6|Touchdown
«Los miedos son sujeciones al pasado, —enfréntalos— dicen, pero no tiene idea de cuán difícil es hacerlo».
♡♡♡
Septiembre, 12
—Esta tarde es el juego más importante de la temporada, los Jaguares de Cambridge contra los sexys Cuervos de Bloomsbury —Explica Natalia muy animada y cómo no, si no se pierde un juego desde que Erick entró al equipo.
Estamos sentadas en el césped frente a la entrada principal de la facultad de Bellas Artes, de la UCL (University College London), uno de los lugares más hermosos y pacíficos de todo el campus. A lo lejos, observo a los universitarios pasar, unos con prisa y otros ensimismados en sus apuntes. A veces, cuando pretendemos alejarnos un poco de todo ello, solo lanzamos los bolsos y nos acomodamos como si no existiera el tiempo o lo detuviésemos en ese preciso instante. Justo ahí, creamos un pequeño espacio de confidencialidad que solo nosotras entendemos.
En los meses que llevo aquí, se ha convertido en un modo de pasar tiempo juntas, distraernos y sentir como la brisa poco a poco nos aleja, al menos por unos minutos, de los problemas.
Aprendí que las personas llevan tormentas imperceptibles dentro de sí, unos no se atreven a verlas, otros no les interesa y las ignoran. El mundo es egoísta, por ello debes ser tú mismo quien se libre de ellas.
No todos somos lo que aparentamos ser. Natalia, finge ser fuerte para no mostrar sus vulnerabilidades, yendo en contra de su padre, aunque en el fondo, solo busca la aceptación que lleva persiguiendo desde niña. Abigail, oculta el hecho de ser becada solo por encajar en el estatus universitario, convirtiéndose en camarera por las noches para pagar la desintoxicación de su hermano menor. Y luego estoy yo, refugiándome detrás de una vida perfecta, para que otros no puedan ver mi alma rota. Una impostora, como todas, que camina con una sonrisa ocultando su pasado y cicatrices.
«Confiar te vuelve débil, amar puede destruirte». Recuerdo como si fuese ayer esas palabras de mi madre, queriéndome proteger de tanto, terminó alejándome del mundo.
Años construyendo una barrera llamada perfección, protegiendo mis inseguridades de prejuicios y miradas con recelo. Complaciendo a los demás olvidé que, a la única que le debo ese gozo, es a la niña que nunca se rindió.
Almorzamos disfrutando de la brisa. En pleno otoño el paisaje es increíble, los tonos naranjas abundan y solo puedo pensar en los bonitos momentos que he pasado con mis amigas. Estoy aquí sentada; en cambio, mi mente está inmersa en recuerdos y pensamientos. Las voces de las chicas conversando hacen eco en las paredes de mi cerebro e intento concentrarme.
—Había escuchado algo de eso —Responde Abi, restándole toda importancia al tema, lo cual me sorprende bastante puesto que Zack también juega. ¿Qué rayos les verán mis amigas a los chicos del equipo?
«Te recuerdo Liz, que estuviste con uno, con el mariscal de campo para ser exactos».
Touché.
—Hay una fiesta en la fraternidad de los chicos y Ben —hizo una pausa como recordando algo, supongo que fue algún ligue suyo —Nos ha invitado después del partido, ¿qué dices rubia oxigenada te vienes? —Pregunta Natalia y recibe en cambio una de esas miradas verdes asesinas de Abigail.
—No me la perdería bruja —Tienen una forma muy extraña de quererse, la verdad —¿Y tú qué dices Liz? —Abi se gira hacia mí, pero sigo ensimismada. Mi mirada está en todas partes y a la vez en ninguna. Ha pasado una semana. Sí, una larga y aburrida semana desde la última vez que hablé con el capullo de Nicholas.
Sin poder evitarlo, vuelvo a echar un vistazo alrededor pero no hay ni rastro de él. Los días pasaron y todo fue tan... monótono. Iba a clases, desayunaba con Abi y Natalia. En algunas ocasiones Heather, su novio, Erick y su hermana nos acompañaban. Pasaba lo de siempre, Natalia babeando en secreto por Erick y este la ignoraba por andar hablando de los entrenamientos del equipo con su pedante amigo Rayan. Todo normal.
