soy su pareja.

—Según los paramédicos, cuando la hallaron aún estaba consciente, pero altamente histérica. Trataron de estabilizarla; sin embargo, fue recibida en el cuerpo de guardia de igual manera y producto a la pérdida de sangre prevista, hasta ser controlada, decidimos inducirla a un coma farmacológico.

—¿Un coma?

—Fue necesario para tener un mayor control de la situación y sobre ella. Luego se logró estabilizar y fue llevada al salón de operaciones.

—¿Cómo se encuentra, doctor?

—Tenía múltiples fracturas en ambas extremidades del hemicuerpo izquierdo; o sea, a lo largo de su brazo y pierna. Además, una de ellas estaba expuesta, localizada en el fémur y una luxación en el hombro. Su hemodinamia es estable, se logró controlar el sangrado y todas las fracturas fueron cerradas e inmovilizadas con yeso, también la articulación luxada fue llevada a su lugar. La paciente se encuentra en el posoperatorio, a la espera de ser trasladada a la sala de recuperación.

—¿Cuándo podré verla?

—Preferiblemente, mañana. Además, no creo que pueda hacer mucho, ella se mantendrá inconsciente, pero sepa que su situación es estable, no se preocupe.

Elizabeth estaba fuera de peligro y eso reconfortaba, pero no puedo evitar sentirme miserable e impotente.

«Si tan solo pudiese haber evitado el accidente, o poder estar en su lugar...»

Pero hay cosas que son inevitables y por mucho que queramos no podemos cambiarlas.

Aquel cirujano, me saca de mis pensamientos, cuando apoya una de sus manos en mi hombro.

—No sé cómo decirle esto, tampoco sé cómo se lo vaya a tomar, pero entienda que es mi deber decirle.

—¿Qué sucede, doctor? —Su voz preocupada y semblante serio sembraron pánico en mi interior.

—En los exámenes generales de reconocimiento al ella ser recibida en cuerpo de guardia, constatamos que tiene una gestación de alrededor de cinco semanas.

Esas últimas palabras retumbaron en mi cabeza y me quedo aséptico, tratando de asimilar la noticia.

«¡Elizabeth... está embarazada!»

♡♡♡

Nota de la autora:

Antes que nada,

Gritos aquí, por favor ↓↓

Ahora sí,

¡Hola mis pequeñas calabazas!

Datico extra: black cab les dicen a los taxis en Londres.

Finalmente doy por terminada Voces del Otoño. Pero no todo es triste porque les traigo una noticia que seguro les anima un poco después de este epílogo.

TENDREMOS SEGUNDA PARTE DE VOCES DEL OTOÑO.

Así es, mis calabacitas, la historia de Nico y Liz continúa.

¿Qué me dicen? ¿Quieren saber cómo acaba esta pareja?

Cuéntenme en los comentarios qué tantos deseos tienen de leer el segundo libro y qué les pareció este final inesperado.

¡Por favor, no me maten! Sean lindas personas, porque yo los quiero JAJA.

No olviden votar, así ayudan a la historia a llegar a más lectores. Me haría muy feliz si toman unos minutos de su tiempo en recomendarla con sus amigos. ¡Hagamos crecer esta bonita familia!

Pueden seguirme en mis redes como lela_carmona, los mantendré al tanto de las novedades por allá.

Nos leemos pronto :3

Lela♡


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