No había hablado con él desde aquella noche, pero me percaté que hace dos días no pasa por clases y no es usual que el cerebrito capullo se ausente tantos días. «¿Y si le pasó algo?»
Un chasquido de dedos me hizo volver y me encuentro a mis dos amigas con el ceño fruncido.
—Liz, ¿quieres prestar atención? —Suelta Abi frustrada y la paga con su comida.
—Está así porque no sabe nada del rarito, tampoco hay que ser un genio para darse cuenta —Ahí Natalia tiene razón.
—Disculpen chicas, me he perdido. ¿Qué decían? —Observo como intercambian miradas y susurran un ¨¡madre mía!¨
—Te preguntaba si vienes con nosotras a la fiesta después del partido —Abi parece haber perdido la paciencia y no la culpo.
—Emmm... si claro, ¿por qué no? —La verdad me da igual, pero puede que vea a Nicholas allá.
«Pero, ¿qué dices Liz? ¿El nerd? ¿En una fiesta del equipo de fútbol? No digas tonterías».
—En la habitación a las 3:00 PM. Tenemos que arreglar... este desastre —Natalia señala mi ropa y cabello.
—Oye... —Protesto en respuesta, esta chica es insoportable —Además Natalia, compartimos cuarto —Tardo un poco en reflexionar esa parte.
—Te lo recuerdo, por si te entretienes jugando a la acosadora —Le doy un golpecito con el codo y mis amigas comienzan a reírse en silencio, aunque no son las mejores disimulando.
♡♡♡
Una hora seleccionando lo que llevaría puesto a la dichosa fiesta. Natalia sacaba ropa de mi armario y la lanzaba a la cama en señal de frustración. Cada vez que pensaba que acabaría esta pesadilla, volvía a escoger algo completamente diferente.
«¿Y si la ahorco con las bufandas de invierno? Abi seguro me ayudaría, sería el crimen perfecto. Lo voy a tener en cuenta para mi libro ¨Veinte formas de matar a una psicópata¨».
—Tu armario da pena. Solo hay vestidos que, de seguro, usó mi abuela.
«Respira Liz. Calma esas ganas asesinas».
Rebusca entre su ropa y encuentra un vestido café oscuro que destaca mi cabello rojizo, de mangas largas y ceñido al cuerpo.
—Ten este, te quedará de muerte —Lo lanza y con habilidades que desconocía, consigo atraparlo antes de que se estampe —como de costumbre— en mi cara.
Me miro en el espejo; sin embargo, no me convence. Me encantan los tonos tierra, pero es demasiado... ¿provocador? Es la quinta vez que me cambio de ropa en lo que va de tarde, como no pare de una vez yo misma retomaré la santa inquisición.
—¿Es necesario vestir así? Solo es una fiesta, no la graduación.
—Luego me lo agradecerás Liz, estoy segura que no solo el mariscal caerá por ti esta noche —Me guiña un ojo y me alcanza los zapatos. Aunque más que tacones parecen una trampa mortal.
—¿Por qué me odias?
—No seas dramática Liz, solo póntelos y ya.
—Si claro como si fuese tan fácil caminar con esto, voy directo a una muerte segura.
—Ni Shakespeare fue tan trágico. Ven aquí anda... —Me sienta en la cama de un tirón y comienza a trazar un delineado en la cuenca de mis ojos. «Creo que se confundió, la felina es ella, no yo». Para cuando me percato, ya Natalia estaba lista y eran las seis de la tarde. Abi pasa a recogernos en su coche, un Volkswagen rojo que tal parece haber vivido la segunda guerra mundial.
—Huesitos; ¿estás segura que ese escarabajo es de fiar? —Natalia siempre pone apodos que odias con todo tu ser, pero tarde o temprano te acostumbras. En el caso de Abi, no creo que llegue a amarlo.
—Tan segura como de querer dejarte aquí y tengas que ir un kilómetro caminando. Vuelve a abrir la boca y lo comprobarás.
—No he dicho nada —Se encoge de hombros y abre la puerta del coche —¿A qué están esperando? Subamos al escarabajo de una vez, un partido nos aguarda —Exhorta con emoción e impaciencia. Abi y yo intercambiamos miradas y por unos cortos segundos, nos quedamos de pie, observándola. La bipolaridad de Natalia debería ser estudiada por psiquiatras, estoy convencida de que es un caso poco común.
Fue un viaje bastante corto, pero de no ser por Abi y su coche reliquia hubiésemos tenido que caminar bastante. No era una opción con la máquina de tortura que llevo en los pies.
Al subir por las gradas del estadio tropiezo de manera estrepitosa. ¡Malditos tacones! Me sostengo de lo que puedo deducir que es un chico por la complexión, grosor y definición del brazo. Eso o es una chica que entrena duro.
—Disculpa, son estos zapatos que no... —Me deja con la palabra en la boca y se larga. Volteo para detallar si es alguien conocido, pero solo alcanzo a ver como se oculta tras la capucha que sobresale de la cazadora negra. Decido no prestar atención y sigo a las chicas que se habían alejado algunos pasos. No se percataron de lo sucedido, aunque mejor así. Enterremos este patético accidente de mi vida.
Ocupamos un lugar, según Natalia ¨estratégico¨, para no perdernos nada del juego; pero con ello se refiere a ¨tendré una excelente vista de Erick y su trasero¨. Mis ojos detallan el lugar. Ya casi oscurece y las luces de las gradas iluminan todo el estadio de fútbol. Observamos a los jugadores entrar al campo y mis amigas no paraban de gritar.
«Si esto dura mucho seguro mañana amanezco sorda».
Ahora que lo pienso, nos hemos arreglado mucho. ¿Quién va en tacones a ver un partido? «La fiesta, Liz, ¿recuerdas?» Tengo la vocecita de Natalia metida en la cabeza y es insoportable.
Cómo olvidar que por culpa de mis amigas estoy aquí. «Con lo fácil que hubiese sido decir ¨no¨». Vale me hubiesen matado; pero al menos estaría en paz, ¿verdad?
Un fuerte ruido interrumpe mis pensamientos y solo puede significar una cosa: comenzó el partido.
♡♡♡
Casi cuarenta minutos transcurrieron, —o eso creo— hace rato dejé de mirar el reloj, es absurdo. No entiendo de fútbol. Ni siquiera sé por qué se empujan unos a otros. Tratar de encontrar un razonamiento lógico a dicho deporte me pareció aburrido luego de los primeros quince minutos.
Observo a mi alrededor y unas gradas más a la derecha se encontraba el misterioso encapuchado. Estaba de perfil, dando unas caladas a su cigarrillo repetidas veces. Deduzco que por sus rasgos definitivamente es un chico.
La primera imagen que me viene a la cabeza es Nicholas. Quiero acercarme y averiguarlo por mí misma, pero pienso en que las posibilidades son casi mínimas y se me pasa. Podría jurar que siento sus ojos a través de la oscuridad observarme y he de admitir que un escalofrío me recorre todo el cuerpo. ¿Y si es un secuestrador?
«Bueno, si se parece al nerd puede secuestrarnos, yo no pondría resistencia».
Pero no es él, conciencia. Y dudo que lo sea.
Todos se ponen de pie y con gran emoción gritan —¡TOUCHDOWN! —¿Qué rayos significa eso? ¿Ganaron? ¿Perdieron? ¿Ya me puedo ir a la residencia?
—Liz tiene cara de no entender una mierda —Espera... esa voz es, ¿Abi?
—Fue tu idea invitarla, si tiene cara de culo, te aguantas —«¿Qué rayos...?»
—No podíamos dejarla sola, a este paso terminará siendo una escritora virgen con 30 gatos —No lo puedo creer, ¿en serio Abi?
—¿Hola? Sigo aquí sabéis. Que lo susurren no quiere decir que no las escuche, esto no es una película —Cruzo los brazos. ¡Mis amigas son increíbles! —nótese el sarcasmo—
Pasaron los minutos, entre gritos, suspiros y babas de las chicas más atrás. No podían faltar las miradas de Abi y Nat todo el rato como si fuesen guardianes de la diversión.
Todos en las gradas se ponen de pie y los chicos de nuestro equipo corren con emoción y otros estampan sus cascos contra el césped. ¡Al fin terminó la tortura!
♡♡♡
Nota de la autora:
¡Hola calabazas!
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Quién creen que será el chico misterioso? Abro debate.
Recuerden votar antes de leer el siguiente capítulo. Cada voto cuenta para que esta hermosa familia siga creciendo. ¡No sean fantasmitas!
Nos leemos pronto :3
Lela♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro